miércoles, 29 de enero de 2014

Detroit: “¡Queremos inmigrantes!”

Todavía a principios del siglo pasado, la mentalidad de la sociedad norteamericana y de sus representantes en Washington reflejaba la siguiente actitud en relación a las oleadas de inmigrantes que estaba recibiendo Estados Unidos:

“Los pobres de Europa hicieron rica a Norteamérica”

Pero medio siglo después, al terminar la Segunda Guerra Mundial, esto había dado un giro de 180 grados, y en vez de una política de brazos abiertos la nueva actitud hacia la inmigración era:
“Esos inmigrantes que vienen de fuera sólo vienen a competir con ciudadanos norteamericanos por empleos bien pagados, solo vienen a quitarnos nuestros empleos. Hay que empezar a cerrarles las puertas y hacerles saber que ya no son bienvenidos”
La nueva actitud se vió reflejada en un endurecimiento de las leyes migratorias formalizado con la aprobación del Acta McCarren-Walter que impuso límites rigurosos a la inmigración que estaba llegando de todas partes del mundo, incluída Europa, con un sistema de “cuotas” para cada país y para el mundo entero que contabilizaba a los aspirantes a inmigrar como si fuesen cabezas de ganado. Posteriormente, los requisitos se endurecieron aún más con la nueva ley Immigration Reform and Control Act hecha ley en los tiempos en los que Ronald Reagan era Presidente de los Estados Unidos. Pero en los intervalos que tuvieron lugar entre estos actos legislativos, se fueron autorizando enmiendas en el Congreso que paulatinamente fueron cerrando aún más las puertas. Cada vez que había tiempos de recesiones económicas, se ponían nuevas trabas burocráticas y se endurecían todavía más los requisitos migratorios, pero ya después cuando volvían los tiempos de recuperación y prosperidad las nuevas trabas no eran removidas, quedaban en pie sin cambio alguno, de modo tal que, progresivamente, fue cada vez más difícil el poder inmigrar legalmente a Estados Unidos, casi imposible para muchos, a grado tal que el país que se jacta de ser una “nación de inmigrantes” empezó a dejar de serlo. Como era de esperarse, la inmigración europea de otros tiempos se convirtió en un simple recuerdo histórico de épocas que se fueron para no volver.

La xenofóbica mentalidad anti-inmigrante es precisamente lo mismo que en 1964 llevó al Congreso norteamericano a terminar de modo definitivo y fulminante con el Programa Bracero, con varios sectores de la sociedad norteamericana nutriéndose de estereotipos y adoptando la actitud de decir “no necesitamos para nada a esos asqueroros y malolientes mexicanos de piel café, a esos mexican greasers, para nuestras labores del campo; que se queden en México y que no se paren por aquí nunca más”. Eran los tiempos en los que organizaciones racistas como el Ku Klux Klan tenían mucha influencia y mucho poder, sobre todo en los estados sureños de la Unión Americana en donde todavía ondean con orgullo la bandera confederada que por muchos años fue el símbolo descollante de la esclavitud en Norteamérica y de la explotación del hombre por el hombre. Esta misma cultura se sigue reflejando hoy en día. Esta misma cultura se sigue reflejando en el Congreso norteamericano hoy en día, al mantenerse renuente a aceptar un restablecimiento así sea parcial del “programa bracero” pese a que últimamente se les han estado pudriendo cosechas en los campos agrícolas al no contar con suficientes “mugrosos y malolientes mexicanos de piel morena” para hacer las labores duras del campo que los nacidos en los Estados Unidos nunca han querido hacer. Para la buena suerte de México, las exageradas e irresponsables tasas de natalidad de otros tiempos en los que era normal para una familia cualquiera tener ocho o más hijos por familia están llegando a su fin, y con una tasa de natalidad promedio actual por familia que no excede de los tres hijos por familia y que sigue cayendo, México está a un paso de dejar de ser una fábrica de exportadora de aspirantes a indocumentados que se van ilusamente en pos de esa leyenda llamada “el sueño americano”.

