jueves, 16 de mayo de 2013

Secretos de la cartomagia




En la entrada “Iniciación a la magia” publicada en diciembre de 2012, se revelaron a los lectores de esta bitácora los secretos de varios trucos de magia que en su mayoría pueden ser realizados por cualquiera que esté dispuesto a invertir un poco de su tiempo. Dentro de la magia del ilusionismo, un rubro importante lo ocupan los trucos que se llevan a cabo con las cartas de la baraja, frecuentemente clasificados dentro de un arte conocido como la cartomagia. Este término no debe confundirse con la palabra cartomancia., la cual denota el uso de las cartas de la baraja (específicamente, las cartas del Tarot) para la adivinación del futuro.

Los trucos con cartas de la baraja constituyen el campo más amplio de las improvisaciones mágicas. Hay muchos más magos que se especializan en trucos solamente a base de la baraja (el famoso mago John Scarne escribió un libro titulado Scarne on Card Tricks), y los hábiles juegos y escamoteos que son posibles con la baraja resultan innumerables. Por otra parte, existe diversidad de trucos asombrosos con las cartas, para los cuales no se requiere una gran destreza, y algunos de los mejores de esa clase son los que se mencionarán aquí.

Antes de dedicarse a esta clase de trucos, el mago aficionado deberá aprender a barajar y manejar las cartas con facilidad y precisión. Si maneja el mazo de las cartas de manera tosca o burda, la gente que le está observando comprenderá enseguida que sus juegos carecen de habilidad; pero si actúa con delicadeza, comprenderán que sus trucos son debidos a la ligereza de manos que posee, y se interesarán en cuanto haga.

Innumerables trucos con las cartas consisten en el sorprendente descubrimiento de una carta determinada, que aparentemente fue escogida al azar por alguna persona del público. De ahí que el mago haya de encontrar los medios para saber, o averiguar, cuál es la carta seleccionada, bien sea antes o después de que aquélla sea tomada del mazo. En primer lugar, consideraremos unos cuantos procedimientos sencillos, pero efectivos, por medio de los cuales se puede conseguir esa finalidad. Hay otros métodos que forman parte intrínseca de ciertos trucos, y serán explicados posteriormente aquí mismo. Como pronto se verá, los magos no hacen uso de las llamadas “cartas marcadas” como las que se usan para hacer chapuza en los partidos de naipes, y de hecho después de haberse efectuado un truco el mago puede pasar su juego de barajas al público para que lo inspeccione y compruebe que no hay algo en la impresión de las figuras de los naipes que pueda delatar desde el reverso de la carta de qué carta se trata mediante las diferencias en el estampado de las figuras en en reverso.

Esta es una buena ocasión, en estos tiempos modernos en los que se pregona la igualdad de géneros, para invitar a las lectoras de esta bitácora a que aprendan algunos de estos efectos de ilusionismo para dejar impresionados a quienes quieran asombrar con unos cuantos trucos de magia. El campo de la magia es un campo que ha estado reservado ya por demasiado tiempo a los hombres, y ya es hora de que comencemos a ver no solo a magos sino también a magas que con su habilidad en el arte de la magia puedan despertar la admiración y el asombro de amigos y amigas, familiares y conocidos, y, ¿por qué no?, incursionar profesionalmente en este arte milenario.


El truco está en el reverso

Algunas barajas, principalmente las de buena clase, tienen en el reverso dibujos o iniciales en lugar de los habituales dibujos simétricos. Precisamente un mazo de estas cartas es el que necesita el mago en esta ocasión. Comienza por arreglar las cartas de modo que los dibujos se hallen todos colocados en la misma dirección. A continuación, baraja el mazo de cartas y pide a una persona que escoja la que prefiera. Tan pronto como aquélla extrae la carta, el mago, cuidadosamente, da la vuelta al mazo. De este modo, cuando la carta escogida es reintegrada al mazo, su dibujo del reverso estará invertido. Puede volver a barajarse el mazo, mas tan pronto como el mago eche una mirada, sabrá cuál fue la carta escogida.

La habilidad del mago consiste en saber escoger las cartas que va a emplear en la ejecución de este sencillo truco.


El mazo marcado con lápiz

Cualquier mazo de cartas puede marcarse mediante un sencillo procedimiento. Lo primero es cuadrar perfectamente el mazo para poder hacerle dos o tres líneas rectas y finas con un lápiz en un extremo de aquél, de manera que las líneas crucen todas las cartas. Cuando es extraida una de las cartas, se da vuelta al mazo, antes de reintegrar la que se extrajo. Una simple ojeada al extremo marcado del mazo revelará la falta de continuidad en la línea hecha con el lápiz; en el extremo opuesto, en cambio, aparecerá la parte de la línea que falta en el otro. Esta falta de continuidad en un lado y la marca en el otro señalan claramente la carta escogida, y no hay que hacer sino abrir la mano por ese lugar para hallarla.


Cartas puntuadas

Una simple mirada a un mazo de cartas le revelará que algunas son “indicadoras”. Tómese, por ejemplo, el siete de espadas. Tiene siete marcas, cinco de las cuales apuntan en la misma dirección. El nueve de corazones lleva cinco puntos en la misma dirección. Los ases de espadas, corazones y bastos son “indicadores”. El siete de diamantes (oros) es un “indicador” porque lleva un punto singular por encima del centro.

Para servirse de este interesante principio, tómense todos los “indicadores” de un mazo, y arréglense todos ellos con sus puntos principales en una sola dirección. Agrúpense estas cartas en el centro del mazo, y ábranse en abanico, de modo que sea precisamente uno de tales “indicadores” el que sea escogido. Dése vuelta al mazo en el preciso momento de reingresar la carta seleccionada al citado mazo. Luego de barajarlo, una simple ojeada a las cartas indicará cuál fue la que escogieron, porque estará apuntando en dirección opuesta a las otras.


La carta doble

Este es el sistema del “localizador de cartas” más perfecto para el mago que actúa con su propio mazo. Se empleará un mazo de cartas con márgenes blancos. Tómese la carta sobrante, que generalmente entregan con esos mazos, y córtesele el margen blanco. A continuación, péguese la carta recortada en el reverso de una de las cartas del mazo. A una regular distancia, ese grosor ni siquiera puede apreciarse.

