viernes, 25 de junio de 2010

Locura futbolera

Cada cuatro años se repite la misma historia en México. Mucho tiempo antes de que tenga lugar el torneo mundial de futbol promovido por la FIFA, los medios de comunicación le van “calentando el cerebro” a la gente que se deja manipular por los medios, preparándola paulatinamente para el siguiente campeonato mundial de futbol, haciendo crecer las expectativas en forma irreal haciéndole creer a la mayoría de los fanáticos del futbol en México que de alguna manera ahora sí habrá posibilidades de que el equipo mexicano logre obtener la copa mundial de futbol. La efervescencia se va construyendo en forma paulatina, hasta alcanzar su clímax faltando unos cuatro o cinco meses para la celebración del campeonato mundial de futbol FIFA. Una vez que empieza la competencia, el primer triunfo se convierte en algo que eleva al país entero hacia la locura, y la primera derrota se convierte en el equivalente de una gran tragedia nacional. Inevitablemente, la selección nacional de futbol se desinfla y regresa a casa sin la copa mundial en sus manos, y casi al mismo tiempo las televisoras y los medios de comunicación dejan de hablar sobre el tema enfocando de inmediato su atención hacia otros distractores de la realidad como las telenovelas o las parodias de los cómicos del momento, dejando que se les pase el coraje y la desilusión a los fanáticos del futbol por varios meses mientras nuevamente poco después volverán a lo mismo que es su especialidad, ir construyendo esperanzas inalcanzables para el siguiente campeonato mundial de futbol de la FIFA, echándole leña a la hoguera con torneos intermedios como el CONCACAF y la Copa Libertadores, hasta que el gozo se vaya al pozo por enésima ocasión al repetirse la historia de siempre.

En la copa mundial de futbol celebrada en el año 2010 en Sudáfrica, después de un inesperado triunfo ante Francia cuyos tiempos como campeón mundial son ya solo un recuerdo, la selección de México cayó derrotada ante Uruguay cuando el triunfo sobre Francia alimentaron las expectativas irreales sembrando la duda sobre si sería posible ganarle o al menos empatar al equipo de la selección nacional de Argentina. En el periódico local Sergio Sarmiento tuvo algo que decir sobre lo sucedido en un artículo titulado “La derrota”:

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No sé qué me inquieta más: que miles de fanáticos mexicanos salgan al Ángel de la Independencia a celebrar una derrota del equipo nacional de futbol o que la celebración se convierta en disturbio violento en que los fanáticos buscan desvestir y manosear a las mujeres y agreden a la policía cuando ésta trata de intervenir.

México, claramente, es un país al que le cuesta mucho trabajo tener triunfos. Estamos habituados a la derrota... y no sólo en el campo deportivo. Quizá por eso nuestros festejos ante las victorias y las derrotas son tan carentes de proporción.

México ha tenido hasta ahora el desempeño esperado en la Copa del Mundo de futbol. Era lógico para el decimoséptimo equipo del mundo terminar la primera ronda con una victoria, un empate y una derrota. El orden de los factores no fue el esperado: pocos hubieran pensado que el triunfo habría sido frente a Francia y la derrota ante Uruguay, pero el futbol ofrece siempre ese tipo de sorpresas.

Si era previsible que la selección nacional pasara a octavos de final en el segundo lugar del grupo A, era igualmente lógico que nos tocara enfrentar inmediatamente después a Argentina.

Es muy probable que el Mundial concluya para México este próximo domingo en el encuentro contra el equipo más brillante de la primera etapa de la competencia. No hay en las filas nacionales un Guardado que pueda rivalizar con Messi, ni un Chicharito que rebase a Higuaín, ni un Cuauhtémoc que pueda superar a Tévez. Los jugadores en la banca de Argentina -Palermo, Milito, Agüero- serían suficientes para derrotar a la selección nacional en casi cualquier día. Pero esto es algo que muchos mexicanos se niegan a entender.

