El ejemplo que citaremos se trata de un hombre llamado Francisco Barrio Terrazas. Allá en los años ochenta, se presentó a sí mismo como una gran esperanza para terminar con el sistema unipartidista en México en el cual un solo partido político acaparaba todo el poder y los demás partidos estaban reducidos a la calidad de leal oposición a cambio de algunas cuantas prebendas, simples paleros para darle legitimidad a un sistema en el que la frase que se le adjudicaba en esos tiempos ante la imposibilidad de poder vencerlo en las urnas electorales en procesos de votación controlados de principio a fin por el gobierno era “gánale al PRI”.
Con el desencanto del pueblo de Chihuahua por la destrucción de la economía nacional y las terribles devaluaciones que el sexenio del presidente José López Portillo le dejó a México, sucesos devastadores que impactaron duro sobre todo a las poblaciones fronterizas colindantes con los Estados Unidos en donde las devaluaciones del peso con respecto al dólar se resintieron con mayor dureza, y con el apoyo económico de prominentes empresarios chihuahuenses afectados por el pésimo manejo de la economía nacional atribuíble a José López Portillo, Francisco Barrio tuvo ante sí todo lo que necesitaba para arengar al pueblo en torno de alguna esperanza, la que fuera, para sacar a Chihuahua del terrible bache económico en el que se encontraba y que significó en ese entonces la virtual desaparición de la clase media, y logró arrebatarle al PRI la alcaldía de Ciudad Juárez, en una de las ciudades más importantes de México, precisamente en donde se libró la guerra revolucionaria que terminó con la dictadura de Porfirio Díaz. Fue el destino el que puso a Francisco Barrio en una posición privilegiada ofreciéndole en charola de plata las circuntancias sin las cuales jamás habría podido tener el éxito que tuvo al ingresar a la política en 1983. No hubo de transcurrir mucho tiempo para que Francisco Barrio se ensoberbeciera y se creyera a sí mismo una gran figura histórica a la altura de Mahatma Ghandi y Martin Luther King, digno de compartir un lugar de honor con figuras veneradas mundialmente por su temple y virtudes. Y eventualmente, terminó cayendo en el insondable pozo en el que caen los que llegan a sentirse casi dioses con derecho a todo viendo al resto de los seres humanos como simples mortales nacidos para servirlos, creyendo que la vida les debe todo y que sin ellos la continuación de la vida sería inconcebible. Y cuando por fin Francisco Barrio llegó a la gubernatura de Chihuahua, acaparando el poder que quería para poder hacer en Chihuahua todo lo que le viniera en gana, terminó por corromperse.
Nada retrata mejor lo que sucedió con Francisco Barrio que un editorial publicado en el periódico NORTE DE CIUDAD JUAREZ el domingo 9 de agosto de 1998, elaborado por el columnista Raúl Flores Simental, que bajo el título “Barrio, de los puentes a Los Pinos” plasmó las siguientes observaciones para la posteridad, observaciones que todavía hasta el día de hoy a Francisco Barrio le entran por un oído y le salen por el otro:
Hoy, a 15 años de que Francisco Barrio brincara a la política, algunos juicios pueden hacerse sobre él.
Quizá hoy, más que nunca, cuando el PRI regresa al poder en Chihuahua, sea oportuno hacer una revisión sobre esta figura pública.
Cuando en los primeros meses de 1983 se conoció que un Francisco Barrio contendería por la presidencia municipal de Ciudad Juárez, lo único que se sabía es que había sido empleado de Jaime Bermúdez y era hermano de Federico Barrio. Nada más. En los archivos de los periódicos no había fotos de él, ni se le conocía curriculum. Fue el candidato de los empresarios resentidos, que luego encontraría cobijo en el Partido Acción Nacional. Nunca antes había participado en política ni formaba parte de aquel grupo de panistas que durante mucho tiempo resistieron en condiciones de desventaja. Como se conocería algún tiempo después, los abundantes recursos para la campaña salieron de los bolsillos de Francisco Villareal, hombre acaudalado con razones de sobra para enfrentar el sistema político mexicano.
Montado en la ola de inconformidad, amparado en el membrete del PAN, con el apoyo de algunos capitales importantes, apadrinado por su hermano Federico y con la bendición de muchos miles de votantes que vieron en él un instrumento adecuado para castigar al PRI, Francisco Barrio ganó las elecciones del 83 y empezó a convertirse en el mito de los panistas que vieron en él al caudillo norteño que por décadas habían estado esperando.
Más que buen alcalde, Barrio fue un político novedoso y polémico. Con su hablar golpeado y sus botas vaqueras, se convirtió en centro de atención nacional, al que todos los periodistas querían entrevistar, porque simbolizaba la bronca oposición norteña y de alguna forma se le identificaba como el verdugo del priismo.
