domingo, 23 de agosto de 2015

¿Existe el Purgatorio como una realidad?



Para quienes profesan una creencia en alguna religión, existen otras realidades alternas que están más allá de nuestros sentidos físicos, realidades cuya existencia no puede ser comprobada por algún tipo de medición física o conocida mediante simples actos de razonamiento. Es algo así como el campo magnético de un imán; no lo podemos “ver” directamente, inclusive lo podemos atravesar con nuestra mano sin sentir absolutamente nada; o como las ondas electromagnéticas que hacen posible la telefonía celular y la televisión, nadie puede “ver” directamente una señal de radiación electromagnética pese a que nuestros cuerpos son atravesados diariamente por millones de ellas, solo las conocemos gracias a sus efectos sobre la materia que sí está al alcance de nuestros sentidos, pero ello no nos impide utilizar en nuestro provecho la existencia de las ondas electromagnéticas.

De acuerdo a la religión católica con la que estoy mejor familiarizado, la muerte es el paso del ser humano hacia la eternidad en donde le espera el juicio divino por sus actos acaecidos durante su vida terrena. Si éstos han sido de acuerdo a las enseñanzas divinas, en su nuevo estado alcanzará la plenitud humana y divina en el amor, en la amistad, en el encuentro y en la participación de Dios, en lo que conocemos como el Paraíso Celestial. Pero si es al contrario, si el hombre no ha llevado su vida de manera ejemplar, de acuerdo a los mandatos divinos, y muere contaminado por el pecado sin haberse arrepentido sincera y profundamente por las faltas por él cometidas, el nuevo estado que adquiere al abandonar el alma su cuerpo físico será el del castigo eterno en el Infierno.

Para muchos creyentes católicos, existe además un tercer lugar, aquel donde va el alma que carece ya de culpa pero que aún no ha eliminado totalmente las huellas dejadas por el pecado. Éstas, al no haber sido borradas totalmente en esta vida por la confesión, el sincero arrepentimiento y la penitencia, constituyen una pena temporal que debe ser purgada, ya que son el impedimento que hace aún imposible la unión con Dios en el Cielo, y por ello la retarda hasta que la purificación del alma sea completa. Ese lugar tiene un nombre propio, Purgatorio, término que proviene del latín purgare, que significa limpiar o purificar, y es una condición de castigo temporal para aquellos que, aún habiendo dejado esta vida en gracia de Dios, no están completamente libres de faltas veniales, o no han satisfecho completamente sus transgresiones en vida.

Cuando cursaba mis estudios de secundaria en la Escuela Secundaria Federal Número Uno, en una ocasión cuando estábamos afuera del edificio un compañero de clases de nombre Alonso Lastra Guevara me comentó en una pláctica que tuvimos en relación al Infierno su convicción de que el Infierno del que tanto se habla no era una cosa que estuviera “allí abajo” en algún lugar más allá del alcance de nuestros sentidos físicos, estaba convencido de que el Infierno del que tanto se habla es el mismo lugar en el que habitamos todos los que vivimos en este planeta. En pocas palabras, según él, el Infierno existe, y todos ya estamos en él.

Reconozco que lo que dijo mi compañero de clases me puso a pensar mucho en aquél entonces. Una afirmación así puede poner a pensar a muchos.

Ciertamente, dadas las enormes penurias que padecen muchos de los que moran en este planeta, penurias sin fin en sucesión continua una tras otra a grado tal que el cantautor José Alfredo Jiménez dijo de la vida que “comienza siempre llorando, y así llorando se acaba”, muchos desde muy pequeños empiezan a sospechar que el Infierno en verdad existe, y que es precisamente este planeta que estamos compartiendo todos. Por cuenta propia llegan a la misma conclusión a la que llegó mi compañero de la escuela secundaria.

¿Pero realmente está el Infierno aquí mismo en la Tierra?

Si este planeta no es el mismo Infierno, tenemos que reconocer que vemos que aquí hay muchas cosas en común con la idea vaga que tenemos del Infierno que pueden dar una muy buena simulación de lo que debe ser el Infierno. En las Escrituras se nos dice que el Infierno es un sitio poblado de demonios, ángeles caídos de la gracia de Dios propensos al Mal y a la maldad. Pero no tenemos que ir al Infierno para encontrar tales seres. Aquí mismo en la Tierra a cada rato vemos en las noticias acciones terribles llevadas a cabo por gente desquiciada cuyo comportamiento inicuo no le pide nada al comportamiento que podemos esperar de los demonios bíblicos. Leemos en los periódicos y vemos en los noticieros de la televisión y en los portales de Internet acerca de las acciones de criminales y terroristas esparcidos por doquier que no están dispuestos a respetar ni siquiera los tempos de oración.

Cualquiera en el momento que así lo desee puede empezar a elaborar de inmediato una larga lista conteniendo una de las muchísimas cosas que pueden hacer suponer que el planeta Tierra es el mismo Infierno, con realidad física plena, del que hablan los textos sagrados:

  1. Hombres-demonio bajo cuyas órdenes se cometen enormes genocidios como el que ocurrió en Cambodia bajo las órdenes de Pol Pot.
  2. Jóvenes que en la flor de su juventud son reclutados para ir a pelear una guerra de la cual muchos regresarán desfigurados, mutilados, ciegos, paralíticos, y hasta locos.
  3. Hombres-demonio que en el nombre de Dios descargan su irracional furia asesina matando a decenas o hasta cientos o miles de personas a las que ni siquiera conocen en atentados suicidas cuyo único objetivo es la destrucción y el caos.
  4. Padres-demonio y madres-demonio que dan rienda suelta a su odio mutuo y su ira enfrentándose violentamente el uno contra el otro en presencia de sus hijos pequeños para que así los hijos aprendan a aborrecer desde muy chicos la institución del matrimonio que se supone sagrada, o peor aún, pasándole el ejemplo a sus hijos para que se comporten de la misma manera cuando estén casados, como si hubieran dicho antes de casarse: “quiero tener hijos e hijas para que sean testigos de mis pleitos salvajes con mi cónyuge y que así puedan crecer llenos de traumas y complejos detestando cualquier cosa que tenga que ver con el compromiso matrimonial”. Y por mucho que se trate de justificar a estos padres-demonio y madres-demonio diciendo que no están conscientes de lo que hacen, ¡claro que lo están, máxime que no ambos son adultos y no son unos recién nacidos, y lo que hacen en contra de sus propios hijos e hijas lo hacen por pura maldad!
  5. Puchadores-demonio que sabiendo perfectamente el terrible mal que hacen encausan a jóvenes y hasta niños y niñas por el camino de la drogadicción enganchándolos de por vida en paraísos artificiales que terminan siendo verdaderos infiernos de los cuales no hay salida posible viéndose obligados a robar y a prostituírse para poder comprar la droga carísima que estarán pidiendo a gritos para no sentirse mal.
  6. Personas a las que les es diagnosticada una terrible enfermedad terminal incurable que requiere un tratamiento médico costosísimo tan solo para paliar un poco los síntomas y mitigar un poco el dolor mientras se retrasa un poco el deceso final, requiriéndose de procedimientos quirúrgicos y medicamentos carísimos que están más allá del limitado presupuesto familiar lo cual puede obligar a los miembros de una familia a tener que tragarse todo su orgullo y dignidad para estarse exhibiendo en los talk-shows
  7. de caridad pública de la televisión, o bien resignarse a terminar en la ruina económica con el dudoso consuelo de poder extender unos cuantos meses la vida del familiar enfermo que de cualquier modo se va a morir y para el cual esos meses o semanas extra de vida no serán más que una prolongación de una agonía para la cual la única verdadera liberación es la muerte.
  8. Miles de millones y millones de cucarachas, ratones, ratas, moscas, arañas viudas negras, avispas, mosquitos, garrapatas, alacranes, langostas, piojos y otras alimañas presentes en todo el planeta e imposibles de erradicar, cuyo costoso control con pesticidas ha resultado más dañino para muchos ecosistemas frágiles que las mismas plagas.
  9. Asesinos-demonio seriales que matan a otros y a otras no por una necesidad alimentaria o de supervivencia sino única y exclusivamente por el solo gusto y placer de matar, hasta que terminan matándose por su propia mano con el mismo gusto y placer escapando cobardemente por la puerta falsa en cuanto ven que los policías van ya tras ellos.
  10. Madres de la tercera edad en las que de pronto aparecen todas las manifestaciones de la demencia senil, cayendo en una locura total para terminar convirtiéndose en una dolorosa y pesadísima responsabilidad para sus propios hijos a los cuales sin consideración al pesar ocasionado les van a estar destruyendo la vida a lo largo de varios años. ¡A sus propios hijos!
  11. Los que sufren en silencio, como perritos que son machucados por un carro y agonizan en una banqueta o que están enfermos y postrados con una enfermedad como parvovirus o herliquia y que permanecen horas y horas o hasta días y días agonizando bajo un sol candente sin que nadie mueva un solo dedo por ellos.
  12. Mujeres que abortan a un niño o una niña perfectamente sano sin que haya una complicación médica de por medio en el embarazo que justifique la decisión de abortar, ante la impotencia de parejas infértiles desesperadas que han estado tratando por años de tener hijos sin lograrlo y que están en la mejor disposición de darle un hogar y una educación a ese niño o niña que termina siendo abortado y tirado en un basurero a veces aún con vida.
  13. Terremotos que en cuestión de minutos matan a millares de personas dejando una amplia estela de viudas, huérfanos y abandonados, los cuales ocurren justo en regiones en donde hay pobreza extrema como Haiti y Nepal, justo en donde las penurias que ya se tenían son multiplicadas con creces.
  14. Tsunamis llegados del mar como el que ocurrió en Japón que en cuestión de minutos barren con comunidades enteras sembrando mucho dolor y pesar a gente que parecía no merecer tal castigo.
  15. El tener que presenciar como testigo o tener que vivir y sufrir en carne propia situaciones verdaderamente crueles, dramáticas o trágicas, en una impotencia total sin poder hacer absolutamente nada para impedirlas o evitarlas, y sin que venga ayuda alguna de un plano existencial que se supone superior para dar algún consuelo, ya no se diga para ayudar en forma directa interviniendo para poner un hasta aquí a las cosas terribles que suceden. Esto ha sido una veta inagotable de personas que han terminado de perder por completo su fé, abrazando el ateísmo, el materialismo positivista, y el agnosticismo.
  16. Pestes, epidemias y pandemias contagiosas y devastadoras a lo largo de varias épocas tales como la lepra, la poliomelitis, la peste negra que devastó a Europa en la Edad Media, y hasta novedades desagradables de nuevo cuño como el SIDA que hizo su aparición apenas hace unas tres décadas, a las cuales se suman enfermedades terribles que han azotado a la humanidad desde que el hombre aprendió a hacer uso de razón tales como el mal de Alzheimer, la esclerosis múltiple, y la esquizofrenia.
  17. Las terribles injusticias de la vida que hacen que se repita sin cesar una interrogante que siempre ha permanecido sin respuesta: ¿por qué le ocurren cosas malas a la gente buena?

Y la lista de penurias sin fin puede seguir, y seguir, y seguir, hasta que falte papel o espacio para continuar con el resumen. De hecho, esta ha sido y sigue siendo la historia de la humanidad. De este modo, el planeta Tierra puede ser tomado por algunos (o tal vez por muchos, si no por todos) como una buena preparación para ir directo al Infierno, porque en la Tierra encontramos ya mucho de lo que los condenados anticipan encontrar en el Infierno.

