jueves, 7 de marzo de 2013

Un consejo para la ciática




Sin lugar a dudas, una de las condiciones más dolorosas que se puedan encontrar en el diario vivir es la que tiene que ver con el nervio ciático, manifestada en una dolencia comúnmente conocida como la ciática.

El nervio ciático es el nervio más ancho y extenso de todo el cuerpo, el cual comienza en varios niveles de la columna vertebral, y sus ramificaciones se unen para formar un solo tronco nervioso. Una de las funciones del nervio ciático es la de transmitir los impulsos nerviosos para realizar la mayoría de los movimientos de toda esta zona corporal.

Todos aquellos que han padecido de la ciática por lo menos una vez en su vida pueden dar fé de que es una condición extraordinariamente dolorosa. Se trata de algo equivalente (hablando en cuestión de intensidad del dolor) a que le tomen a uno la mano, y que le doblen la mano completamente hacia atrás de tal manera que las uñas de los dedos terminen tocando el antebrazo. El dolor es indescriptible. El solo hecho de tratar de bañarse, tratar de vestirse, tratar de obrar en el sanitario, tratar de inclinarse o tratar de caminar puede resultar algo extremadamente difícil de hacer, y no es inusual que hasta para caminar se tenga que arrastrar uno caminando con el cuerpo torcido en cierta posición, en la posición en la cual se minimiza el dolor.

La condición de la ciática empieza de una manera que a muchos les es de sobra familiar. Puede ocurrir al estarse levantando de la cama, al agacharse adoptando cierta postura, al levantar un objeto pesado de cierta manera, al inclinarse para ver algo o al girar el tronco del cuerpo en cierto sentido manteniendo las plantas de los pies en el mismo lugar. Las variantes para desarrollar la condición de la ciática son muchas, pero en la mayoría de los casos el aviso viene por algo que se siente como un ligero “chasquido” de huesos en la parte baja de la espalda cerca de donde la columna vertebral se encuentra con la pelvis. Es algo que se siente como un ligerísimo “tronido” como el tronido que se puede producir voluntariamente con los huesos de los dedos de las manos. Pero una vez que se siente este “chasquido”, en poco tiempo sobreviene un dolor intenso que puede postrar a la víctima en la cama por días o semanas, imposibilitada para moverse e inclusive imposibilitada para cambiar de posición al estar acostada en la cama.

Una vez que se ha manifestado el dolor, lo único que queda es recurrir a paliativos, que pueden variar desde la ingesta de anti-inflamatorios (como el Flanax) hasta la aplicación de pomadas que en realidad no paliarán mucho el dolor. En algunos casos, la ayuda de un fisioterapeuta del tipo de los que son conocidos como quiroprácticos puede corregir el problema en cuestión de minutos, porque lo que hace el terapeuta es aplicar masajes de cierta manera que van reposicionando los discos de la columna vertebral hasta que en cierto momento el nervio que estaba siendo presionado queda liberado de pronto, lo cual proporciona una cura instantánea, un efecto que puede considerarse casi milagroso. Cuando este tipo de terapeutas ejerce sin título profesional alguno son conocidos como huesero sobador o simplemente como sobador. El problema es que los que son verdaderamente buenos en esto son muy escasos, porque en cierta forma se trata de un arte que requiere de una habilidad manual extraordinaria, y no todos tienen la facultad para ir “sintiendo” con los dedos de sus manos -conforme van palpando la parte baja de la espalda- lo que está ligeramente fuera de lugar y maniobrar inteligentemente las vértebras para permitir la liberación del nervio que está siendo oprimido entre las vértebras. Y como puede verse en el siguiente diagrama que corresponde a la condición de un disco herniado:




no se requiere de mucha desviación interna para producir un disco herniado, razón por la cual no es del todo fácil regresar las cosas a su posición correcta. El terapeuta (sobador) es como un artista, hay buenos pintores y hay malos pintores que por más que se esfuercen jamás pintarán un cuadro tan bueno como aquellos que nacen ya con habilidades para ello, se trata de algo que no pueden enseñar en ninguna escuela. Esta es la razón por la cual encontrar a un terapeuta de este tipo que sea realmente bueno es como una bendición, y la forma de distinguir al genuino del aprendiz es por el resultado obtenido; el que es realmente bueno curará la condición de la ciática en cuestión de minutos, y no le llevará más de media hora o de una hora en un caso extremo, mientras que el que no es tan bueno simplemente le paliará un poco el dolor al pobre paciente pero no se lo eliminará por completo en una sola sesión.

En el peor de los casos, cuando el dolor se vuelve insoportable, puede requerirse una intervención quirúrgica en la cual no hay margen de error, y es frecuente que muchas personas queden peor que como estaban antes después de una operación de este tipo, inclusive pueden quedar inválidas, confinadas a una silla de ruedas por el resto de sus vidas (el Papa Juan Pablo II quedó confinado de por vida a una silla de ruedas tras una operación que le fue practicada en la pelvis por algunos de los mejores cirujanos del mundo, lo cual demuestra en forma palpable lo difícil que es lograr triunfos quirúrgicos cuando las operaciones en la parte ósea baja del cuerpo tengan que esquivar con habilidad extraordinaria cualquier corte o sutura que pueda dañar a un nervio que sólo es posible ver en forma directa con la ayuda de un microscopio).

