domingo, 20 de octubre de 2013

Vitamina C: un gramo diario

En estos tiempos, hay gente que es muy afecta a estar llenando su cuerpo con todo tipo de suplementos vitamínicos y derivados herbolarios que son presentados como “productos milagro” en infomerciales de larga duración que son presentados como si fuesen programas de televisión.

Muchos de tales suplementos son en realidad innecesarios, porque cualquier persona que tenga la precaución de alimentarse con una dieta balanceada que incluya frutas (manzanas, peras, naranjas, ciruelas, etc.), verduras (espinacas, brócoli, verdolagas, calabacitas, etc.) y proteínas (carne de pescado, carne de pollo, etc.) puede estar segura de que le está proporcionando a su cuerpo los suplementos vitamínicos que necesita. Lo admirable es que el cuerpo humano pueda tolerar una carga adicional de todo tipo de pastillas y cápsulas tomadas diariamente como un ritual sin desarrollar consecuencias serias a largo plazo (por ejemplo, falla renal) por tal abuso, simplemente eliminando lo que no se necesita. Y en rigor de verdad, la mayoría de los suplementos que son ingeridos y que el cuerpo no necesita por estarlos recibiendo ya como parte de la alimentación diaria terminan siendo desechados por el cuerpo sin dárseles uso alguno, y terminan yendo a dar a la letrina. Si el cuerpo humano de un adulto requiere en promedio 8 miligramos diarios de cierta vitamina, y con una alimentación excesiva (como se acostumbra hoy en día en muchos lugares) ingiere 200 miligramos de tal vitamina, entonces el cuerpo aprovechará los 8 miligramos que necesita, y los restantes 192 miligramos irán a dar a la letrina desperdiciándose sin ser utilizados. Y si encima de esto se ingieren 400 miligramos de la misma vitamina ya sea en cápsulas o pastillas vendidas como suplemento dietético, entonces el cuerpo seguirá aprovechando los mismos 8 miligramos, y y 392 miligramos (en lugar de los 192 miligramos) irán a dar a la letrina.

Existen casos contados, bien documentados, en los cuales el consumo adicional de cierta vitamina en ciertos períodos sí puede ser de ayuda significativa, y cada miligramo es aprovechado en su totalidad por el cuerpo.
Tal es el caso del ácido fólico o vitamina B12. Hoy se sabe que si las mujeres embarazadas aumentan su consumo de ácido fólico durante su embarazo, las probabilidades de ciertos defectos de nacimiento pueden ser disminuídas en forma significativa, y la gran mayoría de los tratamientos prenatales incluyen como prescripción a ser seguida al pie de la letra el consumo de ácido fólico.

Suponiendo que por razones de costo no sea posible estar ingiriendo todo tipo de suplementos dietéticos (cada suplemento representa una erogación adicional de dinero que tiene que ser solventada sacrificando algo en otra parte del presupuesto familiar), suponiendo que solo se tenga dinero para comprar un solo suplemento dietético, ¿cuál debería ser este suplemento? ¿Cuál de todas las vitaminas es la más efectiva ya sea a corto plazo o a largo plazo en el mantenimiento de salud? ¿Cuál entre todas las vitaminas deberíamos escoger como la más importante de todas?

La respuesta a estas preguntas es, indudablemente: la vitamina C.

La vitamina C es uno de los más poderosos antioxidantes que se conocen. Cualquiera que haya estado preocupado por ponerle atención a las cosas que puedan ser buenas para su salud indudablemente habrá escuchado la palabra “antioxidante”. Sin necesidad de entrar en disquisiciones sobre química, los antioxidantes son asociados con efectos saludables tales como el retardamiento en los procesos de envejecimiento y el reforzamiento del sistema inmunológico para combatir todo tipo de infecciones. Todo ello deriva de los antioxidantes, y entre los antioxidantes la vitamina C es “el rey de los antioxidantes”.

A diferencia de otras vitaminas cuya privación no trae consecuencias inmediatas, la privación total de la vitamina C puede traer consecuencias que se manifiestan en muy poco tiempo.

Desde hace siglos se sabía que los marineros que pasaban semanas en el mar sin entrar en contacto con la tierra tendían a padecer una afección conocida como el escorbuto siendo la manifestación más palpable el sangrado de encías, hasta que se descubrió que cuando se llevaban en la embarcación ciertas frutas los síntomas de tales afecciones desaparecían como por arte de magia. Es precisamente así como se descubrió, de manera indirecta, la existencia de la vitamina C, siendo el médico James Lind el que descubrió la causa de esta enfermedad y nos dejó la prescripción para la cura total del escorbuto, consistente en la inclusión de cítricos en la dieta que contuviesen vitamina C (hay otras enfermedades atribuíbles a deficiencias vitamínicas tales como el beriberi, pero a corto plazo la vitamina cuya deficiencia se manifiesta con mayor rapidez es la vitamina C).

