miércoles, 4 de diciembre de 2019

El complicado arte de buscar pareja



En México, fue Mauricio Garcés el que popularizó la leyenda urbana del solterón empedernido, ese tipo reacio a casarse que aparentemente no manifiesta interés alguno en cualquier cosa que tenga que ver con el matrimonio. Falsamente, una creencia común fue suponer que la razón por la que hay unos que se mantienen célibes es porque son homosexuales y la sola idea de vivir y compartir intimidad el resto de sus vidas con una mujer les causa repugnancia. Sin embargo, esto es falso. En la Iglesia Católica a la totalidad de sus sacerdotes, obispos, arzobispos, cardenales y Papas les está terminantemente prohibido hacer vida conyugal o tener pareja con alguien del sexo opuesto, y ello no implica que todos sean homosexuales (aunque esta prohibición dificulta enormemente el encontrar hombres con la vocación lo suficientemente fuerte para resignarse a no tener jamás en su vida pareja alguna al aceptar voluntariamente el celibato sacerdotal, pese a que dicho celibato no es un dogma de fé sino un reglamento de la Iglesia.)

Nadie nace casado. Corresponde a cada quien entrar en competencia con otros en la búsqueda de "la persona ideal". Lo cual no es nada fácil para muchos, ya sea por aspecto físico o su condición económica o cualquiera de muchos otros factores como el que se discutirá aquí.

Hay hombres que nunca se casan. Muchos de ellos lo hacen por lo que algunos psicólogos llaman "exceso de precaución", son seres humanos que han visto o han experimentado en carne propia las vivencias y experiencias inclusive traumáticas de otros y que se han hecho la firme promesa de que nunca cometerán el error de casarse. Otros, como los sacerdotes, los obispos, los cardenales y los Papas, se mantienen célibes porque la religión no les permite otra opción. No es inusual escuchar rumores de que alguien que no se casó incurrió en tal decisión porque es homosexual, lo cual no es necesariamente cierto.

Si bien el matrimonio es una institución sumamente demeritada, hecho confirmado por la abundante cantidad de divorcios que terminan disolviendo el vínculo matrimonial "por incompatibilidad de caracteres", la cruda verdad es que la vida parece ponerle obstáculos insalvables a muchos que no permiten que encuentren a nadie con quien formar una sociedad conyugal. Es de hecho un asunto extraordinariamente complejo, que se puede describir con la siguiente cadena de silogismos:

A Carlos le gusta mucho Vicky...
pero a Vicky no le gusta Carlos, a ella le gusta Genaro.

SIN EMBARGO, a Genaro no le gusta Vicky...
a él le gusta Griselda.

PERO... A Griselda no le gusta Genaro,
a ella le gusta Alfonso.

SIN EMBARGO, a Alfonso no le gusta Griselda...
a él le gusta Elizabeth.

PERO... A Elizabeth no le gusta Alfonso,
a ella le gusta Armando.

SIN EMBARGO, a Armando no le gusta Elizabeth...
a él le gusta María del Refugio.

PERO... A María del Refugio no le gusta Armando,
a ella le gusta Manuel.

SIN EMBARGO, a Manuel no le gusta María del Refugio...
a él le gusta Leticia.

PERO... A Leticia no le gusta Manuel,
a ella le gusta José.

SIN EMBARGO, a José no le gusta Leticia...
a él le gusta Verónica.

PERO... A Verónica no le gusta José,
a ella le gusta Agustín.

SIN EMBARGO, a Agustín no le gusta Veronica...
a él le gusta Patricia.

PERO... A Patricia no le gusta Agustín,
a ella le gusta Daniel.

SIN EMBARGO, a Daniel no le gusta Patricia...
a él le gusta Beatriz.

PERO... A Beatriz no le gusta Daniel,
a ella le gusta Abraham.

SIN EMBARGO, a Abraham no le gusta Beatriz...
a él le gusta Ana Cristina.

PERO... A Ana Cristina no le gusta Abraham,
a ella le gusta Arturo.

SIN EMBARGO, a Arturo no le gusta Angie...
a él le gusta Lucy.

PERO... A Lucy no le gusta Arturo
a ella le gusta Alejandro.

SIN EMBARGO, a Alejandro no le gusta Lucy...
a él le gusta Laura.

PERO... A Laura no le gusta Alejandro
a ella le gusta Octavio.

Y ASI VA LA COSA... HASTA EL INFINITO???

Pero puede ocurrir una cosa que aparentemente podría romper el ciclo casi eterno, y esto es que a alguna mujer en la larga cadena le guste Carlos (en la lista dada arriba, no hay una mujer a la que le guste Carlos.) Si a Carlos no le gusta esa mujer a la que tanto le gusta a ella, obviamente el ciclo continuará indefinidamente, cerrándose sobre sí mismo como ocurre con la enigmática cinta de Moebius en donde sin importar en donde se empiece un recorrido por la cinta eventualmente se termina en el mismo lugar en donde se comenzó pero sin terminar la jornada, unicamente iniciando un nuevo ciclo. Pero aún si Carlos se encuentra con la única mujer en el Universo (la llamaremos X) a la que él le gusta y ella lo acepta tal como es, lo único que resultará de ello es que ambos pero solo ellos dos saldrán del ciclo infinito mientras que todos los demás que se quedan seguirán allí condenados a repetir la cadena una y otra vez HASTA EL INFINITO (o mejor dicho, hasta ir muriendo, habido el hecho de que ningún humano dispone de una vida infinitamente larga para perderla buscando a la mujer ideal, o al hombre ideal en el caso de las mujeres.) Es como un juego de los casinos de azar en donde antes de entrar al juego se tienen todas las barajas en contra y solo muy pocos logran ganarle al casino.

