viernes, 18 de febrero de 2011

Justicia exacta

El novel juez quería dejar su huella en el sistema judicial. No quería ser uno más del montón. No quería pasar a la historia de la jurisprudencia como uno más del montón. Y tenía ante sí su oportunidad, al tener que dictarle sentencia y aplicarle castigo penal a un estafador que había enviado a varias familias a la ruina. El veredicto era de culpabilidad, de ello no había duda alguna, y cualquier otro juez habría emitido tal sentencia, las pruebas en contra del acusado eran abundantes y contundentes. Había pues, una universalidad en el veredicto de culpabilidad o inocencia; cualquier otro juez en cualquier otra parte del mundo llegaría a la misma conclusión. Faltaba aplicar la sentencia buscando aplicarla con el mejor criterio posible, y aquí era en donde el novel juez podía tratar de brillar. De acuerdo a las leyes en vigor, la sentencia podía ser una pena de entre cinco y diez años de prisión, escogida al buen criterio del juez. Y la pena de prisión que aplicó el juez para el acusado fue la siguiente:

7 años, 4 meses, 2 semanas, 5 días, 13 horas, 29 minutos y 6 segundos

con la sentencia en caso de buen comportamiento en prisión reducida en:

1 año, 2 meses, 8 semanas, 15 días, 3 horas, 58 minutos y 27 segundos

Al enterarse sobre la sentencia, los ministros de la corte suprema acudieron de inmediato a cuestionar al novel juez sobre cómo había obtenido tal sentencia, en qué tipo de fórmula matemática se había basado y qué criterios había utilizado para aplicar la fórmula con tanta precisión. El novel juez se mostró renuente a proporcionarles fórmula alguna, alegando que eso era para él un “secreto profesional”, agregando a los estupefactos ministros:

-La ley me autorizaba para imponer una pena entre cinco y diez años de prisión al acusado, ¿no es así?

-Sí, pero...

-Y la ley escrita no me dice que imponga cierta pena específica calculada de acuerdo a cierto criterio rigurosamente especificado, ¿no es así?

-Bueno, sí, pero...

-Entonces nada de lo que hice está fuera de la ley.

Aún no convencidos, los ministros retaron al novel abogado a defender mejor su tesis. A lo cual agregó:

-Si cualquiera de ustedes cree que una pena de prisión de:

7 años, 4 meses, 2 semanas, 5 días, 13 horas, 29 minutos y 6 segundos

es más justa o más injusta que otra pena menor, digamos, de:

7 años, 4 meses, 2 semanas, 5 días, 13 horas, 28 minutos y 10 segundos

entonces lo reto a que me demuestre que tal pena es más justa o más injusta que la mía. Del mismo modo, si cualquiera de ustedes cree que una pena de prisión alterna mayor, digamos, de:

7 años, 4 meses, 2 semanas, 5 días, 13 horas, 31 minutos y 46 segundos

es más justa o más injusta que la mía, lo reto a que también me lo demuestre, y me lo tendrá que demostrar de una manera inobjetable y convincente.

Los ministros se quedaron contemplando estupefactos el reto del novel juez, sin atinar en darle alguna respuesta convincente. Finalmente, dejando solo al novel juez, los ministros se retiraron a una sesión en una sala privada en donde pusieron sus cartas sobre la mesa.

-Es mejor no llevarle la contra y evitar un debate público con él.

-¿Por qué?

-Porque el sistema de justicia se nos puede colapsar por completo. La gente se puede dar cuenta de que todas nuestras sentencias son tan subjetivas que, desde la óptica de las ciencias exactas, no aguantan ni siquiera un primer análisis. Obviamente, para un sentenciado a 50 años de prisión, si su sentencia es de 50 años 1 día de prisión entonces ese día extra contará y pesará quizá más que los 50 años precedentes porque se trata precisamente del día que lo separa de su libertad. También podría alegar por qué se le aplicaron 50 años en lugar de 49 años 11 meses, lo cual le parece más justo, y no tendríamos manera de rebatirlo y taparle la boca.

Reflexionando un poco más, el decano de los jueces dijo:

-La sentencia más justa sería aquella para la cual dos jueces distintos trabajando en diferentes salas llegarían siempre y de manera exacta a la misma conclusión, ambos jueces sin contacto alguno el uno con el otro obtendrían una pena como...

-¿7 años, 4 meses, 2 semanas, 5 días, 13 horas, 29 minutos y 6 segundos?

-Precisamente. Y no tenemos ni en sueños alguna fórmula o método que nos pueda proporcionar lo que bajo cualquier análisis sería la sentencia más justa. En pocas palabas, una justicia de naturaleza verdaderamente universal, tan exacta como la ingeniería o las ciencias exactas, no existe, al menos en nuestro planeta.

-¿Entonces qué hacemos?

-Pues seguir como siempre. Y no hay que quejarse, que al fin y al cabo, la paga es buena, ¿o no?

-Eso que ni qué.

-Dejemos pues las cosas como están.

-Y que ese sea nuestro juicio final sobre este asunto.

-Sí, sobre este asunto. Aunque no me gustó mucho la selección de palabras “juicio final”, reservadas usualmente para lo que tiene que ver con el Juicio Final puesto para el fin de los tiempos.

-¿Y allí si habrá un juicio con castigo matemáticamente exacto?

-¿Cómo habremos de saberlo? Somos meros mortales que aplicamos lo que a nuestro sentido común parece ser lo más justo, aunque quizás no lo sea. Aunque creo que allí en el más allá no habrá ese dilema.

-¿Por qué?

-Porque solo parece que hay dos alternativas: hacia “arriba”, o “hacia abajo”.

-Esta discusión me está haciendo sentir incómodo. Mejor vámonos.

-Creo que en eso estamos de acuerdo. Vámonos, y sigamos con lo nuestro, evitando tratar de aplicar penas tan “exactas” como la del novel juez que después no podremos justificar ni defender de ninguna manera.

-Al fin y al cabo la paga es buena para quienes trabajamos en el poder judicial.

-Eso que ni qué.