Uno de los mayores campeones que ha tenido la vitamina C lo fue Linus Pauling, Premio Nóbel de Química, al cual se le acredita la aplicación de la física cuántica a la química para darle explicación a los enlaces de muchos elementos y compuestos que previamente permanecían sin explicación alguna. Linus Pauling era muy insistente acerca de los beneficios que puede traer el consumo de la vitamina C para ayudar a sobreponerse a los efectos molestos de los catarros y las gripes, y aunque en la actualidad hay dudas sobre la efectividad que pueda tener un aumento en el consumo de vitamina C para paliar los efectos de una enfermedad gripal, hasta la fecha persiste ampliamente la costumbre entre mucha gente de aumentar su consumo de suplementos con vitamina C cuando cae víctima de infecciones gripales severas. Linus Pauling no era médico ni hizo estudios específicos que demostrasen en forma concluyente que un enfermo que consuma vitamina C o aumente su consumo de vitamina C estará mucho mejor que un enfermo que no la consuma. Sus afirmaciones se basaban más bien en el hecho de que, como químico, estaba perfectamente familiarizado con el enorme poder antioxidante de la vitamina C, mucho muy superior al de otras vitaminas que aunque también son antioxidantes no se comparan en lo absoluto al poder antioxidante de la vitamina C. Y dado su poder antioxidante y su capacidad para combatir en el torrente sanguíneo una cosa nociva que los nutriólogos llaman los “radicales libres”, Linus Pauling dió por hecho que un antioxidante tan potente como la vitamina C debería ser de ayuda no solo para paliar sino inclusive para prevenir las infecciones gripales.

Independientemente de las apreciaciones, en parte objetivas y en parte subjetivas, de Linus Pauling sobre la efectividad de la vitamina C en la prevención y el tratamiento de las infecciones virales, lo que sí es un hecho incuestionable (y esto solo fue confirmado en tiempos recientes) es que hay una gama de aflicciones para las cuales el consumo rutinario previo de la vitamina C puede tener un efecto positivo en el combate de tales enfermedades. Pero se encontró que para que dicha efectividad pudiera manifestarse, había que consumir una cierta dosis mínima diaria de vitamina C. Aunque el tema sigue siendo asunto de controversia, una cifra mágica que parece dar buenos resultados a largo plazo es la de un gramo diario.

El descubrimiento del efecto positivo del consumo de un gramo diario de vitamina C es posible al comparar las estadísticas cumulativas de las enfermedades y afecciones padecidas por un segmento de la población no acostumbrado a ingerir ningún tipo de suplemento dietético, y otro segmento de la población acostumbrado a ingerir vitamina C en cantidades iguales o superiores a un gramo diario. Y si bien es cierto que para la salud a largo plazo hay muchos otros factores incidentes tales como el medio ambiente, el estrés emocional del individuo relacionado con su trabajo, la zona geográfica en la que se vive, los hábitos alimenticios, etcétera, aún así es posible extraer las diferencias estadísticamente significativas que el consumo o el no consumo de algo pueda tener a largo plazo (en la rama de la Estadística conocida como el Diseño de Experimentos basada en la prueba-F de Fisher, de lo que se trata es precisamente de separar aquellos factores que sean estadísticamente significativos de aquellos que no lo son). Y se ha encontrado que hay diferencias estadísticamente significativas entre quienes han estado consumiendo un gramo diario de vitamina C por años y quienes no lo han hecho, teniendo una ventaja los primeros a largo plazo.

Es importante tener en cuenta la dosificación, porque la vitamina C cuando es vendida como pastillas de suplemento dietético, estas tienden a ser pastillas no de un gramo sino de 500 miligramos, de modo tal que para tomar un gramo diario de vitamina C se vuelve necesario tomar no una sino dos pastillas de 500 miligramos. Hay desde luego disponibles comercialmente pastillas de vitamina C de un gramo. Sin embargo, el tamaño de las mismas impide que puedan ser “tragadas” con comodidad, y tiene que ser masticadas un poco entre los dientes para poder romperlas en pedacitos más fácilmente asimilables.

