jueves, 10 de mayo de 2012

El hombre que quiso vivir 200 años

Érase que se era...

Había una vez un hombre el cual al cumplir los 30 años de edad, teniendo frente a sí una expectativa estadística de vida promedio de 70 años, lo usual para su generación en ese entonces, se empezó a quejar amargamente de lo poco que duraba la vida. Diariamente se quejaba despotricando en contra del plan universal diseñado para los humanos por una voluntad infinitamente superior, y creía que lo poco que duraba la vida era algo absolutamente injusto ante lo cual había que rebelarse.

Como si respondiendo a sus lamentos y sus quejas, al hombre de pronto se le apareció una figura con aspecto de ángel en un intenso destello luminoso tan brillante que lo dejó enceguecido por varios minutos, tras lo cual preguntó intrigado:

-¿Y tú quién eres?

-¿No lo has apreciado aún? Soy un ángel.

-En verdad, tienes el aspecto de un ángel, por lo que veo. ¿Pero para qué has venido a mí?

-¿Cómo puedes hacer tal pregunta? Tus quejas y lamentos han sido escuchados. Tu vociferante rebeldía en contra del orden de cosas que dicta lo que para tí es una vida que no merece ser vivida por lo que tú llamas una corta duración ha llegado a los oídos de quien puede hacer algo para paliar tu descontento, dándote en parte algo de lo que reclamas así sea violando el orden temporal de las cosas humanas.

-¿Y cuál es tu plan? ¿Cuál es tu misión para la que fuíste enviado que supongo está relacionada con mis protestas?

-Empecemos por lo más importante. ¿Así que te parece poco una esperanza de vida de alrededor de unos 70 años?

-Es demasiado poco, es injusto. Cualquier hombre debería de vivir más que eso.

-¿Desearías sobrepasar una expectativa de vida de 70 años? Algunos viven lo que consideran una larga vida y mueren a los 80 años de edad, mientras que otros en menor cuantía viven hasta los 90 años, y al morir no se están quejando como tú lo haces.

-Sí me agradaría llegar hasta los 90 años, pero para mí sigue siendo demasiado poco. ¿Acaso tú me puedes ofrecer la inmortalidad en mi forma humana?

-La muerte es un acto inevitable, y todos los humanos tienen que pasar por esa experiencia. No, no te puedo ofrecer la inmortalidad en tu forma humana, la inmortalidad podría venir después con una resurrección que yo no te puedo dar, ello está fuera de mi potestad.

-¿Entonces qué es lo que ofreces?

-Sabiendo que la muerte es algo inevitable, que solo se puede retrasar, ¿cuánto más te parecería justo? ¿Qué tal una esperanza de vida garantizada en 120 años?

-Es muy poco, demasiado poco. Debería ser más.

-Mmmmhhh, ¿qué tal entonces una esperanza de vida garantizada de 140 años, como la que se le atribuye al viejito cuyo nombre sirve de marca a un famoso whisky?

-Eso ya es algo bueno, pero es insuficiente.

-¿Qué tal entonces una esperanza de vida garantizada de 150 años? Eso ya es siglo y medio de vida.

-No, no, eso me sigue dejando insatisfecho.

-¿Y 180 años de edad? ¿Te parecen pocos?

-Bueno, eso se acerca un poco más a algo que pudiera llamarse ideal.

-Pero no te basta, ¿verdad?

-Pues no, tú lo has dicho.

-Mmmmhhh, ¿y qué tal entonces 200 años de vida? Eso ya son dos siglos, es un quinto de milenio.

-Bueno, algo así ya podría considerarse aceptable.

-¿Qué estarías dispuesto a hacer con tal de llegar a los 200 años?

-Estaría dispuesto a cualquier cosa.

-¿A cualquier cosa?

-Lo que sea.

-¿Estás absolutamente seguro?

-No tengo la menor duda.

-¿Estarías dispuesto a pagar un precio, aún no estipulado, con tal de que se te conceda tu deseo?

-¡Desde luego que sí!

-Bueno, tal vez pueda hacer algo para responder a tu petición. Para formalizar nuestro acuerdo, lo único que tienes que hacer es sellar un pacto conmigo, y yo te daré lo que deseas.

-Me parece fabuloso. ¿Y cuál es el precio a pagar?

-El precio a pagar viene después. No te puedo dar detalles sobre la forma de pago, esa es una de las condiciones del pacto. Pero de que vivirás hasta llegar a los 200 años de edad, de eso no te debe quedar duda alguna.

El ángel sacó de entre una de sus alas un pergamino en el cual en un lenguaje extraño y desconocido para el hombre se estipulaba la naturaleza del pacto. Debía firmar el pacto pinchándose ligeramente un dedo y depositando una gota de su sangre en la parte inferior del pergamino. Sin pensarlo más, el hombre se pinchó su dedo índice con el fin de tomar de él una pequeñísima gota de su sangre, el paso indispensable para terminar de sellar el acuerdo mediante el cual se le otorgaría lo que pedía.

Al estar a punto de firmar el pacto, se le apareció otro ángel, el cual se le presentó como el ángel Azrael, el cual lo interrumpió diciéndole:

-No lo hagas, no firmes ese pacto. Yo sé lo que te digo. Hazme caso.

-¿Y tú que me ofreces a cambio si no firmo el pacto? ¿Me ofreces los mismos 200 años de vida?

-Yo no te puedo ofrecer eso.

-¿Entonces qué me ofreces?

-Yo no te puedo ofrecer más de lo que el destino le tiene deparado a cada hombre dentro de las leyes naturales que rijen el funcionamiento del Universo.

-Entonces hazte a un lado, porque yo viviré una larga vida, dos siglos, un quinto de década, lo quieras o no.

-Te lo repito, no lo firmes, hazme caso. Si no me escuchas, terminarás arrepentido de no haberme hecho caso.

-¿Quieres que me niege a mí mismo la posibilidad de poder Vivir hasta los 200 años, algo que tú no me puedes ofrecer, solo porque tú me lo pides? Hazte a un lado, que ya escuché de tí más de lo que puedo tolerar. Tú no ofreces nada más que una muerte que quizá sea temprana, tú no eres mi amigo, eres mi enemigo, y me lo estás demostrando al querer negarme la bendición de poder disfrutar una larga vida.

-Bueno, si crees que te estoy molestando, no te molestaré más. Me retiro, pero algún día, dentro de muchos años, te acordarás de mí y la advertencia que te hice.

El ángel Azrael se esfumó dejando solo al hombre que empezaba a meditar sobre si no sería prudente hacerle caso a quien le había advertido en contra del paso que estaba por tomar. Adivinando sus intenciones, el ángel sin nombre lo reprendió diciéndole:

-Mira, si no quieres firmar el pergamino, si no quieres que sellemos nuestro pacto, si no quieres vivir hasta los 200 años, entonces yo también me voy y te dejo como estás. Pero si al llegar a los 45 años te encuentras a tí mismo muriendo a causa de un accidente automovilístico, un asalto o un incendio, entonces recordarás la oportunidad que se te ofreció aquí, y te lamentarás tal y como lo has estado haciendo toda tu vida, quejándote de que fue demasiado corta.

-No, espera, tienes razón. No quiero lamentarme de haber dejado escapar esta oportunidad que no creo que se le presenta a cualquiera. Acepto tu ofrecimiento, y acepto tus condiciones.

Dicho y hecho, el hombre dejó caer una pequeña gota de su sangre en la parte inferior del pergamino, tras lo cual el ángel sin nombre lo felicitó y le dijo:

-Lo que has pedido se te cumplirá. No morirás antes de haber cumplido los 200 años de vida. Nadie a tus alrededores vivirá tanto como tú vas a vivir. Muchos te envidiarán cuando lleges a los 100 años de edad, y al pasar más allá del centenario serás considerado cada vez más como un milagro viviente.

-Sí, seré un milagro viviente. Ahora estoy convencido más que nunca de que he hecho lo correcto.

Y el tiempo pasó. El hombre cumplió los 70 años, y seguía vivo. Cumplió los ochenta, rebasando las expectativas de vida para aquellos de su generación, y seguía vivo. Cumplió los noventa, y cumplió los cien, manteniéndose en pie.

Sin embargo...

Al cumplir los 130 años de edad, el hombre se lamentaba amargamente como nunca pensaba que lo haría en toda su vida. Estaba confinado a una cama de hospital, conectado la mayor parte del tiempo a tubos para alimentarlo por vía intravenosa y a un enjambre de aparatos para ayudarlo a respirar. Sus gastos médicos cada vez mayores, que al principio corrían por cuenta de la compañía de aseguranzas hasta que la compañía quebró, fueron absorbidos no solo por los servicios médicos gubernamentales sino por varias instituciones de educación superior que se dedicaron a utilizarlo para fines de investigación en el campo de la geriatría, investigándolo como una cosa sumamente rara de aquellas que sólo se dan una vez cada milenio, algo digno de preservar con vida al precio que fuera.

El anciano de 130 años de edad sufría. Ya no quería seguir vivo, no a ese costo, no confinado permanentemente a una camilla de hospital conectado a tubos que ya formaban parte permanente de su cuerpo y aparatos que pedía le fueran desconectados, petición que siempre le era negada por ser el suicidio algo prohibido por las leyes en vigor.

Justo cuando el anciano estaba totalmente decaído en su ánimo, lamentándose y quejándose amargamente por estar aún con vida, se le apareció el ángel sin nombre al cual no había visto desde que firmó con él un pacto cien años atrás. El ángel sin nombre le dijo:

-¿De qué te quejas? Ya cumpliste los 130, y sigues con vida. ¿No era eso lo que querías?

-Sí, pero mi proceso de envejecimiento no se ha detenido. Me veo y me siento tan viejo como la ciencia médica espera que se vea y se sienta un anciano de 130 años de edad. He perdido toda mi dentadura, no tengo una sola hebra de pelo en mi cabeza, tengo un centenar de achaques y molestias propias de una edad así, a duras penas puedo caminar y a duras penas me puedo levantar de la cama, estoy casi ciego, mis huesos son más frágiles que los de un pollo recién nacido, me estoy deformando y he estado perdiendo estatura con una joroba cada vez más pronunciada a grado tal que parezco un engendro, engarruñandome hasta quedar acartonado como una momia y enroscado como un guiñapo, se han ido muriendo todos mis amigos y conocidos y no queda ya nadie de mi generación que me pueda visitar para que no me sienta solo. ¿Te parece poco?

