El título de esta nota no tiene la intención de ser ofensivo, habido el hecho de que en México cuando se hace referencia a cierta persona de poca estima (por ejemplo, un político corrupto) o a cierto grupo de gente de poca estima (por ejemplo, un partido político que es más bien un club de políticos corruptos), se acostumbra decir en forma despectiva “¡No tienen madre!”, una clara alusión a las mentadas que se suelen decir y escuchar en relación con la progenitora o progenitoras de aquellos a los cuales se hace referencia insultante.
A lo que se refiere esta nota es a una mujer realmente extraordinaria, ejemplar, que debería de servir como modelo para muchos padres de familia en México que han consentido a sus hijos hasta el exceso permitiéndoles convertirse en verdaderos monstruos, permitiéndoles convertirse en un cáncer social, sin oficio ni beneficio, solapándoles todos sus desmanes e inclusive sus actos francamente ilegales con los cuales lastiman y dañan a la sociedad.
La mujer se llama Toya Graham. Hela aquí con su hijo agradecido después de haberlo corregido con una tunda que tal vez haya sido la mejor lección que haya recibido el joven en toda su vida, una lección que nunca olvidará:
Resulta que el 28 de abril Toya Graham al estar viendo los desmanes que se estaban cometiendo en la ciudad de Baltimore con motivo de los disturbios generados a raíz de la muerte del afroamericano Freddie Gray a manos de la policía, reconoció entre los motineros a su propio hijo, un joven afroamericano encapuchado que participaba en los disturbios violentos de Baltimore, el cual no pudo ser sometido por la policía, pero sí por su madre, la cual salió al encuentro de su hijo, retirándolo de las protestas a empujones, jalones y cachetazos, llevándoselo a casa de seguro para ponerle una buena regañada y propinarle una dosis de cachetazos y jalones, además de enviarlo a su recámera sin cenar.
El joven reprendido se encontraba entre un grupo de manifestantes que estaba lanzando proyectiles a la policía, cuando apareció en un canal local de televisión que estaba transmitiendo las imágenes en vivo. Furiosa, la madre acudió en persona hasta el lugar a reprenderlo, darle una buena felpa, y llevárselo a la casa propinándole una buena camorriza. El incidente fue grabado por testigos, y de inmediato atrajo la atención de los medios de comunicación y las redes sociales. Estas son algunas de las imágenes de la formidable madre de familia Toya Graham reprendiendo a su hijo y de hecho salvándolo de seguir el mal camino:
“Soy una madre intolerante. Todo el que me conoce sabe que no me ando con juegos”, dijo a CBS News Toya Graham, soltera y madre de seis. “Me dijo: Ma, cuando te ví, mi instinto fue correr”. Incluso la policía de Baltimore hizo alusión al regaño materno.“Si observas la escena, tenemos a una madre cogiendo a su hijo con el rostro encapuchado y golpeándolo en la cabeza porque ella estaba muy avergonzada. Ojalá tuviéramos más padres que se hacen cargo de sus hijos”, comentó el comisionado policial Anthony Batts, durante una conferencia de prensa. Tiempo después, y pese a la humillación pública que le significó su castigo, el hijo de Toya Graham agradeció ante los reporteros el correctivo que le aplicó su madre diciendo que algo como eso era lo que necesitaba para entrar en razón.
Los castigos propinados públicamente a su hijo por Toya Graham para enderezarlo y hacerlo tomar el camino correcto (los cuales parecen haber funcionado a las mil maravillas) necesariamente vienen a colación en relación con los 43 estudiantes de Ayotzinapa que fueron secuestrados y asesinados, cuando sintiéndose capaces de cometer cualquier vandalismo estúpido sin recibir jamás castigo alguno, actuando como verdaderos hampones desbocados con la supuesta certeza de una plena garantía de impunidad se atrevieron a meterse en los camiones previamente secuestrados por ellos a un narco-municipio controlado por un narco-alcalde al servicio de la delincuencia organizada, atreviéndose a retarlo y enfrentarse al tipo que se sentía intocable gracias a esa
aberración llamada fuero que el sistema político mexicano actualmente secuestrado por “políticos profesionales” les concede a los parásitos que se meten a la política solo para poder delinquir mejor y sin problemas.
