domingo, 19 de abril de 2020

COVID: Precauciones que parecen haberse ignorado

¡Cuidado con los vientos!




Una persona infectada con el coronavirus COVID-19 tiene almacenada en sus pulmones una verdadera fábrica de miles de millones de copias del diminuto virus, y al toser o estornudar esa persona sin darse cuenta de ello está actuando como si fuese un aerosol esparce al aire una nebulización:




de gotículas pequeñísimas que flotando por varios minutos en el aire pueden ser inhaladas por otra persona que al no usar mascarilla de protección quede expuesta a inhalar aire contaminado al succionar las gotículas que estén flotando, ¡y basta con inhalar una sola gotícula no visible al ojo humano para terminar contagiado!:




Al estornudar, una persona adulta puede echar fuera a su entorno el equivalente de unas 40 mil gotitas por minuto. En caso de simplemente toser, expulsa el equivalente de unas 3 mil gotitas por minuto. Pero lo que muchos ignoran es que con el simple hecho de hablar se puede estar expulsando 600 gotitas por minuto.

Estas gotículas suspendidas en una habitación pasiva sin circulación de aire pueden viajar entre uno y dos metros desde el punto en el que fueron expulsadas. La "Sana Distancia" que tanto promueven los anuncios de salud pública es de unos 3 metros que pueden parecer suficientes para evitar aspirar cualquiera de dichas gotículas. Sin embargo, esto solo es cierto en un entorno completamente pasivo en donde no hay ninguna circulación de aire.

Cuando se sale al exterior, hay que tomar en cuenta de que por lo general casi siempre hay una circulación de aire por cuestiones atmosféricas, los típicos "vientos" que se dan sobre todo en Semana Santa.

Un viento relativamente ligero que esté soplando a tan solo unos 10 kilómetros por hora puede arrastrar en apenas un minuto a una partícula de polen o alguna gotícula cargada con coronavirus a 166 metros de distancia antes de que dicha partícula haya caído a la banqueta o al pavimento. Esto significa que en 6 minutos una persona que se encuentre en el patio exterior de su vivienda sin usar cubrebocas muy bien podría estar aspirando una gotícula expulsada por un vecino que vive a un kilómetro de distancia con el que ni siquiera está conversando y al cual tal vez ni siquiera alcanza a ver, una distancia de infección muchísimo mayor que la recomendada como "sana distancia" de 3 metros.

Empeorando las cosas es que entre más fuerte está soplando el viento afuera de casa, las gotículas expulsadas viajarán con mayor rapidez siendo esparcidas a distancias mucho mayores en tiempos de recorrido mucho menores. Esto puede explicar en parte los altísimos niveles de contagio del COVID-19 que experimentan inclusive personas que se adhieren a las recomendaciones prescritas, cayendo víctimas de la infección hasta médicos y enfermeras que han obedecido todas las recomendaciones y pese a ello de cualquier modo terminan cayendo como ha ocurrido en Italia. Aunque se ha supuesto y se le ha echado la culpa de todos estos contagios al hecho de estar trabajando en proximidad con pacientes ya infectados, es muy posible que esos vientos de aire afuera de los hospitales cargados con gotículas infectadas estén llegando a su destino sin freno alguno.

 La moraleja en esto es que, al salir fuera de casa hay que ponerse el cubrebocas desde antes de salir afuera inclusive si solo se va al patio trasero de la casa o a visitar al vecino, porque uno nunca sabe a ciencia cierta lo que traiga el viento consigo.


La ciencia está por los suelos




Otra foco importante de infección al que no se le ha dado mucha importancia está en las suelas de los zapatos.

No se requiere de mucha imaginación para visualizar el hecho de que las miles de gotículas portadoras de millones de réplicas del microscópico virus que terminan cayendo al suelo y que no viajan grandes distancias permanecerán en el suelo en donde cualquier persona que pase caminando las podrá levantar consigo llevándoselas en las suelas de los zapatos.

En relación a esto, es instructivo leer el siguiente reportaje:

Estudio descubrió que coronavirus viaja en suelas de zapatos
La Opción de Chihuahua
Miércoles 15 de Abril 2020


Conforme avanza la pandemia de coronavirus a nivel mundial, se han descubierto nuevos factores de alerta, como el estudio que advierte que el COVID-19 se aloja en la suela de los zapatos.

Aunque ya era una señal de alerta desde hace varias semanas, el estudio del Hospital Huoshenshan de Wuhan  dio a conocer una característica del virus.

Los especialistas tomaron muestras de diversas superficies de dicho hospital del 19 de febrero al 2 de marzo para comprender más sobre el impacto de este virus en ciertas áreas.