Siendo difícil encontrar un terapeuta hábil que pueda curar la condición de la ciática en una sola sesión, y siendo los otros remedios (pomadas, aspirinas, desinflamatorios, etc.) meros paliativos que no eliminarán la condición y que inclusive no darán mejoría alguna, resulta claro que hay algo mejor que tratar de curar una ciática, y ello consiste en prevenirla. ¿Pero cómo?

Consideremos al cuerpo desde el punto de vista estructural. Tomemos en cuenta el hecho de que una condición de la ciática rara vez ocurre en los que son muy jóvenes, generalmente esta es una condición que llega con la edad. Cuando se es joven, se tiene los huesos fuertes al igual que los músculos. Sin embargo, los huesos, por sus desgaste natural, se van volviendo más porosos (la condición extrema, principalmente en las mujeres, se denomina osteoporosis), lo cual hace que cada vez sea más fácil que ocurra un dislocamiento de las vértebras que oprimen al nervio ciático.

Y si bien los huesos se van desgastando, los músculos tienen la propiedad interesante de que se pueden poner duros a cualquier edad. Qué tan duros se puedan poner depende desde luego del uso que se les haya dado en el gimnasio o en algún deporte, una persona con una vida sedentaria tendrá obviamente sus músculos más flácidos que los de un deportista, pero de cualquier modo también tendrá músculos que le ayuden a mover sus extremidades y el resto del cuerpo.

Una cosa que siempre podemos hacer a voluntad aunque estemos sentados y relajados es tensionar cualquier músculo de nuestro cuerpo poniéndolo “duro”. Podemos poner “duro” nuestro bíceps en nuestro brazo derecho sin estar jalando o levantando nada, con solo desearlo. Podemos poner duros los músculos de una de nuestras piernas. Incluso podemos poner también duros algunos músculos de nuestra cara. De hecho podemos poner duro cualquier músculo de nuestro cuerpo sobre el que tengamos un control voluntario (lo cual excluye, desde luego, al corazón, ya que sus movimientos dependen de nuestro sistema nervioso autónomo). Y ponemos poner duros también cuando queramos los músculos de la parte baja de nuestra espalda. Estamos hablando de los siguientes músculos:





He aquí otra vista un poco más clara de los músculos de los cuales estamos hablando:




El lector puede hacer la prueba en este mismo momento. En cuanto lo desee, puede poner “duros” los músculos de la parte baja de su espalda, y confirmar que están “duros” con su tacto o bien con la tensión que se debe sentir al hacer tal cosa.

Todo músculo tiene ya su propia estructura, es algo que no es posible cambiar a voluntad. Y al tensionar cualquier músculo, dicho músculo tomará siempre una forma bien definida. De hecho, tomará siempre la misma forma que ha tomado al estar tenso desde que nació la persona. Se entiende entonces que al tensar un músculo o una serie de músculos, este tensionamiento jalará a los huesos alineándolos con la formación natural de los músculos. Y mientras se mantenga la tensión, no habrá forma en la que los huesos se puedan “desalinear” como lo hacen cuando los músculos circundantes están flácidos.

El que padece recurrentemente de la ciática, ya tiene bien identificadas ciertas posiciones y ciertos movimientos (por ejemplo, al levantarse de la cama jalando su tronco con sus músculos abdominales, etcétera) que lo predisponen a la condición. Y aquí el “truco” para evitar que se dé la condición de la ciática es bien sencillo: hay que tensar siempre los músculos de la espalda baja al hacer tales movimientos o al adoptar tales posturas.

Si el que padece de la ciática no está seguro de las posiciones o los movimientos en los cuales las vértebras se le puedan “desalinear” produciéndole la condición de la ciática, debe aprender a estar “tensionando” con bastante frecuencia los músculos de la parte baja de su espalda: al levantarse de la cama, al agacharse, al adoptar ciertas posturas incómodas, etcétera. Entre más se acostumbre a tensionar los músculos de su espalda baja, tanto mejor. Se trata de incorporar esto como un hábito nuevo, como un cambio en el estilo de vida. Y aunque al principio puede resultar algo incómodo, con el tiempo se puede ir acostumbrando uno a ello y a vivir sin la ciática.

Es muy importante tensionar los músculos de la espalda baja desde antes de la circunstancia (o circunstancias) en la cual por experiencia previa hace su aparición una condición de ciática. Por ejemplo, si se ha encontrado que ésta ha ocurrido al momento de levantarse de una silla, entonces desde antes de levantarse de la silla, al estar cómodamente sentado en la silla sin estar haciendo movimiento alguno, se deben poner los músculos “tiesos” y duros, y una vez hecho esto, se puede proceder a levantarse. Una vez de pie, hay que seguir manteniendo los músculos duros por algunos segundos mientras se dan los primeros pasos hacia adelante, y entonces se puede “aflojar” la armazón muscular. Del mismo modo, si al agacharse “de lado” se ha producido la condición de la ciática, entonces desde antes de agacharse “de lado” hay que tensar los músculos y no al estarse ya agachando “de lado”.

