“El que a un hijo consiente, está engordando una serpiente”.
Así reza un refrán popular, que refleja una sabiduría acumulada de siglos de que la mejor forma de echar a perder un hijo es consentirlo cumpliéndole todos sus caprichos y dándole todo lo que quiera sin ponerle limitación alguna.
La película Walt Disney de “La Bella y la Bestia” basada en un cuento antiguo retrata esto a la perfección. La película comienza con un príncipe caprichudo, soberbio y prepotente, acostumbrado a que todos sus deseos sean cumplidos de inmediato y sin cuestionamiento alguno. Hasta que una visitante misteriosa le pone una maldición quitándole su apariencia física humana para convertirlo en una bestia. La metamorfosis en realidad lo único que hace es que la apariencia externa del soberbio príncipe concuerde con el interior, con el alma del joven, porque por dentro ya era una bestia, un monstruo. Al final del cuento, para que pueda recuperar su forma humana, la bestia tiene que morir haciendo un sacrificio por alguien más; sólo la muerte de la bestia en este modo puede hacer que renazca el príncipe como una persona nueva, más sabia, más humilde.
A diferencia de lo que ocurre en el cuento de “La Bella y la Bestia”, la experiencia cotidiana indica que el daño ocasionado a los hijos consentidos y “apapachados” en extremo es un daño que se arrastra de por vida, no se trata de algo que el tiempo por sí solo se pueda reparar o enmendar. Para esto, hay otro refrán:
“Arbol que crece torcido, jamás su rama endereza”.
En la antigua Roma tenemos ejemplos sobresalientes del daño ocasionado a hijos consentidos en exceso, los cuales no tuvieron que hacer absolutamente nada de mérito para tenerlo todo. Uno de ellos fue Calígula, nacido en cuna de seda, investido como emperador sólo por ser hijo de un emperador, acostumbrado desde su infancia a que se le cumplieran todos sus caprichos sin que nadie le llevara la contra. Al final, terminó completamente loco. Otro ejemplo es Nerón, nacido también en cuna de seda, investido también como emperador sólo por ser hijo de un emperador, acostumbrado desde su infancia a que se le cumplieran todos sus caprichos sin que nadie le llevara la contra. Al igual que Calígula, también terminó completamente loco. Y la única manera en la que se pudo resolver el terrible problema social que éstos juniors representaban poniéndole un alto a sus innumerables desmanes fue matándolos, no hubo otra alternativa. Aquí aplica la sabia máxima de Lord Acton que dice:
“El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Si un adulto cuerdo puede encontrar sumamente difícil el resistir las tentaciones de abusar de un poder absoluto cuando tal poder llega a sus manos, en el caso de un infante al que sus propios padres irresponsablemente le conceden todo lo que quiera corrompiéndolo con ello desde su tierna infancia será casi imposible el evitar que termine convertido en un junior soberbio y prepotente. En los Estados Unidos, esto se ve con frecuencia en los hijos de familias que forman parte de lo que se considera como clase media alta (e inclusive baja hasta los estratos de la misma clase media), y hay un nombre para ellos: spoiled brat (“manzana podrida”). Estos chamaquitos desorientados y sin valores son precisamente los que en su búsqueda irrefrenada de placeres de todo tipo terminan metiéndose todo tipo de drogas en el organismo, ellos son la mejor clientela de los cárteles de las drogas, máxime que son precisamente ellos los que tienen todo el dinero que se requiere para adquirir en el mercado negro todas las drogas que quieran. Sus padres los acostumbraron desde temprana edad a obtener cuanto les diera la gana, y ya como adolescentes ejercen tal hábito dando rienda suelta a ego y vanidad.
