En las noticias publicadas el jueves 5 de marzo de 2009 en el periódico “El Diario” aparecieron unas fotografías mostrando a dos de las madres de los detenidos que conforme se leía la lista de los muertos se iban enterando de que sus hijos estaban entre los 20 muertos, las cuales se soltaron llorando dolorosamente, algunas de ellas cayendo al suelo y retorciéndose presas de la angustia y la desesperación. En las noticias vespertinas transmitidas por los canales locales de televisión aparecieron nuevamente las imágenes de esas madres gritando “¡Mi hijo no...! ¿Por qué mi hijo? Me lo quitaron”, dejándose caer al suelo y retorciéndose como si las estuviesen matando en vida, con sus rostros deformados grotescamente con todo tipo de muecas y expresiones dolorosas como si sus hijos muertos hubiesen sido no unos peligrosos delincuentes que estaban purgando penas en un penal de alta seguridad sino mártires evangelizadores del cristianismo o seres bondadosos y productivos para la sociedad.
Una de esas mujeres que cayeron al suelo transidas de dolor materno era la mamá de un detenido cuyo nombre en vida era Jorge Ernesto Aguilar Chavira, mejor conocido en los medios con el apodo de El Dream, uno de los delincuentes más peligrosos de Chihuahua. Con el solo escuchar el apodo del reo asesinado, muchos juarenses y chihuahuenses recordaron que El Dream ya había estado preso antes en Ciudad Juárez muchos años atrás, y que pudo fugarse de la prisión en la que estaba recluído gracias a su madre y con la ayuda de su madre que entró a la celda en donde se vió con su hijo y tras un cambio de ropa entre ambos permitió que su hijo saliera disfrazado como ella en su lugar de ella mientras ella se quedaba adentro del penal. Y al poco tiempo de haber salido presuntamente El Dream se involucró en el asesinato de un policía que no se le pudo comprobar debidamente además de otros hechos delictivos que sí se le pudieron comprobar y por los cuales terminó nuevamente en prisión.
A la madre de El Dream, de nombre Eduviges, la cual por el solo hecho de ser su madre lo conocía de sobra, no le importó los terribles males que su hijo le pudiera ocasionar a la sociedad estando prófugo. Lo único que a ella le importaba era darle a su hijo su libertad fuera de los cauces legales, incurriendo ella misma en un delito. A ella no le importó que su hijo saliera fuera de prisión para volver a drogarse, para volver a violar a jovencitas inocentes, para volver a robar, para volver a extorsionar y para volver a matar. Lo único importante para ella era tener consentido a su hijito mimado. Y al resto de la sociedad ¡que se la lleve el carajo! pues lo único importante para ella era su hijito, el monstruo que ella crió desde niño.
De haber estado yo cerca de la madre de El Dream conforme ella caía al suelo transida de dolor materno al enterarse de la muerte de su hijo, gesticulando todo tipo de muecas dignas de la dolorosa más dolorosa entre todas las dolorosas del mundo, yo tal vez le habría preguntado a la señora: ¿Y por aquellos y aquellas que fueron víctimas de su hijo, por ellos no hay ni una sola lágrima suya?
¿Entonces para esta señora mientras su hijo victimizaba a gente inocente gracias a ella e inclusive con la ayuda de ella al ayudarlo a fugarse de prisión todo estaba bien, pero cuando su hijo terminó muerto en el reclusorio a manos de otros iguales que él entonces todo estaba mal y ameritaba un mar de lágrimas?
Al día siguiente, en las noticias publicadas en “El Diario” el viernes 3 de marzo de 2009, dándole la importancia que ella se merecía como la madre de El Dream, la señora dijo que estaba absolutamente convencida de que su hijito mimado y consentido en todos sus actos criminales por ella se había ido directo al paraíso celestial. La nota titulada “Confía madre en la ‘salvación’ de hijo ultimado en reyerta” dice en parte:
“Aunque Jorge Ernesto Aguilar Chavira, conocido como ‘El Dream’ y una de las 20 víctimas del multihomicidio cometido en el interior del Cereso Estatal, fue procesado por varios delitos graves, tuvo tiempo para arrepentirse, aseguró ayer su madre.
Con la tristeza reflejada en su semblante por la muerte de su vástago, pero fortalecida por sus creencias religiosas, Eduviges aseguró que Dios le dio tiempo suficiente al fallecido para que se diera cuenta de que había hecho mal y para que se arrepintiera.
Incluso, contó, Jorge Ernesto escribió dos libros con mensajes de su ministerio, los que él mismo encuadernó en forma rudimentaria y que ahora su madre guarda como una prueba de que él sí cambió.
Se quejó de que en los medios de comunicación se ha tratado a su hijo como el peor de los criminales, pero nunca se dieron cuenta de que había entregado su vida a Dios y que había modificado su comportamiento.
La mujer, que esperaba a que su esposo terminara con los trámites para reclamar el cuerpo de su hijo, afirmó que vio por última vez a Jorge Ernesto hace tres semanas.