Tan pronto como una carta es extraída del mazo, “cuádrese” éste y ábrase en abanico el mazo. El dedo del mago hallará inmediatamente una diferencia en el sitio donde se encuentra la carta doble. Cuando la persona que extrajo la carta vaya a reintegrarla al mazo, hágase que la introduzca precisamente en ese punto, y quedará exactamente junto a la carta doble. Acto seguido, el mazo puede ser barajado y cortado, pero teniendo cuidado, como es natural, para evitar que nada se altere en varias cartas antes y después de la “doble”, para, de este modo, encontrar cuando se desee la carta que fue escogida por el espectador.


La carta corta

La “carta corta” tiene el mismo objeto de la “carta doble”. Es simplemente una carta a la que se ha cortado aproximadamente un dieciseisavo de pulgada de uno de los extremos. Se opera con ella de igual modo que con la “carta doble”, y sirve como “localizador” cuando la carta escogida por el espectador es devuelta al mazo.

La “carta corta”, sin embargo, puede ser adaptada a cualquier tipo de barajas o mazo de cartas, si el mago toma la precaución de llevar consigo un par de pequeñas tijeras (preferiblemente plegables) en el bolsillo. Guardándose una carta del mazoy buscando la oportunidad para abandonar un momento la habitación, puede recortar la carta y devolverla al mazo del cual la sacó.


La esquina doblada

En este truco, el mago abre el mazo en abanico y mantiene las cartas de modo que las vea el espectador, invitándolo a que toque una de ellas. Tan pronto como el espectador lo haga, el dedo pulgar del mago, que está escondido detrás del mazo, dobla la esquina de la carta señalada. Luego que el mazo se ha barajado, una simple ojeada al ángulo del mazo revela dónde se encuentra la carta escogida, y el mazo puede ser “cortado” en ese punto.


Un barajado que se simula

El simular que se está barajando es el procedimiento por el cual una carta puede retenerse al principio o al final del mazo en tanto que el mago está barajando. Realmente, el barajado falso no puede considerarse como un truco en sí. No se requiere una habilidad especial para el barajado falso; cualquiera que pueda barajar un mazo de cartas a la manera ordinaria, puede con igual facilidad llevar a cabo el barajado falso.

Primero: Supongamos que el mazo va a barajarse del modo llamado “cola de pato”, cortándolo en dos partes y cruzando los extremos. El mago ha localizado la carta escogida y cortado las cartas de forma que aquélla quede en la parte alta del mazo. Al cruzar o mezclar los extremos del mazo, simplemente retendrá la carta que se encuentra en la parte de arriba, sujeta por su pulgar, de modo que sea la última en caer y su posición permanezca inalterable.

Segundo: En un barajado ordinario, para retener la carta escogida en la parte de arriba del mazo, sujétese el mazo entre el pulgar y los demás dedos de la mano derecha, el pulgar en un extremo y los demás en el opuesto. Sosténgase el mazo, mostrando al público la carta de abajo. Ahora es el pulgar izquierdo el que sube y retira algunas de las cartas de la parte inferior del mazo. Al hacerlo así, los otros dedos izquierdos arrastran también simultáneamente, la carta de arriba. Enseguida, la mano derecha, ayudada por el pulgar izquierdo, baraja las cartas remanentes del primer grupo. La carta escogida continua ocupando su sitio en la parte de arriba. Si aquélla (la carta que escogió el espectador) se halla originalmente en la parte inferior, la mano derecha sostendrá el mazo con el reverso de la carta que ocupa el sitio de arriba dando frente al público. Por lo demás, el barajado es el mismo (Con objeto de evitar confusiones, el lector-aprendiz deberá estudiar todos los trucos a base de cartas, teniendo el mazo en las manos. Puede comenzar poniendo las cartas sobre la mesa, como si ya estuvieran dispuestas para iniciar los trucos. La carta que está en la parte de arribaes la FINAL; la de abajo será llamada la PRIMERA. Estas condiciones prevalecerán siempre, sin que importe la posición en que se mantenga el mazo.)

Tercero: Existe un barajado muy sencillo, en el cual la carta escogida puede ser trasladada, sin ser advertida, de la parte superior del mazo a la inferior, o viceversa. Manténgase el mazo conforme ya quedó indicado, con la carta FINAL dando la vista al público. El pulgar izquierdo empuja esa carta sola, y las remanentes se barajan quedando sobre ella; de ese modo, la carta escogida se convierte en la carta PRIMERA. Para trasladar la de abajo (PRIMERA) a la parte de arriba (FINAL), el mago habrá de tomar en primer lugar la precaución de volver su lado derecho hacia el público; acto seguido, tomará el mazo entre el pulgar y los demás dedos de la mano derecha, con la carta FINAL hacia la palma. El pulgar izquierdo abate sólo la PRIMERA carta, dejándola caer en la curva que forman los demás dedos izquierdos; enseguida, las cartas remanentes son barajadas con la mano derecha hacia la izquierda, quedando así la carta que se desea en la parte de arriba del mazo.


El corte de la carta

Los detalles previamente descritos no constituyen por sí solos lo que pudiera llamarse trucos con barajas. Son simples procedimientos que llevan a conclusiones habilidosas, las cuales resultarían imposibles de no contar con la ayuda de aquéllos. El siguiente truco, que es de gran misterio, depende precisamente de un método indicado anteriormente.

En la ejecución de esta ilusión, un voluntario escoge una carta al azar, que deberá ser regresada al mazo para barajarlo cuidadosamente. El mago extrae una carta del mazo, y la exhibe. No es la que el espectador escogió. Con un movimiento velocísimo introduce la carta “boca arriba”, hacia el centro del mazo y, utilizándola a modo de palanca, alza la parte de arriba del mazo. Cuando vuelve la parte de arriba, advierte que ¡la carta escogida se halla en la porción inferior de la parte de arriba! Cuando la introdujo velozmente en el mazo, descubrió la carta escogida.