Habiendo dicho lo anterior, si vamos a tener no dos docenas de suplementos alimenticios sino uno solo en nuestra despensa, tal suplemento debe ser la vitamina C, la cual no debe faltar en ninguna despensa o botiquín. No se debe esperar que surta efectos mágicos de un día a otro, los beneficios para la salud son a largo plazo, midiéndose el efecto no en semanas o meses sino en años, décadas incluso, pero sí es importante ser constante. Una persona que ha estado tomando a lo largo de 30 ó 50 años un gramo diario del poderoso antioxidante que es la vitamina C tiene mucho más a su favor que una persona que no lo ha hecho, y uno de los efectos se manifiesta precisamente en el envejecimiento de la persona: la persona que ha tenido por costumbre estar ingiriendo un gramo diario de vitamina C muestra en su aspecto un envejecimiento más retardado que el que muestra otra persona de su misma edad que jamás ha tomado tal práctica (el beneficio del efecto antioxidante en la piel se puede nulificar si se comete la imprudencia de exponerse demasiado al sol con demasiada frecuencia), aunque el efecto para la salud no es meramente externo sino también interno, que es en donde más nos interesa.

No deja de ser interesante el hecho de que algo que es un ácido (y la vitamina C es un ácido, cuyo nombre químico es ácido ascórbico) pueda ser tan beneficioso para la salud. Tal vez sea el único ácido (con excepción del ácido clorhídrico que se encuentra en el estómago para llevar a cabo la digestión). Es un ácido blando, por así decirlo, benéfico por su función antioxidante.

¿Y qué hacer en el caso de no contar con recursos para estar comprando frascos con pastillas de vitamina C? En una situación así, es importante recordar que la vitamina C, aunque puede ser producida en grandes cantidades para su venta comercial mediante un procesamiento químico del maíz, sigue siendo un producto natural que se puede encontrar en cantidades suficientes en algo tan sencillo como el limón agrio o limón verde (el limón debe en buena medida su sabor agrio a las cantidades de vitamina C que contiene), de forma tal que tomando varios limones diariamente se puede obtener la vitamina C que el cuerpo puede aprovechar a largo plazo. ¡Y México se encuentra entre los primerísimos lugares en la producción mundial de limones! Naturalmente, puesto que no es grato para el paladar de muchos el tomar directamente el jugo de limón de un limón recién partido, lo más aconsejable es hacerse un jugo disolviéndolo en agua y endulzándolo con azúcar o miel de abeja.

jueves, 17 de octubre de 2013

La puerta revolvente



Al acercarse el año 2013 a sus meses finales, se estimaba que había en los Estados Unidos unos 12 millones de extranjeros indocumentados trabajando en dicho país. Y de acuerdo con las cifras que se han hecho públicas, las autoridades migratorias norteamericanas han estado llevando a cabo una expulsión anual de indocumentados en una cifra que oscila en unos 400 mil.

Suponiendo que a partir del año 2014 no entrase un sólo indocumentado más a territorio norteamericano, y se continuase expulsando un promedio anual de 400 mil indocumentados, las deportaciones irían reduciendo paulatinamente la cantidad de indocumentados que residen y trabajan ilegalmente en dicho país, hasta que no quedaría nadie más a quien deportar. El lapso de tiempo en el que tal cosa ocurriría sería teóricamente 27 años y medio. De este modo, la pesada tarea de “limpiar” a la Unión Americana de indocumentados tomaría cerca de tres décadas. Sin embargo, nadie, pero absolutamente nadie, cree realmente que en cuestión de tres décadas no quedaría un solo indocumentado manteniendo las deportaciones a su ritmo actual. Es más, no hay nadie que crea que en tal lapso de tiempo sea posible reducir la población indocumentada por lo menos a la mitad, dejando únicamente unos 6 millones de indocumentados en el lapso de tres décadas. Hablando en términos realistas, aún manteniendo una deportación anual de 400 mil indocumentados por año, en tres décadas la población indocumentada en los Estados Unidos seguiría siendo la misma que la que se tiene ahora, y lo más probable es que haya aumentado (supondremos que en esas tres décadas la Cámara de Representantes y el Senado no han aprobado reforma migratoria alguna que cambie la situación actual de la balanza). Esto implica que los miles de agentes migratorios asignados al cuidado de las fronteras y la aplicación y reforzamiento de las leyes migratorias norteamericanas están perdiendo su tiempo. Pero si se mantiene una deportación anual constante de unas 400 mil personas, ¿cómo es posible que año tras año la población indocumentada total se mantenga igual, sin disminución palpable? Ello se debe a un efecto que podemos llamar la puerta revolvente.

