En estos tiempos, hay gente que es muy afecta a estar llenando su cuerpo con todo tipo de suplementos vitamínicos y derivados herbolarios que son presentados como “productos milagro” en infomerciales de larga duración que son presentados como si fuesen programas de televisión.
Muchos de tales suplementos son en realidad innecesarios, porque cualquier persona que tenga la precaución de alimentarse con una dieta balanceada que incluya frutas (manzanas, peras, naranjas, ciruelas, etc.), verduras (espinacas, brócoli, verdolagas, calabacitas, etc.) y proteínas (carne de pescado, carne de pollo, etc.) puede estar segura de que le está proporcionando a su cuerpo los suplementos vitamínicos que necesita. Lo admirable es que el cuerpo humano pueda tolerar una carga adicional de todo tipo de pastillas y cápsulas tomadas diariamente como un ritual sin desarrollar consecuencias serias a largo plazo (por ejemplo, falla renal) por tal abuso, simplemente eliminando lo que no se necesita. Y en rigor de verdad, la mayoría de los suplementos que son ingeridos y que el cuerpo no necesita por estarlos recibiendo ya como parte de la alimentación diaria terminan siendo desechados por el cuerpo sin dárseles uso alguno, y terminan yendo a dar a la letrina. Si el cuerpo humano de un adulto requiere en promedio 8 miligramos diarios de cierta vitamina, y con una alimentación excesiva (como se acostumbra hoy en día en muchos lugares) ingiere 200 miligramos de tal vitamina, entonces el cuerpo aprovechará los 8 miligramos que necesita, y los restantes 192 miligramos irán a dar a la letrina desperdiciándose sin ser utilizados. Y si encima de esto se ingieren 400 miligramos de la misma vitamina ya sea en cápsulas o pastillas vendidas como suplemento dietético, entonces el cuerpo seguirá aprovechando los mismos 8 miligramos, y y 392 miligramos (en lugar de los 192 miligramos) irán a dar a la letrina.
Existen casos contados, bien documentados, en los cuales el consumo adicional de cierta vitamina en ciertos períodos sí puede ser de ayuda significativa, y cada miligramo es aprovechado en su totalidad por el cuerpo.
Tal es el caso del ácido fólico o vitamina B12. Hoy se sabe que si las mujeres embarazadas aumentan su consumo de ácido fólico durante su embarazo, las probabilidades de ciertos defectos de nacimiento pueden ser disminuídas en forma significativa, y la gran mayoría de los tratamientos prenatales incluyen como prescripción a ser seguida al pie de la letra el consumo de ácido fólico.
Suponiendo que por razones de costo no sea posible estar ingiriendo todo tipo de suplementos dietéticos (cada suplemento representa una erogación adicional de dinero que tiene que ser solventada sacrificando algo en otra parte del presupuesto familiar), suponiendo que solo se tenga dinero para comprar un solo suplemento dietético, ¿cuál debería ser este suplemento? ¿Cuál de todas las vitaminas es la más efectiva ya sea a corto plazo o a largo plazo en el mantenimiento de salud? ¿Cuál entre todas las vitaminas deberíamos escoger como la más importante de todas?
La respuesta a estas preguntas es, indudablemente: la vitamina C.
La vitamina C es uno de los más poderosos antioxidantes que se conocen. Cualquiera que haya estado preocupado por ponerle atención a las cosas que puedan ser buenas para su salud indudablemente habrá escuchado la palabra “antioxidante”. Sin necesidad de entrar en disquisiciones sobre química, los antioxidantes son asociados con efectos saludables tales como el retardamiento en los procesos de envejecimiento y el reforzamiento del sistema inmunológico para combatir todo tipo de infecciones. Todo ello deriva de los antioxidantes, y entre los antioxidantes la vitamina C es “el rey de los antioxidantes”.
A diferencia de otras vitaminas cuya privación no trae consecuencias inmediatas, la privación total de la vitamina C puede traer consecuencias que se manifiestan en muy poco tiempo.
Desde hace siglos se sabía que los marineros que pasaban semanas en el mar sin entrar en contacto con la tierra tendían a padecer una afección conocida como el escorbuto siendo la manifestación más palpable el sangrado de encías, hasta que se descubrió que cuando se llevaban en la embarcación ciertas frutas los síntomas de tales afecciones desaparecían como por arte de magia. Es precisamente así como se descubrió, de manera indirecta, la existencia de la vitamina C, siendo el médico James Lind el que descubrió la causa de esta enfermedad y nos dejó la prescripción para la cura total del escorbuto, consistente en la inclusión de cítricos en la dieta que contuviesen vitamina C (hay otras enfermedades atribuíbles a deficiencias vitamínicas tales como el beriberi, pero a corto plazo la vitamina cuya deficiencia se manifiesta con mayor rapidez es la vitamina C).
Uno de los mayores campeones que ha tenido la vitamina C lo fue Linus Pauling, Premio Nóbel de Química, al cual se le acredita la aplicación de la física cuántica a la química para darle explicación a los enlaces de muchos elementos y compuestos que previamente permanecían sin explicación alguna. Linus Pauling era muy insistente acerca de los beneficios que puede traer el consumo de la vitamina C para ayudar a sobreponerse a los efectos molestos de los catarros y las gripes, y aunque en la actualidad hay dudas sobre la efectividad que pueda tener un aumento en el consumo de vitamina C para paliar los efectos de una enfermedad gripal, hasta la fecha persiste ampliamente la costumbre entre mucha gente de aumentar su consumo de suplementos con vitamina C cuando cae víctima de infecciones gripales severas. Linus Pauling no era médico ni hizo estudios específicos que demostrasen en forma concluyente que un enfermo que consuma vitamina C o aumente su consumo de vitamina C estará mucho mejor que un enfermo que no la consuma. Sus afirmaciones se basaban más bien en el hecho de que, como químico, estaba perfectamente familiarizado con el enorme poder antioxidante de la vitamina C, mucho muy superior al de otras vitaminas que aunque también son antioxidantes no se comparan en lo absoluto al poder antioxidante de la vitamina C. Y dado su poder antioxidante y su capacidad para combatir en el torrente sanguíneo una cosa nociva que los nutriólogos llaman los “radicales libres”, Linus Pauling dió por hecho que un antioxidante tan potente como la vitamina C debería ser de ayuda no solo para paliar sino inclusive para prevenir las infecciones gripales.
