domingo, 10 de agosto de 2008

Desperdicio educativo

El día de hoy (domingo 10 de agosto, 2008) apareció un reportaje interesante en la primera plana del periódico El Diario que tiene que ver en parte con el valor actual verdadero que pueden tener los estudios universitarios en el mercado laboral, sobre todo los estudios académicos de grado avanzado (maestría, doctorado, post-doctorado). Los párrafos más importantes de la nota cuyo título es "Una proeza, conseguir empleo aquí después de los 40 años" son los siguientes:

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Conseguir trabajo después de los 40 años de edad no es cosa fácil, afirma María Trujillo, una profesionista que está desempleada, pero que está “en busca de uno”. Además, el hecho de que estén preparados académicamente con maestrías, doctorados o cursos de especialización funciona en su contra, ya que son considerados como sobrecalificados, lo que dificulta aún más la obtención de un contrato aunque sea de menor jerarquía que el que tuvieron antes.

Con espacios casi inexistentes para reacomodarse bajo las mismas condiciones de su anterior trabajo, los empleados de más de 40 años se enfrentan a una difícil situación. “Estoy esperando a que ‘caiga’ algo, la verdad estoy desesperado porque ya tengo mucho esperando y nada”, indica Mauricio Acevedo, un desempleado de 52 años que llena formularios en las oficinas del SNE. Indica que desde hace ocho años ha tenido que realizar un sinnúmero de trabajos que algunas veces tienen que ver con su profesión de contador, pero otras no requiere para nada de su preparación académica. “He hecho de todo, vendedor de puerta en puerta, de tacos, una vez hasta le cuidé los niños a mis hermanos, pero no he conseguido otro trabajo que tenga que ver con mi carrera”, dice.

Para los empleos en los que se requiere de preparatoria, secundaria o primaria hay más lugares para personas que están arriba de los 40, pero por lo general son posiciones de afanadores, auxiliares, choferes, cobradores, cocineros, panaderos, pulidores y otros. Esta situación exaspera a los desempleados, sobre todo si son profesionistas, los que a veces hasta atacan verbalmente a quien busca ayudarlos.

Acerca de la calidad laboral de los desempleados, la coordinadora regional del Servicio Nacional de Empleo (SNE) Susana Hermosillo Flores dice que muchos tienen niveles de excelencia, pero eso obra en su contra algunas veces. “Muchos traen curriculums excelentes, gente que ha trabajado en la maquiladora por 20 años, pero los tuvieron que liquidar, y ahorita es imposible conseguirle algo, es difícil canalizarlo a un trabajo como el que tenía”, señala. Los profesionistas tienen cursos y están muy preparados, pero se ven obligados a aceptar empleos donde les ofrecen menos, mientras que en otras empresas no los quieren porque están sobrecalificados. “Tiene que truquear su cirruculum vitae, quitarse estudios y meterse a algo menor, demeritan sus conocimientos para poder sostenerse, es muy triste”, opina. Informa que muchas personas con nivel de licenciatura o maestría realizan labores como choferes u obtienen contratos donde el requisito es apenas la preparatoria, otros se van a vender cualquier artículo, desde alimentos hasta casas.