Si se deportan unos 400 mil indocumentados al año, y ni uno solo de esos 400 mil indocumentados vuelve a intentar ingresar ilegalmente a territorio norteamericano, entonces la deportación efectiva será, efectivamente, de 400 mil indocumentados al año. Sin embargo, supóngase que de esos 400 mil indocumentados, una vez deportados, la cuarta parte de ellos (100 mil) vuelve a intentar ingresar ilegalmente a territorio norteamericano, y la mitad de ellos lo logra. Entonces, de los 400 mil indocumentados, en realidad sólo se habrá deportado a 350 mil. La deportación efectiva siempre será menor que la cifra estadística cumulativa que no toma en cuenta las reincidencias. Y hay razones para suponer que la deportación efectiva es de hecho mucho menor que la cifra conservadora que se ha calculado aquí, porque se puede suponer que de los 400 mil indocumentados que son deportados anualmente la gran mayoría vuelve a intentar ingresar ilegalmente a territorio norteamericano, y se cree que, tarde o temprano, muchos de ellos lo logran, aprovechando el hecho de que la frontera México-Estados Unidos sigue siendo una frontera extremadamente porosa pese a las enormes inversiones que se han hecho en equipo, tecnología, y contratación de personal adicional.

Para poder apreciar mejor el por qué el fenómeno de la puerta revolvente condena de antemano al fracaso cualquier intento del gobierno nortamericano por tener “fronteras seguras” suponiendo que el objetivo de las “fronteras seguras” sea reducir a un cero matemático la población indocumentada, sólo tenemos que analizar un caso genérico, el caso de un mexicano indocumentado al que llamaremos “Juan”, el cual puede ser cualquiera de los 12 millones de indocumentados; su nombre verdadero y su lugar de residencia actual en la Unión Americana poco importan para nuestros fines de análisis.

Cuando “Juan” emigró junto con su familia hacia los Estados Unidos, lo hizo de hecho en una forma “legal” o semi-legal. Lo hizo cuando tenía un trabajo muy bien pagado en una empresa mexicana, un trabajo muy bien pagado pero en pesos, no en dólares, y lo hizo alentado por varios amigos y conocidos suyos que ya se habían ido antes que él hacia dicho país y que estaban ganando en dólares el quíntuple o el séxtuple de lo que podrían estar ganando en México haciendo el mismo trabajo. Tramitó ante un consulado norteamericano antes de su período vacacional un permiso para poder ingresar a los Estados Unidos por dos semanas en calidad de turista junto con su esposa y sus tres hijos. Le mostró al funcionario consular la carta-trabajo en la cual le comprobó que tenía un empleo bien remunerado en México y que por lo tanto no tenía necesidad de ir a buscar un trabajo en los Estados Unidos al tener ya un trabajo de planta permanente en México. Presentó también los títulos de propiedad de su casa en México, presentó varios recibos de pago de servicios de agua, luz, teléfono, así como varios recibos de los últimos comprobantes de pagos por su trabajo en la empresa en la que trabajaba. Pedía permiso para viajar a Orlando, Florida, y después a Nueva York, mostrando los boletos de avión que había comprado con las reservaciones para un viaje de ida y vuelta para el y los suyos. Teniendo trabajo de planta permanente en México, pidiendo su permiso de turista justo para coincidir con sus vacaciones anuales, y mostrando los boletos de ida y vuelta comprobando con ello sus intenciones de regresar a México al cabo de dos semanas, ¿qué funcionario consular en su sano juicio tendría razones para dudar de que “Juan” quería ir junto con su familia a los Estados Unidos única y exclusivamente en calidad de turista? El funcionario consular puede, desde luego, tomar el directorio telefónico para llamar a la empresa en donde “Juan” afirma que está trabajando, y al hablar le confirmarán que, efectivamente, “Juan” ha sido un empleado de dicha empresa por varios años, e inclusive que carece de antecedentes penales. Siendo así, “Juan” recibe junto con su esposa y sus hijos el visado para viajar por la Unión Americana por dos semanas en calidad de turista.

Lo que “Juan” ya no le dijo al funcionario consular norteamericano es que a partir de su primer día de vacaciones ya no volverá a trabajar en la empresa en donde tiene su trabajo de planta. “Renunciará” a su trabajo desde su primer día de vacaciones, pero no se tomará la molestia en avisarles que ya no se presentará a trabajar, al fin y al cabo en México no hay prestaciones ni compensaciones económicas de ningún tipo para quien le avisa a sus patrones que piensa dejar su trabajo en tal o cual día. De hecho, sus jefes no tienen la más remota idea de que ya no volverán a ver a “Juan”.