El procedimiento usado es sencillo. Es el indicado en la trampa de arriba titulada “La esquina doblada”. El truco se realiza con ayuda del ángulo o esquina doblado. Cuando el mago sostiene el mazo, vuelve el extremo hacia él y observa la esquina doblada, que aparenta estar perfectamente lisa. Es, simplemente, cuestión de introducir la carta impar, boca arriba, exactamente debajo de aquélla a la cual se le dobló la esquina.


El truco del deletro

Un espectador escoge una carta del mazo y dicha carta se vuelve a meter dentro del mazo. El mago corta varias veces el mazo. A continuación, pregunta cuál es la carta escogida. Supongamos que fuera la sota de bastos. Va volviendo las cartas una por una, diciendo una letra al hacerlo, por ejemplo: “S-O-T-A D-E B-A-S-T-O-S”. El mago vuelve la última carta. ¡Esa es la sota de bastos!

Para efectuar este truco extraordinario, después de haberse tomado una carta del mazo, se cuadran las cartas en la mano izquierda y a continuación se empiezan a echar a un lado, de modo tal que pueda introducirse la que se escogió. Una vez hecho esto, se cuentan las cartas mientras el pulgar izquierdo las empuja hacia la derecha y, tan pronto com se haya llegado a once, se alza con calma ese grupo de cartas colocando debajo de ellas la carta que fue escogida. Luego que la mano derecha haya levantado las once cartas, el pulgar izquierdo moverá todavía algunas cartas más en forma descuidada, pero el corte deberá hacerse exactamente por debajo de la undécima carta.

Así pues, resultará que la carta duodécima es la escogida a partir de la parte de arriba del mazo. Córtese éste en cuatro montones, y déjense de este modo:

1     2      3      4

El montón 4 es el de la parte de arriba y contendrá, por lo menos, quince cartas. Póngase el montón 4 sobre el montón 2. Acto seguido, el montón 3 sobre el montón 1, los montones 2 y 4 encima de los montones 1 y 3. Con ello, aparentemente se mezclan las cartas, pero no habrá cambiado la posición de las doce de arriba (Este procedimiento es conocido con el nombre de “Corte Falso”. Puede ser empleado en otros trucos, en vez de usar el “barajado falso”.)

Entonces habrá llegado el momento de preguntar cuál es la carta escogida. Sin que importe cuál pueda ser esa carta, el mago puede irla deletreando de modo tal que su cuenta termine precisamente en la carta duodécima.

Por ejemplo, as de espadas, deletréese: A-S D-E E-S-P-A-D-A-S, y vuélvase la siguiente carta.

As de Bastos: Vuélvase boca arriba la carta de arriba del mazo, y aparézcase sorprendido al observar que no es el As de Bastos. Échese a un lado y comiéncese el deletreo con la carta siguiente: A-S D-E B-A-S-T-O-S, y se volverá la carta siguiente.

As de Oros: Deletréese A-S D-E O-R-O-S. Vuélvase la última carta al pronunciar la letra O. Será precisamente el As de Oros.

Reina de Oros: Deletréese R-E-I-N-A O-R-O-S y vuélvase la carta con la letra O.

Rey de Oros: Deletréese R-E-Y D-E O-R-O-S y vuélvase boca arriba con la letra O.

Empleando uno de estos varios métodos para descubrir la carta escogida, el mago podrá acabar siempre el deletreo cuando llegue a la carta duodécima. No deberá incluirse el “Jóker” o Comodín en el mazo. Tan pronto como se haya nombrado la carta escogida, puede hacerse el deletreo mentalmente, o con la punta de los dedos. Con un poco de práctica, el truco no presentará dificultades.


La reina sabia

Este es un misterio de mucha efectividad. El mago invita a un espectador a barajar el mazo. El mago toma las cartas y pregunta: ¿Cúal es su Reina favorita? Supongamos que fuera la Reina de Oros. El mago rebusca en el mazo y extrae la Reina de Oros. Enseguida, deja el mazo boca abajo sobre la mesa y lo divide en tres montones. El espectador selecciona uno de esos montones y retira la carta de arriba; la deja boca abajo en la mesa, sin mirarla.

El mago hace notar que la Reina de Oros es muy sabia. Se acerca a la Reina a la oreja (la oreja del mago) y pretende conversar con ella. Acto seguido, toca con la Reina la carta que se halla encima de la mesa, y la vuelve a llevar a su oreja.

“¡Ah!”, exclama, “la Reina me dice que esa carta es el nueve de espadas”. Es vuelta la carta y, en efecto, es el nueve de espadas.

Para efectuar esta ilusión, al mirar el mazo en busca de la Reina de Oros, el mago echa con calma una mirada a la carta de arriba y la retiene en la memoria. Cuando corta el mazo de cartas, alza aproximadamente dos terceras partes, dejando un montoncito; a continuación, y a su derecha, deja otra tercera parte, y el grupo del centro lo coloca entre ambos. Por lo tanto, sabe cuál es la carta del montoncito central, que podemos suponer sea el nueve de espadas. Cuando el mago pide al espectador que tiene frente a él que escoja uno de los montones, esa persona invariablemente escogerá el montón del centro, lo cual encaja exactamente en los planes del mago (esta es cuestión de psicología, aquí la magia moderna recurre al comportamiento predecible en la gran mayoría de las personas cuando toman ciertas decisiones). Se toma la carta de arriba del montón citado, y el resto del truco es simplemente de entretenimiento.

Es posible que el espectador escogiera otro de los montones (de vez en cuando, falla la predictibilidad de la psicología), pero eso no debe preocupar al mago porque él todavía no ha indicado lo que proyecta llevar a cabo. Se volverá a otra persona del público cualquiera diciéndole: “Escoja usted un montón también”, al tiempo que le señala el montón del otro extremo (nuevamente, aquí se recurre a algo de psicología, sugieriéndole subconscientemente al otro espectador que escoja el montón hacia el cual está apuntando el mago). Si el espectador lo escoge, el mago exclamará: “Ahora ya sólo nos queda un montón de cartas. Este será el que vamos a utilizar”.

Si el segundo espectador se decidiera a escoger el montón central, el mago inmediatamente se olvidará de la primera persona y, centrando su atención en la segunda, le dirá que levante la carta de arriba del montón que escogió. De este modo, el mago siempre gana.