Se atribuye al General William T. Sherman la frase “la Guerra es el Infierno”, y una anécdota que se ha estado repitiendo en varias guerras es la que hace el recuento del encuentro entre un general europeo que recibe a un general norteamericano recién llegado a Europa y al cual le advierte: “Dicen que la guerra es el Infierno. ¡Bienvenido al Infierno!”

Por dondequiera que miremos, encontramos numerosos hechos que pueden conducir a la conclusión de que la Tierra es el mismo Infierno y los que nos encontramos en ella ya estamos condenados.

¿Cómo es posible que, con tantas cosas malas y terribles que estamos forzados a presenciar a veces en vivo e inclusive a sufrir en carne propia, no se pueda sospechar en algún momento que este mismo planeta Tierra sea el Infierno del que hablan las religiones?

En un cuento, que por cierto no forma parte de las Escrituras ni de texto religioso alguno, Satanás tratando de hacer titubear a San Antonio haciendo todo lo posible para que pierda su fé, tratando de convencerlo de que la Tierra ya es el Infierno y que él ya se encuentra condenado, al ver que sus argumentos de convencimiento para hacer caer al santo no han dado resultado, decide tentar a San Antonio presentándole su último argumento, al cual considera como su argumento supremo, diciéndole: “Mira, tú sigues sin aceptar que ésta la Tierra en la que te encuentras en estos momentos es precisamente el Infierno del cual habla la Biblia, no quieres aceptar y reconocer que este es el lugar en el cual yo soy el Rey indiscutible y solo mando yo. Ahora, respóndeme: ¿en qué otro lugar, excepto en el mismo Infierno en donde mando yo y se cumplen todas mis órdenes y todos mis designios, crees que se atreverían a crucificar al mismísimo Hijo de Dios, si no en el mismo Infierno?”. Tras escuchar esto, San Antonio se pone a reflexionar, llegando a la conclusión de que Satanás le ha sembrado una semilla de duda de la que le será muy difícil liberarse del todo. Satanás le ha presentado su mejor argumento, el mejor de todos.

Aunque se atribuye como un dicho de Jesús una frase muy popular que dice “No se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad de mi Padre”, lo cierto es que esta frase NO se encuentra en la Biblia, es solo una frase popular. Tampoco existe en el Libro de Ezequias en las Escrituras Hebreas a quien usualmente se le atribuye la frase “No se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad de Dios” (aunque el personaje Ezequías sí existió). La aceptación de esta frase supondría que quien manda en todo momento y en toda circunstancia en la Tierra es Dios, y no Satanás. Sin embargo, en la Tierra el hecho aceptado por muchos exégetas es que quien manda en la Tierra no es Dios sino Satanás. Este hecho lo confirman las mismas Escrituras en el pasaje en el que Jesús es tentado por Satanás cuando en sus 40 días de ayuno en el desierto Satanás tienta a Jesús diciéndole a la vez que le muestra imágenes de poder y gloria terrestres: “Todo esto será tuyo si hincado en tierra me adorares” (San Mateo 4:9). Satanás no podría haberle ofrecido a Jesús nada de lo que le estaba ofreciendo si no fuera suyo de antemano. Jesús no le responde diciéndole a Satanás que no puede ofrecerle nada de lo que le ofrece porque simple y sencillamente no es suyo. Jesús simplemente rechaza la tentación presentada por Satanás y no le rinde adoración. Suponiendo que el Infierno descrito por las Escrituras es otro lugar distinto de la Tierra, en donde se sufre aún más, Satanás vendría siendo entonces el dueño de dos infiernos, el que ya es suyo de por sí y a donde fue echado tras su caída y en donde se supone que habita, y su segundo infierno y campo favorito de acción que vendría siendo la misma Tierra en la que muchos creyentes suponen que también habita (de lo contrario, no podría estar tentando a nadie), de modo tal que la muerte física no sería más que un mero trámite de la vida para pasar de un infierno a otro.

Si bien el cuerpo físico, muy en especial el cerebro, es la fuente y el depósito de las funciones superiores del razonamiento y de la consciencia, también es la prisión de aquello que las religiones identifican como el espíritu o elán vital. Cada ser humano en alguna etapa de su vida o más comúnmente en muchas etapas de su vida descubrirá y confirmará que su cuerpo físico es una prisión de la que no se puede salir a voluntad, es una cárcel sin barrotes que permite al reo cierta movilidad pero que sigue siendo una cárcel. ¿Y acaso no describen casi todas las religiones al Infierno como una prisión de la cual nadie puede escapar? ¿Cuál es la diferencia entonces entre una prisión y otra, excepto una diferencia meramente semántica? La noción de que el cuerpo físico es una prisión es algo en lo que pueden coincidir tanto el creyente como el ateo, con la única diferencia de que para el primero la muerte es una liberación de dicha prisión que ofrece la esperanza de permitir al espíritu trasladarse hacia un plano superior meramente espiritual, mientras que para el segundo la muerte es el fin de todo y el inicio de una obscuridad y silencio eternos, aunque también una liberación. ¡Hasta en esto coinciden ambos!

Sin embargo, y esto puede afirmarse de modo categórico, pese a todas las cosas horribles que encontramos en este planeta, la Tierra no es el Infierno.

Por principio de cuentas, el Infierno es descrito como un lugar en el cual se ha perdido toda esperanza, se trata de un lugar para los condenados. El mismo Dante Alighieri en su obra “La Divina Comedia” describe la puerta de entrada hacia el Infierno con una advertencia puesta a la entrada del mismo con las siguientes palabras inscritas en la entrada: “Perded toda esperanza los que entráis”. Pero en la Tierra, pese a todas las cosas horribles que encontramos en ella, encontramos en muchas partes muchos signos de esperanza. Para los católicos y los cristianos, la mayor esperanza la dejó Jesús en su paso por la Tierra. Cada misión, cada templo, cada catedral levantada en el nombre de Jesús habla de una esperanza, la mayor de todas. En el Infierno no esperamos encontrar ningún templo de oración, ni uno solo, así como ninguna mención de Jesús, ni una sola, porque... ¿para qué hablar de esperanza en donde ya no puede haber ninguna? El último lugar en el que un creyente esperaría encontrar una de las muchas casas de Dios de que hablaba el mismo Jesús sería el Infierno.

Y si bien es cierto que este planeta está repleto hasta el borde de demonios en cuerpo humano, también es cierto que hay mucha gente buena conocida por sus buenas acciones y sus buenas obras. Si la Tierra fuera el Infierno, no habríamos esperado tener jamás entre nosotros a gente como San Francisco de AsísMahatma GhandiAlbert SchweitzerFlorence Nightingale, la Madre Teresa de Calcuta, y otros más como ellos. En el Infierno no esperaríamos encontrar un solo hombre bueno, ni uno solo, máxime que se le considera como un lugar en el que nadie espera ser recompensado por sus buenas obras porque ya está condenado y nada de lo que trate de hacer para cambiar su situación le será de utilidad alguna, se debe tratar de un lugar habitado únicamente por demonios y condenados haciéndose imposible entre ambos su existencia por el resto de la eternidad. Por otro lado, el último lugar en donde esperaríamos encontrar rastro alguno de esos acontecimientos extraordinarios conocidos como milagros sería el Infierno, porque en el Infierno se supone que no debe haber absolutamente nada que mitigue aunque sea un poco la dureza del castigo y mucho menos un acontecimiento que pueda devolverle la fé a los condenados que por el hecho de ya estar condenados no les serviría de nada el ser beneficiarios de tales acontecimientos (en los anales de la ciencia médica existen casos de curaciones milagrosas comprobadas por médicos incrédulos que no creían en tales cosas hasta que les tocó ver un caso específico, y algunos de tales milagros desafían por completo la lógica y los pronósticos médicos más pesimistas que se habían dado en enfermos diagnosticados como incurables y deshauciados).

También encontramos en la Tierra muchas otras cosas que hacen más llevadera la carga, cosas tales como el amor, la caridad, la buena música, la poesía, el arte, las maravillas de la Naturaleza, cosas de las cuales se puede proporcionar una pequeñísima muestra:








En el Infierno no esperamos encontrar ninguna muestra de amor, ninguna muestra alguna de caridad, ni buena música ni poesía ni arte ni maravillas naturales ni nada, absolutamente nada que mitigue un poco el desconsuelo, habido el hecho de que en un lugar de castigo como el que se describe en las Escrituras todo es un lago de fuego con un eterno crujir de dientes en donde nadie tiene tiempo ni humor para andar ayudando al prójimo con el cual está condenado por el resto de la eternidad.

Así pues, tiene que desecharse la noción de que éste planeta Tierra es el mismo Infierno, precisamente por las muchas cosas buenas que encontramos en él. Esto me permite suponer que mi compañero en la escuela secundaria al que muy posiblemente le estaba yendo mal en casa en esos días en estaba equivocado. El Infierno del que hablan las religiones y las Escrituras tiene que estar situado en otro plano existencial, más allá del alcance de nuestros sentidos físicos, ya que de no ser así posiblemente ya lo habríamos detectado. Si el Infierno tuviera una realidad física o metafísica, la Tierra no puede ser dicho lugar por las cosas antes mencionadas.

Habría, además, otra diferencia substancial. Si bien es cierto que muchos al ser sorprendidos obrando mal usan como pretexto la frase “el Diablo me hizo hacerlo”, de acuerdo a la mayoría de los estudiosos en la Tierra Satanás no puede obligar a nadie a hacer algo en contra de su voluntad. En la Tierra, todo el poder de Satanás está basado al cien por ciento en el poder de la persuasión, y en esto se le reconoce una habilidad extraordinaria, podría afirmarse incluso infinita. Desde el primer capítulo de la Biblia, Satanás no obliga a Adán porque no puede hacerlo a comer el fruto del árbol prohibido, tiene que hacerlo convenciendo primero a Eva y usándola como intermediaria, a la cual Satanás tampoco obligó porque no podía hacerlo. Esta dependencia en el uso del poder de la persuasión es una constante en toda la Biblia, incluso cuando Judas Iscariote traiciona a Jesús, porque si bien Satanás le pudo haber proporcionado a Judas de varios razonamientos para llevar a cabo e incluso justificar su traición (por ejemplo, “si entregas a Jesús, Jesús se verá obligado a manifestarse como el Mesías en todo su poder y gloria, y acabará con todos los invasores romanos que están ocupando la Palestina e incluso acabará con el Imperio Romano”), Judas no pudo echarle la culpa a Satanás porque aunque Satanás le haya proporcionado los argumentos la decisión final tenía que ser necesariamente de Judas, no de Satanás. A diferencia de lo que ocurre en la Tierra, en donde Satanás no tiene poder para obligar a nadie a hacer algo en contra de su voluntad, se supone que en el Infierno, en su dominio principal, Satanás SI puede obligar a cualquiera a hacer cosas en contra de su voluntad, porque en el Infierno el humano pierde por completo y para siempre su libre albedrío, su prerrogativa para escoger y decidir. Y esto marca ya una diferencia enorme entre lo que entendemos por el paraíso terrenal y el Infierno. El único lugar en donde Satanás realmente manda no es ni puede ser la Tierra en donde todo su poder está limitado al uso del poder de la persuasión, tiene que ser el Infierno en donde no necesita del poder de la persuasión porque simple y sencillamente ahí ya no lo necesita.