Tras tomar el avión a la Unión Americana junto con su familia, entra legalmente en calidad de turista a los Estados Unidos, con todos sus papeles en regla. Sin embargo, una vez que ha entrado, en lugar de dirigirse a los lugares a donde había dicho que se pensaba dirigir, desvía su ruta tomando otros vuelos. No le importa perder el boleto de regreso a México, porque no tiene planeado regresar a México.

De este modo, “Juan” llega al Estado de Colorado, en donde se instala junto con su familia en un apartamento que unos conocidos suyos ya le tenían apartado y reservado. Y empieza a trabajar de inmediato, ganando dólares en vez de pesos.

Hasta aquí no habría problema alguno para “Juan”. Podría pasársela muy bien viviendo el resto de su vida de esta manera. Sin embargo, en cierto día y por cosas triviales, llega a tener una discusión muy fuerte con uno de sus vecinos, llegando a las manos dándole una tunda a su vecino. El vecino, sumamente enojado, sabiendo que “Juan” está en los Estados Unidos en calidad de inmigrante indocumentado, toma el teléfono y se comunica con la oficina más cercana de Migración para denunciarlo. En otros casos, quienes ponen este tipo de denuncias son ciudadanos norteamericanos despechados porque suponen que el tipo indocumentado al que le está yendo tan bien les está quitando a ellos, a los ciudadanos legales, oportunidades de empleo o de negocios.

El caso es que, una vez denunciado, “Juan” es detenido, y eventualmente es deportado de regreso a México. Con esto, pasa a formar parte de la cifra cumulativa de los 400 mil deportados al año. Su esposa y sus hijos se las han arreglado para quedarse en la Unión Americana, y se han vuelto “ojo de hormiga” para las autoridades migratorias norteamericanas, volviéndose ilocalizables, irrastreables.

Ni tardo ni perezoso, “Juan” se comunica con su familia, la cual se ha cambiado ya de ciudad o inclusive de Estado, para ponerse de acuerdo en el lugar en el que lo habrán de estar esperando. En esta ocasión, y aprovechando la enorme porosidad de la frontera, “Juan” vuelve a entrar a los Estados Unidos pero en esta ocasión sin visa de turista, lo hace ya como indocumentado pleno, lo cual en realidad no le preocupa mucho. Aunque los funcionarios migratorios que llevaron a cabo el primer arresto de “Juan” pueden tratar de regresar unos cinco o seis meses después al mismo domicilio en donde capturaron a “Juan” para ver si éste no ha regresado a los Estados Unidos, es dudoso que después del arresto, puesta al descubierto la guarida, la esposa y los hijos de “Juan” van a regresar a vivir al mismo sitio exponiéndose a una segunda visita de los funcionarios migratorios norteamericanos que quieran darle un seguimiento al caso.

Con el solo hecho de haber regresado a los Estados Unidos, “Juan” debería de haber anulado por completo en las estadísticas cumulativas su deportación, ya que ésta no cuenta al estar de regreso “Juan” aunque esta vez en otra ciudad y muy posiblemente en otro Estado. Sin embargo, quienes lo deportaron ciertamente no tienen forma de saber que “Juan” ya volvió, no son adivinos, razón por la cual ignoran también que la deportación efectiva con Juan no cambió en nada, porque la unidad que aumentó con la deportación de “Juan” efectivamente disminuyó en una unidad con el regreso de “Juan”. Y así como “Juan” hay miles y miles, decenas de miles, cientos de miles.