Encontrando la carta escogida

En este truco, se divide el mazo de cartas en dos montones o grupos. Un espectador escoge una carta del centro de uno, y la coloca en el otro, que es barajado. El mago mira por el centro del mazo e inmediatamente descubre la carta escogida.

Para efectuar este truco, en uno de los montones se hallan tan sólo las cartas nones o impares: Ases, treses, cincos, sietes, nueves, y caballos. En la otra mitad del mazo se encuentran las cartas pares. Nadie se dará cuenta del truco.

Cuando se pasa una carta de un montón al otro, el mago puede descubrir inmediatamente de cuál se trata, en cuenta mira un instante el montón.


El caso de la carta y los rayos X

El mago toma un mazo de cartas de la caja. Mantiene ésta a su espalda y pide a cualquier persona que introduzca una carta, boca abajo, en la caja, cerrando la tapa de la caja para que la carta se halle enteramente oculta.

A continuación, el mago se lleva la caja a la frente e instantáneamente indica cuál es la carta que se halla dentro, ¡aunque no la ha visto!

Para esto, se hace un minúsculo agujero en el ángulo inferior derecho y posterior de la caja de cartas. Esta se mantiene boca abajo, de modo tal que el dedo pulgar tape el agujero citado. Al alzar la caja llevándola a la frente, el mago retira momentáneamente el pulgar y echa una ojeada rápida, con lo cual ve la carta que se halla en el interior de la caja.


Cartas magnéticas

El efecto que causa el truco de “Las Cartas Magnéticas” es verdaderamente sorprendente. El mago tiene cierto número de cartas en la palma de la mano, y cuando da vuelta a esa mano, las cartas permanecen adheridas a ella, cual si estuvieran magnetizadas; hasta que a una orden del operador mágico, caen al suelo.

Existen varios procedimientos para realizar este truco, y una explicación de todos ellos facultará al lector para emplear aquel que mejor le acomode o más le guste.

Procedimiento 1: Bastará con atarse un cabello que pase por el centro de la mano, de modo que forme una especie de abrazadera en la palma. Insértese una carta por debajo del cabello, y colóquense las demás cartas, siete u ocho, por debajo de las esquinas de la primera de ellas, la cual servirá de soporte a todas. El cabello resulta invisible aún a corta distancia, y un movimiento brusco de la mano lo romperá, dejando caer las cartas en el momento deseado.

Procedimiento 2: Empléese un mazo de cartas que tengan un círculo como dibujo en el reverso. Córtese uno de esos círculos a una carta que no vaya a servir, dóblese por la mitad, y péguese en el centro de otra de las cartas, de modo que forme una especie de oreja o solapa. Esta se sujeta entre los dedos, con lo cual queda sujetada la carta, mientras que las restantes pueden insertarse por debajo de ella. Tan pronto como se extienden ligeramente los dedos, las cartas caen todas al suelo.

Procedimiento 3: Dóblese la esquina de una carta y sujétese ese doblez entre los dos dedos últimos, de forma que la carta quede colocada diagonalmente en la palma de la mano. La presión que se ejerza con la base del dedo pulgar, en el otro extremo de la carta en cuestión, la sostendrá perfectamente, y de esta manera las demás pueden colocarse también sin que se caigan.

Procedimiento 4: Si habitualmente se usa un anillo, cuando nadie esté observando introdúzcase la punta de un alfiler por debajo de aquél y métase la carta por bajo la cabeza del alfiler. Con ello se soportará la carta, y en cuanto a las demás, se apoyarán en ella (Al insertar por debajo de la que hace de soporte, también podrán introducirse otras más, secundarias, de forma que encubran parcialmente aquella que usamos como soporte.)

Procedimiento 5: Adquiérase un trozo de diaquilón (el cual usamos por ser pegajoso) en cualquier droguería, y frótense con él los dedos y la palma de la mano. La apariencia de ésta no habrá sufrido cambio alguno, pero estará pegajosa. Pónganse seis o siete cartas encima de la mesa, y hágase presión firmemente con la mano sobre ellas. Tan pronto como se sacuda levemente la mano, las cartas irán a parar al suelo.


La carta que se desvanece

Este truco se lleva a cabo con una carta de baraja, un vasito y un pañuelo. Se coloca la carta por debajo del pañuelo, y éste se mantiene sobre el vaso; enseguida, se empuja la carta para introducirla en el vaso. Al quitar el pañuelo, se muestra el vaso que estará vacío. En realidad, la carta no es más que un trozo de celuloide transparente, cortado al tamaño y forma de una carta de baraja. Dicho trozo de celuloide se oculta desde el principio en el pañuelo. Se muestra la carta ordinaria y, haciendo como si se guardase también entre los pliegues del pañuelo, se dejará caer sobre la mesa entre las demás cartas integrantes confundiéndose entre ellas, conservando únicamente en el pañuelo la carta de celuloide, cuya apariencia, cubierta por el pañuelo, es la de una carta cualquiera. Cuando ésta se introduce en el vaso, podrá retirarse el pañuelo y levantar bien alto el vaso para que todos puedan verlo. ¡El celuloide resulta invisible!


La carta que se levanta automáticamente

En este truco se requiere también un vaso corriente. Se toma del mazo una carta cualquiera que se introducirá en el vaso. Se ruega a un espectador que ordene levantarse a la carta. Esta, como es natural, no obedecerá la orden. El mago extrae la carta del vaso, la frota contra su manga, vuelve a introducirla en el vaso, y aquélla se levanta inmediatamente en dirección a su mano extendida cuando se le da la orden de hacerlo.

La ejecución de este espectáculo requiere de una carta cuyo barnizaje sea perfecto (juegos baratos de naipes no, por favor, no para este truco), y un vaso de paredes cónicas. Tómese un trozo de jabón seco y frótese con él todo el interior del vaso, haciendo dos canales estrechos en lados opuestos y que vayan desde el borde hasta el fondo del mismo. Cuando se introduzca una carta en el recipiente, hágase de manera que sus cantos entren en contacto con los pasos o estrías pulidos, y la carta se levantará; pero, si no se introduce por el punto exacto, la carta no se levantará en modo alguno. El jabón habrá de aplicarse cuidadosamente y por igual; de esta manera, no se advertirá su presencia.


