La propuesta de los senadores republicanos John Hoeven y Bob Corker en realidad es una idea magnífica. Es justo lo que se requiere hoy en día para dividir ambas naciones. Y envía de paso un mensaje directo del gobierno norteamericano al resto del mundo, principalmente a los países europeos y los países asiáticos, sobre la tónica predilecta en el discurso oficial de Washington presuntamente revelada con sinceridad por el Secretario de Estado norteamericano John Foster Dulles a quien se le atribuye la famosa frase “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”, lo que vendría siendo una confesión brutal pero al menos honesta y sincera, y la cual haya sido dicha o no haya sido dicha por Foster Dulles de cualquier modo sigue siendo tan válida hoy como ayer, al menos en los hechos.
Si el muro fronterizo que hoy se propone como panacea para la solución de todos los problemas norteamericanos en lo que se refiere a los problemas de seguridad interna de dicho país se hubiera construído hace 200 años, México no habría sido invadido por los Estados Unidos, y lo que hoy son los estados de Texas, Arizona, California, Nevada, Utah, Nuevo México, Wyoming, Kansas y Oklahoma, seguirían siendo parte de México y México no habría perdido más de la mitad de su territorio. Lamentablemente, la construcción de dicho muro llega demasiado tarde, históricamente hablando, para ahorrarle a México la pérdida de más de la mitad de su territorio, aunque de cualquier modo todavía puede ser de alguna utilidad para detener la sangría de miles de trabajadores mexicanos hacia los Estados Unidos por razones económicas, incluídos albañiles, herreros, jardineros, carpinteros, mosaiqueros, plomeros, electricistas, pintores de brocha gorda, mecánicos de automóviles, enfermeras, nanas, trabajadoras domésticas, pizcadores en los campos agrícolas y carroceros, en su mayoría jóvenes dispuestos a trabajar duro por ellos y sus familias. De que toda esa gente se siga yendo a los Estados Unidos para generar riqueza en dicho país a que sea obligada por las mismas políticas migratorias del gobierno norteamericano a quedarse en México para generar riqueza en México, creo que muchos mexicanos preferimos mil veces la segunda opción. La tasa de crecimiento natural de la población en México ha estado disminuyendo de manera constante a partir de los años setentas, como podemos verificarlo en las estadísticas disponibles en Wikipedia así como otras fuentes confiables de información. Esta caída en el incremento demográfico de México inclusive ya se está reflejando en el número de gente que se va de México hacia los Estados Unidos. En un reporte del Centro Pew cuyos resultados fueron publicados el 24 de abril de 2012 en un artículo del periódico The New York Times bajo el encabezado “Mexican Immigration to U.S. Slowed significantly, Report Says”, dicho reporte confirma cómo la caída en las otrora exageradas tasas de natalidad de México se están viendo reflejadas en una caída sostenida en la inmigración mexicana hacia los Estados Unidos, y esto no va a cambiar ni en el futuro cercano ni en el futuro a mediano plazo. De hecho, en otro artículo publicado el 23 de abril de 2012 por el rotativo The Washington Post, el encabezado del artículo “For first time since Depression, more Mexicans leave U.S. than enter” (Por primera vez desde la Gran Depresión, más mexicanos abandonan a los Estados Unidos que los que ingresan), el título lo dice todo.
México no se puede seguir dando el lujo de seguir perdiendo hacia los Estados Unidos los cada vez menos mexicanos jóvenes que hay disponibles para el trabajo en México y para la creación de la riqueza en México. Afortunadamente el endurecimiento de las políticas migratorias norteamericanas ayudado por una buena dosis de xenofobia y racismo que persiste en el Congreso norteamericano puede darle a la sociedad mexicana ese estímulo a sus sectores sociales para que dejen de ver al vecino país del Norte como una válvula de escape para sus problemas laborales y económicos. Los problemas de los mexicanos tienen que ser resueltos por los propios mexicanos y no por ningún otro país, y en esto creo que muchos estamos de acuerdo.
