En este día, después de haberme enterado de que una amplia área del Parque El Chamizal conocida como “Los Hoyos” (por estar situadas dichas áreas de canchas y campos deportivos a cielo abierto a varios metros debajo del nivel de la calle) será destruída para construír allí un centro de convenciones que yo considero inútil e innecesario (con la mala fama que tiene en estos momentos la ciudad en la que vivo como una ciudad peligrosa por el alto índice de criminalidad que nos está afectando, no creo que nadie en su sano juicio ni dentro ni fuera de México tenga intenciones en algún futuro cercano de llevar a cabo aquí una convención exponiendo tanto a los conferencistas o los convencionistas a riesgos innecesarios), con la ayuda de un trabajador que contraté a última hora me trasladé a la cancha deportiva en donde está plantada la palmerita que le puse a mi perrita Cuquita sobre su tumba, una palmerita que se estaba dando muy bien en dicho lugar, ya que de no ir a rescatar esa palmerita seguramente será arrancada o simplemente removida y tirada a la basura junto con los demás árboles de la zona. No podía hacer nada por los demás árboles pero si podía recoger la palmerita que a fin de cuentas yo mismo había sembrado en ese lugar cuando fue enterrada la Cuquita. Estando esa palmerita directamente sobre la tumba de Cuquita, fue creciendo por varios años sobreviviendo en dicho lugar, recogiendo los restos de la Cuquita que estaban debajo de ella e incorporándolos dentro de sí, dándole en cierta forma un renacimiento a la Cuquita.
Como no había llovido en varias semanas, un día antes de recoger la palmerita estuve remojando la tierra para que no estuviera seca sino húmeda y blanda al momento de remover la palmerita. El transplante de cualquier planta viviente de un lugar a otro siempre implica un riesgo de terminar matando a la planta, en primer lugar porque al momento de extraerla las raíces o buena parte de las raíces quedan expuestas a la intemperie, lo cual produce un golpe sobre la estructura alimenticia de la planta que puede terminar resultando fatal.
Los jardineros expertos de la zona recomiendan hacer los transplantes y los cambios de plantas preferentemente un poco antes de empezar la primavera o durante la primavera cuando las plantas están renaciendo. En el caso de árboles como los pinos o las palmeras, recomiendan hacerlo cuando está húmedo y frío. Siendo apenas finales de septiembre y estando aún el otoño sobre nosotros, ni estaba húmedo ni estaba frío, pero no podía esperar más para rescatar la palmerita porque en esos trabajos de contrucción las excavadoras, los tractores y las motoconformadoras pueden llegar en cualquier momento empezando su labor de destrucción. No tenía más opción que rescatar esa palmerita cuanto antes sin esperar al invierno o al inicio de la primavera.
Afortunadamente, cerca de la casa en donde vivo encontre un lugar en la banqueta de la calle en el lado opuesto, un hueco en donde alguna vez hubo un árbol y no había nada. Después de pedirle permiso a los veracruzanos que estaban viviendo en la casa de renta afuera de la cual está situado afuera el hueco para plantar la palmerita, me fuí en la tarde con el trabajador que traía su camioneta para mover la palmerita.
Con el objeto de que las raíces de la palmerita no quedaran expuestas al aire mucho tiempo y que estuvieran protegidas el mayor tiempo posible, nos llevamos una maceta grande para poder escarbar debajo de la palmerita llevándonos con nosotros la mayor cantidad posible de raíces cubierta de tierra húmeda con el fin de minimizar la peligrosa exposición de las raíces a la intemperie. Una vez que la palmerita fue subtraída, nos trasladamos de inmediato al lugar en donde iba a tener su nuevo hogar, haciéndose un agujero lo suficientemente amplio para que el tronco principal de la palmerita junto con todas sus raíces que nos fue posible salvar pudiera caber.
Aunque tenía también la intención de rescatar la osamenta de la Cuquita enterrada directamente debajo de la palmerita, con el fin de ponerla nuevamente debajo de la misma palmerita en el lugar en donde iba a ser plantada, esto no fue posible, en primer lugar porque al tratar de escarbar más abajo la tierra arenosa de los lados interiores volvía a tapar el agujero que se trataba de hacer. Y por otro lado, las raíces que no pudimos extraer (son raíces duras) de la palmerita estaban cubriendo la osamenta de la Cuquita, volviendo difícil tratar de escarbar más abajo. Era como si la palmerita hubiese tendido un manto protector sobre el cuerpo de la perrita que estaba debajo de ella para dificultarle a cualquiera sacar la osamenta.
