En la obra La Zona Muerta del escritor Stephen King, un maestro llamado Johnny Smith que a consecuencia de un accidente en su infancia entró en un estado de coma tras el cual regresó después de varios años con la capacidad de poder ver acontecimientos futuros cuando entraba en un estado de trance al estrecharle la mano a alguien, le toca conocer a un candidato aspirante para la Cámara de Senadores en Estados Unidos de nombre Greg Stillson. Y al serle presentado en persona, Stillson le da la mano a Johnny y éste tiene una horrible visión al ver a Stillson ya como Presidente de los Estados Unidos y ver cómo en algún momento del futuro, Stillson toma una decisión imprudente que provoca un conflicto nuclear mundial. Johnny se desmaya y es investigado por el jefe de policía local y por un agente del FBI llamado Edgar Lancte. Lancte sabe que el pasado de Stillson es turbio, y deja ir a Johnny. Pasa aún más tiempo y la salud de Johnny comienza a deteriorarse a la vez que analiza cómo podría impedir la carrera política de Stillson para evitar la hecatombe nuclear que le espera al mundo con Greg Stillson sentado en la presidencia de EE.UU., y termina por convencerse de que la única opción a su disposición es matar a Stillson. Apercibido Johnny Smith de que habrá un mitin en un pequeño pueblo de Nueva Hampshire en donde Greg Stillson hará una presentación, después de parar en un bar para tomarse unos tragos con el cantinero, Johnny encuentra el Ayuntamiento el día anterior al mitín y finge ser un fotógrafo para buscar un lugar desde el cual pueda efectuar el disparo contra Stillson. Luego, Johnny conoce a un aspirante a fotógrafo que le dice que desea tomar una fotografía famosa, «como la de Iwo Jima.» Al día siguiente, Johnny encuentra una galería y se esconde allí con su rifle.
En el mitín, Greg Stillson comienza su discurso y Johnny decide que es ahora o nunca. Dispara a Stillson pero erra varias veces. Los guardaespaldas abren fuego y, aunque lo hieren, no son heridas mortales. Johnny tiene a Stillson en la mira y está a punto de jalar del gatillo cuando Stillson toma a un niño y lo sostiene como escudo:
Johnny duda, incapaz de disparar, y recibe dos disparos de los guardaespaldas, cayendo de la galería y rompiéndose las piernas y la columna. Mientras tanto, el joven fotógrafo a quien Johnny conoció más temprano, toma varias fotos de Stillson usando al pequeño como escudo, y sale corriendo. Cuando Johnny vuelve a tocar a Stillson, no ve ni siente nada, y sabe que el espantoso futuro que traería Stillson como presidente ya no sucederá. Sabiendo que ha evitado una guerra y salvado innumerables vidas, Johnny cierra los ojos y queda satisfecho.
Así pues, lo que eventualmente detiene a Greg Stillson no es una bala sino su acto cobarde de haber tomado a un niño para sostenerlo como escudo. Al publicarse en la portada de la revista Newsweek la fotografía del repugnante acto de cobardía de Stillson, la carrera política de Stillson está acabada en su totalidad, ya que nadie le dará su voto a alguien así, mucho menos para llevarlo a la presidencia del país.
En las enormes caravanas de migrantes que parten desde Centroamérica recorriendo suelo mexicano para llegar a Estados Unidos, es un hecho confirmado que con una frecuencia cada vez más preocupante y alarmante los integrantes de las caravanas están trayendo consigo la mayor cantidad posible de niños y niñas chiquitos, entre más chiquitos mejor de acuerdo a lo que se comentan entre sí en las redes sociales y en las mismas caravanas, en la creencia de que el traer arrastrando a niños pequeños en las caravanas será una manera de paralizar e intimidar a las guardias norteamericanas de la Patrulla Fronteriza Border Patrol y con ello facilitar el ingreso (frecuentemente violento) de dichas caravanas a Estados Unidos y lograr obtener la residencia permanente en el país.
