Además de la obesidad mórbuda, no hay peor cosa para la pérdida de la autoestima en los jóvenes que la aparición en sus rostros de esos antiestéticos barros y espinillas que en no pocas ocasiones suelen hacerlos blanco de burlas entre sus compañeros de clase además de aumentarles la timidez impidiéndoles relacionarse con otros jóvenes del sexo opuesto al imaginarse que tales imperfecciones en la cara representan un estorbo o quizá un obstáculo insuperable para que se fijen en ellos o en ellas.
Generalmente tienen la apariencia de puntos de cierta dureza, enrojecidos, que suelen mostrar debajo del cutis unas bolitas blancas pequeñas que revelan la presencia de pus que a su vez revela la presencia de infecciones localizadas. Exceptuando los casos en los cuales el cuerpo entero es atacado por una infección de tipo viral como la viruela o el sarampión, estos granos indeseables por lo general no aparecen durante la niñez, hacen su indeseable aparición entre los 12 y los 15 años cuando los jóvenes están empezando a entrar en la etapa de la pubertad y están empezando a dejar de ser niños, precisamente la etapa en la cual se activan torrentes nuevos de hormonas que traen consigo cambios corporales tales como la aparición de vello en lugares en donde antes no había así como los inicios tempranos de una actividad sexual.
La primera reacción (podemos llamarla tentación) consiste en tratar de “reventar” las bolsitas de pus en la cara haciendo presión con las yemas de los dedos. Sin embargo, esto es lo peor que se puede hacer para tratar de remover los barros, sobre todo los barros enterrados. Al hacer esto, el joven, tal vez sin darse cuenta del error que está cometiendo, está propiciando en el punto en donde se está reventando la bolita de pus por medio de una presión aplicada, está dejando en ese sitio lo que posiblemente será una cicatriz permanente, especialmente si por genética su piel es de un tipo llamado queloide. Muchos de los adultos que vemos con su rostro “perforado” por todo tipo de marcas en forma de cicatrices y hendiduras son personas que cuando eran jóvenes tenían por costumbre el estarse reventando los barros aplicándoles presión con las yemas de los dedos. Y este tipo de lesiones auto-inflingidas son prácticamente imposibles de corregir posteriormente por medio de cirugía correctiva estética.
De este modo, la primera advertencia que se puede dar (y la cual dan muchos cirujanos plásticos de buena reputación) a los jóvenes es precisamente no presionar ni reventar con las yemas de los dedos aquellos puntos rojizos en los cuales estén apareciendo o hayan hecho su aparición barros y “espinillas”, hay que dejar que el propio cuerpo combata la infección y cierre la herida usando sus propios mecanismos de defensa sin presionar absolutamente nada para tratar de forzar una curación “rápida” en donde no hay curaciones rápidas.
Si no es recomendable hacer “estallar” los barros y espinillas presionándolos con las yemas de los dedos, ¿hay alguna otra cosa que se pueda hacer por mientras para disminuír el daño?
Tomando en cuenta que la mejor terapia consiste en la prevención, una cosa que pueden hacer muchos jóvenes es el indagar qué tipos de alimentos los predisponen a la aparición del acné en sus rostros. Es frecuente en muchos jóvenes que al consumir en ciertas ocasiones barras de chocolate, alimentos con grandes cantidades de queso, nueces en proporciones elevadas, y otros tipos de alimentos grasosos, se den cuenta en cuestión de dos o tres días que viene en camino un barro de esos conocidos como “barros entrrados”, los cuales no son barros a flor de piel en la epidermis sino barros que están algo más profundo, siendo el tipo de barros que en la “bola” que se forma en la piel pueden mostrar no una sino dos o tres “bolsitas” de pus, e inclusive cuando “revientan” pueden llegar al sangrado y la reaparición continuada del barro en el mismo punto sin dar muestras de ceder. Aquí la prevención es clara: se vuelve necesario limitarse en el consumo de los alimentos que por experiencia previa han manifestado predisponer al joven a la aparición de barros y espinillas.
La prevención es para evitar. ¿Pero hay algo que se pueda hacer una vez que, pese a los mejores esfuerzos, empiece a hacer su aparición un nuevo foco de infección en la cara?
