En México se tiene un problema serio el cual tiene solución. Pero antes de proponer la solución, es necesario hablar sobre el problema.
La toma en días pasados recientes de la Torre de la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por un puñado de encapuchados que en número no sobrepasaba a los treinta, los cuales pese a su insignificante minoría pudieron apoderarse de todo el edificio de la Rectoría instalándose en dicho edificio cometiendo todo tipo de actos vandálicos entre los cuales se puede citar la destrucción del invaluable mural de Siqueiros que era el distintivo principal de la Torre de Rectoría, una obra de arte irreemplazable, es tan solo una prueba más de que la educación universitaria gratuita (la cual en realidad no es gratuita, ya que está siendo pagada por el pueblo de México en su totalidad por la vía de los impuestos, no hay nada gratis en la vida) no es apreciada ni siquiera en lo más mínimo por quienes disfrutan de tales beneficios educativos. Y si bien es cierto que se estuvieron juntando muchas firmas de estudiantes de la UNAM con las cuales se pedía el desalojo de la Torre de Rectoría, considerando que los porror vándalos que se apoderaron del edificio son vagos sin oficio ni beneficio que carecen de respeto alguno por sus semejantes o las firmas de sus semejantes, habría bastado unos cuantos cientos de alumnos de la UNAM para ir sobre los encapuchados sacándolos por la buena o por la mala de la UNAM. Pero a la hora de la verdad, no hubo un solo estudiante que fuera a tratar de sacar por la fuerza a los delincuentes estudiantiles.
Como antecedente a la toma de la Torre de Rectoría, está lo que sucedió en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM, de lo cual el periodista Sergio Sarmiento en un artículo titulado “Privilegios” expuso esto: “Ahí está el grupo de encapuchados que, también hasta el momento de escribir esta reflexión, ha tomado la dirección general del Colegio de Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. El grupo, que afirma estar compuesto de estudiantes, había señalado que sólo entregaría las instalaciones y comenzaría un diálogo con las autoridades de la UNAM si éstas cumplían tres condiciones: cancelar las expulsiones y "persecuciones judiciales" a los miembros del grupo, garantizar que no hubiera "represalias" contra quienes han realizado la toma de las instalaciones y posponer hasta el 30 de noviembre la actualización de los programas de estudios. Las autoridades de la UNAM aceptaron cumplir las tres exigencias de este pequeño pero al parecer influyente grupo. Los mismos activistas se sorprendieron, al parecer, con esta rápida rendición incondicional; pero reaccionaron señalando que, a pesar de que la UNAM había prometido cumplirles sus demandas, no entregarían las instalaciones. De hecho, añadieron una nueva exigencia: la destitución de la directora general del CCH, Lucía Laura Muñoz Corona. Habrá que ver si la UNAM también la acepta. En otros lugares del país estas presiones de grupos de interés son también cosa de todos los días. Ayer los normalistas de Oaxaca, unos seis mil de 11 escuelas, se pusieron en huelga y anunciaron movilizaciones para obligar al gobierno de Gabino Cué a entregarles plazas de maestros sin presentar ningún examen. A su vez, los maestros de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca suspenden labores y preparan una nueva huelga que será acompañada, por supuesto, de sus propias manifestaciones y bloqueos. Por la cobardía de las autoridades, pero también por decisiones de la Suprema Corte y de las comisiones de derechos humanos, se ha establecido un sistema en México en el cual los grupos de presión obtienen privilegios especiales. Sólo ellos pueden en absoluta impunidad bloquear vías de comunicación o agredir a policías y a ciudadanos. Las autoridades no pueden hacer más que ofrecer rendiciones incondicionales u otorgar más privilegios”.