En esencia, lo que están haciendo los caravaneros procedentes de Guatemala y Honduras y El Salvador es exactamente lo mismo que lo que hizo Greg Stillson en la obra La Zona Muerta, están usando a niños chiquitos como escudo para lograr sus fines. Las caravanas migrantes de los indocumentados de hoy están haciendo uso de lo que podríamos llamar la maniobra Stillson en alusión al cobarde y amoral político mencionado en la novela de Stephen King.
Anteriormente, esto se hacía de otra manera (de hecho, todavía se sigue haciendo así). Un centroamericano embarazaba a su mujer, y una vez embarazada y confirmado el embarazo, la mujer se trasladaba sola hasta la frontera con los Estados Unidos para ingresar ilegalmente a dicho país, esto con la finalidad de que su hijo nazca en Estados Unidos. Por el solo hecho de haber nacido en Estados Unidos, el niño o niña adquiere automáticamente y sin necesidad de trámite consular alguno la ciudadanía norteamericana. Es lo que en Estados Unidos se conoce despectivamente como los anchor babies anchor babies (bebés ancla), los cuales son la puerta de entrada para familias enteras, ya que cada hijo de indocumentado nacido en Estados Unidos tiene por ese solo hecho el acta de nacimiento norteamericana que lo identifica como ciudadano norteamericano. Y los que tienen el primer lugar en la categoría de visas de inmigración no son los cirujanos de cerebros ni los inventores de supercomputadoras, sino los que están emparentados con ciudadanos norteamericanos. De este modo, un niño ciudadano norteamericano es la única esperanza de ingreso legal a los Estados Unidos para muchas centroamericanas que de otra manera jamás tendrían manera alguna de recibir una visa de ingreso. Inmigrando los padres del niño, los que siguen son todos los hermanos del niño, sus tíos, y hasta los bisabuelos y los primos, en un proceso migratorio conocido como la migración en cadena, un proceso que ha sido tan abusado que hasta los padres de Melania Trump, la esposa extranjera del presidente Trump, lograron ingresar a Estados Unidos gracias a la migración en cadena. La migración en cadena representa más del 40 por ciento de la migración legal a Estados Unidos, y basta con tener un solo hindú en la familia para lograr la inmigración en cadena, uno tras otro, de cien hindúes. Para muchos de los inmigrantes legales a los Estados Unidos, la inmigración en cadena es la única manera de lograrlo. Y todo empieza con el hijo de una indocumentada embarazada naciendo en Estados Unidos.
El repugnante acto de traer hijos al mundo con la única finalidad de usarlos como gancho (bebés ancla) para lograr obtener la visa de residencia permanente en Estados Unidos es algo que se ha documentado mucho en esta bitácora, y de hecho la entrada Elvira Arellano, una de las primeras entradas publicadas aquí (el 25 de agosto de 2007, hace más de una década) trata de uno de tales casos que logró notoriedad hace una docena de años, y como puede verse el tema de usar a los chiquitos, a los propios hijos, como recurso para inmigrar a los EE.UU., no ha pasado de moda.
Sin embargo, el recurrir a bebés ancla para lograr obtener residencia permanente en Estados Unidos está siendo reemplazado por una táctica todavía más repugnante e inclusive abominable, la cual consiste en arrastrar consigo a muchos niños y niñas chiquitos con la deliberada finalidad de poner presión a través de los medios de prensa norteamericanos para obtener residencia legal en Estados Unidos. Hay muchas variantes en esto. Una de tales variantes es llegar con un niño o niña chiquitos de preferencia enfermitos, y ya en Estados Unidos se las arreglan para que grupos derechohumanistas pongan al gobierno norteamericano contra la pared obligándolo a hacerse cargo de la atención médica de los enfermitos (con todos los gastos pagados en su totalidad por el contribuyente norteamericano), y argumentando lo cruel e injusto que es la separación de las familias obligar al gobierno norteamericano a través de la presión mediática a otorgarles visas humanitarias a los padres de los enfermitos para así "mantener a las familias unidas y evitar la separación de las familias".