Sobre las medidas aprobadas por el Senado norteamericano, el conocido periodista Jorge Ramos dijo lo siguiente en un artículo suyo titulado “Vender el alma al diablo”: “Estábamos a punto de grabar un programa especial de televisión sobre la reforma migratoria y no podíamos empezar porque el senador Chuck Schumer de Nueva York no colgaba el celular. Pero ninguno de los otros tres senadores que lo acompañaban –Bob Menendez, Dick Durbin y Michael Bennet– se atrevían a interrumpirlo. Yo tampoco. Schumer estaba contando por teléfono el número de senadores que apoyarían una nueva enmienda para “militarizar” la frontera de Estados Unidos con México y el asunto era demasiado importante como para pedirle que colgara. Cuando por fin lo hizo, nos enteramos de la negociación que había ocurrido a puertas cerradas. A cambio de conseguir suficientes votos republicanos para la legalización de la mayoría de los 11 millones de indocumentados, los demócratas tendrían que venderle su alma al diablo, como dice el dicho el México. El acuerdo incluye aumentar el número de agentes de la patrulla fronteriza de 21 mil a 41 mil, terminar la construcción de 700 millas de muro entre los dos países, poner en práctica a nivel nacional el programa de verificación de empleos conocido como e-verify y usar la última tecnología (como los drones o aviones no tripulados) para vigilar la frontera. La palabra “militarización” no es exacta porque no se trata de enviar soldados estadounidenses a patrullar la frontera con México. Pero sí incluye algunas duras tácticas que sólo se utilizan con naciones enemigas. De hecho, varios contratistas privados que trabajaron para el ejército norteamericano en las guerras de Irak y Afganistán ahora están buscando nuevos contratos en la frontera con México. Ahí está el dinero y ahí se están desplazando. Se trata, sin duda, de la más drástica serie de medidas en la historia para separar físicamente a los dos países. Por eso sorprende tanto el absoluto silencio del presidente mexicano Enrique Peña Nieto en este debate. La pasividad y negligencia de su gobierno es incomprensible; es como si esto no tuviera nada que ver con él, como si esto no fuera a afectar seriamente a millones de mexicanos. Esto no se hace entre vecinos. México no está siendo tratado como uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos. Con este acuerdo parecería que las dos naciones están peleadas. Es terrible regresar a la época de la construcción de muros. Al gobierno de Peña Nieto le falta imaginación para proponer acuerdos migratorios como el de la Unión Europea o, al menos, el atrevimiento y temeridad de Vicente Fox de pedir un nuevo tratado migratorio a Estados Unidos. Lo que México necesita son más visas para sus trabajadores en el norte, no más agentes norteamericanos que detengan a los mexicanos más pobres en los desiertos y montañas. Los senadores estadounidenses que idearon este acuerdo fronterizo, claramente, no quieren que la narcoviolencia en México cruce a su país, ni correr el riesgo de que un terrorista se cuele por ahí. Y tampoco quieren que después de una complicada, larga y dura negociación para una reforma migratoria, su territorio se vuelva a llenar de inmigrantes indocumentados en unos años. Entiendo por qué hicieron esto los senadores estadounidenses. El mensaje que recibieron de la comunidad latina en las pasadas elecciones presidenciales es que había que sacar adelante la reforma migratoria y un camino a la ciudadanía para millones de indocumentados, costara lo que costara. Y eso es exactamente lo que hicieron. Ahora no se los podemos echar en cara. Así, los Demócratas están sacrificando casi todo para que los Republicanos en el Senado aprueben una reforma migratoria y el proyecto pase a la Cámara de Representantes. Los senadores Schumer, Menendez, Bennet, Rubin y el republicano de Arizona, Jeff Flake, fueron muy cándidos conmigo. No, ese no era el acuerdo que ellos hubieran querido. Pero la reforma migratoria es una negociación, no el dictado de un solo partido. Lección: no se gana lo que uno se merece sino, simplemente, lo que uno negocia. Claro, todos estos acuerdos pueden cambiar o, incluso, hasta rechazarse en el momento de la votación. Pero la intención ya está marcada y el mensaje está escrito sobre la pared (digo, sobre el muro): en la frontera es mano dura, no cooperación.”
