martes, 7 de julio de 2020

México, clasista y racista

Los enemigos del izquierdista Andrés Manuel López Obrador, de los cuales tiene muchos, quizá demasiados, lo acusan repetidamente de haber dividido a la sociedad mexicana en chairos (la clase económicamente baja) y fifís (la clase alta, los privilegiados.) Sin embargo, este señalamiento de fomentar el divisionismo es pueril, porque en México ya existía desde los tiempos de la Colonia un sistema de castas sociales reminiscente del sistema de castas de la India en donde los Brahamanes ocupan el privilegiado estrato superior mientras que los Parias ocupan el estrato inferior., el fondo de la escalera social

La estratificación social le viene a México desde los tiempos de la Colonia, cuando se instituyó el Virreinato trayendo consigo los títulos nobiliarios que se acostumbraban usar en la España monárquica, cultivando en México un círculo pequeño de privilegiados a los cuales se les anteponía su título nobliario a su nombre (el Conde Don Fernando, la Marquesa Herlinda.) He aquí la pirámide:




Y he aquí uno de los títulos nobiliarios que solo podía dar la Corona que desde la cúspide mantenía el monopolio y control de estas castas sociales:




México es un país racista y clasista. Los whitexicans son la mejor prueba de ello, ellos conforman una clase privilegiada que, en gran parecido con los Brahamanes de la India, está envuelta en la polémica porque nos muestran a una clase alta opulenta que vive en una burbuja, aislados de la realidad, rodeados de guaruras y empleados, acostumbrados a que les sirvan con diligencia y que en todo les den la razón. Los whitexicans, además de ser blancos, prefieren vivir la mayor parte del tiempo fuera de México o en un lugar que se parezca a Europa, como en Polanco o Santa Fe, mínimo El Paso. Es un mundillo compacto lleno de lords y de ladys que expuso una serie de Netflix en 2018, titulada “Made in México”.

¿Cuáles pueden ser los problemas de un whitexican? Probablemente el mal servicio en un restaurante de lujo, la preocupación porque México no se parece a Europa, el coronavirus por el viaje próximo a Asia, la falta de un menú vegano en el avión, el Brexit o el calentamiento global.

Los whitexicans son influyentes, están acostumbrados a usar el poder económico para ponerse por encima del poder político. Algunos, cansados de ver las injusticias para su clase, se suman al Gobierno para enseñarle a los políticos a poner orden en el Gobierno. Es tan fácil resolver la ineficacia de la administración pública. Solamente hay que ver al Gobierno como una empresa y listo. La fórmula es infalible, todos los empleados a trabajar y contratar a gente capacitada que supervise a los demás. Mientras, el jefe, con la misma lógica de los empresarios, sale de vacaciones para descansar, juega golf o tenis y hace un pequeño giro de tuerca estratégico desde la mesa de un bar.

Estos empresarios-políticos nos hacen el favor de participar en la administración pública y, a cambio, se aprovechan de su posición privilegiada para hacer más negocios. Nada nuevo. Este sistema se consolidó en la Revolución Francesa, cuando los comerciantes lograron dos libertades fundamentales, la económica y la democracia. Así, legalizaron la riqueza excesiva y la elección de gobernantes a través del voto, los dos ingredientes para controlar el poder público desde el poder económico. Y tienen 250 años con la misma táctica.

Así, los whitexicans han penetrado las altas esferas del poder político. En todo el país hay ejemplos: presidentes municipales, gobernadores, diputados, senadores, emanados del sector empresarial que se convierten en negociadores de los grandes capitales en las mesas del poder público.

Cuando México proclamó su Independencia en 1810 y se separó de España, ya no hubo en México quien pudiera conceder los títulos nobiliarios propios del sistema monárquico europeo. Pero no llevó mucho tiempo para que se encontrara un reemplazo aceptable, los títulos universitarios. La única diferencia entre el sistema antiguo de distingos y el sistema moderno es que antes los títulos nobiliarios eran hereditarios, mientras que hoy en cada generación se tienen que ganar por esfuerzo propio. He aquí el reemplazo de los títulos nobiliarios españoles, sobre cuyo otorgamiento el Estado (en sustitución de la monarquía) mantiene un control absoluto (al igual que las monarquías de antaño, obsérvese el parecido tipográfico entre ambos pergaminos):