Un ejemplo dramático por el cual el gobierno norteamericano pagó bastante caro en desprestigio a nivel mundial fue cuando, con motivo de la implementación de la política de «tolerancia cero» ante cualquier ingreso ilegal al territorio de Estados Unidos, llevando a cabo la separación de las familias si es que durante su cruce ilegal tales familias eran acompañadas por infantes. Jurídicamente, no hay nada aquí nuevo que no hubiera sido contemplado previamente por las leyes. En Estados Unidos, y en prácticamente cualquier país del mundo, si un individuo es encontrado culpable de haber cometido algún delito (narcotráfico, secuestro, pedofilia, etec) y es sentenciado a una larga condena en prisión, en ningún caso y bajo ninguna circunstancia los hijos del sentenciado son enviados a la cárcel junto con él “para mantener unida a la familia”. Cualquier condena de prisión implica necesariamente como parte del castigo que el sentenciado no podrá vivir al lado de sus familiares cercanos, lo cual incluye a sus hijos que no podrán estar con él en prisión. ¡Pero he aquí cómo los sentenciados que han sido sometidos a proceso en Estados Unidos por violación a las leyes migratorias se las arreglan para salir de las rejas de prisión por la puerta grande! Como no se les pueden enviar a sus hijos para que convivan con ellos en sus celdas porque ello sería tanto como castigar a los niños por un delito que no cometieron, pues la única alternativa que le queda al gobierno para no cometer “la injusticia de implementar la separación de familias” es darle su libertad al sentenciado permitiéndole deambular libremente por las calles del país (seguramente en disposición para cometer un atraco o una violación) que al fin y al cabo las autoridades migratorias no tienen recursos para estarlos vigilando a todos ellos todo el tiempo. En el caso de los indocumentados que hoy escenificando un buen melodrama para las cámaras de los reporteros y los noticieros rompen en llanto denunciando “la cruel separación de familias” logrando con ellos ser puestos en libertad, se sobreentiende que si desde un principio no hubieran ingresado con sus menores de edad, pues tendrían que resignarse pasar varios meses o años pudriéndose en prisión. Puesto de otra manera, los niños chiquitos, usados como escudo, representan para los indocumentados un pretexto excelente para violar la ley evitando pisar la cárcel.
Todas las incongruencias descritas arriba podrían ser arregladas de un plumazo de un día a otro con el simple hecho de que el Congreso norteamericano aprobara una reforma migratoria. Pero este Congreso tan extraordinariamente costoso (se dice que le cuesta diariamente al contribuyente norteamericano entre 500 millones de dólares y mil millones de dólares) como improductivo ha sido incapaz de producir reforma migratoria alguna desde hace tres décadas. No lo hizo en los ocho años en los que el Demócrata Barack Obama fue presidente, ni lo ha hecho en los más de dos años en los que el Republicano Donald Trump ha sido presidente, y a como van las cosas es más probable que el usualmente conservador Congreso norteamericano apruebe primero una liberación total del polémico aborto y la aplicación legal de la igualmente polémica eutanasia antes de que apruebe una reforma migratoria, así de inútil ha sido su vergonzosa actuación. La última vez que hubo reforma migratoria fue en los tiempos del presidente Ronald Reagen, la Ley de Reforma y Control de Inmigración firmada el 6 de noviembre de 1986, la cual aprobó una gran y generosa amnistía a los tres millones de indocumentados que había en ese entonces en EE.UU. y que a su vez ha alentado a nuevas generaciones de indocumentados (sobre todo a los caravaneros de Honduras, Guatemala y El Salvador) a irse a los EE.UU. con la esperanza de poder beneficiarse con una segunda gran amnistía que ya ven venir en camino por la fuerza de sus numeros, además de la creación de sanciones a empleadores gringos de indocumentados que en la práctica casi nunca se han aplicado.
