El presidente es el mexicano más informado del país. Esa era una premisa que creímos cierta: Normalmente sí lo es, especialmente en los asuntos más gruesos; en los otros, los buenos y eficientes colaboradores deben resolver la falta de información presidencial, suplirla, eludirla, estudiar el tema. Para que eso ocurra, el mandatario en turno deberá aceptar que no es el experto en todos los temas, menos en la época actual, tan exigente y tan demandante del conocimiento preciso sobre todos los aspectos de un problema determinado.
Puesto que el presidente de México, hoy de izquierda, tiene libre acceso a todos los archivos confidenciales del Archivo General de la Nación, y tiene bajo sus órdenes a la Fiscalía General de la República, a los servicios investigativos y de inteligencia militar de la Secretaría de la Marina y la Secretaría de la Defensa (los mismos que dieron con el paradero de El Chapo mediante la interceptación de mensajes electrónicos y llamadas celulares en WhatsApp), cuando el presidente afirma algo como cierto debemos prestar oídos, por inverosímil que sea lo que escuchemos porque a lo mejor realmente sabe algo que no sabemos.
Mal día, muy mal día eligieron el presidente López Obrador y su director de Comunicación, Jesús Ramírez, para dar a conocer la existencia de un grupo conspirativo identificado como B.O.A. (Bloque Opositor Amplio contra el presidente de México) que trabaja, según el gobierno, para derrocarlo. Nada que ver con LA BOA de la Sonora Santanera. Más allá del tema del B.O.A., el presidente López Obrador ha ofrecido no pocos episodios en los que el desconocimiento de determinados temas y su rechazo a dejar pendiente alguna pregunta, o una postura, le ha deparado no pocas malas tardes y hasta la creación de otra histórica frase: “Yo tengo otros datos”.
Hay quienes acusan una similitud ideológica de la administración López Obrador con la del presidente Luis Echeverría, destacándose tambiénl la paranoia de un régimen que no entiende que el país cambió dramáticamente en los últimos 50 años. Resulta que, en vísperas del aniversario de la masacre de Corpus, varios asesores y consejeros del gobierno izquierdista de López Obrador resucitaron la conspiración de Chipinque. Esta teoría de conspirativa provocó, hace 49 años, la matanza del Jueves de Corpus, donde Luis Echeverría y su equipo terminaron desplegando a los Halcones, matando, golpeando y reprimiendo estudiantes para paralizar una supuesta conspiración en su contra. Si esto parece algo muy lejano, baste ver en la película Roma una muy buena recreación de aquel momento.
Y casi exactamente en el aniversario del Jueves de Corpus, a los seudo genios que trabajan en la comunicación del presidente de la República se les ocurre difundir un supuesto documento que demostraría la conspiración de intereses, instituciones, empresas, políticos, periodistas, intelectuales, que jamás se han encontrado juntos, para derrotarlo en los comicios de 2021 y poder destituirlo en el 2022, durante la consulta de revocación de mandato… propuesta por el propio López Obrador.
El documento es una copia casi textual, cambian sólo algunos de los personajes, más por una cuestión biológica (muchos ya murieron) que política, de aquella conspiración de Chipinque, que denunció Luis Echeverría cuando su gobierno populista se derrumbaba y quería asustar a todos con el fantasma de un golpe de Estado. Muchos suponen que es tan fantasiosa la conspiración imaginada como la de hace medio siglo. Pero la lógica de presentar algo así para muchos es la misma: dividir a la población, polarizarla, usar el miedo como instrumento político y alimentar, de la mano con él, la violencia contra los opositores.
"Yo hasta me divierto dando a conocer esto", afirma el presidente sobre el supuesto Bloque Opositor Amplio, "porque se tapan tanto, se ensarapan tanto, que piensan que nadie lo va a saber". López Obrador sabe que la oposición está muy dividida, pero necesita un villano imaginario, como la mafia del poder o el PRIAN, para confrontarlo en su campaña política del 2021.