Una vez convertido en la figura más popular del panismo norteño, la gubernatura parecía el siguiente paso natural. Así, en 1986, en una campaña memorable, Barrio se enfrentó a Fernando Baeza en una batalla en la que el PAN desplegó toda su fuerza.
El calificativo de verano ardiente para aquel 1986, no podía ser más adecuado. Los chihuahuenses de las zonas urbanas vivieron con intensidad esos meses, porque se veía un enfrentamiento parejo y porque había la posibilidad de que Chihuahua fuera gobernado por panistas.
Finalmente, en medio de algunas irregularidades y con la atención de todo el país encima, Fernando Baeza resultó triunfador, ante la inconformidad del PAN. A partir de ese momento, y ya como caudillo indiscutible, Barrio encabezó espectaculares acciones de resistencia civil, que en Ciudad Juárez llegaron incluso a la toma de puentes internacionales, en lo que pueden considerarse las más importantes manifestaciones públicas de que se tenga memoria.
Pese a la movilización, Fernando Baeza llegó a Palacio de Gobierno, y ahí dejó transcurrir seis largos años, mismos que Barrio dedicó a su vida privada y a preparar su nueva lucha por la gubernatura.
Tras una campaña fuerte -como las que el PAN había aprendido a hacer en el norte- finalmente resultó electo gobernador y en octubre de ese año empezó a mostrar una cara diferente.
En primer lugar, se deshizo de Sergio Conde Varela, uno de sus más cercanos colaboradores durante muchos años, y empezó un acercamiento evidente con el grupo más destacado de notarios y constructores en la entidad. Entre muchas otras cosas, emprendió una batalla furiosa contra la estructura sindical del magisterio y se lanzó contra la Escuela Superior de Agricultura, la que clausuró luego de algunos conflictos violentos en los que se advirtió la tolerancia gubernamental a uno de los bandos en pugna.
Así, en pocos meses, Barrio empezó a dar un giro: se deshizo de Sergio Varela y de Héctor Mejía; aplicó mano dura a los maestros y estudiantes de la ESAHE; se acercó cada vez más a los grupos empresariales y marcó su distancia de los viejos panistas.
Luego, Barrio Gobernador -que ya era algo totalmente diferente al Barrio candidato y al Barrio víctima, encontró muchas virtudes en el entonces presidente Carlos Salinas y confesó públicamente su admiración por él. Juntos, ellos y sus familias, fueron a pasear por la tierra chihuahuense y las pláticas sostenidas bajo Los Pinos, fueron guardadas como tesoro familiar, al que nadie -mucho menos la prensa- tuvo acceso.
Atrás había quedado aquel presidente municipal treintañero, retador del sistema, de hablar bronco y vestir informal. La rebeldía se transformó en autoritarismo y el supuesto carisma que alguna vez tuvo fue sustituido por el gesto duro de quien se sabe dueño del poder. Como siempre sucede, los que lo rodeaban empezaron a hablarle al oído y Barrio creyó que estaba haciendo lo que nunca antes nadie había hecho por Chihuahua.
Como contador de profesión, se obsesionó con los números y sus incondicionales le dibujaron estadísticas que él siempre quiso ver. Transformó a Chihuahua en una gráfica color de rosa y se empeñó en venderles a los chihuahuenses la idea de que nunca antes el estado había vivido época mejor.
Mal orador, pero de voz tronante, aprovechó esa fuerza adquirida en los mítines para desatar campañas verbales, y solo verbales, contra la corrupción. Ferviente devoto de la mercadotecnia, pensó que la publicidad podría sustituír al buen gobierno y se convirtió en cliente generoso de agencias y de vendedores de fantasía. En consecuencia, sus últimos informes gubernamentales fueron organizados como se organizan los conciertos de rock: con pantallas monumentales, con decenas de amplificadores, con directores de cámaras y con transmisión satelital.
Y mientras Barrio se ocupaba de tran profundos asuntos, la corrupción policiaca se agudizaba y la educación se iba a pique. En los meses recientes, el número de ejecutados creció en todo el estado y en Ciudad Juárez la inseguridad en las calles creció de manera notoria, aunque esto no se reflejara en las gráficas alegres de él y sus funcionarios.
Un solo hecho -uno solo- puede ilustrar la ineficiencia policiaca durante los seis años de Barrio: cuando llegó a la gubernatura, prometió esclarecer el asesinato de Víctor Oropeza; hoy, siete años después del homicidio, ni siquiera se ha desempolvado el expediente y todo indica que esa muerte, como cientos más, seguirá impune.
Hoy, el juicio de los chihuahuenses ha sido muy claro. Si le dieron su voto al PRI fue porque estos seis años no lograron convencerlos.