Pocos ejemplos ilustran de modo tan brutal las terribles consecuencias de estar mimando y consintiendo a un junior cumpliéndole todos sus caprichos como el caso de Ethan Couch, un mozalbete multimillonario de 16 años de edad:
Este “pobre niño rico” primero se robó cerveza de una tienda Wal-Mart, y consumió ávidamente todo lo que se robó hasta acumular en su sangre un nivel alcohólico de 2.4 (el triple del máximo límite legal para los adultos), tras lo cual jugando a personaje de Hollywood y manejando su carro como un meteoro digno de una película de Batman mató a cuatro personas echándoles encima su Ford F-350 (uno de ellos era un pobre automovilista que estaba varado en la calle a causa de un desperfecto en su vehículo, y los otros tres eran unos buenos samaritanos que estaban tratando de ayudarlo). En síntesis, un ratero y un homicida múltiple. ¿Y cuál fue su castigo? En términos reales, ninguno. Ni un solo día en la cárcel, ni un solo centavo impuesto como multa administrativa, y ya no se diga de reparación de daños a los familiares de sus cuatro víctimas. Pese a la flagrancia de los delitos, la jueza Jean Boyd:
ordenó que se le dejara libre en libertad condicional bajo la condición de estarse portando bien (este castigo que en realidad no es castigo alguno es conocido como probation), usando en favor del mozalbete un argumento nuevo para el cual no había precedente legal alguno, según el cual Ethan Couch no era culpable ni responsable de sus actos criminales en virtud de no tener la madurez suficiente para poder distinguir entre el bien y el mal a causa de haber recibido una vida de niño rico y consentido, habiendo sido una víctima inocente del hecho de haber nacido en cuna de seda y haber recibido una vida opulenta de niño rico y consentido. Este argumento legal ya tiene un nombre nuevo en el diccionario: afluencia (en inglés, affluenza). Para lograr tan generosa absolución, el adinerado padre del mozalbete, Fred Couch, contrató la defensa legal más cara que se pueda obtener en la Unión Americana. Pero hay quienes sospechan que además la jueza Jean Boyd fue sobornada con una suma multimillonaria por los padres irresponsables del junior vándalo para garantizar que su hijito al que le solapan absolutamente todo no pisara la cárcel. (Aunque la sociedad norteamericana es extremadamente reacia a admitirlo, también en los Estados Unidos hay mucha corrupción; sólo así se explica que cualquier estudiante en cualquier parte de la Unión Americana pueda comprar toda la droga que quiera, de cualquier tipo, sea heroína, cocaína, crack, metanfetaminas, sin que haya habido jamás detenciones de capos importantes de la droga pese a que la libre oferta de tanta droga implica necesariamente la existencia de una amplia red de distribución que funciona sin problema alguno, resaltando el hecho de que en los Estados Unidos jamás se ha detenido ninguna de las cabezas que necesariamente deben estar al frente allá de tan amplia red de distribución, y los únicos traficantes importantes que los norteamericanos tienen detenidos en prisión son los que se les han extraditado desde otros países, tales como Juan García Ábrego, Carlos Lehder, Benjamín Arellano Félix y muchos otros más; sólo así se explica que la DEA jamás haya capturado dentro de los Estados Unidos a ningún ciudadano norteamericano involucrado en el tráfico de estupefacientes que sea de la talla del Z-40, Rafael Caro Quintero, Heriberto Lazcano Lazcano y otros pese a que las cantidades de dinero que se supone que manejan los cabecillas norteamericanos del narcotráfico dentro de los Estados Unidos son mucho muy superiores a las que manejan sus proveedores foráneos.)
Además de los cuatro muertos que dejó tras de sí el junior criminal, dejó también a un joven de nombre Sergio Molina de 16 años de edad lisiado de por vida. Esta es la fotografía del joven antes de que el junior multimillonario de Texas lo embistiera con su bólido:
Y esta es la fotografia de lo que quedó de Sergio Molina después de haber terminado como víctima del solapado junior Ethan Couch:
Al 14 de diciembre de 2013, los gastos médicos y hospitalarios acumulados por la atención de Sergio Molina sumaban ya más de un millón de dólares, de los cuales los padres del irresponsable y criminal junior no habían ofrecido pagar un solo centavo.
La argumentación de la afluencia usada para dejar en completa libertad a Ethan Couch puede ser cierta, indudablemente, pero es la primera ocasión que fue utilizada con fines legales para exonerar por completo a alguien de toda responsabilidad por actos criminales permitiéndole evadir su justo castigo y quedarse carcajeando de sus víctimas. Por su misma definición, la afluencia es un padecimiento exclusivo de los ricos, puesto que los pobres no pueden utilizar este argumento a su favor, y por lo tanto los pobres en los Estados Unidos sí están obligados a resignarse a cumplir largas condenas de varias décadas en prisión por los mismos delitos por los cuales el junior multimillonario de Texas salió libre. (¿Y todavía hay quienes creen en la ficción de que la justicia norteamericana es pareja e igual para todos tal y como lo proclaman la Constitución y la Suprema Corte?) Para tratar de disfrazar un poco la soberana injusticia de haberse dejado en libertad al irresponsable y criminal junior, el padre del junior se comprometió solemnemente a estar invertiendo casi medio millón de dólares anuales para proporcionarle a su engendro juvenil un “tratamiento psicológico de altura”, dándole lo mejor de lo mejor con la contratación de médicos caros que le servirán de niñeras y nanas al junior, cubriéndolo con más “apapachos”, más mimos, y viendo siempre que no le falte absolutamente nada, que para eso está la fortuna de su padre multimillonario.