-Pero no has muerto. Sigues vivo, ¿y no era eso lo que querías?

-Nunca pensé que vivir por tanto tiempo pudiera dejar de ser una bendición para convertirse en una maldición.

-No te quejes. Si crees que estás mal ahora que tienes 130 años de edad, espérate a que tengas los 150 años de edad. Recordarás estos días como si fueran un paraíso, porque vas a seguir envejeciendo y te vas a seguir deteriorando, pero no te vas a morir. Y ni siquiera intentes suicidarte, porque yo no te lo voy a permitir y los médicos que te atienden no te lo van a permitir. Y de cualquier modo, tú no vas a estar en condiciones de poder quitarte la vida, porque ni siquiera podrás levantar un solo dedo de la mano para quitártela. Voy a cumplir con mi parte del pacto, lo quieras o no. Y cuando cumplas los 150 años, te vas a sentir mil veces peor que como te sientes ahora, y entonces añorarás estos días que hoy maldices.

-Si voy a estar tan malo y tan deteriorado como dices, entonces de seguro no pasaré de los 150 años de edad.

-Te equivocas. Vas a sobrepasar los 150 años de edad, porque voy a cumplir con mi parte del pacto, pero vas a vivir en tales condiciones que serás algo mil veces peor que un muerto, serás un muerto en vida. Estarás confinado de por vida como un prisionero en esa camilla dentro de este hospital en donde los médicos te mantendrán postrado en una cama como una curiosidad científica digna de ser mantenida con vida al precio que sea, como un experimento para ver hasta qué edad puede llegar un ser humano. Te vas a seguir deteriorando, te vas a seguir deformando, y la gente te verá como un fenómeno, como un guiñapo demasiado horripilante para contemplar por más de unos cuantos segundos. Pero seguirás allí. Serás la comidilla del día en los noticieros, envejeciendo y decayendo, pero sin morir.

-¿O sea que voy a llegar a los 160 años?

-Vas a llegar a esa edad y la vas a sobrepasar, porque aún te quedarán 40 años más por delante después de que hayas cumplido los 160. De eso me encargo yo.

-¿En qué condiciones?

-Realmente, ¿lo quieres saber?

-Dame una idea.

-Mira: cuando cumplas los 160 años, te vas a ver y te vas a sentir diez veces peor que como te verás y te sentirás cuando cumplas los 150 años. Y cuando cumplas los 170 años, te vas a ver y te vas a sentir cien veces peor que como te sentías cuando hayas cumplido los 160 años. Y cuando cumplas los 180 años, te vas a ver y te vas a sentir mil veces peor que como te sentías cuando hayas cumplido los 170 años. Y así irás progresando, si es que a eso se le puede llamar progreso.

-Eso no es vida, es el mismo infierno.

-¡Vaya! ¿Acaso no te habías dado cuenta de ello? Pero tú querías vivir hasta los 200. Y se te cumplió tu deseo. Quizá la lección que muchos humanos tardan toda una vida en aprender y muchos nunca aprenden es que hay que tener mucho, pero mucho cuidado con lo que se desea, porque siempre hay una posibilidad de que se le conceda a uno su deseo, de que se le cumpla su capricho, y entonces descubrirá demasiado tarde el por qué lo que tanto pedía se le estaba negando, algo que no pudo o no quiso comprender hasta que recibió su lección, una lección de la cual no hay marcha atrás.

Con una carcajada estruendosa, indudablemente burlona, el ángel desapareció dejando al anciano en su lamentable condición, sin hacer nada por ayudarlo y mucho menos para sacarlo de aquél predicamento para el cual el único alivio posible era la bendición de una muerte natural que se le estaba negando.

Unos cuantos minutos después, hizo su aparición Azrael, diciéndole al pobre anciano:

-Te dije que no firmaras ese pacto. Te lo advertí, pero no me hiciste caso. Ahora vas a tener que atenerte a las consecuencias.

-¿No hay forma alguna en la cual se pueda deshacer el pacto?

-No la hay. Estuviste de acuerdo y diste tu palabra, y ahora te toca pagar el precio.

-¿No se supone que el pago por estar de acuerdo con el pacto que firmé se haría efectivo después de mi muerte al cumplir los 200 años de edad?

-En realidad, ya estás pagando tu parte del pacto, y aún te falta lo peor.

-No lo entiendo. Cuando se me presentó aquél ser por vez primera, me dijo que era un ángel, y ciertamente tenía el aspecto de un ángel.

-Y no te mintió, en efecto, era un ángel. Excepto que era un ángel caído.

El anciano se puso lívido al comprender lo que había sucedido, al entender por fin la naturaleza del pacto que había sellado con su propia alma pagando de antemano con la condenación física de su propio cuerpo.

Azrael, preparándose para despedirse, agregó:

-Cometiste un error, el error que cometen todos los humanos que se quieren aferrar a la vida al precio que sea. Existe un orden superior, existe un por qué para todas las cosas. Y cuando se quiere desafiar ese orden, cuando se quiere ser la excepción sin importar el costo, el castigo llegará por sí solo.

Y el hombre que quería vivir hasta los 200 años quedó solo al desaparecer Azrael, subsistiendo confinado en una cama de hospital de la cual sabía ya que no saldría jamás en los próximos 70 largos y dolorosos años que le quedaban de vida, marcando con ello su condena.

Los esfuerzos de la ciencia médica por prolongar la vida del hombre lo más que se pueda, si bien son loables y dignos de encomio, también pueden resultar contraproducentes e inclusive bastante desagradables cuando se quiere estirar la cuerda más allá del punto en el cual se tiene que reventar, cuando se quiere desafiar incluso a la misma muerte contraviniendo y desafiando las leyes de la Naturaleza para continuar viviendo indefinidamente al costo que sea.

¿Habrá algún lector por aquí que todavía quiera vivir hasta los 200 años, al precio que sea?

domingo, 1 de abril de 2012

La extraña muerte de Jorge Carpizo McGregor



En dos entradas previas publicadas el domingo 3 de julio de 2010 en ocasión del aniversario luctuoso del Doctor Víctor Manuel Oropeza por gente que permanece y permanecerá por siempre en la más completa impunidad, bajo los títulos respectivos Historia de una infamiaHistoria de una infamia (conclusión), se documentó como a raíz de la nefasta intervención de Jorge Carpizo McGregor y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que él presidía con mano de hierro en ese entonces, se ordenó y se obtuvo por servilismo hacia el sistema la liberación de los presuntos autores materiales del crimen del editorialista político y activista social Doctor Víctor Manuel Oropeza, emitiéndose una funesta “recomendación” que más que coadyuvar al esclarecimiento del crimen resultó ser el principal obstáculo para la resolución total del caso, incurriéndose en acciones que no pueden ser calificadas más que como acciones de un encubrimiento llevado a cabo desde las más altas instancias oficiales del gobierno federal para impedir que los autores intelectuales del crimen pudieran ser plenamente identificados y llevados ante la Justicia para pagar por su delito.

Hace dos días, Jorge Carpizo McGregor, a quien tanto la viuda del Doctor Oropeza como el hermano de la viuda siempre han señalado como el principal responsable y culpable de que el crimen del Doctor Oropeza permanezca hoy en la más absoluta impunidad, falleció el 30 de marzo de 2012 “por causas naturales” en una operación quirúrgica programada y sencilla, una intervención quirúrgica para remover una hernia en la ingle que no revestía ninguna dificultad ni preocupación (la operación había sido programada con mucha anticipación y se esperaba que se le diera de alta al día siguiente de ser efectuada, o sea el sábado 31 de marzo). El consenso en la comunidad médica es que los decesos fulminantes en este tipo de operaciones quirúrgicas sencillas es algo sumamente raro, a grado tal que debe suponerse la posibilidad de que en la operación haya habido “mano negra” para remover a Jorge Carpizo permanentemente del panorama político mexicano.

Si en efecto hubo un factor intencional en el sorpresivo fallecimiento de Jorge Carpizo, una “mano negra” que actuando bajo órdenes superiores lo despachó al más allá de la manera menos obvia posible, argumentándose un fallecimiento como consecuencia de una complicación post-operatoria, con el propósito de dejar la muerte de Jorge Carpizo McGregor en la más absoluta impunidad sin la menor posibilidad de poder dar con los autores intelectuales de su deceso, entonces el destino le estaría dando a Jorge Carpizo McGregor una dosis de su propia medicina, pagando en carne propia lo que él mismo orquestó y llevó a cabo cuando era presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Se puede dar por hecho de que ni la viuda del Doctor Víctor Manuel Oropeza ni el hermano de la viuda a quienes tanto daño les causó este hombre miserable así como las muchas otras víctimas de su soberbia y prepotencia derramarán una sola lágrima por él, y antes bien tomarán su muerte con la mayor indiferencia. Ninguno de ellos moverá jamás un dedo porque se aclaren las circunstancias extrañas en las que Jorge Carpizo McGregor terminó perdiendo la vida. Si se trató de un asesinato extraordinariamente bien planificado y llevado a cabo bajo circunstancias casi ideales, el asesinato quedará impune sin que se le otorge jamás una milésima de justicia a Carpizo McGregor, recibiendo de la vida una retribución por lo que ciertamente merecía.

