jueves, 5 de noviembre de 2015

No existe Jehová

Antes de que alguien me mande muy iracundo un correo electrónico acusándome de blasfemia y sacrilegio, o que pidan quemarme en leña verde acusándome de ser practicante de la herejía de ateísmo, desde este preciso momento y para que quede perfectamente claro, la aserción “No existe Jehová” no tiene ninguna intención ni siquiera remota de afirmar que no existe un Ser Supremo creador del Universo en el que vivimos y creador de toda forma de vida y de todo lo visible y lo invisible. Al decir “No existe Jehová” me estoy refiriendo a la palabra Jehová.

Esta entrada viene a colación por un encuentro reciente que tuve en la calle con unos representantes de la denominación religiosa conocida como Los Testigos de Jehová, la cual fue fundada en 1881 por un pastor norteamericano de nombre Charles Taze Russell, de forma tal que la secta es relativamente nueva hablando en términos históricos.

No hablaré sobre las fallidas profecías cronológicas acerca del regreso de Cristo Jesús al mundo con las cuales el pastor Taze Russell logró atraer legiones enteras de seguidores, ni sobre los escándalos sobre su conducta inmoral, ni sobre sus creencias en las virtudes proféticas de la Pirámide de Guiza (la cual ni siquiera aparece mencionada en la Biblia ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo Testamento), ni sobre ciertas peculiaridades de la secta como el prohibir las transfusiones de sangre aunque tal prohibición le pueda costar (y de hecho le ha costado ya) las vidas a varios de sus seguidores (este es un asunto que no les gusta tocar ni mencionar cuando están tratando de reclutar nuevos seguidores a la secta). De lo que hablaré en esta entrada es algo que va directamente hacia el mismo corazón de la secta, la palabra Jehová.

La palabra Jehová, como tal, no aparece mencionada en la Biblia original, la Biblia auténtica, el Antiguo Testamento usado por los judíos desde tiempos ancestrales conocida por ellos como la Torá. Es a esto a lo cual tenemos obligadamente que dirigirnos para aclarar cualquier duda que podamos tener sobre lo que puede ser tomado como auténtico y sobre lo que pueden ser tomadas como adiciones de última hora puestas por gente que quería meterle su propio sabor interpretativo a las Sagradas Escrituras.

De acuerdo a lo que sostienen los Testigos de Jehová, la palabra Jehová es el nombre de Dios. Es una palabra en castellano que cualquiera puede escribir y pronunciar, y por lo tanto Dios tiene un nombre con el cual se le puede llamar o con el cual se puede hacer mención a Él.

Sin embargo, en todo lo que tiene que ver con el Señor y cualquier mención que se haga de Él, en la Biblia original hay un aire de respeto profundo que queda claro en lo que está consignado en el Libro del Éxodo, en donde muy claramente en su encuentro con Dios, cuando Moisés le pregunta ante quién se encuentra, el Señor le responde:

Yo Soy el que Soy

El versículo completo es el siguiente (Éxodo 3:14):
14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.
Obsérvese con mucho detenimiento lo que le dijo Dios a Moisés. No le dijo “Me llamo Miguel”, o “Me llamo Yahveh” o “Me llamo Jehová”. Le dijo del modo más claro posible: “YO SOY EL QUE SOY”. No le proporcionó a Moisés nombre alguno como la palabra Jehová que usan los Testigos. Y es que, al igual que la prohibición estricta que se les diera a los israelitas de no hacerse imagen ni ninguna semejanza de lo que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, la misma prohibición pictórica se aplicaba a lo acústico. Al Señor, en muestra de debido respeto, no se le puede identificar con sonido alguno creado por el hombre.

¿Pero entonces de dónde sacaron los Testigos de Jehová la palabra Jehová? ¿La inventaron por cuenta propia? Sí y no. La palabra Jehová la encontramos, mas no como tal sino como Yahveh, en otros pasajes del Antiguo Testamento de los israelitas. Específicamente, en el Libro del Éxodo leemos (Éxodo 20:1-17):
2: Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
4: No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
Mientras que en el Libro del Deuteronomio leemos (Deuteronomio 5:6-21, obsérvese que aquí hay una repetición de lo anterior que aparece en el Libro del Éxodo):
6: Yo soy Yahvé tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre y te di de comer toda tu vida.
8: No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
Pues sí, aquí aparece mencionado el nombre Yahvé, que castellanizado (latinizado) viene siendo Jehová. ¿Pero se trata de un nombre propio?