Al igual que hace más de cinco siglos, los títulos universitarios son lo que se usa HOY para distinguir a los miembros de las clases sociales privilegiadas, a los hijos de los whitexicans que tienen los recursos para pagarles a sus hijos una educación universitaria. Solo los whitexicans tienen los dineros requeridos para enviar a sus hijos a estudiar en las que son consideradas como las mejores universidades en México (p.ej. el Instituto Tecnológico de Monterrey y la Universidad Iberoamericana) o, mejor aún, en el extranjero (Harvard, Oxford, el MIT, lo cual los hace "superiores" a los que se gradúan en México.) A las instituciones educativas mexicanas públicas como la UNAM o el Politécnico se les hace mala cara o "fuchi" porque supuestamente son mucho muy inferiores a las instituciones educativas mexicanas privadas, y esto es parte de la propaganda.

Incluso ya en el campo universitario hay un sistema de castas, porque para distinguirse entre la crema y nata de la sociedad ya no basta con tener en México un título de Licenciatura, se pide tener posesión de un título a nivel de Maestría (dos años posteriores a la Licenciatura) y encima de ello el Doctorado (tres años de estudios adicionales), a lo cual se le debe sumar la acumulación de estudios de Post-Doctorado porque ahora resulta que el contar con un título de Doctorado ya no es suficiente. Una alternativa dentro de este circo de bluff es la obtención de varios títulos en distintas carreras universitarias para así poder decirle a los demás y jactarse presumiéndose como pavos reales diciendo "yo soy mejor que tú, soy superior a ti". De este modo, un Doctorado en alguna rama como la arquitectura puede ver "hacia abajo" a quien truncó sus estudios llegando únicamente a la obtención de un título de Licenciatura, por ejemplo llegando simplemente a ser Ingeniero Civil, y así sucesivamente sin importar cuántos años de vida se tengan que "quemar" solo para demostrar que socialmente se es superior a otros (lo mismo para lo cual servían los títulos nobiliarios europeos.)

Esta estratificación social es sostenida en telenovelas y otros programas enanos de televisión en los cuales se repiten casi como una especie de oración a los jóvenes que en vez de meterse a estudiar una carrera universitaria que ni les gusta les atrae más la idea de aprender un oficio como plomería, mecánica automotriz, ebanistería, etcétera. He aquí algunas de tales frases que podemos escuchar en episodios de las series y peliculas transmitidas por Televisa:
"Si quieres ser ALGUIEN en la vida, no puedes abandonar tus estudios" (¿entonces, según la retórica de la clasista Televisa promotora de las castas sociales, aquellos que practican un oficio como los plomeros y los mecánicos de automóviles no son NADA en la vida, son algo así como los parias de la India?)

"No te puedes casar todavía porque aún no has concluido tus estudios."

"Tú serás Médico Cirujano porque eso es lo que yo siempre quise ser."

"Te estás quedando atrás, Los hijos e hijas de todas mis amigas ya están haciendo sus estudios de postgrado, son el orgullo de tu generación, mientras que tú...."

"Los que se quedaron en el camino (referencia a los que se metieron a trabajar para ganar dinero en vez de continuar con sus estudios) son los que no pudieron por... (expresión ofensiva referente a la escasa inteligencia o a la flojera)"
La presión por pertenecer a una clase social alta no solo empuja a muchos inclusive en contra de su voluntad a continuar "quemando" años adicionales de su vida (tiempo de la juventud que no regresara jamas) en la obtención de títulos universitarios cada vez más sofisticados (maestrías, doctorados y postdoctorados), costosos en tiempo y dinero, y difíciles de obtener, todo con tal de ser considerados socialmente "por encima de los demás" (bueno para el ego y para superar los complejos de inferioridad), sino que se empuja a otros a meterse a asuntos que tienen que ver con las metas, asuntos tales como el enriquecimiento ilícito para poder sobresalir a toda costa sobre los demás (yo tengo mucho más dinero que tú,aunque no importa cómo lo obtuve). En efecto, no solo está la opción (generalmente por la presión paterna o la presión de los compañeros y maestros) de devorar muchos años adicionales de vida (como si la muerte no estuviera siempre al acecho lista para arruinar la fiesta) en estudios de postgrado estudiando materias que tal vez ni siquiera utilizarán en la práctica profesional, sino inclusive a ceder a la corrupción y los sobornos para amasar la mayor cantidad posible de dinero en el menor tiempo posible. Prominentes narcotraficantes comparten esta filosofía de que sus actividades ilícitas están justificadas si con ello obtienen un lugar en la clase social que antes les ocasionaba tanta envidia. A los adultos jóvenes esto les garantiza el acceso a las jovencitas más hermosas de la sociedad si tienen dinero de sobra para impresionarlas, y les permite instalarse en una mansión cuyos lujos excesivos (carros deportivos Masserati en la cochera) no necesitan pero con la cual pueden poner verdes de envidia a quienes económicamente son menos que ellos.