Pero si bien la Tierra no es el Infierno, tampoco puede ser el Cielo (o bien, el Paraíso celestial del que habla Jesús), por las mismas razones de todas las cosas malas que encontramos en ella, considerando que el Paraíso del que hablan los Evangelios es un lugar en el que ya no se sufre ni se tienen carencias, ni están sujetos los humanos a tentaciones que vengan de alguien con un tremendo poder de la persuasión. Además, se supone que el Cielo es algo a lo que se tiene que ser merecedor, es algo que se gana a pulso demostrándose ser merecedor del mismo en virtud de las decisiones que cada quien vaya tomando en su vida terrenal.

Y si la Tierra no es el Infierno, ni es tampoco el Cielo, ¿entonces qué es? ¿Cuál es su lugar en la clasificación que pueda haber de los planos de existencia? Si la Tierra no es el Infierno, ni es el Cielo, ¿entonces qué vendría siendo? La única respuesta posible para algunos creyentes, simple y sencillamente porque no hay otra, es que el Purgatorio sí existe, y se encuentra precisamente en este planeta Tierra en el que estamos viviendo todos. En pocas palabras, la Tierra es el Purgatorio. Ciertamente cumple muchos de los requisitos que se pueden esperar de un Purgatorio, o inclusive se puede decir que los cumple todos. si estamos dispuestos a admitir otra creencia que es central a muchas religiones: la tesis de la reencarnación.

Por principio de cuentas, encontramos en la lectura de varias fuentes que el Purgatorio es un lugar en el cual se lleva a cabo la purificación de las almas de todos aquellos que no merecen ser condenados a un castigo eterno pero que tampoco han hecho méritos suficientes para ganarse su entrada al Cielo. Y ciertamente aquí mismo en la Tierra muchos parecen estar pagando de una u otra manera por las transgresiones efectuadas en esta vida o en una vida anterior. Esto explicaría cabalmente mucho del sufrimiento que vemos, algo que en varias religiones orientales se llama karma, de modo tal que si alguien dice (como seguramente el lector se ha preguntado alguna vez en su vida): “¿Por qué yo?, ¿Por qué a mí?”, la respuesta que recibiría en caso de recibir una respuesta sería: “¿Acaso no recuerdas lo que le hiciste a tal y a cual persona en tal o cual lugar y en tal o cual época?, ¿De qué te quejas con tanta amargura si estás recibiendo y estás pagando hasta con creces tu justo merecido?”. Se puede protestar ante la aparente injusticia de no ser enterado de la razón por la cual se está pagando a un precio exorbitante alguna transgresión pasada, pero esto también puede ser parte del gran esquema porque el conocimiento preciso del motivo por el cual se está sufriendo sin duda alguna aminoraría en gran parte el peso del castigo al decirse la persona a sí misma: “Bueno, ya sé la razón del por qué estoy en el predicamento en el que me encuentro, y me lo tengo bien merecido”. El desconocimiento de la razón por la cual se está padeciendo en cierta vida tiene el efecto de incrementar en forma considerable el peso del castigo, y en el pago de la factura se puede suponer que se ha removido el consuelo de saber el motivo, precisamente para volver más dura la pena.

La reencarnación viene a resolver otro dilema con el que han tenido que lidiar teólogos desde los inicios del Cristianismo. ¿Qué del Limbo, ese lugar “sin tormento pero alejado de Dios”, al que iban los niños recién nacidos que no recibieron el sacramento del bautismo? Sobre el debate del “Limbo”, el Vaticano y Benedicto XVI simplemente decidieron eliminarlo, porque si difícil es hablar del Cielo y del Infierno aún con las Escrituras en mano, la postulación de tal plano existencial solo viene a complicar las cosas sobremanera. Sin embargo, si metemos la reencarnación en el panorama, se puede prescindir por completo de la presunción de la existencia de un Limbo, porque cuando un niño recién nacido muere (o incluso cuando aún no ha nacido muere) el alma del niño simplemente puede continuar su hilo existencial en otro cuerpo recibiendo de este modo otra oportunidad de nacer y crecer.

Discutir el tema de la reencarnación desde la óptica de cualquier religión resulta difícil, porque el debate del tema de la reencarnación requiere de una mente abierta, y si algo tienen en común las religiones principales es que no permiten hablar o debatir de algo con lo que entendemos como una “mentalidad abierta”. Irónicamente, la idea de la reencarnación se basa sólidamente en algo que las religiones adoptan como un dogma que está fuera de toda discusión: la inmortalidad del alma. El concepto supone que lo que cesa con la muerte son las funciones vitales del cuerpo físico en el que mora el alma, más no el alma. Y si el alma es inmortal y puede reencarnar (el mensaje central del Nuevo Testamento de la Biblia es precisamente el tema de la resurrección), entonces tan es posible que se vaya a otro plano que está más allá de nuestra comprensión humana como el poder regresar a este mismo planeta en un cuerpo nuevo. Con respecto a la posibilidad de la reencarnación, el filósofo francés Voltaire alguna vez dijo: “No es menos asombroso nacer una vez que nacer dos veces”. Si la reencarnación existe, parece lógico pensar que se producirá un intervalo en alguna otra esfera entre el tiempo de separación del cuerpo viejo y la entrada en otro nuevo. Una de las técnicas usadas para el estudio de la reencarnación consiste en entrevistar a niños de muy temprana edad que ya han aprendido a hablar, los cuales afirman recordar sucesos de otra vida que dejaron atrás. Estos casos son extremadamente raros, pero sí se dan de vez en cuando. Recabada la mayor cantidad de información posible, el siguiente paso -nada fácil por cierto- consiste en tratar de identificar la identidad de la persona que afirma haber sido en aquella vida pasada, entrevistar a quienes conocieron a aquella persona en vida, y corroborar lo que le dijo el niño con lo que se sabía de aquella persona que el niño afirma haber sido en su vida pasada. La prioridad obvia para cualquier investigador sobre estas cuestiones es tratar de contactar de inmediato al niño del cual se tenga este tipo de noticias antes de que olvide todo, porque es un hecho que conforme van pasando las semanas el niño empieza a olvidar todo aquello que recordaba de su vida pasada, hasta que termina por olvidarlo todo recordando prácticamente nada de su vida pasada. Un trabajo que documenta tales esfuerzos es el libro Twenty Cases Suggestive of Reincarnation, elaborado por el Doctor Ian Stevenson y publicado por la University Press of Virginia. Si existe el alma, y si los recuerdos acumulados a lo largo de una vida perduran en ella sobreviviendo a la muerte física, resulta lógico suponer que en algunos casos contados el mecanismo que impide recordar esas vidas pasadas ha tenido un fallo menor, fallo que se irá corrigiendo por sí solo al ir creciendo el niño olvidando a pasos agigantados los hechos que recuerda de su vida pasada.

La aceptación del concepto de la reencarnación resuelve muchas incógnitas y muchos dilemas que de otro modo es imposible reconciliar, al menos lógicamente.

El Purgatorio ofrece el camino ideal, y de hecho el único camino, para que cada ser humano pueda expiar y pagar sus culpas y transgresiones, haciendo lo posible de su parte para enmendar su relación con el Ser Supremo salvándose de ser echado a un lugar del que no hay retorno ni escapatoria posible. En el Purgatorio a cada momento el que allí reside será sometido a pruebas constantes, y algunas de esas pruebas serán durísimas, todo de acuerdo a la naturaleza de sus actos pasados o sus transgresiones, y sobre todo las decisiones que irá tomando a lo largo de su vida.

Hay una sustancial diferencia entre Infierno y Purgatorio, ya que el primero es eterno y el segundo temporal. El Purgatorio, de acuerdo a las Escrituras, no puede tener para cada quien una duración eterna, y al final de la jornada (el ciclo repetitivo de reencarnaciones) se ofrecen solo dos alternativas como la salida del Purgatorio: o la salvación eterna o la condena eterna. En cada reencarnación se ofrece una nueva esperanza de salvación, así como la advertencia de llegar a la condenación en caso de que se trate de un caso perdido en el que se han agotado todas las oportunidades que se han dado para redimirse y salvarse. La estancia en el Purgatorio vendría siendo entonces algo de tiempo limitado, ya que sus únicos dos objetivos finales deben ser o bien la salvación eterna o bien la condena eterna, y esos sí son duración ilimitada. El Purgatorio vendría siendo algo así como un reformatorio o un centro de readaptación, y quienes vuelven a reincidir en el delito sin aprovechar la oportunidad que se les dá de hacerse merecedores a la libertad terminan cayendo de nueva cuenta en el reformatorio, una y otra y otra vez, mientras que quienes han aprendido su lección y ya no reinciden no vuelven a regresar al mismo sino que son sacados para que puedan disfrutar de su libertad, con una diferencia importante: mientras que quienes han logrado salir del reformatorio o de un centro de readaptación social corren el riesgo de volver a caer en el reformatorio en caso de caer nuevamente en la tentación de delinquir actuando en contra de la sociedad, en el caso del Purgatorio la salida del mismo es de una sola vía. Se puede salir del Purgatorio para ir al Cielo, o se puede salir del Purgatorio para terminar en el Infierno, pero no es posible salir del Cielo para volver al Purgatorio como tampoco es posible salir del Infierno para volver al Purgatorio. La única manera de volver al Purgatorio es habiendo salido del Purgatorio (a causa de la muerte física, real) sin haber logrado méritos para ser salvado ni haber incurrido en tantas iniquidades como para ser condenado, o sea mediante la reencarnación.

El teólogo Leonardo Boff en su libro Hablemos de la otra vida considera que el Purgatorio es un proceso de plena maduración frente a Dios. En efecto, el Purgatorio significa la posibilidad que, por la gracia de Dios, se concede al ser humano para madurar radicalmente después de su muerte. ¿No es ésta acaso la misma posibilidad que se le puede conceder a los que habitan aquí en la Tierra?

La Iglesia Católica está en común acuerdo entre sus miembros de que el Purgatorio es un proceso, doloroso como todos los procesos de ascensión y purgación, por medio del cual el hombre actualiza todas sus posibilidades al morir y se purifica de todas las marcas con las que el pecado ha ido estigmatizando su vida, sea mediante sus pecados y su consecuencias, o debido a sus malos hábitos adquiridos a lo largo de su vida. ¿No es esto precisamente algo que también se ofrece como posibilidad aquí mismo en la Tierra? Entre los católicos se considera como una opción que Dios permite a todos por su gracia para que, en algún momento de la eternidad, todo humano sea digno de estar en su presencia al haber sido limpiado totalmente de los pecados cometidos durante su vida, de los cuales no se había arrepentido suficientemente de manera concisa, siempre que dichos pecados no fuesen mortales debido a la gravedad de los mismos. ¡Pero si esta misma opción es la que se está ofreciendo como una posibilidad aquí en la Tierra!

