viernes, 19 de abril de 2013

Las pifias de Washington

El endurecimiento extraordinario de los cruces fronterizos por vía terrestre desde México hacia los Estados Unidos ocurrió a partir de los atentados musulmanes del 11 de septiembre de 2001 llevados a cabo en contra de las torres gemelas en Nueva York, castigándose duramente a los mexicanos, tanto a los que cruzan legalmente para visitar familiares o para ir de compras a Estados Unidos, como a los trabajadores indocumentados gracias a los cuales Estados Unidos les debe el que la industria agrícola, principalmente la de California, no se haya ido a pique.

Pero el caso es que ninguno de los culpables de los atentados terroristas cometidos en Nueva York en 2011 como Mohamed Atta entraron hacia territorio norteamericano por la frontera entre México y los Estados Unidos. Y de hecho, ninguno de ellos entró ilegalmente hacia dicho país. Todos ellos fueron admitidos en territorio norteamericano con visas consulares de bienvenida que les otorgaron los consulados y las embajadas norteamericanas en otras partes del mundo, las mismas visas que el gobierno norteamericano les niega a los jornaleros mexicanos que en vez de ir a Estados Unidos para causar destrucción y sembrar el terror en gran escala solo quieren ir a trabajar para ganarse unos cuantos dólares laborando en tareas duras que ningún ciudadano norteamericano quiere hacer, y a cambio de esa contribución social que los trabajadores indocumentados mexicanos le dan a los Estados Unidos haciendo que su economía se mantenga a flote, el gobierno norteamericano los castiga e incluso los criminaliza como si ellos tuvieran algo que ver con los terroristas criminales a los cuales el mismo gobierno norteamericano les ha dado entrada con los brazos abiertos.

Un atentado terrorista previo al atentado en contra de las torres gemelas en Nueva York en 2091 es el que ocurrió en la misma zona el 26 de febrero de 1993, el atentado en contra del World Trade Center que mató a seis personas y dejó a unas mil personas heridas. El culpable del atentado terrorista fué un árabe musulmán de nombre Ramzi Yousef, el cual ni entró a territorio norteamericano cruzando desde México ni entró ilegalmente a dicho país. Llegó en avión, con una visa consular expedida a su favor por el gobierno norteamericano, el cual lo recibió con los brazos abiertos al mismo tiempo que la Patrulla Fronteriza (Border Patrol) norteamericana se vanagloriaba de las grandes detenciones de jornaleros mexicanos indocumentados que solo iban a dicho país en busca de trabajo.

Y el 24 de febrero de 1997, un palestino de Medio Oriente de nombre Ali Hassan Abu Kamal atacó a varias personas en la torre de observación del Empire State antes de suicidarse.

Hay muchos otros casos como los que se han mencionado. Uno relevante por tratarse de un atentado fallido es el que planeaba llevar a cabo el musulmán Ahmed Ressam en contra del Aeropuerto Internacional de Los Angeles al terminar el milenio, en 1999. Viviendo en Canadá, y sin necesidad de tener que presentar ninguna tarjeta de cruce local como la que el gobierno norteamericano le exigía a todos los mexicanos (antes de que se implementara la visa láser con muchos mayores controles), no tuvo problema alguno en pasar la primera inspección migratoria norteamericana al entrar con su carro al ferry que lo llevaría desde la isla Victoria en la Columbia Británica (Canadá) al Port Angeles en los Estados Unidos, pese a que su carro estaba repleto de explosivos por doquier, evidencia contundente de que a los residentes de Canadá que cruzaban hacia los Estados Unidos se les aplicaban revisiones mucho más laxas que las duras inspecciones migratorias y aduaneras que se le aplican a los mexicanos. Estaba a punto de desembarcar en territorio norteamericano con su carro repleto de explosivos, listo para matar a miles de personas en el Aeropuerto Internacional de Los Angeles, cuando por pura casualidad una oficial de aduanas de nombre Diana Dean se fijó en el hombre y le pareció que estaba actuando en forma demasiado sospechosa, sometiéndolo a una segunda revisión que terminó poniéndole los pelos de punta al gobierno norteamericano.