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Cuando yo estaba más joven y cursaba mis estudios en la Secundaria Federal Número Uno (conocida como la "secundaria del parque" por estar situada a un lado del Parque Borunda), la noción que se nos martillaba día tras día a mí y a mis compañeros escolares era que para poder "triunfar en la vida" era absolutamente necesario, indispensable por así decirlo, continuar estudiando después de la secundaria hasta obtener un título profesional, y aquél que no lograba obtener un título profesional por la razón que fuese pasaba a formar parte de "los que se quedaron en el camino", los fracasados, los que no pudieron, casi como un estigma y un motivo de vergüenza, colocados en la picota del deshonor. Este mensaje era reforzado por las telenovelas "churros" del canal de televisión 2 (Televisa, el único canal de cobertura nacional que llegaba hasta Ciudad Juárez en ese entonces) en las que tras muchos sacrificios al héroe o a la heroína de la novela tras terminar su carrera profesional se le abrían como por arte de magia las puertas del éxito, de la prosperidad y la felicidad, culminando con la boda de aquél o aquella cuyos padres lo habían despreciado en el pasado por pertenecer a una clase social "inferior" careciendo de un título profesional (una de esas novelas churros fue "El Derecho de Nacer", en donde el héroe de la novela es el niño que con los muchos sacrificios de su madre adoptiva negra se convierte en el exitoso Doctor Limonta, una obra basada escrita por Félix B. Caignet). Por estos motivos, los jóvenes de secundaria como yo estábamos bajo una presión social y familiar intensa para continuar con los dos años de estudio en la preparatoria (los cuales pronto serían aumentados a tres años) y tras esto con los cinco años de estudio en alguna universidad reconocida rematado todo con el servicio social, la tesis de titulación, y el examen profesional, y tras esto la presión continuaba para proseguir con estudios de maestría, doctorado y hasta post-doctorado aunque para ello hubiera de requerirse salir fuera de la ciudad o inclusive fuera del país, además de tener que tomar numerosos seminarios y diplomados para estar actualizado, porque según las creencias en aquél entonces (y de hecho, aún hasta ahora) entre más preparada esté la persona mayores oportunidades tendrá de encontrar un buen empleo convirtiéndose en una persona rica y próspera como el final feliz de los cuentos de hadas.

Sin embargo, la realidad resulta ser muy diferente a como nos la pintaban en nuestra juventud. Como podemos verlo por la nota periodística recién publicada algunos de cuyos párrafos reproduje arriba, y en contra de las fantasías inventadas por las sociedades de padres de familia de los estudiantes, entre más estudios tenga un profesionista más difícil le resultará encontrar un empleo, dificultándosele a grado tal que tal vez le sea imposible encontrarlo, ya que la mayoría de los empleadores que están buscando contratar gente le dirán "Usted sabe demasiado para lo que necesitamos aquí; no necesitamos una persona con tantos conocimientos; usted está sobrecalificado para la vacante que estamos tratando de llenar". La palabra clave es SOBRECALIFICADO. Y esta mentalidad no es privativa de los empleadores mexicanos. La he visto también en empleadores norteamericanos y empleadores de Canadá. El argumento que usualmente esgrimen es que si contratan al solicitante de empleo pese a estar sobrecalificado entonces les podrá dejar dicho empleo para irse cuanto antes a otro empleo más remunerado de acuerdo a sus capacidades y conocimientos. No les importa el hecho de que al contratar un profesionista con muchos conocimientos se estarán ahorrando una cantidad considerable de dinero en tener que entrenarlo, esto no cuenta para nada. Tampoco les importa el hecho de que tal profesionista lleve años buscando empleo y no los abandonará tan fácilmente como suponen precisamente por lo difícil que resulta encontrar un empleo según sus capacidades y conocimientos. La entrevista, en el remoto caso de que se logre obtener una entrevista, puede terminar con un NO al aplicante pero acompañado por muchas felicitaciones por la cantidad de estudios que ha logrado acumular, felicitaciones que no sirven para comprar un taco o para pagar el pasaje del camión. ¿Y a quién le reclama el profesionista desempleado? ¿A los maestros de secundaria y preparatoria que constantemente se referían de manera despectiva a los que desertaban de la escuela secundaria y de la escuela preparatoria como aquellos que "se quedaron en el camino"?