La carta en la mano

Este es un final sorprendente para un truco con cartas de baraja. Después de colocar una carta escogida en la parte de arriba del mazo por cualquiera de los procedimientos descritos anteriormente, se divide el mazo en dos partes. El mago pone la parte inferior sobre la palma de la mano y agita ésta velozmente en el aire. Introduce su mano por entre las cartas que caen, y aparece la que se escogió en el reverso de la mano, al parecer recogida entre las demás.

Para este efecto, el mago lleva un trocito de resina adherido al reverso de su mano. Cuando pone el montón inferior de cartas en su palma, descansa momentáneamente el reverso de la mano sobre el montón superior. Cuando la mano lanza el montón inferior al aire, la carta escogida permanece adherida al reverso de la mano. Para que la ilusión sea completa, se introducirá simplemente la mano por entre las cartas que caen.


La carta-espíritu

La “Carta-Espíritu” es un pequeño misterio perfecto que sólo requiere un poco de habilidad. Se muestra al público un sobre vacío, y en él se introduce un pequeño trozo de cartulina. Acto seguido, se corta un mazo de cartas y se introduce el sobre por entre ambas mitades del mazo. Los espectadores observan que la carta que se halla exactamente bajo el sobre es el cuatro de oros. Se abre el sobre y ¡allí está el cuatro de oros! El sobre se deja caer encima de la mesa.

El secreto radica en que se trata de un sobre doble, que se prepara cortando la parte delantera de otro sobre y pegándola en un sobre completo. Cuando ambas piezas se hallan bien pegadas, el sobre parece la cosa más inocente del mundo; se recomienda emplear un sobre pequeño con la ranura al extremo.

En el compartimiento delantero del sobre se colocará previamente el cuatro de oros (o la carta que se pretenda utilizar). La carta puede ser marcada con tinta; es preferible una pequeña fotografía o una tarjeta impresa, si es que puede obtenerse.

La carta de encima del mazo es el cuatro de oros. Enséñese el sobre, que aparentemente se encuentra vacío, e introdúzcase en él una tarjeta en blanco, de igual tamaño que la miniatura que se halla escondida en el sobre. Córtese el mazo y, después de pegar el sobre, póngase tranquilamente en la que constituye la parte superior del mazo, colocando la parte inferior encima del sobre. Este es un movimiento que nunca advierte el público. Los espectadores se fijan en la carta que hay debajo del sobre.

Quítese el sobre, ábrase por el compartimiento delantero, y déjese que la carta salga de su encierro. Mientras todos están examinándola, enmedio de la gran sorpresa, tranquilamente póngase el sobre en el bolsillo. Allí tendrá el mago un duplicado exactamente igual, pero sin preparación, que también habrá sido cerrado y abierto. Como si lo pensara mejor, el mago volverá a sacar el sobre (realmente no el verdadero, sino el duplicado) y lo dejará caer sobre la mesa. Nadie advertirá este sencillo cambio, si se realiza con naturalidad. No deberá decirse nada acerca del sobre; pasado un momento, no faltará quien lo recoja y se ponga a examinarlo.


Los ases en el bolsillo

Permítase que alguno de los presentes baraje un mazo de cartas. Hágase comprobar que el bolsillo interior de la chaqueta está totalmente vacío, e introdúzcase allí el mazo. Afírmese que los ases responderán al sentido del tacto que el mago posee, e introdúzcase la mano en el bolsillo. ¡Cada vez que el mago saque su mano, llevará un as en ella! Luego de haberlos sacado todos, sacará el mazo y podrá permitir que examine el mazo quien quiera hacerlo.

Para efectuar este truco, retírense previamente los cuatro ases del mazo (el público no se dará cuenta de esta omisión aún si el mazo es entregado para ser inspeccionado porque estará ocupado buscando marcas especiales en las barajas o diferencias en los grabados que sirvan para hacer chapuza), poniéndolos en el bolsillo superior del chaleco. Permítase que miembros del público barajen el mazo; nadie se dará cuenta que faltan los ases, puesto que, además el mago no hace mención alguna de ellos hasta que ya tiene el mazo metido en el bolsillo interior de la chaqueta.

Cada vez que el mago saca un as, lo que hace es introducir la mano en el bolsillo del chaleco. Sujetándose perfectamente la chaqueta con la mano derecha, ninguno de los presentes podrá darse cuenta de que no es en el bolsillo interior en donde el mago mete la mano.


La carta vuelta

El efecto de este truco no es nuevo; pero el procedimiento ha sido tan simplificado, que puede ser llevado a la práctica en cuanto se posea una pequeña práctica.

Se toma una carta del mazo por parte de alguien del público, fijándose de cuál se trata. La carta es devuelta al mago, que la mete en el mazo boca abajo, sujetándolo perfectamente para que todos vean que no hay ningún reborde fuera, es decir, que no queda huella de la carta escogida. la cual se ha perdido dentro del mazo.

Se deja el mazo sobre la mesa, y el mago mueve sus manos por encima del mismo. Va echando las cartas a un lado, una a una, y de repente llega a una carta que se encuentra boca arriba. ¡Es precisamente la carta escogida!

La ejecución de este truco requiere el empleo de un mazo cuyas cartas tengan márgenes blancos alrededor del reverso. Sin que nadie lo vea, vuélvase boca arriba la carta de abajo. Abrase el mazo en abanico, teniendo cuidado de no dejar la que está vuelta, y déjese que seleccionen una carta al azar.

En tanto que todos los presentes están mirando la carta escogida, el mago se volverá de espaldas para que constaten de que no la ve. Esto le da tiempo al mago de cuadrar el mazo y a volverlo, de modo que la carta de abajo quede arriba (La reversión de la carta inferior puede dejarse hasta que el mago se vuelva de espalda, pero es más seguro hacerla lo antes posible.) Cuando se pone de nuevo la carta escogida en el centro del mazo, realmente está vuelta; la carta inferior invertida es la que hace que el mazo (¡todo el mazo!) parezca acomodado en su forma normal. Se sostiene aquél en la mano izquierda, cuatro dedos a un lado y el pulgar en el otro, con la palma hacia arriba. Al aproximarse a la mesa, vuélvase la mano (con movimiento veloz) y déjese el mazo encima de la mesa. Pásese la mano sobre el mazo y váyanse pasando cartas hasta llegar a la escogida, que estará boca arriba.


