domingo, 25 de octubre de 2015

Ex Primer Ministro inglés que pide perdón

Casi al borde del llanto (y posiblemente con una caja de pañuelos desechables Kleenex en caso de ser necesarios), en un extraordinario acto de contrición reconociendo su parte de la culpa y responsabilidad -en lo que a él le toca- por haber metido al Reino Unido en una guerra catastrófica por la cual el Medio Oriente está hoy totalmente desestabilizado y convertido en una cuna de lobos sanguinarios como el mundo no había visto desde el siglo pasado, un muy compungido y arrepentido ex Primer Ministro británico Tony Blair en una entrevista llevada a cabo por la CNN pidió perdón por haber metido al Reino Unido en la guerra de Irak basado en lo que terminó siendo a fin de cuentas puras mentiras, la fantasía de que Irak poseía armas de destrucción masiva, admitiendo que a causa de la invasión conjunta de Estados Unidos e Inglaterra a Irak nació la cruel organización terrorista Estado Islámico que hoy representa el mayor peligro que haya habido para el Medio Oriente desde la caída del Imperio Otomano.

Resulta admirable que Tony Blair por fin haya reconocido, aunque de manera tardía –doce años después de derramar sangre inglesa y buena parte del tesoro británico en la invasión de Irak- su culpa por una guerra que no estaba justificada excepto en puras mentiras. Lamentablemente, su arrepentimiento no va a resucitar a los muertos que perdieron la vida por causa suya, ni les va a regresar sus esposos a las viudas ni les va a devolver a los hijos sus padres, en ambos bandos (Inglaterra y Reino Unido).

Lo que resulta casi inconcebible es que Gran Bretaña se haya enfrascado a tal grado en una guerra estúpida partiendo de información “errónea”. ¿Pues que acaso Inglaterra no era el país privilegiado que tiene el honor de contar entre sus agentes secretos a individuos del calibre de James Bond agente 007? Pues no, eso de los agentes secretos super-héroes que nunca le fallan y siempre triunfan sobre los malos es una fantasía digna de historietas cómicas, a la altura de los pretextos que fueron inventados para justificar la guerra a Irak.

Sin embargo, el principal culpable no fue Tony Blair, sino el que le “lavó el coco” a manera de diablo tentador convenciéndolo de inmiscuír a Inglaterra en una guerra que le era ajena. Y el principal culpable aún no ha presentado ninguna disculpa ni ha mostrado arrepentimiento alguno, todo lo contrario, se anda paseando por todas partes muy orondo como si nada malo hubiera sucedido. Estamos hablando del entonces presidente George Bush. Si bien el presidente Bush estaba plenamente justificado de enviar a las tropas norteamericanas a Afganistán para capturar al principal culpable de los ataques terroristas a las torres gemelas de Nueva York así como atacar al régimen talibán que se negaba entregar a los Estados Unidos a Osama bin Laden, carecía por completo de argumentos y justificación alguna para ordenar también la invasión a Irak que se llevó a cabo en 2003. El descalabro resultante en Irak y la exposición del argumento usado para justificar la guerra –la supuesta posesión de armas de destrucción masiva en manos del dictador de Irak- como una burda mentira, le costaron al General Colin Powell lo que muy seguramente habría sido su virtual nominación a la presidencia de la república y eventual triunfo en las urnas. Hoy ese hombre es un cadáver político sin ninguna aspiración y sin ninguna pretensión a cargo alguno de responsabilidad, no después de haberle fallado junto con George Bush de la manera en la que ambos le fallaron al país en las más importantes decisiones.

Hoy, los norteamericanos ya le están presentando la factura a la familia Bush no solo por el descalabro que resultó ser la guerra de Irak sino por el hecho de que la justificación de dicha guerra fue, de principio a fin, una mentira, una fantasía prefabricada al gusto de los deseos guerreros del presidente. En los sondeos preliminares de los precandidatos del Partido Republicano a la presidencia de los Estados Unidos, el hermano del ex presidente George W. Bush (el ex presidente maldito que a su vez representa al establishment industrial y militar y que metió hasta al fango a sus soldados en la guerra contra Irak) se encuentra a una posición muy distante de los principales contendientes, el payaso Donald Trump y el neurocirujano retirado Ben Carson, a grado tal que ha tenido que recortar gastos de campaña. Él ya sabía de antemano que el apellido Bush, pese a la actuación brillante del padre de ambos hermanos Bush, por culpa de su hermano y la guerra de Irak era más un pasivo que un activo, a grado tal que cuando lanzó su candidatura para la nominación presidencial por parte del Partido Republicano omitió deliberadamente en sus posters de pre-campaña la palabra “Bush” y ha usado únicamente su nombre de pila “Jeb”, como si la palabra Bush fuera anatema. De cualquier modo, no le sirvió de nada, y muchos norteamericanos no quieren saber nada que tenga que ver con la familia Bush.

¿Pedirá perdón algún día George Bush al pueblo norteamericano por haber metido al país en una guerra que tiene ya un costo acumulado superior a los dos trillones de dólares y que ha causado más muertos que los civiles que murieron con los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, pese a que el entonces presidente Bush fue claramente advertido en una carta por el Papa Juan Pablo II (hoy elevado a la categoría de Santo de la Iglesia Católica) de no llevar a cabo esa guerra con unas observaciones del entonces Papa que resultaron proféticas? No se antoja probable, ya que el muy cínico se sigue paseando por todos lados muy conchudo como si nada, atendiendo las fiestas de la alta sociedad a las que todavía es invitado (ya no lo invitan tanto como antes en vista de su pérdida de popularidad). Posiblemente George Bush pedirá perdón cuando le toque su turno de ir a rendirle cuentas al Diablo. Y ese día muy seguramente le llegará, tarde o temprano, pero le llegará. Se trata de cuentas pendientes que tienen que ser pagadas. El ex Presidente Bush tendrá mucho tiempo de sobra para estar pidiendo perdón y estarse arrepintiendo, más del que él mismo se pueda imaginar.

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