¿Y qué de aquellos casos en los cuales al tensar los músculos de la espalda baja poniéndolos duros no es posibler hacer algún movimiento que antes podíamos hacer? ¿Aflojamos los músculos en tales casos? Desde luego que no. Si hay alguna postura que no podamos tomar o algún movimiento que no podamos llevar a cabo al poner duros los músculos de la espalda baja, y si tal postura o tal movimiento nos ha predispuesto en el pasado a precipitar la condición de la ciática, entonces debe darse por hecho de que tal postura o tal movimiento es de hecho un movimiento en cierta forma “antinatural” que la única razón por la cual se puede llevar a cabo a partir de cierta edad es porque está facilitado por el desgaste de los discos de las vértebras de la columna vertebral, y si el tensionamiento de los músculos de la espalda baja limita de inmediato ciertas posturas o ciertos movimientos, ello debe tomarse como una voz de alerta, como la advertencia dada por el mismo cuerpo de que en caso de insistir las consecuencias no tardarán en manifestarse. Es mejor hacerle caso al cuerpo.

Para una persona propensa a sucumbir en cualquier momento ante el terrible dolor de la ciática, el levantar objetos pesados -aún haciéndolo doblando las piernas y poniéndose en cuclillas como lo recomiendan en los lugares de trabajo- es algo que está prácticamente proscrito. Sin embargo, si por alguna razón especial y de emergencia tenga que agacharse para levantar algún objeto medianamente pesado, desde antes de levantar el objeto, desde antes de agacharse, desde antes de inclinarse, debe poner “duros” los músculos de su espalda baja, lo más duro que pueda, “aflojando” la dureza hasta después de que haya soltado el objeto con las manos. Si hace esto, descubrirá que mientras tenga en tensión los músculos de la espalda baja el “tronido” de la ciática no se manifiesta, confirmándose que la precaución está dando el resultado deseado.

Conforme se vaya haciendo más frecuente la práctica de tensar los músculos de la espalda baja poniéndolos duros en aquellas posturas y movimientos que nos han predispuesto a la ciática, se irá descubriendo que al hacerlo no es posible “doblar” las vértebras de la columna con respecto a la alineación natural que las vértebras tienen en relación a la postura normal de la pelvis. Al hacerlo, es como si se pusiera todo un revestimiento de concreto sólido en torno a unas varillas metálicas que han perdido algo de su dureza, es como si tanto las vértebras de la columna que se unen con la pelvis como la misma pelvis fuesen fundidas en una sola pieza, como si todo la parte baja de la espalda hubiera sido forjada como un solo bloque dentro de una camisa de fuerza, restringiendo en forma severa el deslizamiento de una vértebra con respecto a la otra. Y este es precisamente el objetivo del endurecimiento voluntario y temporal de la zona, “congelar” todo en un solo lugar sin dar margen a dislocaciones y deslizamientos que son precisamente lo que produce la dolorosa condición de la ciática.

El estar tensando los músculos de la espalda baja con frecuencia durante el día al principio puede parecer algo incómodo. Sin embargo, para quienes han padecido la condición de la ciática, con dolores intensos que los postran en la cama y que les dificultan enormemente hasta el levantarse de la cama simplemente para ir al baño o para caminar unos cuantos metros para tomar un vaso de agua, la ligera condición de incomodidad al principio es mil veces preferible, y con el paso del tiempo se va desarrollando la costumbre de hacerlo en forma casi automática a la vez que los lapsos entre cada condición de ciática se van ampliando hasta que dicha condición termina siendo conquistada por completo.

El músculo cuando está “descansando” es como si fuese una plastilina suave, maleable, que puede ser moldeada manualmente sin que oponga resistencia alguna. Es lo que hacen los masajistas en los gimnasios y en los spas, trabajar sobre músculos “aflojados”, flácidos. Pero cuando se le pasa al músculo el equivalente de una corriente eléctrica, el impulso nervioso hace que la masa flácida tome una postura rígida, sólida, y sólo hay una postura que el músculo puede tomar, la postura natural que le corresponde por diseño biológico inclusive desde antes del momento del nacimiento. Los discos de las vértebras se pueden ir desgastando con el paso del tiempo y el desgaste puede ser acelerado en aquellas personas que han sometido a su osamenta a un trabajo duro tales como los gimnastas, los levantadores de pesas y los deportistas en general (los efectos no se ven de inmediato, la factura llega inevitablemente con el paso de los años), pero el músculo jamás pierde su forma natural (excepción hecha en casos de enfermedades tales como la distrofia muscular).

Adquiriendo el sencillo hábito que se está recomendando aquí, es posible que el que padece de la ciática no la volverá a padecer por el resto de su vida. Considerando la intensidad del dolor en este tipo de padecimientos, vale la pena probar esta técnica de prevención,

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