El secuestro y asesinato masivo de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa es desde luego un hecho reprobable e injustificable, y los culpables tanto materiales como intelectuales deberían ser enviados a pudrirse en prisión por el resto de sus vidas. Hay quienes consideran que es una verdadera lástima que México maniatado por los tratados internacionales que ha firmado no cuente con la pena de muerte para casos como éstos.
Sin embargo, y esto es de la mayor importancia, ¿qué habría ocurrido si cada uno de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa hubiera tenido un padre o una madre como Toya Graham que hubiera ido por cada uno de ellos para llevárselo a casa a coscorrones, empujones y regaños? De seguro todos ellos estarían con vida. Aunque las madres de todos ellos hoy se exhiben como dolorosas ante las cámaras exigiendo justicia, lo cierto es que ni el padre ni la madre de ninguno de los 43 normalistas en ningún momento fueron por ellos para ponerles una buena camorriza ante las cámaras y llevárselos a casa diciéndoles: “te vienes de inmediato conmigo a la casa o me obligarás a quitarme el cinto para ponerte una cueriza en las nalgas que no te dejará sentarte en una silla durante un mes”. Esto es lo que verdaderamente necesitaban todos los 43 normalistas, un buen escarmiento propinado por la verdadera máxima autoridad cuya autoridad no se discute, en vez de estar siendo mimados como si fueran unos pequeñitos traviesos a quienes la sociedad está obligada a perdonarles todo.
Toya Graham es la madre o el padre que los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa nunca tuvieron. Por ello hoy están muertos, todos ellos, y aunque sus progenitores así como otros compañeros normalistas le han estado exigiendo al gobierno de Enrique Peña Nieto que se los regrese con vida (se aclara que fue el gobierno estatal de Guerrro, un gobierno emanado no del PRI sino del PRD, el culpable de permitir que el narco coptara y controlara el escenario político del estado), esos 43 vándalos motineros elevados hoy a mártires por sus padres y por los medios no van a regresar a sus casas ni hoy ni nunca porque el gobierno federal no tiene el poder de la resurrección.
Todos los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa cuya ausencia hoy lloran y lamentan dolorosamente sus padres y madres estarían con vida si en vez de estar consintiendo a sus hijos solapándoles todas sus fechorías (y estamos hablando de verdaderas
fechorías, no hay otra manera de expresarlo) hubieran ido por ellos cuando aún estaban vivos para llevárselos a casa, diciéndoles: “yo no voy a tener ningún vagote en casa que ni estudia ni trabaja y se la pasa en la calle haciendo desmanes, ni te voy a estar manteniendo para que te la pases comportándote como un hampón; o te me vas a otra escuela para estudiar un oficio que te permita sostenerte por cuenta propia, o te vas a meter a trabajar así sea vendiendo donas o arracaditas en la plaza pública para que empieces a ganar tu propio dinero por primera vez en tu vida y para que aprendas el trabajo que cuesta ganarse el sustento”. En lugar de esto, es muy posible que en la mayoría de las casas en donde viven estos vagos inútiles sin oficio ni beneficio haya padres de familia que están sumamente orgullosos de los desmanes que cometen sus hijos, presumiendo ante sus amigos al ver las imágenes en la televisión: “¡Ese es m’hijo, el encapuchado que aparece del lado extremo de la pantalla que está incendiando con bombas Molotov el Palacio Legislativo del Congreso Estatal! ¡Cómo estoy orgulloso de las cosas que hace mi hijo! ¡Así se hace m’hijo”. De tal palo, tal astilla.
Si los padres de familia de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa quieren encontrar un culpable de lo que le sucedió a sus hijos, todo lo que tienen que hacer es pararse ante un espejo y ver bien la imagen reflejada por el espejo. Allí está el principal culpable y responsable, no el gobierno, ni los propietarios de autobuses ni los comerciantes y repartidores de mercancías que han sido las verdaderas víctimas de los secuestros, destrozos y robos ocasionados por estos vagos de la peor ralea malacostumbrados por sus propios padres a cometer fechorías en plena impunidad. No querer aceptar la realidad de tal cosa es darse baños de pureza que no les quedan.
