domingo, 6 de octubre de 2019

El fino arte de la seducción



Esta entrada bien podría llamarse Verbo mata carita.

Como parte de los mecanismos de la Naturaleza para garantizar la perpetuación de la especie, están los ritos previos al apareamiento con los cuales el macho "conquista" a la hembra y la convence de ser su compañera en cuestiones de amor (o incluso la toma por la fuerza). Las ranas recurren a los sonidos con los cuales al croar llaman a las hembras que puedan estar interesadas, los gatos también tienen rituales muy sonoros. El canto de los pájaros también tiene tal propósito. Cada especie ha desarrollado sus propias mañas y técnicas.

En el caso de los humanos, la atracción se puede dar por motivos puramente estéticos, de allí el refrán de la vista nace el amor, lo cual frecuentemente termina siendo una trampa porque el exterior de una persona difícilmente refleja el interior de la misma, sus valores y conocimientos. El caso es que, se quiera o no, en la vida real usualmente son los más "guapos" (los más "caritas") los que tienen mayores probabilidades de que una mujer se fije en ellos. Lógicamente, puesto que dependen de su atractivo físico para llamar la atención sin tener en muchos casos otra cosa que pueda complementar "lo guapo", suelen esconder muy bien sus vicios y defectos para poder mantener su superioridad en el "campo de batalla". Así es como muchas mujeres terminan uniendo sus vidas a patanes "muy guapos" que les resultan borrachotes, golpeadores, o infieles en grado extremo (esto último casi predecible y anticipable tratándose de "guapos muy guapos".)

En estos tiempos en los que a causa de los movimientos feministas anti-hombres y grupos de protesta tales como #Metoo cualquier intento de un hombre de entablar relaciones con una mujer (sobre todo una desconocida) pueda ser malinterpretado y tomado por la mujer como un incipiente acoso sexual capaz de motivar una llamada telefónica de la asustada mujer a la policía para que las fuerzas del orden levanten al pretendiente frustrándole sus aspiraciones de conquista y aniquilándole su autoestima con una temporada tras las rejas, son cada vez más los hombres que llegan a la conclusión de que el riesgo no vale la pena y es mejor permanecer soltero por muy hermosa que sea la propuesta ofrecida por la vida, que al fin y al cabo todos nacen solteros y no es obligación (ni siquiera religiosa) encontrar pareja y mucho menos el casarse lo cual queda al libre albedrío de cada quien y su buena o mala suerte.

Además de la timidez natural de muchos hombres que no se atreven a decirle a una mujer bonita lo mucho que les gusta por el temor de ser rechazados, se suma a esta ola de rechazo una psicosis casi patológica que generalizando al por mayor pinta a todos los hombres como violadores en potencia listos para perder los estribos ante la menor provocación con el riesgo para ellos de terminar cayendo en prisión en caso de ser denunciados por el pretendido acoso sexual aunque no haya habido tal intención.

Parecería que en estos tiempos se tienen que poseer habilidades excepcionales para no ser rechazado por una mujer que ni siquiera se fija en uno. Parecería que el hombre debería de haber desarrollado ya una facultad mental como la que poseía Mel Gibson en la película What Women Want en la cual el personaje principal y macho alfa Nick Marshall desarrolla una capacidad extrasensorial para poder escuchar los secretos y pensamientos de las mujeres que le rodean, lo cual le permite decirle a las mujeres que lo rodean lo que a ellas les gustaría escuchar, usando tal información para manipularlas hacia él, lo cual le dura hasta que pierde su podecr. Desde tiempos inmemoriales se ha sospechado que, en efecto, algunos de conquistadores tan irredentos como exitosos tienen un don especial que les permite "adivinar" lo que las mujeres desean escuchar de ellos, con lo cual las pueden manipular a su antojo. Sin embargo, depender de tal cosa para la superviviencia de la especie equivale a querer depender de la magia y la brujería para tal fin, y esto es pedir demasiado.