Desde el punto de vista médico, tratando las infecciones cutáneas como lo que son, infecciones, se puede combatir la infección de aquellos barros y espinillas que por el dolor o la molestia que producen amenazan con convertirse en un “grano grande” en la forma usual en que se combaten las infecciones: con antibióticos. El antibiótico usual para tratar este tipo de infecciones cutáneas es la terramicina (o bien la tetraciclina, que para el efecto viene siendo lo mismo), tomándose el equivalente de dos cápsulas diarias (una cada 12 horas) o a lo más tres cápsulas diarias (una cada 8 horas) por un lapso de tiempo que no debe exceder los tres o cuatro días. Esto ayuda a controlar cada infección e inclusive dar cuenta de ella. Desafortunadamente, no es posible estar aplicando esta terapia en demasía ya que el consumo excesivo de un antibiótico como la terramicina (tetraciclina) en un organismo lo que puede ocasionar es que dentro del cuerpo se vayan eliminando paulatinamente los gérmenes patógenos que son sensibles a la terramicina a la vez que van sobreviviendo los gérmenes infecciosos que por alguna variación genética pequeña (también las bacterias, al igual que los virus, son capaces de ir variando genéticamente de modos que les pueden reducir o aumentar su capacidad de superviviencia) muestran algún tipo de resistencia a la terramicina, hasta que al cabo de algunos años de estar abusando de los antibióticos el joven puede terminar alojando en su cuerpo gérmenes extremadamente resistentes sobre los cuales ya no actúa con eficacia antibiótico alguno, en cuyo caso no tendrá manera de usar antibióticos de tal tipo para el tratamiento de otro tipo de infecciones mucho más serias. Por otro lado, el abuso excesivo de antibióticos puede terminar causándole daños a largo plazo al riñón, y lo peor que le puede suceder a una persona es perder sus riñones por tal abuso requiriendo tarde o temprano un transplante de riñón.
Si no es recomendable el estar recurriendo al uso de antibióticos para combatir las infecciones cutáneas, sobre todo las infecciones de la cara que aparecen en forma de barros y espinilloas, para el control de tales infecciones excepto las más severas, ¿hay alguna otra cosa para que se pueda manejar el problema?
Comercialmente, se venden productos para limpiar la cara que son promovidos para limpiar el rostro de barros y espinillas, anunciados como productos antisépticos. Sin embargo, la antisepsia es exterior, no interior. De cualquier modo, la limpieza del rostro con estos productos frecuentemente suele funcionar. ¿Por qué? La respuesta a esto revela que, más que el efecto de una antisepsia que sólo actúa en el exterior y no en el interior, es la limpieza constante y persistente de la zona afectada lo que le pone un alto a una infección en proceso, y esto tiene mucho que ver con el permitirle a la piel el poder “respirar”. Para poder apreciar mejor la manera en la que ocurre esto, tomemos como muestra lo que sucede en la nariz, una parte del cuerpo en donde tienden a acumularse barros y espinillas con cierta persistencia.
Tal vez muchos se habrán dado cuenta de que hay temporadas en las cuales la aparición de barros y espinillas ocurre con mayor frecuencia que en otras. Específicamente, la incidencia es mayor en verano que en invierno, y basta con pasar los dedos de las yemas sobre la nariz recorriendo la nariz de arriba hacia abajo para darse cuenta de ello. En verano, la piel “suda” más que en invierno, y cuando se está a la intemperie caminando o haciendo algún deporte, al recorrer la nariz con los dedos se encuentra que hay una capa de aceite. Si se remueve esa capa de aceite corporal con algún pañuelo seco, al poco tiempo después se encuentra que se ha formado una capa de aceite nueva, causada precisamente por la sudoración cutánea que es más intensa en verano que en invierno. Esta capa de aceite corporal en la nariz es lo que le impide a la piel el poder “respirar” y oxigenarse. La capa de aceite actúa como un escudo que “protege” del exterior a un foco de infección purulenta impidiéndole a la piel “respirar” y oxigenarse. Es en efecto un blindaje que le permite a la infección sobrevivir por más tiempo del que podría hacerlo al ser combatida por los mecanismos naturales de defensa del cuerpo.
La remoción del indeseable escudo de grasa no se puede llevar a cabo simplemente enjuagando la piel con agua y secando, porque el aceite no se disuelve en agua.
Si bien es frecuente en los adultos recurrir a las cremas faciales, todas las cuales contienen aceite, para suavizar la piel y disimular las arrugas, esas cremas en los jóvenes no sólo no son necesarias sino que, muy sobre todo en la cara, ponen una “máscara” de grasa que aísla a la piel del exterior. De este modo, el sudor facial, que es un medio usado por la piel para expulsar las toxinas que se van acumulando (toxinas que permiten la proliferación de los gérmenes causantes de una infección, siendo todas las toxinas corporales materia indeseable que propicia la descomposición y putrefacción), queda atrapado debajo de la capa de crema, facilitando la acumulación de focos de infección concentrados en los granitos rojos que preceden a los barros y las espinillas.