En el Poder Judicial, los empresarios no llegan a ser ministros de la Suprema Corte de Justicia, pero también se sientan a negociar con los juzgadores que se convirtieron en la nueva aristocracia mexicana. Entonces, cuando un whitexican tiene un problema legal, es mucho más efectivo arreglarlo afuera de los tribunales. De otra forma, el camino es más difuso. La mejor vía es el Congreso o los gobiernos locales, donde los empresarios tienen una red de influencias más sólida con los operadores que tienen en su nómina.

Al final, en muchos asuntos que involucran a los grandes capitales, los asuntos dejan de ser jurídicos, se salen de los tribunales y se vuelven políticos. Ciertos conflictos evidencian las redes del poder, y ninguna relación tienen con la realidad de México, donde los temas prioritarios son otros; pero los whitexicans no ven más allá de su burbuja. Mientras, miles de mexicanos le lloran a sus muertos a causa de la narcoguerra desatada por el panista Felipe Calderón y la impunidad es prohijada en Chihuahua por el gobernador Javier Corral (ni siquiera mexicano de nacimiento, sino un nacido en Texas, USA), los whitexicans también lloran, pero por las cosas que les merman sus inversiones. Ejemplo de ello es la ira furiosa en contra de la cancelación del aeropuerto en Texcoco argumentando que la decisión de construír un aeropuerto en Santa Lucía fue una decisión caprichosa de un solo hombre, el presidente de México, quien ejerció una imposición por cuenta propia sin tomar parecer de la sociedad. Qué curioso, pero los mismos que hoy gritan en contra del presidente de México por decidir el sitio en donde se construirá el nuevo aeropuerto de la CDMX no dijeron ni pío cuando el presidente Enrique Peña Nieto ejerciendo una imposición por cuenta propia sin tomar parecer de la sociedad decidió y ordenó con el dedazo supremo del típico presidente priista con poder sin límites que el nuevo aeropuerto se construyera en Texcoco. Bueno, antes de esto ya el presidente Vicente Fox emanado del PAN había perdido su oportunidad para construír un aeropuerto en San Salvador Atenco en cuanto se levantaron los machetes en protesta por lo que se consideraba una imposición que iba a beneficiar a unos cuantos que serían los concesionarios que ejercerían el monopolio de todo empezando por los terrenos que iban a ser expropiados a los chairos de San Salvador Atenco a cambio de unas cuantas monedas de cobre pese a que dichos terrenos terminarían con una plusvalía altísima en beneficio de los empresarios inversionistas detrás de Vicente Fox, corruptos de la calaña de Diego Fernández de Cevallos, un político panista de lo peor conocido de sobra por su tráfico de influencias en grotescos conflictos de interés cuando ha detentado cargos importantes y mucho mejor conocido por escándalos como el escándalo cuando resultó beneficiado con terrenos en Punta Diamante durante el reinado sexenal de Carlos Salinas de Gortari (hasta a los mismos priistas les dió asco este boato de corrupción e impunidad, lo cual ya es mucho decir), perpetuando precisamente aquellas cosas que el PAN había denunciado como algo que tenía que terminar por ser el cánder de la política. Este es precisamente el tipo de cosas que se producen en el seno de una sociedad clasista y racista.