Más recientemente, por fin quedó confirmado en definitiva quiénes fueron los autores de los atentados terroristas cometidos en el maratón de Boston del 15 de abril de 2013 que le costaron la vida a tres personas, una de ellas un niño de tan solo 8 años de edad, y dejaron más de un centenar de heridos, a varios de los cuales se les tuvieron que amputar sus extremidades ante la gravedad de sus lesiones.

Los culpables de los actos terroristas, Tamerlan Tsarnaev y Dzhokhar Tsarnaev,  resultaron ser musulmanes. Esto ya no es ninguna novedad.

Y los culpables de los actos terroristas, lejos de ser individuos que se hubieran introducido ilegalmente a los Estados Unidos cruzando por la frontera con México, ingresaron todos ellos con visas legales de residencia expedidas por los los representantes consulares norteamericanos en Europa del Este. El mismo gobierno norteamericano es el que le da la entrada legalmente con los brazos abiertos a los terroristas, y ya que cometen sus fechorías el gobierno norteamericano se desquita con sus vecinos del sur, con sus vecinos mexicanos, por lo sucedido, porque alguien tiene que pagar los platos rotos.

Estos son los hechos:

1) Después de los atentados en contra de las torres gemelas de Nueva York, con los controles migratorios endurecidos duramente en contra de los mexicanos y todos los que cruzan por la frontera con México, después de haberse llevado a cabo cientos de millones de revisiones, no se ha detectado jamás a ningún árabe musulmán que haya intentado penetrar a territorio norteamericano desde México. ¿Y por que habrían de hacerlo, si los terroristas musulmanes pueden entrar por una terminal aérea con visas legales expedidas por el gobierno norteamericano?4

2) Como parte de la nueva reforma migratoria que está siendo discutida por el Senado norteamericano, todas las propuestas coinciden un punto: los controles fronterizos en la frontera con México deben ser endurecidos aún más de lo que ya están, inclusive antes de que se le pueda dar una oportunidad a los 11 millones de indocumentados de poder regularizar su situación migratoria.

3) En contraste con su actitud hostil hacia los mexicanos, el gobierno norteamericano sigue recibiendo con los brazos abiertos dándoles visas consulares de entrada a los mismos extremistas musulmanes que solo quieren ir a territorio a matar la mayor cantidad posible de gente y a sembrar destrucción y caos. De haberle aplicado a los musulmanes chechenios los mismos criterios duros que le aplica a los mexicanos que tratan de ingresar legalmente a los Estados Unidos, es dudos que los terroristas musulmanes chechenios que sembraron el terror en Boston habrían podido poner un pie en Norteamérica.

4) De todos los terroristas que han causado terribles actos de destrucción en los Estados Unidos, ni uno solo de ellos cruzó jamás por la frontera entre México y los Estados Unidos, y esto va desde mucho antes de que ocurrieran los atentados a las torres gemelas en Nueva York en 2001 a raíz de lo cual las inspecciones migratorias llevadas a cabo en contra de todos los mexicanos que residen en la franja fronteriza México-USA se endurecieron al máximo exigiéndole a todos los mexicanos que viven en la franja fronteriza el trámite de un documento costoso y difícil obtención conocido como visa láser. Los cruces entre México y la Unión Americana se han alargado más que nunca, lo cual ha asestado un golpe brutal a la economía fronteriza.

5) Como resultado de los duros controles migratorios que se aplican en contra de México y los mexicanos, no sólo las economías de las ciudades fronterizas mexicanas han sido afectadas y castigadas en forma excesiva. También las ciudades fronterizas del lado norteamericano que dependen de sus clientes mexicanos para sus ventas se han visto seriamente afectadas, habiendo cada vez menos gente dispuesta a estar parada dos o tres horas en un puente de cruce internacional o con el carro parado también dos o tres horas quemando gasolina esperando su turno de revisión en un puesto de control migratorio norteamericano. A veces, toda paciencia tiene sus límites.