La muerte fulminante de Jorge Carpizo McGregor en su breve paso por la sala de operaciones en la que tuvo su encuentro final con la señora de la guadaña y el velo negro corrobora la sabiduría de un viejo refrán mexicano que dice: “de este mundo nadie se va sin pagar las que debe”. Y lo más probable además de irónico es que a Jorge Carpizo McGregor otros movidos por motivaciones ocultas le hayan dado a Carpizo McGregor una sopa de su propio chocolate.

miércoles, 14 de marzo de 2012

La impunidad presidencial en México

En el siglo pasado, México tuvo un largo historial de corrupción e impunidad, lo primero alentado por lo segundo, en la mayoría de las dependencias públicas. Y una de las figuras del poder público que representan mejor que nada la corrupción y la impunidad que perforó la dignidad y credibilidad del poder público lo fueron varios Presidentes elevados por el sistema a la calidad de semi-dioses a los cuales se tenía que obedecer ciegamente so pena de padecer un sinfín de represiones y represalias.

Un ejemplo sobresaliente de los enormes grados de impunidad alcanzados por el gobierno de México, a la sazón un sistema unipartidista perpetuado durante siete décadas mediante una democracia simulada en la que los partidos de oposición se tenían que conformar con “premios de consolación” (algunas diputaciones estatales y federales de cuando en cuando, en casos excepcionales una que otra senaduría, y alguna que otra alcaldía de vez en cuando pero excluyendo eso sí todas las gubernaturas de cualquier estado por estar reservadas únicamente para miembros del partido oficial) lo fue la matanza llevada a cabo en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco en 1968. Aunque el principal encargado de la autorización de las operaciones militares de esta masacre tuvo que haberlo sido necesariamente el Secretario de la Defensa Nacional Marcelino García Barragán, él no fue el que giró las órdenes directas para que se efectuara esta matanza de cientos de civiles desarmados. El culpable directo de haber ordenado la terrible masacre lo fue sin duda alguna el Presidente Gustavo Díaz Ordaz, un hombre autoritario acostumbrado a hacer todo lo que le viniera en gana en un país en el que el Presidente era considerado como un rey que gozaba de una posición reservada a un semi-dios, a un Tlatoani con los poderes de un emperador romano. Si el General Marcelino García Barragán hubiera ordenado por cuenta propia la matanza de Tlatelolco sin consultar primero con el Comandante en Jefe del Ejército, el rey-Presidente Gustavo Díaz Ordaz podría haber efectuado la destitución inmediata del General Marcelino García Barragán de su cargo como Secretario de Defensa, y podría haber ordenado la instauración de una corte marcial para juzgar a Marcelino García Barragán por crímenes de lesa humanidad equiparables a crímenes de genocidio. Pero no lo hizo, y no lo hizo porque el carnicero Marcelino García Barragán podría haber argumentado en su defensa la añeja justificación castrense de que él como soldado solo obedecía órdenes, y el único en todo México que le podía dar una orden así en la cadena militar de mando era el mismo Gustavo Díaz Ordaz. En efecto, el desalmado carnicero Marcelino García Barragán solo fue el cómplice del genocida Gustavo Díaz Ordaz, y en este sentido ambos comparten la culpa directa de la matanza.

El Congreso de aquellos tiempos, un Congreso servil y pusilánime cuya única razón de ser era aprobar todas las iniciativas de ley enviadas por el rey-Presidente sin modificarlas o discutirlas siquiera, en vez de crear de inmediato una Comisión de la Verdad Histórica para fincarle cargos al Presidente genocida y a su mandadero el General carnicero, se limitó a aplaudir la masacre como si tal acto de violencia masiva y brutal hubiera sido algo de lo cual el Ejército mexicano pudiera estar orgulloso de haberlo llevado a cabo.

Gustavo Díaz Ordaz nunca recibió castigo alguno. No solo no fue removido de su cargo, sino que se le concedió el privilegio de seguir recibiendo su generosa pensión presidencial vitalicia hasta el final de sus días, así como la protección vitalicia proporcionada por las guardias pretorianas presidenciales, el Estado Mayor Presidencial, todo ello como premio a sus “servicios rendidos a la Patria”. Inclusive hasta el día de hoy todavía hay calles, avenidas y edificios públicos que llevan su nombre, cuando en otros países algún ex mandatario que hubiese hecho lo mismo que lo que Gustavo Díaz Ordaz hizo en México habría sido considerado como un traidor con su nombre y su memoria vilificados por siempre en los libros de historia. Pero no en México, el país de la impunidad. Igual sucedió con el General carnicero Marcelino García Barragán, al cual en otros países se le habrían retirado aunque sea post-mortem todos sus grados militares y se le habría condenado y sentenciado por complicidad absoluta en la comisión de crímenes de lesa humanidad. Pero no en México.

En el siglo pasado, con unas cuantas excepciones como los sexenios del General Lázaro Cárdenas, Don Adolfo Ruiz CortinesDon Adolfo López Mateos, cada sexenio fue empañado por un historial negro que es demasiado amplio para tratar de documentar en un espacio tan reducido, aunque los hechos de un pasado vil permanecen y permanecerán por siempre tal y como los recuerdan los bisabuelos de hoy que los vivieron en carne propia por más que en los libros de texto oficiales se pretenda maquillar o exculpar a quienes abusaron hasta el cansancio de los enormes poderes que obtuvieron gracias a la inmensa corrupción que reinaba en el México de aquél entonces. Si muchos mexicanos consideran que hoy abunda la corrupción en varias dependencias oficiales, deben encontrar consuelo en que tal corrupción era mil veces peor en los tiempos en los que México no gozaba de una democracia más que la democracia simulada que el sistema le presentaba al pueblo, todo lo cual empezó a caer paulatinamente en 1994 cuando con el levantamiento armado que llevó a cabo el Ejército Zapatista en Chiapas el sistema se vió prácticamente obligado a empezar a abrirle espacios a la oposición permitiendo la alternancia, no como una concesión generosa de un sistema que estaba putrefacto hasta la médula sino como una mera necesidad de supervivencia antes de que el descontento popular explotara precipitando una segunda revolución inspirada en la Revolución de 1910.

Un ejemplo de los grados casi inconcebibles de la corrupción que permeaba las esferas oficiales se tiene en un artículo publicado en el extranjero. En aquellos tiempos, bajo una censura oficial férrea controlada de principio a fin por la Secretaría de Gobernación, la cual podía quitarle en cuestión de minutos la licencia para operar a cualquier estación de radio o televisión, e igualmente podía suspenderle a cualquier medio impreso el suministro de papel usado para publicar periódicos y revistas (en esos tiempos, el gobierno tenía en sus manos el monopolio y el control absoluto de todo el papel usado como materia prima para la publicación de periódicos, libros y revistas), nadie en México podía atreverse a ejercer crítica alguna en contra del rey-Presidente. El rey-Presidente era intocable, estaba por encima de las leyes (bueno, de hecho lo sigue estando, pero al menos hoy se le puede criticar y se le pueden señalar públicamente sus yerros, lo que antes no se podía). Sin embargo, el poder presidencial omnímodo estaba limitado a las fronteras de México. Si bien en México la figura del rey-Presidente tenía que ser respetada so pena de exponerse a las terribles represalias que se podían esperar de un sistema de gobierno cuasi-dictatorial disfrazado como una democracia, en el extranjero tal control no existía. Esto fue precisamente lo que permitió que a principios del siglo XX hombres como Mariano Azuela pudieran tomar residencia temporal en ciudades norteamericanas fronterizas como El Paso (Texas), en donde elaboraban libros “prohibidos” que después eran importados de contrabando hacia México. Consumada la Revolución de 1910, esto continuó siendo cierto.

El artículo publicado en el extranjero en el cual se cometió el “sacrilegio” de atacar a la figura presidencial de México fue un trabajo publicado en 1984 en el periódico The Washington Post (se trata del mismo periódico cuyas revelaciones sobre el escándalo Watergate llevaron directamente a la caída en desgracia del Presidente Richard Nixon), elaborado por un articulista de nombre Jack Anderson.

Muchos mexicanos no se enteraron en su momento de la publicación de tal artículo no solo porque el artículo estaba elaborado y publicado en un medio de comunicación que usa el Inglés como vehículo, sino por el hecho de que prácticamente todas las copias del periódico The Washington Post en esa edición para ese día fueron compradas o inclusive incautadas y destruídas por agentes de la Secretaría de Gobernación repartidos en todo México para tales propósitos. Las miles de copias de ese periódico desaparecieron en cuestión de unas cuantas horas durante la madrugada de todos los puestos de revistas de la Ciudad de México así como de todos los puestos de revistas del interior del país. Lo mismo sucedió con todas las copias del periódico que se podían encontrar en lugares tales como Sanborns y VIPS. Es muy posible que de cada mil copias de ese periódico únicamente cuatro o cinco copias hayan llegado a manos de lectores acostumbrados a levantarse temprano y a comprar ediciones de ciertas publicaciones extranjeras (algunos de ellos norteamericanos, otros de ellos académicos, y otros de ellos reporteros nacionales tratando de estar al día con lo que se publica en el extranjero).

De inmediato se ordenó a los medios audiovisuales nacionales tanto públicos como privados, ya fuese el Canal 11 (en ese entonces una paraestatal propiedad del gobierno federal) o TELEVISA (que en ese entonces mantenía el monopolio sobre las transmisiones de televisión a cadena nacional) la transmisión de entrevistas a figuras relevantes como el presidente del Senado y el líder parlamentario de la Cámara de Diputados así como miembros del gabinete presidencial e inclusive algunos ministros de la Suprema Corte de Justicia, en donde se defendió al Presidente de México de “las difamaciones y calumnias publicadas en los Estados Unidos en contra de uno de los Presidentes más honestos y honorables del continente americano”.