Los nuevos Mártires de las caravanas migrantes
Por irreal que parezca, el arrastrar irresponsablemente a niños y niñas chiquitos les ha dado nuevas armas de propaganda a las caravanas de indocumentados y a los patrocinadores de dichas caravanas. Resulta que ya hay niños hijos de indocumentados que han muerto en Estados Unidos al estar bajo custodia del gobierno norteamericano, los cuales seguramente desde antes de iniciar la larga travesía a pie desde Centroamérica ya estaban muy enfermitos y fueron empeorando a medida que avanzaban a Estados Unidos, y ya al llegar terminaron internados en un estado de salud tan lamentable que posiblemente se les podría suponer que ya estaban deshauciados por la ciencia médica. Es posible que de haberse quedado en Centroamérica de cualquier manera habrían muerto, y nadie se habría dado cuenta de ello. Pero al morir al estar bajo custodia del gobierno norteamericano, se tiene súbitamente a un gran Satán a quien echarle la culpa, siendo en este caso el gobierno norteamericano, “por cuya culpa han estado muriendo esos niños”. Los Santos Niños Migrantes quedan en calidad de “Mártires” al haber muerto en el intento (aunque no haya sido por decisión o voluntad propia.) Y como el gobierno norteamericano “tuvo la culpa por la muerte de esos niños”, pues entonces el gobierno norteamericano “tiene la obligación moral y ética de darles visas de residencia permanente en Estados Unidos a los padres de los niños que murieron cuando estaban bajo custodia de las autoridades norteamericanas”, dándoles visas humanitarias con permiso para trabajar en Estados Unidos ganando dólares. Que es a fin de cuentas el verdadero objetivo de todo.
No hay nada mejor para “mover los corazones” y de allegar simpatías en pro de los que forman parte de caravanas migrantes como fotografías impactantes:
Estas dos fotografías corresponden a las del niño Aylan Kurdi, un niño originario de Siria cuya familia estaba encaminada a Europa con la intención de establecerse en Alemania. Pero a diferencia de las caravanas migrantes de centroamericanos que realmente son refugiados económicos cuyo objetivo es tomar residencia permanente en Estados Unidos para empezar a ganar DOLARES, o sea mejorar los bolsillos, Aylan Kurdi y sus familiares en verdad eran verdaderos refugiados políticos en el pleno sentido de la palabra porque estaban huyendo de la guerra en Siria y del infierno creado en dicho país tanto por el dictador carnicero Bashar Al Asad como por los dementes musulmanes del Estado Islámico. El impacto mundial creado por las imágenes del niño muerto Ayaln Kurdi seguramente alentaron a los organizadores de las caravanas migrantes de Centroamérica a inspirarse en otra cosa parecida, en este caso la maniobra Stillson, corriendo la voz entre los indocumentados centroamericanos de llevar consigo a la mayor cantidad posible de niños chiquitos con los que pudieran cargar, de preferencia enfermitos, para mover a la opinión pública en los Estados Unidos en su favor y lograr obtener para TODOS los caravaneros su tarjeta de residencia permanente en los Estados Unidos. Que es a fin de cuentas el verdadero objetivo de todo.
Uno de los niños muertos como resultado de llevarlos como parte de las caravanas invasoras fue la niña guatemalteca Jakelin Caal. La noticia de su muerte ocupó los titulares de primera plana, tal y como habían anticipado los organizadores de las caravanas:
En un giro surrealista en el uso puramente propagandístico de la imagen de la niña Jakelin Caal, el recuerdo de ella ha empezado a experimentar el equivalente de un proceso de beatificación y santificación en las redes sociales:
en donde se le exhibe con una aureola de santidad y a la cual se le puede y se le debe pedir ayuda para la obtención y concesión de favores “desde el más allá”, no siendo nada remota la posibilidad de que con el paso del tiempo se le empiecen a levantar monumentos y templos virtuales en la Web en donde reciba culto y adoración como Santa Patrona de las Caravanas Migrantes.