Supóngase que en un año dado se deportan 100 mil indocumentados, y de ellos la mitad logra regresar, siendo capturados días, semanas o meses después de su regreso. Al ser deportados en una segunda ocasión, el número total acumulado de deportaciones sube a 150 mil. Sin embargo, puesto que se trata de los mismos que ya habían sido deportados, el número efectivo de deportaciones sigue siendo 100 mil. Tras un segundo regreso seguido de una tercera deportación, el número total acumulado de deportaciones sube a 200 mil (¡el doble del número original de deportaciones!), pero la deportación efectiva se mantiene en 100 mil puesto que siguen siendo los mismos. Esto supone que sólo la mitad de los que fueron deportados por vez primera intentan regresar; pero esto es una suposición simplista y errónea, porque lo  lógico es suponer que la gran mayoría (si no todos) de los que son deportados por vez primera (muchos de los cuales ya se acostumbraron a ganar dólares) buscarán la manera de regresar, y en un caso así, si lo logran, esos casi 100 mil deportados pueden inflar la cifra original cumulativa a un número cercano a los 300 mil al llevarse a cabo una segunda deportación de los mismos, una cifra muy cercana a los 400 mil deportados anualmente según las estadísticas cumulativas. Y si el número de reincidencias oscila entre cuatro y cinco regresos (e igual número de deportaciones), entonces aunque de los 100 mil deportados originalmente sólo regrese una cifra menor de ellos (por ejemplo, el 80 por ciento) con eso bastará para que se llegue a la cifra inflada e irreal de 400 mil deportados que se está manejando en las noticias y que están manejando los activistas pro-inmigrantes e inclusive el mismo gobierno. En pocas palabras, bastarían unos 100 mil indocumentados para dar una estadística inflada de 400 mil deportados. Y esos 100 mil indocumentados no representan ni siquiera el uno por ciento de los 12 millones de indocumentados que se estima que hay en los Estados Unidos. Es más, ¡apenas representan el 0.03% de la población total de Estados Unidos estimada en 317 millones de habitantes en octubre de 2013! En estos tiempos en los que el Congreso norteamericano está demostrando ser un Congreso disfuncional administrando una democracia disfuncional, es dudoso que haya un solo Congresista que se haya sentado en su escritorio para examinar estas cifras con cabeza fría con la finalidad de buscar nuevas alternativas en las políticas migratorias en lugar de seguir manteniendo en pie políticas fracasadas.

El ejemplo anterior ha recurrido a cifras hipotéticas. Pero no resulta difícil hacer un cálculo aritmético realista en caso de que se tuvieran a la mano cifras realistas. Llevando un conteo exacto de las reincidencias y las reincidencias múltiples, lo cual es factible en virtud de que todos los indocumentados desde que son detenidos por vez primera y antes de ser deportados son fichados con sus fotografías y sus huellas dactilares (que pasan a formar parte de una base computarizada de datos que permite identificarlos sin asomo de duda en caso de reincidencias y que va contabilizando rigurosamente por separado el número de reingresos de cada indocumentado), es relativamente fácil comparar la deportación cumulativa total con la deportación efectiva. Supóngase que en un cierto período de tiempo un 35% de indocumentados son atrapados de nueva cuenta en territorio norteamericano y vueltos a deportar, un 20% son deportados en dos ocasiones distintas, un 15% son deportados en tres ocasiones distintas, y un 10% son deportados en cuatro ocasiones distintas. La deportación cumulativa total (sin tomar en cuenta las reincidencias) será:

  DC = 100[1 + .35 + (2)(.20) + (3)(.15) + (4)(.10)]

  DC = 100[1 + .35 + .40 + .45 + .40]

  DC = 260%

lo cual representa entre el doble y el triple de la deportación efectiva. Así, de un total de 260 deportaciones, en realidad sólo se han deportado a cien personas distintas. Un cálculo más exacto y apegado a la realidad requiere de información relacionada con las reincidencias que no es compartida al público por las dependencias migratorias norteamericanas (por ejemplo, ¿cuántos de los deportados en el año 2010 fueron deportados en tres ocasiones distintas en ese mismo año?) por lo que sólo es posible hacer estimaciones. Pero en el sencillo cálculo aritmético que se acaba de hacer arriba, puede verse que aunque aquellos que hayan acumulado cuatro deportaciones sea un porcentaje relativamente bajo del 10%, el hecho de que tales indocumentados cuadrupliquen la cifra en virtud de sus cuatro reincidencias hace que inflen en forma exagerada la magnitud de su peso estadístico en comparación con los otros. Cabe suponer que aquellos casos esporádicos que en un año acumulen seis u ocho deportaciones tendrán un efecto significativo aunque su porcentaje no llegue ni siquiera al dos por ciento. Y las cifras de deportaciones que son presumidas cada año por el gobierno federal norteamericano son las que corresponden al número total acumulativo, no al número efectivo.