Y he aquí una situación sumamente curiosa que sólo podía ocurrir en el México de aquél entonces. A partir del martes 15 de mayo de 1984, se estuvo defendiendo a capa y espada en todos los medios al Presidente de México de “las calumniosas fantasías inventadas en el extranjero en contra del honorable Señor Presidente de la República”. Pero tómese en cuenta que ni siquiera el 0.1% de la población en México había leído el artículo de Jack Anderson publicado por The Washington Post, en virtud de la aplastante censura oficial que llevó a cabo la compra o incautación de casi todas las copias del periódico The Washington Post para ese día. Por lo que muchos mexicanos se estuvieron rascando la cabeza preguntándose desconcertados: “¿pues de qué estarán defendiendo al Presidente?, ¿a qué se estarán refiriendo?”. Tendrían que pasar meses, o más bien años, para que una cantidad creciente de ciudadanos mexicanos se pudieran enterar qué era aquello de lo cual se estaba defendiendo al Presidente. Es una situación similar a la que ocurrió recientemente con la película de comedia-ficción The Interview que trata sobre un complot de asesinato en contra del líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong Un. Los medios audiovisuales de Corea del Norte, controlados en su totalidad por el Estado, se fueron duro en contra de la película y los productores del la película. Pero la película en sí no sólo estaba censurada sino inclusive prohibida dentro de Corea del Norte, y casi nadie dentro de Corea del Norte la pudo ver, por lo que muchos norcoreanos se quedaron perplejos rascándose la cabeza y preguntándose a sí mismos: “¿pues de qué cosa estarán defendiendo tan insistentemente en los medios a nuestro bienamado líder?”.

Es posible que a estas alturas al lector se le haya despertado su curiosidad, y se esté preguntando a sí mismo: “¿pues qué demonios contenía ese artículo de Jack Anderson que fue censurado y prohibido en México?”.

Para satisfacer la curiosidad del lector, aquí se reproducirá ya traducido al Español y en su totalidad el mismo artículo titulado “Mexico Makes Its Presidents Millionaires” que el gobierno de México de 1984 no quiso que la gran mayoría de los mexicanos leyeran. El lector podrá decidir por cuenta propia si el gobierno autoritario de aquél entonces tuvo o no razón en bloquear casi por completo esta información.

México Hace Millonarios A Sus Presidentes
The Washington Post
Martes 15 de Mayo de 1984


   El Presidente Mexicano Miguel de la Madrid quien tiene programada una entrevista con el Presidente Reagan en la Casa Blanca el día de hoy, ha amasado una fortuna de muchos millones de dólares desde que tomó posesión, de acuerdo con documentos clasificados (confidenciales) de fuentes de inteligencia en los Estados Unidos.
   El auto-enriquecimiento es una tradición entre los presidentes Mexicanos; también podría ser perfectamente legal bajo las leyes en México.
   El salario presidencial es un secreto, y la única regla del partido dominante en México, según uno de sus miembros, es “No tocar a la cúspide”.
   Quizás en deferencia a la precaria situación financiera de su país y a la pobreza extrema de su gente, se cree que De La Madrid ha recolectado un “salario” secreto mucho más modesto que el de sus predecesores. De todos modos, es enorme.
   Una fuente de alto nivel en la administración con acceso a reportes secretos de inteligencia le dijo a mi asociado Dale Van Atta que en una serie de transacciones en los cuatro meses después de que tomó posesión en Diciembre, 1982, De La Madrid metió de 13 millones a 14 millones (de dólares) en un banco Suizo.
   Otra fuente con acceso a datos de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y de la Agencia Nacional de Seguridad citó un reporte el Otoño pasado, basado en intercepciones por cable de transacciones bancarias internacionales, que ponen el monto total de “las ganancias” de De La Madrid durante su presidencia en un mínimo de 162 millones (de dólares).
   En la CIA, el período presidencial de seis años es referido sarcásticamente como el “paracaídas dorado” que lleva a cada presidente en forma segura a una fortuna considerable.
   Esfuerzos para conseguir a De La Madrid para obtener sus comentarios no tuvieron éxito, pero un vocero de la Embajada Mexicana dijo que la información de inteligencia de los Estados Unidos estaba equivocada, “fuera de toda consideración”.
   Indicó que De La Madrid ha estado montando una campaña agresiva en contra de la corrupción.
   Eso, también, es una venerada tradición presidencial en México. El predecesor de De La Madrid, José López Portillo, llevó a cabo el mismo ritual, llamando a la corrupción “el cáncer de México”.
   Sin embargo, López Portillo, quien ejerció su mandato durante los días turbulentos de la corta prosperidad petrolera de México, amasó una fortuna personal. De acuerdo con estimaciones de la CIA, sacó una cantidad increíble de unos mil millones a unos tres mil millones de dólares.
   El símbolo de la fortuna de López Portillo es una lujosa propiedad de 130 kilómetros cuadrados (32 acres) que construyó dominando desde lo lejos a la Ciudad de México. Es conocida como “La Colina del Perro”, en referencia al enunciado de López Portillo de que “pelearía como un perro” para defender la caída del peso.
   Mientras que muchos de sus compatriotas viven en casas de adobe o en chozas de lámina corrugada, López Portillo y su familia tienen baños de mármol y de oro, de acuerdo con reportes de la prensa en México.
   Algunos pisos están hechos de jade; uno de ellos es transparente, con un modelo detallado del Acrópolis a través del mismo.
   El gobierno de México instaló una planta de energía para lo que una revista en México llamó la “fortaleza medieval amurallada mirando sobre la Capital”. La agencia de obras públicas gastó 33 millones (de dólares) en la carretera de acceso, drenaje, y líneas de agua para la propiedad de López Portillo.
   La generosidad del ex-presidente se extendió, según reportes, inclusive a una funcionaria de alto nivel en el gobierno, la cual se decía era su amante.
   La casa de ella se dice que es tan grande que uno de los closets mide 8 metros por 30 metros y tiene un mezzanine.
   Pese a lo descarado del enriquecimiento de López Portillo en su cargo, fuentes Americanas y Mexicanas dudan que alguna vez será el objeto de la campaña de limpia de su sucesor.
   En cambio, De La Madrid se ha movido en contra de algunos funcionarios del régimen presidencial anterior, incluyendo al jefe previo del monopolio petrolero nacional y el jefe anterior de la policía de la Ciudad de México.
Interesante, ¿no es así?

El artículo de Jack Anderson vaticinó que el ex-Presidente José López Portillo jamás sería objeto de la campaña anti-corrupción de su sucesor Miguel De La Madrid. Se quedó corto, porque José López Portillo jamás fue tocado por ningún Presidente posterior a su época, y ni siquiera fue investigado por presuntos (y demostrables) actos de corrupción ni por la PGR ni por el Congreso de México. Para colmo, continuó disfrutando de su abultada pensión presidencial vitalicia hasta el final de sus días, y el único consuelo que le queda al pueblo de México es que el corruptísimo José López Portillo no se llevó consigo al más allá un solo centavo de sus dineros mal habidos, además de que terminó prácticamente loco no tanto a causa de la demencia senil sino más bien a causa de su vida degenerada y corrupta amén de sus incontrolados excesos más propios de un emperador romano en los tiempos de la decadencia del Imperio.

Para quienes se digan a sí mismos que este artículo publicado en The Washington Post, que da una visión que del gobierno de México se tenía en el extranjero, podría haber sido utilizado por los partidos de oposición en contra del régimen unipartidista, y se pregunten a continuación el por qué no fue utilizado, se les responderá que en aquél entonces encima del hecho de que la oposición en México más que una oposición real era una oposición de carácter simbólico sin fuerza alguna, la diseminación abierta y pública de este tipo de materiales anti-gubernamentales le podía haber costado la vida a los dirigentes de los partidos que se hubieran atrevido a hacer tal cosa. Después de todo, ¿no había ordenado el Presidente Gustavo Díaz Ordaz un verdadero genocidio dentro de una de las ciudades más grandes del orbe, saliéndose con la suya y quedando su crimen en una impunidad absoluta? ¿Qué problema le hubiera representado entonces a un gobierno actuando como una verdadera mafia el mandar matar a uno que otro líder de uno que otro partido de oposición? Eran tiempos en los que si el Presidente le hubiera ordenado al Ejército matar a la quinta parte del pueblo de México, el Ejército obediente y disciplinado, en vez de hacer uso de razón y desobedecer las órdenes (como en otros países en donde los soldados entienden como su misión prioritaria el defender y proteger al pueblo y no masacrarlo), habría obedecido sin chistar por la simple y sencilla razón de que en ese México las órdenes del Señor Presidente eran órdenes que nunca podían ser cuestionadas y tenían que ser obedecidas. Solo en fechas recientes esta malentendida lealtad en donde los dictados del rey-Presidente eran puestos por encima de los intereses de la Patria ha caído de su nicho sacrosanto, a grado tal de que cuando el primer Presidente surgido de la alternancia, Vicente Fox, tuvo su racha de problemas para los cuales la tentación era recurrir al Ejército para “meter el orden”, el Secretario de la Defensa le pidió a Vicente Fox que le diera la orden por escrito, con lo cual Vicente Fox desistió de caer en tan horrenda tentación.

No es posible que el ex Presidente Miguel De La Madrid pague con cárcel o al menos con una sanción económica por los delitos que haya cometido al ejercer el poder porque falleció tranquilamente en 2012 sin que ninguno de los dos gobiernos inútiles de la “alternancia” emanados del PAN (Presidente Vicente Fox, Presidente Felipe Calderón) movieron un solo dedo para que al menos se abriera una carpeta de investigación para corroborar la verdad histórica sobre los señalamientos en su contra, e inclusive hasta el final de su vida Miguel de la Madrid continuó disfrutando de su opípara pensión presidencial vitalicia pagada hasta el último centavo por el mismo pueblo al que hundió. Hasta la fecha, ningún gobierno posterior al suyo ha hecho el menor esfuerzo para aclarar denuncias como las que aparecieron en el artículo publicado desde hace ya tres décadas en el periódico The Washington Post, aunque a estas alturas y en nombre de la impunidad ya poco importa. Tampoco ninguno de los Congresos conformados a través de una pluralidad brotada de elecciones libres (a diferencia de los Congresos del pasado conformados por una mayoría aplastante de siervos dóciles del anterior sistema unipartidista) ha hecho el menor esfuerzo por crear Comisiones de la Verdad que investiguen este tipo de cosas. Ni siquiera han movido un dedo para acabar de tajo con el fuero constitucional, la carta suprema de impunidad que otorga protección total a funcionarios y políticos corruptos poniéndolos fuera del alcance de la ley. Quizá porque el haber padecido tanta impunidad por tanto tiempo ha hecho que muchos mexicanos se acostumbren a ella y la vean como algo natural, convirtiéndola en un hábito, o más que un hábito, en un vicio. Y los vicios nunca han sido fáciles de abandonar.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Till death do us part



Why do some people get married if they’re going to get divorced?