El as viajero

Tómese un mazo de cartas y muéstrese al público el as de bastos, que se colocará en la parte superior del mazo durante un momento. Quítese enseguida la carta e introdúzcase en el centro del mazo; cuando se está introduciendo la carta, sosténgase en alto el mazo para que todos puedan echar una mirada y ver el as.

Tan pronto como la carta referida se halla introducida en el mazo, se desparraman las cartas, y la de arriba es precisamente el as de bastos que ha regresado a su lugar, en la parte de arriba del mazo.

Para efectuar esta ilusión, cuando se enseña el as de bastos, el tres de ese mismo palo se encuentra detrás, y ambas cartas se sostienen de modo tal que den la impresión de ser una sola (en esto radica el truco). Las cartas pueden combarse ligeramente hacia afuera presionando con el pulgar y los demás dedos en lados opuestos. De tal modo, el doble grosor no será advertido por nadie. Se dejan las cartas sobre el mazo, y el tres (que se supone ser el as) es el que realmente se saca para meterlo en el centro del mazo. Cuando se está metiendo en el mazo, la parte de esa carta que se deja ver al público puede ser confundida fácilmente con el as a causa de su semejanza. El espectador sólo ve una parte de la carta, y todos quedan satisfechos y seguros de que la carta que se ha metido es precisamente ésa, el as de bastos.


Cruces de Malta

Aquí el mago afirma que va a gastar una broma a su público. Arregla ocho cartas en dos grupos, de modo que formen dos cruces de Malta. Enseguida invita a una persona para que escoja cualquier grupo de cuatro de dichas cartas, es decir, una cruz o la otra; o cuatro cartas en línea, o la combinación que mejor le plazca. Una vez hecho esto, se retiran las cuatro cartas.

De las cuatro cartas que quedan, se seleccionan dos; y, finalmente, de las dos que aun permanecen sobre la mesa, se escoge una. La carta final es vuelta boca arriba, y resulta ser ¡el Comodín!

Ello se realiza en forma astuta. El mago sabe la posición del Comodín entre las ocho cartas que se hallan colocadas boca abajo. Si el Comodín se encuentra entre las cuatro que se escogieron primero, el mago elimina las otras cuatro cartas. Si no está entre esas cuatro primeras, el mago recoge las cuatro seleccionadas.

Repite el mismo procedimiento con las cuatro cartas remanentes, bien llevándose o dejando las dos que se escojan. Cuando se realiza la selección final, el mago se lleva la carta si no es el Comodín; pero en caso de ser así, elimina la carta extra, dejando el Comodín encima de la mesa.

Cuando se realiza este truco en forma despreocupada, su efecto es muy convincente.


Una coincidencia misteriosa

El mago solicita que alguien del público baraje un mazo de cartas. Después, también él lo baraja un momento. Acto seguido, deja el mazo sobre la mesa y escribe algo en un trozo de papel, que ruega conservar a cualquier persona del público.

Otro espectador extrae cierto número de cartas, digamos ocho, una a una, e inmediatamente vuelve a colocarlas en el mazo. En este momento, la primera persona saca igual número de cartas, y vuelve la última boca arriba. El mago le ruega mirar el trozo de papel que tiene en la mano y que observe el nombre de la carta escrito en él. ¡Será el mismo de la tarjeta vuelta!

El truco radica en que después de que el mago toma en sus manos el mazo para barajarlo él también, se fija, sin que nadie lo observe, en la carta que se halla en el mazo precisamente encima de todas. O, mejor aún, se fija en la que está debajo y, al barajar, lo hace de modo que la carta que estaba debajo vaya a parar exactamente encima. Esa es la carta cuya denominación el mago escribe en el trozo de papel.

Cuando otra persona extrae cartas, una a una, invierte su orden al ponerlas boca abajo sobre la mesa. De este modo, si saca ocho cartas, la que el mago ha escrito en el papel se convierte en la octava a partir de arriba. Así, cuando el primer espectador maneja o extrae el mismo número de cartas, llega, naturalmente, a la que corresponde al mensaje escrito.


Una carta que pasa a través del plato

Se escoge una carta que vuelve a meterse en el mazo. El mago baraja y corta las cartas. Las deja encima de la mesa y muestra un plato y un sombrero. Deja el mazo de cartas sobre el plato, que estará colocado sobre el sombrero. Entonces exclama: “Pasa”, y cuando es examinado el mazo, la carta escogida ha desaparecido. Se levanta el plato, ¡y la carta aparece dentro del sombrero!

El secreto radica en que cuando se devuelve la carta seleccionada al mazo, el mago levanta las cartas en cierta forma, con objeto de que quien la escogió pueda echar una última mirada a su carta. Con ello, el mago tiene la oportunidad de doblar ligeramente una de las esquinas de la carta escogida empleando el dedo pulgar, y esa carta no llega a entrar por entero en el mazo.

Enseguida el mago baraja el mazo, y cuando lo corta, lo hace precisamente en el sitio donde advierte que se encuentra la esquina doblada. Esto hace que la carta escogida quede exactamente encima del mazo.

En la parte de abajo del plato el mago habrá adherido previamente un trocito de jabón. Después de mostrar el plato, el mago enseña el sombrero, y deja cuidadosamente el plato encima del mazo. Así, la carta se adhiere a aquél, sin que el público se de cuenta de ello.

Al poner el plato encima del sombrero, la carta escogida se remueve, bien con el dedo o con el borde del sombrero, y cae al interior de éste. Se coloca el mazo sobre el plato y como es natural, se pierde la carta seleccionada, para ser hallada más tarde dentro del sombrero.


El fácil truco de los cuatro ases

Todos han oído hablar del “Truco de los Cuatro Ases”, y he aquí un modo sencillo de presentar este misterio.

Se dejan ver los cuatro ases en forma de abanico, y enseguida se vuelven al mazo. Se ponen en una sola fila, y habrá tres cartas entre cada as.

Se escogen un as y sus tres cartas indiferentes. El mago se apodera de los otros montones y los arroja sobre la mesa. Los ases se han esfumado, y se encuentran en el montón, aparte, ¡los ases todos juntos!