Ojalá y no hubiera sido necesaria la extracción de la palmerita del lugar en donde estaba, pero en aras de algo que llaman la modernidad y el progreso, destruyéndose las zonas verdes para poner en su lugar monstruos de concreto, de no haberla removido seguramente habría terminado sepultada bajo un enjarre de cemento o habría terminado en algún basurero después de haber sido talada.
Sólo el tiempo dirá qué tan exitosa fue la operación de transplante. Pero tomando en cuenta el hecho de que los restos con los cuales la palmerita se estuvo nutriendo por varios años son los restos de una perrita que en vida fue muy luchona, muy sobrevividora, la palmerita tiene muy buenas posibilidades de sobrevivir y crecer en su nuevo hogar. Y en cierta forma, esa palmerita ya tiene algo de Cuquita, o inclusive tal vez sea ya la Cuquita integrada a su plantita bajo una nueva forma de vida.
miércoles, 30 de septiembre de 2009
lunes, 28 de septiembre de 2009
Las injusticias de la vida
En una conferencia de prensa que dió el Presidente norteamericano John F. Kennedy en 1962, este pronunció una de sus frases más célebres por la que es aún recordado, “life is not fair“”, que se traduce como la vida es “injusta”. Esto se me vino a la mente por unos comentarios que virtió un abogado de nombre Javier Cuéllar bajo el título “Imitando al hijo pródigo”, en donde puso lo siguiente:
“Cuando cursan la secundaria las preferencias de las chicas no están con el jovencito de buena conducta y estudioso sino con el patancillo en ciernes, fumador prematuro y pendenciero que tiene las peores calificaciones y mantiene asolados a los demás; desde la óptica adulta, el peor prospecto. ¿La causa? ¿En qué consiste esa extraña atracción del pendenciero para las mujeres? No lo sé. Posiblemente se descubra años después cuando esas niñas son madres y se vuelquen en cuerpo y alma sobre sus hijos más porfiados, con desdén de los bien portados.”
“¿Les gusta la parábola del hijo pródigo? La verdad su sentido conductual es confuso. Ahí se premia al vástado derrochador e irresponsable, haciéndole una fiesta, recibiéndolo con mimos y con un anillo, matando en su honor el becerro más gordo con desprecio discriminatorio del hijo honesto, trabajado y leal. ¡Y la verdad yo no le voy a enmendar la plana a Nuestro Señor Jesucristo! Pero no le entiendo.”
“Sin embargo esta conducta de premiar al maldito e ignorar al virtuoso implica un sentido de contradicción con respecto a un criterio hipócrita de premiar lo bueno y reprimir lo malo, de que los buenos se van al cielo y los malos al infierno. Porque en ese pasaje bíblico se está obrando precisamente al contrario: se premia al malo y se castiga al bueno o por lo bajo, se le ignora. ¿Y esto no será frustrante y desalentador para el individuo que obra en bien?”
“Desde los más tiernos años en el hogar se repiten estas escenas, los padres dan más atención, mimos y cuidados al hijo mal portado, al berrinchudo, al que nunca obedece; y al buen chico, al probo y obediente sencillamente se le ignora. ¿Cuál es el mensaje? ¿Deben portarse mal para ser reconocidos? Y ya, actuando en la sociedad, tenemos que se le llama bueno al bobo. ¿Bueno? ¡Bueno de tarugo!”
“Esta reacción familiar y social de premiar de muchas maneras al malvado se aprende fácilmente y después tenemos reacciones. ¿Para qué estudiar? ¿Para ganar un sueldito de 8 o 10 mil pesos mensuales? Mejor pasan una buena carga de droga y se ganan en un día lo que honestamente se llevarían años.”
“Y ahí tenemos las consecuencias: una comunidad donde muchos de sus jóvenes han caído en las garras de los vicios y la criminalidad. Conductas perniciosas que alentamos desde nuestros propios hogares cuando no supimos recompensar el buen comportamiento y reprimir el malo e hicimos todo lo contrario. La impunidad no sólo es el mejor aliento que le podemos dar al delito sino que, en el hogar es el más pésimo ejemplo que le podemos dar a nuestros hijos. Todos quieren imitar al hijo pródigo, que al fin y al cabo no hay borlote.”