Los mexicanos queremos ver el futbol -y la vida económica- como batallas en las que se puede triunfar con buena voluntad y la intervención milagrosa de la Virgen de Guadalupe. En la derrota contra Uruguay del 22 de junio encontré en el Estadio Real Bafokeng a varios mexicanos que con lágrimas en los ojos me aseguraban que la derrota era producto de que El Vasco Aguirre no había metido al Chicharito Hernández desde un principio o de que no había querido sentar en la banca al Guille Franco. Pocos quieren darse cuenta de que el proceso que permite a un país, como Argentina, tener una escuadra vencedora en cualquier Mundial es empezar desde muy temprano con la preparación de jugadores infantiles y juveniles.

La derrota puede ser una gran maestra. Nos muestra nuestras carencias y nos permite remediarlas. El problema es cuando nos negamos a ver las lecciones y pretendemos seguir viviendo en un mundo de mentiras.

Quizá si reaccionáramos de manera distinta a las derrotas podríamos albergar otros sueños. Si nos sirvieran de incentivo para construir canchas de futbol en las escuelas y organizar ligas infantiles y juveniles en todo el país, podríamos construir equipos nacionales más brillantes para las Copas del 2018 en adelante. Mientras las victorias y las derrotas sean un simple pretexto para salir a las calles, intoxicarse con alcohol, lanzar espuma a la gente y tratar de desvestir y manosear a las mujeres que se atrevan a ir al Ángel de la Independencia, seguiremos siendo el país del nunca jamás.

Las lecciones del futbol son las mismas que aprendemos de la economía global. De nada nos sirve ponernos el sombrero de charro y gritar ¡Viva México!, o lamentar el trato que la Border Patrol de Estados Unidos les da a los trabajadores mexicanos, si no hacemos el esfuerzo para construir un país más próspero que pueda dar trabajo y un mejor nivel de vida a los mexicanos en su propia patria.

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Un abogado de la localidad de nombre Carlos Murillo expresó esto con respecto a la locura futbolera promovida hasta el cansancio por las televisoras de México:

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Me declaro agnóstico del futbol, es decir, no sé y no me interesa. Siento un profundo respeto por los fanáticos, aunque la propia palabra “fanático” me parece sinónimo de sin-razón, la imagino en un rincón profundo de la “caverna de Sócrates”.

La gente es así aquí en México, le encanta, qué digo le encanta, le enloquece el balompié, invertimos tiempo y dinero en el juego, generando un mercado emergente enmedio de la crisis mundial.

Las televisoras que saben husmear donde hay dinero –y a diferencia de los países desarrollados donde el Mundial es un evento más– dedican inversiones millonarias por ganar audiencia, la guerra mediática es una regresión a la era salvaje por ganar a la presa (el público).
Tengo miedo de prender la televisión y ver más análisis futbolero; cientos de números y estadísticas sobre las más insignificantes cuestiones relacionadas con el Mundial, ¡por favor!

Y la gente que grita asustada cuando llega el balón a la portería ¿de qué se asustan? Pueden ver un muerto en la calle pero no soportan un tiro a gol del equipo contrario.

La gente llora cuando pierden. Celebra cuando gana(mos). Porque, como siempre, el triunfo tiene muchos padrinos y la derrota es huérfana.

La emoción del fan se convierte en una pócima mágica que le resuelve todos los problemas por 90 minutos, un simple entretenimiento se convierte en dogma, en religión, en día inhábil.

Tal vez el 90 por ciento de los mexicanos vean un juego de la selección mexicana, en contraste con el 1 por ciento que se detiene a ver un debate político entre candidatos a un puesto de elección popular, cifras escalofriantes en un país que ya cuenta con 60 millones de pobres e incrementa cada día su desigualdad en una brecha entre clases sociales que cada día se va ensanchando más, ante la mirada de todos y la voz de nadie.