En México, los mismos días en que Toya Graham se llevó a su hijo a casa empujándolo a coscorrones para impedir que fuera parte de algo que seguramente le podría haber costado la cárcel o en el peor de los casos su propia vida, en México los compañeros normalistas de los 43 normalistas inmolados seguían dando rienda suelta a su furia destructora, sin que hubiera ninguna autoridad que se atreviera a marcarles el alto, sin que hubiera nadie que por lo menos los regañara. ¿Y en dónde estaban, pues, todos los padres y madres de esos mitoteros, de esos vagos sin oficio ni beneficio, de esos
ni-nis (ni estudian ni trabajan) entregados a una verdadera orgía de destrucción y saqueos gozando de plena impunidad y con la aprobación tácita de sus padres a los que lo único que les preocupa es que sus juniors regresen a casa a tiempo para la cena? ¿Y acaso no han aprendido la lección los compañeros suyos que los sobreviven? No, no la aprendieron, y por ello siguen actuando igual, como si nada hubiera pasado. Y lo que es peor, tampoco la han aprendido los padres de los normalistas que aún quedan con vida.
Un factor fundamental en el éxito de la “terapia correctiva Toya Graham” es que en Estados Unidos no existe ninguna Comisión Nacional de Derechos Humanos que se interponga entre el progenitor y sus hijos argumentando que “los correctivos corporales al menor de edad son una violación a los derechos humanos del menor”, una sobreprotección seudo-derecho-humanista que solo ha servido para darle alas a los
juniors y ni-nis vagos protegiéndolos de enfrentar cualquier reprimienda en casa por sus actos vandálicos y hasta ilegales alegando que son “pobrecitos menores de edad, dignos de compasión y perdón”. Esta misma actitud de sobretolerancia excesiva ante violadores de la ley, pero adoptada también por los gobiernos estatales que deberían ser responsables (de hecho, legalmente lo son) por imponer el orden y restaurar la paz social, dejando que los parásitos y ni-nis hagan absolutamente todo lo que les dé la gana disfrutando impunidad total, ha sido el manantial inagotable de secuestradores, sicarios, políticos corruptos y tratantes de blancas que ha padecido y sigue padeciendo México. La violencia física usada en contra de los menores de edad es desde luego algo poco justificable bajo muchas circunstancias, ¿pero acaso el impedirle al progenitor poder aplicarle un castigo físico así sea moderado a su hijo rebelde no es una mayor violación al derecho humano más fundamental de todo niño, el derecho a ser corregido y ser encausado por el camino correcto por sus propios padres?
Lo mismo que le hizo públicamente Toya Graham a su hijo, por lo cual dicho sea de paso ella ha sido muy felicitada por casi todos los sectores de la sociedad norteamericana que no cesan de alabarla y citarla como ejemplo seguramente sería condenado enérgicamente por la oficialista CNDH de México a través de la emisión de una que otra “recomendación”. Afortunadamente para los paterfamilias norteamericanos en Estados Unidos no hay una CNDH que se interponga entre ellos y la educación que están obligados a darle en casa a sus hijos, por las buenas, o por las no tan buenas. La CNDH y otras organizaciones derechohumanistas aborrecen y se oponen firmemente a la idea de que cada madre en México pueda ser una Toya Graham, proponiendo penas carcelarias y hasta la pérdida de la patria potestad a las madres “culpables de violencia física (castigos corporales) contra sus hijos” que quieran emular a Toya Graham, sin querer aceptar la realidad de que en ciertas regiones de México y en ciertos casos esto es precisamente lo que se requiere para enmendar a la “oveja negra de la familia”. No entienden razones, sin querer aceptar la realidad que
del tamaño del problema debe ser la naturaleza del correctivo, y parecen haber olvidado el precepto con el que fueron educados y criados nuestros abuelos que afirma que
la educación comienza en casa. ¿Acaso no es el mismo hogar en donde un niño malcriado y consentido en exceso y que padece el
sindrome del emperador termina por convertirse en un mozalbete, en una máquina de destrucción social que empieza secuestrando camiones e incendiando impunemente comercios particulares y oficinas públicas para terminar graduando fuera de casa como sicario (o como político plurinominal, a cargo del erario público)? Toya Graham no tiene un doctorado en psicología, pero tiene algo de lo que las agrupaciones derechohumanistas carecen: sentido común. Y eso le permitió salvar a su propio hijo, que a fin de cuentas es lo que le importa a cualquier madre.
