Como era de esperarse, hubo varios eventos en ocasión de las dos décadas transcurridas después de llevarse a cabo tan infausto acontecimiento. En uno de tales eventos públicos celebrados en Magdalena de Kino estuvieron presentes los dos hijos del malogrado candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio Riojas, y Mariana Colosio Riojas, los cuales mostraron su predisposición de darle una vuelta a la hoja haciendo a un lado el aspecto trágico del magnicidio del hombre que hubiera sido presidente de México, enfatizando en cambio su ejemplo y sus ideales.
En virtud de que por cortesía y civilidad no se menciona la soga en casa del ahorcado, en prácticamente todos los eventos hubo un gran ausente cuyo nombre fue omitido por los oradores y por organizadores de los eventos relativos al evento ocurrido hace 20 años. Se trata de Mario Aburto Martínez, el autor material del crimen (ninguna relación de parentesco, ni siquiera lejana, con el creador de esta bitácora).
Desde el primer día en que se llevó a cabo el magnicidio se ha estado manejando la versión de que el hombre acusado por el magnicidio y que ha estado purgando una larga pena de prisión no es el hombre que fue detenido inmediatamente después de haber disparado la bala que segó la vida de Luis Donaldo Colosio. Una de las presuntas pruebas esgrimidas para apoyar esta hipótesis es la comparación visual de la fotografía del hombre que fue detenido inmediatamente después de haber disparado el arma:
y las fotografías de Mario Aburto Martínez una vez que ha sido recluído en prisión:
Ciertamente, a primera vista parecen ser dos hombres diferentes. Sin embargo, el efecto visual ocasionado por la primera toma de imagen enfocando al asesino desde un ángulo así como el manoseo de que fue objeto así como el susto que se ha de haber llevado al darse cuenta de la magnitud de lo que había cometido pueden haber contribuído a darle un aparente aspecto físico no necesariamente idéntico al que aparece en la segunda fotografía.
De cualquier modo, en la gran mayoría de las varias investigaciones independientes que se han estado llevando a cabo, las conclusiones son las mismas: el hombre detenido en prisión es el autor material del magnicidio.
Una cosa que parece confirmar la hipótesis de que Mario Aburto Martínez, aún si fue usado para substituir al presunto verdadero autor material del crimen, definitivamente tuvo algo que ver en el asesinato, son las propias palabras suyas que pronunció tras haber sido entregado a la policía:
“No hablaré aunque me torturen”
Esta fue una actitud que Mario Aburto mantuvo desde un principio y que ha sido una constante en su larga reclusión. No dijo “Yo no lo maté, tienen al hombre equivocado”, o “Soy inocente, pido presentar testigos en mi defensa” o algo similar. Tampoco aprovechó su presentación ante los medios (de las cuales hubo varias) para manifestar su involucramiento en el crimen argumentando alguna motivación política como un rechazo a la prolongada hegemonía de un mismo partido político detentando la silla presidencial por seis décadas continuadas sin perspectiva de alternancia. Desde el principio dijo que no hablaría aunque fuese torturado. ¿Pues entonces qué es lo que estaba ocultando? Si alguien sabe la realidad de lo que sucedió, si alguien sabe si el magnicidio fue la culminación de un elaborado complot, ése es Mario Aburto Martínez.
La tesis de que Mario Aburto Martínez actuó por cuenta propia, la tesis del asesino solitario, es la que ha estado siendo sostenida oficialmente. Es la tesis con la cual el expediente ha sido cerrado. Es posible que, en efecto, Mario Aburto haya sido un asesino solitario actuando por cuenta propia, y que no haya habido complot alguno con motivaciones políticas de fondo. Esto sería cien por ciento creíble si no fuera por el hecho de que, apenas seis meses después del magnicidio del hombre que iba a ser el próximo presidente de México, se cometió otro asesinato de gran envergadura con aparentes motivaciones políticas, el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del Partido Revolucionario Institucional, ocurrido el 28 de septiembre de 1994, seis meses después del magnicidio de Luis Donaldo Colosio. Este segundo magnicidio no habría pasado a mayores de no haber sido por el hecho de que, por pura casualidad, el autor material del crimen, Daniel Aguilar Treviño:
fue detenido por un policía que se topó casualmente con el asesino en su huída. Una vez detenido, el asesino comenzó a hablar, dejando en claro que no se trató de un robo o cosa por el estilo.