La bronca está ahí, en una olla exprés que va a cumplir otros cien años sin que podamos brincar la barda del subdesarrollo, pero olvídese de eso, aquí lo interesante es el grado de enajenación social que provoca el futbol; que hace que se nos olvide todo. Un reportero ignorante dice: “Ojalá que el triunfo sobre Francia nos lleve a todos a ser más eficientes en nuestro trabajo”, ¿De dónde brincó este tipo de una premisa a otra y concluyó en capirotada? ¿Ese mensaje de triunfalismo frívolo se lo enseñaron en qué escuela barata de ventas corporativas?

Y por lo regular esa misma gente desdeña todo lo que huela a política, con esa voz muy propia del ciudadano común repiten el mismo discurso “es que el gobierno no hace nada”, “siempre es lo mismo”, “los políticos sólo saben robar”.

¡Claro! El diagnóstico puede ser muy real ¿Y porqué tenemos esos gobernantes?

Por una razón muy sencilla: tú, ciudadano común, ciudadano en la media, inmensa mayoría, tú, estabas viendo el futbol, seguías enajenado con la televisión, le diste la espalda al proceso electoral. Ojalá que pierda la selección el domingo y regresemos a la realidad para el 4 de julio emitir un voto razonado. Ojalá el Mundial se acabe pronto.

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Es tal el fanatismo que despiertan en México las expectativas irreales promovidas mediáticamente y comercialmente en torno a los partidos de futbol que cuando, hablando en serio, un reportero le preguntó a un director técnico en México si una victoria en el partido final de la Copa Mundial de Futbol FIFA haría que les construyeran un monumento a los jugadores de la selección nacional de México cerca del Ángel de la Independencia, éste respondió de inmediato sin tener que pensarlo mucho: “Si nuestros muchachos ganan la copia Mundial, no les van a levantar un monumento cerca del Ángel de la Independencia, ¡LES VAN A LEVANTAR UN ALTAR!”, con las imágenes de los jugadores puestas en nichos para recibir las plegarias de sus devotos fanáticos, y con la imagen del director técnico de la selección nacional Javier Aguirre en el centro del “sagrario”. Y de hecho Cuauhtemoc Blanco, uno de los jugadores que le metió un gol (en tiro de penales) a Francia, recibió como justo reconocimiento a ese gol el mote de “San Cuauh”, con todo y plegaria que dice “San Cuauh talentoso de jugadas divinas, llévanos al Mundial con una Cuauhtemiña”, y hasta su imagen estaba siendo promovida junto con una camiseta con su imagen como “santo” y con una veladora incluída. Por lo pronto, la Iniciativa México (iMX) auspiciada y financiada por Televisa desde el 12 de enero de 2010 empezó con un comercial con el director técnico de la selección nacional Javier Aguirre afirmando que ya es hora de pasar del México del “sí se puede” al México del “ya se pudo”, casi dando por hecho (en la fantasía mediática de la principal productora de telenovelas en Latinoamérica) que la selección nacional de México regresará a casa con la Copa Mundial en sus manos.

La fiebre desatada en México por la Copa Mundial de Futbol, y promovida con muchos meses de anticipación por las televisoras y los medios de comunicación así como por los comerciantes que en su propaganda buscaron llevar agua a su molino, hasta el día de hoy no ha dejado beneficio alguno a México excepto el previsible aumento desmesurado en la venta y el consumo de cerveza y de frituras (comida chatarra) en los días en los que se celebran los partidos. Lo único para lo que ha servido es para desviar la atención sobre problemas mucho más importantes que siguen con nosotros cuando concluyen los partidos de futbol. En otros países como Inglaterra también hay entusiasmo exacerbado hacia el futbol, pero no permiten que ese entusiasmo haga a un lado la atención que se le debe dar a los problemas nacionales. En países como Corea del Sur y Japón hay también fanatismo hacia los partidos de futbol, pero al mismo tiempo esos países siguen construyendo su liderazgo con tecnología de punta en empresas como Goldstar Electronics (LG), Sony, Hyundai y Mazda, que generan empleos y prosperidad; mientras que en México lo único que queda es la borrachera o el hastío al haber terminado un partido, de vez en cuando alguna alegría pasajera que no sirve para pagar los recibos de la energía eléctrica y el servicio telefónico . Algunos de esos entusiastas aficionados al futbol son mexicanos que tarde o temprano se tendrán que ir de “mojados” hacia los Estados Unidos porque en México carecen de empleos y de ingresos, lo único que tienen garantizado hasta la muerte es futbol, futbol, y más futbol. Y los que logren colarse como indocumentados se llevarán consigo su manía futbolera que pocos americanos entenderán porque ellos aún no han visto “la luz” y aún no han recibido la bendición de ser iluminados con esa pasión por el futbol.