Estamos ya en mayo de 2015. Ni los estudiantes normalistas que aún están hoy con vida, ni sus padres, se han dado cuenta, o no se han querido dar cuenta, de que el semestre escolar de primavera ya está por terminar. Ya han perdido un año de estudios, ya perdieron lastimosamente un año de sus vidas, y ese año no lo van a recuperar ni vendiéndole el alma al Diablo, porque el reloj nunca da marcha atrás, es inexorable e inflexible. Sus maestros les pueden dar un pase automático al siguiente año escolar en las escuelas normales en donde dizque estudian, o hasta graduarlos como profesores normalistas sin necesidad de tener que presentar exámenes, inventándoles inclusive altas calificaciones y poniéndoles a todos ellos puros dieces en las boletas de calificaciones, que al fin y al cabo todos estos vagos están acostumbrados a que les concedan todo lo que quieren, pero si tienen la cabeza hueca porque nunca se ocuparon por meter en ella los conocimientos que deberían de haberse preocupado por asimilar, ¿de qué les sirve? La reforma educativa les impide poder trasladarse hacia otro estado próspero como Chihuahua o Querétaro con mayores oportunidades de crecimiento que en Guerrero y Oaxaca porque no están en condiciones de poder competir exitosamente en los exámenes de competencia que la reforma educativa impone como condición obligatoria para seleccionar a los mejores maestros dejando fuera a los “peorcitos”. En lo que a conocimientos se refiere, normalistas como los de las escuelas normales rurales de Guerrero, Michoacán y Oaxaca ciertamente están entre lo peorcito, no califican ni siquiera para ser barrenderos en otros estados como Chihuahua y Guanajuato. ¿Quién los quiere para impartir conocimientos, si no tienen conocimientos que valgan la pena impartir? En los estados más prósperos de México los estudiantes normalistas en vez de estar dedicados al saqueo, a la huelga estudiantil, a la vagancia, a la molicie y a los actos vandálicos, allí si saben el valor del tiempo, allí si estudian, allí saben la terrible vergüenza social que significa el ser clasificado como un “ni-ni” que ni estudia ni trabaja, allí sí se dedican a aprovechar su tiempo y las oportunidades que se les dan para salir de la mediocridad. En última instancia, los estudiantes normalistas hoy entregados a la inutilidad y al vandalismo lo único para lo que realmente sirven es para terminar engrosando las filas de la delincuencia, uniéndose a quienes han hecho la violación de las leyes su modo de vida. O viviendo como parásito sindical en alguna escuela de Oaxaca haciendo como que le enseña algo a sus alumnos que se hacen como que están aprendiendo algo cuando en realidad no están aprendiendo absolutamente nada, ni siquiera a leer y escribir.
Justo al día siguiente de que Toya Graham salvó a su propio hijo sacándolo de la turba callejera de encapuchados que se estaban enfrentando a la policía en las calles de Baltimore, en la ciudad de El Paso un policía norteamericano mató a tiros a un delincuente mexicano que se negó a obedecer las órdenes que se le estaban dando de detenerse. Se trata del joven Erick Emmanuel Salas Sánchez, el cual acababa de cometer un robo con violencia al interior de una casa. Después de las 9 de la noche del miércoles, los oficiales fueron enviados al bloque de la calle Jesuit, en el Lower Valley (Valle Bajo), para atender un reporte de robo. Al llegar los agentes se toparon con Salas, quien los amenazó con matarlos a ambos armado con un objeto metálico que sostenía en sus manos. Intentaron detenerlo usando un Taser (pistola de descargas eléctricas no letales), pero no se pudo y uno de los agentes en defensa de su propia vida se vió obligado a sacar su pistola para disparar en contra de Salas. Casi de inmediato en cuanto se conocieron los hechos, y como suelen hacerlo los medios audiovisuales en México cada vez que un delincuente mexicano es ajusticiado en el extranjero con la pena máxima por violar la ley, en vez de aprovecharse la ocasión para hacer un llamado a todos los mexicanos residentes en el extranjero para portarse bien obedeciendo las leyes y mostrando una conducta ejemplar al vivir fuera de México, los medios en México empezaron a glorificar a Salas Sánchez calificando su muerte como un crimen de lesa humanidad, rasgándose las vestiduras y tratando de minimizar las verdaderas razones por las cuales fue muerto el “ni-ni” mexicano por la policía de Texas. Calificando la muerte del delincuente como un crimen que no