domingo, 5 de octubre de 2014

¿El fin de la pobreza?

Recientemente se escuchan con mayor frecuencia planteamientos que tienen que ver con uno de los más viejos anhelos de la humanidad: la erradicación de la pobreza. De esto hablan sociólogos como Jeffrey Sachs en su libro El fin de la pobreza: Cómo conseguirlo en nuestro tiempo publicado en 2006 en el cual podemos leer la meta que tenía hace seis años: “acabar con la pobreza del planeta en el año 2025”, aunque dándose cuenta de que la fecha era ilusoriamente ambiciosa retrasó su meta optimista hasta el año 2030 en concordancia con el Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas. Sin embargo, ya no se habla de erradicar la pobreza sino de erradicar la pobreza extrema, o sea de aquellos que entre los pobres son considerados como muy pobres.

Independientemente de que se le acepte o no como Mesías, de que se le acepte o no como profeta y se le rechaze como tal, una de las profecías de mayor alcance social hechas por Jesús de Nazareth que se ha cumplido al pie de la letra es la profecía en la que afirma al ser ungido en Betania “a los pobres siempre los tendréis”. La cita exacta en el Evangelio dice lo siguiente: “Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros; y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis” (San Marcos 14:7). En otro de los Evangelios encontramos lo mismo: “Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis” (San Juan, 12:8)

El Maestro Jesús, profundo conocedor de la naturaleza humana, no dijo: “a los pobres los tendréis cien años más” o “a los pobres los tendréis mil años más”. Dijo “a los pobres SIEMPRE los tendréis”. Dos mil años después, esto sigue siendo cierto y no ha cambiado en nada. ¿Alguien lo duda? Poniendo en práctica la caridad cristiana, la pobreza se puede paliar, pero no es posible darle a todos los habitantes del planeta un nivel de vida de clase media, así sea de clase media baja; hay demasiados factores en juego (familias disfuncionales, plagas, drogadicción, terremotos, pestes, guerras, enfermedades incurables, sequías, y un sinfín de catástrofes naturales y accidentes que hacen imposible planificar de antemano una justa distribución de la riqueza que elimine en todo el planeta lo que concebimos como pobreza).

En los dos mil años que han transcurrido desde que Jesús advirtiera que la pobreza persistiría después de su partida, el hombre ha experimentado con una infinidad de esquemas socioeconómicos probando casi de todo, y jamás se ha podido disminuír apreciablemente la pobreza inclusive en nuestros tiempos modernos pese a los impresionantes avances tecnológicos que se han logrado. El comunismo soviético pregonaba que mediante la colectivización y la planificación centralizada de la economía nacional así como el control estatal férreo de los medios de producción se lograría una justa distribución de la riqueza, pero después de ocho décadas de fracasos el sistema comunista terminó llevando a sus practicantes a la bancarrota y tuvo que ser abandonado. El sistema de mercado libre es mejor, indudablemente, pero la pobreza sigue siendo abundante, y la brecha entre pobres y ricos parece estarse ampliando aún más que en otras épocas.

A escala planetaria, existen organizaciones tales como el Global Poverty Project que creen sinceramente que la pobreza extrema puede ser erradicada. Otra organizacion que cree que tal cosa se puede lograr para el año 2030 es Zero Poverty 2030 siguiendo los lineamientos bosquejados por la Organización de las Naciones Unidas. ¿Se puede lograr tal cosa? Estos proyectos y organizaciones no hacen mención de erradicar todo lo que sea considerado como pobreza, el objetivo más modesto es erradicar lo que se conoce como pobreza extrema. Pero esto aún está por verse; sin intención de crear desánimo en tan nobles metas y esfuerzos hay que hacer hincapié en algo que se conoce como la Ley de Murphy que asegura que cuando parece que todo saldrá perfecto siempre ocurre algún imprevisto que echará a perder la fiesta. En México, a finales del 2013 la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, la secretaria de Desarrollo Social, señaló que México está cumpliendo de manera positiva con los objetivos de Desarrollo del Milenio que se acordaron en la ONU en el año 2000, diciendo: "El balance para México resulta positivo, 38 de los 51 indicadores, es decir el 74.5 por ciento ya se han cumplido, en 5 estamos avanzando favorablemente y se espera lograr su cumplimiento en 2015, 5 registran un progreso insuficiente, 9.8 por ciento", agregando que en el objetivo 1 (erradicar la pobreza extrema y el hambre) México cumplió la meta tres años antes del plazo al reducir de 9.3 en 1989 al 4 por ciento en 2012 el número de habitantes que viven con menos de 1.25 dólares diarios. "Tres millones de mexicanos en pobreza extrema alimentaria, de los 7 millones que establecimos como población objetivo, cuentan el día de hoy ya con más comida, con mejor comida y con opciones para mejorar su calidad de vida". Sin embargo, reconoció que aún falta mucho por hacer, destacando que "la reducción de pobreza sin un crecimiento y generación de empleos de calidad”. De este modo, aún pese a lo que se haya logrado, sigue habiendo pobreza extrema en México, al igual que en otros países incluído Estados Unidos que se considera como el país más rico del mundo.