Independientemente de las apreciaciones, en parte objetivas y en parte subjetivas, de Linus Pauling sobre la efectividad de la vitamina C en la prevención y el tratamiento de las infecciones virales, lo que sí es un hecho incuestionable (y esto solo fue confirmado en tiempos recientes) es que hay una gama de aflicciones para las cuales el consumo rutinario previo de la vitamina C puede tener un efecto positivo en el combate de tales enfermedades. Pero se encontró que para que dicha efectividad pudiera manifestarse, había que consumir una cierta dosis mínima diaria de vitamina C. Aunque el tema sigue siendo asunto de controversia, una cifra mágica que parece dar buenos resultados a largo plazo es la de un gramo diario.
El descubrimiento del efecto positivo del consumo de un gramo diario de vitamina C es posible al comparar las estadísticas cumulativas de las enfermedades y afecciones padecidas por un segmento de la población no acostumbrado a ingerir ningún tipo de suplemento dietético, y otro segmento de la población acostumbrado a ingerir vitamina C en cantidades iguales o superiores a un gramo diario. Y si bien es cierto que para la salud a largo plazo hay muchos otros factores incidentes tales como el medio ambiente, el estrés emocional del individuo relacionado con su trabajo, la zona geográfica en la que se vive, los hábitos alimenticios, etcétera, aún así es posible extraer las diferencias estadísticamente significativas que el consumo o el no consumo de algo pueda tener a largo plazo (en la rama de la Estadística conocida como el Diseño de Experimentos basada en la prueba-F de Fisher, de lo que se trata es precisamente de separar aquellos factores que sean estadísticamente significativos de aquellos que no lo son). Y se ha encontrado que hay diferencias estadísticamente significativas entre quienes han estado consumiendo un gramo diario de vitamina C por años y quienes no lo han hecho, teniendo una ventaja los primeros a largo plazo.
Es importante tener en cuenta la dosificación, porque la vitamina C cuando es vendida como pastillas de suplemento dietético, estas tienden a ser pastillas no de un gramo sino de 500 miligramos, de modo tal que para tomar un gramo diario de vitamina C se vuelve necesario tomar no una sino dos pastillas de 500 miligramos. Hay desde luego disponibles comercialmente pastillas de vitamina C de un gramo. Sin embargo, el tamaño de las mismas impide que puedan ser “tragadas” con comodidad, y tiene que ser masticadas un poco entre los dientes para poder romperlas en pedacitos más fácilmente asimilables.
Habiendo dicho lo anterior, si vamos a tener no dos docenas de suplementos alimenticios sino uno solo en nuestra despensa, tal suplemento debe ser la vitamina C, la cual no debe faltar en ninguna despensa o botiquín. No se debe esperar que surta efectos mágicos de un día a otro, los beneficios para la salud son a largo plazo, midiéndose el efecto no en semanas o meses sino en años, décadas incluso, pero sí es importante ser constante. Una persona que ha estado tomando a lo largo de 30 ó 50 años un gramo diario del poderoso antioxidante que es la vitamina C tiene mucho más a su favor que una persona que no lo ha hecho, y uno de los efectos se manifiesta precisamente en el envejecimiento de la persona: la persona que ha tenido por costumbre estar ingiriendo un gramo diario de vitamina C muestra en su aspecto un envejecimiento más retardado que el que muestra otra persona de su misma edad que jamás ha tomado tal práctica (el beneficio del efecto antioxidante en la piel se puede nulificar si se comete la imprudencia de exponerse demasiado al sol con demasiada frecuencia), aunque el efecto para la salud no es meramente externo sino también interno, que es en donde más nos interesa.
No deja de ser interesante el hecho de que algo que es un ácido (y la vitamina C es un ácido, cuyo nombre químico es ácido ascórbico) pueda ser tan beneficioso para la salud. Tal vez sea el único ácido (con excepción del ácido clorhídrico que se encuentra en el estómago para llevar a cabo la digestión). Es un ácido blando, por así decirlo, benéfico por su función antioxidante.
¿Y qué hacer en el caso de no contar con recursos para estar comprando frascos con pastillas de vitamina C? En una situación así, es importante recordar que la vitamina C, aunque puede ser producida en grandes cantidades para su venta comercial mediante un procesamiento químico del maíz, sigue siendo un producto natural que se puede encontrar en cantidades suficientes en algo tan sencillo como el limón agrio o limón verde (el limón debe en buena medida su sabor agrio a las cantidades de vitamina C que contiene), de forma tal que tomando varios limones diariamente se puede obtener la vitamina C que el cuerpo puede aprovechar a largo plazo. ¡Y México se encuentra entre los primerísimos lugares en la producción mundial de limones! Naturalmente, puesto que no es grato para el paladar de muchos el tomar directamente el jugo de limón de un limón recién partido, lo más aconsejable es hacerse un jugo disolviéndolo en agua y endulzándolo con azúcar o miel de abeja.
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