debía quedar impune, Televisa y TV Azteca en ningún momento le hicieron ninguna entrevista a la verdadera víctima, a la persona que fue objeto del robo con violencia a manos de Salas Sánchez y que llamó a la policía pidiendo auxilio, y antes bien la ignoraron como si hubiese sido cómplice del asesinato de un inocente, porque (para los medios audiovisuales en México) es un hecho innegable que si la verdadera víctima se hubiera dejado robar por el mexicano “ni-ni” quedándose callada sin llamar a la policía entonces Salas Sánchez no habría sido muerto cuando los policías trataron de arrestarlo, y el pobrecito “ni-ni” estaría hoy con vida seguramente asaltando a otros. En México, los medios audiovisuales minimizaron deliberadamente el hecho de que Salas Sánchez se resistió violentamente a ser arrestado y que hubo un forcejeo en el cual amenazó a los agentes con matarlos, y que el policía que le disparó no era un agente de nuevo ingreso sino un oficial con 10 años de experiencia. Agregándose, como siempre se hace en México para darle amarillismo sensacionalista a la noticia y vilificar a todos los policías estadounidenses como asesinos, que el agente que mató a Salas Sánchez fue suspendido de inmediato, sin mencionar que este tipo de suspensiones siempre son con goce de sueldo y que se trata de suspensiones automáticas de mero carácter administrativo mientras se aclaran los hechos, tras lo cual el agente es reincorporado a sus actividades en la calle. Se puede sospechar que el mexicano “ni-ni” muerto en Estados Unidos a manos de la policía era un delincuente que ya tenía una cauda amplia de crímenes acumulados en México en contra de muchas otras víctimas, y que confiado en su impunidad estúpidamente creyó que tendría la misma buena suerte en Estados Unidos, sin entender o querer entender que Estados Unidos no es México. Siendo así, entonces el policía texano que lo mató le hizo justicia no solo a la víctima norteamericana de este delincuente, también le hizo justicia a las víctimas en México del delincuente aplicándole la pena máxima; aunque lo ideal hubiera sido que el “ni-ni” mexicano hubiera recibido su castigo en México a manos de la justicia mexicana y no en el extranjero a manos de la justicia norteamericana.
Erick Emmanuel Salas Sánchez tampoco tuvo una madre como Toya Graham, una madre que le diera sus nalgadas y coscorrones desde chico y lo pusiera a estudiar o a trabajar así fuera vendiendo chicles afuera de las escuelas. De haberla tenido, ese delincuente mexicano que cayó abatido en El Paso seguramente estaría hoy con vida, seguramente le estaría agradecido a su madre por haberlo convertido en una persona de bien. Trágicamente para él, en vez de tener una madre como Toya Graham tuvo unos padres mexicanos que le solaparon todas sus fechorías y lo consintieron en todo, lo cual le permitió a Salas Sánchez graduar como delincuente de altos vuelos cuya vida terminó en el extranjero a manos de la policía norteamericana.
Desde una perspectiva social de amplia escala, se puede acusar a los medios audiovisuales en México como Televisa y TV Azteca de que por querer inyectarle sensacionalismo y amarillismo a sus noticieros elevando a los altares a los delincuentes mexicanos que terminan ejecutados fuera de México, de haber estado fallando atrozmente en lo que debería ser una labor educativa social, ya que ninguno de ellos ha sido jamás una especie de “Toya Graham” mediática, y en vez de reportar en forma fría y objetiva las verdaderas razones por las cuales terminan muertos los malandros mexicanos en los Estados Unidos, (lo cual debe comenzar necesariamente por entrevistar a las víctimas de los delincuentes que se supone son las que llaman a la policía para pedir auxilio, algo que nunca hacen los medios audiovisuales de México), de inmediato se lanzan a despotricar a tontas y a locas no solo acusando a los oficiales norteamericanos de ser unos asesinos con placa que se la pasan matando sin causa justificada a cualquiera al atender reportes de robo sino también glorificando al delincuente mexicano muerto en el extranjero casi elevándolo a la categoría de héroe y mártir nacional por el solo hecho de haber sido un mexicano ajusticiado en el extranjero con la pena capital. ¿Y las víctimas de estos delincuentes, acaso no cuentan? Pues no, no cuando se trata de hacer pasar al victimario como víctima y mártir, por eso ni Televisa ni TV Azteca las entrevistan jamás. ¿O alguna vez recuerda el lector que lo hayan hecho?