Es frecuente ver, con motivo de las demandas por una reforma migratoria, que quienes están llevando a cabo protestas de todo tipo en la Unión Americana exigiendo una reforma migratoria, argumentando la deportación estimada en 400 mil deportados anuales como “una cifra excesiva”, en realidad o se están haciendo tontos ellos mismos o están tratando de hacer tontos a los demás a través de los medios, porque si bien ninguno de estos manifestantes conoce la cifra real sobre la deportación efectiva de indocumentados, muchos de ellos, o quizá la gran mayoría, ya sabe que muchos de los 400 mil deportados al año terminan regresando eventualmente a los Estados Unidos, y saben perfectamente bien que la cifra estimada de 12 millones de indocumentados no va a disminuír significativamente con este tipo de deportaciones porque muchos de ellos como “Juan” terminan regresando para continuar su vida indocumentada en algún otro lado de Estados Unidos como si nada hubiera pasado. Entonces... ¿qué es lo que están peleando los activistas y las organizaciones civiles que exigen una reforma migratoria? ¿Por qué es por lo que están protestando? Podemos suponer que muchos de los manifestantes son familiares inmediatos de los deportados (como la esposa y los hijos de “Juan”) para quienes las deportaciones, si bien no representan una separación permanente de sus seres queridos porque éstos van a regresar a la Unión Americana en cuestión de semanas o meses después de varios intentos de reingreso ilegal, sí representan en cambio una molestia económica con separaciones temporales en las cuales el deportado no puede aportar ingresos en dólares a sus familiares que aún tiene en los Estados Unidos. Y para ellos una reforma migratoria sería la solución definitiva a estas separaciones que son realmente separaciones temporales, no permanentes.

Se ha manejado como alternativa la criminalización del indocumentado con largas penas de prisión, sobre la base de que al no percibir ingresos en dólares (que es la razón que mueve a casi la totalidad de los indocumentados a ingresar a los Estados Unidos, la búsqueda de ingresos) ello desalentaría la inmigración indocumentada al quitarle el principal atractivo. El problema con esta solución simplista es que la Unión Americana ya tiene una de las poblaciones carcelarias más grande del planeta, y el costo de manutención y alimentación y servicios médicos de esta enorme población carcelaria es ya una carga que el presupuesto norteamericano a duras penas puede aguantar. Aún suponiendo que hoy mismo las autoridades migratorias detuvieran a los 11 millones de indocumentados que hay en territorio norteamericano, ¿quién se va a encargar de mantener y alimentar a los millones de adultos que terminen siendo echados a prisión por un lapso de cinco años? Le sale mucho más barato al gobierno norteamericano estarlos deportando a sabiendas de que la mayoría de los deportados intentarán regresar de nuevo y muchos de ellos lo lograrán que estarlos metiendo a la cárcel después de un juicio largo y costoso que también tendrá que ser pagado por los contribuyentes (en los Estados Unidos la impartición de justicia no es gratuita como en México, y cuando el acusado manifiesta no tener dinero para pagar su defensa, el gobierno federal está obligado por ley a pagarle un buen abogado, esto además de los costos de su manutención en prisión con sus tres alimentos diarios en las semanas o meses que tarde su caso en ser ventilado en los tribunales). A falta de mejores ideas, la puerta revolvente ha sido aceptada como un hecho inevitable de la vida al igual que las mareas, el otoño y el invierno, la rotación de la Tierra, la imposibilidad de bajar los índices de drogadicción a cero, la ineficiencia del Congreso norteamericano y la evolución.

Se sabe de casos en los cuales hay individuos que llevan más de diez deportaciones acumuladas en su contra, y ello no les quita en lo absoluto las ganas de intentarlo de nuevo acumulando el onceavo ingreso ilegal a los Estados Unidos. Sin embargo, estos casos no son tan frecuentes, ello en virtud de que con cada deportación el indocumentado va mejorando notablemente su juego, va refinando sus triquiñuelas y sus artimañas para evadir a las autoridades migratorias, y ya para la quinta o sexta deportación ha acumulado los suficientes conocimientos y la suficiente experiencia para saber cómo volverse completamente invisible de las autoridades migratorias mientras reside en el interior de los Estados Unidos. Si lo llegan a atrapar de nueva cuenta, ello será por pura casualidad, como un accidente del destino, y no como resultado de una investigación inteligente llevada a cabo por los funcionarios migratorios norteamericanos.

Podría suponerse ingenuamente que con la imposición obligatoria de un programa como E-Verify para todos los empleadores norteamericanos, no habría manera en la cual un indocumentado podría subsitir en los Estados Unidos. Sin embargo, hay muchos oficios en los Estados Unidos, como el de la herrería o el de las trabajadoras domésticas, en los cuales se paga no con cheque sino con dinero en efectivo, son transacciones que no dejan rastro alguno que se pueda seguir. También se dan muchos casos de identidades robadas, que le han permitido a muchos indocumentados vivir en los Estados Unidos sin problema alguno e inclusive estar afiliados al sistema de seguridad social (Social Security), llegando a casos extremos en los cuales se continúan utilizando los números de seguro social de ciudadanos norteamericanos que ya han pasado a mejor vida y que ciertamente no van a hacer reclamo alguno desde el más allá por el uso indebido de sus identidades y de sus números de seguro social.