La primera parte de importancia en este truco es el procedimiento que debe seguirse en la exhibición de los ases. Se sostienen en forma de abanico, enseñándolos al público; pero detrás de la tercera carta se habrán colocado otras tres cualesquiera. Es decir, el abanico debe ser: as de espadas, as de copas, as de oros, las tres cartas indiferentes, y as de bastos. Las tres cartas extra se hallarán perfectamente juntas, de modo que, ocultas por el as, darán la impresión de ser una sola carta (en esto radica parte del truco). De esta manera se exhiben los cuatro ases, se ponen en el montón constituído por el mazo y se cuadran perfectamente. Enseguida, las cuatro primeras pasan a formar parte del montón primero. Se supone que son los ases, aun cuando las cartas estarán vueltas boca abajo; pero, en realidad, tan sólo la primera es un as.

Al mover las cartas un poco, se permitirá que ese verdadero as, el único, caiga del mazo, dando la impresión de ser una cosa accidental, para recogerlo enseguida y que, sin embargo, el público pueda darse cuenta de la carta que es.

Tres son las cartas que van junto con cada as supuesto; las tres primeras de la parte de arriba del mazo son las que acompañan al verdadero as. Esas tres cartas son los tres ases; de este modo, los cuatro ases se hallan juntos, en tanto que los restantes montones sólo contienen cartas sin importancia. Esos cuatro montones son colocados en fila, del siguiente modo:




Se le pide a un espectador que escoja un número comprendido entre uno y cuatro. Con ello, aparentemente, se le hace cierta concesión; pero, en realidad, se le obliga a decir dos o tres. Si dice dos, el mago cuenta a partir de la izquierda de la primera fila; si dice tres, entonces contará desde la derecha, terminando su cuenta, en ambos casos, al llegar al montón constituído por los ases. Pudiera ser que el espectador dijera “cuatro”, y entonces el mago replicará: “Esos son los montones que tenemos; deme otro número”. Quizás el espectador dijese “uno”, a lo que responderá el mago: “No vamos a escoger un solo montón de entre los cuatro. Déme otro número”. Claro es que la pregunta original elimina invariablemente el uno y el cuatro.

Todo lo que queda por hacer ahora es “ordenar” con algunos pases mágicos que pasen los ases para que se agrupen en el montón escogido. El mago deberá hacer esto con mucha prosopopeya, haciendo que el propio espectador coloque la mano sobre el montón correspondiente. Deberá dar la impresión de que está haciendo algo realmente maravilloso.


Una carta misteriosa

El mago enseña al público su bolsillo derecho del pantalón, que se halla vacío. Abre en abanico el mazo de cartas y ruega le digan el nombre de la carta. Cuando se lo han dicho, mete su mano en el bolsillo y saca dos o tres cartas que representan el mismo palo y el número de la carta escogida. Por ejemplo: si se designa el tres de oros, el mago extrae el as de oros, palo de la carta indicada; enseguida saca el dos de bastos, y el total de uno y dos es tres.

Antes del truco, se ocultan cuatro cartas en el bolsillo. Se colocan en la parte alta del mismo, de tal manera que el bolsillo pueda ser vuelto sin que se vea lo que contiene (en pocas palabras, al sacar el bolsillo del pantalón hacia afuera, las cuatro cartas deben quedar ocultas por la misma tela del bolsillo, con un poco de práctica esto se puede hacer con naturalidad sin que nadie en el público sospeche que realmente hay cuatro cartas en el bolsillo pero que al sacar el bolsillo fuera éstas quedan ocultas por la misma tela del bolsillo). Estas cartas habrán de ser el as de oros, el dos de bastos, el tres de copas y el siete de espadas.

Con dichas cartas resulta sencillo mostrar el palo de la baraja y el número de cualquier carta que se haya escogido, ya que la sota representa diez, el caballo once y el rey doce.

Supongamos que se designara la sota de oros; el mago no tiene que hacer más que sacar el as y decir: “¡Oros!”. Sigue sacando el siete de espadas y el dos de bastos. Suma los números de las tres cartas y el resultado será diez. Si hubiese resultado escogido el rey de oros, sacará el as y lo pondrá a un lado. Enseguida extraerá el siete, el tres y el dos, mostrando que estas tres últimas cartas dan un total de doce, o sea el rey.

Otro ejemplo: El seis de copas. Se sacará el tres de copas, para indicar el palo. A continuación aparecerán el as y el dos, y todas estas cartas sumarán seis.

De este modo tan misterioso puede indicarse el número de cualquier carta que se halle en el mazo.

Una manera de simplificar el truco consiste en que al meter las cuatro cartas en el bolsillo en la parte alta del mismo se metan acomodadas en cierto orden específico. Por ejemplo, la tarjeta del as de oros puede ser la que está “arriba” de las otras tres (en realidad, puesto que las cuatro cartas tienen que entrar en posición vertical dentro del bolsillo, la tarjeta del as de oros sería la que estaría más “hacia afuera”, en dirección hacia el saco), la tarjeta del dos de bastos puede ser colocada “debajo” de la tarjeta del as de oros (en realidad, y puesto que también solo puede ser metida en el bolsillo en posición vertical, la tarjeta del dos de bastos sería la que estaría en segundo lugar más “hacia adentro”, en dirección del cuerpo del mago), la tarjeta del tres de copas puede ser colocada en tercer lugar, y la tarjeta del siete de espadas puede ser colocada en cuarto lugar. De este modo, al meter la mano en el bolsillo, y usando el sentido del tacto, puesto que las tarjetas fueron metidas siguiendo un orden específico, se puede sacar cualquiera de ellas usando las yemas de los dedos para entresacarla dejando las otras adentro. Obviamente, para que esto funcione, es imperativo que el mago no olvide el orden en el que fueron metidas las cuatro cartas; de otro modo no sabrá cuál de todas es la que está sacando del bolsillo.


Truco de moneda y carta

Este es un truquito verdaderamente espectacular; en apariencia, es verdaderamente difícil y resulta sencillísimo de aprender. Sólo es cuestión de habilidad.