Esta desilusión manifestada por el Lic. Javier Cuéllar es tan solo uno de muchísimos y muchísimos ejemplos que podríamos encontrar sobre cómo las cosas suelen estar al revés en este mundo. Otro ejemplo de las injusticias de la vida lo tenemos aquí mismo en el Consulado norteamericano en la ciudad en la que habito, presuntamente el Consulado más grande de los Estados Unidos fuera de territorio norteamericano. Con el fin de poder inmigrar legalmente a los Estados Unidos, acuden a dicho consulado miles y miles de personas para pedir informes, siendo recibidos generalmente por algún funcionario con mala cara que les hace ver que es prácticamente imposible el poder inmigrar a los Estados Unidos a menos de que se cumplan tantos requisitos que la lista misma se antoja imposible de cumplir. Y a los pocos aplicantes cuyas solicitudes de inmigración aceptan en el Consulado, entre los muchos que rechazan, los tienen esperando año tras año mientras van envejeciendo, siempre muy derechitos, queriendo hacer las cosas legalmente porque los aplicantes no quieren romper ninguna ley, porque así los educaron en sus casas. Y el premio por querer ser honestos acatando todas las leyes y reglas impuestas por el Consulado norteamericano es una espera de años tras la cual es frecuente que venga el rechazo de la aplicación. Y en contraste con todos aquellos que nunca rompen la ley, que quieren inmigrar legalmente a los Estados Unidos acatando obedientemente todas las reglas y condiciones que les ponen, corriendo el riesgo de que su aplicación sea rechazada tras muchos años de espera, están aquellos que en socarrona violación a las leyes norteamericanas de inmigración simplemente se saltaron la barda ingresando a los Estados Unidos sin ningún papel, sin ningún pago de trámites, sin cumplir con ningún requisito, sin someterse a ningún examen médico. Y tras varios años de estar trabajando en los Estados Unidos, carcajeándose de las leyes migratorias de dicho país, carcajeándose del Consulado norteamericano en Ciudad Juárez y carcajeándose de los “idiotas” que esperan pacientemente su turno hasta que les toque su cita en el Consulado después de 10 o 15 años, ¿cuál es su castigo? Pues su “castigo” por romper la ley, su “castigo” por hacer aparecer al gobierno norteamericano y a su leyes como toda una idiotez, es una amnistía que les legaliza su situación permitiéndoles que sigan viviendo y trabajando en dicho país sin problema alguno, mientras que para los que han estado esperando no hay amnistía alguna y mucho menos alguna expeditación en sus tiempos de trámite por haber querido cumplir con las leyes del gobierno norteamericano. Esta amnistía ocurrió en los tiempos en los que Ronald Reagan fue Presidente, en 1986, pese a la oposición de prominentes Congresistas como el Senador Phil Graham que no jaló parejo con la aprobación de esa amnistía argumentando que con ella se premiaba a la gente por romper la ley. Si algo logró esa primera amnistía fue convencer a muchos de que la manera de inmigrar a los Estados Unidos no es cumpliendo un millón y medio de requisitos y someterse a todo tipo de exámenes y esperando pacientemente varios años para lo que puede terminar siendo una negativa y la peor desilusión de sus vidas, sino simplemente ingresando ilegalmente, saltarse las trancas, pitorrearse de todos los trámites legales, y empezar a trabajar de inmediato ilegalmente en los Estados Unidos mientras los que quieren hacer las cosas derecho siguen esperando. El resultado es que hoy en los Estados Unidos ya tienen unos diez millones de indocumentados que están exigiendo ya que les den cuanto antes una segunda amnistía, como si fuese un derecho al que tienen derecho después de tantos años después de haber estado violando la ley. ¿Y los que después de 1986 han estado esperando y siguen esperando pacientemente en estos momentos haciendo fila en el Consulado norteamericano para poder inmigrar legalmente a los Estados Unidos? ¿Esos qué? Para ellos no habrá ningún tipo de amnistía, no hay nadie que pida por ellos ante el Congreso norteamericano, los únicos que tienen voz son los que han violado la ley y están exigiendo la legalización de su residencia. Y si el gobierno norteamericano dá una segunda amnistía, lo más seguro es que propiciará una tercera ronda de centenas de millares de indocumentados que se cruzarán la línea divisoria rompiendo la ley con la esperanza de una tercera amnistía, y después la cuarta, y la quinta, y las que sigan, que al fin y al cabo el premio no es para el que se porta bien sino para el que se porta mal.
