jueves, 10 de abril de 2014

Educación como inversión: ¿ilusión o realidad?




Faltan unas cuantas semanas para que en el continente americano graduén de sus respectivos grados escolares cientos de miles de estudiantes, muchos de los cuales terminarán sus estudios de bachillerato y se estarán preparando para ingresar a una universidad en donde logren ser admitidos.

En México, una carrera universitaria tiene un costo que puede llegar hasta un millón de pesos, y es precisamente con esta premisa con la que Mexicana de Becas promociona por varios medios de comunicación en México sus servicios de cuentas de ahorro para jóvenes y padres de familia que quieran empezar a ahorrar para cuando se tenga que enfrentar ese gasto.

Si se va a invertir hasta un millón de pesos en algo, se puede suponer que quien está dispuesto a meter tantos billetes en ese algo espera por lo menos recuperar ya sea a mediano plazo o a corto plazo la inversión que metió en ese algo, porque nadie está peleado con su dinero. La pregunta entonces que pueden y suelen hacerse muchos padres de familia en México así como niños y jóvenes en relación a todo el tiempo, esfuerzo y dinero que están metiendo o planean meter en obtener una educación universitaria es: ¿Vale la pena esa inversión? ¿Se obtendrá alguna ganancia sobre ese dinero que fue invertido, o al menos se recuperará una parte de lo que se invirtió? Esto equivale a ver una educación universitaria desde un punto de vista puramente mercantilista, como un negocio más que como una vocación.

Un estudio publicado recientemente parece querer darle la razón a los promocionales de Mexicana de Becas. El martes 8 de abril de 2014 apareció publicada una nota elaborada por la agencia NOTIMEX que bajo encabezados como “GANAN PROFESIONISTAS DOBLE QUE BACHILLERES” expuso lo siguiente: “La educación superior es una buena inversión, pues un trabajador promedio con licenciatura puede ganar 95 por ciento más, es decir, casi el doble que uno que sólo tiene título de preparatoria o bachillerato, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).  En conferencia de prensa, la consultora y coordinadora del proyecto ‘Compara carreras’, Catalina Delgado, destacó que contar con educación superior mejora las perspectivas salariales de los trabajadores.  En la presentación del portal "Compara carreras", herramienta que muestra las consecuencias económicas de escoger que estudiar, refirió que mientras que una persona que completó la preparatoria o bachillerato tiene un salario promedio de 5 mil 126 pesos al mes, un profesionista gana en promedio 9 mil 981 pesos. No obstante, agregó, existen notables diferencias entre los profesionistas, pues los de la carrera con el salario promedio más alto, Minería y Extracción, ganan 24 mil 863 pesos mensuales, es decir cuatro veces más que los de la carrera peor remunera, Bellas Artes, con seis mil 114, sólo mil pesos superior al ingreso mensual de un bachiller.  Además, detalló, estudiar una carrera profesional es una inversión rentable y de bajo riesgo, pues el rendimiento de haber realizado sus estudios en una universidad pública es de 11.4 por ciento, superior a otras alternativas de inversión como la bolsa de valores, con un retorno promedio anual de 8.3 por ciento entre 2010 y 2013. De acuerdo con esta herramienta, que compara 62 carreras diferentes, el costo promedio en una universidad privada puede ir desde 125 mil hasta 930 mil pesos, mientras que en una universidad pública puede ir desde 19 mil hasta 38 mil pesos.  Puntualizó que la rentabilidad de una carrera por sus costos, en una universidad pública por estudiante es de alrededor de 30 mil pesos; mientras en una universidad privada se dispara a 460 mil pesos. Indicó que el retorno de inversión hecha durante los estudios respecto a las ganancias salariales esperadas es de 11 por ciento al año para instituciones públicas y de 44 por ciento para privadas.  Delgado precisó que el mayor retorno en universidades públicas se debe, naturalmente, a los bajos montos de inversión requeridos. Aclaró que con estos resultados “no estamos diciendo que asistir a universidades privadas sea una mala inversión, ni que estudiar en universidades públicas siempre sea una mejor opción y, mucho menos, que estudiar ciertas carreras no vale la pena”. El portal "Compara carreras" también muestra diversos ‘rankings’ laborales, en los cuales destaca que del total de nueve millones 794 mil 579 profesionistas del país, dos de cada 10 son administradores de empresas o contadores. Las 10 carreras más populares el mayor por número de profesionistas son administración y gestión pública; contabilidad y fiscalización; derecho; formación docente para educación básica, nivel primaria; medicina; tecnología de la información y comunicación; psicología; ingeniería industrial, mecánica, electrónica y tecnológica; ciencias de la computación; así como enfermería y cuidados.  En contraste, las 10 carreras menos populares por el bajo número de profesionistas son ciencias de la Tierra; tecnología y protección del medio ambiente; criminología; ciencias ambientales; manufacturas y procesos, programas multidisciplinarios; estadística; minería y extracción; salud pública; servicios de transporte; y deportes.  La especialista del IMCO subrayó que estudiar una carrera implica un salario mayor al promedio nacional, ya que un profesionista tiene un ingreso mensual promedio de nueve mil 981 pesos, mientras que el salario promedio nacional es de cuatro mil 870 pesos.  Expuso que las 10 carreras mejores pagadas son minería y extracción con un salario promedio de 24 mil 863 pesos; finanzas, banca y seguros; 19 mil 725 pesos; salud pública, 17 mil 013 pesos; servicios de transportes, 16 mil 888 pesos, y física, 16 mil 379 pesos.  Le siguen música y artes escénicas, 16 mil 124 pesos; ciencias de la tierra y atmósfera con 15 mil 811 pesos; medicina, 15 mil 614 pesos, ciencias ambientales, 15 mil 22 pesos, e ingeniería en vehículos de motor, aeronaves y barcos con 14 mil 211 pesos.  En tanto, las 10 peor pagadas son criminología, ocho mil 412 pesos al mes; formación docente para educación física o artística, ocho mil 318 pesos; formación docente para educación básica, nivel primaria, ocho mil 071 pesos; historia y arqueología, ocho mil 071 pesos, y matemática, ocho mil 050 pesos. Además, comunicación y periodismo siete mil 973 pesos mensuales; formación docente para la enseñanza de asignaturas, siete mil 218 pesos; trabajo y atención social, siete mil 008 pesos; y bellas artes, seis mil 114 pesos.  Delgado comentó que quienes tienen una carrera son más propensos a ingresar al mercado laboral, ya que la participación laboral promedio de los profesionistas es de 82 por ciento, mientas que a nivel nacional es de 49 por ciento.  Mencionó que la ocupación es similar entre profesionistas y el promedio nacional, con 95 por ciento, lo mismo que la tasa de desempleo, que en ambos casos es de 5.0 por ciento, aunque en carreras como sociología, la tasa de desempleo llega a 14 por ciento. La coordinadora del proyecto ‘Compara carreras’ señaló que la tasa de informalidad de un profesionista es de 22 por ciento, lo que representa la tercera para de la tasa nacional, que es de 59 por ciento”.