No es creíble que la Presidencia haya organizado las manifestaciones y el vandalismo recientes de Guadalajara o de la Ciudad de México, pero sin duda alguna la histeria es alimentada con este tipo de discurso y con estas “conspiraciones” presentadas formalmente por la presidencia de la República al pueblo. El único que denuncia una conspiración más o menos cada quince días es Nicolás Maduro, el último que lo hizo en México fue Luis Echeverría, pero antes lo había hecho y creído Díaz Ordaz para ordenar la matanza de Tlatelolco.
Además, ¿de qué tipo de conspiración están hablando? Que un grupo de políticos y empresarios supuestamente se pongan de acuerdo para tratar de ganar una elección no es una conspiración, en todo caso sería un acuerdo electoral, exactamente el mismo que hizo López Obrador con muchos, dentro y fuera de Morena, entre ellos muchos empresarios, para ganar los comicios de 2018. ¿O disputar una elección y criticar al gobierno ahora va a ser sinónimo de conspiración?, ¿ahora los críticos serán, seremos, conspiradores?
El presidente de México, el primero de la izquierda en llegar al poder en elecciones libres y democráticas sin fraude alguno, le dijo al gobernador Enrique Alfaro de Jalisco que quien acusa debe presentar pruebas, que el que acusa está obligado a probar. Y que con la acusación le había faltado el respeto a la institución presidencial. Pero ahora se nos presenta el Chipinque 2.0, un documento que muchos suponen falso y pleno de mentiras, indigno de presentar desde el foro presidencial. El presidente dice e insiste en que él no se inmiscuye en temas partidistas, que no es jefe de ningún grupo, pero al otro día dice que hay que definirse, que sólo hay dos vías: la suya y la de sus adversarios. Y a renglón seguido le inventan una conspiración a modo de sus adversarios, de todos, los de chile, dulce y manteca, para victimizarlo. Quien sabe de dónde habrán salido los asesores y consejeros que le alimentan al presidente AMLO tales estrategias que terminan siendo objeto de burla en manos de enemigos declarados de AMLO que están más locos que una cabra..
La conspiración de Chipinque fue un invento de Alfonso Martínez Domínguez, que era entonces gobernador de Nuevo León, luego de que había sido defenestrado y culpado de la represión del jueves de Corpus (en realidad, Luis Echeverría necesitaba de un "culpable" a quien atribuirle la matanza y así lograr su legitimación y credibilidad como presidente), cuando era regente de la ciudad. Luis Echeverría (que había sido responsable en forma indirecta del asesinato de Eugenio Garza Sada, como se relata en el libro Nadie supo nada, de editorial Grijalbo, 2019) la hizo suya y comenzó a hablar de “los encapuchados de Chipinque” y a alejarse cada vez más de la iniciativa privada, e incluso abandonó los intentos de apertura que había exhibido al principio de su gestión. La consecuencia fue una brutal crisis económica y una elección presidencial, la de 1976, donde no se presentó ningún candidato opositor. Echeverría terminó su gobierno desprestigiado, acusado, envuelto en rumores de golpe de Estado. Nunca pudo superar su fracaso. Ésa es la lección que debería aprender Andrés Manuel López Obrador para deshacerse de esos teóricos de la conspiración que le quieren empujar hacia el despeñadero quizá con intenciones ocultas.