En lo que toca a la prohibición de usar imágenes para representar al Creador, obsérvese la prohibición estricta y terminante, con la finalidad de impedir que el pueblo israelita cayese en la idolatría, de tratar de llevar a cabo representación alguna de Dios con imágenes hechas por la mano del hombre. Esto deja pendiente el asunto de la mención de Dios usando para ello un vocablo o bien un sonido en un lenguaje inventado por el hombre.

El problema que tenían los escribas de aquellos tiempos es que, en el Antiguo Testamento, para referirse al Creador de alguna manera en los textos bíblicos, tenían que usar alguna representación simbólica que sin poderse pronunciar se pudiera entender como una referencia al Creador, una especie de nombre pero sin atreverse a nombrarlo. El problema quedó solventado recurriendo a algo que en los textos antiguos se conoce como el tetragramaton, una “palabra” compuesta de cuatro letras del alfabeto hebreo. Tetragramaton significa una palabra de cuatro símbolos y es derivada de las raíces griegas tetra (cuatro) y gramaton (letra del alfabeto). Específicamente, el tetragramaton usado para identificar con un cierto sonido al Señor tenía la intención original de ser algo impronunciable, y esto no por accidente sino en forma completamente deliberada.

Este es el tetragramaton, tal y como se escribe en Hebreo:




En la escritura del hebreo al igual que en las escrituras de los árabes (escrituras propias de los pueblos semitas del Medio Oriente) se acostumbra a escribir no de derecha a izquierda sino de izquierda a derecha (esta es la razón del por qué, en la numeración arábiga propia de los árabes, las cifras crecientes en orden de importancia como decenas, centenas, millares, etcétera, se van agregando de derecha a izquierda en la formación de un número). Si se trata de leer el tetragramaton en su sentido correcto, el paquete de cuatro símbolos se debe leer de derecha a izquierda. Pero al hacer tal cosa, el significado gramatical que va emergiendo con la formación de YHWH (transliteración al Latín del Hebreo original):

YOD   HEH   VAV   HEH

no es el de un nombre propio, sino de un sonido Yahvé cuya intención es dar a entender que es una referencia gramatical a EL QUE ES, o sea tal y como lo dijo el Creador a Moisés. No es un nombre, pues, sino a fin de cuentas se revierte a lo mismo, al Señor no se le debe identificar con un nombre, lo cual vendría siendo una especie de ofensa, es simplemente una forma de referirse al Creador sin llamarlo como a un humano. En este punto es interesante resaltar que los únicos que se identifican como culto religioso dándole al Creador un nombre propio son los Testigos de Jehová, eso no lo hacen ni los mormones ni los adventistas ni los protestantes ni los evangélicos ni nadie más, solo ellos, y tal cosa fue ocurrencia del pastor Charles Taze Russell.

En Castellano, para referirnos al Creador en obras escritas preservando el espíritu original de la intención de que no se debe elaborar una imagen para representarlo pictóricamente ni se debe inventar una palabra para llamarlo con tal palabra, podríamos usar la letra H cuatro veces seguidas formando una “palabra” como la siguiente:

HHHH

En Castellano, esto es completamente impronunciable. No existe manera posible de articular un sonido con la construcción anterior. Sin embargo, si nos ponemos de acuerdo en que tal  “palabra” es una referencia AL QUE ES, podemos entender perfectamente aserciones como las siguientes:
“Las bendiciones de HHHH para con su pueblo fueron numerosas en los tiempos de David y Salomón.”

“HHHH me dá fuerzas para seguir adelante con alegría y esperanza.”
De este modo y usando esta convención, los Testigos de Jehová podrían haberse identificado de un modo más apropiado como “Testigos de HHHH” sin cometer la ofensa de darle un hombre inventado por humanos al Creador.

Afortunadamente, sin necesidad de tener que entrar en tantos detalles gramaticales, Jesús redujo toda la Biblia a solo dos mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios por sobre todas las cosas”, y “Amarás a tu prójimo como a tí mismo”, de lo cual deriva todo lo demás sin tener necesidad de estudiar Hebreo antiguo o de convertirse en un Doctor de la Ley.