Sin embargo, la nota dada arriba apareció a tan solo unos cuantos días de que apareciera otra nota, dada a conocer no por representante o vocero alguno de las grandes empresas privadas, sino por una dependencia gubernamental, confirmando que en México el 56 por ciento de los profesionistas desempleados tienen menos de 30 años. La nota que se reproduce aquí tomada de MILENIO publicada el 5 de abril dice esto: “El Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve) reveló que 56 por ciento de los profesionistas desempleados tiene menos de 30 años de edad, por lo que su prioridad es atender a ese sector vulnerable. En un reporte enviado a la Cámara de Diputados, mencionó que cuenta, dentro de sus políticas y programas, con una Bolsa de Trabajo dirigida a la juventud, con opciones de desarrollo profesional en diversos ámbitos. Resaltó que continuará su oferta de oportunidades laborales y de desarrollo a egresados de una carrera técnica y profesional en los diferentes niveles, permitiendo a los jóvenes una sana integración al desarrollo económico nacional. El pasado 25 de febrero, a través de un dictamen con punto de acuerdo, la Comisión de Trabajo y Previsión Social solicitó al Inmjuve que, dentro su competencia, otorgue oportunidades laborales a egresados de una carrera técnica o profesional, a efecto de que accedan a un trabajo digno. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), existen 36.2 millones de jóvenes en el país, la tercera parte de la población del país, pero han sido olvidados en muchos aspectos al carecer de oportunidades reales de trabajo digno y bien remunerado para los 450 mil egresados cada año de licenciatura universitaria o tecnológica. Además, de acuerdo con la Subsecretaría de Educación Superior de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del tercer trimestre de 2012, sólo 40 de cada 100 profesionistas en México tienen un empleo relacionado con su formación universitaria. En el documento, publicado en la Gaceta Parlamentaria,  el Imjuve precisó que enfoca todos sus esfuerzos en la inclusión de la juventud en el desarrollo del país, para lo que, en cumplimiento de sus funciones, formalizó diferentes programas como “Joven-es Servicio” y “Jóvenes becarias y becarios”, lo cuales buscan formar mejores profesionales y acercar a los jóvenes a sus futuras áreas de trabajo”.

