El boom petrolero para México no duró mucho. El descubrimiento de enormes yacimientos petrolíferos en el Mar del Norte y el desarrollo tecnológico acelerado de plataformas petrolíferas para extraer ese petróleo del fondo del mar (en lugar de extraer únicamente el petróleo que estaba a flor de tierra) puso un freno brusco a los aumentos desproporcionados en el precio del petróleo ocasionando un efecto inverso, una caída en los precios internacionales del petróleo. La OPEP perdió rápidamente su capacidad para imponer a su antojo los precios internacionales del petróleo, siendo incapaz de poder hacer algo para evitar el declive. A ello se sumaron los gigantescos despilfarros llevados a cabo por el gastalón populista José López Portillo que dilapidó a manos llenas una fortuna que México aún no tenía por depender de petróleo pendiente de ser extraído por la cual el país fue endeudado irresponsablemente por López Portillo y sus tecnócratas. Se sumó a todo esto la enorme corrupción dentro de la empresa paraestatal PEMEX que mantenía el monopolio total sobre todo lo relacionado con el petróleo creando nuevas castas de multimillonarios en el sindicato de PEMEX. Cuando llegó el momento de tener que pagarle a los acreedores internacionales por los préstamos colosales que le habían hecho al gobierno de José López Portillo, en México no había dinero con qué pagar porque todo estaba ya saqueado y despilfarrado, y México entró en una depresión económica que acabó con la clase media y que con el paso del tiempo le costaría al Partido Revolucionario Institucional la pérdida del poder.
Venezuela no supo o no pudo o no quiso aprender de la experiencia mexicana, y terminó repitiendo muchos de los mismos errores que hundieron a los mexicanos en la inopia.
La historia del empobrecimiento de Venezuela es algo más complejo que las muchas similitudes que podemos encontrar con el caso mexicano, y amerita un repaso de lo sucedido en el siglo pasado desde principios de siglo.
Argentina era en 1913 el país más rico de Latinoamérica, con un Producto Interno Bruto per cápita de 3 mil 797 dólares de 1990. Su prosperidad superaba el promedio de las 12 principales economías de Europa occidental, que registraban una cifra de 3 mil 688 dólares. Argentina era más rica que Suecia, con 3 mil 96 dólares, o Francia, con 3 mil 485. La migración italiana al país sudamericano era muy nutrida porque Italia tenía un PIB de sólo 2 mil 564 dólares por persona.
Venezuela, que todavía no era entonces productor de petróleo, era bastante más pobre. Tenía en 1913 un PIB per cápita de apenas mil 104 dólares, el 29 por ciento del argentino. México, a pesar de la revolución, era más próspero que Venezuela, con un PIB de mil 732 dólares por persona, aunque mucho menos que Argentina.
El petróleo transformó a Venezuela en el país más rico de Latinoamérica, mientras que el populismo peronista detuvo el desarrollo de Argentina. En 1950 Venezuela tenía ya un PIB per cápita de 7 mil 462 dólares, 49.6 por ciento más que los 4 mil 987 de Argentina. Poco importaba que las petroleras fueran extranjeras y privadas, la riqueza del petróleo levantó el nivel de vida de toda Venezuela. Su PIB per cápita era mayor que los 5 mil 13 dólares promedio de las 12 principales economías de Europa.
Para 1973 el PIB per cápita de Venezuela alcanzó los 10 mil 625 dólares; una vez más era el mayor de Latinoamérica. Esta riqueza, sin embargo, siempre estuvo atada al petróleo. En 1998, cuando los precios del crudo cayeron a su nivel más bajo en décadas (el West Texas Intermediate llegó a 17.53 dólares por barril en noviembre), el PIB por persona de Venezuela cayó a 8 mil 965 dólares. Esta baja fue uno de los factores que llevaron a la elección de Hugo Chávez en 1999. Chile era en ese momento el país más rico de Latinoamérica, con 9 mil 756 dólares por persona. (Todas las cifras hasta aquí, expresadas en dólares internacionales de 1990, provienen de los trabajos de Angus Maddison y sus discípulos del Development Centre Studies).
A pesar de las malas políticas de Chávez, Venezuela logró mantener un PIB per cápita razonablemente alto gracias a los elevados precios del petróleo. Todavía en 2015, según el FMI, registraba 10 mil 570 dólares corrientes, menos que los 14 mil 900 de Argentina o los 13 mil 570 de Chile, pero arriba de los 9 mil 670 de México. En 2019, sin embargo, la cifra de Venezuela se desplomó a 2 mil 720, apenas arriba de Honduras, con 2 mil 570, o Nicaragua con mil 980. Del más rico, Venezuela ha pasado a ser uno de los países más pobres de Latinoamérica. Mientras tanto, Chile se encuentra ya cerca de los niveles de un país desarrollado, con 15 mil 780 dólares. Argentina ha caído a 10 mil 600 dólares y México se mantiene en 9 mil 860 (International Monetary Fund datamapper).
Las variaciones en las economías latinoamericanas nos ratifican que las políticas económicas sí importan. La prosperidad que Argentina y Venezuela llegaron a tener se desplomó por la mala calidad de sus políticas públicas. EL POPULISMO HACE DAÑO. Quizá no se note de inmediato, pero en el largo plazo sus consecuencias son muy claras.
México nunca ha sido el país más rico de Latinoamérica, ni siquiera en los tiempos, hoy tan añorados por el gobierno, del desarrollo estabilizador del viejo PRI. El crecimiento mexicano ha sido decepcionante, pero por lo menos no hemos cometido los errores que hicieron que Venezuela pasara de ser el país más rico a uno de los más pobres de la región.
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