The question is not so stupid if we consider the enormous amount of money that goes into the simple act of tying the knot. The expenditures include floral arrangements, the catering service, the bridal gown, the orchestra or music band for the ocassion, the gold rings, wedding invitations, hall rental, limousine rental, wedding cake, honeymoon trip, the tuxedo of the groom, the dresses of the bridal maids, and all this besides the engagement ring itself which is usually quite expensive. All in all, the cost of getting married may easily approach or even surpass the cost of a brand new sports car or perhaps a yacht, except that no one in his right mind has any intention of divorcing his hard-earned sports car or his hard-earned yacht.

Most of those who do get married and end up getting divorced, when asked why they got married in the first place, will most likely answer that when they got married they thought love would last forever and love alone would overcome whatever grievances and quarrels they would face as a married couple. In the USA, for quite some time now, about half of those who do get married end up getting divorced. They make solemn promises of eternal love, where the word eternal has been redefined to mean five or six years at the most. What made them think in each individual case that they were rather special, that breakup would not even be a possibility in the future? What made them think they would not end up in divorce court as time went by? Did they really believe when they were taking their wedding vows that they were immune to a breakup?

Still some others with religious beliefs might argue that, since living together as a couple without getting married is akin to living in sin and going to Hell, they are willing to tie the knot by doing what was considered in days of yore as “the right thing to do”. However, considering that marriage vows are taken to be something sacred (the words “united in holy matrimony” still appear on many marriage certificates), an oath solemnly made in the presence of the Lord with the wording “till death do us part”, breaking up a marriage after taking a sacred vow in front of a minister of the Lord would seem to be a sin just as bad as simply living together as an ummarried couple. Thus, invoking the sanctity of marriage as an excuse to go ahead and get married thus doing “the right thing” is no excuse at all, it is a rather poor argument and justification to take such a big step.

The ages old excuse that “when you’re in love, you don’t think” used when jumping into marriage without gauging the future consequences cannot be taken at face value. Even those blindly in love still go to work, still do math calculations when required, still go out shopping when needed and still drive their cars, and these activities require a fully functioning brain taking logical decisions at every minute. If all brain activities except those having to do with hormonal functions became impaired, it would become impossible even to remain standing up. As an excuse, it is a rather poor excuse, at best.

Marrying the wrong person is not just something that happens to dumb people. It happens to bright people too. None other than Einstein himself got married, he took his sacred vows, he promised to his bride that he would always be at her side, forever, “till death do us (a)part”. And what happened? Yep, his marriage ended up in divorce, and it was a rather messy divorce, certainly not in the most amicable terms. It also happens to people who belong to the highest social strata. Though fairy tales have popularised the fantasy notion “and they lived happily ever after” (that’s why they’re called fairy tales), the truth of the matter is that not even Adam and Eve themselves were able to make that claim of living happily ever after, most certainly not them (and they were not even married, for the institution of marriage had not yet been instituted by any established religion!). The story lines of such fairy tales often describe a princess swept off her feet and being carried away by a handsome prince to a beautiful castle. Something along this story line happened to Princess Diana. She got married to a prince just as fairy tales dictate. Her prince was not bad looking, he was not a drunkard, he was a gentleman, well educated, in line to become King of England. Both took their sacred vows in a majestic scenario, their wedding was proclaimed as the wedding of the century and shared by all Britons with joy. And what happened? After just a few years, all Hell broke loose, and they ended up hating each other and saying goodbye forever in yet another rather messy divorce, recanting from their wedding vows which in the end were nothing but promises not to be kept. Things got so bad that the Mother Queen referred to the last year of Prince Charles and Princess Diana as annus horribilis (a most horrible year, and even those words did not begin to describe it). Thus, getting married to a prince or a princess is no guarantee that whatsoever that what amounts to a ticking time bomb will not end up exploding in a big bang worthy of a Wagnerian drama.

In divorce court, the argument usually given for the breakup is “unreconcilable differences”. But if the phrase “till death do us (a)part” is to have any meaning at all, then both husband and wife should feel obligated to chew up anything they might have against each other, tolerating each other’s deficiencies as unbearable as they might seem at times, and accepting their self-imposed fate as a result of a very poor decision that lead all the way up to marriage, accepting the stark reality that there is no other way out of what turned to be a very bad deal other than death itself, which is a rather grim way to escape from what otherwise can end up being Hell on Earth. On the other hand, it is true that one of the main purposes of taking this lifelong commitment is to protect the offspring that come later in life as a result of marriage. Once the kids have grown up, are on their own and leave the nest, a separation in amicable terms is undoubtedly far better than being chained forever to someone when there is no longer any love either way.

The Catholic Church is very specific on this issue. A separation is acceptable as long as none of the members of married couples who split ever get married again to someone else. In other words, once the wedding vows have been taken, the knot is tied forever and cannot be broken up, even if the husband turns up to be a drug addict or a homosexual, even if the wife turns up to be an unrepentant adulteress, even if they both end up hating each other in such a way that they cannot bear to see one another for a single minute. The indisolubility of marriage follows from a strict interpretation of the New Testament, when Jesus himself performed his first miracle during a wedding held at Cana. As a matter of fact, marriage counselors were not even contemplated in those times, both husband and wife were expected to live up to their end of the agreement just as they both promised. If, once married, things begin to sour quickly, the most cynical might argue that taking such vows which have the potential of ruining one’s life forever and for which there is no escape is akin to making a deal with the Devil himself. No way out, that’s the admonishment. If you err, if you married someone you should have not married, well, you will have to accept the fact that you have ruined the rest of your life, without the chance to correct what turned out to be a very awful mistake. It is no wonder that, considering the alternatives, in the past many men and women opted to become monks and nuns, thereby renouncing at the possibility of playing a Russian roulette with this old institution we now call marriage. And most certainly, although splitting up and marrying someone else is considered to be a sin that comes from breaking one’s vows in the countenance of the Lord in his shrine, refusing to marry and remaining celibate forever is not considered to be a sin, quite the contrary, it is considered to be a road to sainthood. The only objection that can be raised would be that, if everybody on Earth at one point in time had decided to live a monastic life, mankind would most certainly become extinct in the course of a single generation; the only thing that keeps this from happening is that the sex drive is stronger than any religious belief that may be imposed upon Man, and it is this drive that has kept mankind away from extinction.

There are those who think that marriage is an institution created by Man, while there are others who believe that marriage is a sacrament instituted by God. Among the former there are those who are convinced that marriage is an outdated tradition that has outlived its usefulness and whose course has run out. Among the latter there are those who are convinced that marriage is a sure way to martyrdom and therefore a way to Heaven. A noted Mexican humorist once said: “How can priests talk with such authority about Hell if they have never been married?”.

If marriage is not to be taken lightly, if marriage is to be taken as one of the most important and serious decisions a man and a woman can take jointly, then a welcome change in all marriage ceremonies around the world would be not to hold on to marriage as something easy to do. Beyond the economic considerations that make marriage such a difficult step to take, the truth of the matter is that it is rather easy nowadays to get married, far too easy. If it is going to be something nearly impossible to undo, then marriage itself should be something equally impossible to get into in the first place. Perhaps the time has come to demand from all those who want to get married a reasonable trial period, say two years, of living together as a couple. No marriage ceremony performed until the trial period is over. Two years should be a reasonable time period for a woman to find out that her would-be-husband is a drunkard or a wife-beater. It should also be a reasonable time period for a man to find out that his princess on the outside is really an ill-tempered hag on the inside. The justification for the pre-marital time period is that divorce cannot possibly take place between two persons who were never married to begin with.

Even after a two-year time trial period, the wording used in the religious ceremonies themselves should be modified in order to make both parties think twice and think hard before they say “I do”. Perhaps the priest or the parson might add: “The step you are about to take is extremely serious, this is no joke, this is no game; are you absolutely sure that you still want to take your wedding vows? Are you both absolutely sure that the word divorce has been banned from your vocabulary from now on? Look at me straight in the eye, think about all those before you who have taken the same vows you want to take now and who have ended up in divorce court. Are you absolutely, positively sure, that you will not end up the same way? What makes you so sure? Remember that you are about to take a sacred oath, and as a minister of the Lord I hereby forbid you to take such an oath if you are not absolutely positively sure you want to take this step. If there is even the smallest trace of doubt in your minds that your marriage will not last forever, then I implore you to stop at this very moment, for this will be the last chance you will have to keep a marriage going bad from happening. And just so you will be sure you want to say YES when you are asked to do so by me, I will give you ten minutes alone in that private booth you see over there so you can talk things over for a last time, and when you come out I expect you both to be sure without the faintest hint of doubt that you will live up to your promise.”

So, why do some people get married if they’re going to get divorced? The most logical explanation, given the above considerations, is that it is very easy to jump into the pool even if the pool is empty and has no water inside, when you are blind. The rules should be tightened and the requirements should be strengthened. If getting married is turned into a rather difficult thing to do, if the act of marriage becomes an almost impossible event except in those cases when both parties have passed all their tests with flying colors, if getting married becomes just as difficult if not more than getting divorced, then divorce rates might go all the way down to zero or something very close to zero. It is an experiment worth trying.

There is, of course, that lingering possibility that even if marriage rules are tightened nearly to a breaking point, testing the patience of both bride and groom to the very limit, divorce rates will remain as high as always, in which case, the question would be have to be rephrased as follows:

Why do some people STILL get divorced, after all they have gone through in order to get married, undergoing a painful divorce almost as hard to get as was the wedding itself?

The answer would then have to be, without a doubt, when it comes to marriage: “because some people are just plain dumb, period”.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Las ropas nuevas del Emperador (cuento)



La entrada publicada en esta bitácora en la Nochebuena del año pasado (2010) en la cual se reprodujo el cuento inmortal El patito feo de Hans Christian Andersen parece haber tenido una buena aceptación entre mis lectores, tan buena que he decidio poner para esta Nochebuena otro cuento del mismo autor.