Así, encontraron que los lugares donde el coronavirus viaja o sobrevive con mayor frecuencia son:  la suela de los zapatos, botes de basura, pasamanos de las camas de los enfermos y ratones de computadora.

En el caso de las suelas de zapato, descubrieron que llegan a existir muestras de hasta un 70% de coronavirus en el piso de cuidados intensivos y hasta un 15.% en las salas generales.

“La mitad de las muestras de las suelas de los zapatos del personal médico de cuidados intensivos dieron positivo”, expresó el hospital, de acuerdo con información del medio NBC.

A razón de ello, los especialistas piden reforzar los protocolos de desinfección de las suelas de zapato para antes de salir de las salas.

Pese a esta confirmación y advertencia que llega desde Wuhan, los expertos aseguraron que la mayor vía de contagio es por medio de las gotículas que se expulsan al toser, respirar o estornudar.

Hasta el momento, los expertos continúan investigando más sobre este posible factor de riesgo que se presenta en hospitales y lugares de uso común.

OJO, MUCHO OJO: Cualquier virus que se adhiera a las suelas de los zapatos no puede ser "aplastado" (y consecuentemente muerto) al caminar sobre el mismo aplastándolo contra el suelo, en virtud de su tamaño pequeñísimo, del mismo modo en el que una molécula de agua o una molécula de alcohol no puede ser "desintegrada" en sus partes constituyentes con un simple pisotón.

Si le damos credibilidad a esta posibilidad que antes ni siquiera había sido considerada, esto significa que no basta con lavarse las manos al entrar a la seguridad de nuestras casas o nuestros centros de trabajo. Se vuelve necesario desinfectar las suelas de los zapatos al momento de entrar o inclusive antes de entrar.

En Japón persiste la costumbre bajo la cual los japoneses antes de entrar a sus casas se quitan los zapatos, y las suelas de los mismos no tocan jamás el piso interior de sus viviendas. Los orígenes de esta tradición los encontramos precisamente en el tipo de suelo de las casas japonesas. Tradicionalmente los suelos eran de tatami (estoras de paja de arroz seca), que se ensuciaban rápido y eran difíciles de limpiar. Para mantener su buen estado, la mejor opción era sacarse los zapatos antes de entrar en casa. Hay que tener en cuenta también que los japoneses históricamente han hecho vida en el suelo de casa, sentándose en él para comer, y durmiendo directamente encima con el en futon, etc; por lo que era de vital importancia que el suelo estuviese limpio. Posteriormente ya con la implantación del parqué en la mayoría de las casas, dejando el tatami exclusivamente para solo una habitación de la casa, sorprendentemente esta costumbre no se ha perdido como podríamos pensar, sino que se ha mantenido y sigue siendo un símbolo de armonía y equilibrio dentro de los hogares japoneses. Las ventajas de esta costumbre parecen tantas que cuesta entender que más países no la adopten, aparte de lo cómodo que es andar descalzo y que es más silencioso, la casa se mantiene mucho más limpia al dejar fuera la suciedad que se acumula en los zapatos, y si son varias personas viviendo en una misma casa la diferencia se nota aún más. Pero el punto es este: si en una sola suela de zapato se van arrastrando unas 800 millones de copias del COVID-19, y si basta una sola de dichas copias para mandar a alguien al hospital, esta sola razón puede explicar el por qué la pandemia no ha causado en Japón estragos como los que está ocasionando en Italia, Francia, España y Estados Unidos, que no usan dicha sana costumbre.

La conclusión es esta: el mal puede ser introducido a casa en las suelas de los zapatos. Y para evitarlo, no basta con estarse lavando las manos cada cinco minutos o estar desinfectando diariamente el piso del interior de la casa. Hay que tener algo a la entrada para desinfectar también las suelas de los zapatos.


El slipstream


Si sumamos los dos efectos citados arriba, la contribución de los vientos exteriores que hacen su parte en esparcir hacia áreas mucho más grandes y a mayor rapidez un virus letal, y el hecho de que el coronavirus tenga en las suelas de los zapatos un vehículo de transmisión ideal con el cual pueda recorrer grandes distancias sin requerir energía para ello, surge inevitablemente la probabilidad de que a las miles de millones de réplicas del virus que estaban suspendidas en el aire en gotículas expulsadas tras un estornudo y que hayan terminado cayendo a una banqueta o al pavimento, cualquier vehículo que pase a velocidad apreciable pueda "levantar y arrastrar" las partículas que están acumuladas en el suelo con el solo "viento" que genera en un carro o camión detrás de sí por el solo hecho de estar en movimiento, un "viento" conocido como slipstream o corriente deslizante. Se le entiende como una región detrás de un objeto en movimiento en la que una estela de fluido (típicamente aire o agua) se mueve a velocidades comparables al objeto en movimiento, en relación con el fluido ambiental a través del cual se mueve el objeto. La forma de un objeto determina qué tan fuerte es el efecto. En general, cuanto más aerodinámico sea un objeto, más pequeña y débil será su corriente de deslizamiento.