El que es echado fuera puede volver a entrar. El que es deportado puede regresar, y lo puede hacer no una sino varias veces. De esto se trata precisamente la “puerta revolvente”, una puerta rotatoria de la que los manifestantes en pos de una reforma migratoria no quieren hablar para no disminuír la fuerza de sus argumentos y sus peticiones, y de la cual los mismos funcionarios migratorios norteamericanos tampoco quieren hablar para no terminar desmoralizando a sus agentes que están trabajando en el campo y que no se dan cuenta o quizá no quieren darse cuenta que sus esfuerzos para disminuír la población indocumentada en los Estados Unidos son en vano; al menos trabajando como policías o agentes de FBI pueden ver que un asaltante o un estafador termine pudriéndose varios años en prisión tras una labor investigativa que rinde frutos, pero en lo que cabe a contener el flujo de la inmigración ilegal, se trata de una batalla perdida. Si toman su trabajo como una misión con un propósito, se están engañando a sí mismos, y sólo tienen que ver las estadísticas para darse cuenta de lo futil de su labor. Pero si toman su trabajo no como una misión con un propósito sino como una “chamba” dentro del gobiern federal con buena paga y un buen plan de retiro (algo siempre bienvenido en tiempos en los que el desempleo es alto), se pueden evitar un sinnúmero de frustraciones y decepciones. Pueden desde luego esforzarse por hacer bien su trabajo con la esperanza de recibir alguna presea tal como “el agente que más indocumentados ha capturado en el año X” con lo cual saldrán en las noticias recibiendo sus 15 minutos de fama y recibirán felicitaciones, pero la cosa no pasará de allí. Pueden también optar por tomar una actitud positiva, viendo a cada indocumentado que capturan como la razón por la cual tienen un empleo dentro del gobierno federal, porque si no entrase a la Unión Americana un solo indocumentado en todo el año entonces no se necesitaría de sus servicios. Visto desde este punto de vista, lo irónico del caso es que el funcionario migratorio en la frontera México-Estados Unidos le debe su empleo precisamente al indocumentado al cual está capturando y deportando y sin el cual sus servicios no serían requeridos.

Hasta aquí hemos hablado de deportados que regresan de nueva cuenta a los Estados Unidos a través de la puerta revolvente, manteniendo la cifra de indocumentados estable en los 12 millones. No hemos tomado en cuenta a los nuevos indocumentados, muchos de los cuales no lo hacen la primera vez como “Juan” sino de manera completamente ilegal, para los cuales la frontera es decididamente una frontera porosa que aunque no es fácil de ser atravesada puede sin embargo seguir siendo atravesada. Esto incluye a los millares de indocumentados (salvadoreños, guatemaltecos, hondureños, etc.) que mes tras mes toman desde la frontera sur de México al ferrocarril conocido como “La Bestia” que los lleva atravesando todo el territorio mexicano desde el sur hasta el norte. Tomándolos en cuenta a ellos, entonces la cifra de 12 millones de indocumentados no sólo se mantendrá estable, sino que debe de ir subiendo paulatinamente con el paso de los años a los 13 millones, los 14 millones, y así sucesivamente. Y ellos, también, harán uso de la puerta revolvente. Naturalmente, si el Congreso norteamericano aprueba una segunda generosa aministía como lo están exigiendo miles de manifestantes y organizaciones civiles en los Estados Unidos, se puede anticipar desde ahora una nueva oleada de inmigrantes indocumentados que llegarán con la esperanza de una tercera amnistía futura en mente, y aunque se reduzca la cifra de indocumentados a cero con la aprobación de una segunda amnistía, no pasará mucho tiempo para que haya una nueva masa enorme de veinte, treinta, o cincuenta millones de indocumentados, todos ellos a la espera de una tercera amnistía, presionada nuevamente por miles de manifestantes en las calles y todo tipo de organizaciones civiles. Y todos los indocumentados en pos de la tercera amnistía usando también, mientras tal cosa ocurre, la puerta revolvente, que siempre estará allí para ser utilizada, aprovechando las experiencias que están siendo acumuladas por la actual población flotante de 12 millones de indocumentados que ya están haciendo uso de ella cada vez que se ofrezca.