¿Cómo atraer a una mujer sin que se sienta acosada, maximizando las probabilidades de ser aceptado por ella? Esta es la pregunta que se deben de estar haciendo muchos hombres en México hoy en día. Aunque cada caso es diferente y no hay una respuesta universal al asunto, hace pocos días apareció un editorial del notable humorista tocayo mío Armando Fuentes Aguirre "Catón" en el cual quien habla es un tío suyo llamado Felipe que dirigiéndose hacia su sobrino el humorista le da consejos sobre el fino arte de conquistar y seducir mujeres. Vale la pena reproducirlo, porque algunas observaciones que el tío Felipe le hace a su sobrino Armando parecerían ser los consejos que muchos padres le deberían de dar a sus hijos. Va pues el núcleo central de la lección de hoy:

No pienses, Armando, que estoy presumiendo. Estoy presumiendo, sí, pero no quiero que lo pienses. Sucede que tu tío Felipe, o sea yo, tuvo siempre buena fortuna entre las damas. Las damas, digo, porque para mí cada mujer con la que traté era una dama, aunque algunas abdicaran continuamente de esa condición. Alguien dijo que para tener éxito con las mujeres debes tratar a las cortesanas como si fueran damas y a las damas como si fueran cortesanas. Yo con todas actué como si fuera un caballero, quizá por eso me sonrió la suerte. El sexo opuesto nunca me fue opuesto. No era guapo, de modo que mi buenaventura no se fincaba en eso. En cierta ocasión una señora me dijo que me parecía a Robert Taylor. Desgraciadamente luego supe que a todos los hombres les decía lo mismo, aunque se parecieran más bien a Jack ElamRon Perlman, feísimos, y aun a Rin Tin Tin, que era un perro. Pero has de saber, sobrino, que rollo mata carita. Eso quiere decir que en cosas de amores y amoríos más que el buen parecer ayuda el buen decir. Te he contado de la criadita que dejó a un muchacho de buena traza, serio y bien acomodado para irse con un tipo feúcho, irresponsable y pobretón. Alguien le preguntó por qué hizo eso. Explicó la muchacha: "Es que éste me dice cosas". Aprende, Armando, que a las mujeres hay que decirles cosas, aunque no sean ciertas. Si a una le dices que se parece a Sophia Loren te lo creerá, aunque se parezca más bien a Jack Elam o Ron Perlman, feísimos y aun a Rin Tin Tin, que era un perro. A una dama de cierta edad le dije eso: que se parecía a Sophia Loren. Se enojó: "Eres un vil adulador, un charlatán, un hablador. Búscate otra que crea tus mentiras. Yo ya estoy grandecita para tragarme esos embelecos". Seguidamente me preguntó: "¿En qué me le parezco?".Yo tenía el don de la palabra, lo cual me allegaba muchos dones. A ninguna mujer engañé nunca con mis pregones amorosos. Aquélla a la que le dije que se parecía a la Loren tenía, en efecto, suculentos labios y ojos de estadio olímpico. Con eso quiero significar que no fui un burlador. Fui, sí, un seductor. Un burlador engaña; un seductor conquista. Jamás prometí matrimonio para lograr sexo, y eso que conocí a algunas que daban sexo para lograr matrimonio. Yo lo único que pedía es que me dejaran hablar. Lo demás corría de mi cuenta. O de mi cuento. Hablaba yo y ellas oían. Después, consumado ya lo que se debía consumar, ellas hablaban y oía yo. Al principio me desesperaba tener que escucharlas, lo mismo antes que después. Quería decirles lo que Vicente Garrido en su canción: "No me platiques más". Luego pensé que oírlas antes era parte del foreplay, o sea de los preparativos para el acto del amor, y oírlas después era parte del agradecimiento. Si te platico lo que me platicaban pensarás que estoy inventando. Una me hablaba de su esposo, al que llamaba Colo, no sé por qué. "Colo dice"; Colo piensa". Otra era estudiosa de la Biblia, y me dilucidaba tal o cual pasaje del Viejo o Nuevo Testamento. Todas hablaban de sí mismas, y luego de hacerlo por una hora me decían: "Pero ya hemos hablado mucho de mí, Felipe. Hablemos ahora de ti. Dime: ¿qué piensas tú de mí?". Una cosa te voy a decir, Armando: cualquier sacrificio es poco si con él obtienes un instante de amor, o por lo menos una aceptable imitación del mismo. Los hombres somos muy poca cosa, ¿sabes? en tanto que la mujer lo es todo. Es la vida. Y la vida lo es todo. Aprende a hablar, entonces. Y, más importante aún, aprende a oír, aunque no escuches. El arte de la seducción consiste en buena parte en saber hablar, pero sobre todo en saber oír. Todo lo demás te será dado por añadidura. FIN.

Bien. Cada quien aprenda de Catón (o mejor dicho, de su tío Felipe.) Y tal vez encuentre que la sabiduría del ayer sigue siendo tan válida como en aquel entonces. O a lo mejor son cosas ya pasadas de moda que hoy no darían resultado a nadie. Cuestión de experimentar.

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