Una cosa es satisfacer las necesidades esenciales de un hijo tales como su alimentación, su ropa, darle una educación escolar básica, inculcarle valores éticos y morales así como darle consejos para su buen comportamiento y que no tenga problemas en su trato social, y otra totalmente diferente es estarle solapando todas sus locuras, saciando y cumpliendo todos y cada uno de sus caprichos sin hacerle bastarse a sí mismo por completo y sin obligarlo a tomar responsabilidad plena por todos y cada uno de sus actos. Lo paradójico es que al junior al cual se le proporcionan todos los bienes materiales que exige y al cual se le cumplen todos sus caprichos termina siendo un ingrato que no agradece nada de lo que sus padres hagan por él, siempre pide más y más y más y más, hasta reventar.
Es el amo y jefe de Estado absoluto e indiscutible de Corea del Norte únicamente porque su papá Kim Jong-il también lo fue, y éste a su vez fue el amo y jefe de Estado absoluto e indiscutible de Corea del Norte únicamente porque su papá Kim Il-sung también lo fue. Ese fue su único mérito. Fuera de ello, estos juniors norcoreanos ni son poseedores de una inteligencia que los haga descollar sobre sus semejantas ni tienen la habilidad y la astucia política para ver por lo que sea mejor para su pueblo, al cual tienen muerto de hambre (las hambrunas en Corea del Norte han requerido en el pasado que este país use su potencial nuclear para chantajear a Occidente obteniendo ayuda alimentaria a cambio de no portarse mal). El peor de la familia es sin duda alguna el nieto de Kim Il-Sung, el cual habiendo nacido en cuna de seda jamás ha pasado por ninguna privación, y el cual ve a sus compatriotas como esclavos suyos con cuyas vidas puede hacer lo que le pegue en gana. Acostumbrado a los whiskys y cognacs finos a la vez que el pueblo norcoreano en su gran mayoría pasa hambres atroces, acostumbrado a que se le esté adorando como si fuese un dios, acostumbrado a que se le esté rindiendo pleitesía con cultos a la personalidad, Kim Jong-un no tiene ni la más remota idea sobre lo que es sufrir aunque sea un poco. Al menos su abuelo que no nació en cuna de seda sabía lo que es una guerra y las consecuencias que un conflicto bélico puede traer, por eso se movía con mesura cuidando todos sus movimientos en el plano geopolítico. Pero su nieto está terminando al igual que Nerón y Calígula, como un junior inmaduro, irresponsable, caprichudo, e impredecible, y es posible que tarde o temprano alguien lo tendrá que matar porque no habrá otra alternativa más que ésta para el terrible problema social que él representa para los norcoreanos. Uno de los que posiblemente se arrepintieron de haber convertido a Kim Jong-Un en un “monstrito” es ni más ni menos su propio tío, el cual fue su mentor y protector prestándose solícito a cumplirle todos sus caprichos. Reflejando una creciente paranoia, el tirano de Norcorea mandó matar a su propio tío el 12 de diciembre de 2013 tras un juicio sumario y expedito en el cual no se le dio oportunidad alguna de responder a las acusaciones formuladas en su contra, creyendo quizá Kim Jong-un en su mente delirante que el tío podría intentar la locura de tratar de removerlo del poder. Y antes de esto, ya había mandado ejecutar a su ex-novia la cantante Hyon Song-wol. (Es muy posible que, en su ambición de poder, el junior solapado Kim Jong-Un habría sido capaz de mandar matar a su propio padre o inclusive de matarlo él mismo, como se presume que también el ambicioso y solapado junior romano Calígula pudo haber asesinado al mismo Tiberio según lo asienta el historiador romano Suetonio.)
Puede decirse que la gran mayoría de los norcoreanos viven en una gigantesca prisión, viven en un estado-policía en el que cualquier intento de escape es castigado con la pena de muerte aplicada en el acto por uno de los regímenes totalitarios más brutales que hay en el planeta. Pero esta prohibición para dejar el país no aplica para los juniors criados en el seno de la familia dictatorial de Corea del Norte, los cuales están en completa libertad para salir y regresar al país cuantas veces les venga en gana. Usando este privilegio, Kim Jong-Un fue enviado por su padre a estudiar a Suiza a uno de los mejores colegios, y se creyó ingenuamente que por su contacto con estudiantes occidentales Kim Jong-Un iniciaría una apertura dentro de Corea del Norte en beneficio de su pueblo cuando le llegara su turno de ascender al poder. Pero resultó todo lo contrario, porque resultó ser un tirano peor aún que su padre. Lo cual demuestra otra cosa importante relacionada con los juniors: se les puede tratar de dar la mejor educación que el dinero pueda comprar (Séneca fue tutor de Calígula), pero esto no va a cambiar ni va a mejorar lo que ya de por sí está podrido por dentro.