Como ya lo dije, y por las razones arriba citadas, en realidad la construcción de dicho muro puede traer algunos beneficios para México, empezando por el hecho de que la sangría de muchos jóvenes hábiles y con oficios útiles puede quedar frenada de tajo, y a esos jóvenes -que cada vez son menos en México en virtud de la caída en las tasas de natalidad- se les necesita en México para crear riqueza en México y no para crear riqueza en los Estados Unidos. Por otro lado, el distanciamiento propiciado desde Washington puede obligar a México a diversificar sus exportaciones hacia otros países así como sus importaciones de otros países, reduciendo la desmesurada porción del mercado del cual depende con Estados Unidos, empezando por aumentar sus transacciones comerciales con China, país que de acuerdo a algunas proyecciones será la primera potencia mundial en tan solo cuatro años más. Comerciar con los Estados Unidos en otros tiempos era atractivo no solo por la cercanía geográfica sino por ser también la primera potencia mundial. Pero si Estados Unidos va a dejar de ser la primera potencia mundial, pues está llegando la hora de voltear los ojos hacia otros lugares que aunque estén geográficamente más distances puedan ser mejores amigos al no padecer los complejos de racismo y xenofobia que una buena parte de la sociedad norteamericana heredó desde los tiempos de la Guerra de Secesión y de los cuales no se ha podido liberar del todo, con todo y que tuvo ya su primer Presidente de piel negra en la Casa Blanca desde el 20 de enero de 2009.
Es tan buena la idea de los congresistas norteamericanos de levantar un muro infranqueable entre México y los Estados Unidos, que aquí se les propondrá como modelo para la construcción de dicho muro los planes de otro muro famoso en Europa (el cual cayó, por cierto, porque los europeos a diferencia de los que viven en el continente americano hoy tumban muros en vez de levantarlos), del cual tenemos aquí algunas fotografías (el personaje que aparece en la última fotografía es Robert Kennedy, hermano del Presidente John F. Kennedy, en los tiempos en los que las relaciones entre México y los Estados Unidos era mucho mejores que las relaciones actuales):
Además de la construcción del nuevo muro y la pretendida criminalización de los inmigrantes indocumentados clasificándolos con el mismo nivel de peligrosidad que los terroristas y los traficantes de drogas, los políticos norteamericanos que están trabajando duro para la creación de la nueva reforma migratoria y que no están conformes con la construcción de un muro que sea infranqueable insisten también en la contratación de una cantidad considerable de agentes de la Patrulla Fronteriza. La intención a todas luces es duplicar la cantidad de agentes de la Patrulla Fronteriza. Esta es otra idea magnífica para separar ambas naciones aún más. Pero la sola intención de duplicar el número de agentes de la Patrulla Fronteriza tal vez no baste para satisfacer plenamente a políticos como John Hoeven y Bob Corker. Se requiere contratar a agentes que sean aún más duros que los que ya se tienen. Para tales efectos, se les hará aquí una sugerencia a los artífices de la nueva reforma migratoria. En Estados Unidos tienen ya una veta de gente idónea para actuar de manera implacable en la franja fronteriza entre México y los Estados Unidos, gente que sin duda alguna está dispuesta a trabajar inclusive horas extra sin goce de sueldo con tal de proteger a los Estados Unidos de cualquier “mojadito” que trate de ingresar a los Estados Unidos con la intención de arrebatarle a los ciudadanos norteamericanos algún trabajo limpiando sanitarios o levantando sandías en los campos agrícolas de California. Los políticos en Washington ya saben muy bien de qué gente estamos hablando, y de hecho muchos de ellos han sido contribuyentes entusiastas a las campañas de reelección de congresistas y senadores que comparten con ellos (aunque no abiertamente, sino más bien en forma implícita, indirecta) su odio hacia los nuevos inmigrantes. Los pueden encontrar principalmente en los estados sureños. Las siguientes fotografías ilustran a los prototipos de los nuevos personajes que le pueden dar un nuevo perfil a la Patrulla Fronteriza ahuyentando a quienes todavía tengan la osadía de tratar de ingresar ilegalmente a territorio norteamericano:
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