Posteriormente, días después el mismo Sergio Sarmiento escribió lo siguiente en su columna Jaque Mate bajo el título “Toma de Rectoría”: “Una de las demandas de la veintena de encapuchados, presuntamente estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades, que tomó el edificio de Rectoría de la UNAM el pasado 19 de abril es "que no se privatice la educación". Esta demanda se ha convertido en una constante en los movimientos políticos que afectan al país. También los maestros de la CNTE afirman que su lucha es para evitar una privatización de la educación. Nadie está proponiendo privatizar la UNAM o el CCH. De hecho, no se
entiende qué beneficio podría obtener un inversionista privado de comprar u operar una escuela que cobra 20 centavos al año. Tampoco la reforma constitucional toca la gratuidad de la educación pública. Pero poco importa: es más admirable tomar Rectoría para defender la educación pública que para exigir el derecho a la impunidad de golpear a trabajadores y maestros, como se hizo en el CCH Naucalpan el 1o. y el 5 de febrero este 2013. Los activistas nunca han permitido que la realidad afecte su visión de las cosas. No solamente luchan contra una privatización que nadie ha pedido o siquiera sugerido, sino que niegan los actos que realizan. Este pasado fin de semana uno de los encapuchados que tomó la Rectoría decía con vehemencia a los reporteros: "Recalcamos que esto no es una toma,
ni siquiera violenta; esto es un plantón". Las autoridades universitarias no pueden quejarse mucho. A lo largo de los años han generado incentivos para que los activistas hagan lo que se les antoja. La "toma" o "plantón" anterior, la del edificio de la Dirección General del CCH, duró dos semanas. El grupo de una treintena de encapuchados finalmente entregó la instalación el 20 de febrero, pero no sin antes obtener la promesa de que la UNAM retiraría las denuncias
por daños. La instalación fue liberada sin el uso de la fuerza, es verdad, pero se sentó un incentivo perverso para nuevas tomas de instalaciones, como la que ahora ha afectado a la Rectoría. La UNAM presentó este fin de semana una denuncia por los daños causados en la toma de Rectoría del 19 de abril, pero ya sabemos que se retirará en el "proceso de negociación". Ocurrirá lo mismo que con los acuerdos del 20 de febrero para liberar la Dirección General del CCH.
Sin embargo, cada vez que la UNAM permite que queden impunes los actos de violencia, genera nuevos incentivos para multiplicarlos. Más paradójico es que estos grupos supuestamente de izquierda terminan respaldando las tendencias a las que dicen oponerse. Nadie ha hecho más para fortalecer la "privatización". Cada vez que los radicales afectan el buen funcionamiento de las escuelas públicas, favorecen a las privadas. Esto ha pasado en Oaxaca, Guerrero y Michoacán, en la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México y, por supuesto, en el CCH y la UNAM. Los activistas y encapuchados están dedicados a volver más atractiva la educación privada. La UNAM tiene una gran calidad que se reconoce en rankings internacionales. Otras universidades públicas también registran buenos
desempeños académicos. Pero la imagen de todas se deteriora cada vez que un grupo toma instalaciones, suspende actividades, secuestra autobuses, hace plantones o golpea a trabajadores y maestros. Los encapuchados que han tomado la Rectoría de la UNAM afirman que se oponen a la privatización de la educación. Son, sin embargo, sus principales promotores. Una de las razones por las cuales las empresas se interesan cada vez menos en contratar a egresados de las
universidades públicas es por el daño que estos activistas les han causado a estas casas de estudio.”
Lo que ocurre en la UNAM es algo endémico que tiene que ver directamente con el modelo de la universidad pública gratuita. En la misma Ciudad de México, y como una alternativa a la UNAM para los estudiantes capitalinos que por falta de cupo no podían ingresar en la UNAM, se creó la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), también gratuita. Y la huelga estudiantil del 2012 junto con todos los paros estudiantiles y laborales que han tenido allí no hace más que confirmar que crear instituciones públicas gratuitas de esta índole es tanto como tirar el dinero del pueblo a la basura. La UACM terminó siendo una universidad costosa (para el gobierno de la Ciudad de México, o sea para los habitantes de la Ciudad de México) con muy pocos egresados (al momento de escribirse esto, de la UACM solo ha habido 313 graduados en 12 años).
Lo anterior es la síntesis del problema.
Pasaremos ahora a hablar sobre la solución.
Primero que nada, hay que aceptar la realidad de que la vieja UNAM es algo que ya no tiene solución, se trata de un caso perdido. No se puede, desde luego, desaparecer a la UNAM por los graves conflictos sociales que ello acarrearía. Pero lo que sí se puede hacer es fundar otra universidad pública de carácter nacional basada en otro modelo. Y el modelo que se propone aquí es el mismo modelo en que está basada la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, un modelo que le ha funcionado a las mil maravillas, ya que hasta la fecha no ha habido una sola huelga estudiantil en dicha institución.
¿Y por qué no ha habido una sola huelga estudiantil en la UACJ? Porque en la UACJ, a diferencia de la UNAM, la educación no es gratuita. A los estudiantes les cuestan sus estudios, les cuesta el tener que pagar colegiaturas e inscripciones, y nadie quiere ver su dinero tirado al caño del drenaje, ni le dará su apoyo a ningún grupo minoritario cuyas actividades vandálicas y porriles ocasionan la suspensión y la pérdida de clases.