Así pues, el estudio presentado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) presenta un panorama en el que el mensaje principal es que a cualquier graduado de una carrera de universidad le puede ir mucho mejor en perspectivas de ingresos económicos que a uno que haya truncado sus estudios de bachillerato no pasando más allá de la preparatoria, con un trabajador promedio con licenciatura ganando casi el doble de lo que pueda ganar uno que solo tiene título de preparatoria o bachillerato; o sea un panorama color de rosa para quienes obtienen un grado académico universitario, mientras que el estudio presentado por el Instituto Mexicano de la Juventud presenta un panorama negro y sombrío para muchos que quemaron varios años de su vida y de sus ahorros para poder graduar como profesionistas solo para terminar engrosando las filas del desempleo y la informalidad.

¿A quién creerle?

En realidad, el estudio presentado por el IMCO está sesgado, es un estudio incompleto (tal vez por descuido, o quizá intencionalmente). Hay que tomar en cuenta que el IMCO representa los intereses del capital privado, de las grandes empresas, y a tales intereses lo que les conviene es que haya una super-abundancia de profesionistas para que sus departamentos de personal tengan mucho material de dónde escoger sin importarles un comino con lo que suceda con los profesionistas que sean rechazados. Una empresa grande productora de alimentos puede beneficiarse de una graduación anual de cientos o inclusive miles de químicos bromatólogos en todo México porque de este modo no tendrá muchas dificultades en reclutar a los dos o tres químicos bromatólogos que necesite en algunas de sus filiales. Al haber mucho de dónde escoger, las grandes empresas pueden darse el lujo de ofrecer sueldos muy por debajo de lo que los profesionistas aspiren a percibir,

Si en cierto año gradúan tan solo unos cinco o seis químicos bromatólogos en todo México, entonces no sólo habrá muy poco de dónde escoger, sino que las empresas fabicantes de alimentos terminarán compitiendo ferozmente entre sí peleándose por los pocos químicos bromatólogos que haya disponibles, y sin duda alguna habrá empresas cuyas vacantes no podrán ser llenadas excepto yendo fuera del país para importar profesionistas, algo que puede resultar sumamente caro. Se trata de la vieja ley de la oferta y la demanda en plena acción. Pero en cambio, si gradúan algunos miles de químicos bromatólogos en ese mismo año, no es necesario ofrecer salarios muy elevados porque habrá muchos jóvenes profesionistas recién egresados que saben bien que si no aceptan lo que se les ofrezca habrá muchos otros que sí lo aceptarán, y en tal caso la disyuntiva no es entre cuál empresa ofrezca mayores percepciones económicas sino escoger entre el desempleo y el desempleo. Obviamente, a las grandes empresas les interesa que los organismos que representan sus intereses (Consejo Coordinador Empresarial CCE, Confederación Patronal de la República Mexicana COPARMEX, etc.) promuevan la graduación de la mayor cantidad posible de profesionistas en todas las áreas concebibles, eso es lo que le conviene a las grandes empresas y al gran capital. Hay que convencer a los jóvenes que quieren ser técnicos automotrices, técnicos en refrigeración, ebanisteros, etcétera de que un título universitario es siempre la mejor inversión de tiempo y dinero, pintándoles un panorama color de rosa para quienes están dispuestos a llevar a cabo tal sacrificio.

