miércoles, 22 de abril de 2020

Androstenona, el seductor invisible




Cualquiera que haya sido dueño de una perrita por varios años sin duda alguna ya sabe que la perrita solo se puede embarazar dos veces al año, ya que la mayoría de ellas solo entran en celo cada 6 meses. Los 6 meses son un promedio de lo que suele ocurrir en la mayoría de perras. Cada hembra tiene su propio ciclo, es decir, puede ser diferente de otras perras, algunas perras lo tienen cada cinco meses, otras cada seis o cada ocho, lo importante, sin embargo, es que exista regularidad ya que estado saludable ella será muy regular. Por ejemplo, una perra puede tener su celo cada 7 meses, pero si de repente lo tiene cada 4 meses, hay que consultar al veterinario porque puede estar ocurriendo algo serio en la salud de la perrita.

Una forma de darse cuenta de que una perrita está en celo es que, cuando lo está, de repente es seguida por perros machos cuando se le saca a pasear, e incluso perros lejanos que viven en colonias distantes se hacen presentes. De pronto se juntan varios perros machos fuera de la casa de la perrita llegados de quién sabe donde. ¿Qué acaso son "adivinos", se preguntarán muchos? No, no lo son. ¿Entonces cómo saben o se dan cuenta de que en una casa distante hay una perrita que ya entró en celo? Pues simple y sencillamente porque les llega cierto "olor" que, pese a la distancia, los atrae como si fuese un poderoso imán, y los lleva directamente hacia donde está el imán.

Es que, cuando una perrita entra en celo, secreta un "perfume", indetectable para el olfato humano, capaz de alterar el comportamiento de cualquier perro macho que se encuentre a la redonda. Este perfume es parte de lo que en la Naturaleza se conoce como feromonas, hormonas para "llamar la atención" del sexo opuesto y atraerlo con fines de apareamiento. Y bastan unas cuantas moléculas flotando en el aire para poder ser detectadas por el sentido del olfato, como en el caso de algunas mariposas en las que los machos son capaces de detectar el olor de la hembra a 20 kilómetros de distancia, en concentraciones tan bajas como una molécula por cada 1017 moléculas de aire. Esto significa que bastan unas cuantas moléculas de feromonas flotando en el aire para cambiar en forma dramática el comportamiento del sexo opuesto en una pequeña mariposa.

El término "feromona" fue acuñado en 1959. Peter Karlson y Martin Luscher, dos bioquímicos alemanes, dijeron que dentro de la nube de moléculas que producen los animales había unas más especiales que otras. Eran similares a las hormonas de la sangre, pero las emite el cuerpo hacia afuera e influyen en el comportamiento y la psicología de quienes nos rodean. Ese mismo año descubrieron la primera feromona. Producida por las hembras de los gusanos de seda (la mariposa Bombyx mori), la molécula Bombykol llama la atención de los machos a kilómetros de distancia. Es una feromona sexual, un afrodisiaco. Poco después de este descubrimiento, un autor escribió: "La endocrinología ha florecido enormemente en los últimos 40 años. La exocrinología está a punto de florecer". Y lo hizo.

En la década de 1970, este aparente descubrimiento provocó mucha agitación. El físico británico Alex Comfort publicó un artículo titulado "La probabilidad de las feromonas humanas", en el que aseguraba que no tardaríamos mucho en descubrir la primera feromona humana. Tenía razón. H.A. Cook, escribió en la revista científica New Scientist que había encontrado al menos dos ejemplos en la respiración y en el sudor humano. Uno, a su juicio, olía a ajo. "Ocurre en la respiración de una mujer cuando esta se siente excitada sexualmente (y no es causada por comer ajo)", dijo Cook. Cook sugirió que esta feromona atrae a los hombres y es la razón por la cual las mujeres utilizan pequeñas cantidades de ajo en la cocina. "La segunda feromona humana es el olor del miedo que, sin lugar a dudas, es evidente para los perros", continuó. Estas afirmaciones pronto fueron descartadas e ignoradas. Pero otras no. En 1991 se celebró una conferencia en París (Francia). A principios de ese año, Linda Buck y Richard Axel, dos bioquímicos de la Universidad de Columbia, en Nueva York (EE.UU.), descubrieron una familia de receptores olfativos en ratones. Cada receptor respondía a un olor diferente, iniciando una cascada de señales en las neuronas del cerebro.