Al momento actual no parece que pueda haber un sistema socioeconómico que pueda ser capaz de producir una utopia en la Tierra en la cual nadie sea pobre, y esto no es ya una suposición doctrinal o una discusion de una tema propio de disertaciones académicas, miles de años de tristes y duras experiencias lo comprueban, y quienes con el paso de los siglos han recorrido las páginas de la Historia prometiendo lograr lo que nadie antes ha podido frecuentemente han terminado benficiándose ellos mismos aprovechándose de las circunstancias sin verse cumplida su oferta de paraísos terrenales.

Fisgoneando en Internet, podemos encontrar comentarios como el siguiente que muestran aún la esperanza de que se pueda erradicar lo que Jesús afirmó hace dos mil años que no podría ser erradicado, al menos no sin un cambio interior en todos los seres humanos:
La verdad sea dicha: A la pobreza no se le puede pedir moralidad. Menos aún se le puede exigir que se apegue a las leyes. “Necessitas caret lege”, dijeron los latinos. La necesidad carece de ley. De ese aforismo el pueblo hizo una linda traducción: “La necesidad tiene cara de hereje”. La tiene, en efecto. Quizá la pobreza lleve al Cielo, pero aquí en la Tierra constituye una molestia grande. Ciertamente es cierto lo que dijo Horacio: “Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas regumque turres”. La pálida muerte pisa con igual pie las chozas de los pobres y el palacio del rey. Pero mientras llega esa señora -siempre llega- es preferible vivir en el palacio real, donde hay agua corriente y excusado inglés, que en un tugurio miserable donde toda incomodidad tiene su asiento y todo triste ruido hace su habitación. Quien diga lo contrario es un redomado mentiroso o un supino hipócrita que quiere estar en lo políticamente correcto. La pobreza es cosa extraña: cuando eres pobre te avergüenzas de serlo, y cuando dejas de serlo te jactas de haberlo sido alguna vez. No alabemos la pobreza, como hacen algunos hombres de religión que jamás la han conocido: maldigámosla y luchemos por acabar con ella. De la pobreza derivan muchos males, entre ellos el crimen, la ignorancia, la insalubridad. Alguna vez un estudioso encontrará la relación que hay entre el atraso de los países de América Latina y las prédicas religiosas que en ellos se hicieron durante varios siglos, y que enseñaron al pueblo a mirar la riqueza con desprecio y a ver en la pobreza el camino seguro hacia la salvación. Cosas como las que se vieron en Los Cabos -la falta de solidaridad social, los saqueos- son fruto de esa pobreza que lleva al abandono de todo sentido ético y de legalidad, y que aprovecha la primera oportunidad para obtener por medios de violencia lo que las condiciones sociales imperantes no le han permitido conseguir.
Podemos estar o no estar de acuerdo con lo que afirmó el comentarista que externó lo anterior, pero en una cosa en la que muchos seguramente podremos estar de acuerdo es con la máxima que resume la situación más triste que se pueda concebir:
“Pobre del pobre que al Cielo no va,
amolado aquí, recontra amolado allá”

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