domingo, 30 de diciembre de 2012
Y el mundo no se acabó
Todo aquél que esté leyendo este trabajo podrá dar fé de que el mundo no se acabó el 21 de diciembre de 2012 como algunos habían supuesto. Esa era una de las interpretaciones apocalípticas de la ya famosa estela 6 de El Tortuguero, Tabasco, según la cual el ciclo del mundo terminaría en el solsticio de invierno de 2012. Y como el solsticio tuvo lugar el viernes 21 de diciembre a las 5:12 de la mañana de México, tenemos la evidencia que necesitamos para suponer que el mundo de nueva cuenta se resistió a morir.
En sentido estricto de la palabra, los antiguos mayas nunca dijeron que el mundo acabaría el 21 de diciembre de 2012. Pero tampoco dijeron qué se podía esperar que sucedería a partir de tal día, lo cual dió entrada a cualquier posibilidad, incluído el vaticinio apocalíptico.
A diferencia de la fecha maya que está inscrita en un calendario con miles de años de antigüedad, algunas profecías están basadas en suposiciones formuladas para coincidir con eventos astrológicos, como la que llevó a los creyentes de la secta Heaven’s Gate a cometer un suicidio masivo en 1997. Muchas otras de las profecías modernas de corte apocalíptico están basadas en numerología. En el año 1999 muchos creyeron que al Apocalipsis predicho en el Nuevo Testamento por San Juan que ocurriría en virtud de que las tres últimas cifras del año, invertidas, producen el número 666, el número de la Bestia según San Juan. Sin embargo, San Juan dijo que “El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”. Claramente, el número 666 se refiere “a un número de persona”, no a una fecha o cosa, lo cual no ha sido impedimento para que muchos numerólogos y astrólogos traten de ajustar las profecías bíblicas a prácticamente cualquier cosa.
Otra fecha célebre y famosa para los numerólogos lo fue el año 2000, porque se estuvo repitiendo insistentemente que justo cuando empezara el segundo milenio se desencadenarían los hechos predichos por San Juan en el Apocalipsis, sumado al hecho de que a como van las cosas no hay muchos optimistas que creen que este planeta aguantará otros mil años para llegar al año 3000. Algo que fue tomado como una “señal” de que el 2000 era el año crucial lo fue el hecho de que muchos gurús en informática estuvieron vaticinando que con motivo del reajuste en los calendarios electrónicos de las computadoras alrededor del mundo se sobrevendría el famoso problema del Y2k que en su interpretación más extremista aseguraba que al fallar los sistemas computarizados de defensa y ataque de las potencias mundiales se daría inicio a una guerra nuclear que acabaría con la humanidad a menos de que el hombre prescindiera por completo del uso de las computadoras. Y aunque ese problema tuvo algunos efectos, tales efectos fueron intrascendentes en comparación a los que los futurólogos profesionales habían vaticinado. Una vez más, fallaron.
No es ésta la primera vez que falla una predicción del fin del mundo, un fin del mundo que los mayas nunca dijeron, ni explícitamente ni en forma de acertijos, adivinanzas o misterios. Los romanos tuvieron las suyas y los judíos también. La proclividad cristiana por estas profecías de hecatombes proviene de una tradición judía. Mateo pone en boca de Jesús las siguientes palabras: “… y el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo” (Mateo 24:29-30). Los primeros cristianos esperaban que el fin del mundo y el nuevo advenimiento de Jesús – “quien enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31) – tuvieran lugar durante su vida misma. Los constantes desencantos y decepciones en los fallos de la numerología y la astrología no impidieron que se registraran con el tiempo (y que se sigan registrando) cientos de profecías nuevas sobre el fin del mundo.
Albert Schweitzer, Johannes Weiss y otros cristianos del siglo I esperaban el Apocalipsis de forma inminente. Martín de Tours (el original, no el de Nueva Jerusalén, Michoacán) lo pronosticó para el año 400. Hipólito de Roma en el 500. Al papa Silvestre II lo convencieron los teólogos de que el fin sería en el año 1000 y la creencia provocó violentos motines en Europa. El papa Inocencio III predijo que 1284 sería el final, 666 años después del surgimiento del Islam. Martín Lutero advirtió que no podía ser posterior a 1600.
La lista es mucho mayor. Pero lo significativo es que la visión de los cristianos postula un fin del mundo necesario para salvación de los elegidos. Éste no es el caso de los mayas, que ven la historia como una serie de ciclos de distinta duración que se sincronizan y empiezan una y otra vez. En este sentido la estela 6 que dió tanto de que hablar en el 2012 simplemente señaló que alrededor del solsticio de invierno de 2012 concluía un ciclo y empezaba otro. Esto ya sucedió.
En México (y en buena parte del mundo), la mayoría de los mexicanos tomaron la interpretación de que el mundo se acabaría en el solsticio de 2012 con una buena dosis de humor, lo cual es consecuencia de un sano escepticismo. No han faltado incluso los chistes que afirman que el retorno del PRI y el inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto son la señal clara de que “los mayas tenían razón”. Sin embargo, en algunos lugares del mundo parecen haberse tomado las supuestas profecías mayas con mayor seriedad. Tanto en Rusia como en China las autoridades tuvieron que intervenir para evitar pánicos o estafas. El propio presidente de Rusia, Vladimir Putin, salió a declarar que el mundo terminará, pero en 4,500 millones de años cuando el sol se apague de manera natural (aunque en realidad lo que esperan los científicos para entonces es que se convierta en una gigante roja cuyo calor haga inviable la vida en la Tierra).
Para algunas personas religiosas el mito del fin del mundo puede convertirse en una fuente de locura. Algunos líderes han asesinado a sus propios seguidores para prepararlos para el fin del mundo.
Al parecer el mundo se ha salvado una vez más de una profecía apocalíptica… Pero, cuidado, ya hay quienes dicen que el 2013 que apenas está por comenzar será el año fatal, porque supuestamente los eventos predichos en el Nuevo Testamento darán inicio justo en el primer año del nuevo milenio que telrmina en el cabalístico y temido número 13 que ha dado lugar a la triscaidecafobia. Y dada la fuerza del número 13, el principio del fin ha sido ubicado ya en la 13ava semana de 2013, que curiosamente coincide con la celebración de la Semana Santa en que se conmemora la Pasión y Resurrección de Jesucristo. Pero antes de que esto ocurra, ya tenemos para preocuparnos el Abismo Fiscal en los Estados Unidos que está programado para ocurrir justo al empezar el ya cabalístico 2013, según lo cual hay quienes predicen que esto provocará no solo que Estados Unidos entre en una nueva recesión económica sino que arrastrará a toda Europa hacia una nueva crisis que terminará destruyendo todas las economías occidentales e incluso las economías asiáticas dando inicio a un caos social imparable que llevará consigo el sello del fin del mundo al llegar supuestamente el Anticristo con sus promesas de poner todo en orden. Por lo visto, tendremos profecías para un buen rato.
Por lo pronto, no me queda más que desearle a mis lectores un feliz y próspero 2013 ya sea aquí o en el más allá (en caso de que los catastrofistas tengan razón esta vez y no se equivoquen en sus predicciones pesimistas).
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