Una vez levantadas del pavimento por los vehículos que están circulando, el mismo viento ambiental se encarga de arrastras a las partículas a grandes distancias, hasta llevarlas a la nariz de algún incauto que esté caminando sin cubrebocas por la banqueta paseando a su perro, y que después se preguntará a sí mismo cómo y en donde pudo haberse contagiado, sin encontrar respuesta a su interrogante.

Afortunadamente, no es necesario agregar una indicación adicional para hacer frente al slipstream como fuente de contagio viral. Basta con no salir ni andar fuera de casa sin cubrebocas, y con desinfectar los zapatos antes de entrar a casa para que con ello se impida a un slipstream el poder meter partículas infectoras a la casa.


El enemigo invisible escondido bajo las uñas




Hay un dicho que dice "uña y mugre" que se usa cuando se quiere hacer referencia a dos cosas que son inseparables. La referencia no es a la mugre que pueda haber en la parte exterior de la uña que se puede remover lavándose las manos con agua y jabón; es a la parte interior, o sea por debajo de las uñas. ¿Cuántas veces no hemos visto que después de lavarnos las manos, al mirar las uñas comprobamos que la mugre que estaba debajo de las uñas sigue allí?:




Debajo de las uñas se acumula mucha cosa de la que ni siquiera nos damos cuenta. Ejemplo de ello es la importancia que le da la medicina forense moderna en una escena del crimen a la materia que pueda tener debajo de sus uñas una persona muerta. En muchas circuntancias la víctima antes de ser muerta pelea por su vida dando "arañazos" al victimario, y el resultado es que algo de la piel del victimario es recogida por la víctima al arañar a su acosador, quedando "algo" de la piel del victimario recogido debajo de las uñas. Ese "algo" puede ser recogido fácilmente por los peritos forenses para ser sometido a un análisis posterior de ADN, y basta con que haya un poquito de piel del victimario en la muestra de mugre para poder indentificarlo con la misma precisión que si se hubiera tenido una cámara de video en la escena del crimen. Tal evidencia tiene ya peso legal en los países industrializados, y es más que suficiente para exonerar a personas inocentes que habían sido acusadas e incluso sentenciadas injustamente como presuntos responsables de un crimen que no cometieron, así como para poder encontrar a los verdaderos culpables que no pueden cambiar su ADN.

Pues bien, si debajo de las uñas se pueden acumular rastros del ADN de un atacante cuando la víctima se ha defendido, de igual manera se pueden acumular rastros del ADN de un virus letal como el coronavirus. Y basta con que una sola copia del virus entre al cuerpo humano por donde sea para hacer caer a la persona bajo un contagio que se pudo haber evitado.

Como ya se mencionó arriba, puede ser muy difícil mantener el interior de las uñas totalmente limpio al cien por ciento todo el tiempo. Pero esto se evita fácilmente manteniendo las uñas cortadas siempre al ras, para lo cual se usa el cortauñas. Hay muchos cortauñas pequeños disponibles comercialmente  como el que vemos en la fotografía superior, y si se desarrolla la costumbre de mantener cortadas las uñas al ras efectuando la operación de corte todas las mañanas, entonces el lavado de manos con agua y jabón que nos recomiendan las autoridades sanitarias podrá remover toda la mugre que pueda haber debajo de la uña incluyendo copias de coronavirus que se puedan ir acumulando allí durante el día.

De hecho, en los ejércitos (y desde mucho antes de los tiempos del coronavirus), a los soldados se les obliga a tener sus uñas bien cortadas, al ras, y ello pasa por revisión del sargento a cargo de cada unidad, desarrollando una sana costumbre que en estos dias adquiere un valor adicional. En ese entorno el hábito se adquiere por obligación, hoy vale la pena adquirirlo por cuestión de superviviencia.

Y, obviamente, jamás compartir el cortauñas con nadie, este debe ser siempre un artículo de uso exclusivamente personal como lo es el cepillo de dientes. Sobre todo no compartirlo jamás con alquien que muestre los síntomas de un contagio de COVID.

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