La máxima de que entre más estudios se tengan mayores serán las posibilidades de empleo ciertamente no es cierta para aquellos que se quieran dedicar a la docencia. Un maestro de primaria que no tenga estudios de maestría y mucho menos estudios de doctorado está mucho mejor posicionado que un profesionista que tenga estudios de postgrado, por el simple hecho de que para dar clases de primaria se requiere contratar maestros que sean maestros de tiempo completo; no hay maestros de primaria de medio tiempo o de horas sueltas. En cambio, si de lo que se trata es de dar clases en alguna universidad, a lo más a lo que pueda aspirar el maestro principiante en la mayoría de los casos es a impartir clases por horas sueltas, por materia, para comenzar impartiendo una o dos materias, lo cual no es ni considerado ni siquiera como una plaza de medio tiempo. Si está casado y tiene hijos, entonces su situación será poco menos que horrible porque lo que le pagen por impartir clases en la universidad en horas sueltas no le alcanzará para cubrir todas las necesidades de su familia como alimentarlos, vestirlos, pagar los servicios básicos, pagar gastos médicos (los maestros universitarios que imparten cátedras en horas sueltas, impartiendo una o dos materias, no tienen derecho a servicios médicos como parte de sus prestaciones), en fin, lo que se requiere para mantener a una familia con un mínimo de dignidad, y las plazas de medio tiempo o de tiempo completo para maestros universitarios, cuando las hay, están sumamente competidas. En cambio, el maestro normalista, el que no se sacrificó tanto tiempo estudiando, tiene garantizada su plaza de tiempo completo, con prestaciones tales como su jubilación después de acumular cierta antigüedad, cobertura completa de servicios médicos para él y su familia, vacaciones, en fin, todo lo que se le niega al maestro universitario que imparte horas sueltas, pese a que el segundo invirtió mucho más esfuerzo y dinero que el primero.

Para agravar aún más las cosas, existen oficios en los cuales aquellos que "se quedaron en el camino" y que posiblemente no terminaron ni siquiera sus estudios de primaria terminan con más posibilidades de asegurar para sí mismos su propia subsistencia que aquél que terminó siendo "todo un profesionista", oficios como el de herrero o el de carpintero o el de técnico electrónico. Aunque la imagen clásica (y falsa) que tenemos de un carpintero es la de un hombre que vive en niveles cercanos a la pobreza como "Pepe el Toro" (interpretado por el actor Pedro Infante en la película "Nosotros los pobres"), no hay nada más lejano de la realidad que esto. Un carpintero competente, con muchos años de experiencia acumulada, de esa experiencia que no enseñan en ninguna universidad, que ha progresado hasta dominar la ebanistería, tiene garantizada el día de hoy una buena fuente de ingresos, trabajo no le faltará, y es probable que sea su propio patrón al abrir su propio negocio y ofertar sus servicios al público. Lo mismo se puede decir de un buen electricista o de un buen plomero. Y el técnico en máquinas-herramientas (especializado en el uso del torno y la fresadora) puede esperar ganar más dinero que muchos ingenieros mecánicos, pese a no contar con tantos estudios teóricos. Y en los Estados Unidos, cualquier enfermera aunque no tenga un grado de licenciatura tiene mucho mayores probabilidades de poder encontrar un empleo en un hospital a la hora que quiera que muchos ingenieros en computación, a grado tal que en dicho país la enfermera que no trabaja es porque de plano no quiere trabajar, no porque le falten oportunidades.

En la nota periodística podemos ver el mentís a otro de los muchos mitos usados por padres de familia para presionar a sus hijos a estudiar algo que no les gusta o inclusive para lo cual no tienen aptitudes naturales, se trata del mito según el cual todo aquél que termina una carrera profesional puede trabajar a cualquier edad. Esto es una verdad a medias, dependiendo del campo seleccionado. Si se trata de alguien que va a trabajar como empleado de gobierno ya sea dando clases o en alguna oficina pública, efectivamente puede trabajar a cualquier edad, aunque esto no garantiza que podrá colocarse inclusive en este tipo de trabajos a cualquier edad. También los médicos que trabajan en algún hospital pueden trabajar a cualquier edad, e inclusive la edad en un médico puede ser un activo valioso porque entre más experiencia tenga acumulada un médico mayores serán los beneficios que de tal experiencia podrán derivar sus pacientes. Cualquiera prefiere ser atendido por un médico de 55 años que tenga 30 años de experiencia médica que por un médico recién egresado que no cuenta con mucha experiencia en su especialidad. Sin embargo, si de lo que se trata es de buscar empleo en esta rama en algún hospital, inclusive en esta rama se pueden tener dificultades. Pero cuando se trata de profesiones en las cuales el profesionista no puede trabajar por cuenta propia porque su carrera no se presta para ello, profesiones tales como trabajadora social, ingeniero ambiental, economista o ingeniero hidráulico, para las cuales se va a tener que depender de un empleador, el panorama es desolador, porque casi nadie en el mercado laboral privado contrata a un profesionista que tenga más de 40 años de edad por calificado que esté, y entre mayor edad tenga tanto menores serán las posibilidades de obtener empleo, y por la competencia de los jóvenes que están ingresando constantemente al mercado, los que no tengan un empleo asegurado en estas ramas al llegar a los cuarenta años de edad posiblemente estarán desempleados o sub-empleados por el resto de sus vidas. Para una persona que haya terminado su carrera profesional a los 21 años de edad, el tope máximo de 40 años arriba de los cuales es casi imposible encontrar empleo implica que la vida útil de una carrera profesional es de 19 años o menos.