Póngase una carta en equilibrio sobre el dedo índice de la mano izquierda (la carta se pone en posición horizontal, con el dedo índice sosteniéndola en equilibrio puesto en el centro geométrico de la carta). Encima de la carta se colocará una moneda (acostada, puesta también en posición horizontal, obviamente coincidiendo con la dirección de la punta del dedo índice para que se puedan mantener equilibradas tanto la carta como la moneda puesta encima de la carta); cuanto más pesada sea la moneda, tanto mejor. Con el dedo índice derecho (o bien, con el dedo medio derecho) se le da un papirotazo a la carta (usualmente, se pone el dedo índice de la mano derecha detrás del dedo pulgar haciendo una presión ligera sobre el dedo pulgar, hasta que se deja al dedo índice rebasar la punta del dedo pulgar para dar el “golpe” con la punta del dedo índice), y la carta saldrá disparada hacia adelante dejando sola a la moneda en equilibrio sobre el dedo índice. Es algo muy bonito y sorprendente; una vez que se haya aprendido a dar exactamente el papirotazo, podrá hacerse siempre. Es una versión miniaturizada del viejo truco en el cual se quita rápidamente un mantel de una mesa pero sin tirar los platos y los vasos que están sobre el mantel, los cuales se quedan en la mesa.


El Comodín misterioso

El mago toma un mazo de cartas y lo abre en abanico, sosteniéndolo en la mano izquierda, mientras con la derecha permite que las cartas se vean, una a una, por el reverso, mostrando que éste es azul.

A continuación, da vuelta al mazo y, abanicándolo lentamente, busca el Comodín; pero éste no se encuentra allí.

“Es extraño”, comenta el mago. “Miremos de nuevo”. Sostiene el mazo boca arriba y busca cuidadosamente por entre las cartas. ¡Inesperadamente encuentra la carta que buscaba!

¡La pone boca abajo y resulta que el reverso es de color rojo!

Para llevar a cabo esta ilusión, es necesario obtener previamente en una tienda dos juegos de naipes, un juego de cartas cuyo reverso sea de color rojo, y otro juego de cartas cuyo reverso sea de color azul, los cuales se pueden procurar en tiendas bien surtidas, algo así como lo siguiente:




Teniendo esto a la mano, sáquese el Comodín de un mazo de cartas cuyo reverso sea de color rojo y recórtense ligeramente sus extremos, teniendo cuidado de redondear perfectamente las esquinas. Cuando el Comodín se entremezcla con las demás cartas de reverso azul y se abren en forma de abanico para mostrarlas al público, el Comodín no se verá, puesto que es algo reducido de tamaño y se confundirá con las otras cartas.

Por idéntica razón, cuando se muestran los reversos de aquéllas, el Comodín será igualmente invisible, y su reverso rojo no se echará de ver. La aparición de un Comodín con reverso rojo en un mazo de cartas con reverso azul, es verdaderamente para causar el mayor de los asombros.


Reyes y reinas juntos

El mago toma los cuatro reyes, Explica que el mazo es un teatro, donde los reyes piensan celebrar una reunión. “Un rey se fue a la galería”; al decir estas palabras, pondrá al rey unas cuantas cartas más abajo de la que se halla encima de todas; “mientras que otro de los reyes se dirigió a la puerta del escenario”. Entremete ahora el mago un segundo rey entre las últimas cartas, las que se encuentran en la parte inferior del mazo.

“Los otros dos reyes se dirigieron a la entrada principal”. Aquí, el mago corta el mazo, deja caer los dos reyes, y termina la operación del corte.

“Como resultado, cada rey encuentra su sitio adecuado, y a su esposa, que le está aguardando”. Al volver boca arriba el mazo, el mago lo extiende y ante el asombro de todos muestra cómo reyes y reinas se hallan juntos en el centro: el rey de espadas con la reina del mismo palo (reina de espadas), y por el estilo todos los demás.

Lo anterior se logra de la siguiente manera: Colóquese la reina de oros en el mazo, teniendo encima la reina de copas. En la parte superior se pondrá a la reina de bastos, teniendo a la reina de espadas exactamente encima. Esto, como es natural, se prepara de antemano cuando el público no está observando.

El rey de oros se va a la galería: Póngase la carta en la parte superior del mazo, la segunda o tercera carta más abajo de la que está exactamente encima. El rey de espadas se fue a la entrada del escenario: Se pone en segundo o tercer lugar antes de la última de abajo.

Enseguida se corta el mazo, y en la parte de arriba se pone al rey de copas, y sobre él al de bastos. Se terminará la operación del corte, colocando la mitad de abajo sobre la otra, y así quedará completada la reunión de reyes y reinas, que era lo que se buscaba con los cortes.


El buscador de cartas

Aquí tenemos un procedimiento fácil y efectivo para descubrir cualquier carta señalada.

Échese una mirada por entre el mazo, y colóquese rápidamente cierto número de cartas del mismo palo en el centro del mismo.

Solicítese de alguna persona que escoja una carta. Acto seguido, ábrase en abanico el mazo, y dígase que vuelva a colocarla cerca del centro. Luego que el mazo sea cuadrado, u ordenado, y cortado dos veces, el mago podrá inmediatamente encontrar la carta que la persona escogió, con sólo echar una ojeada al mazo. La carta no la habrá tomado del centro, sino colocado precisamente en el centro.


La carta que se levanta de la caja

Por este procedimiento mecánico, el mago puede conseguir que una carta se levante en su caja. Puede ser, indistintamente, un Comodín, el As de Espadas, o cualquiera otra carta, previamente seleccionada, siempre que el mago se atenga al método que se describirá a continuación.

Se pone el mazo en su caja o estuche, y éste se sacude arriba y abajo, de modo que la cubierta quede boca abajo. La carta que se desee, se “levantará” sola.

El truco es realizado simplemente sacudiendo el mazo arriba y abajo en el interior de la caja o estuche. Esto será lo que haga “levantarse” a la carta. Previamente, el mago deberá experimentar un poco y probar cuál es la carta que se levanta en la caja o estuche particular que se emplea. Puede ser que se trate de la de abajo, de la segunda a partir de esa, o quizá sea la de encima. Sabiendo esto de antemano, antes de meter el mazo en la caja o estuche sólo tendrá que poner en el lugar conveniente la carta que el mago desea que “se levante sola”.