Las investigaciones en torno al crimen del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu eventualmente condujeron a otro personaje del que nadie hubiera tenido la menor sospecha por no tener relación directa alguna con el inmolado: el diputado Manuel Muñoz Rocha, el cual no tenía absolutamente nada que ganar en lo personal con el crimen del secretario general del PRI. Y sucedió una cosa interesante. Inclusive desde antes de que su nombre acaparara los titulares, desde antes de que fuese citado a declarar, el diputado Manuel Muñoz Rocha, una figura bastante pública, desapareció por completo, y hasta la fecha nadie lo ha vuelto a ver con vida.
Se presumía que Manuel Muñoz Rocha era la pieza clave para conectar al autor material del crimen de Ruiz Massieu con nadie menos que con el ingeniero Raúl Salinas de Gortari, el hermano del presidente de la república Carlos Salinas de Gortari, lo cual era hablar ya de cosas mayores. El hecho de que al hermano del presidente las autoridades en Suiza le hubieran confiscado cuentas bancarias por un monto superior a los cien millones de dólares abiertas con identificaciones oficiales falsas recurriendo a una identidad apócrifa no ayudo en nada a disipar las sospechas de que el hermano del presidente e incluso el mismo presidente Carlos Salinas de Gortari estuvieran metidos en algo turbio. Con la desaparición de Manuel Muñoz Rocha, el esclarecimiento total del crimen de Ruiz Massieu y la identificación del autor o los autores materiales del crimen quedó trunco.
En 2009, al prescribir las acciones legales que se podían llevar a cabo dentro de los plazos fijados por la ley, se declaró proscrita la orden de aprehensión emitida en su momento en contra de Manuel Muñoz Rocha, lo cual equivale a una absolución de jure por su presunta autoría intelectual en el crimen de José Francisco Ruiz Massieu. El hecho de que no haya orden de aprehensión alguna emitida en contra de Manuel Muñoz Rocha significa que, de estar con vida, desde hace cinco años Manuel Muñoz Rocha podría haber regresado a la vida pública dando la cara, aunque el principal problema que habría tenido sería el de dar una explicación creíble del por qué se estuvo ocultando tantos años si era un hombre inocente que nunca estuvo inmiscuído en crimen alguno. Sin embargo, después de que en 2009 se cerró cualquier acción legal que pudiese haber sido tomada en su contra, Manuel Muñoz Rocha sigue desaparecido, no ha regresado en todo este tiempo en el que podía haber regresado para reintegrarse a su vida familiar y profesional. Lo cual aumenta las suposiciones de que la razón por la cual nadie a vuelto a ver con vida a Manuel Muñoz Rocha inclusive después de 2009 es porque Manuel Muñoz Rocha de hecho ya es un hombre sin vida, un cadáver enterrado en algún paraje desértico en donde su osamenta jamás será encontrada por nadie, un cadáver que yace en el centro de un enorme pilote de concreto que forma parte de algún edificio de condominios, o un cadáver que yace dentro de baúl en el fondo del mar. Queda desde luego la posibilidad de que Manuel Muñoz Rocha tal vez viva en algún lugar fuera de México en donde nadie lo conoce ni conoce su pasado, escondiéndose lo mejor que puede a sabiendas de que hay gente importante y poderosa que lo puede mandar matar si es que no lo han hecho ya, a causa de que Manuel Muñoz Rocha sabe demasiado como para dejarlo con vida. Después de todo los muertos no hablan, y si Manuel Muñoz Rocha sigue vivo entonces aquellos para los cuales trabajó en la ejecución de José Francisco Ruiz Massieu no vacilarán en mandarlo matar para asegurarse de que nunca más pueda abrir la boca.
Volviendo a Mario Aburto Martínez, el asesino de Luis Donaldo Colosio, si en algo ha sido constante es que no ha abierto la boca para nada. Si estuvo involucrado en algún complot en torno al magnicidio, un complot en el que estaban en juego intereses extremadamente poderosos, de su boca no ha salido absolutamente nada para aclarar tal cosa. ¿Está acaso bajo la amenaza directa de que si abre su boca entonces le matarán a todos sus familiares sometiéndolos previamente a torturas exquisitas y terribles? Eso no se sabe; el único que puede saberlo es él mismo. Pero lo que sí se sabe y es un hecho es que Mario Aburto Martínez no está purgando una sentencia de cadena perpetua, eventualmente tendrá que ser puesto en libertad al haber terminado de cumplir su condena de prisión. ¿Y entonces qué?
Si Mario Aburto estuvo involucrado en un complot de proporciones gigantescas y él fue tan solo la pieza final en el engranaje, lo único que lo ha salvado de no terminar con una bala puesta en la cabeza es el hecho de que, estando en donde está, tal vez sea uno de los prisioneros mejor vigilados y custodiados en todo México. El matarlo mientras aún se encuentra purgando su sentencia no solo sería un acto sumamente arriesgado e incluso estúpido, sería el desmoronamiento total de la teoría oficial del asesino solitario. Por otra parte, su ejecución mientras esté en prisión vigilado y custodiado no es algo que pueda ser considerado necesario mientras Mario Aburto permanezca callado, mientras Mario Aburto continúe cumpliendo su parte de lo acordado de no soltar la lengua en ningún momento, mientras se mantenga firme en su postura de “no hablaré aunque me torturen”. Pero en el preciso momento en que sea puesto en libertad, la cosa cambia.