Esta locura mundialística que se dá en México tiene dos culpables; el primero desde luego lo son las televisoras y los medios de comunicación que se prestan a la promoción mediática de toda esta locura incluyendo a los políticos que quieren sacarle provecho al asunto (Felipe Calderón en su campaña para la presidencia de México utilizó a su lado al “Kikín” Fonseca, y él estuvo personalmente en Sudáfrica para echarle porras a la selección nacional de futbol en el encuentro inaugural con el equipo de Sudáfrica), y el segundo lo son los millares de mexicanos que voluntariamente se suman y se entregan a la locura actuando como si el futbol lo fuera todo en la vida. Eventualmente, llegará la final del Campeonato Mundial de Futbol en Sudáfrica, y no creo que el equipo de México estará en el torneo final: más bien los jugadores habrán regresado a casa repitiendo un ritual que tiene lugar cada cuatro años, con caras largas y con la mirada dirigida hacia el suelo como si el mundo se hubiese acabado, mientras que los fanáticos estarán por varios días con la mirada perdida en el vacío como si la vida hubiera dejado de tener sentido alguno. Pero ya llegará el siguiente campeonato mundial de futbol, y mientras llega las televisoras se encargarán de irle calentando nuevamente el cerebro a los ilusos para quienes el futbol es lo único que importa en el Universo, a los cuales se les podría recordar la famosa frase de una famosa película: “¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?”

jueves, 10 de junio de 2010

Lentitud creciente en las computadoras caseras

Un problema que me ha tocado ver cada vez con mayor frecuencia es el de las computadoras de muchos usuarios que anteriormente no daban problemas en su velocidad de procesamiento desde el momento del encendido. Generalmente no había que esperar más de unos cuatro o cinco minutos para que el sistema operativo Windows XP terminara de cargar en la memoria RAM, pudiendo proceder a usarse sin mayores problemas. Pero es cada vez más frecuente ver computadoras que tardan mucho en darle al usuario el control de la computadora después de que son encendidas, y que una vez que le han dado control al usuario se lo están quitando con bastante frecuencia con lo que parecen ser demasiados accesos al disco duro.

Aunque resulta tentador tratar de echarle la culpa de inmediato a un virus o troyano que se pueda haber metido de manera inadvertida en la máquina del usuario, existen otros factores que pueden incidir en una lentitud súbita de la máquina que antes no se tenía, y de ello es de lo tratará esta entrada.

Una razón importante para que una computadora casera esté cada vez más lenta, sobre todo en muchos países de habla hispana, es que se trata de máquinas relativamente “viejitas” que no por viejitas ameritan ser tiradas a la basura, estando trabajando bien en todo lo demás. El problema radica aquí en el hecho de que desde que Windows XP fue introducido reemplazando al inútil sistema operativo Windows Millenium, el tamaño de los programas ha ido creciendo sin que se haya actualizado la memoria RAM de la computadora para poder hacer frente a las demandas crecientes de programas cada vez más pesados. Si antes era suficiente contar con una memoria RAM de 128 Mb, en la actualidad una memoria RAM de 512 Mb es el mínimo que se requiere para poder estar en condiciones de poder manejar absolutamente todo lo que hay por allí. Desafortunadamente, la tarjeta madre de muchas de esa computadoras viejitas no puede ser actualizada con una memoria RAM mayor, pero a muchos usuarios les disgusta la idea de deshacerse de una máquina sólo porque la memoria RAM no puede ser aumentada.