Para que no haya más delincuentes mexicanos “ni-nis” muertos fuera de México, ya sea a manos de la policía norteamericana o como resultado de una sentencia de muerte aplicada por un juez, ya se ha hecho aquí una
propuesta muy específica y concreta ugiriendo un “poster” para el tipo de campaña masiva informativa que el gobierno federal puede emprender, empezando hoy mismo, para conminar a todos los mexicanos que se encuentran en los Estados Unidos a comportarse como gente de bien, como visitantes ejemplares. Pero el gobierno mexicano en sus tres niveles no parece estar interesado en promover una campaña concientizadora de esta índole, como tampoco parecen estar interesados en aprender estas lecciones aquellos mexicanos que habiendo sido malacostumbrados en México desde muy chicos a delinquir en plena impunidad sin recibir ningún castigo (como los normalistas vándalos de Guerrero así como las mafias sindicales-magisteriales-gangsteriles escudadas tras siglas como la CETEG o la CNTE 22) y que creen que también en otros países pueden hacer lo mismo que están acostumbrados a hacer en México, hasta que descubren que Estados Unidos no es México ni es como México, cuando ya es demasiado tarde. No entienden. O lo que es mil veces peor, no quieren entender. Y de sus padres, mejor ni hablar, allí no hay ninguna Toya Graham.
Cuando un grupo representando a todos los padres de familia de los 43 estudiantes de Ayotzipa se trasladó hasta Estados Unidos para internacionalizar sus protestas y sus reclamos en contra del gobierno de México aumentando el nivel del ruido, en el estado de Texas en la ciudad de El Paso hubo una damita residente de Texas que ya tenía preparada una intervención y a la cual los organizadores en El Paso del evento no la dejaron entrar a la reunión a fin de que no les echara a perder el evento. Esencialmente, y ante los medios, la damita paseña se iba a dirigir a ellos diciéndoles más o menos lo siguiente (palabras más, palabras menos): “En primer lugar, como ciudadana norteamericana me permito solidarizarme con su dolor por la pérdida de sus hijos. En segundo lugar, me permito recordarles que si ustedes están aquí en El Paso manifestándose en forma pacífica, a diferencia de lo que está ocurriendo en México en donde están saqueando e incendiando los edificios públicos como podemos verlo en las noticias de Univisión y Telemundo que llegan hasta aquí, es porque ustedes saben perfectamente bien que los motines al estilo Guerrero y Oaxaca no son tolerados aquí en los Estados Unidos, quien viola la ley y se lanza a las calles para destruír la propiedad pública, secuestrar camiones y saquear comercios, a diferencia de lo que ocurre en México aquí sí será arrestado y enviado a prisión, y se le obligará a pagar por los daños ocasionados, hasta el último centavo. Por ello, a diferencia de lo que han estado haciendo ustedes en México, aquí se están comportando en forma civilizada y ordenada, que dicho sea de paso es como se deberían de llevar a cabo las manifestaciones de protesta en México. Bien harían en aprender la lección que se les está dando aquí en El Paso de permitirles manifestarse y exponer sus argumentos, ¡pero eso sí, de manera pacífica y ordenada, sin romper la ley ni afectar los derechos de terceros!”.
La damita paseña obviamente tiene mucho en común con Toya Graham, y les iba a dar en los Estados Unidos a los padres de los estudiantes normalistas una lección que nadie en México se ha atrevido a darles. Es una lástima que los organizadores del evento en El Paso le hayan negado la entrada, ya que de haberle permitido la entrada les habría restregado en su cara ante los medios a los padres de los 43 normalistas el hecho de que todas (y se subraya, todas) las apariciones públicas de ellos en los Estados Unidos han sido pacíficas gracias al hecho de que no se puede actuar en plena impunidad como en México como lo siguien haciendo los estudiantes normalistas de hoy que tampoco tienen madre... como Toya Graham.