Esquemáticamente, un cutis que está aislado del exterior por la capa de aceite corporal que sale del cuerpo y que se va depositando y acumulando en el exterior de la piel se puede representar de la siguiente manera:
¿Y qué sucede cuando la capa de aceite corporal es removida? Se tiene la siguiente situación en la cual la piel puede “respirar” y oxigenarse, facilitándose la expulsión de todas las toxinas que se vayan acumulando tanto en la epidermis como en el interior de la piel alrededor de una bolsita de pus. Esto se puede representar de la siguiente manera:
Como ya se dijo, el aceite no se disuelve en agua. Pero sí se disuelve en agua jabonosa. Entonces, si queremos remover la capa de aceite en torno a un barro en formación así como sobre el mismo barro, todo lo que tenemos que hacer es enjuagar la zona primero con agua, y tras esto usando algún jabón suave (podemos usar un jabón de manos para esto) pasamos el jabón sobre la zona afectada teniendo precaución de no aplicar presión que pueda hacer estallar el barro formando una capa jabonosa, tras lo cual unos segundos después removemos con más agua la capa jabonosa.
En vez de “secar” el barro, la nariz, o la cara con una toallita tipo Kleenex, es preferible dejar que la zona de seque “al natural”, dejando que el agua se evapore de la piel sin poner ya nada encima sobre la piel (esto impide de manera muy eficiente que cualquier químico o sustancia extraña que esté presente en el pañuelo desechable o toallita Kleenex que se pensaba utilizar pueda depositar en cantidades pequeñas otra cosa que simplemente reemplace la perniciosa capa de aceite por otra cosa que no ayuda en nada).
Al secarse la piel “al natural”, el joven sentirá un “cosquilleo” sobre todo en la zona afectada, lo cual es bueno porque es la señal clara de que la piel por fín está contacto directo con el exterior y está por fín “respirando”.
¿Qué tan frecuente hay que limpiar la piel en donde está por aparecer un barro? Eso depende de la rapidez con la cual haga su aparición una nueva capa de grasa corporal. Esto lo puede determinar el joven simplemente pasando las yemas de sus dedos; tratándose de la nariz una piel a la que se le acaba de remover la capa de aceite se sentirá “seca”, ligeramente “rasposa”, mientras que una nariz con una capa de aceite corporal dejará su sensación “aceitosa” en los dedos. En un verano típico, es posible que haya que estar removiendo de esta manera el aceite corporal cada hora o inclusive cada quince minutos.
¿Qué tanto hay que limpiar en torno a un foco de infección que se está manifestando? Una buena guía es llevar a cabo la limpieza en un círculo cuyo borde exterior esté a unos dos o tres centímetros de un foco de infección cuya comezón se está empezando a manifestar (o sea, un círculo de unas dos pulgadas de diámetro).
Un ejemplo típico es el del joven al que en un día de verano se le manifiesta en la nariz esa molestia localizada en un puntito debajo de la piel que le avisa de un barro molesto en proceso de formación. Al pasar la yema de su dedo índice, siente la piel aceitosa, por lo que ya sabe lo que hay que hacer. Lo antes posible, se limpia cuidadosamente en la zona afectada con agua jabonosa dentro de una circunferencia de una pulgada o pulgada y media de diámetro, enjuagándose el agua jabonosa con agua limpia y dejando que el agua residual que queda sobre la piel se evapore al natural. Pasando cuidadosamente su dedo por la zona, confirma que la capa aceitosa ha sido removida. Pero quince minutos después, al deslizar su dedo índice sobre la zona, observa que ya se formó nuevamente la capa de aceite. Nuevamente repite el procedimiento, pero en esta ocasión se limpia toda la nariz. Nuevamente, la yema del dedo índice le indica que la capa de aceite ya fue removida. Después de estarse limpiando la zona cuatro veces cada cinco minutos, se empieza a limpiar la zona cada media hora por cuatro ocasiones, y después lo hace cada hora. Ha observado que después de las primeras limpiezas faciales, siente un cosquilleo intenso en el punto en donde el barro había anunciado su próxima aparición. Este cosquilleo (que posiblemente no había sentido antes de probar este tipo de tratamiento) le está indicando que el sistema inmunológico de su cuerpo está empezando a rechazar la infección no cuando ya se ha agravado con el barro aflorando en forma visible sino desde los inicios de la infección. Aguantándose las ganas de rascarse, continúa con el tratamiento de limpieza. En las noches, cuando va al baño cada tres o cuatro horas, aprovecha para limpiarse la zona afectada, lo cual es rápido y no le lleva mucho tiempo. Al cabo de tres días, los síntomas de cosquilleo y picor ligero han desaparecido, y el barro que iba a aparecer simple y sencillamente ya no apareció.