Una ventaja de conservar a la mano una máquina que pueda trabajar aunque sea a paso de tortuga es que en caso de una emergencia como una infección viral informática que haya aterrizado en una máquina más nueva que se haya comprado la máquina viejita puede servir para conectarse a los motores de búsqueda de Internet para poder procurar información acerca del virus que haya infectado a la máquina más nueva así como los posibles procedimientos que pueda haber para removerlo de la máquina infectada. Otra ventaja es que el dinero que se invirtió en los programas metidos en la computadora viejita permanece allí mientras la computadora viejita no se tire.

Si queremos conservar una máquina viejita removiéndole en lo que se pueda su lentitud, lo primero que podemos hacer es desactivar el programa antivirus que tenga instalado, ya que esta es la principal causa de meter una lentitud exagerada en cualquier máquina, corriendo el programa antivirus no cada vez que se le pegue la gana ejecutarse (por ejemplo, durante el encendido de la máquina o durante su uso normal) sino cuando nosotros mismos lo estimemos conveniente.

Otra cosa que podemos hacer es inhabilitar el servicio de actualizaciones automáticas de Windows XP, el cual consume demasiados recursos cada vez que se enciende la máquina y los sigue consumiendo trabajando desde el fondo hasta que la máquina es apagada. Aquí el principal culpable es un programita del sistema operativo Windows XP identificado como wuaulct.exe.

Quienes no tienen mucha experiencia con los interiores del sistema operativo Windows tal vez crean que para inhabilitar el servicio de actualizaciones automáticas de Windows basta con ir al botón de “Inicio” (Start) pasando al “Panel de Control” para abrir con el ícono “Actualizaciones automáticas” la ventana en la cual podemos encontrar el botón de “Desactivar Actualizaciones automáticas”. Aunque este es un primer buen paso, no es suficiente (como muchas otras cosas en Windows). Tenemos que ir al botón de “Inicio” para accesar la opción de “Ejecutar...”, y una vez estando allí escribimos:

services.msc

y oprimimos el botón de “Aceptar”. Esto hace que se nos abra una ventana de servicios locales como la siguiente:





Dentro de esta ventana, seleccionamos el renglón titulado “Actualizaciones automáticas” que nos produce la siguiente ventana:





Dentro de la misma, activamos el enlace “Detener el servicio”, ¡y ya está! Esto detendrá la búsqueda constante de actualizaciones automáticas cuando la máquina está siendo utilizada por el usuario, e impedirá que cada vez que la máquina sea encendida se lleve a cabo de manera automática la búsqueda de actualizaciones y la descarga de las mismas que quitarán velocidad a la computadora. Una razón por la cual el programa de actualizaciones automáticas puede incidir de manera importante en la velocidad de la máquina cuando es encendida es que antes de proceder a la descarga de alguna actualización el sistema operativo Windows primero recaba información acerca de la máquina para que se pueda seleccionar desde el centro de descargas de Microsoft la versión más apropiada de la actualización para la configuración particular de cada máquina, y este proceso de recolección de información puede ser bastante tardado cada vez que se enciende la máquina.

Una vez que se ha desactivado el servicio de actualizaciones automáticas, el usuario toma en sus manos la responsabilidad de estar checando periódicamente con alguna frecuencia el servicio para saber si hay actualizaciones nuevas disponibles de Microsoft, pero ahora lo podrá hacer cuando pueda prescindir de la máquina por algo de tiempo.

Otra forma de acelerar la velocidad de la máquina es indagar los programas y procesos que están consumiendo recursos de memoria RAM en el fondo, con la intención eventual de cerrar aquellos programas y procesos que no sean absolutamente indispensables para poder seguir trabajando. En esto usamos el “Administrador de Tareas” (Task Manager).