Un ejemplo contundente sobre cómo la sociedad mexicana es clasista lo encontramos en el aberrante concepto del fuero constitucional, ese privilegio que da al traste con el concepto de igualdad jurídica e impide que funcionarios públicos (senadores, gobernadores, diputados, alcaldes, etc.) puedan ser arrestados pese a que sean encontrados en la plena flagrancia de un delito grave. El fuero, una herencia del soberbio prigobierno que padeció México por siete décadas y que solo ha servido como fuente de impunidad y corrupción, fue usado para dividir a los mexicanos en dos clases políticas distintas: (a) los ciudadanos ordinarios que carecen de fuero y que por lo tanto son obligados a respetar las leyes y son plenamente responsables en caso de la violación de cualquier ley pudiendo ser arrestados por la policía, y (b) s aquellos funcionarios que gozan de fuero y que no pueden ser tocados pese a que haya pruebas irrefutables que los involucren en delitos y crímenes graves. O sea, hay dos mexicanos: los que gozan de fuero, y los que no lo tienen. Si los que gozan de fuero son además multimillonarios, pues serían lo más cercano que pueda haber en un sistema monárquico absolutista al Duque. Solo hasta Marzo de 2019 el Senado aprobó quitarle el fuero al presidente y a legisladores, pero esto terminó siendo un simple show mediático porque ya para cerrar el 2019 el Congreso de la Unión rechazó la eliminación de este privilegio que solo ha beneficiado no a México sino a pillos contumaces que solo buscan un cargo público para poder violentar la Ley volviéndose intocables. En su libro Animal Farm, el novelista George Orwell en burla irónica al tan cacareado concepto de la igualdad entre los  hombres escribió: "Todos los animales (hombres) son creados iguales, pero algunos son más iguales entre sí que otros". Las enormes resistencias encontradas para la eliminación del fuero y con ello hacer realidad la igualdad jurídica (nadie por encima de la Ley) son la mejor prueba de que México seguirá siendo, por mucho tiempo, por lo menos en esta generación, un país clasista. Se requerirán nuevas generaciones que reemplacen a las anteriores para poder dar este paso que será trascendental e histórico.

Las boletas de calificaciones escolares sirven también para dividir y separar a todos empezando por los chiquillos y jóvenes entre "los buenos estudiantes, los más aplicados" merecedores de premios y reconocimientos (pergaminos presumidos como si fuesen títulos nobiliarios de las antiguas monarquías). "Mi hijo es superior al tuyo" es el mensaje que las calificaciones conllevan, y es la razón por la cual desde los tiempos del Porfiriato quienes sacaban bajas calificaciones eran castigados con duras reprimendas que iban desde la privación de la cena hasta la aplicación de castigos corporales duros empezando con el cinto del papá. La inferencia social pregonada por mucho tiempo es que si el hijo es brillante según lo muestran sus calificaciones, entonces debe ser porque sus padres son genéticamente superiores al común de los mortales, y tienen algo de que presumir, mientras que si el hijo es un "burro" entonces debe ser porque los padres son genéticamente inferiores, de modo tal que el hijo puede ser una humillación social para los padres que lo engendraron. Por increíble que parezca, estos son los mismos argumentos clasistas y racistas usados por los Nazis para justificar los programas de eugenesia.

Estados Unidos ciertamente no es una excepción al clasismo y racismo que se tiene en países como México, y antes bien ese clasismo en EE.UU. a veces llega a verdaderos niveles de desesperación, como puede verse en la fuerte competencia por ingresar a universidades extremadamente caras "por ser las mejores del mundo". Buen ejemplo de tal desesperación se tiene en el escándalo que fue protagonizado en la vida real por las actrices Felicity Huffman y Lori Loughlin, entre decenas de otros pudientes (aunque no necesariamente famosos) padres, en donde con tal de asegurar el ingreso de sus vástagos a "ciertas universidades de amplio prestigio" participaron en esquemas de fraude tales como uno basado en trampas en los exámenes y el otro en simular talento deportivo, logrando acceder a los lugares preferenciales asignados reservados para alumnos de nuevo ingreso, puestos sobre otros con tal vez mayores méritos académicos. Ninguno de los hijos de las actrices hubiera muerto en caso de ser rechazado a las universidades de alto prestigio a las cuales pretendían ingresar aún haciendo trampa si tal cosa fuese necesario, y el mundo no habría perdido gran cosa. Esta cloaca se puso al descubierto cuando

En Estados Unidos la competencia empieza desde la juventud. Cuando muchos jóvenes ni siquiera son conscientes de ello sus padres sí tienen muy presente que acceder a una universidad de élite encauzará el futuro de sus retoños. Por la calidad de la enseñanza y por los contactos que cultivarán a lo largo de sus años como estudiantes. Pero acceder a una de estas universidades no es solo cuestión de presentar un currículo académico repleto de notas brillantes. Stanford, Harvard, MIT, Princeton, Yale, Columbia, Penn… cuentan entre sus alumnos con nombres inspiradores, pero cuando con 17 años ellos accedieron a este Olimpo de oportunidades no fueron valorados solo por sus expedientes. Muchos de los estudiantes que presentan su solicitud para ser admitidos en esos centros son rechazados porque no superan ese otro análisis que valora qué pueden aportar a la comunidad estudiantil. Existe un estudio que permite que destacados deportistas, artistas, emprendedores o youtubers hayan podido acceder a ellas, con peores notas que otros estudiantes, porque quienes tienen en sus manos la decisión ven en ellos algo que les diferencia del resto.