Es pues, sorprendente, que medio año después de que el Acta de Inmigración McCarran-Walter se convirtiera en ley, apareciera publicada la siguiente noticia el 24 de enero de 2014 elaborada para la Associated Press por Jeff Karoub y David Eggert bajo el título “Busca Michigan atraer inmigrantes a Detroit”: “El gobernador Rick Snyder anunció que solicitará al Gobierno del presidente Barack Obama que habilite miles de visas de trabajo para atraer inmigrantes que vivan y trabajen en la ciudad de Detroit, sumida en una profunda bancarrota. En una conferencia de prensa ayer, el gobernador de Michigan dijo que busca 50 mil visas exclusivamente para Detroit a lo largo de un lustro. Las visas de trabajo no son asignadas por región ni por estado. Se otorgan a inmigrantes con títulos profesionales avanzados o que han demostrado habilidad excepcional en determinadas actividades. Snyder dijo a The Associated Press antes de la conferencia de prensa que una ‘oportunidad clave’ para acelerar la recuperación de Detroit es atraer inmigrantes autorizados. Dijo que la propuesta es un modo en que el gobierno federal puede ayudar sin necesidad de un rescate financiero. Snyder equiparó la idea a las exenciones ‘de interés nacional’ otorgadas a los médicos que acceden a trabajar en áreas necesitadas a cambio de la tarjeta de residente. Según la singular propuesta, una cuarta parte de las 40 mil visas EB-2 emitidas anualmente serían destinadas a dichos inmigrantes dispuestos a vivir y trabajar durante cinco años en Detroit, una ciudad conmovida por la mayor bancarrota municipal en la historia de los Estados Unidos cuyos vecindarios se han visto afectados por una prolongada merma de población. ‘Enviemos un mensaje a todo el mundo: Detroit, Michigan, está abierto al mundo’, dijo Snyder en su conferencia de prensa, un día después que respaldó planes de dedicar hasta 350 millones de dólares en fondos estatales para reforzar los fondos de pensión de Detroit e impedir la venta de objetos de arte valiosos en propiedad de la municipalidad. Snyder presentó el plan de inmigración en las oficinas de IDEAL Group, una compañía de manufactura y construcción en Detroit cuyo fundador es nieto de inmigrantes mexicanos. El alcalde Mike Duggan, miembros del concejo municipal y otros líderes comunitarios estuvieron presentes. En una entrevista el miércoles, el gobernador dijo a la AP que la propuesta no requerirá rescate financiero. ‘Esto involucra trabajar con reglas inmigratorias y límites de visas’, afirmó. ‘Existe un camino sin necesidad de dinero en efectivo para acelerar significativamente la recuperación de Detroit’. La portavoz de Snyder, Sara Wurfel, dijo que su gobierno planea presentar la solicitud innovadora al gobierno federal esta misma semana, de ser posible. El gobernador busca flexibilidad en una exención que permite a trabajadores extranjeros con una maestría o doctorado -o que hayan demostrado habilidades excepcionales en ciencias, negocios o el arte- venir a Estados Unidos si es ‘de interés nacional’. Snyder quiere ampliar la definición de interés nacional para aplicarlo al área geográfica de Detroit. Según el plan propuesto, Detroit recibiría 5 mil visas en el primer año, 10 mil en los tres años siguientes y 15 mil en el quinto año. Snyder está particularmente interesado en mantener a los estudiantes extranjeros en Michigan con títulos avanzados en ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas. ‘Muchos de ellos vienen a recibir sus títulos, les damos una educación de nivel mundial y después les decimos que se vayan’, afirmó.”

¿Pues no decían acaso en Estados Unidos que los extranjeros llegados de fuera eran un problema social porque competían contra los ciudadanos norteamericanos por empleos bien pagados contribuyendo con ello al desempleo de los ciudadanos nacidos en los Estados Unidos? ¿No se jactaban acaso de que Estados Unidos ya tenía dentro de su territorio toda la gente que se necesitaba para hacer cualquier trabajo y que ya no era necesario admitir más gente? ¿Acaso el Departamento de Trabajo (Department of Labor) no era el encargado de certificar que antes de que cualquier extranjero fuese admitido como inmigrante primero tuviese que demostrar a satisfacción del Departamento de Trabajo que en todo el territorio norteamericano no había absolutamente nadie que pudiese hacer su mismo trabajo?