El atentado del maratón de Boston del 15 de abril no hará más que aumentar el gasto y las medidas preventivas. Los políticos decidirán que se necesitan más filtros de seguridad y más intrusiones en la vida personal y la libertad individual. Por supuesto votarán mayores presupuestos para los aparatos de seguridad. Nadie calcula el costo de desviar estas cantidades de actividades productivas.

Las personas comunes y corrientes hemos perdido libertades conforme los gobiernos se han metido más en nuestras vidas con la excusa de combatir el terrorismo. Los ciudadanos de muchos países del mundo seguimos pagando las consecuencias de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Quienquiera que tenga que viajar en avión debe perder un tiempo enorme en filas y revisiones. Los costos de seguridad de la aviación comercial se han incrementado de forma exponencial. No terminan ahí las consecuencias. Nada más en los primeros 10 años desde los atentados del 11 de septiembre el gobierno estadounidense gastó mil millones de dólares adicionales en seguridad de los que habría erogado de otra manera (de acuerdo a John Mueller de la Universidad Estatal de Ohio y Mark Stewart de la Universidad de Newcastle en Australia). También emprendió dos guerras con la excusa de los atentados: una contra Afganistán, la otra contra Iraq. El costo de estas dos guerras ha alcanzado los 2 mil millones de dólares, más 260 mil millones de dólares en intereses de la deuda para financiarlas. Si contamos los gastos médicos y las pensiones de los soldados estadounidenses, el monto se eleva a entre 4 y 6 billones de dólares, lo cual contrasta con un presupuesto federal estadounidense de 3.8 billones anuales (Alan Zarembo, Los Angeles Times, 29.3.13). Nadie ha empezado siquiera a calcular los costos para los pueblos de Afganistán e Iraq.

De cualquier modo, las posibilidades de morir en un atentado terrorista son, estadísticamente hablando, mínimas: apenas una por cada 9.3 millones de personas contra una por cada 18,585 de fallecimiento por accidente de auto (de acuerdo con Zeeshan Usmani, The Express Tribune). Lo peor es que la experiencia nos dice que los atentados terroristas son realmente imposibles de evitar. Si alguien está dispuesto a cambiar su vida por la de alguien más, o si ataca sin remordimientos a inocentes, es muy poco lo que una autoridad puede hacer para evitarlo.

No debemos rendirnos ante los terroristas, pero tampoco cerrar los ojos a la realidad. Los atentados son inevitables, no el miedo irracional. Los terroristas han querido debilitar a las sociedades democráticas y sus libertades. Han tenido éxito gracias a la ayuda de gobiernos como el de Washington. Por las acciones de los dos bandos hoy vivimos en sociedades con menos libertades y con un gasto en seguridad que rebasa con mucho el de productividad. Para colmo, eso no nos hace vivir más seguros.

Los atentados del 11 de septiembre hicieron que se fortalecieran los filtros de seguridad en los aeropuertos, pero los siguientes atentados importantes en países desarrollados tuvieron lugar en la estación de trenes de Atocha de Madrid, el 11 de marzo de 2004, y en el Metro de Londres, el 7 de julio de 2005. El atentado de este 15 de abril en el maratón de Boston está llevando a un nuevo endurecimiento de los protocolos de seguridad. El que se aplicará en el maratón de Londres este próximo domingo, 21 de abril, será sin duda más estricto que nunca; pero es imposible sellar una ruta de 42 kilómetros que recorrerán miles de atletas.