En las Escrituras y en los escritos de los Padres de la Iglesia Católica, las almas de aquellos que van al Purgatorio quedan temporalmente impedidas de la visión de Dios. Esta es la postura católica proclamada por León X en la Bula Pontificia Exurge Domine (Levántate, oh Señor), la cual condena los errores de Lutero. Besario, en el Concilio de Florencia de 1239, argumentó en contra de la existencia de un fuego real en el Purgatorio. Pero en occidente la creencia en un fuego real en el Purgatorio es común. San Agustín nos habla del dolor que ese fuego produce, más severo que cualquier otro sufrimiento pudiera soportar el hombre en esta vida. San Gregorio Magno habla de aquellos que, después de esta vida “expiarán sus faltas con flamas del Purgatorio y el dolor será más intolerable que ninguno en esta vida”. Siguiendo los pasos de San Gregorio, Santo Tomás de Aquino afirma que aparte de la separación del alma de la contemplación de Dios, hay otro castigo: el del fuego. Y San Buenaventura no sólo confirma las palabras de Santo Tomás, sino que además agrega que ese castigo con fuego es más severo que ningún otro castigo que le llegue al hombre en esta vida. Ninguno de los Padres y Doctores de la Iglesia Católica puede decirnos cómo afecta ese fuego a las almas que están en el Purgatorio, pero de todas formas ya el Concilio de Trento (1545-1563) advirtió a los Obispos “excluir de sus sermones cuestiones difíciles y perspicaces que no tienden a la edificación, y de cuya discusión no aumenta ni la piedad ni la devoción” (Del Purgatorio, Sesión XXV). Esta advertencia hecha a los Obispos se debe a las enormes dificultades que hay en tratar de hablar sobre algo en lo que no se tiene una experiencia personal propia ni se tienen pruebas contundentes para afirmar lo que se dice.

De la tradición unánime de los Padres de la Iglesia en cuanto al fuego del Purgatorio y su semejanza al del Infierno, aún no se ha dado (ni se quiere dar) una declaración dogmática al respecto, porque tendría que ser aceptada como dogma imposible de verificar. En la cuestión del Purgatorio existe también otra pena, la que la tradición teológica denomina pena de daño, que consiste en el aplazamiento del Cielo o dilación de la Gloria, en la que el alma queda privada de la visión beatífica de Dios mientras purga sus pecados. Esta pena implica que la presencia en el Purgatorio no puede prolongarse en el tiempo más allá del Juicio Final, y reafirma la convicción de que el Purgatorio es necesariamente de carácter temporal y no eterno.

Al investigar el tema de la existencia del Purgatorio, es común encontrar argumentos que supuestamente “prueban” la existencia del mismo recurriendo a visiones místicas de santos y santas así como a citas bíblicas que sugieren su existencia. Desafortunadamente, todas esas visiones místicas que se atribuyen a unos cuantos afortunados como revelaciones del Purgatorio son experiencias personales que no pueden ser transmitidas más que como relatos anecdóticos, y los relatos anecdóticos carecen por completo de valor probatorio como juez o tribunal lo puede confirmar.

Entre las “experiencias del Purgatorio” para tratar de convencer (imposible hablar de demostrar) la existencia del Purgatorio encontramos relatos como el de Tertuliano, el cual en su libro “Actas del martirio de Santa Felicidad y Perpetua” cuenta lo que le sucedió a Santa Perpetua en el año 202: una noche, mientras ella estaba en la cárcel, vio a su hermano Dinocrates, quien había muerto a los siete años de edad a causa de un tumor en el rostro. Santa Perpetua lo cuenta así: “Vi salir a Dinocrates de un lugar tenebroso, donde estaban encerrados muchos otros que eran atormentados por el calor y la sed. Estaba muy pálido. En el lugar donde estaba mi hermano había una piscina llena de agua, pero tenía una altura superior a la de un niño, y mi hermano no podía beber. Comprendí lo que mi hermano sufría y por eso, orando con fervor día y noche, pedía que fuera aliviado. Una tarde vi de nuevo a Dinocrates, muy limpio y bien vestido y totalmente restablecido, con su herida del rostro totalmente cicatrizada. Ahora sí podía beber del agua de la piscina, y lo hacía con alegría. Cuando se sació comenzó a jugar con el agua. Me desperté y comprendí que había sido sacado de aquel lugar de sufrimientos”. Otro relato testimonial proviene de San Nicolás de Tolentino quien relata una experiencia mística que le convirtió en patrono de las almas del Purgatorio: un sábado en la noche, después de una prolongada oración, escuchó una voz lastimera que le decía: “Nicolás, Nicolás, mírame a ver si todavía me reconoces. Soy tu hermano y compañero Fray Peregrino. Hace tiempo que sufro grandes penas en el Purgatorio y por esto te pido que ofrezcas mañana por mí la Santa Misa para poder irme por fin libre al Cielo. Ven conmigo y mira”. Nicolás le siguió y vio una llanura inmensa cubierta de innumerables almas entre torbellinos de purificadoras llamas, mientras le tendían sus manos llamándole por su nombre y pidiéndole ayuda. Conmocionado por esta visión, Nicolás la refirió al Superior del Monasterio donde se encontraba, quien le dio permiso para dedicar la Misa durante varios días por las almas del Purgatorio y, especialmente por Fray Peregrino. A los siete días se le apareció de nuevo Fray Peregrino, ahora resplandeciente y glorioso junto con otras almas, para agradecerle y demostrarle la eficacia de sus súplicas. Por su parte San Gregorio Magno cuenta que, siendo aún Abad de un Monasterio antes de ser nombrado Papa, había en el mismo un monje llamado Justo, quien ejercía la medicina con el permiso del Abad. En una ocasión Justo aceptó sin la autorización de sus superiores una moneda de tres escudos de oro, faltando así gravemente al voto de pobreza. Después se arrepintió y le dolió tanto su acto que se enfermó y murió al poco tiempo, pero en paz con Dios. Sin embargo San Gregorio, con el fin de inculcar en sus religiosos una gran aversión por ese pecado, hizo sepultar a Justo en un basural que se encontraba fuera de los muros del cementerio del Monasterio, donde también echó la moneda de oro, haciendo repetir a los monjes las palabras de San Pedro a Simón Mago: “Que tu dinero perezca contigo”. A los pocos días San Gregorio sintió que quizás había sido demasiado estricto con su castigo, y encargó al ecónomo celebrar treinta Misas seguidas, sin dejar ningún día, por el alma del difunto. El ecónomo obedeció, y el mismo día que terminaron de celebrarse las treinta Misas, se le apareció Justo a otro monje llamado Copioso, diciéndole que subía al Cielo, libre ya de las penas del Purgatorio, gracias a las treinta Misas celebradas por su alma. Estas Misas de intercesión son las llamadas gregorianas, en honor de San Gregorio.

Pero se insiste que las revelaciones del Purgatorio basadas en experiencias personales no pueden ser usadas más que como relatos anecdóticos, careciendo por completo de valor probatorio. Como igualmente es cierto que el equivalente de las penalidades descritas en tales visiones de carácter místico ya se tiene aquí en la Tierra, y abundan los sitios que califican como buenos candidatos en donde se pueden sufrir las penalidades que los místicos describen del Purgatorio.

El tema de la existencia del Purgatorio viene a colación por unas declaraciones hechas el miércoles 12 de enero de 2011 por el entonces Papa Benedicto XVI, hoy Papa emérito, quien aseguró que el Purgatorio no es un lugar del espacio, del Universo, “sino un fuego interior, que purifica el alma del pecado”. El Pontífice hizo estas manifestaciones ante unas 9.000 personas que asistieron en el Aula Pablo VI a la audiencia pública de los miércoles, cuya catequesis dedicó a la figura de Santa Catalina de Génova (1447-1510), conocida por su visión sobre el Purgatorio. Benedicto XVI señaló que Catalina de Génova en su experiencia mística jamás hizo revelaciones específicas sobre el Purgatorio o sobre las almas que se están purificando, frente a la imagen de la época que lo representaba siempre ligado al espacio. “El purgatorio no es un elemento de las entrañas de la Tierra, no es un fuego exterior, sino interno. Es el fuego que purifica las almas en el camino de la plena unión con Dios”, afirmó el Papa. El Obispo de Roma añadió que la santa no parte del más allá para contar los tormentos del Purgatorio e indicar después el camino de la purificación o la conversión, sino que parte de la “experiencia interior del hombre en su camino hacia la eternidad”. Benedicto XVI añadió que el alma se presenta ante Dios aún ligada a los deseos y a la pena que derivan del pecado y que eso le imposibilita gozar de la visión de Dios y que es el amor de Dios por los hombres el que la purifica de las escorias del pecado.

El Paraíso, el Purgatorio y el Infierno han preocupado a lo largo de la historia tanto a los fieles como a los papas y así Benedicto XVI, el Papa teólogo, afirmó en 2007 que el Infierno, “del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno para los que cierran su corazón al amor de Dios”. Del Paraíso aseguró que existe, pero que no es “ni una abstracción ni un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con Dios”. Más recientemente fue cuando aseguró en 2011 que el Purgatorio no es un lugar del espacio, del Universo, sino “un fuego interior, que purifca el alma del pecado”. Su antecesor, Juan Pablo II, coincidió con Ratzinger en que el Purgatorio existe, pero que no es “un lugar” o “una prolongación de la situación terrenal” después de la muerte, sino “el camino hacia la plenitud a través de una purificación completa”. El Papa Wojtyla también aseguró durante su Pontificado que tanto el Paraíso como el Infierno no son lugares físicos, sino estados del espíritu. Según Juan Pablo II, las imágenes utilizadas por la Biblia para presentarnos simbólicamente el infierno deben ser interpretadas correctamente y “más que un lugar, es la situación de quien se aparta de modo libre y definitivo de Dios”. Estas aseveraciones no admiten la posibilidad de que el Purgatorio se encuentre aquí mismo en la misma Tierra como algo real, como un lugar físico, y de hecho hay quienes han tomado las declaraciones del Papa Benedicto XVI como el abandono de la creencia en la existencia del Purgatorio, interpretando las observaciones formuladas por el Papa Benedicto XVI en torno a el Purgatorio como algo que no existe como un espacio físico real.
Sin embargo, para quienes están dispuestos a aceptar la posibilidad, la idea, de que el Purgatorio tiene una existencia real y está aquí mismo en la Tierra, de pronto muchas cosas que permanecían sin sentido de pronto adquieren una explicación lógica y racional.

Quizá la creencia más optimista acerca del Purgatorio es aquella en la cual todo aquel que entra al Purgatorio terminará entrando al Cielo, y el Purgatorio no es una especie de Infierno de donde ninguna alma es liberada; bajo esta visión el Purgatorio es la purificación final de los elegidos; la última etapa antes de gozar del Reino celestial, y la duración de la estadía de un alma en el Purgatorio vendrá dada siempre por la gravedad de sus faltas, y también por las oraciones que desde la Tierra se le dediquen.