Puede darse el caso (y de hecho se dá) de que un barro, especialmente del tipo “profundo” (situado muy abajo de la superficie de la piel) aún sin tocarlo en lo absoluto y limpiando cuidadosamente y en forma constante la capa de grasa que se haya estado formando encima de él, “estalle” espontáneamente liberando pus e inclusive con un ligero sandrado, formándose una costra. ¿Qué hacer en tal caso, sobre todo cuando hace su aparición una comezón debajo de la costra que invita a remover manualmente la costra en vez de dejarla caerse por sí sola? Para calmar la comezón y darle una ayuda al cuerpo para combatir la infección sin arrancar la costra (lo cual puede dejar una cicatriz permanente que se llevará de por vida, imposible de remover cosméticamente con cirugía plástica), se recomienda estar humedeciendo por fuera la costra con alcohol con la ayuda de un hisopo o de un gotero tocando el exterior de la costra con el hisopo o con la gota que sale del gotero pero sin oprimir la costra ni presionarla. Por ningún motivo hay que tratar de arrancar la costra con las yemas de los dedos de las manos, ya que mientras la costra permanezca adherida a la piel por sí sola ello indica que sólo el exterior está seco, más no el “interior” de la costra que tiene contacto directo con la carne viva. Remover la costra antes de su tiempo de formación total en el que eventualmente cae en forma natural por sí sola expone la carne viva de la piel directamente a la intemperie, prolongando incluso la infección, formándose con ello una cicatriz permanente. Si se deja caer la costra por sí sola, la piel quedará restablecida a su tez original, sin huella visible de lo que allí sucedió. Esto requiere algo de paciencia, porque la duración de una costra puede fluctuar entre varios días o inclusive puede durar semanas para endurecerse por completo volviéndose completamente quebradiza y caer por sí sola al estar completamente seca, pero vale la pena la espera porque esta es la forma más segura que pueda haber para evitar la “piel cacariza”. Es posible que aún sin tocar la costra ésta se caiga bajo el flujo del agua de la regadera al estarse bañando la persona, pero si esto ocurre no hay por qué preocuparse porque mientras la costra caiga por sí sola sin que uno la empuje de alguna manera esto significa que el proceso de sanación está prácticamente concluído (una costra que no debe caer antes de su tiempo no caerá por sí sola aunque la persona esté bañándose o nadando en una piscina).
Este es pues el “secreto” de los limpiadores ascépticos usados para controlar y combatir la aparición del acné, los que sí funcionan inevitablemente recurren a algo para remover la capa de aceite facial natural, y los que contienen alcohol usan el hecho de que el alcohol sí es capaz de disolver aceites y grasas, proporcionando además un efecto ascéptico en contra de los microbios que se encuentren en la superficie de la piel. Sin embargo, en virtud de que el alcohol no puede “penetrar” hacia el interior de la piel, el efecto antiséptico es externo únicamente. Mucho más importante que matar las bacterias exteriores en el cutis (que no son los que están produciendo la infección interior que hay debajo de la piel) es la remoción continuada de esa capa de aceite corporal permitiéndole a la piel el poder “respirar”.
Llevando a cabo el procedimiento indicado, es muy probable que antes de que el barro se manifieste como tal el “hormigueo” en el barro aumente hasta que, en cierto momento, la comezón desaparecerá por sí sola (¡por ningún motivo hay que “rascar” la zona!), y el barro simple y sencillamente no aparecerá. Esto lo sabrá el joven al darse cuenta de que la sensación típica del barro en formación ha desaparecido. El hecho de que el barro no se manifieste ya es la evidencia más clara de que el tratamiento de limpieza continua con agua jabonosa ha dado resultado, no siendo ya necesario el uso de productos comerciales ni el uso de antibióticos. Hay que ser, desde luego, persistente; pero al cabo de unos cuatro días se debe comprobar que la infección ha sido frenada en seco y el barro que iba a aparecer ya no aparecerá. El cuerpo, en efecto, ha contenido por sí mismo la infección purulenta, en lo cual ha ayudado el permitirle a la piel el estar “respirando”, oxigenándose y removiéndose con frecuencia las toxinas que tienen que ser removidas con la frecuencia que requieren situaciones de este tipo. Si esto es lo que se requiere para tener un cutis libre de imperfecciones y cicatrices como las que puede ocasionar el acné, vale muy bien la pena poner a prueba lo que aquí se está sugiriendo, y se está sugiriendo precisamente porque ya le ha dado buenos resultados a otros jóvenes que estaban batallando con el mismo problema.
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