Hace algunos años, Jane Hurst, de la Universidad de Liverpool (Reino Unido), dijo que los mamíferos y los humanos eran demasiado complejos para las feromonas. Pero en 2010 descubrió el "darcin", una proteína (así bautizada en homenaje a Darcy, el héroe de la novela  "Orgullo y prejuicio" de Jane Austen) que encontró en la orina de ratones machos y que no solo atrae la atención de las hembras, sino que actúa como un indicador de la memoria, permitiendo a la hembra recordar la huella olfativa del macho con el que se había cruzado. Es al mismo tiempo un dispositivo de atracción y de aprendizaje. Sin él, la hembra no tiene interés o recuerdo del sexo opuesto. "Cambié de opinión", dice Hurst. "Hay químicos específicos que tienen el derecho a ser llamados feromonas". Para encontrar el darcin, Hurst y sus colegas volvieron a lo básico. Utilizaron la misma fórmula del estudio de 1959 sobre el Bombykol, aislando la molécula activa en la orina y probándola de nuevo en ratones. La pregunta es: ¿podríamos hacer lo mismo en humanos? Parece bastante improbable. Años de aprendizaje, preferencias personales y la falta de respuestas reflexivas pueden desarticular cualquier experimento controlado. Pero puede que esto no se aplique en los recién nacidos. En 2009, un estudio reveló un posible punto de interés. Durante el amamantamiento, las glándulas areolares que rodean el pezón de la madre secretan un líquido, además de la leche. Al colocarlo sobre la nariz de los bebés, estos abren su boca, sacan su lengua y empiezan a succionar. Tratan de alimentarse. Las secreciones de otras madres pueden provocar la misma respuesta, eliminando la posibilidad de que se trate simplemente de que los bebés se hayan acostumbrado al olor distintivo de su progenitora.

Aunque el asunto de las feromonas humanas es algo que sigue causando muchos debates, se trata de algo capaz de explicar, desde el punto de vista puramente biológico, el amor a primera vista, que no solo estaría influenciado por lo que se percibe conscientemente con la vista sino por lo que se huele. Si las feromonas hacen lo comúnmente llamado, "amor a primera vista", esa atracción inexplicable entre dos seres humanos, ello explicaría el por qué algunos hombres son despreciados mientras que unos cuantos son encontrados sumamente "atractivos".

En el hombre, la feromona masculina que los machos emiten sin darse cuenta de ello es la androstenona, la cual es capaz de producir un patrón de activación del sistema nervioso, aumentando la ansiedad que es el preludio a una "conquista" romántica.

Aunque la androstenona no es algo que se pueda producir a voluntad, existe cierto apoyo científico que respalda la idea de que algunos alimentos hacen que los hombres emitan olores u hormonas que los hacen más atractivos para las mujeres. Este extraño vínculo ha sido observado durante mucho tiempo por diversos científicos en el mundo animal. De hecho, las salamandras hembras se ven atraídas por los machos que siguen una dieta rica en nutrientes, por lo que algo similar podría ser cierto para los seres humanos.

En una serie de experimentos publicados en 2016 en Appetite, 42 hombres comieron ajo crudo o en cápsulas para más tarde llevar algo parecido a unas almohadillas de algodón bajo las axilas durante 12 horas. Esas mismas personas volvieron a llevar otras almohadillas tras seguir una dieta sin ajo. Hecho esto, las muestras fueron evaluadas por 14 mujeres que coincidieron en que el olor corporal de los hombres cuando comieron ajo era más agradable, atractivo y masculino en comparación a cuando evitaron el ajo en sus dietas.  Una de las hipótesis de los investigadores sostiene que, debido a que el ajo aumenta los niveles de antioxidantes en el cuerpo y acaba con las bacterias dañinas, el olor de nuestro sudor podría cambiar y evidenciar la salubridad de nuestro organismo, mostrándonos como compañeros adecuados para las mujeres. Una cosa es bien cierta, el aliento de ajo no es ningún afrodisíaco: así que no se trata de consumirlo solamente con tales intenciones.