Es frecuente que en una máquina al empezar a comportarse con suma lentitud aparezca con frecuencia creciente el siguiente mensaje de advertencia en la barra de tareas de Windows:





En este caso, estamos sumamente interesados en saber qué procesos son los que están consumiendo un paginado frecuente de la memoria virtual. El Administrador de Tareas nos lo puede decir, pero tenemos que pedírselo. Para ello, estando dentro del Administrador de Tareas nos vamos a la línea del menú y seleccionamos la opción de “Ver”, tras lo cual escogemos la sub-opción “Seleccionar columnas...”, activando el casillero que corresponde al “Tamaño de memoria virtual”. Esto nos abre una columna adicional en la ventana de los “Procesos” del Administrador de Tareas. Haciendo doble clic en el botón que corresponde al “Tamaño de memoria virtual”, podemos ver -en orden ascendente o en orden decreciente de tamaño de memoria consumida- exactamente cuáles son los procesos son los que nos están devorando amplias cantidades de memoria RAM requiriendo el paginado frecuente de la memoria virtual. Si vemos, por ejemplo, para el navegador Firefox de Mozilla un tamaño de memoria virtual igual a 121 Mb, y si el tamaño de la memoria RAM en nuestra máquina es de apenas 128 Mb de RAM, entonces allí está el origen de nuestros problemas, dejándonos únicamente con la opción de aumentarle la memoria RAM a nuestra máquina, o si no se puede entonces prescindir del uso del navegador excepto para casos que verdaderamente lo ameriten.

Con respecto al popular navegador Firefox de Mozilla, que en muchos casos supera ya al navegador Internet Explorer de Microsoft, recientemente se le tuvo que agregar como programa de apoyo extra titulado plugin-container.exe, cuyo principal propósito fue el de corregir los congelamientos bruscos del navegador en sus versiones más recientes que estaban haciendo caer al sistema. Desafortunadamente, este parche llegó al costo de aumentar enormemente la lentitud del navegador Firefox en muchas máquinas viejitas con baja cantidad de memoria RAM, y la solución sería recurrir a otro navegador, aunque esto no es ya posible dada la cantidad limitada de opciones que hay en el mercado para esto.

Por otro lado, desafortunadamente también, en la lista de procesos listados por el Administrador de Tareas muchas veces son listados procesos crípticos bajo el enigmático nombre SVCHOST.EXE, de los cuales no tenemos la menor idea de quién los pueda estar usando. Habiendo la posibilidad de que algún virus o troyano de un invasor del tipo espía spyware o malware esté usando estos servicios de huésped locales, el siguiente paso sería la identificación de los programas que están utilizando dichos procesos. En esta búsqueda ya no nos sirve el Administrador de Tareas, y para este caso ya no nos sirve el mismo sistema operativo Windows ya que no nos proporciona herramienta alguna para poder identificar a los usuarios de los procesos. Es en una situación así en la cual podemos echar mano de un utilísimo programa gratuito que se puede obtener de Internet, el programa Neuber Svchost Process Analyzer. Lo podemos descargar sin costo alguno del siguiente domicilio:

http://www.neuber.com/free/svchost-analyzer/index.html

Este programa no requiere instalación permanente en la máquina y no corre en el fondo, sólo corre cuando nosotros mismos lo echamos a andar y cuando decidimos cerrarlo. Al echarlo a andar, nos proporciona una ventana como la siguiente:Alineación al centro





Como puede verse, en algunos casos será necesario entrar a la máquina en “Modo seguro” con privilegios de Administrador para que el programa Neuber nos pueda proporcionar toda la información acerca de todos los procesos que están corriendo en el fondo detrás de cada críptico SVCHOST.EXE, permitiéndonos identificar peligros potenciales. Es importante tener en mente que no todas las advertencias que nos dé el programa serán advertencias necesariamente válidas, lo que nos señalará el programa son las cosas que ameritan ser investigadas más a fondo.