Sin embargo, no notó en él algún síntoma de miedo o de preocupación, mientras que él omitió comentarle algún temor.
‘No me dijo nada, supuestamente estaba muy bien porque estaba muy aparte, en alta seguridad’, comentó.
La única queja que tenía, agregó, es que le limitaron las visitas y sólo sus parientes directos podían entrar al penal para entrevistarse con él.
El hombre quería también hablar con dos pastores que le ayudaban en su estudio bíblico, pero las autoridades de la penitenciaría no se lo permitieron.
‘Él estaba muy tranquilo, en verdad no supe lo que pasó’, declaró. Pero ella se dice tranquila porque su hijo se arrepintió de lo que hizo en el pasado.
“Hay muchas personas que pueden darle un testimonio bonito, desde hace siete años se entregó a Cristo, el Señor los guardó en su camino”, mencionó.
Indicó incluso que se bautizó, y los hermanos utilizaron un tambo de basura azul que acondicionaron para llenarlo de agua y realizar el ritual.
Después de eso, se concentraba en enviarles copias de la Biblia y cartas de ministerio a las personas que conocía, por lo que está segura que Dios lo dejó vivir estos últimos años para que le entregara su vida y se arrepintiera de lo que hizo antes.”
O sea que su queridísimo hijito al momento de ser muerto por uno de los miembros de la pandilla de los Aztecas era todo un angelito, casi un candidato para ser proclamado santo, todo un hombre redimido incapaz de hacer daño a nadie e incapaz de sentir más que afecto por sus semejantes. Pero si esto es lo que cree la señora de su hijo, los que se lo mataron ciertamente no creen lo mismo, sobre todo por la forma tan atroz en la que lo mataron. Si realmente El Dream se hubiera redimido, si se hubiera convertido en un dechado de bondad y santidad, los asesinos lo habrían pasado por alto, ya que los Aztecas sólo mataron a 20 reos entre una población carcelaria de 735 internos. Inclusive hasta le habrían solicitado su perdón y su bendición por lo que acababan de hacerle a los otros reos, pidiéndole actuar como intercesor ante las autoridades para calmar los ánimos y regresar el penal a la tranquilidad sin mayores derramamientos de sangre. Pero El Dream estaba en la lista negra de los Aztecas, estaba entre aquellos a los que los Aztecas tenían muchas ganas de matar. Por algo habrá sido, y aún no llega la hora de que esto le entre en su cabeza a la señora. Ella solo quiere ver lo que ella quiere ver, y podemos suponer que siempre fue así desde que ella trajo a El Dream a este mundo.
La madre de El Dream no se ha puesto a pensar que al darse a conocer la noticia de la muerte violenta de El Dream seguramente hubo quienes recibieron la noticia con gusto, con alegría, como algo digno de ser celebrado y festejado. Me refiero naturamente a las víctimas de El Dream, me refiero a todas las jovencitas a las que habrá violado, me refiero a los familiares de aquellos a los que habrá asesinado, me refiero a todos aquellos a quienes asaltó y despojó de sus bienes. Ninguno de ellos tiene motivo alguno para sentir pena por la muerte de El Dream ni por la forma en la que murió, por el contrario para ellos el día de la masacre se convirtió en una fecha memorable en la que en cierta forma la vida les hizo justicia. Inclusive en una sociedad harta de tanto crimen y tanta impunidad sobraron quienes con la mayor indiferencia del mundo simplemente se limitaron a comentar que uno de los beneficios de la muerte de El Dream y los otros presos compañeros suyos era que la sociedad tenía ya 20 bocas menos que mantener. Tal vez si El Dream hubiera podido ver a futuro la alegría que su muerte podría causar entre tanta gente a la que él lastimó habría tenido motivos para regenerarse y volver al buen camino, porque no hay peor cosa que el que a la muerte de uno haya quienes en vez de entristecerse por el deceso lo están celebrando incluso con alegría.
Frecuentemente se culpa a la sociedad entera por las condiciones que dan origen a estos delincuentes. Pero al ver a la madre de El Dream, al ver la forma en la cual inclusive hasta el final ella consintió a su hijito en todo lo que su hijito quisiera hacer como se le viniera la gana, mimándolo en vez de ejercer la disciplina paterna que debería de haber ejercido, una disciplina totalmente ausente en el seno familiar de este delincuente, no creo que se deba culpar a la sociedad entera por la mala obra de quien no supo ser un verdadero padre o una verdadera madre. El verdadero padre y la verdadera madre no son los que engendran, son los que inculcan valores a sus hijos para convertirlos en gente de bien y evitarles el que puedan terminar de una manera tan salvaje como terminó El Dream.
Si la madre de El Dream insiste en querer ver al culpable directo de la muerte de su hijo, alguien muy bien le podría llevar un espejo a la señora y decirle poniéndole enfrente el espejo: “Señora, aquí está el verdadero culpable de la muerte de su hijo. No tiene que seguir buscando por otro lado.”
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