El ajo no es el único alimento que podría aumentar el atractivo sexual de un hombre. Para un estudio de 2016 publicado en Evolution and Human Behavior, psicólogos de la Universidad Macquarie de Sydney, Australia, hicieron que varias mujeres calificaran el olor de unas camisetas usadas por 43 hombres durante 24 horas. Los hombres completaron un cuestionario en el que explicaban los alimentos que habían consumido mientras que los investigadores medían el tono amarillento de sus pieles, el cual está relacionado directamente con el consumo de carotenoides, pigmentos que se encuentran en verduras y frutas como las calabazas, las zanahorias o los albaricoques. Estudios previos habían encontrado que el tono amarillento de la piel inducido por carotenoides es más visualmente atractivo para las mujeres, al menos entre los caucásicos. (la piel "bronceada" es algo que suele procurarse con los baños de sol en las playas.) En este estudio, las mujeres reportaron que el olor de los hombres que mantenían una dieta basada en alimentos ricos en carotenoides parecía ser afrutado, dulce y particularmente agradable. Este hallazgo también podrían ser explicado por nuestras habilidades evolutivas para encontrar socios saludables, ya que unos niveles bajos de caroteoides plasmáticos se asocian con la infección y una mayor mortalidad.

Por curioso que parezca, un vegetal que puede incidir en aumentar los efectos de las feromonas masculinas es el apio, ya que contiene de forma natural la hormona masculina esteroide llamada androstenona. Aunque pueda parecer alimento para conejos, el apio hace que las glándulas sudoríparas liberen la feromona androstenol, a menudo usadas para fabricar aerosoles y colonias afrodisíacas para atraer a las mujeres.

Quizá lo más impactante en lo que tiene que ver con las feromonas es que: en los humanos no necesariamente pueden ser reconocidas mediante el sentido del olfato como lo haríamos con un perfume de rosas. Esto es, carecen de olor específico distintivo que podamos reconocer. Lo que se "huele" (o mejor dicho, se aspira) es en lo que tiene que ver con las feromonas algo que afecta nuestro comportamiento subconsciente, está por debajo del nivel de nuestra consciencia. Lo cual nos lleva a la siguiente cuestión que tiene que ver con algo central a las relaciones humanas: ¿es ético usar algo (p.ej. una sustancia química como la feromona indudablemente lo es) para atraer a alguien del sexo opuesto manipulándolo en sus percepciones sensoriales con cosas que están por debajo del nivel de su consciencia, alterándole el comportamiento de su sistema nervioso sin advertirle lo que se está llevando a cabo con aviesas intenciones? En el caso de las mujeres, ellas por milenios han usado perfumes precisamente para atraer a los hombres que desean, y de ello jamás se ha ofrecido disculpa alguna. Pero con algo capaz de poder alterar el sistema nervioso sin que la víctima se de cuenta de que está siendo manipulada, esto tal vez le daría enojo a la víctima de la manipulación. Sin embargo, ¿no es esto mismo de lo que trata el delicado y fino arte de la seducción, arte que sin ayuda de químicos era usado por donjuanes famosos de la Historia como Giacomo Casanova (un personaje de la vida real)? Resulta prosaico darse cuenta de que, a fin de cuentas, el encontrar y seducir pareja no tenga nada que ver con ramos de flores, cajas de chocolates o citas en restaurantes de lujo caros con música romántica, sino con químicos extremadamente potentes capaces de atacar las neuronas del cerebro con la misma efectividad que la cocaína o la heroína desarrollando incluso una adicción (todas las adicciones basan sus efectos en estimular zonas sensibles del cerebro al placer, como lo hacen esos neurotransmisores que se encargan de hacernos sentir bienestar y felicidad, las endorfinas, los opiáceos naturales del cuerpo) Sin las endorfinas que son las hormonas que dan placer a las relaciones íntimas y vuelven mucho más tolerable mantener unida una relación de pareja pese a los problemas enfrentados y las responsabilidades que el matrimonio conlleva, tal vez muchos nunca se casarían y mucho menos permanecerían casados, sobre todo en una época en la que ya de por sí la mitad de los matrimonios terminan en un sonoro fracaso. Pocos son aquellos y aquellas que, sin experimentar placer alguno, estarían dispuestos a enredarse y comprometerse de por vida ante un altar religioso en algo que ya de por sí es sumamente complicado y difícil en nuestros tiempos modernos.


 Durante el cortejo amoroso, las hormonas (feromonas) son las que tienen el control
 ya después son otras hormonas (endorfinas) las que mantienen el control


O sea que, desde el principio hasta el final de nuestras vidas, somos esclavos de nuestras hormonas, hasta donde estemos dispuestos a permitirlo. Algo de libre albedrío debe de quedar en el cerebro, dominado por la voluntad y no por las hormonas aunque a veces nos cueste trabajo aceptarlo.

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