El cuento aplica muy bien a hechos de la vida cotidiana. En muchas ocasiones, en las altas esferas del poder, es común ver que al Primer Ministro, al Rey o al Presidente rara vez se les trata de contradecir, aunque estén completamente errados. Los ayudantes y consejeros inmediatos de los jefes de Estado, pensando más en la seguridad de sus bien remunerados empleos que en su obligación de tener que hacerle ver al jefe de Estado sus crasos errores, sobre todo cuando tales errores van a ocasionar muchos perjuicios, le dicen lo que creen que quiere escuchar. Al darle el visto bueno en todo, sin contradecirlo jamás, el jefe de Estado puede perder el piso y caer en su propia trampa llegando a creer que es infalible, que por estar siempre en lo correcto (según él) es casi un dios, ensoberbeciéndose y haciéndole aún más difícil a sus ayudantes y consejeros inmediatos el tratar de hacerle ver sus errores, lo cual puede ser tan comprometedor como para un ratón el tratar de ponerle el cascabel al gato (esto último, el cascabel del gato, es motivo de otro cuento que trata de cómo ningún ratón se atrevió a ponerle el cascabel al gato, ni siquiera el que propuso tal solución para hacer saber a los ratones sobre la presencia cercana del gato).

Ni el Primer Ministro, ni el Rey, ni el Presidente ni Emperador alguno son infalibles, y ciertamente no son dioses. Son humanos, propensos a cometer errores y a tomar malas decisiones como cualquier otro. Y aunque lo más difícil es aceptar los errores propios, cuando se está al mando de una nación cuya seguridad y bienestar dependen de las decisiones que se tomen en las altas esferas de gobierno, el mandatario está prácticamente obligado a ponerse en tela de duda a sí mismo en todo lo que decida, y suponer que cuando sus ayudantes y consejeros inmediatos le aplauden cualquier cosa lo están haciendo no tanto por que realmente estén convencidos de que está en lo correcto sino por decirle lo que creen que él quiere oír de ellos. En México, en los grises tiempos de José López Portillo (el hombre que destruyó la economía nacional contribuyendo con sus malas decisiones a dejarle al país la mayor deuda externa de país alguno en aquél entonces), es famoso el relato que va como sigue:
Presidente: Estaba pensando que la construcción del nuevo monumento es un gran despilfarro.

Secretario: En efecto, es una pérdida miserable de recursos del pueblo que no se justifica.

Presidente: Pero cambié de parecer, y creo que el motivo de homenaje al cual estará dedicado el monumento es justo.

Secretario: Tiene usted toda la razón, Señor Presidente, como siempre; no debemos pasar por alto esta magnífica oportunidad para llevar a cabo el proyecto que usted concibió en un momento de inspiración digna de su elevado talento creativo.

Presidente: Con relación a los acusados de llevar a cabo actos de terrorismo, había concluído que tales hombres eran unos miserables que no merecen menos que la pena de muerte.

Secretario: Desde luego, Señor Presidente. Hay que aplicarles todo el peso de la ley. Se justifica enviarlos al paredón o a la horca para que paguen con sus vidas el atrevimiento de haber desafiado a su administración.

Presidente: Aunque pensándolo mejor, son hombres con familias que se pusieron en riesgo ellos mismos y a sus familias luchando por sus ideales, y quien lucha de buena fé por sus ideales no puede ser tan malo y merece el indulto, un acto de misericordia que de paso aumentaría mi popularidad como hombre generoso y magnánimo con sus enemigos.

Secretario: ¡Brava decisión, Señor, por la cual Usted será aplaudido por muchas generaciones venideras como un político benevolente cuya grandeza se equipara a la de los Césares de Roma!

Presidente: ¿Qué horas son?

Secretario: ¡Las que Usted mande, Señor Presidente!
Inspirado por el cuento, compuse una partitura musical que intenta capturar la esencia del mismo, la cual reproduzco en su totalidad más abajo al final del cuento. La partitura consta de 19 páginas. Se puede bajar cada página de Internet, y en virtud de que cada página en su tamaño original en formato de imagen PNG ocupa el equivalente de una hoja tamaño carta, se pueden imprimir todas las páginas (una por una) de que consta la partitura, en la mayoría de los casos enviando la imagen directamente a la impresora. Quienes tengan un programa de cómputo para transcribir las notas de la partitura, lo pueden hacer con toda confianza, ya que de hecho la notación empleada ha sido ajustada para tales efectos, lo cual permite obtener posteriormente (en la mayoría de esos programas de cómputo) el archivo musical en formato MIDI o en algún otro formato entendible por las computadoras, para poder escuchar la música que va de la mano con el cuento. Aunque parecen ser demasiadas hojas, hay secciones completas de la composición musical que se repiten, pero no pude usar la notación abreviada que se usa en la teoría de la música para tales efectos en virtud de que los programas de cómputo para composición musical como el que yo usé (MusicWrite, de Voyetra) carecen de las capacidades para poder “saltar hacia atrás” repitiendo la sección a partir de cierto punto. Esto significa que, una vez que los lectores con aptitudes musicales vayan identificando esas secciones que se repiten, no se verán en la necesidad de transcribir todas las notas, pueden copiar esas secciones que se repiten mediante la técnica de copiado y empastado que casi todos los programas de composición musical incluyen. Quienes sepan leer directamente una partitura musical tocándola al piano (esta es la prueba de fuego que separa a los verdaderos músicos de los músicos amateur) podrán entretenerse con este material en esta Nochebuena, sobre todo tomando en cuenta que exceptuando en las ciudades grandes ya no hay muchos lugares en los que vendan partituras musicales como se acostumbraba hacerlo en el pasado.

Quienes hayan leído el cuento de chicos y que tengan sus propios hijos, tal vez querrán aprovechar estas vacaciones navideñas para leerles el cuento a sus propios hijos, enfatizando la moraleja del cuento.

He aquí el cuento, tras el cual se reproducirán las partituras musicales que le dan un fondo musical al cuento y que el lector puede empezar a transcribir de inmediato si cuenta con un programa propio para llevar a cabo redacción y composición de obras musicales. Antes de proceder a la lectura del cuento, deseo poner del conocimiento de mis lectores que para la próxima temporada de Navidad (no precisamente en Nochebuena, sino un poco antes) tengo la intención de compartir con mis lectores los secretos de algunos trucos de magia, con los cuales podrán impresionar a sus amistados y a sus familiares en una época en la que debe reinar la alegría y la felicidad que nos distrae aunque sea un poco de las duras realidades de la vida.


Las ropas nuevas del Emperador
De: Hans Christian Andersen


Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia. No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el Consejo”, de nuestro hombre se decía: “El Emperador está en el vestuario”.

La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.

-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.

Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.

«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el Emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.

«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».

El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.

Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».

-¿Qué? ¿No dice Vuecencia nada del tejido? -preguntó uno de los tejedores.

-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.

-Nos da una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.

Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.

Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.

-¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.

«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.

-¡Es digno de admiración! -dijo al Emperador.

Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.

-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.

«¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso». -¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada. Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella. El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.

Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está listo!

Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:

-Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí tienen el manto... Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.

-¡Sí! -asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.

-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?

Quitose el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.

-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!

-El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle - anunció el maestro de Ceremonias.

-Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? - y volviose una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.

Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:

-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!

Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.

-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.

-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.

-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!

-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.

Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.

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Bien, hemos llegado en el último párrafo al final del cuento. A continuación se reproducen las hojas de la composición musical completa para el cuento, haciéndose hincapié que para poder obtener cada hoja en tamaño completo es necesario hacer clic en cada imagen (que en este caso no es más que un thumbnail) y proceder a descargar directamente de Blogger cada hoja por separado.




















martes, 15 de noviembre de 2011

Salvando cachorros del parvovirus

Ninguna otra enfermedad viral contagiosa es tan devastadora en los perritos de temprana edad, sobre todo aquellos que no tienen apenas una o dos semanas de haber abierto sus ojitos, como el parvovirus.

Los síntomas son inequívocos al poco tiempo del contagio. El cachorrito que normalmente debería de tener mucha hambre y estar comiendo a todas horas de pronto pierde casi por completo su apetito y empieza a vomitar. Casi al mismo tiempo, se sobreviene una diarrea incontrolable. En cuestión de un par de días, el cachorro manifiesta un adelgazamiento extremos, viéndose ya muy flaco en vez del perrito regordete y juguetón que era apenas hace unos días. La diarrea eventualmente toma una coloración rojiza, señal inequívoca de que está empezando a defecar sangre, tras lo cual su aspecto empeora y en cuestión de un par de días lo más seguro es que morirá si no se hace absolutamente nada para salvarlo.

El parvovirus es especialmente duro con los cachorros porque estos aún no tienen su sistema inmunológico plenamente desarrollado, tienen sus defensas naturales biológicas apenas en proceso de formación. Aunque el parvovirus puede atacar también a perros adultos, estos tienen una probabilidad mucho mejor de sobrevivir a la infección que un cachorro.

La principal fuente de infección para contraer el parvovirus es casi por lo general externa. Un cachorro que está resguardado del exterior y está dentro de un espacio cerrado sin contacto con otros perros callejeros excepto con su propia madre es menos vulnerable a contraer una infección del parvovirus, aunque ello no significa que sea invulnerable. Una forma en la cual el cachorrito puede contraer la infección sin que su dueño se dé cuenta de ello es cuando estando muy pequeñito se le lleva por vez primera con el veterinario por cualquier motivo. En las clínicas veterinarias dan entrada a muchos perros de todo tipo de razas, y una buena parte de esos perritos son llevados allí precisamente porque padecen de alguna enfermedad, lo cual hace posible que entre esos perritos enfermos haya algunos que son llevados precisamente porque están enfermos de parvovirus. Una vez que son atendidos esos perritos enfermos de parvovirus en esas clínicas veterinarias, hay probabilidades altísimas de que a través de su saliva y sus fluídos corporales así como a través del contacto con el veterianrio dejen rastros del parvovirus en la clínica veterinaria que no pueden ser detectados a simple vista porque el parvovirus por su tamaño es indetectable. Lo ideal sería que después de atender a cada perro enfermo del parvovirus las clínicas veterinarias llevaran a cabo una desinfección total del lugar, lo cual por simples razones de tiempo y costo nunca se lleva a cabo. De este modo, después de haber sido atendido un perro enfermo del parvovirus en una clínica veterinaria, los cachorros que sean llevados a esa misma clínica veterinaria durante el transcurso del día o de los días inmediatos posteriores tienen una probabilidad elevada de contraer el parvovirus aunque antes de la visita a la clínica veterinaria hayan estado perfectamentes sanitos.