El desquiciamiento mental y moral al que es sometido un niño al cual desde el principio se le cumplen todos sus caprichos sin enseñarle a valorar lo que a veces se tiene que batallar para poder ganarse el pan de cada día no es privativo de los hombres. También las mujeres pueden terminar siendo víctimas de este error paternal. Entre los muchos ejemplos que pudieran citarse, se tiene el de Bárbara Hutton, la pobre niña rica de Norteamérica:
Heredera de una cuantiosa fortuna que su padre acumuló dólar por dólar después de muchos años de duro y arduo trabajo, ella también terminó convirtiéndose en una persona inmadura, irresponsable y caprichuda. Nacida en cuna de seda, su único mérito era la fortuna que terminó poseyendo por el solo hecho de haberla heredado. Ya con el dinero en sus manos, se dedicó en vida a despilfarrarlo a manos llenas, llevando una vida disipada como una socialité extravagante cuya única finalidad era gastar rápidamente todo el dinero que su padre penosamente acumuló en vida a costa de muchos sacrificios y mucho trabajo. Al final, cuando Bárbara Hutton murió, la gran fortuna que había heredado estaba prácticamente agotada, despilfarrada. Su paso por este mundo no dejó absolutamente nada que valga la pena mencionar, y a diferencia de otras mujeres destacadas como Madame Curie, Florence Nightingale y Gabriela Mistral, sólo se le recuerda por sus derroches, sus excesos, sus escándalos y su vida disoluta. Su padre le dió todo, la consintió en todo, le cumplió todos sus caprichos, le toleró todo, y con ello la pudrió. En vez de enseñarle el trabajo que puede costar ganar el dinero, en vez de ponerle limitaciones que ella tiempo después le hubiera agradecido, la convirtió en una junior de la alta sociedad, en un monstruo cuyo único propósito era llevar vida social sin hacer esfuerzo alguno por tratar de ser de ayuda o de utilidad para los demás.
Hay familias en las cuales la única razón por la cual los padres no se han separado no es porque se quiera realmente salvar una relación que ya desde hace tiempo no funciona, sino por el temor de que un divorcio pueda empujar al junior irresponsable y desbocado a cometer una locura en contra de sí mismo o en contra de otros. Tales padres se sacrifican y se aguantan sus incompatibilidades ante el temor de que el junior los “castigue” de alguna manera si se separan (tal vez algo de esto haya tenido que ver en el caso de Adam Lanza, el desequilibrado junior que tras el divorcio de sus padres incurrió en la terrible matanza de Sandy Hook), pero un junior ya echado a perder (en inglés le ponen a estos sociópatas el mote de spoiled brats) de cualquier modo terminará causando problemas cometiendo barbaridades hasta que termine muerto. Creer ingenuamente que el mantener la ficción de un matrimonio unido impedirá que el junior se siga comportando como un caprichudo irresponsable es una ilusión sin fundamento alguno, y se pueden citar muchos ejemplos de ello. Lo que va a suceder va a suceder, sobre todo y si el junior ya entró en la etapa de la adolescencia o, incluso, ya es un adulto mayor de edad, y en el mejor de los casos sólo se está retrasando lo inevitable. El padre y la madre se pueden enfrascar, después de una tragedia, en pleitos y discusiones inútiles echándose la culpa el uno al otro de lo sucedido, pero al final de cuentas ambos tienen la culpa, y resulta infantil que cada quien trate de lavarse las manos como Poncio Pilatos cuando cada quien tuvo su propia vela en el entierro. De mayor utilidad hubiera sido el haber metido al hijo a un colegio militar para que allí aprendiera lo que es el orden y la disciplina, que el estarle soltando liberalmente a manos llenas dinero, carros, regalos, tolerancia excesiva, tarjetas de crédito, etc.
El argumento frecuentemente esgrimido por aquellos padres que terminan convirtiendo a sus hijos en “juniors” es “yo no quiero que mi(s) hijo(s) pase(n) por las penurias por las que yo pasé, yo quiero que tenga(n) lo que yo no tuve cuando era pequeño”. Las intenciones tal vez sean buenas. Pero los caminos al Infierno están llenos de buenas intenciones. Lo mejor que puede hacer un padre por su hijo cuando su hijo todavía está chico es ponerle limitaciones en lo que le dá, no cumplirle ni siquiera la mitad de sus caprichos, no soltarle jamás ninguna tarjeta de crédito, y si va a tener tarjeta de crédito, se la tendrá que ganar por cuenta propia con el dinero que pueda ganar por cuenta propia con el sudor de su frente en algún trabajo honesto (ya sea como dependiente de medio tiempo detrás del mostrador de una tienda de hamburguesas, como vendedor en una tienda de zapatos, como auxiliar de algún plomero, etc.), porque una vez que ya haya crecido será demasiado tarde para dar marcha atrás, el daño ya estará hecho, y no habrá dinero en el mundo que pueda reparar el daño ocasionado.
Dentro del libre albedrío que el Supremo Hacedor ha dado al hombre, esto sitúa en una disyuntiva poco agradable al tener que estarle repitiendo a los hombres de las más diversas maneras:
“Si te hago rico, te corrompes, si te hago pobre, me maldices”
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