Pese a que en la UACJ cada semestre se les cobra a los estudiantes por su inscripción y sus colegiaturas, la UACJ no es una universidad privada, es una universidad pública, sostenida con fondos públicos, no hay en ella ningún particular que se beneficie directamente en sus bolsillos con el cobro de las colegiaturas e inscripciones.
Desde su fundación, se aceptó desde un principio que el gobierno del estado de Chihuahua no tendría los recursos para solventar en su totalidad los gastos de operación de la UACJ, y la comunidad aceptó gustosamente el poner su granito de arena para el apoyo económico de dicha institución, a cambio de que Ciudad Juárez tuviera su propia universidad.
Los cobros por inscripciones y colegiaturas en la UACJ varían de acuerdo a la carrera. En esta institución los estudiantes pagan
colegiaturas que van desde los seis hasta los once mil pesos. Las más caras de las carreras para los
estudiantes de UACJ son las de odontología y medicina, esto porque el equipo que
se utiliza en ellas es costoso. No obstante apunto viendo la necesidad de los estudiantes se
les da un plazo de tres meses para que paguen el semestre en
parcialidades, y en caso extremos se otorgan becas al 100% a los
estudiantes, que mediante estudios socioeconómicos se comprueba que no
cuentan con recursos. Aunque las colegiaturas y las inscripciones han ido subiendo año con año, un estudiante que se hubiera inscrito en la UACJ en el 2009 y que hoy estaría graduando esperaría pagar al momento de ser admitido una tarifa por pago de inscripción de 2 mil 250 pesos al inscribirse en los institutos de Ciencias Biomédicas (ICB),
Ingeniería y Tecnología (IIT) y Arquitectura, Diseño y Arte (IADA). Para estudiantes del Instituto de Ciencias Sociales y
Administración la cuota de inscripción era de 2 mil 025 pesos y en el
caso de los campus de Nuevo Casas Grandes y Cuauhtémoc el pago general
es de un mil 959 pesos. El costo por crédito se mantuvo en 26 pesos,
de esa forma, un estudiante con carga máxima de materias llega a pagar
un máximo de 55 créditos equivalente a un mil 430 pesos.
El que se tenga que pagar estas colegiaturas trae varios beneficios. Uno de ellos es que en la UACJ no hay “fósiles” como en la UNAM que estén repitiendo la misma materia año con año, sus padres no les tolerarían tal cosa, y los aspirantes a fósiles se tendrían que meter a trabajar para poder solventar sus estudios (de hecho muchos estudiantes de la UACJ trabajan y estudian, ayudando a sus familias en su sostenimiento). Otro beneficio es que en la UACJ no hay porros estudiantiles que puedan llevar a cabo bullying sobre sus compañeros, no se puede hacer tal cosa sin correr el riesgo de ser expulsado de la UACJ, y en la UACJ a diferencia de la UNAM hay muy pocos (o mejor dicho no hay ninguno) estudiantes y maestros que quieran salir a la defensa de un elemento problemático que tenga que ser expulsado de la UACJ. Por esta misma razón, en la UACJ no hay expulsiones, porque quienes se inscriben en ella saben que en caso de comportamiento anti-universitario se están exponiendo a perderlo todo, incluso el dinero que pagaron por colegiaturas e inscripciones, el cual no se les devuelve en caso de que hubiera una expulsión. Otro beneficio indudable del modelo adoptado por la UACJ es que, a diferencia de la UNAM en donde hay pase automático y hay “cuotas” reservadas para alumnos egresados de las escuelas preparatorias de la Ciudad de México incorporadas a la UNAM, en la UACJ ni hay admisión automática para nadie ni se dá garantía a nadie de ser aceptado si no obtiene un grado aceptable en el examen de admisión que es de competencia. En la UACJ se compite en el examen de admisión sin distingos de ninguna especie, y solo los que obtienen las calificaciones mayores en el examen de admisión sobre los demás que lo hayan presentado (y hay muchos rechazados por falta de cupo) pueden ingresar a cursar una carrera universitaria en la UACJ.