Para que el estudio presentado por el IMCO pudiera haber sido tomado como un estudio serio e imparcial sin favorecer los intereses particulares de nadie, habría sido indispensable que el IMCO lo hubiera complementado precisamente con datos como los que presentan otros estudios que evalúan cuantitativamente el desempleo o el sub-empleo de los graduados universitarios en México. En efecto, los profesionistas con títulos universitarios pueden ganar casi el doble de lo que pueda ganar uno que sólo tenga título de preparatoria o bachillerato, pero esto se refiere única y exclusivamente a aquellos profesionistas que han logrado encontrar empleo en su área de especialidad, a aquellos que estuvieron estudiando varios años en la universidad hasta graduar cumpliendo con todos los requisitos oficiales para poder obtener su registro en la Dirección General de Profesiones encontrando trabajo en su profesión. Y en México si algo hay es una enorme cantidad de profesionistas sub-empleados o de plano desempleados que están trabajando como choferes de taxi o vendedores callejeros de joyas de fantasía. A estos no los tomó en cuenta el estudio sesgado elaborado por el IMCO.

Otro factor que no toman en cuenta los estudios ordenados y realizados por organismos que representan a los intereses de la iniciativa privada es que las percepciones económicas en mucho dependen del que un profesionista termine siendo un empleado trabajando para otros (por ejemplo, un administrador de empresa o un ingeniero metalúrgico), o un profesionista independiente trabajando por cuenta propia (por ejemplo, un medico). El profesionista que trabaja por cuenta propia tiene el privilegio de explorar sus propias posibilidades y fijar sus propios límites, y con ello las percepciones económicas a las que puede aspirar, mientras que los que están supeditados a otros dentro de una empresa u organización no pueden aspirar a más de lo que la empresa u organización pueda ofrecerles. En la Ciudad de México, son abundantes las ofertas de empleo que aparecen en los periódicos solicitando profesionistas con estudios de maestría e inclusive doctorado, dominio de varios idiomas, experiencia professional previa, etcetera, pero que en la lista de requisitos incluyen uno muy importante que muchos profesionistas no pueden cumplir: NO SER MAYOR DE 35 AÑOS. Este requisitO es un virtual rechazo encausado encontra de todos aquellos profesionistas mayores de 35 años a quienes se les considera ya muy “viejos” como para que puedan ser productivos. Considerando que para los requisitos que se piden en estos anuncios de ofertas de empleo, y para los estudios que se requieren desde la primaria hasta la professional representando una erogaciación de 18 años de vida dedicada al puro estudio, con una graduación anticipada a los 22 o 23 años de edad, el requisito de una edad no mayor de 35 años para poder ser considerado aspirante a tales ofertas de empleo significa que la enorme inversion de tiempo y dinero al estar asistiendo por tanto tiempo a la escuela solo tuvo una vida útil de ¡12 años! Se gradúa a los 22 o 23 años, y a los 35 años ya no se puede aspirar a un cambio de empleo o inclusive a un empleo en el ramo profesional.

¿Quién en su sano juicio quiere quemar 18 años de su vida, sobre todo siendo tales años precisamente los años de su juventud que no regresarán jamás, para solo poder aspirar a un empleo o cambiar de empleo en un lapso útil de 12 años después de haber recibido su título professional? Al menos un plomero o un herrero o un electricista que trabajen en su oficio por cuenta propia pueden darse el gusto de jubilarse a la edad que quieran, y si quieren seguir trabajando hasta los 50 o hasta los 60 o inclusive hasta los 70 años de edad pueden darse el lujo de hacerlo siempre y cuando sean buenos en su oficio (y en México nadie que requiera los servicios de un buen herrero o de un buen electricista le andará preguntando jamás al técnico por su edad ni le estará pidiendo certificados acreditados de estudios, y menos a un técnico al que le sobra trabajo por ser bueno en su oficio).

Algo que no se menciona en los estudios que en representación de las grandes empresas promueven la graduación universitaria es que emprender una carrera universitaria puede representar una pérdida por partida doble porque el tiempo que se invierte en lograr un título universitario es tiempo que se podría haber estado utilizando para estar ganando dinero practicando algún oficio lucrativo como el de electricista, técnico en transmisiones automáticas, teneduría de libros, la lista es larga. En esos cinco o seis largos años dedicados a la escuela univeristaria ese dinero es un dinero que se deja de ganar, es una pérdida económica que incluso se puede cuantificar, y el único consuelo posible es que tras la graduación universitaria habrá alguna especie de premio que compensará los sacrificios, las privaciones (el tiempo que no se pudo disfrutar por haberlo dedicado al estudio de materias pesadas), y las pérdidas económicas (el dinero que se dejó de ganar). Y si al final de la jornada no hay tal premio y se termina conduciendo un taxi en la Ciudad de México o vendiendo joyería de fantasía de casa en casa, eso es algo como para darse de topes contra la pared.