Poco tiempo después de que el Presidente Kennedy dijera que la vida es injusta, le tocó sufrir en carne propia los alcances de su propia máxima, ya que fue asesinado justo cuando estaba en el pináculo de su carrera política, cuando estaba casado con una de las mujeres más hermosas de Estados Unidos, y cuando estaba logrando todo a lo que cualquier norteamericano pueda aspirar a lograr en dicho país. Justo cuando había logrado llegar a la cima, la vida le arrebató todo de un solo golpe.
“Cuando cursan la secundaria las preferencias de las chicas no están con el jovencito de buena conducta y estudioso sino con el patancillo en ciernes, fumador prematuro y pendenciero que tiene las peores calificaciones y mantiene asolados a los demás; desde la óptica adulta, el peor prospecto. ¿La causa? ¿En qué consiste esa extraña atracción del pendenciero para las mujeres? No lo sé. Posiblemente se descubra años después cuando esas niñas son madres y se vuelquen en cuerpo y alma sobre sus hijos más porfiados, con desdén de los bien portados.”
“¿Les gusta la parábola del hijo pródigo? La verdad su sentido conductual es confuso. Ahí se premia al vástado derrochador e irresponsable, haciéndole una fiesta, recibiéndolo con mimos y con un anillo, matando en su honor el becerro más gordo con desprecio discriminatorio del hijo honesto, trabajado y leal. ¡Y la verdad yo no le voy a enmendar la plana a Nuestro Señor Jesucristo! Pero no le entiendo.”
“Sin embargo esta conducta de premiar al maldito e ignorar al virtuoso implica un sentido de contradicción con respecto a un criterio hipócrita de premiar lo bueno y reprimir lo malo, de que los buenos se van al cielo y los malos al infierno. Porque en ese pasaje bíblico se está obrando precisamente al contrario: se premia al malo y se castiga al bueno o por lo bajo, se le ignora. ¿Y esto no será frustrante y desalentador para el individuo que obra en bien?”
“Desde los más tiernos años en el hogar se repiten estas escenas, los padres dan más atención, mimos y cuidados al hijo mal portado, al berrinchudo, al que nunca obedece; y al buen chico, al probo y obediente sencillamente se le ignora. ¿Cuál es el mensaje? ¿Deben portarse mal para ser reconocidos? Y ya, actuando en la sociedad, tenemos que se le llama bueno al bobo. ¿Bueno? ¡Bueno de tarugo!”
“Esta reacción familiar y social de premiar de muchas maneras al malvado se aprende fácilmente y después tenemos reacciones. ¿Para qué estudiar? ¿Para ganar un sueldito de 8 o 10 mil pesos mensuales? Mejor pasan una buena carga de droga y se ganan en un día lo que honestamente se llevarían años.”
“Y ahí tenemos las consecuencias: una comunidad donde muchos de sus jóvenes han caído en las garras de los vicios y la criminalidad. Conductas perniciosas que alentamos desde nuestros propios hogares cuando no supimos recompensar el buen comportamiento y reprimir el malo e hicimos todo lo contrario. La impunidad no sólo es el mejor aliento que le podemos dar al delito sino que, en el hogar es el más pésimo ejemplo que le podemos dar a nuestros hijos. Todos quieren imitar al hijo pródigo, que al fin y al cabo no hay borlote.”