Lo que se entiende por Purgatorio depende desde luego de la religión que ponga tal tema bajo análisis y discusión. La Iglesia Ortodoxa, por ejemplo, no acepta la existencia del Purgatorio, aunque sin embargo tradicionalmente se ofrecen rezos a favor de los difuntos, pidiendo a Dios que les muestre su misericordia y su amor. Por otro lado, en la Iglesia Protestante, según la proposición 37 de las tesis luteranas del año 1519 (condenadas por el papa León X), “el Purgatorio no puede probarse por la Sagrada Escritura canónica”. Esta tesis de Lutero se fundamenta en su negación de la canonicidad de los dos Libros de Macabeos, a los cuales consideró apócrifos. Lutero, fundador del Protestantismo, describe el Purgatorio como una invención humana que confunde al hombre y le hace creer que hay perdón después de la muerte por medio de la compra de indulgencias y otros medios afines. Según los protestantes, una vez finalizada esta vida ya no existe la fe, sino el conocimiento real de la existencia de Dios, y certeza del Cielo y del Infierno, puesto que según ellos, Cristo habría hecho propiciación por todos aquellos que le aceptan, y los habría limpiado completamente de todo pecado santificándolos en sí mismo para su acceso al Cielo. Sin embargo, la Iglesia Copta, al igual que la católica, acepta la existencia del Purgatorio, la única diferencia es que utiliza otra palabra para denominar esta realidad espiritual. La principal base bíblica para afirmar la existencia del Purgatorio, según los coptos, se encuentra en el Libro de Enoc, en sus capítulos 6 al 36. Escritos antes del 160 a.C., estos capítulos se centran en el tema de los Vigilantes y hacen una detallada descripción del Infierno, del Purgatorio y del Paraíso. En la Iglesia Copta tradicionalmente se ofrecen oraciones a Dios para que muestre su misericordia a las almas de los difuntos que padecen en el Purgatorio, y así que puedan entrar en la Gloria. Y en lo que toca al Islam, existen conceptos similares o compatibles con el catolicismo, como el Barzaj, el lugar a período de tiempo por los que el alma espera el Juicio Final, en lo que Mahoma describe como “las peores horas de la vida de un hombre”. Existe también el Araf, un alto muro o barrera en el que esperan los que han conseguido escapar del Infierno, pero que no han sido autorizados aún a entrar en el Cielo (Corán, Azora VII – 44).

Para los creyentes de varias religiones, ni el Cielo ni el Infierno tienen actualmente una existencia que en el idioma humano podamos llamar “real” en el sentido de que pueda ser algo que se pueda describir con palabras o que se pueda representar con imágenes que se puedan compartir en las redes sociales. Lo único que podría ser considerado como “real” en el sentido literal de la palabra es el Purgatorio si partimos del supuesto de que, por sus características, el paraíso terrenal en el que vivimos cumple con todas las condiciones para que pueda ser considerado como ese plano existencial llamado Purgatorio.

En el esquema de planos espirituales de existencia, quienes tienen la salida más fácil del debate son los ateos, ya que para ellos no hay Cielo ni hay Infierno ni hay Purgatorio ni existe nada con consciencia propia (Dios, los ángeles, Satanás, los demonios) que pueda existir más allá de nuestros sentidos físicos y de nuestra percepción sensorial. La conclusión del ateo, del materialista, dá una salida sumamente fácil a consideraciones como las que hemos visto, pero a su vez esta salida viene con otra factura: muchas interrogantes que antes tenían respuesta se quedan sin respuesta, y atrapados ya en un plano meramente científico tenemos que aceptar verdaderos retos intelectuales como la tesis de un Universo que se creó a sí mismo por cuenta propia y sin ninguna planeación, sin ningún tipo de diseño previo, y con una inteligencia igual a un cero matemático del cual pese a estas limitaciones mayúsculas ha permitido la aparición órdenes mayúsculos de perfección. Así como resulta sumamente aventurado afirmar que un cuadro reconocido como de Rembrandt ocurrió por un mero accidente de la Naturaleza sin que hubiera inteligencia alguna de por medio, o que una composición musical como la Polonesa de Chopin se logró simple y sencillamente porque un músico afortunado tuvo la buena suerte de descubrirla entre una cantidad virtuamente infinita de combinaciones posibles de notas musicales, la tesis de un Universo que se dió “por sí solo” resulta ser un argumento de difícil digestión.

Para quienes creen que no todo lo que existe está limitado a lo que podamos ver, a lo que podamos tocar y a lo que podamos oler, el Cielo y el Infierno pueden y deben ser considerados no como planos corpóreos de naturaleza física perceptibles por nuestros cinco sentidos, sino como planos espirituales más allá de nuestra realidad humana y de nuestras percepciones, lo que hace imposible la demostración de su existencia por medios científicos. Lo único cuya realidad plena puede estar al alcance de nuestra mano es el Purgatorio, si acaso se trata del planeta en el que vivimos que es lo único verdaderamente “real” para todos nosotros (creyentes y no-creyentes). Los creyentes pueden tomar al planeta Tierra en que vivimos como el Purgatorio, ni más ni menos, y -cosa curiosa- también para los no creyentes resulta ser lo mismo que un Purgatorio aunque no lo quieran llamar como tal, porque las reglas aplican por igual a ambos grupos y no se privilegia a uno sobre el otro. La realidad es la misma para ambos, lo único que cambia son las interpretaciones.

Todas estas disquisiciones acerca de la realidad del Purgatorio surgen de una necesidad inherente en el hombre de tratar de encontrarle un sentido a las cosas, de tratar de encontrar alguna explicación o justificación a hechos que nos parecen incomprensibles a primera vista. La ciencia surge de esta necesidad. Es lo mismo que da origen a ramas del conocimiento tales como la filosofía, la metafísica, y hasta la misma teología. La otra opción es resignarse a aceptar de que muy poco o prácticamente casi nada tiene sentido, de que no hay una explicación racional para muchas cosas, de que todo lo que nos rodea y hasta el Universo mismo ha brotado de meros accidentes naturales que ni siquiera tenían razón de ser y que tratar de encontrarle un sentido a todo es una pérdida inútil de tiempo. Pero esta es una opción que no satisface a nadie, ciertamente no satisface a los científicos; y mucho menos a los creyentes en un ser superior o en un plan divino.

domingo, 9 de agosto de 2015

Lo que pide el Padre Solalinde



En las afueras de la oficina oval de la Casa Blanca, en los jardines de la residencia presidencial, el mandatario norteamericano se aprestaba a poner su firma en un documento de proporciones históricas que daba marcha atrás a muchos años de políticas migratorias endurecidas especialmente tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.

Adoptando un tono solemne, digno de la ocasión, el Presidente norteamericano sentado frente a una mesa y flanqueado en ambos lados por todos los embajadores de todos los países centroamericanos y sudamericanos del continente americano que de pie presenciaban la promulgación de una nueva ley de repercusiones profundas, se dirigió a las cámaras de televisión y comenzó a hablar:

My fellow Americans. En esta ocasión memorable me dirijo a la nación para darle validez legal con mi firma a un acuerdo trascendental que me ha sido enviado por el Congreso, con el cual a partir del día de hoy cambiarán muchas cosas en este país y serán diferentes de como las habíamos conocido por muchas décadas.

“El acuerdo aprobado por mayoría en ambas cámaras del Congreso, la Casa de los Representantes y la Casa del Senado, titulado Green cards for all, ciertamente fue motivo de mucha discusión y debates, y se tuvieron que superar muchas inercias para lograr su aprobación en ambas cámaras. Pero con esfuerzo y voluntad, y sobre todo ante la continuada insistencia de los grupos que exigían la aprobación de una reforma migratoria integral, este documento que tengo ante mí y en el cual voy a estampar mi firma es una realidad que de inmediato cambiará las vidas de muchas familias.

“Para quienes no están familiarizados con la naturaleza de la ley que hoy entrará en vigor con mi firma, para quienes no han seguido los detalles de la misma a través de los noticieros o a través de Internet, me tomaré un poco de tiempo para informar al pueblo lo que tomará efectividad este mismo día.

“Lo más importante, lo más trascendente, es que con esta nueva ley, a partir de hoy mismo, se le concederá una aministía absoluta e incondicional a todos los migrantes indocumentados que hoy se encuentren viviendo y trabajando en los Estados Unidos careciendo de documentación legal para ello, una población flotante que se estima entre once y trece millones de indocumentados. Y cuando digo que a todos se les concederá su tarjeta de residencia permanente mejor conocida como green card, dejo en claro que este beneficio será para todos sin exceptuar uno solo.

“A partir de hoy, cualquier migrante indocumentado que resida en los Estados Unidos tendrá derecho de pedir y obtener, en forma totalmente gratuita y sin tener que pagar un solo centavo, una tarjeta green card de residencia legal con la cual podrá trabajar en cualquier parte de los Estados Unidos, con la cual podrá tener acceso a servicios de salud y educación, y con la cual podrá obtener de inmediato una licencia para conducir automóviles. En ningún caso se hará una revisión previa a ningún indocumentado sobre posibles antecedentes penales que pueda tener ya sea aquí o en su país de origen. Tampoco se les pedirá que se hagan algún tipo de revisión médica para ver sin son portadores de enfermedades contagiosas. Nada de eso se les pedirá. Todo lo que van a tener que hacer para obtener su tarjeta green card de residencia será presentarse en persona a cualquier oficina de la Immigration and Customs Enforcement mejor conocida como ICE, y pedir su tarjeta green card, la cual no les podrá ser negada bajo ninguna circunstancia. El Departamento de Inmigración estará obligado a partir de hoy, por ley, a darle una tarjeta de residencia a cualquier inmigrante indocumentado que la solicite. Estamos hablando de una amistía total, absoluta, incondicional.

“Al solicitar su tarjeta green card, el migrante indocumentado recibirá de inmediato y en forma totalmente gratuita una tarjeta de residencia temporal que para fines prácticos tendrá la misma validez que la tarjeta green card permanente, podrá usar su tarjeta de residencia temporal para buscar y obtener empleo en cualquier parte de los Estados Unidos, obtener una licencia de conducir, y tener derecho a recibir beneficios sociales y servicios de salud en cada estado de la Unión Americana. Pasado cierto tiempo que no deberá ser mayor de tres meses, el migrante indocumentado podrá acudir a la oficina de migración que le sea más cercana para recoger su tarjeta de residencia permanente, la cual no tendrá fecha de expiración y tendrá duración de por vida.

“Si en alguna de las oficinas de migración dentro del territorio norteamericano algún funcionario le niega a cualquier indocumentado ya sea su tarjeta de residencia temporal o su tarjeta de residencia permanente, ese funcionario migratorio estará expuesto a ser despedido de su trabajo con la posibilidad de enfrentar penas de cárcel y multas que podrán ir hasta los cientos de miles de dólares.

“A partir de hoy, todos los millones de migrantes indocumentados que residen en los Estados Unidos dejan de ser indocumentados porque ya no hay razón para que sigan viviendo en las sombras. Y a partir de hoy, todos los indocumentados tendrán derecho a recibir todos los mismos beneficios y privilegios de que gozan los ciudadanos norteamericanos nacidos en este país.

“Pero la ley Green cards for all no solo otorga una aministía absoluta e incondicional a todos los indocumentados que viven y trabajan en este país. También otorga una recepción cálida con los brazos abiertos a todos aquellos migrantes indocumentados que a partir de hoy ingresen a territorio norteamericano; nunca más se rechazará ni se deportará a nadie de los Estados Unidos por carecer de documentación legal para permanecer en este país. Bastará con que un indocumentado ponga pie en territorio norteamericano para que por ese solo hecho tenga derecho de exigir que se le entregue su tarjeta de residencia green card, sin importar que se haya brincado la barda que separa la frontera de Estados Unidos con México, sin importar que haya llegado a Estados Unidos huyendo de su país por la razón que sea, sin importar si es portador de alguna enfermedad o si carece de estudios. Todos, absolutamente todos los indocumentados que estén ingresando a territorio norteamericano tendrán derecho a recibir en forma completamente gratuita su tarjeta de residencia green card.