Los resultados de ciertos experimentos sociales conducidos a gran escala no son obvios a primera vista. Antes de llevarse a cabo, las ideas en el papel parecen buenas; parecen tomadas de un mundo ideal, y que puestas en práctica conducirán a una ansiada utopía. Pero a lo largo no de años sino de décadas, conforme los resultados se van acumulando, eventualmente se va forjando un veredicto histórico cada vez más contundente. Tómese por ejemplo la famosa “guerra contra las drogas” emprendida desde los tiempos en los que Richard Nixon era presidente de los Estados Unidos. En aquél entonces parecía algo que se podía ganar si se ponía suficiente empeño en ello. Hoy, a varias décadas de distancia, se ha reconocido que esa guerra fue un rotundo fracaso, y se ha reconocido que no hay razón alguna para esperar que se obtenga en el futuro algún resultado diferente al resultado calamitoso que ya se ha obtenido. Tómese también el experimento del comunismo. A principio parecía algo casi ideal: una economía nacional planificada en todos sus detalles por el Estado, previendo cualquier posible falla en la marcha de la economía, una economía capaz de garantizar un empleo a todos los habitantes, o sea el ideal de cero desempleo que las economías basadas en esquemas capitalistas nunca han  podido lograr, una economía capaz de garantizar educación gratuita a cada quien de acuerdo a sus capacidades y libre de los ciclos perniciosos de prosperidad-recesión que caracterizan a las economías capitalistas. Hoy, a un siglo de distancia de la revolución bolchevique en Rusia, el experimento del comunismo ha sido ya declarado como un fracaso, los rusos quedaron arrepentidos de haber sido los conejillos de indias para tal experimento, y el único país del mundo en donde se mantiene el fracasado experimento del comunismo más como una dictadura de corte monárquico que como un esquema de colectivización de la riqueza es Corea del Norte.

Repudiando su pasado histórico, Estados Unidos empezó a estrangular el flujo migratorio del que en otros tiempos se enorgullecía. Este experimento ha estado en marcha desde hace casi medio siglo. Y cinco décadas después, el grito de auxilio que está dando el gobernador de Michigan pidiendo la habilitación de miles de visas de trabajo hace sospechar que el estrangulamiento casi total de lo que en otros tiempos era un flujo migratorio libre trajo consigo repercusiones no-anticipadas.

Una realidad actual que tiene que afrontar Estados Unidos en sus políticas demográficas es que la “vida útil” de la generación del baby boom está llegando a su fin. El “baby boom” está conformado por los centenares de miles de niños que empezaron a nacer al terminar la Segunda Guerra Mundial, esto como consecuencia directa del regreson de miles de soldados norteamericanos a la vida civil incorporándose como individuos que querían echar a andar sus propias familias. Fué un “pico” bastante pronunciado en las estadísticas que le dió al país un aumento súbito de población que no se esperaba. Eran los tiempos en los que la píldora anticonceptiva no existía, y aunque hubiese habido métodos anticonceptivos eficaces la expansión espectacular de la economía hacía suponer que cualquiera podía tener una familia del tamaño que fuese sin tener que preocuparse. Pero han transcurrido ya más de 60 años desde los tiempos del “baby boom”, muchos de los que nacieron en aquella época están empezando a jubilarse, se están retirando ya del mercado del trabajo, y hay millares de maestros, enfermeras, contadores, ingenieros, administradores, etcétera que simplemente están empezando a desaparecer del mercado laboral, y no ha habido otro “pico” estadístico como el que ocurrió en aquél entonces para proporcionarle a Estados Unidos los profesionistas y trabajadores que reemplazarán a los que se están yendo. En pocas palabras, no hay reemplazos suficientes para los niños del “baby boom”, y la política de puertas cerradas en cuestión migratoria no ayudará en casi nada a solventar la escasez.

Por otro lado, el problema que tiene ahora el gobernador de Michigan es que no será tan fácil revertir el daño que Estados Unidos se causó a sí mismo al ponerle una horca al libre flujo migratorio que antes había, porque al convertirse Estados Unidos en un país casi inaccesible a la inmigración legal, el resto del mundo se ha estado acostumbrando a no depender de los Estados Unidos como “válvula de escape”. Ha sido un largo proceso de aprendizaje, un proceso que ha tomado décadas, y fuera de algunos países latinoamericanos son pocos quienes consideran perder su tiempo probando su suerte para intentar inmigrar legalmente en los Estados Unidos.

Tómese por ejemplo el caso hipotético de un bioquímico con estudios de postgrado que vive en Suiza. Un profesionista con estas capacidades no vive mal en Suiza, de hecho vive muy bien, gana muy buen dinero y vive en un buen “chalet”. Vive rodeado de sus familiares, tiene como vecinos a amigos suyos que ha conocido de toda la vida, y el confort en el que vive no le pide nada al confort que podría aspirar a tener si se trasladase a los Estados Unidos. Por otro lado, ¿por qué razón habría de desarraigarse, abandonando a sus familiares y sus amigos, para trasladarse a vivir a un país en el que no conoce a nadie? Y lo más importante: Europa se encuentra en paz, no está sucediendo nada de lo que sucedió durante ese gran desastre europeo conocido como la Segunda Guerra Mundial, no existe la presión para emigrar hacia el otro lado del mundo para salvar el pellejo, y menos hacia una ciudad como Detroit que está en bancarrota. Y así como el bioquímico de Suiza, también en otros países europeos como Alemania, Gran Bretaña, Francia, Holanda, etc. no hay la presión que había en otros tiempos para emigrar a los Estados Unidos; es más, ni siquiera hay el interés. La consecuencia final es que, para fines prácticos, la inmigración europea masiva que “hizo rica a Norteamérica” ha llegado a su fin. Hay todavía algunos europeos dispuestos a emigrar a los USA, pero ya no como antes; eso se acabó.

