jueves, 20 de septiembre de 2007

Las riquezas de un zapatero pobre

Muchas veces, en nuestro afán por la posesión de bienes materiales, nos es fácil olvidarnos de otras enormes e incalculables riquezas que ya teníamos a nuestro alcance y que estábamos disfrutando sin meditar en el valor de las mismas.

A continuación voy a reproducir una historia interesante que leí en un poster puesto en el escaparate de una de las tiendas de artículos para novias y quinceañeras situada en la avenida Lerdo en la ciudad en donde vivo. El autor de dicho relato es alguien cuyo nombre es Gabriel Ayala, a quien doy crédito aquí por esta historia.

Un día Dios bajó a la Tierra para visitar a sus hijos.

Llegó a la morada de un zapatero, una vivienda modesta y ordenada.

Dios:

-He caminado mucho y mis zapatos están rotos y mis pies maltrechos, ¿podrías hacerme unos zapatos? Pero no tengo con qué pagarte.

Zapatero:

-Ya estoy cansado de que la gente me pida cosas y no dé nada a cambio. Tengo muchos sueños y no he podido realizarlos porque no tengo dinero.

-¿Qué es lo que necesitas?- preguntó Dios.

El zapatero, sonriendo, contestó:

-Quiero muchos, pero muchos pesos.

-Yo puedo dártelos, pero a cambio de que me des tus piernas- respondió Dios.

-¿Mis piernas? ¿Cómo podré caminar por el bosque? ¿Cómo podré correr hacia mis hijos? No, no te puedo dar mis piernas.

Dios le dice:

-Entonces tus brazos.

-¿Cómo podré entonces alimentarme? ¿Cómo podré abrazar a mi mujer? ¿Cómo podré acariciar a mis nietos? No puedo darte mis brazos.

Dios insiste:

-¿Qué te parece si te doy muchos millones por tus ojos?

-Pero así jamás podré ver un amanecer, no podré ver los ojos de mi amada, disfrutar de la puesta del sol. ¡No, no puedo darte mis ojos!

-¡Ah!- dijo Dios, ¡mira nada más cuántas riquezas posees, y no te habías dado cuenta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es precioso