“Lo anterior significa que nadie, nunca más, tendrá que estar haciendo fila en alguna oficina consular o embajada norteamericana para solicitar un permiso para poder entrar a los Estados Unidos con la finalidad de quedarse a vivir y a trabajar en Estados Unidos. Nadie tendrá que estar parado de pie haciendo “cola” en ninguna oficina consular o embajada norteamericana ni tendrá que estar esperando años para que le toque su turno de poder inmigrar legalmente a los Estados Unidos. El trámite de petición de visa de residencia green card se podrá hacer aquí mismo en los Estados Unidos sin costo alguno para el aplicante, y es por esta razón que los anexos consulares fuera del territorio norteamericano en los cuales se estaban llevando a cabo los trámites migratorios serán cerrados al ser obsoletos.

“Más aún, a quienes de hoy en adelante estén inmigrando a Estados Unidos desde países como Guatemala, El Salvador, Honduras y otros, no se les pedirá que cumplan ninguno de los requisitos que antes se les pedía para poder aceptarles su solicitud de tarjeta de residencia green card. Esto significa que a nadie se le pedirá que carezca de antecedentes penales para aceptarlo como inmigrante legal, todos aquellos sin importar su pasado tendrán derecho a recibir del gobierno norteamericano su tarjeta de residencia green card sin costo alguno, en lo que hemos dado en llamar “borrón y cuenta nueva”. Tampoco se le pedirá a nadie certificado médico que demuestre que no es portador de enfermedades contagiosas, ese requisito queda también eliminado y todos sin importar su estado de salud podrán reclamar su tarjeta de residencia green card al gobierno norteamericano en cuanto lleguen a Estados Unidos. Y lo mismo se puede decir de certificados de estudios. A nadie se le pedirá que tenga una escolaridad mínima, ni siquiera de primaria terminada, para que tenga derecho legal a obtener su tarjeta green card. Todos los que estén llegando a Estados Unidos, sin comprobante de revisión médica, sin comprobante de escolaridad, sin carta de no-antecedentes penales, tendrán derecho legal de recibir de su tarjeta de residencia, y como ya lo dije, las penas que serán aplicadas a los funcionarios de migración que le nieguen a cualquier migrante su tarjeta green card por la razón que sea serán castigados con la pérdida de sus trabajos y la posible sanción que puede incluír multas altísimas y/o penas de cárcel.

“La nueva ley migratoria es tan generosa que no importa incluso si quienes lleguen a territorio norteamericano son minusválidos, paralíticos, parapléjicos, ciegos, cojos, sordomudos, epilépticos, bipolares, o esquizofrénicos, también a ellos se les dará la entrada y de inmediato recibirán atención médica y asistencia social de los servicios de salud con todos los gastos de atención médica pagados por el gobierno norteamericano, lo cual incluye la repartición de sillas de ruedas motorizadas, perros guía, enfermeros permanentes noche y día, en fin, todo. El gobierno norteamericano absorberá todos los costos médicos de los migrantes que vayan llegando con algún problema médico encima, y absorberá los costos médicos por tiempo indefinido sin límite alguno, incluso a lo largo de toda la vida de cada persona, aunque no haya trabajado nunca antes y no haya aportado un solo centavo al sistema del Seguro Social.

“Por otro lado, puesto que de hoy en adelante todos los migrantes que lleguen a Estados Unidos serán recibidos con los brazos abiertos y a nadie se le negará la entrada a territorio norteamericano aunque carezca de papeles y documentos legales de su país de origen, la Patrulla Fronteriza Border Patrol será disuelta permanentemente al no ser necesarios sus servicios, y los agentes que laboraban para esta dependencia serán reasignados dentro de nuevos puestos en el gobierno federal. No habrá ya nunca más ninguna Border Patrol vigilando nuestra frontera sur con México.

“En el caso de aquellos centroamericanos y sudamericanos que lleguen a territorio norteamericano habiendo entrado a México de manera ilegal y habiéndose trasladado a lo largo del territorio mexicano sin documentación alguna usando métodos de traslado como el tren conocido como “la Bestia”, también ellos, aunque hayan violado las leyes migratorias mexicanas usando a México como un trampolín para llegar a Estados Unidos, serán recibidos con los brazos abiertos por el gobierno norteamericano y podrán hacer de inmediato su aplicación por su tarjeta de residencia green card para obtener del gobierno norteamericano ese documento sin costo alguno. Todos los costos y gastos que implique el procesamiento de tales aplicaciones serán absorbidos en su totalidad por el gobierno norteamericano, y ningún migrante tendrá que hacer pago alguno ni tendrá que depositar ninguna fianza ante ninguna dependencia gubernamental para que se le empiece a procesar de inmediato su tarjeta green card a la que tendrá pleno derecho legal por el solo hecho de haber ingresado a Estados Unidos.”

Ante el silencio de todos, el Presidente empezó a firmar cada una de las hojas del documento de la nueva ley migratoria titulado Green cards for all (Tarjetas verde para todos), a la vez que uno que otro embajador centroamericano cuchicheaba en voz baja a los oídos de otra contraparte suya: “Por fin, hasta que por fin se nos hizo”.

¿Suena inverosímil? ¿Suena completamente fuera de la realidad?

Pues palabras más, palabras menos, lo que se ha descrito arriba es precisamente lo mismo que quieren activistas sociales como el Padre Alejandro Solalinde, apoyado por otros personajes famosos como el periodista de Univisión Jorge Ramos. Precisamente para lograr algo así se ha estado movilizando el Padre Solalinde en territorio norteamericano en marchas de protesta en donde se portan imágenes de la Virgen de Guadalupe y el Padre Solalinde se la pasa dando conferencias de prensa y entrevistas a todos los medios con la finalidad de hacer llegar su mensaje a los políticos que deciden estas cosas. La foto mostrada al principio de este artículo muestra al Padre Solalinde en la ciudad de Los Angeles encabezando las protestas que demandan del gobierno norteamericano una reforma migratoria. Y mientras el gobierno norteamericano no le conceda al Padre Solalinde todo lo que está pidiendo para los migrantes, o mejor dicho lo que está exigiendo, el Padre Solalinde no cejará un solo momento en su lucha para lograr que algo como la ley Green cards for all o algo muy parecido a ella se vuelva una realidad. El Padre Solalinde, quien tiene a su cargo en México un centro de ayuda a migrantes para que los migrantes indocumentados que entran a México de manera ilegal puedan llegar hasta la frontera entre México y los Estados Unidos para así romper las leyes migratorias de Estados Unidos, se está apuntando para terminar siendo conocido en un futuro no muy distante como el santo patrono de los migrantes indocumentados, el santo a quien los indocumentados hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y otros se habrán de encomendar fervorosamente para que una vez en los Estados Unidos obtengan por algún procedimiento que deberá ser ciertamente milagroso la tan anhelada green card por la cual algunos de ellos están dispuestos, irónicamente, a venderle el alma al mismo Diablo. Tal es la desesperación con la cual miles y miles de centroamericanos y sudamericanos siguen llegando y cruzando el territorio mexicano con la única finalidad de brincarse la barda en la línea divisoria y empezar a ganar a manos llenas los tan codiciados dólares con los cuales en poco tiempo podrán comprarse su flamante troca Ford nuevecita para presumírsela a los amigos y conocidos que dejaron atrás en sus países de origen. El Padre Solalinde quiere, desde luego, que todos los indocumentados sin exceptuar a ninguno sean beneficiarios de algo tan generoso como la ley Green cards for all o cualquier otro nombre con el que se quiera llamar a este beneficio de amnistía incondicional, tomado por el Padre Solalinde no solo como un derecho para quienes ya están en territorio norteamericano en violación de sus leyes migratorias sino para quienes en estos momentos están violando las leyes migratorias norteamericanas brincándose la barda a sabiendas de que lo que están haciendo es un acto ilegal. Todas las cosas arriba citadas las quiere el Padre Solalinde, y su lucha no terminará hasta obtenerlas todas.

La pregunta central es: ¿le concederá el gobierno norteamericano al Padre Solalinde todo lo que está pidiendo? ¿Realmente periodistas como Jorge Ramos, constructores de ilusiones y fantasías y castillos en el aire, esperan que el gobierno norteamericano ceda y le abra sus puertas en forma incondicional a todos los migrantes indocumentados, tanto a los once millones que ya llegaron como a los millones que se espera seguirán entrando? ¿Qué opina el lector al respecto?

martes, 4 de agosto de 2015

Economías petrolizadas, pueblos empobrecidos



Al empezar 2015, el precio del petróleo mexicano había caído ya por debajo de la barrera psicológica de los 40 dólares por barril. En los tiempos en los que empezó a gobernar a México un populista-socialista llamado José López Portillo, los precios del petróleo comenzaron a elevarse en los mercados internacionales en forma exagerada, fuera de toda proporción, a causa del embargo petrolero árabe que se dió en ese entonces. Y justo al mismo tiempo, en México empezaron a descubrirse enormes yacimientos petrolíferos. Como si el país entero se hubiese sacado la lotería, el frívolo José López Portillo empezó a despilfarrar a manos llenas los ríos de dólares que estaban entrando a las arcas. Pero no solo hizo eso. Actuando irresponsablemente como si los precios del petróleo se fueran a mantener por siempre en esos niveles artificiales, empezó a endeudar al país contratando deuda y créditos por miles y miles de millones de dólares, que al fin y al cabo México tenía mucho petróleo en reservas comprobadas y los grandes caudales de dinero que estaban entrando al país parecían provenir de algún cuerno de la abundancia inagotable. Esta jauja la resumió José López Portillo con su famosa frase “tenemos que aprender a administrar la abundancia”.