Otra manera de contraer el parvovirus es a través de la materia fecal que dejan otros perros enfermos en los lugares públicos y en los parques de recreo. Esta es la razón por la cual no es recomendable sacar a pasear fuera de casa a ningún cachorro hasta que no haya tenido su serie completa de vacunaciones en contra del parvovirus.

Lo peor del caso es que cuando el cachorrito forma parte de una camada y está conviviendo con otros cachorritos de la misma camada, una vez que el cachorrito haya contraído el mal ya sea tras una visita a una clínica veterinaria o por algún contacto con un perro callejero infectado el cachorrito seguramente le transmitirá la enfermedad a sus hermanitos y hermanitas, con lo cual toda la camada estará sentenciada.

El parvovirus es una enfermedad particularmente letal. El índice de mortandad es de alrededor del 60 por ciento. La mayoría de las muertes debido al virus del parvovirus ocurren dentro de las primeras 48 a 72 horas posteriores al inicio de los signos clínicos. Entre más pronto se identifiquen los signos clínicos en un perrito enfermo y se inicie un tratamiento para salvarlo, tanto mejor serán las posibilidades de poder salvarlo.

Esta microfotografía nos muestra al asesino frente a frente dándonos su verdadero rostro:




El parvovirus fue identificado desde 1978 y tiene una distribución mundial. Es muy resistente a las condiciones ambientales extremas y puede sobrevivir por largos períodos de tiempo. Pequeñas cantidades de heces que contengan el virus pueden servir como reservorio de la infección y el virus es fácilmente transmitido de lugar a lugar transportado en el pelo o en los miembros del perro o en jaulas contaminadas, zapatos y otros objetos. Todos los perros de cualquier edad que no han sido vacunados contra el parvovirus canino tienen el riesgo de ser afectados, sin embargo en los cachorros se aumenta el riesgo de adquirir la enfermedad entre el destete y los cuatro meses de edad.

Esta fotografía nos muestra a un cachorro que ha contraído la enfermedad, cuyo rostro triste empieza a mostrar los estragos que ha empezado a causar el mal en su organismo:




Y aquí se tienen los rastros inequívocos de un perrito que ha empezado a defecar sangre en forma líquida:




Hay una vacuna en contra del parvovirus, y la primera prioridad para proteger a un cachorrito en contra del parvovirus después de varias semanas de nacido es llevarlo a recibir sus primeras inmunizaciones para el parvovirus. Generalmente se requieren de cuatro inyecciones de la vacuna, espaciadas en tres o cuatro semanas, para que la vacuna surta efecto y el cachorro quede inmunizado. Puede ayudar algo el que la madre de los cachorros antes de tenerlos haya sido inmunizada, aunque esto no es una garantía absoluta y tal vez la madre por su condición próxima a dar a luz no pueda ser inmunizada.

El problema principal en la aplicación de la vacuna del parvovirus a los cachorros de corta edad estriba en que la vacuna es inútil si es aplicada a los pocos días de que hayan nacido o inclusive a las pocas semanas después de que hayan abierto sus ojitos, porque sus organismos en pleno desarrollo aún no están preparados para poder generar los anticuerpos que la vacuna hace que produzcan sus cuerpos. Es en este lapso de tiempo en donde el parvovirus se aprovecha de esta ventana de oportunidad para llevar a cabo su ataque, ya que la inmunidad natural proporcionada por la leche materna disminuye antes de que el propio sistema inmune de los cachorritos haya madurado lo suficiente para combatir la infección. Esta es precisamente la etapa de mayor riesgo en la cual el dueño del cachorrito o de los cachorritos está virtualmente atado de manos para poder proporcionarles la inmunidad en contra del contagio de parvovirus, y es precisamente la etapa en la cual los cachorros son más vulnerables a contraer la enfermedad y sucumbir ante ella. Una preocupación adicional es que la misma inmunidad proveída por la leche materna puede interferir con una respuesta efectiva de vacunación, lo cual se traduce en que aún cuando los cachorritos hayan sido vacunados pueden sucumbir al parvovirus.

Hasta que un cachorrito haya recibido su serie completa de vacunaciones, los dueños deben ser muy precavidos y no deben permitir que su perrito tenga contacto con material fecal de otros cachorritos (por ejemplo, cuando camina en el parque, lugares de recreación, tiendas de mascotas, exposiciones, o cuando camina por las calles de la ciudad); razón por la cual lo mejor es no sacar a un perro chico a pasear fuera de la casa hasta que no haya cumplido por lo menos unos cuatro o seis meses de edad.

Una vez que es confirmada la enfermedad en un cachorrito, si se acude a un médico veterinario para pedirle consejo es muy posible que el veterinario dé una indicacción muy pesimista ordenando la destrucción del cachorrito y posiblemente de la camada completa con la cual tuvo contacto, sin ofrecer mayores esperanzas más que la aplicación de una eutanasia por vía de una inyección intravenosa.

La pregunta ahora es: ¿se puede salvar de alguna manera a un cachorrito en el cual se manifiesten los síntomas de la enfermedad?

La respuesta a esta pregunta depende del entendimiento de dos hechos importantes y cruciales. Lo primero que termina matando a los cachorritos no es en sí el ataque directo del virus sino la deshidratación que provoca el parvovirus en los cachorritos. Bajo estas condiciones del mal, el cachorrito no solo no tiene apetito, sino lo que es mil veces peor, estará vomitando toda el agua que consume. Y al estar vomitando continuamente sin reponer el agua que está perdiendo su organismo, lo cual se va manifestando en su adelgazamiento acelerado, esta inanición de agua termina deshidratándolo llevándolo eventualmente al punto sin retorno. La deshidratación extrema es lo que termina precipitando el sangrado en el aparato digestivo del cachorrito que se manifiesta en la defecación de sangre. Y lo segundo que puede terminar matando a los cachorritos es lo que se conoce como una infección secundaria causada por otro microorganismo patógeno que aprovechando la oportunidad de que el cachorrito se encuentra debilitado se instala junto con el parvovirus para llevar a cabo entre ambos su tarea mortífera.

Entendido lo anterior, resulta evidente que cualquier esperanza que pueda tener un cachorrito para salvarse, por remota que esta sea, se centra de manera prioritaria en contrarrestar por todos los medios posibles la deshidratación extrema que eventualmente lo puede llevar a la muerte. Es en esto y principalmente en esto en donde se centra la primera línea de ataque para salvar al cachorrito. Simultáneamente, se vuelve prioritario hacer lo posible por impedir que el cachorrito pueda sucumbir a causa de una infección secundaria. Curiosamente, aunque los cachorros de corta edad carecen de suficientes defensas para poder protegerse del parvovirus, parecen contar con defensas para protegerse de infecciones bacterianas. Esto posibilita montar una defensa doble si se tiene la disposición y se cuentan con los recursos para ello.

Obviamente, a los médicos veterinarios, los cuales tienen que atender no a uno o dos perros sino a docenas y docenas de perros enfermos día tras día que les llevan la clínica, no les agrada mucho la idea de concentrar su atención y sus esfuerzos en un solo perrito para tratar de salvarlo en una lucha difícil, e inclusive si se les deja al cachorrito en la clínica veterinaria es posible que no lleven a cabo la lucha en la manera enérgica en la cual se tiene que llevar a cabo. Es, a fin de cuentas, el dueño del cachorrito así como sus familiares quienes pueden contar con el tiempo suficiente para emprender una batalla que de antemano se advierte que no será fácil pero que puede ofrecer esperanzas de triunfo.

Veamos primero el problema de la deshidratación. Si el cachorrito se resiste a beber agua que de cualquier manera va a vomitar a los pocos segundos de haberla ingerido sin poder meterla en su organismo, ¿cómo reponerle el agua que está perdiendo y que su organismo necesita desesperadamente? ¿Cómo reponerle el agua en su organismo en forma tal que le sea absolutamente imposible vomitarla? La respuesta obvia es que esa agua le tendrá que ser suministrada al cachorro mediante inyecciones. Afortunadamente, tratándose de cachorros y estando débiles por la enfermedad, no opondrán mucha resistencia a la aplicación de dichas inyecciones, y en el peor de los casos no se requerirán más de dos personas sujetando al perrito mientras se le aplica cada inyección. El suministro de agua por este medio será tan importante que, en cierto punto, toda el agua que pueda estar orinando el cachorrito será el agua que se le suministró por la vía de una jeringa.

Además de las inyecciones requeridas para combatir de frente a la deshidratación del cachorro, se requiere también de la aplicación de inyecciones para suministrarle los antibióticos requeridos para protegerlo en contra de infecciones secundarias. Es importante tener presente que las inyecciones para rehidratar al perrito y las inyecciones para suministrarle los antibióticos no pueden ser aplicadas en el mismo lugar, y de hecho tienen que ser aplicadas en lugares distintos y de maneras distintas en la forma en que se indicará a continuación.

Para nulificar por completo la posibilidad de que el cachorrito pueda contraer alguna otra infección secundaria en una clínica veterinaria en caso de que se deje al cachorrito en la clínica veterinaria bajo los cuidados del veterinario (tómese en cuenta que en las clínicas veterinarias llegan perros enfermos de otras cosas contagiosas como el moquillo, la hepatitis, la lepstospirosis, etc.), el cachorrito tiene que ser cuidado y atendido en la casa del mismo dueño con la ayuda de los familiares y amigos que habiten en la misma casa.