El escándalo explotó en virtud de que las actrices arriba citadas fueron demandadas, junto a otros implicados, por una madre soltera de California, Jennifer Kay Toy, la cual fue maestra en el distrito escolar de Oakland, que exigió una cifra multimillonaria por considerar que el fraude en el que estaban implicadas las actrices perjudicó a su hijo en su acceso a una universidad de prestigio. La afectada (el afectado en última instancia fue el hijo de ella, pero como lo que están peleando es el prestigio "familiar" propio pues también ella estaba más que interesada en reclamar los "derechos" de admisión de su hijo y con ello su admisión a la high society de California) presentó el día 13 de marzo de 2019 una demanda colectiva contra las actrices, entre otros de los involucrados, por valor de 500.000 millones de dólares. El motivo de la demanda consideraba que su hijo Joshua, con un excelente promedio académico al terminar sus estudios secundarios se presentó a algunas de las universidades involucradas en el escándalo –en la lista se encuentran la universidades de Yale, Georgetown, Stanford, UCLA, Wake Forest, la Universidad del Sur de California y la de Texas– y no fue aceptado en ninguna de ellas.

“Creímos que tenía una buena oportunidad”, dijo la madre soltera y profesora hablando a título de los intereses familiares, “pero no llegó al corte y ahora estoy al tanto del escándalo de engaño masivo por el que personas ricas conspiraron con personas en posiciones de poder y autoridad en las universidades para permitir que sus hijos tengan acceso a las mismas universidades de las que Joshua fue rechazado”, afirmó Toy en su demanda, según lo publicó Los Ángeles Times.

Todas las universidades por las cuales se estaban peleando el lugar de ingreso para los hijos no son universidades con colegiaturas accesibles para la clase media norteamericana. Se trata de universidades en las cuales se gastan verdaderas fortunas en colegiaturas para poder continuar con los estudios. Son universidades para gente rica, muy rica, y no es inusual que con tal de pagar las elevadas colegiaturas de tales centros exclusivistas haya alumnas desesperadas que discretamente ejerzan la prostitución convirtiéndose en Sugar Babies y procurando en portales de Internet algún generoso "Sugar Daddy" que les pague los estudios "a cambio de nada más que un sincero agradecimiento y una más que agradable compañía". La actriz Lori Louglin, que encarnó el personaje de la tía Becky en la serie Padres forzosos (Full House, en su titulo original en Ingles), y su esposo, el diseñador de moda Mossimo Giannulli, supuestamente pagaron hasta 500.000 dólares para que sus hijas, Olivia e Isabella, fueran incluidas en un equipo de remo de la Universidad del Sur de California. Ninguna de ellas practicaba este deporte pero las dos fueron admitidas en el centro. De hecho, una de sus hijas, Olivia Jade, era una influencer con 1,5 millones de seguidores en Instagram y tiene un canal propio de YouTube, con dos millones de audiencia, y se dedica básicamente a viajar para "desarrollar su actividad en las redes sociales". La joven se llegó a vanagloriar en su cuenta de Instagram de que hablaría con los profesores para continuar con sus viajes o de que le interesaban las fiestas más que los estudios. Sus padres tuvieron que pagar un millón de dólares de fianza para quedar en libertad tras prestar declaración ante un juez de Los Ángeles acusada por un escándalo de sobornos. Eventualmente Lori Loughlin y su esposo se declararon culpables y ambos se hundieron. Pero, ¿valió la pena perderlo todo por el fenómeno clasista del snob? En la clasista sociedad norteamericana (de la cual brotó Donald Trump, no precisamente el mejor presidente que haya tenido USA) se consideraría que sí, porque para ellos la posición social lo es todo, absolutamente todo y "es lo que justifica la vida".