Pero la jauja no duró mucho. Al acercarse el final del catastrófico sexenio lópezportillista, los precios del petróleo ya se estaban desplomando hasta el suelo no solo por el descubrimiento de los enormes yacimientos petrolíferos en el Mar del Norte sino por la competencia intensa entre los países productores de petróleo que se peleaban para vender su petróleo a como diera lugar, malbaratándolo incluso. Los acreedores internacionales de México empezaron a darse cuenta de que José López Portillo no tenía casi nada de dólares en las arcas nacionales porque había despilfarrado casi todos los préstamos hechos a México en proyectos faraónicos inútiles, actuando además como un populista irresponsable que estuvo regalando dinero a manos llenas a una burocracia de lujo que cobraba mucho por no hacer nada. Con los recuerdos de la devaluación del peso ocurrida en 1975, y anticipando un “crack” en las finanzas del estado mexicano, muchos mexicanos -sobre todo los que viven en la frontera norte con Estados Unidos- empezaron a deshacerse de sus pesos convirtiéndolos a dólares a un tipo de cambio en el que la supuesta fortaleza del peso era mantenida artificialmente por las políticas populistas de un ya para entonces completamente loco José López Portillo que se jactaba diariamente de que defendería al peso “como un perro”. Y con la fuga de capitales, llegó el momento que muchos anticipaban: se le acabaron los dólares al gobierno, el peso se devaluó perdiendo más de la mitad de su valor en cuestión de unos cuantos días, y el gobierno descubrió que no tenía fondos para pagarle a sus acreedores internacionales los intereses de los empréstitos contratados, ya no se diga regresar el capital principal. Ya loco, en su último informe de gobierno José López Portillo derramó lágrimas por los pobres de México -los pobres que él mismo hizo- a la vez que en una colina le estaban construyendo una lujosísima mansión que hasta la fecha es conocida como “la Colina del Perro”, estatizó a la Banca privada (José López Portillo lo llamó la “nacionalización de la Banca” queriendo pasar en grande a los libros de Historia haciendo una comparación con la nacionalización del petróleo ordenada por el Presidente Lázaro Cárdenas, aunque fue una estatización pura y simple en virtud de que la privada Banca mexicana, a diferencia de lo que ocurre ahora, era propiedad de mexicanos al estar prohibido a los extranjeros ser propietarios de bancos mexicanos), e impuso un control de cambios que de nada sirvió para frenar la caída del peso. Fue así como al final del sexenio lópezportillista México logró el nada envidiable título de haberse convertido en el país más endeudado del mundo entero, esto a la vez que el disoluto y frívolo José López Portillo divorció a su esposa Carmen Romano para poder casarse con la actriz-vedette famosa por sus películas de ficheras Sasha Montenegro para llevársela a vivir consigo a su mansión en la Colina del Perro y dar rienda suelta con ella a sus locas fantasías de emperador romano en los tiempos de la decadencia. En memoria de tan negro sexenio, un economista de nombre Luis Pazos escribió un libro titulado “El Rey Populachero”, un cuento de niños para adultos que convirtió en historieta de fantasía la cruda y trágica realidad de un ex-maestro de la UNAM que terminó sus días tan loco como Nerón, arrastrado en silla de ruedas y divorciado también de su segunda esposa que no le aguantó sus locuras.

Un gobernante venezolano que no quiso o no supo aprender de experiencias dolorosas como las que vivió México cuando estuvo gobernado por un hombre insano fue el también socialista y populista Hugo Chávez. Al igual que José López Portillo, en vez de tratar de diversificar la economía de Venezuela haciéndola menos dependiente del petróleo, puso en marcha programas sociales solventados en su totalidad con el principal y casi único recurso natural de Venezuela, su petróleo. Cuando esto sucedió, los precios del petróleo andaban en los cien dólares por barril. Pero eventualmente, tal y como ocurrió en el negro sexenio lópezportillista en México, los precios del petróleo empezaron a caer por varias causas como el exceso de oferta de petróleo en los mercados internacionales que ya se han discutido aquí meses atrás. Hugo Chávez tuvo la suerte de no alcanzar a vivir para ver y responder ante su pueblo por las consecuencias nefastas de sus políticas populistas-socialistas y por la irresponsabilidad de haber petrolizado la economía de Venezuela, el peso de la carga lo tiene ahora el sucesor de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, al cual le ha explotado el problema en sus manos al haber caído los precios internacionales del petróleo a un nivel de unos cincuenta dólares por barril, y bajo cuyo mandato la clase media venezolana prácticamente ha desaparecido mientras los venezolanos han tenido que sufrir una inflación galopante y una devaluación brusca de la moneda venezolana. Es por esto que algunos economistas venezolanos han calificado a Nicolás Maduro como “el López Portillo de Venezuela”, aunque para ser justos con el mandatario venezolano hay que aclarar que aún no ha llegado a los extremos de locura a los que llegó José López Portillo; Nicolás Maduro está enceguecido por la óptica de socialismo a rajatabla con la cual quiere seguir manejando a la petrolizada economía de Venezuela, pero aún no está loco. Y hay que subrayar que la economía de Venezuela no es la única que está sufriendo; otros países como Rusia que depende mucho de sus exportaciones petroleras también está pasando momentos duros, aunque no tan duros como los de Venezuela.

En el día en que se elaboró esta entrada, apareció publicada una nota periodística con el encabezado “Se desploma 10% petróleo mexicano”. La nota dice que “El precio de la mezcla mexicana de petróleo se aleja cada vez más del nivel psicológico de 50 dólares por barril; en la sesión de hoy tuvo un desplome de casi 10 por ciento. En línea con el desplome de los petroprecios globales, la cotización de la mezcla mexicana volvió a caer, profundizando más la trayectoria negativa. De acuerdo con la cifra oficial de Pemex, la mezcla mexicana de petróleo tuvo un retroceso de 4.35 dólares, equivalente a 9.53 por ciento, para colocar su precio promedio en 41.28 dólares por barril. Los mercados petroleros mundiales volvieron a reaccionar negativamente, ante un entorno de renovada oferta y las expectativas de que ésta se mantendrá cuando menos lo que resta del año, así como en los primeros meses del año siguiente. En este contexto, el precio del Brent vulneró por primera ocasión en seis meses la barrera de 50 dólares por barril. Las cotizaciones del petróleo se desplomaron alrededor de cinco por ciento en los mercados de ambos lados del Atlántico, con el referencial londinense perforando el soporte de los 50 dólares por primera ocasión en seis meses. Las expectativas de una oferta abundante y una caída en la demanda, debido en gran medida por una desaceleración de la economía de China, han presionado recientemente a las cotizaciones del petróleo. En el mercado de Londres, el contrato del crudo Brent para entrega en septiembre se desplomó 2.69 dólares, es decir, 5.2 por ciento, para cerrar en 49.52 dólares por barril, su menor valor desde el 29 de enero. El precio del crudo londinense, que en julio perdió 18 por ciento, se ha desplomado 27 puntos porcentuales desde su máximo del año de 67.77 dólares -marcado el 6 de mayo-, lo que convierte al mercado energético en 'Bear market' o 'mercado bajista'. En Nueva York, el convenio del crudo WTI para entrega en ese mismo mes descendió 1.95 dólares, ó 4.1 por ciento, a 45.17 dólares el barril, su menor precio desde el 19 de marzo”.

Tomando en cuenta las cantidades enormes de barriles de petróleo de que estamos hablando, las pérdidas para México se contabilizan cada semana en decenas de millones de pesos.

En los días y semanas anteriores, una cosa que ha estado llamado mucho la atención en los noticieros de México ha sido la devaluación diaria continuada del peso mexicano con respecto al dólar, alcanzando el dólar máximos históricos como el que alcanzó el 22 de julio de 2015 de 16.40 pesos por dólar acercándolo a la barrera psicológica de 70 pesos por dólar a la cual se podrá llegar tal vez en cuestión de unas cuantas semanas, lo cual se resiente con mayor dureza en las comunidades de México que viven en la franja fronteriza que colinda con los Estados Unidos. Aunque muchos en México aún no han logrado establecer la “conexión”, ésta devaluación continuada del peso con respecto al dólar está relacionada directamente con la caída en los precios internacionales del petróleo, y le pega a México en forma directa porque en buena medida se sigue cometiendo el yerro de mantener la economía petrolizada. Para los países que no son productores de petróleo y que se ven obligados a importar todo el petróleo que consumen, la caída en los precios internacionales de petróleo lejos de ser una mala noticia resulta ser una muy buena noticia, la mejor de todas, porque tienen que pagar menos por el petróleo y los derivados del petróleo que consumen. El mismo fenómeno económico que es muy malo para los productores (de petróleo) es algo muy bueno para los consumidores. A uno le va mal, y al otro le va bien. Y en el caso de México, le está yendo mal, aunque no tan mal como a Venezuela en virtud de que tiene otros recursos como sus playas naturales, su industria turística, sus minas de oro y plata, sus maquiladoras ensambladoras, ingresos de dólares enviados a familiares en México por mexicanos que viven y trabajan en los Estados Unidos, así como extensas zonas dedicadas a la agricultura y la ganadería. Si no fuera por estos recursos adicionales, si México hubiera dependido al cien por ciento del petróleo tomándolo como su única fuente de ingresos, la economía de México ya habría reventado y México se encontraría al borde de un estallido social.

Los precios del petróleo no pueden seguir cayendo indefinidamente porque eventualmente se llega a un punto en el cual su producción y venta deja de ser un negocio. Esto en virtud de que la extracción y el almacenamiento del crudo no son gratis, hay trabajadores petroleros -los sindicalizados que trabajan para PEMEX se encuentran entre los obreros mejor pagados y con mayor cantidad de prestaciones en todo México- a los cuales también se les tiene que pagar puntualmente su nómina, hay funcionarios y administradores de PEMEX que perciben sueldos generosos, y hay contratistas y proveedores de equipo a los cuales también se les tiene que pagar con prontitud.

Lo que sí puede suceder antes de llegar al punto en el que sale más caro extraer y almacenar el petróleo que lo que se pueda obtener con su venta es que el precio sea tan bajo -digamos unos quince o veinte dólares por barril- que insistir en seguir vendiéndolo aún a esos precios tan reducidos equivale ni más ni menos a malbaratar el petróleo, vendiéndolo a precios de remate, vendiéndolo a precios de verdadera ganga.

¿Malbaratar el petróleo?

Sí señores, malbaratar el petróleo.

¿Malbaratar un recurso que a cada rato se nos recuerda en la propaganda oficial que “el petróleo es nuestro”, “el petróleo es de todos los mexicanos?”. ¿Con qué derecho o con qué prerrogativa puede tomar funcionario alguno, inclusive el mismo Presidente de México, la decisión de malbaratar un recurso que a cada rato se repite que es de todos los mexicanos?

Para empezar, siempre fue falsa la millones de veces repetida premisa de que “el petróleo es de todos los mexicanos”. Esto nunca fue cierto ni siquiera en los tiempos del General Lázaro Cárdenas que ordenó la expropiación petrolera. ¿Alguna vez recuerda el lector que le hayan regalado aunque sea medio litro de gasolina si llega diciendo “el petróleo es nuestro y yo vengo a reclamar la parte que me corresponde”? Cada gota de gasolina que va a dar al tanque del automóvil de cada ciudadano tiene que ser pagada religiosamente en el acto por cada mexicano, y en las distribuidoras de PEMEX no le dan nada a nadie si no paga en efectivo o con tarjeta de débito. Si por la mentada frase “el petróleo es nuestro” el gobierno federal quiere dar a entender que “el petróleo es nuestro” o sea del mismo gobierno sin incluír al resto de los mexicanos a los que falsamente se proclama también como propietarios, entonces la propaganda oficialista podría ser indudablemente cierta.

Pero estábamos con el dilema de seguir malbaratando en el mercado internacional a precios cada vez más irrisorios algo que es un recurso natural no-renovable, esto si continúa la caída en los precios internacionales del petróleo.

¿Que no sería en todo caso más sensato y cuerdo cerrar el grifo y esperar al día en que los precios del petróleo vuelvan a subir a un nivel más sustentable y aceptable, digamos de unos 70 dólares por barril?