Si el autor material del magnicidio de Luis Donaldo Colosio estuvo involucrado en un complot detrás del cual hay gente muy poderosa, a partir del mismo instante en que Mario Aburto salga de prisión su vida ya no vale ni siquiera tres cacahuates. Al momento de ser puesto en libertad, ya no estará custodiado y vigilado en una prisión de máxima seguridad. Habrá perdido toda su protección policiaca, y estará completamente indefenso. Ciertamente, al momento de salir de la cárcel no habrá ningún interés de parte de ninguna autoridad en estarle brindando una protección continuada al autor material del crimen de Luis Donaldo Colosio, y menos cuando por la cuestión de la inseguridad en México no hay suficientes policías para brindar una protección medianamente suficiente al resto de la población en México, al salir de la cárcel Mario Aburto estará completamente a merced de cualquiera que quiera matarlo. Y debe de haber algunos políticos interesados en matarlo, porque Mario Aburto sabe que si empieza a hablar para involucrar a X o Z con la intención de ocasionarle un daño en su carrera política (aunque se trate de alguien que no tuvo autoría intelectual alguna en el magnicidio), entonces el daño puede ser mayúsculo e irreversible. Mario Aburto, por el solo hecho de ser quien es, tiene en sus manos un poder extraordinario para poder chantajear a quien quiera chantajear y sacarle dinero en grandes cantidades al que le quiera sacar dinero con su chantaje. Le bastaría con ir a ver a cualquier personaje X que posea una fortuna cuantiosa y decirle “necesito ayuda económica y vengo a verlo a usted porque sé que si usted quiere puede ser mi amigo, y usted no quiere que yo hable mal de usted, no si quien habla mal de usted comprometiéndolo de alguna manera es el asesino de Luis Donaldo Colosio, ¿verdad que usted sí me va a ayudar y no me va a cerrar la puerta?”, para ponerlo a temblar de pies a cabeza.
Hasta la fecha, Mario Aburto Martínez se ha rehusado a hablar para aclarar dudas. Pero una vez que esté fuera de prisión, lo más seguro es que de seguro no hablará, porque a partir del momento en que ponga un pie fuera de prisión lo más probable es que se le puede dar por muerto. Es la única forma completamente segura y efectiva de que permanecerá callado, porque ya muerto no podrá hablar ni decirle nada a nadie. La mano que segará su vida no será enviada por ninguno de los hijos de Luis Dondaldo Colosio, siendo ellos los principales interesados en saber la verdad de lo que ocurrió veinte años atrás, y los cuales parecen dispuestos incluso a otorgarle alguna especie de perdón cristiano al asesino. La mano que acabará con él será enviada por gente poderosa que tenga mucho que perder en caso de que a Mario Aburto se le ocurra empezar a hablar diciendo tarugadas. No lo matarán con un balazo puesto en la cabeza en cuanto salga de prisión, eso sería tanto como darle a entender a todo el pueblo de México que el magnicidio de Luis Donaldo Colosio siempre fue un acto premeditado, un magnicidio con autores intelectuales movidos por profundos intereses políticos y económicos los cuales tienen mucho que perder con Mario Aburto deambulando por las calles de México y los cuales no van a arriesgar nada de lo que tienen por un individuo cuya vida no les vale absolutamente nada. Se esperarán un poco y lo seguirán. Y antes de que alguien se pueda dar cuenta, Mario Aburto habrá “desaparecido” sin que nadie lo vuelva a ver de nuevo. Desaparecerá, al igual que el diputado Manuel Muñoz Rocha desapareció repentinamente cuando aún era un diputado en funciones. Podría incluso terminar a un lado de donde muchos presumen que yace el cuerpo sin vida de Manuel Muñoz Rocha, enterrado en algún paraje desértico en donde su osamenta jamás será encontrada por nadie, o como un cadáver que yace en el centro de un enorme pilote de concreto que forma parte de algún edificio de condominios, o como un cadáver que yace dentro de baúl en el fondo del mar. Y al cabo de algunos años, todo mundo se habrá olvidado del asunto, y se habrá olvidado de él, pasando a formar parte de la leyenda urbana, de un misterio más sin resolver dentro de los muchos misterios y cuentas pendientes que hay en México..