Otro mito ampliamente popularizado es que, después de haberse obtenido un título universitario, si se continúa el proceso acumulando títulos de postgrado con Maestrías y Doctorados las oportunidades de empleo aumentarán aún más mejorando con ello las expectativas de percepciones económicas. Ello tal vez pueda ser cierto en algunos casos aislados para personas que trabajen en algunas dependencias gubernamentales. Pero la experiencia real de muchos otros es que cuando se presentan a pedir empleo para cierta posición dentro de una empresa privada (por ejemplo, analista financiero), le dirán: “su curriculum vitae es verdaderamente impresionante, en verdad que usted tiene muchos estudios, lo felicitamos, pero no lo podemos contratar para el puesto que estamos ofreciendo porque usted está SOBRECALIFICADO para la posición, no necesitamos de alguien con tantos conocimientos para esta posición”. ¿Y de qué sirve entonces tener tantos y tantos estudios si, al estar SOBRECALIFICADO, las puertas estarán cerradas a cualquier esperanza de empleo? Y en México al menos, el estar sobrecalificado y el estar desempleado son cosas que van de la mano, es una verdadera tragedia. Desdichadamente, el estómago no vive de felicitaciones y el hambre no se calma con elogios recibidos por las altas calificaciones obtenidas en algún post-Doctorado.

Tristemente, en México (y en muchos otros países), es práctica usual que muchos padres quieren forzar de varias maneras (algunas de ellas directas, otras de ellas no tan directas pero sí ingeniosas y hasta irónicamente crueles como estar hablando y estar alabando los logros académicos de los hijos de otros familiares, amigos y conocidos) para que sus hijos estudien una carrera universitaria y obtengan un título professional que les permita jactarse a los padres diciendo: “mi hijo es todo un profesionista, ¿cómo la ves?”, sin mostrar la menor consideración o respeto hacia la verdadera vocación o los intereses personales de su hijo. Es así como muchos paterfamilias (no todos, afortunadamente, hay excepciones) aborrecen la posibilidad de que su hijo pueda aspirar a formar una banda de rock en vez de continuar con sus estudios de preparatoria, creyendo que si permiten tal cosa ello sería el equivalente de una gran tragedia familiar de proporciones incalculables, sin ponerse a pensar que hay una buena cantidad de músicos no solo del género de rock sino del género de las bandas gruperas y otros géneros musicales que sin tener estudios profesionales ganan mucho más de lo que ganan profesionistas de su misma edad que encuentran las puertas cerradas porque no tienen la experiencia que exigen las empresas que ofertan empleos o bien porque ya son “viejos e inútiles” al tener más de 35 años de edad. En tales cosas no piensan muchos padres de familia cuya obsesión es tener un hjijo al que puedan estarlo presumiendo ante sus amistades como si fuese un trofeo, “porque mi hijo es todo un profesionista”. En realidad este tipo de actitudes en paterfamilias puede revelar un enorme complejo de superioridad con la actitud de que “mis hijos son mejores que los hijos de todos los demás porque sus genes que son los míos son superiores a los de los demás”. También puede revelar un enorme complejo de inferioridad que tratan de superarlo obligando al hijo o a los hijos a que destaquen como ellos no pudieron hacerlo en vida.