Desafortunadamente, en el caso de México los planificadores del gobierno se aferran al concepto de que no hay otra opción más que seguir malbaratando el petróleo inclusive a precios de regalo para seguir obteniendo ingresos aunque en menor cantidad. A estas alturas debe ser un hecho para todos los mexicanos que es falsa la afirmación de que el petróleo es de todos los mexicanos, ya que de lo que el gobierno mexicano obtiene de las ventas del petróleo sale el dinero que se requiere para pagar buena parte del sostenimiento del mismo gobierno. Es su recurso, el gobierno es el verdadero dueño del petróleo y no el mexicano común y ordinario, y con los ingresos que obtiene el gobierno con las ventas del petróleo y sus derivados se mantienen funcionando varios servicios públicos, tales como la Cámara de Diputados en San Lázaro con una cantidad mayor de parlamentarios que los que tiene la Cámara de Representantes en los Estados Unidos y la Cámara de los Comunes en Canadá. Del petróleo sale para pagar sus “dietas”, sus gastos de viaje, sus emolumentos, su privilegiado modo de vida, en fin, todo. Los dineros que se obtienen con la venta de petróleo a precios de remate terminan siendo utilizados en parte para el sostenimiento de un Congreso federal con una Cámara de Diputados integrada por 500 Diputados y una Cámara de Senadores integrada por 128 Senadores. Esta es la mayor carga presupuestaria legislativa en el continente americano, ningún otro país en el continente americano tiene tantos legisladores como México. ¡Ni siquiera los norteamericanos tienen un Congreso tan abultado! Cabe recordar que fue el irresponsable Presidente Miguel de la Madrid el que infló el Congreso elevando por un acto autónomo de decreto imperial (en los tiempos en los que nadie se atrevía a criticar o cuestionar o enfrentarse al Presidente) el número de Diputados de 300 a 500, casi doblándolo en tamaño, y lo hizo no cuando México disfrutara tiempos de jauja y bonanza sino precisamente cuando la economía nacional había sido destruída por el Presidente José López Portillo (un desequilibrado mental) que dejó al país convertido en el país más endeudado del planeta. Por otro lado, los cada vez más magros ingresos derivados del petróleo también son utilizados para dejar intactas las onerosas pensiones presidenciales vitalicias de que gozan ex presidentes como Miguel de la Madrid Hurtado, Luis Echeverría Alvarez, Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox y Felipe Calderón. Para el sostenimiento de toda esta casta política privilegiada son los dineros que se obtienen con la venta al extranjero de “nuestro” petróleo. ¡En los hechos, el petróleo es “de ellos” y no “nuestro”! Si el petróleo se le acabara hoy a México, no habría manera de sostener a tanto parásito holgazán excepto subiendo los impuestos o, lo más lógico y justo, recortar los egresos y los gastos innecesarios dejando intacto solo lo estrictamente indispensable (servicios de salud, servicios educativos, personal castrense).

En última instancia, puesto que el gobierno es el que inventa impuestos y los sube, tiene en sus manos la manera más expedita de reponerse de cualquier caída que pueda haber en los precios internacionales del petróleo, y ésta consiste en inventar impuestos nuevos o subir algunos de los que ya se tienen, aún a costa del empobrecimiento de un pueblo al que sin cesar se le repite “el petróleo es nuestro, es de todos los mexicanos”. ¡Sí, cómo no!

Si bien es cierto que la caída sucesiva en los precios de petróleo le impone al gobierno mexicano la poco agradable tarea de tener que recortar gastos o subir impuestos o crear impuestos nuevos, el resto del pueblo de México es quien realmente termina pagando la factura final con una continuada devaluación del peso, una inflación constante, y una contracción generalizada de la economía. Las facturas a pagar por el pecado de haber creado una economía petrolizada las tiene que pagar a fin de cuentas un pueblo que puede terminar empobrecido como en el caso de Venezuela.

Un buen ejemplo de que la posesión de reservas petrolíferas NO es un sinónimo de riqueza lo podemos ver en Suiza, un país del primer mundo clasificado entre los más ricos del orbe con uno de los mejores niveles de vida. Este país no tiene un solo yacimiento de petróleo, todo su petróleo lo tiene que importar del exterior. En virtud de que Suiza carece de petróleo y por lo tanto no lo produce ni lo puede vender, una caída brusca en los precios de petróleo no le produce dolor alguno a la economía suiza. Por el contrario, si los precios internacionales del petróleo se desploman, para los suizos esto siempre es una buena noticia porque pueden adquirir el producto a precios de ganga comprándoselo a los países con economías petrolizadas que se pelean entre sí por acaparar los francos suizos al venderle petróleo y sus derivados a Suiza. De este modo, lo que es una noticia casi trágica para los países cuyas economías petrolizadas dependen de los ingresos que derivan del petróleo extraído del subsuelo, resulta una noticia magnífica para los países como Suiza que carecen de petróleo.

En un mercado internacional en el que hay una super-abundancia de petróleo y los que lo poseen están compitiendo entre sí peleándose a los compradores que siempre andan en búsqueda de las mejores ofertas a los precios más bajos, podemos imaginar a los productores de petróleo como Irán, México, Venezuela y otros reunidos en un zoco árabe en donde uno de ellos le grita a uno de los marchantes “hoy te vendo mi petróleo baratito, a un cinco por ciento más barato del precio al que te lo estuve ofertando el día de ayer”, y en respuesta y para no perder clientela otro de los productores grita “no te dejes convencer, si él te lo vende a un cinco por ciento más barato del precio al que te lo vendió ayer, pues yo te vendo mi petróleo a un diez por ciento más barato del precio al que hoy te lo vende él con lo cual lo podrás comprar a un quince por ciento más barato del precio al cual él te lo ofertaba ayer”, detonando la respuesta de un tercero en discordia (México) que grita “pues yo te oferto mi petróleo a un veinte por ciento más bajo del precio al que hoy te lo ofertan estos dos, cómpramelo a mí a los precios de regalo a los que yo te lo ofrezco porque a lo mejor estos precios bajos no van a durar mucho tiempo; es más, si te comprometes a comprarme mi petróleo a estos precios de regalo, por cada diez barriles de petróleo te regalo dos más sin costo extra”. Y así, enfrascados en una competencia feroz, los productores se van acercando al punto en el que casi casi están regalando su producto sin obtener ninguna ganancia económica, sin obtener casi nada excepto la satisfacción de no perder a su clientela a la que quieren mantener cautiva a costa de malbaratar su combustóleo. Mientras tanto, en México la propaganda oficialista repite en altavoces y en todos los canales de radio y televisión el lema patriotero “el petróleo es nuestro”. ¿Y para qué demonios es “nuestro”? ¿Para rematarlo y regalarlo al extranjero a precios irrisorios? Al menos Hernán Cortés y sus Conquistadores tuvieron que invadir México y pelear y trabajar duro vendiéndole el alma al Diablo para poder llevarse el oro y la plata a España, pero ahora ya no es necesario invadir a México, el mismo gobierno de México está ofertando al extranjero un recurso natural que se supone no-renovable a cambio de unas cuantas viles monedas de estaño que no se van a poder comer cuando el petróleo se haya acabado. ¿No se suponía que el petróleo “nuestro” era un recurso para uso exclusivo de generaciones futuras de mexicanos, o sea nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros bisnietos y nuestros tataranietos? ¿Y qué demonios se les va a dejar a ellos si lo que se está extrayendo del subsuelo (y de las plataformas marítimas) es para entregárselo a los extranjeros a precios ridículos de regalo? Si tales son las perspectivas, ojalá y hoy mismo se le acabara a México todo su petróleo para que así el país se viera obligado a desarrollar su productividad en otras áreas aprendiendo a no depender ya de algo que ha sido tan “benéfico” como pueda serlo una farmacodependencia a una droga como la heroína o la cocaína. Que al fin y al cabo, ya sea que México produzca su propio petróleo o que lo importe de otros países como Arabia Saudita al habérsele agotado a México todas sus reservas petrolíferas, el automovilista que le pone gasolina a su coche llenando el tanque seguirá pagando por el producto tal y como hoy lo hace, porque para el consumidor final en México no habrá cambio alguno ya que jamás en ningún momento se le ha regalado una sola gota de gasolina.

En Estados Unidos jamás ha existido una empresa paraestatal como PEMEX, y el gobierno norteamericano jamás ha sido dueño ni de los recursos petrolíferos que hay en el subsuelo (los cuales a diferencia de lo que ocurre en México son propiedad de los dueños de los terrenos en donde se descubre la presencia de petróleo), ni de los recursos petrolíferos que hay en las plataformas marítimas. Gracias a ello, el gobierno norteamericano no depende de ingresos obtenidos del petróleo y en este respecto se puede afirmar que la economía norteamericana no está petrolizada. La Reserva Federal respalda la riqueza de la nación con los ingresos obtenidos de los impuestos que pagan los ciudadanos, dinero constante y sonante cuyo valor no está sujeto a los altibajos violentos que vemos en los precios del crudo internacional. ¿No será ya hora de que México aprenda de su vecino del norte de las lecciones de creación de prosperidad, dejando atrás ese espejismo engañoso resumido en la frase “el petróleo es nuestro”? Hay que meditar en esto cada día que vemos en las noticias la mala de que el peso ha caído a un nuevo récord histórico.

En el caso de México, esto es lo que recomienda el doctor en su receta:

(1) Despetrolizar la economía, tapar el pozo, e importar petróleo barato de otros países como Venezuela, Irán y Brasil a precios casi de regalo. Volver a producir petróleo únicamente cuando se estén agotando las reservas internacionales en forma notoria y los precios vuelvan a subir, pero esta vez de manera permanente, digamos arriba de los cien dólares por barril.

(2) Recortar el gasto público hasta el mínimo eliminando todo aquello que no sea absolutamente indispensable. Esto requiere reducir la Cámara de Diputados a los 300 Diputados que había antes de que Miguel de la Madrid la inflara a 500 Diputados sin justificación alguna, para lo cual se pueden eliminar de inmediato todos los Diputados plurinominales por los que nadie vota y los cuales nunca han representado a nadie más que a ellos mismos. Asimismo, reducir el número de Senadores a únicamente dos Senadores por Estado. En los Estados Unidos de Norteamérica han podido trabajar con esto desde que se fundó dicho país al proclamar su independencia de Inglaterra.

(3) Obligar a todos los funcionarios públicos a usar vuelos comerciales cuando se tengan que trasladar de una ciudad a otra, al igual que lo hacen los demás ciudadanos que no ostentan cargos públicos, rematando en subasta los aviones y helicópteros usados con el logotipo de las diversas Secretarías y dependencias oficiales. El único avión que será respetado será el avión presidencial, y hasta allí.

(4) Se acaban las comitivas costosas, sobre todo las que acompañan al Presidente en sus giras y visitas a países extranjeros. Si los miembros de la Prensa quieren una reservación para estos fines, que se las paguen las empresas para las que trabajan, o mejor aún, que usen a sus corresponsales para el reportaje de eventos relacionados con visitas del Presidente de México al extranjero.

(5) A menos de que el Presidente de México tenga que estar presente forzosamente en algún evento celebrado fuera del país, se usará a los Embajadores de México para que asistan en representación del Presidente, con carácter plenipotenciario para la firma de acuerdos y tratados. El Presidente se queda en casa para trabajar y desquitar su sueldo.

(6) Y así, sucesivamente. Sobran áreas superfluas de gobierno y zonas de burocracia no indispensable en donde se puede aplicar la tijera para reducir los despilfarros en donde se dilapidan a manos llenas los cada vez más escasos dineros obtenidos por la venta de “nuestro” petróleo al extranjero.

La alternativa es mantenerse en el esquema de la economía petrolizada, hasta que llegue el día en que el petróleo se le acabará a México, y en ese día las próximas generaciones de mexicanos por venir se lamentarán y se quejarán de que la actual generación haya estado vendiendo a los países extranjeros el petróleo nuestro a precios de regalo.