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—Cuando al pobre le va mal, ni masa le halla al tamal.
Es variante de aquella cuarteta que dice: “Pobre del pobre que al cielo no va: lo friegan aquí, lo friegan allá”.
—Mejor un “¡Cabrón!” a tiempo que sermón mal deletreado.
Equivale a otro dicho según el cual “Más vale ponerse una vez colorado y no cien descolorido”.
—Casas y terrenos nunca se hacen menos.
Alguien decía que Diosito sigue haciendo de todo, menos tierra: la que hay, hay, y no habrá más.
—Buscar guayabas en los magueyes.
Este dicho fue escuchado en Tepa, o sea Tepatitlán, Jalisco. Se aplica a quien anda -dice otro dicho- “meando” fuera de la olla.
—Canastos padres, chiquihuites hijos.
Es lo mismo que “De tal palo tal astilla” o “Hijo de tigre, pintito”. Un chiquihuite es una pequeña canasta tejida con mimbres, varas o juncos. Sirve para cargar sólidos y no, obviamente, para llevar líquidos, pues se escurrirían todos por los agujeros del recipiente. Había aquí un norteamericano que no hablaba nuestro idioma. Sus amigos saltillenses, bromistas, le enseñaron una respuesta a la pregunta: “¿Gusta usted una copita de vino?”. Respondía el visitante en su mal español: “No me gusta en chiquihuite”.
—Convidado y con ollita.
Se aplica al que quiere llevarse más de lo que se le ofreció gratuitamente, o sacar más provecho que aquel que debe recibir.
—Quedarse con el chongo hecho.
Ser víctima de un plantón, especialmente la mujer en espera del galán que no acudió a la cita.
—Unos salen a la pena y otros a la pepena.
Es decir, unos salen de su casa a trabajar y otros a ver cómo friegan a su prójimo.
—No pelea, pero hace jaras.
Alude burlonamente al que no participa directamente en una contienda pero azuza a los contendientes. Es igual que “amarrar navajas”.
—El que ha de morir a oscuras aunque haya sido velero.
O sea fabricante de velas. Significa que nadie puede escapar a su destino.