Otro de los niños muertos es Felipe Gómez Alonzo, también de Guatemala. Al igual que como ocurre con Jakelin Caal, también el niño Felipe Gómez Alonzo está recibiendo una especie de culto en las redes sociales, y no es nada remota la posibilidad de que con el paso del tiempo se le empiecen a levantar monumentos y templos en donde reciba culto y adoración como Santo Patrono de las Caravanas Migrantes. Este bizarro proceso de beatificación y canonización a través de las redes sociales de niños indocumentados muertos en aras de la causa de las caravanas de indocumentados tiene a fin de cuentas un solo y único propósito egoísta: mantener viva la memoria de ellos para poder usarlos propagandísticamente a favor de la causa de las caravanas de migrantes indocumentados. Sigue siendo el uso de la maniobra Stillson de tomar y usar a los niños como bandera y como escudo en aras de una causa por la cual ellos no escogieron ni pidieron morir. Y como dirían los promotores del culto a Los Santos Niños Migrantes, si los narcos le llevan ofrendas a Jesús Malverde y los secuestradores le llevan ofrendas a La Santa Muerte, ¿por qué no habrían los indocumentados integrantes de las caravanas de ilegales tener su culto y adoración propios llevándole ofrendas a los Santos Niños Migrantes pidiéndoles la gracia de concesión de milagritos tales como el poder arreglar rapidito la green card (tarjeta verde) o el enamorar y casarse con una ciudadana norteamericana y así poder “arreglar papeles”? O más difícil, lograr que en el Congreso norteamericano se apruebe una segunda gran amnistía no solo para los ilegales que allí ya viven sino para todos los que van en camino hacia los EE.UU., o sea las caravanas de migrantes.
Extrañamente, hasta ahora nadie ha propuesto en fincarles responsabilidad alguna, ya no se diga culpabilidad jurídica con penas de prisión, a los irresponsable progenitores de esos pobres pequeños que son traídos al mundo deliberadamente para ser usados como bandera y escudo en aras de obtener mejoría económica. Exponer deliberadamente a cualquier niño a peligros innecesarios es llamado en EE.UU. child endangerment y es considerado un acto criminal, una felonía tipificada bajo la categoría de abuso infantil. Sin embargo, ni en México ni en Estados Unidos se le ha quitado jamás la patria potestad o la custodia de esos niños a cualquiera de esos miles de caravaneros que se traen arrastrando consigo a niños chiquitos con la finalidad de ver por sus propios intereses de mejoría económica y no tanto por el bienestar de los pequeños, usándolos como un medio para lograr un fin. Hay leyes para castigar este tipo de abusos que se cometen en contra de menores de edad, el problema es que en estos casos dichas leyes nunca se aplican, al igual que las sanciones a empleadores de indocumentados en Estados Unidos que salvo casos extraordinarios como la redada de Postville (si las autoridades migratorias en Estados Unidos realmente se decidieran a hacer el trabajo por el cual se les paga, fácilmente podrían encontrar si quisieran en estados como California miles y miles de Postvilles que podrían cerrar aún al costo de enviar a la economía de Estados Unidos a una depresión económica peor que la de 1929.)
La maniobra Stillson nunca ve por los intereses del menor, solo ve por los intereses de los mayores que con socarrona irresponsabilidad viajan y se trasladan a su antojo de un lado a otro usando a los asustados chiquillos como bandera y escudo. Y mientras la treta les siga dando funcionando, mientras sigan logrando instalarse en los EE.UU. gracias al uso y al abuso de la maniobra Stillson, lo van a seguir haciendo, hasta que algún día alguien realmente les marque el alto. El actual presidente Donald Trump no lo hará, y de ello puede dar fé Victorina Morales, tal vez la única verdadera heroína en una historia en donde lo que sobran son los villanos.
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