No debe causar asombro el hecho de que el tratamiento sea en cierta forma algo parecido al que se suministra a niños humanos recién nacidos. El antibiótico que será recomendado a continuación (Garamicina-Gentamicina) es un antibiótico propio para infantes, a diferencia del mismo antibiótico que se suministra a los adultos en caso de infecciones.

Al emprender esta lucha, es importante también consultar con un buen médico veterinario que esté dispuesto a colaborar con el dueño del cachorro en esta dura batalla para las dosificaciones a ser administradas al cachorrito, esto en virtud de la gran variedad de tamaños de los cachorros de corta edad debido a las razas diferentes de perros (no pesan lo mismo un cachorro chihuahueño y un cachorro Pomeranio de seis semanas de edad que un cachorro Pastor Alemán de la misma edad). El siguiente tratamiento que será dado a continuación es el adecuado para cachorros de la raza Pastor Alemán y muy posiblemente se pueda aplicar sin cambio alguno para otros cachorros de razas similares por su tamaño (los nombres de las medicinas son propios de medicinas que se venden en México, aunque consultando en Internet se pueden obtener las medicinas genéricas con la misma fórmula en otros países):

TRATAMIENTO CONTRA EL PARVO-VIRUS PARA CACHORROS PASTOR ALEMAN
Medicinas requeridas:

Solución de agua salina al 9% (rehidratante)
Garamicina (Gentamicina) inyectable 20 mg/2 ml (antibiótico)
Torecan inyectable, 1 ml. (antivomitivo, optativo)
Ampicilina para niños de 50 mg.(antibiótico)
Vitamina B12 inyectable (alimento)
Jeringas esterilizadas desechables
Se aplica cada 12 horas al cachorrito una inyección intramuscular (en cualquiera de las dos piernas traseras en donde haya más músculo) combinando 1 mililitro del antivomitivo Torecán con 20 miligramos/2 mililitros del antibiótico para niños Garamicina (Gentamicina). Además, se aplica cada 24 horas una inyección intramuscular del antibiótico Ampicilina (penicilina) para niños de 50 miligramos (la cual se puede combinar en una sola jeringa con una de las dos inyecciones de Garamicina que se aplican durante el día). Para que no se deshidrate el cachorrito (ya que todo lo estará vomitando por varios días, incluyendo el agua que tome), se le aplican 20 centímetros cúbicos diarios de agua salina dos veces al día (10 centímetros cúbicos en cada ocasión) inyectados subcutáneamente (por debajo de la piel, sin penetrar el músculo) sobre las paletitas del área del omóplato pero debajo de la piel (en caso de duda, el veterinario puede dar indicaciones sobre cómo se aplican estas inyecciones rehidratadoras). Esta es una inyección algo curiosa en la cual, en vez de aplicar el piquete en forma perpendicular a la piel, se aplica de lado (con la aguja algo paralela al lomo del perrito pero inclinada en forma tal que pueda penetrar por debajo de la piel). Al ser aplicada cada inyección de agua salina, el dueño del cachorro se sorprenderá al ver que se va formando una bolsita debajo de la piel del perrito (esta bolsita será la confirmación de que la inyección de agua salina fue bien aplicada), lo cual no debe de causar preocupación. Una vez aplicada la inyección de agua salina, las bolsitas de agua que se forman debajo de la piel se pueden deshacer masajeando suavemente la piel del perrito por fuera en el área en donde se formó la bolsita. Después de cada inyección, cada jeringa usada debe desecharse y se debe utilizar una jeringa nueva desechable para la siguiente inyección.

El papel que desempeña en el tratamiento la vitamina B12 es para suplir de alguna manera la falta de alimento en el cachorro, el cual precisamente en su etapa temprana de crecimiento que es cuando más rápido debería de estar creciendo y mejor debería de estar comiendo no puede meter nada en su tracto digestivo porque todo lo está vomitando.

Como puede verse, antes de aplicar las inyecciones de los medicamentos es recomendable consultar con médico veterinario si los medicamentos en cuestión se aplicarán subcutáneamente (debajo de la piel, pero no intramuscular) o intramuscularmente. La vitamina B12 inyectable se puede combinar en una de las dos inyecciones, pero se puede consultar con el médico veterinario para que éste recomiende, de acuerdo a su experiencia, si es mejor aplicarla intramuscularmente o por debajo de la piel.

Como medidas adicionales para ayudar en la recuperación, sobre todo en tiempos de frío, los perros o los cachorros enfermos deben mantenerse abrigados. Y como medida preventiva, los cachorros enfermos deben mantenerse separados de los demás perros o cachorros sanos.

Aunque en las clínicas veterinarias se acostumbra aplicar suero por vía intravenosa para rehidratar al cachorro y proporcionarle algún alimento, esto requiere dejar al cachorro todo el tiempo en la clínica veterinaria, encerrado dentro de una jaula en donde es mantenido inmóvil, y en donde enfrenta el riesgo y el peligro de contraer otras infecciones secundarias de otros perros que son llevados enfermos a la clínica veterinaria con otros padecimientos distintos al parvovirus. Puesto que el dueño del cachorro enfermo carece de los conocimientos y los mediosen su propia casa para suministrarle a su cachorro suero por vía intravenosa, aquí es en donde las inyecciones de agua aplicadas en el lomo debajo de la piel actúan como reemplazo del suero administrado por la vía intravenosa, con la ventaja adicional de que puede ser más el agua rehidratante que le entra al perrito por la inyección subcutánea que el suero que le va entrando muy lentamente por la vía intravenosa.

Aunque la batalla es dura, no hay que esperar mucho tiempo para que se conozcan los resultados, ya que la crisis dura unos dos o tres días desde que se manifiestan los primeros síntomas. Si el perrito responde al tratamiento, esto se empezará a saber cuando hayan transcurrido los tres o cuatro días. Hay que estar preparado para darle de comer de inmediato al perrito todo lo que pida en cuanto tenga hambre y no vomite ya el alimento, ya sea alimento sólido o alimento líquido como leche en bote para bebés humanos (en México, se usa el Similac, aunque debe de haber fórmulas equivalentes de leche para bebés en otros países).

¿Puede servir de algo el tratamiento médico que se ha delineado arriba, ofrece algunas esperanzas? Yo pienso que sí, porque fue el mismo tratamiento que se le dió en mi casa a una cachorrita de raza Pastor Alemán que tenía poco tiempo de haber abierto sus ojitos (la cual nació en mi casa, hija de una perrita Pastor Alemán propiedad de unos vecinos y la cual nos visitaba de vez en cuando, y de un Pastor Alemán que teníamos en casa). En el caso de esta cachorrita, cuando empezó a defecar con coloración rosada, el preludio a la defecación líquida con el color rojo propio de la sangre, en ese día se le aumentó al doble el suministro del agua salina (por inyección lateral debajo de la piel en el área de los omóplatos) para detener la deshidratación que le estaba causando la diarrea, aplicándole 40 centímetros cubicos de agua salina en lugar de los 20 centímetros cúbicos, y así se le tuvo por dos días. Esa perrita sobrevivió, y se quedó a vivir en la misma casa en donde nació. Se llamaba Cuquita, y ya he publicado anteriormente algo acerca de ella en Internet. Hela aquí a sus 12 años de edad:




Y en lo que respecta a sus hermanitos, a causa de la enfermedad de Cuquita y lo contagioso de su enfermedad, también sus hermanitos se enfermaron del parvovirus. A todos ellos se les aplicó el mismo tratamiento. Y todos ellos se salvaron. Costó trabajo, pero valió la pena.

Una medicina adicional que no existía cuando se trató a la Cuquita y a sus hermanitos es un producto de la biotecnología contemporánea conocido como Interferón Omega recombinante, el cual puede aumentar las probabilidades de superviviencia del cachorro aunque no es un substituto para el tratamiento indicado arriba. El nombre comercial de este producto, elaborado por una empresa francesa, es Virbagen Omega. Desafortunadamente, el costo de este producto es alto (1,800 pesos o unos 150 dólares americanos por un vial de 10 MU). Puesto que este producto tiene que ser suministrado por vía intravenosa y se requiere de experiencia y práctica para poder localizar la vena de un perro de corta edad (algo que no es cosa fácil inclusive en seres humanos), para el suministro de esta medicina es necesario llevar al cachorro a la clínica veterinaria para que se lo inyecte el veterinario. Teniendo el vial 10 MU (Millones de Unidades, un término farmacológico), puesto que la dosis recomendada es de 2.5 MU por cada kilogramo de peso del cachorro, un vial puede alcanzar para dos o quizá tres inyecciones administradas en diferentes días. En las aplicaciones de este producto hasta la fecha, no se ha observado ninguna interacción del Virbagen Omega con antibióticos, solución para rehidratación, vitaminas y agentes antiinflamatorios no esteroideos. Sin embargo, la vacunación durante y después del tratamiento con Virbagen Omega está contraindicada hasta la recuperación aparente del animal. No se le puede vacunar mientras esté bajo tratamiento y hasta que no se haya recuperado (o sea, hasta que esté comiendo normalmente sin vomitar el alimento y sin evacuarlo con diarrea).

Considero muy afortunado el hecho de haber sido respaldado en todo lo que tiene que ver con enfermedades propias de animales domésticos por el que posiblemente sea uno de los mejores médicos veterinarios de México, el Doctor Gregorio Ruiz Hernández, el cual imparte cátedras en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y el cual logró la proeza de llevar a cabo una operación dificilísima en una perrita de raza Pomerania (es de las razas más pequeñas que hay) cortando una sección de su intestino interno que se había enredado y reconectando los extremos del intestino (algo tan difícil como tratar de unir bien los dos extremos de un cabello). Esa operación fue efectuada hace 4 años y la perrita Pomerania llamada Nena todavía alegra la casa con sus ladridos y gruñidos. Esto me ha enseñado que, cuando hay voluntad y hay fé, con la ayuda de los recursos con los que contamos en la actualidad aún en los casos más desesperantes puede haber esperanza.