En México aún no se tiene un escándalo como el de la actriz Lori Loughlin, pero tal vez sea solo cuestión de tiempo, considerando que se ha estado fomentado por demasiado tiempo una cultura de las "clases sociales distinguidas, de excelencia", y esto lo vemos en muchos programas y telenovelas de TELEVISA en donde por circunstancias del destino un joven se enfrenta a la disyuntiva de tener que dejar sus estudios (seguramente en una institución privada como la Universidad Iberoamericana o el Instituto Tecnológico de Monterrey) al no poder continuar pagando las colegiaturas que se cobran en dichos lugares. En tales programas casi nunca se considera la opción de trasladarse a una universidad pública que por naturaleza propia debe ser gratuita (y las hay muy buenas en México, como la UNAM de donde egresó Mario Molina, Premio Nóbel de Química, o el Instituto Politécnico Nacional) porque en el imaginario fantasioso de la exclusivista TELEVISA "las universidades públicas no les llegan ni a los talones a las universidades privadas" (¿?) aunque tal ficción novelesca no sea más que producto de la subcultura clasista con que sigue moldeada la mentalidad de la sociedad mexicana. En realidad, no somos tan diferentes de los norteamericanos en nuestro empeño por "clasificarnos" en los estratos superiores. La miopía de esta subcultura le impide ver a muchos que ninguna institución educativa le puede agregar a nadie 20 puntos adicionales a su factor de inteligencia IQ y que hay cosas que no se pueden obtener en ningún lugar del mundo, tales como el talento natural para ciertas cosas. Si egresar de las mejores instituciones educativas del mundo fuese un prerequisito obligatorio para inventar y crear, Michael Faraday (hijo de un herrero) jamás habría asentado los descubrimientos a los cuales le debemos la invención del motor eléctrico, Thomas Alva Edison jamás habría inventado el foco eléctrico incandescente que sacó a la humanidad de las tinieblas, y el mexicano Guillermo Gonzalez Camarena jamás habría podido inventar la televisión a colores. Dios nunca pone el ingenio en claustros de soberbia y mentes encerradas detrás de complejos de superioridad.

Sobran aquellos presuntuosos que quisieran ver que sus hijos resultaran convertirse en un Einstein o un Picasso y se han convencido a sí mismos de que el talento y ciertas habilidades son cosas que pueden ser logradas (aprendidas) con bastante dedicación y esfuerzo aunque estos sacrificios sean obtenidos a base de suficientes castigos corporales bastante duros. Lamentablemente hay padres (frecuentemente acosados por complejos de inferioridad) que ven a los hijos como algo de lo que se tenga que "sentirse muy orgulloso" presionándolos incluso en contra de su propia vocación a sacar las más altas calificaciones escolares EN TODO, y que olvidan o no quieren darse cuenta de que hay ciertas cosas que solo se dan en unos cuantos aislados por obra de la misma Naturaleza, y las altas calificaciones escolares en la boleta de calificaciones no pueden sustituír un talento que la mayoría de las veces no es heredado y tampoco puede ser aprendido, y un buen ejemplo es el caso de Bernard Caesar Einstein, un ingeniero Suizo-Americano, que nunca produjo una contribución científica como las que produjo su famoso padre Albert en el Annus Mirabilis. No hay ninguna universidad, por buena que sea, que haya producido a base de muchos sacrificios a un Beethoven o a un Picasso porque las habilidades naturales aparecen súbitamente por cuenta propia cuando menos se esperan. Quiérase o no, las habilidades naturales son también importantes en un sistema social clasista y racista, y han dado pie a actitudes que suponen que la inteligencia de alguien tiene que ver con el color de la piel, actitud con la cual esclavistas sureños de Estados Unidos justificaron su xenofobia al considerar (y tratar) a los esclavos importados del continente africano como si fueran bestias de carga.

El clasismo y el racismo en México han sido fuente inagotable de melodramas baratos de mal gusto. Ejemplo de ello es un episodio de la serie de televisión La Rosa de Guadalupe (un programa semanal de Televisa de corte semi-religioso con cátedras morales al final) que retrata este clasismo y racismo titulado Un corazón no tiene color, el cual fue extendido en dos partes para un total de dos horas de duración para todo el cuento. He aquí la Primera Parte, cortesía de YouTube:




Y he aquí la Segunda Parte de la misma historia Un corazón no tiene color, igualmente cortesía de YouTube:




Estos melodramas baratos de pésimo guión al igual que peliculas mexicanas como Rosas blancas para mi hermana negra (la cual fue un fracaso colosal de taquilla que acabó con la carrera cinematográfica de la argentina Libertad Lamarque) intentan retratar cómo los mexicanos se ven a sí mismos, aunque no lo quieran reconocer o aceptar. Lo peor de lo que vemos reflejado en los norteamericanos esta imbuido en la mentalidad de muchos mexicanos, herencia desagradable de los tiempos de la Colonia. Faltó mencionar a los afromexicanos, un importamte segmento de la población mexicana abundante en Veracruz, que también se quejan del racismo que hay en México.

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