Bueno, pero había dejado pendiente mi relato sobre el encuentro que tuve con unos Testigos de Jehová en la calle. Aproveché (aunque sé de sobra que es una pérdida de tiempo, pero en ese momento no tenía gran pendiente de cosas por hacer) para decirles que en vez de tratar de convertir cristianos en cristianos (algo así como los mormones que andan tratando de convertir a los evangélicos en mormones, o los adventistas que andan tratando de convertir a los protestantes en adventistas, o los bautistas que andan tratando de convertir a los católicos en bautistas) en una ciudad cosmopolita como Ciudad Juárez en donde lo más que se arriesga es recibir un insulto del que no quiere ser convertido de una secta a otra, tendría mucho más mérito trasladarse a una región como Pakistán, Irak, Siria o Libia, para convertir musulmanes en cristianos, aprendiendo el idioma de la localidad y haciendo lo mismo que hacen los Testigos de Jehová en Ciudad Juárez (o cualquier otra ciudad de México o de Estados Unidos, para tal efecto). Tratar de hacer algo así en un país musulmán conlleva invariablemente la pena de muerte, y ese tipo de muertes a manos de musulmanes en contra de los “infieles” que traten de convertir a los musulmanes en cristianos suelen ser bastante crueles, razón por la cual no vemos a muchos misioneros de la secta Testigos de Jehová que traten de trasladarse hasta Medio Oriente para cristianizar a los musulmanes, siendo mucho más fácil la labor de tratar de convertir a cristianos de todo tipo en Testigos de Jehová sobre la base de que la mitad del camino a recorrer en el esfuerzo por convertir a los cristianos que aún no son Testigos de Jehová en Testigos de Jehová ya está recorrido (los cristianos ya saben quién es Jesús, ya están enterados de los Diez Mandamientos, ya saben algo acerca de los relatos del Libro del Génesis, etcétera) y no hay que empezar de cero para andarles explicando a los interesados lo que es la Biblia y quién es Jesús, mientras que en el caso de tratar de convetir a un musulmán en Testigo de Jehová es requisito indispensable tener preparado previamente un testamento y dejar instrucciones sobre lo que hará con los restos en caso de que queden algunos restos.

Eventualmente, yo y el Testigo de Jehová que me estaba tratando de reclutar convirtiéndome en otro Testigo de Jehová con la misión de repetir ya como “convertido” la misma receta de indoctrinación sobre otros y así seguir incrementando exponencialmente el número de fieles a la secta, llegamos al punto en el que, para terminar con la conversación, le dije:

-Mira, estoy dispuesto a ir al templo local de los Testigos para continuar con las enseñanzas (el indoctrinamiento), pero con una condición.

De inmediato brincó el misionero Testigo Jehovano entusiasmando creyendo que ya me tenía dentro del redil:

-¿Cuál es esa condición?

-Muéstrame un solo pasaje del Nuevo Testamento, uno solo, de la Biblia que usan ustedes los Testigos de Jehová, en donde Jesús se refiera a su Padre como Jehová, en donde lo llame así con ese nombre y se diriga a él usando específicamente dicha palabra.

Dándose cuenta de hacia dónde iba yo, y viendo que lo estaba empezando a acorralar en un callejón sin salida, de inmediato brincó y respondió tratando de dirigirme hacia otros pasajes bíblicos pero no del Nuevo Testamento sino del Antiguo Testamento, a lo cual le dije:

-No me estás respondiendo a lo que te dije. Por favor, no te me salgas por la tangente. O termina de una vez por todas tu labor de reclutamiento conmigo.

Aferrado, trató de escabullirse sin lograrlo, y terminé diciéndole:

-Mira, tú sabes muy bien, y lo sabes perfectamente o ya deberías saberlo, que Jesús jamás en ninguna parte de los Evangelios, se refirió a su Padre como Jehová, y podemos suponer que hizo esto como muestra de profundo respeto hacia su Padre el Señor. Si el mismo Jesús, que era y es el Hijo de Dios de acuerdo a las doctrinas cristianas, no cometió el atrevimiento de llamar a su Padre con el nombre Jehová, ¿con qué autoridad habré de hacer yo tal cosa, con qué atrevimiento, con qué desfachatez?

Se quedó mudo, sin saber que responder. Cosa que aproveché para despedirme mientras el Testigo se tallaba los ojos. No traté de sugerirle que sería mucho más meritorio en su caso trasladarse hasta el Medio Oriente para tratar de convertir a musulmanos en Testigos de Jehová, lo cual es misión imposible dados los niveles de fanatismo a los que llegan algunos de los seguidores de Mahoma que parecen tener la cabeza más dura que un coco. Ultimadamente, si desde la misma jefatura de la Watch Tower Bible and Tract Society trataran de enviar a cualquiera de los miembros seguidores de la secta al Medio Oriente con la encomienda de convertir a musulmanes en Testigos de Jehová, lo cual sería tal vez la prueba máxima de lealtad a la secta, creo que muy pocos (o quizá nadie) aceptarían tal encomienda, y de inmediato se convertirían en ex Testigos de Jehová. Mejor seguir tratando de convertir cristianos en Testigos de Jehová en las calles cosmopolitas del mundo civilizado no musulmán. Y seguir creyendo que se tiene la posesión de la verdad absoluta.

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