Nosotros no nos damos por voluntad propia nuestros gustos, es algo con lo que ya nacemos. En otros tiempos yéndonos a la prehistoria, el asunto se resolvía de la manera más fácil con el cavernícola Carlos sacando el garrote y llevándose arrastrando de los cabellos a su cueva a Vicky en contra de su voluntad. Pero los tiempos actuales no se prestan para eso, ya que el cavernícola Carlos sería acusado de acoso sexual, y cambiado de residencia de su cueva en una montaña a una celda con barrotes. Así que al cavernícola Carlos en los tiempos modernos no le queda de otra más que tener que aguantarse aprendiendo a vivir solo sin compañera a su lado. Además, y yéndonos a los tiempos más modernos, ¿a quién le gusta tener a su lado a una mujer (o un hombre en el caso de las mujeres) EN CONTRA DE SU VOLUNTAD?

La cuestión del gusto por alguien es algo que ya traemos "construido" dentro de nuestro cerebro en una percepción subjetiva que adjudica un valor estético a algo que llamamos belleza, esto no lo podemos cambiar a voluntad. Si al cavernícola Carlos todas las mujeres le parecieran igualmente hermosas, a Carlos no le importaría ser despreciado por Vicky, procuraría entonces a Griselda, y después a Elizabeth, y así sucesivamente, hasta encontrar a una que le hiciera caso; y se puede suponer que eventualmente encontraría una entre las miles de candidatas posibles (no necesariamente hasta agotar la lista). El mismo razonamiento se puede aplicar en el caso de las mujeres. Pero aún así, si el cavernícola Carlos está tan espantosamente feo que ninguna mujer le hará caso (en el supuesto de que haya otros cavernícolas más "guapos" que Carlos), entonces aunque la lista sea infinita nunca la terminará de agotar porque siempre será rechazado por todas aunque viva cientos de años en una búsqueda que será inútil. Y a muchos hombres en la actualidad de tener que estar en la dificilísima posición de tener que ser casi unos expertos en psicología para tratar de adivinar qué es lo que la mujer que desea "conquistar" desea que le diga (la sola palabra "conquista" usada desde tiempos inmemoriales denota la a veces increíble dificultad de tener que convencer a alguien de lo que tal vez ni siquiera quiera ser convencida.)

Como lo dije, se trata de un asunto mucho muy complicado. Por eso en las generaciones de antes se referían a la pareja de alguien como su "peor es nada". Y si tan bajo llega el asunto, un matrimonio así no puede durar. Y de hecho, muchos matrimonios no duran. De acuerdo a las estadísticas norteamericanas, la mitad de los matrimonios termina en un explosivo divorcio en un proceso legal en el cual se dan con todo, mientras que la otra mitad no ha tronado por cuestiones que nada tienen que ver con la relación de pareja (el temor al "qué dirán mis amigos y familiares", la cuestión económica, la condición del país, etc.)

SIN EMBARGO... en algunos (o mejor dicho, en muchos) casos en donde parece que no va a suceder absolutamente nada ni se formará ninguna pareja en tal o cual sociedad, entra en acción un principio mucho más potente que es el instinto de supervivencia, en este caso LA PRESERVACION DE LA ESPECIE. Pese a ser un asunto mucho muy complicado el procurar pareja y gastar mucho tiempo buscando a alguien que lo acepte a uno(a) tal cual es con todo y sus virtudes y sus defectos, esta dificultad aparentemente insalvable no puede ocurrir al cien por ciento en todos los casos y posibilidades, porque si fuera así la humanidad se habría extinguido al cabo de tan solo una generación, porque aquellas especies que no se pueden reproducir por lo menos a la misma velocidad a la cual mueren terminan extintas. Ya hay muchas especies de la Naturaleza que hoy solo son recuerdos arqueológicos en un museo (aunque no porque se pusieran tantos "moños" a la hora de buscar o aceptar ser pareja de alguien del sexo opuesto.) El hombre todavía no cae en ese extremo, y la inflación poblacional que padece el planeta es una confirmación de que, pese a todo, las parejas se siguen formando, tal vez distantes del modelo ideal al que se aspira, pero parejas al fin y al cabo.

Pero de cualquier modo, todo este asunto sigue siendo una cosa mucho muy complicada. Hasta Einstein terminó "tronando" con su primera esposa porque no la pudo entender (tal vez al principio sí la entendía o creía que la entendería y por eso se casó con ella, pero después era más lo que no le entendía que lo que le entendía, formalizado con un traumatizante divorcio.) ¿Acaso creemos que somos mejores que Einstein en ese aspecto?

Lo anterior lo elaboré después de la boda de un amigo que al entrar al templo religioso estaba sudando del nerviosismo, con una mirada de desolación como si le estuviera vendiendo el alma al mismo Diablo, y cuando salió ya casado del templo tenía la frente perlada de sudor, como si hubiera asistido a su propio funeral, con la cara de un condenado. Como si hubiera tomado consciencia de haber incurrido en la peor decisión de toda su vida.

Sobre el muerto, las coronas.


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