Si a un individuo le gusta el comercio porque le gusta el contacto con la gente y el estar efectuando transacciones comerciales, entonces aún sin tener muchos estudios tal vez pueda lograr más por sí mismo y por la sociedad que como un arquitecto frustrado que solo se haya dedicado a dicha carrera para complacer a su padre porque su padre siempre quiso ser arquitecto y nunca pudo serlo. Y si a un individuo le apasiona la entomología y es lo que quiere estudiar sin detenerse, entonces se puede suponer que será mucho más feliz estudiando entomología aunque no le produzca muchos dividendos en su bolsillo que dedicado a las finanzas en donde aunque haga mucho dinero quizá no encontrará satisfacción alguna como ha sucedido con otros (se dieron algunos ejemplos de esto en la entrada publicada aquí el 19 de enero de 2014 bajo el título “El dinero y la felicidad”). Cualquiera puede sentirse mucho más realizado dedicándose a aquello que le apasiona o para lo cual tiene aptitudes que negando lo que es y tomando otro derrotero para el cual no estaba predestinado. Y en las vocaciones equivocadas como ocurre en los estudios emprendidos teniendo como meta únicamente la posición social o las expectativas económicas de altos ingresos o el deseo de ser importante o la necesidad de complacer los deseos de un progenitor acomplejado posiblemente no solo la persona salga perdiendo sino también el mismo género humano. Un ejemplo (entre muchísimos que se podrían citar) es el del extraordinario compositor ruso Tschaikovsky. Desde pequeño demostró aptitudes y talento para la música, pero eso no era lo que querían para él en su casa. Fue obligado a estudiar la carrera de Derecho, algo que no le gustaba y que no quería, pero lo hizo única y exclusivamente porque eso era lo que quería su padre, y el deseo fue cumplido. Al final de cuentas, jamás usó absolutamente nada de lo que había estudiado para forjarse una carrera en materia de Derecho, esos fueron años desperdiciados de su vida de una manera lastimosa, y debemos preguntarnos: ¿perdió la humanidad algunas composiciones musicales valiosas que Tschaikovsky pudo haberle dado al mundo en ese tiempo si sus inclinaciones naturales hubieran sido respetadas? Tal vez nunca lo sabremos, pero lo que sí es un hecho es que además de lo que nos dejó pudo haber dejado aún más si hubiera tenido esos años extra como delantera.

Cabe meditar también que para ciertas cosas ni siquiera tiene caso de ir a la escuela porque se requiere de talentos naturales que no pueden ser suplidos por ningún grado académico, y se pueden citar millones de ejemplos, la historia del hombre está lleno de ellos. Tómese el caso del pintor y escultor Miguel Ángel. Desde chico él quería ser artista, pero su padre se oponía a ello al considerar que aquél oficio no era digno del prestigio de su linaje. Sin embargo, la tenacidad de Miguel Ángel por seguir sus inclinaciones naturales fue más grande que los deseos de su padre, y al final se impuso y se dedicó al oficio que le apasionaba. De acuerdo a nuestras convenciones educativas actuales, Miguel Ángel no llegó a la universidad, es más, ni siquiera concluyó lo que hoy vendrían siendo estudios de bachillerato y tampoco concluyó una educación que hoy sería el equivalente (en materias escolares y conocimientos) a la escuela secundaria. Pero no necesitó de tales estudios porque para ser un buen escultor o pintor no se requieren estudios, se requieren habilidades que no se aprenden en ninguna universidad por buena que sea, y gracias que prevaleció sobre las intenciones de su padre el mundo obtuvo uno de los más grandes artistas que haya conocido la humanidad, podemos admirar sus obras hoy en día en el Vaticano.

Antes de emprender ciertos estudios o cierta carrera profesional teniendo como meta exclusiva las ganancias económicas que se puedan redituar de una enorme inversión de tiempo y dinero, cabe tener presentes las siguientes palabras del filósofo chino Confucio:

“Elige un trabajo que te guste, y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”

Esto significa que aquél que elija un trabajo que le guste trabajará con tal gusto y empeño en ello que lo que haga no será un trabajo sino un placer, dándole un sesgo de felicidad a su propia vida.

Lo mejor que puede hacer cualquier padre de familia, en vez de tratar de presionar a su hijo para que continúe adelante con estudios que no quiere continuar, es apoyarlo en lo que sea su verdadera vocación, porque si un joven sigue adelante con su verdadera vocación apoyado por su familia es posible que pueda ser mucho más feliz de lo que sería en caso de haber sido obligado a tomar otro camino que no quería tomar. Con todo y que la preparatoria en México ya sea obligatoria, un escultor o un pintor que ni siquiera terminó su escolaridad secundaria puede ser mucho más feliz y mucho más productivo haciendo lo que le gusta que terminando como un ingeniero en aeronática desempleado conduciendo un taxi en la Ciudad de México. Naturalmente, si quiere estudiar Medicina, si es lo que le gusta y nadie lo está presionando para ello, igualmente se le debe de apoyar, porque si es lo que verdaderamente le gusta y le apasiona es muy probable que terminará siendo un muy buen médico, y esos nunca sobran. Y si en vez de estudiar una licenciatura quiere dedicarse a la composición musical, igualmente se le debe apoyar, porque es mil veces preferible tener un cantautor como Juan Gabriel o un intérprete folclórico como Vicente Fernández dándoles gratos e inolvidables momentos de felicidad a sus miles de fans (haciéndose de paso multimillonarios en el camino) que un pobre amargado que terminará rumiando hasta el final de su existencia sobre lo que pudo haber sido y no fué.