Esta desilusión manifestada por el Lic. Javier Cuéllar es tan solo uno de muchísimos y muchísimos ejemplos que podríamos encontrar sobre cómo las cosas suelen estar al revés en este mundo. Otro ejemplo de las injusticias de la vida lo tenemos aquí mismo en el Consulado norteamericano en la ciudad en la que habito, presuntamente el Consulado más grande de los Estados Unidos fuera de territorio norteamericano. Con el fin de poder inmigrar legalmente a los Estados Unidos, acuden a dicho consulado miles y miles de personas para pedir informes, siendo recibidos generalmente por algún funcionario con mala cara que les hace ver que es prácticamente imposible el poder inmigrar a los Estados Unidos a menos de que se cumplan tantos requisitos que la lista misma se antoja imposible de cumplir. Y a los pocos aplicantes cuyas solicitudes de inmigración aceptan en el Consulado, entre los muchos que rechazan, los tienen esperando año tras año mientras van envejeciendo, siempre muy derechitos, queriendo hacer las cosas legalmente porque los aplicantes no quieren romper ninguna ley, porque así los educaron en sus casas. Y el premio por querer ser honestos acatando todas las leyes y reglas impuestas por el Consulado norteamericano es una espera de años tras la cual es frecuente que venga el rechazo de la aplicación. Y en contraste con todos aquellos que nunca rompen la ley, que quieren inmigrar legalmente a los Estados Unidos acatando obedientemente todas las reglas y condiciones que les ponen, corriendo el riesgo de que su aplicación sea rechazada tras muchos años de espera, están aquellos que en socarrona violación a las leyes norteamericanas de inmigración simplemente se saltaron la barda ingresando a los Estados Unidos sin ningún papel, sin ningún pago de trámites, sin cumplir con ningún requisito, sin someterse a ningún examen médico. Y tras varios años de estar trabajando en los Estados Unidos, carcajeándose de las leyes migratorias de dicho país, carcajeándose del Consulado norteamericano en Ciudad Juárez y carcajeándose de los “idiotas” que esperan pacientemente su turno hasta que les toque su cita en el Consulado después de 10 o 15 años, ¿cuál es su castigo? Pues su “castigo” por romper la ley, su “castigo” por hacer aparecer al gobierno norteamericano y a su leyes como toda una idiotez, es una amnistía que les legaliza su situación permitiéndoles que sigan viviendo y trabajando en dicho país sin problema alguno, mientras que para los que han estado esperando no hay amnistía alguna y mucho menos alguna expeditación en sus tiempos de trámite por haber querido cumplir con las leyes del gobierno norteamericano. Esta amnistía ocurrió en los tiempos en los que Ronald Reagan fue Presidente, en 1986, pese a la oposición de prominentes Congresistas como el Senador Phil Graham que no jaló parejo con la aprobación de esa amnistía argumentando que con ella se premiaba a la gente por romper la ley. Si algo logró esa primera amnistía fue convencer a muchos de que la manera de inmigrar a los Estados Unidos no es cumpliendo un millón y medio de requisitos y someterse a todo tipo de exámenes y esperando pacientemente varios años para lo que puede terminar siendo una negativa y la peor desilusión de sus vidas, sino simplemente ingresando ilegalmente, saltarse las trancas, pitorrearse de todos los trámites legales, y empezar a trabajar de inmediato ilegalmente en los Estados Unidos mientras los que quieren hacer las cosas derecho siguen esperando. El resultado es que hoy en los Estados Unidos ya tienen unos diez millones de indocumentados que están exigiendo ya que les den cuanto antes una segunda amnistía, como si fuese un derecho al que tienen derecho después de tantos años después de haber estado violando la ley. ¿Y los que después de 1986 han estado esperando y siguen esperando pacientemente en estos momentos haciendo fila en el Consulado norteamericano para poder inmigrar legalmente a los Estados Unidos? ¿Esos qué? Para ellos no habrá ningún tipo de amnistía, no hay nadie que pida por ellos ante el Congreso norteamericano, los únicos que tienen voz son los que han violado la ley y están exigiendo la legalización de su residencia. Y si el gobierno norteamericano dá una segunda amnistía, lo más seguro es que propiciará una tercera ronda de centenas de millares de indocumentados que se cruzarán la línea divisoria rompiendo la ley con la esperanza de una tercera amnistía, y después la cuarta, y la quinta, y las que sigan, que al fin y al cabo el premio no es para el que se porta bien sino para el que se porta mal.
Poco tiempo después de que el Presidente Kennedy dijera que la vida es injusta, le tocó sufrir en carne propia los alcances de su propia máxima, ya que fue asesinado justo cuando estaba en el pináculo de su carrera política, cuando estaba casado con una de las mujeres más hermosas de Estados Unidos, y cuando estaba logrando todo a lo que cualquier norteamericano pueda aspirar a lograr en dicho país. Justo cuando había logrado llegar a la cima, la vida le arrebató todo de un solo golpe.
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