Otra falsedad con la cual crecimos muchos de mi generación es aquella según la cual quienes tienen un título universitario les resultaba muchísimo más fácil emigrar al extranjero para obtener un empleo bien remunerado pagado en dólares, bajo la falsa percepción (fantasiosa incluso) de que quienes tienen un título universitario reciben trato preferencial sobre todos los demás en las embajadas y consulados norteamericanos. Pero no hay nada más falso que esto. En el sistema migratorio norteamericano, el cual impone de manera estricta un tope máximo (le llaman "cuotas") muy limitado de visas de inmigrante para cada país, quienes reciben un trato preferencial por encima de todos los demás son los hijos de ciudadanos norteamericanos aunque no hayan terminado ni siquiera sus estudios de la escuela primaria, seguidos en otras categorías preferenciales por los esposos de ciudadanos norteamericanos aunque no hayan terminado ni siquiera sus estudios en la escuela primaria, los esposos de residentes norteamericanos, y familiares consanguíneos inmediatos (padres, hermanos) de ciudadanos y residentes norteamericanos. Los que entran en la sexta categoría de preferencias, siempre y cuando haya lugares disponibles después de que se han cubierto las solicitudes que presentan aquellos situados en categorías preferenciales superiores, son los profesionistas que cuentan con un título universitario (ingenieros, médicos, maestros, etc.) para la cual hay pocos lugares disponibles y una lista de espera de varios años. En pocas palabras, es muchísimo más fácil inmigrar legalmente a los Estados Unidos por el simple hecho de casarse con un ciudadano o ciudadana norteamericano, aunque no cuente ni siquiera con estudios de primaria, que para un profesionista con grados académicos de maestría y doctorado y que quiera inmigrar por cuenta propia sin estar siendo solicitado por alguna empresa norteamericana. Entonces la educación superior obtenida a costa de un sacrificio enorme, sobre todo el sacrificio económico (este es un sacrificio por partida doble, ya que además de los costos de las colegiaturas y los útiles escolares así como los gastos de manutención deben ser sumados al tiempo invertido en estar estudiando ya que el tiempo utilizado en estar estudiando es tiempo en el que no se puede estar trabajando ganando dinero), no sirve ni siquiera para esto. En la nota periodística a la que he hecho referencia, ninguno de los profesionistas entrevistados menciona siquiera la posibilidad de irse a los Estados Unidos a buscar empleo, ya que para un profesionista titulado el emigrar por cuenta propia a dicho país sin una oferta previa de empleo es algo prácticamente imposible de lograr. Esto no siempre fue así, y en otros tiempos poco antes y después de la segunda guerra mundial los profesionistas mexicanos eran recibidos con los brazos abiertos por Estados Unidos, pero eso ya se acabó y se acabó para siempre.

Sin embargo, hay algunas excepciones a lo que he mencionado anteriormente. En el poder judicial de México, entre más estudios tenga la persona mayores serán sus posibilidades de ir escalando hacia arriba, de actuario, proyectista, secretario de acuerdos, a juez, magistrado, o inclusive ministro. Pero esto no representa ni siquiera el uno por ciento de los profesionistas que gradúan de la universidad. Otra excepción son los médicos, los cuales tratan diariamente con asuntos de vida o muerte y los cuales es altamente deseable que tengan la mejor preparación posible, sobre todo en estos tiempos modernos en los que los avances de la ciencia médica requieren de una actualización constante.