Queda un cabo suelto por atar.

Al principio de esta entrada se indicó que la organización Mexicana de Becas promociona el ahorro desde temprana edad con miras a poder solventar los gastos involucrados en obtener una educación universitaria, y hasta podemos encontrar alcancías de “cochinito” transparentes que promocionan a esta organización:





Pero, ¿qué es precisamente Mexicana de Becas? ¿Es una organización gubernamental creada para apoyar la educación de los jóvenes? No. Es una organización privada. De hecho, es un grupo operado a través del Fideicomiso 292 de Inversión Abierto de Grupo Financiero Actinver. ¿Se trata entonces de una organización altruista al estilo de las Hermanas de la Caridad ansiosa por ayudar a los jóvenes sin obtener nada a cambio? Tampoco. Es una empresa privada. ¿Y qué tiene que ganar una empresa dedicada a una actividad como ésta? No se requiere de mucha imaginación para saberlo. En una entrada anterior publicada aquí el 20 de marzo de 2014 bajo el título “Cero intereses” (la cual por cierto parece que ha dado mucho de que hablar, a juzgar por los correos recibidos), se ha resaltado el hecho de que al no estar ahorrando mucha gente como en otros tiempos porque meter dinero al banco en cuentas de ahorro es tirar el dinero al cesto de la basura al ir perdiendo el dinero su poder adquisitivo ante los avances de la inflación, los bancos se han estado descapitalizando, y puesto que los bancos hacen su dinero prestando dinero ajeno, al descapitalizarse sus ganancias y sus expectativas de crecimiento disminuyen. Es obvio entonces que van a buscar otras maneras para tratar de convencer a la gente para que deposite su dinero en cuentas bancarias pese a que tales depósitos a largo plazo han representado pérdidas considerables para muchos mexicanos. Solo que ahora no las llaman simplemente cuentas de ahorro. Las llaman “fondos de ahorro educativo”. Que para fin de cuentas, viene siendo lo mismo. Ahora bien, si hay ya varios miles de paterfamilias mexicanos que han mordido el anzuelo y que han estado depositando mensualmente cierta cantidad de su dinero en cuentas abiertas en Mexicana de Becas, la lpregunta lógica es: ¿qué hace Mexicana de Becas con todo el dinero que tiene ya en su haber? Pues, los negocios son negocios, y Mexicana de Becas, al igual que otras organizaciones de este tipo, no son organizaciones sin fines de lucro. Se trata de organizaciones de lucro, mucho lucro. Obviamente, Mexicana de Becas debe de estar sumamente complacida con Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) por sus estudios sesgados citados arriba promocionando la educación universitaria desde un punto de vista mercantilista como una buena inversión (hasta es posible que ambas organizaciones privadas estén de acuerdo en apoyarse mutuamente para este tipo de cosas).

Lo que sucede en México cuando una inversión cuantiosa en una educación universitaria no da los frutos económicos esperados sucede también fuera de México, y solo tenemos que voltear los ojos hacia arriba para ver lo que está sucediendo en los Estados Unidos.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Ningún país puede darse el lujo de ser un país de analfabetas, la educación es una necesidad como comer o vestir. Pero también es cierto que es igualmente malo que se pretenda convertir a todos en algo así como doctores en leyes, porque aunque se pudiera hacer tal cosa, ¿quién va a construír las casas en donde vamos a vivir?, ¿quién va a dedicarse al cultivo y la recolecta de nuestros alimentos?, ¿de dónde vamos a sacar los operadores que manejen las excavadoras, las aplanadoras y las trascabadoras para tender las carpetas asfálticas de nuestras calles y nuestras carreteras?, ¿quién va a volar los aviones y manejar los autobuses en que viajamos?, ¿quién va a extraer los minerales del subsuelo?, ¿quienes van a salir al mar para poner pescados y mariscos en nuestras mesas?, ¿quiénes van a recoger y disponer de la basura que se genera diariamente?, ¿quién va a reparar nuestros carros cuando se descomponen? Todas las ocupaciones son igualmente importantes, y nadie es menos que los demás.