Es cierto que en tiempos de Luis Echeverría hubo una escalada intensa de rumores dirigidos en su contra, pero eso fue porque la credibilidad del gobierno federal estaba en casi cero, tras un brusca y súbita devaluación del peso (de 12.50 pesos por dólar a 20 pesos por dólar, de un día a otro, pese a las reiteradas afirmaciones oficialistas de que era imposible que tal cosa ocurriera porque supuestamente el peso estaha respaldado por el Fondo Monetario Internacional), lo cual trajo como consecuencia que se le diera más credibilidad a los rumores que a las aserciones oficialistas del prigobierno. La crisis de credibilidad llegó a tal grado que en su momento se le dió plena validez al rumor de que Luis Echeverría, enfermo de poder (al igual que el actual gobernador de Chihuahua, Javier Corral) planeaba dar un golpe de Estado para constituírse en presidente vitalicio, tirano perpetuo, loco como estaha, lo cual dió pie a la publicación de best-sellers como Los últimos 91 días de Carlos Loret de Mola, que fuera diputado, senador y gobernador de Yucatán. En síntesis, se volvió loco el hombre, como igualmente loco se volvería su sucesor José López Portillo, conduciendo al eventual fin del hegemónico prigobierno que en sus tiempos de gloria jamás perdía ninguna elección en las urnas a base de una cultura del fraude.
Con motivo de la actual pandemia mundial, han estado apareciendo todo tipo de teorías conspiratorias, basadas en la creencia de que el mundo entero está siendo controlado tras bambalinas por algún grupo secreto pequeño y muy poderoso que es el que mueve las piezas de ajedrez. como los Illuminati unidos para la implantación de un Nuevo Orden Mundial, o el Grupo Bildberg, o la masonería mundial (una organización anacrónica en franca decadencia y al borde de la extinción, hoy digna de risa al mantenerse rodeada de secrecía y seudo secretos de "grandes misterios" de la filosofía oriental). Aún si tales fantasías fueran ciertas, el hecho incuestionable es que la actual pandemia causada por un bicho pequeñísimo que no mide ni diez micrones y el cual nadie esperaba ni anticipaba para el 2020 ya les echó a perder todos sus planes.
A falta de mayores evidencias, la existencia del grupo conspirativo llamado B.O.A. (Bloque Opositor Amplio contra el presidente de México) se debe sumar a la ya de por sí larga lista de sociedades secretas y movimientos conspiratorios inventados por mentes calenturientas que no tienen nada mejor que hacer con su tiempo, y que tal vez deberían dedicarse a escribir novelas de suspenso como La insana Susana (referencia a Susana Distancia, la heroína más "fresa" de México que promueve el fin del "abacho becho" y con ello el fin de los rituales del amor requeridos para la perpetuación de la especie.) ¡Pero si ya hasta el cantante español Miguel Bosé, se rebeló contra lo que llamó la gran mentira del gobierno, es decir, la contingencia Coronavirus aprovechada por autoridades supremacistas y autoritarias para convertir a la gente en borregos, y en su cuenta Twitter, Bosé acusó al magnate de Microsoft, Bill Gates, de fraguar una vacuna masiva para disminuir la población del mundo, arremetiendo en sus denuncias contra lo que llama la gran mafia ONU, OMS, Bill Gates (le faltaron los extraterrestres) para vacunar millones de niños y matarlos en España, (donde dice que el gobierno de Pedro Sanchez se ha entregado sin recato a los dictados de Gates) y otros panes, jurando que se trata de un plan macabro para controlar las mentes de la gente. La locura es, indudablemente, contagiosa, más que el mismo coronavirus.
Hay que dejar atrás cosas como La conspiración de Chipinque inventada por Alfonso Martínez Domínguez, ya que una consecuencia desagradable de todas estas teorías conspiranoicas es que son capaces de caldear los ánimos y desbordar pasiones humanas irracionales al máximo provocando convulsiones sociales no deseadas que solo vienen a dejar las cosas peor de lo que ya están pero sin aportar jamás ninguna solución o remedio. Es mejor dedicarse a crear credibilidad hablando con la verdad y nada más que la verdad porque la falta de la misma puede hacer colapsar sistemas de gobierno, y quien no crea esto último que se lo pregunte a Luis Echeverría (todavía vive, aunque está más loco que antes, confinado a reclusión domiciliaria, tal vez creyéndose Napoleón Bonaparte.)
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