El modelo de funcionamiento adoptado por la UACJ no es original. De hecho, fue tomado directamente del modelo en base al cual funcionan muchas universidades norteamericanas de carácter público como la Universidad Estatal de Ohio (Ohio State University), la San Diego State University (San Diego State University) y muchas otras. Estas universidades son sostenidas con fondos públicos obtenidos por la vía de los impuestos. Sin embargo, no son gratuitas, hay que pagar inscripciones y colegiaturas que varían según la cantidad de materias que se tomen cada semestre. Jamás en la historia de todas estas universidades públicas norteamericanas ha habido una sola huelga estudiantil que haya paralizado las actividades académicas, y nadie ha perdido jamás un solo año o un solo semestre o inclusive un solo día de clases por un paro de labores originado por algún conflicto estudiantil. En esas universidades no hay fósiles como en la UNAM, ni hay porros, y si cualquiera intenta hacer el menor acto de vandalismo será arrestado de inmediato por los departamentos de policía con agentes del orden que todas esas universidades tienen dentro de cada campus. Allí no existe el malentendido y muy abusado concepto de autonomía que es invocado en la UNAM para cometer todo tipo de fechorías sin permitirle la entrada a la policía; de hecho los departamentos de policía en cada una de esas universidades norteamericanas es considerado como una extensión de las policías municipales y estatales locales, portan armas de fuego y están autorizados para responder como las policías ordinarias ante una emergencia. Recientemente, uno de los agentes del departamento de policía del Instituto Tecnológico de Massachussetts (Massachussetts Institute of Technology) de nombre Sean Collier murió en el cumplimiento de su deber a manos de los dos terroristas musulmanes radicales que llevaron a cabo los atentados con explosivos en el maratón de Boston; si él hubiera tenido tiempo para reaccionar matando a ambos con su pistola no habría habido repercusión legal alguna para él porque en ninguna universidad norteamericana, ni pública ni privada, se usa la susodicha autonomía para impedirle a las fuerzas del orden actuar en contra de los delincuentes, vándalos, porros y malhechores que pretendan hacer de las suyas impunemente dentro de un campus universitario. La tranquilidad total con la que operan estas universidades norteamericanas, con la garantía absoluta de que no se perderá ni un solo minuto de clases por algún paro loco estudiantil encabezado por una minoría de encapuchados, la ausencia total de porros de cualquier tipo, y la excelencia académica garantizada por encima de todo son las razones por las cuales muchos de los mismos graduados de la UNAM en carreras de licenciatura prefieren mil veces obtener una beca para estudiar una Maestría o un Doctorado fuera de México en algún lugar como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania o Canadá que en la UNAM.
El remedio a la UNAM es aceptar que ésta ya no tiene remedio, y en vez de aumentarle el presupuesto que se le otorga año tras año lo que se debe hacer es ir preparando los terrenos del campus para la construcción de una nueva universidad nacional, con su propio Rector y con su propio Consejo Universitario independientes por completo de la UNAM, para empezar a operar bajo el esquema de modelo utilizado por la UACJ, esto es, financiada en parte con fondos públicos y financiada en parte con recursos económicos proporcionados por los mismos estudiantes a través de las inscripciones y colegiaturas. A diferencia de lo que ocurre con la UNAM, no habría preferencia para nadie en los exámenes de admisión para ningún aspirante incluyendo a aquellos que hayan terminado de escuelas preparatorias o colegios de bachilleres incorporados a la nueva universidad nacional, y todos los mexicanos de todos los estados estarían compitiendo en igualdad de condiciones académicas. Con esto, la nueva universidad nacional sería verdaderamente una universidad nacional, sería lo que la UNAM pretende ser sin serlo.
Se puede anticipar y garantizar, ya desde ahora, que en la nueva universidad nacional no habría huelgas estudiantiles de ningún tipo, no habría fósiles, ni habría porros, ni habría actos vandálicos, ni habría tomas de edificios, y para el esclarecimiento de crímenes y delitos de cualquier tipo los agentes de las corporaciones policiacas serían bienvenidos con las puertas abiertas permitiéndoles la entrada para investigar los delitos que cometan porros y gángsters juveniles que se creen y se sienten intocables ahora dentro de la UNAM. En este sentido, la nueva universidad nacional sería vastamente superior a la actual UNAM. Nadie perdería el año escolar ni el semestre.
Puesto que la creación de una nueva universidad nacional no implica la desaparición de la vieja UNAM ni recorte alguno al presupuesto de ésta última, les queda la opción a todos aquellos que no estén lo suficientemente preparados para ingresar a la nueva universidad nacional de irse a la UNAM en donde la educación es ridículamente gratuita. Con los inconvenientes, desde luego, de estar recibiendo algo que no les cuesta un solo centavo. Aunque deberían de pensar que, al final del día, lo barato cuesta caro.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario