Millones de creyentes alrededor del mundo están acostumbrados a tomar la Biblia como la Verdad Suprema, la Palabra de Dios. No admiten un solo cambio en ninguna línea, ni están dispuestos a reconocer obsolescencia alguna manteniendo que siempre estará vigente por los siglos de los siglos sin cambio alguno, pese a que aunque se supone que la Biblia fue escrita por inspiración divina fueron a fin de cuentas hombres de carne y hueso quienes tuvieron que poner toda esa información en los primeros pergaminos, hombres que siendo humanos carecían de la capacidad visionaria para poder ver muy a futuro los cambios que podría suceder en el curso de los acontecimientos del hombre.
En el Libro del Génesis, hay un versículo que dice lo siguiente:
Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. (Génesis 2:24)
Lo mismo podemos leer en el Evangelio según San Marcos:
"6: Pero, desde el comienzo de la creación, Dios los hizo hombre y mujer;
7:.y por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa,
8: y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo."
(Evangelio según San Marcos, 10)
Lo anterior tal vez se habrá cumplido al pie de la letra hace varios miles de años, cuando la esperanza de vida no era superior a los 50 años, y aquellos que rebasaban dicha edad eran considerados unos verdaderos ancianos. Con tan bajas expectativas estadísticas de vida en el pasado distante, ver o tener de cerca a un adulto mayor de unos 70 u 80 años debió haber sido considerado como algo sumamente extraordinario. En esos tiempos puede suponerse que los progenitores al llegar a los 40 años de edad simplemente iban muriendo por causas naturales, y al fallecer sus hijos tenían todo su tiempo disponible para enfocar toda su atención a la siguiente generación, o sea los nietos de los que murieron.
Sin embargo, en tiempos recientes, y gracias a los avances en la ciencia médica, la esperanza de vida ha ido subiendo hasta rebasar los 70 años, y es común ver a muchos adultos de la tercer edad que superan los 80 años. El problema es que el espectacular incremento en el promedio de vida no va aparejado con una mejora sustancial en la calidad de vida, y hoy estamos viendo en muchos de esos adultos de la tercera edad una plétora de enfermedades incurables que antes no se veían, enfermedades tales como la demencia senil empezando con al mal de Alzheimer que va privando a la persona de toda su capacidad de memoria volviéndola incapaz de poder hacerse cargo de sí misma, hasta el trastorno disociativo de la personalidad en donde el anciano parece tener varias personalidades y parece haber caído en la locura.
De este modo, el incremento en la esperanza de vida ocasionado por la ciencia médica, visto como algo muy bueno porque nadie quiere perder nunca a su padre y a su madre, y entre más tiempo le viva, tanto mejor, ha traído consigo una pesada carga de tener que hacerse cargo de ellos hasta el final de sus días, y si llegan a vivir hasta los 100 años de edad suele ser en condiciones tan lamentables de salud que el vivir se ha convertido en un verdader calvario no solo para el anciano de edad muy avanzada sino para todos sus familiares cercanos, sobre todo sus hijos e hijas, que se tienen que hacer cargo de él (ella) y no pueden dejarlo(a) solo(a) ni por un minuto, distrayendo el tiempo que de otro modo le dedicarían a los pequeñines.
Esta situación es manejada en la famosa película de Alfonso Arau Como Agua para Chocolate en donde los personajes Tita y Pedro ven su amor obstaculizado cuando Mamá Elena decide que Tita, siendo su hija menor, siga la tradición de quedarse soltera para cuidar de su madre hasta la muerte de esta, por ser la menor de sus hijas. ¿Una tradición, que va en contra de una de las verdades de la Biblia? Pues sí, tal parece.
En Italia se les conoce como los bamboccioni o más frecuentemente como los mammoni (los "niños de mamá"), adultos de la edad media que rebasan los veintitantos años de edad llegando hasta los cuarenta y tantos años de edad (y en cada vez más casos, hasta los cincuenta y tantos años de edad) que no se han casado y siguen viviendo en casa de sus padres, señalados de querer seguir pegados "a las faldas de la mamá". En México, los que son ridiculizados por exhibir esa aparente dependencia del hogar materno son objeto de burlas, acusados de padecer mamitis. En Italia las dos terceras partes de la población joven adulta viven con sus padres, y hay sociólogos que atribuyen esto a la mala economía cuando produce elevados índices de desempleo y hace imposible que los hijos puedan encontrar trabajo para poder ser autosuficientes. Sin embargo, el asunto del desempleo y la falta de oportunidades para aquellos millenials que van ingresando al mercado laboral soslaya el hecho de que el fenómeno es MUNDIAL, y se dá cada vez con mayor frecuencia en países del primer mundo (considerados como países ricos).
Para el filósofo Carlo Lottieri, no es culpa de los jóvenes si no se van del nido materno. «De hecho, son los adultos los que han construido un sistema económico y social cerrado, protegido, asistencial, en el cual es difícil poner una empresa. Un joven tiene derecho a trabajar y a emprender sin tener que pedir innumerables autorizaciones a quien vive de recursos que no produce. Y si las cosas no son así, no nos sorprendamos si después se queda en su familia».
Vemos cada vez más adultos jóvenes que genuinamente quisieran dejar el nido para irse a formar sus propias familias, pero siguen allí no porque no quieran irse sino por el lamentable hecho de que no hay nadie disponible para hacerse cargo de sus padres cuando están cada vez más viejos e indefensos, frecuentemente postrados en silla de ruedas o en cama bajo condiciones precarias de salud, adultos de la tercera edad incapaces de poder trabajar y procurarse sustento propio. En pocas palabras, los dependientes (económica y emocionalmente) no son los hijos que siguen viviendo en la casa paterna, sino más bien la cosa es al revés, LOS DEPENDIENTES (Y MUCHAS VECES EN GRADO EXTREMO) SON LOS PROGENITORES A QUIENES NO SE LES PUEDE DEJAR SOLOS. De hecho, hay leyes que OBLIGAN a los hijos adultos a hacerse cargo de sus padres cuando tal cosa sea necesaria. Podemos imaginar la desesperación que debe sentir un individuo de unos sesenta años de edad que sigue sin poder hacer su propia vida en compañía de alguien, cuando tiene una madre con unos ochenta años de edad cuya longevidad va para largo y tal vez la anciana pueda llegar a los cien años de edad volviendo imposible que se cumpla cabalmente eso de que "el hombre dejará a su padre y a su madre".
Sobre las penurias que hoy sufre esa generación sandwich que tiempo atrás no existía (ciertamente no en los tiempos bíblicos en los que la esperanza de vida era relativamente corta), el portal ipsicologo.com nos dice lo siguiente:
En estos tiempos de crisis se está acentuando el fenómeno de la generación sandwich: son aquellas personas de mediana edad, en los cincuenta y cinco aproximadamente, que teniendo que cuidar a sus hijos también tiene que cuidar a sus padres, por la longevidad alcanzada. Hace algunos años eran los hijos los que se marchaban de casa a los veintitantos, cuando encontraban un trabajo, ahora esta situación se está alargando, primero permanecen más tiempo para terminar los estudios superiores y después hasta conseguir el primer trabajo que les permita independizarse. Los padres de estos adultos requieren una ayuda especial, un apoyo emocional e instrumental como por ejemplo para hacer la compra, las gestiones en el banco o el cuidado de la casa y recurren a sus hijos que tienen que cuidarlos, algunas veces por solidaridad familiar, otras por reciprocidad y otras por obligación o por presión social, y en este caso especialmente las mujeres, que asumen su papel de cuidadoras en el seno de la familia. Este cuidado de la generación anterior puede afectar a la salud física y psíquica ante la acumulación de trabajo (también tienen su trabajo y unos hijos que cuidar) pero también puede ser una tarea satisfactoria de hacer lo que se debe hacer, llegando a ser reconfortante. Lo importante es saber afrontar el estrés, primero analizando las situaciones que lo producen y después mediante ayuda externa o el uso de recursos para evitarlo.
En Latinoamérica, el peso más duro de hacerse cargo de todo el segmento poblacional de edad avanzada que impide que los hijos puedan hacer sus propias vidas haciéndose cargo de la siguiente generación, ha caído sobre las mujeres que forman parte de la generación sandwich. Según datos de 2017, registrados en el informe Perspectivas de la Población Mundial, elaborado por Naciones Unidas, el 46% de personas en América Latina y el Caribe están entre los 25 y 59 años y, dentro de este rango, la mayoría tiene entre 34 y 59 años. En esa franja está la "generación sándwich". Varios estudios señalan que en países como Ecuador, Honduras o México, por ejemplo, una persona comienza su vida económicamente productiva a los 24 años, y vuelven a consumir más de lo que ingresan a los 63 años, hasta el final de su vida (o sea, las demandas de sus padres apenas comienzan). De acuerdo con datos de la Encuesta sobre Salud, Bienestar y Envejecimiento para siete ciudades de América Latina, la tasa de discapacidad entre los hombres sube un 16% cuando tienen entre 60 y 64 años y esta cifra se eleva a 47% cuando cumplen 90. En el caso de las mujeres, la tasa de discapacidad es del 24% cuando tienen 60 años y se incrementa al 57% cuando tienen 90 años. No es algo nuevo que los adultos en edad productiva se hagan cargo de sus padres y de sus hijos a la vez. Si bien esto es cierto, también lo es que los cambios demográficos que se configuran lentamente ponen un acento en el presente y el futuro de este escenario. El número de hijos que tiene una mujer en América Latina es menor que antes. El informe sobre la población mundial de Naciones Unidas señala que entre 1975 y 1980 en América Latina había 4,48 nacimientos por mujer. Para 2015, la cifra era de 2,14 y se espera que para 2030 haya 1,8 hijos por cada mujer. Esto significa menos hermanos para compartir responsabilidades.
Los latinoamericanos viven y vivirán más. La expectativa de vida en América Latina y el Caribe es de 75,7 años, casi un 20% más que en 1980 y se espera que para 2015 sea de 81,3 años. Esto aumentará la demanda de cuidados. El envejecimiento de la población será una de las transformaciones sociales más importantes de este siglo. Según el informe Envejecimiento de la población ¿Está preparada América Latina?, del Banco Mundial, entre 1950 y 2000 el porcentaje de la población de 60 años o más subió apenas moderadamente: de un 6% a un 9%. Sin embargo, durante los próximos 50 años pasará de ese 9% a un 24%. Esto significa que la población en edad avanzada aumentará de 9 millones a 180 millones, señala el informe
Sin duda alguna, para muchos sería una gran bendición el que los avances de la ciencia médica pudieran extender la vida de sus progenitores hasta los 150 ó los 200 años de edad. Sin embargo, este deseo latente en muchos ignora el hecho de que, si la ciencia médica logra tales avances, alguien se tendrá que hacer cargo de todos esos adultos mayores que no cuentan con nadie más que sus familiares cercanos para hacerse cargo de ellos, para estarles dando de comer, para estarlos bañando, para estarles cambiando la ropa, para estarles comprando y administrando sus medicinas, en fin, todo lo que se requiere para mantenerlos en pie. (La abuelita de la cantante mexicana Thalía, Eva Mange, acaba de cumplir los 102 años de edad y va que vuela para los 103, aunque quien carga con la abuelita sin poder hacer su propia vida independiente es su hermana Laura Zapata.)
Se concluye que la cita bíblica que nos dice que "Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre" es algo imposible de que se cumpla en una cantidad creciente de casos en la actualidad. Ya no es posible que el hombre común y corriente con progenitores de edad avanzada que se aferran a la vida simplemente deje a su padre y a su madre para que vivan su propia vida. Tal vez eso fue cierto en los tiempos de Moisés, pero para muchos esa cita bíblica es hoy insostenible. Se ha vuelto obsoleta. La generación sandwich se ha encargado de quitarle validez a esa cita del Génesis.
Quienes insisten en que todo lo contenido en los textos bíblicos debe ser tomado como una verdad absoluta válida para todos los tiempos y no únicamente en los tiempos de Moisés pueden desde luego argumentar que el problema de la disparidad que aquí se observa se debe a una cuestión de interpretación, o sea una interpretación incorrecta de las Escrituras, y la corrección que se tendría que hacer para actualizar esta cita bíblica al Tercer Milenio sería en términos como estos: "cuando se dice en la Biblia que el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer", ello no significa que los abandonará por completo yéndose a vivir a una tierra muy lejana para no volver a verlos nunca más, significa que simplemente abandonará la tienda (o el techo) en el que convive con sus padres, y vivirá en otra tienda (o techo) que construirá para sí mismo y para su mujer que puede estar ubicada justo a un lado del lugar en donde pernoctan sus padres de modo tal que puede seguir cuidándolos sin estar muy alejado de ellos, en calidad de vecinos". Aunque muchos lo hacen hoy así, en las condiciones actuales de alta mobilidad de la sociedad moderna por cuestiones principalmente de trabajo, esto puede ser imposible de lograr en todos los casos. Millones de hombres y mujeres recién casados pueden dar cuenta de ello. El humorista Catón nos indica una solución a estos dilemas con el siguiente chiste:
La recién casada le anunció a su maridito: “Pronto seremos tres en la casa”. “¡Mi amor!” –la abrazó él emocionado y conmovido–. “Sí, cielo mío –confirmó ella–. Mamá vendrá a vivir con nosotros”.
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