En lo que toca al continente asiático, con China empezando a convertirse en una superpotencia mundial que está alcanzando ya o incluso rebasando a los Estados Unidos, no se anticipan en el futuro cercano oleadas de inmigrantes de China como las que había en otros tiempos que se fueron para no volver. Por su parte, Japón como país industrializado goza de un alto nivel de vida y tampoco hay mucha presión para emigrar hacia los Estados Unidos, además de que la política norteamericana de puertas cerradas a la inmigración asiática “educó” después de varias décadas de aprendizaje a los habitantes del continente asiático a no depender de los Estados Unidos como “válvula de escape”.

Esto deja a los países africanos como fuente potencial de “sangre nueva” inmigrante hacia los Estados Unidos, pero las barreras del lenguaje (no son muchos los africanos que dominan el inglés) así como las barreras educativas y las barreras de la distancia convierten a esta opción en una opción poco atractiva para ambas partes.

En esta misma bitácora, desde hace ya algún tiempo que se le lanzó en su lengua nativa a Jeff Sessions, un Senador anti-inmigrante, el reto de devolverle a México los 11 millones de indocumentados mexicanos en territorio norteamericano que Estados Unidos se niega a legalizar, invitándolo a que Estados Unidos le devuelva cuanto antes a México sus jornaleros, sus herreros, sus carpinteros, sus mecánicos, sus jardineros, sus nanas, sus electricistas, sus albañiles, sus plomeros, etc., y ¿por qué no? a otros mexicanos como Mario Molina (ganador del Premio Nóbel de Química) y los directores de cine Alfonso Cuarón (el creador de la cinta de largometraje “Gravity”) y a Guillermo del Toro, por nombrar unos cuantos. Que nos los devuelvan a todos, sin excepción, los necesitamos en México para que generen riqueza en México, no riqueza en los Estados Unidos. El Senador Jeff Sessions se ha quedado bien calladito sin dar respuesta al reto. Y aunque el gobierno norteamericano continúa deportando millares de indocumentados, no se le ve que tenga realmente las ganas de echar fuera de un solo golpe a todos los 11 millones de indocumentados que ya tiene, pero de los cuales se queja tener. El no llevar a cabo una deportación masiva de tal naturaleza no tendría nada que ver con las posibles consecuencias económicas para la ya de por sí debilitada economía norteamericana en caso de hacerse tal cosa. ¿O sí? Por otro lado, se le hizo la invitación a Jeff Sessions para que el Congreso norteamericano terminara de cerrar por completo las puertas a la inmigración legal bajando todas las cuotas de inmigración a un cero absoluto, sin excepciones. Sin embargo, no lo han hecho. ¿Pues no que Estados Unidos no necesitaba a nadie de fuera porque ya tenía entre su propia población toda la gente necesaria para hacer cualquier trabajo? Algunos congresistas ancianos de cabeza dura (los mismos que le fueron cerrando paulatinamente las puertas a la inmigración de todos tipos, legal e ilegal) insisten en que sólo se debe empezar a admitir gente de fuera en cuanto el desempleo en los Estados Unidos haya bajado a cero. Pero no se han atrevido a hacer tal cosa ni siquiera en tiempos de duras recesiones económicas. Y no ha habido un solo día en la historia de los Estados Unidos en el cual el desempleo haya sido igual a cero (y se duda que lo habrá). El no terminar de cerrar por completo las ya de por sí endurecidas puertas a la inmigración legal no tiene nada que ver con el temor no proclamado de que si se llega a hacer tal cosa ello sería el equivalente de ponerse un tiro directo en la cabeza. ¿O sí?

Por lo pronto, el gobernador de Michigan va a tener que patalear y chillar de impotencia, porque esa gente inmigrante que él quisiera que llegara de fuera para ayudar a rescatar a su ciudad y a su estado no va a llegar ni mañana ni pasado mañana. Y si el disfuncional Congreso norteamericano sigue atascado en pleitos y politiquerías de escaso valor, lo más probable es que los inmigrantes que el gobernador Snyder quisiera tener en su territorio no van a llegar nunca. Y en tal caso, tienen un verdadero problema entre manos que van a tener que cargar por un buen tiempo.



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