El padre de los dos hermanos terroristas Tsarnáev culpables de los atentados cometidos en el maratón de Boston, Anzor Tsarnáev, musulmán hasta la médula, hablando desde la ciudad rusa de Makhachkala en una entrevista telefónica con la cadena noticiosa ABC News dijo lo que parece ser una amenaza inquietante, advirtiendo que si mataban a su hijo prófugo, todo el infierno se desataría en los Estados Unidos, usando las palabras “If they killed him, then all hell will break loose”. Si se tratara de mexicanos, las autoridades norteamericanas no tendrían la menor vacilación en arrojar al padre mexicano que hubiera proferido una amenaza tal por lo menos unos diez años a prisión para luego deportarlo de regreso a México sin contemplaciones, o quitarle de inmediato la ciudadanía norteamericana vetándolo de por vida de ingresar a los Estados Unidos. Pero tratándose de un blanco caucásico, la cosa cambia, se le puede perdonar casi todo tomándolo como exabruptos hechos al calor de las tensiones, que al fin y al cabo lo que importa es que no se trata de un mexicano. Esto se tiene que creer, máxime que dos días después de que los atentados terroristas ocurrieran en el maratón de Boston, el secretario de Estado John Kerry hablando ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes el 17 de abril se refirió a Latinoamérica como “nuestro patio trasero”, empezando por México, naturalmente. Si esto lo dijo el mismo secretario de Estado norteamericano, el diplomático número uno de dicho país, ¿qué se puede esperar de los otros políticos y funcionarios, sobre todo funcionarios menores de cuarta y quinta categoría? El desliz de lengua de John Kerry no hizo sino reflejar lo que realmente piensan muchos políticos norteamericanos acerca de México, acerca de los mexicanos, y acerca de todos los latinoamericanos.

Se puede anticipar que, como resultado de la nueva reforma migratoria, y posiblemente con la experiencia reciente de lo que acaba de ocurrir en el maratón de Boston, Washington endurecerá aún más los controles migratorios en contra de los mexicanos que cruzan por la frontera con los Estados Unidos, tanto en contra de los que lo hacen legalmente como en contra de los que lo hacen ilegalmente, pero ciertamente no como no lo hace con sus vecinos del norte, esto es, con Canadá (a cuyos ciudadanos y residentes les dá un trato privilegiado no requiriéndoles de la tramitación de costosas visas láser, quizá albergando aún los sueños de opio del Destino Manifiesto de anexar Canadá a los Estados Unidos obteniendo acceso a sus vastos recursos acuíferos, petrolíferos, minerales y bosques, entre otras cosas). Los residentes fronterizos serán castigados aún más.

Se puede anticipar también que la nueva reforma migratoria endurecerá el trato en contra de los trabajadores mexicanos indocumentados que están en dicho país a causa de la demanda en los campos agrícolas por su mano de obra, a los cuales se les seguirá criminalizando, arrestando, esposando y deportando como delincuentes vulgares. Esto es lo que se ha estado haciendo en contra de ellos, y de seguro la situación para esos pobres jornaleros no mejorará sino empeorará porque alguien tiene que pagar los platos rotos.

Y se puede anticipar también que los consulados y las embajadas norteamericanas alrededor del mundo seguirán expidiendo liberalmente visas para ingreso legal a los Estados Unidos a los musulmanes que terminarán cometiendo actos de destrucción masiva en contra de la sociedad norteamericana, tipos como Mohamed Atta,  Ramzi Yousef, y los chechenios musulmanes Tamerlan Tsarnaev y Dzhokhar Tsarnaev causantes de los atentados terroristas en el maratón de Boston, porque ellos a diferencia de los trabajadores indocumentados mexicanos no tienen necesidad de ingresar ilegalmente, el mismo gobierno norteamericano los recibe con los brazos abiertos, el mismo gobierno norteamericano les dá sus visas de entrada para que puedan ingresar a los Estados Unidos para estudiar, trabajar, y hacer lo que les plazca. Cosas como estas son las que traen a la mente el refrán que dice que en el pecado se lleva la penitencia.

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