Si la madre de Alberto Aguilera lo hubiera estado presionando noche y día para que estudiara y terminara la carrera de médico, México jamás habría tenido al cantautor Juan Gabriel, y éste trabajando como médico particular dando consultas en un local modesto jamás habría tenido ni la diezmilésima parte de los multimillonarios ingresos que ha tenido a lo largo de su vida. El compositor ruso Tschaikovsky terminó la carrera de Leyes titulándose como abogado sólo para darle gusto a sus padres, carrera que nunca ejerció en vida (afortunadamente). Y el actor mexicano Pedro Infante prefirió dedicarse a la actuación en vez de estudiar una carrera profesional, lo cual hasta el día de hoy le siguen agradeciendo los millones de admiradores que lo recuerdan dentro y fuera de México.

En cambio, Ricardo Montes Cotera es un desconocido amargado y resentido con la vida porque fue prácticamente obligado por sus padres a estudiar una carrera profesional en vez de dejarlo dedicarse tiempo completo al deporte que era lo que a él le gustaba, completando la carrera de arqueología en la cual jamás encontró trabajo alguno por falta de oportunidades en México para ello. En efecto, sus propios padres, tal vez pensando que le estaban haciendo un bien a su hijo, lo condenaron al desempleo por el resto de su vida. Y México posiblemente perdió a un campeón olímpico ganador de medallas de oro que habría puesto muy en alto el nombre de su país en las competencias deportivas internacionales. Si hemos de buscar algún culpable o culpables para esto, ¿quiénes vendrían siendo estos culpables?

También es famoso el caso de un taxista en la Ciudad de México de nombre Luis Berlanga que es trilingüe (domina tres idiomas a la perfección), estudió becado siete años en Japón y cuenta con dos maestrías y además es candidato al grado de Doctor en Política Internacional, y todo ello no lo ha sacado de taxista, oficio que necesita para poder mantenerse:

http://www.el-universal.com.mx/nacion/153705.html

En los tiempos de hoy, para evitar que un joven pueda terminar frustrado sintiéndose defraudado por la sociedad e inclusive por sus propios padres en caso de que estos casi lo hayan obligado a terminar una carrera profesional con el fin de tener a "un profesionista en casa" (muchos padres de familia con complejo de inferioridad acentuado tratan de que sus hijos sean lo que ellos no pudieron ser), lo más importante es que trate de estudiar algo que le guste y que precisamente porque le gusta no le impondrá tanto sacrificio y pesar graduarse de ello como estudiar algo que no le gusta pero que supuestamente tiene un "gran futuro". El joven debe elegir su carrera guiándose por su vocación y por lo que le gusta hacer aunque la elección de su carrera no sea algo que le guste a sus padres, y si en vez de estudiar una carrera desea estudiar un oficio como técnico en máquinas-herramientas, su decisión debe ser respetada. Varios que conocí estudiaron ingeniería nuclear porque supuestamente la generación de energía nucleoeléctrica iba a ser la "carrera del futuro", y además porque se oía "muy bonito y rimbombante" el nombre de la carrera, algo para presumirle a los demás. Hasta el día de hoy sólo se ha construído una planta nucleoeléctrica en todo México, la planta de Laguna Verde:

http://es.wikipedia.org/wiki/Central_Nuclear_Laguna_Verde

Todas las plazas de trabajo para dicha central se cubrieron prácticamente desde la fecha en la que entró en operaciones. Las decenas o centenas de mexicanos que desde aquellos años se metieron y se han seguido metiendo a estudiar la carrera de ingeniería nuclear pese a lo difícil de los estudios y pese a que no les gustaba dicha carrera, si no entraron a trabajar en la planta nucleoeléctrica de la Laguna Verde lo más seguro es que hoy están dando clases en alguna secundaria o preparatoria, o están desempleados, o quizá están vendiendo tacos en alguna esquina, esperando inclusive a que algún día algún reportero les haga una entrevista con el fin de platicarle lo difícil que es para un profesionista conseguir un trabajo en México cuando está sobrecalificado, cuando ha estudiado "de más" sin que la vida les haya recompensado por ese esfuerzo extra que significó el haber estudiado de más, el haber estudiado muchas cosas que jamás necesitarían en sus vidas.

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