Pensar en un solo Francisco Barrio posiblemente sea un error. Allá en el 83 hubo un Barrio bronco y quizá soñador. Vino luego un Barrio candidato, retador y animoso. En el 92 fue el Barrio triunfante, depositario de esperanzas. Después vino el Barrio bajo Los Pinos con Salinas y en Los Pinos con Salinas. Siguió el Barrio autoritario, despótico, intolerable, neurolingüístico. Al final vino el Barrio rechazado, el autor de la derrota de su partido.
Esos son los Barrios a los que habrá que pasarles revista. Es posible que el Barrio de antes del 92 tenga méritos en la consolidación del panismo, pero lo seguro es que pasará sin duda a ser uno más de los que han gobernado este estado. Porque, como todos los que lo antecedieron, y de manera más ingenua quizá, cayó embriagado por el olor de Los Pinos, que es un aroma al que los políticos tradicionales no pueden resistirse.
Y Barrio gobernador, lo demuestran los hechos, fue el más tradicional de los gobernadores, el que más pronto aprendió las reglas del poder. Ese Barrio de hoy se encargó, él solo, de sepultar a aquel Barrio bronco que hoy ya sólo es recuerdo.
El gobierno autoritario ejercido por Francisco Barrio fue tan malo y dejó tan malos recuerdos, que después de que el PAN fue echado de la gubernatura de Chihuahua en 1998 el PAN no ha podido recuperar la gubernatura. Mucha gente aún recuerda que los feminicidios de Ciudad Juárez que tan mala fama le dieron a la ciudad alrededor del mundo, un verdadero escándalo y una verdadera vergüenza no solo para Chihuahua sino para todo México, empezaron con el primer feminicidio que ocurrió a principios de 1993, esto es, a los pocos meses de que Francisco Barrio empezó a gobernar Chihuahua. Y la inseguridad que con él empezó en Chihuahua fue tan difícil de extirpar que unos años después cuando el panista Felipe Calderón llegó a la presidencia de México y declaró una guerra total contra todos los narcos recurriendo para ello al Ejército, el número de ejecutados en Ciudad Juárez creció a grado tal que se convirtió en la ciudad más violenta del mundo, peor que Iraq y Afganistán. En Chihuahua, y sobre todo en Ciudad Juárez, el “voto duro” que había logrado consolidar el PAN en los años ochenta se evaporó, y cada vez son menos los chihuahuenses y los juarenses que están dispuestos a darle al PAN una segunda oportunidad, y menos cuando quienes desde el interior del PAN ostentando una cercanía estrecha con Francisco Barriio se están perfilando ya desde estos momentos para ocupar la gubernatura de Chihuahua.
Al haberse arrastrado en forma zalamera y servil ante el presidente Carlos Salinas convirtiéndose en cómplice incondicional suyo para todo, seguramente en la creencia de que el apoyo del presidente Salinas era requisito indispensable para poder llegar a ocupar en el futuro la silla presidencial, Francisco Barrio no quiso recordar que si pudo llegar a la gubernatura de Chihuahua fue no porque el entonces presidente de México lo hubiera instalado en la gubernatura, sino porque el pueblo de Chihuahua votó por él creyendo esperanzado en sus promesas de cambio y en sus discursos de antaño. Aún con el apoyo del presidente de México, Francisco Barrio sin los votos del pueblo de Chihuahua jamás habría podido llegar a la gubernatura, no a menos de que el mismo presidente Salinas (priista) hubiera ordenado un fraude electoral descomunal a favor de Francisco Barrio (panista). Se convenció a sí mismo de que él solo por sus propios méritos podía seguir escalando hasta llegar a la presidencia, sin querer aceptar que él sin los votos de la gente respaldándolo no era nadie. Hasta la fecha, jamás ha querido reconocer que terminó traicionando y apuñalando por la espalda precisamente a quienes fueron sus más leales y sinceros colaboradores que le ayudaron a destacar en el terreno político, por eso no le fue ningún problema deshacerse de personajes como Sergio Conde Varela y Hector Mejía Gutiérrez, rodeándose en cambio de gente amoral y sin escrúpulos que solo ve por sus propios intereses y los de nadie más.
Una de las consecuencias inevitables que ejerce el poder sobre los hombres vanidosos y ególatras que carecen de valores y principios bien fundamentados es convertirlos en traidores que sólo ven por sus propios intereses personales y terminan dándole la espalda a quienes creen que ya no les son útiles o necesarios, y en esto no hay excepción a la regla. En el editorial citado arriba elaborado por Raúl Flores Simental, se mencionan algunos cuantos de aquellos a los que Francisco Barrio ya estando “arriba” les dió la espalda. Pero hubo más, muchísimos más, a quienes les clavó el puñal por la espalda, sobre todo aquellos que lo ayudaron a triunfar cuando era un Don Nadie. El editorial menciona a un Doctor Víctor Oropeza cuyo asesinato el gobernador mantuvo impune en los seis años que ocupó la gubernatura de Chihuahua, y hay razones fundamentadas para suponer que esto fue algo deliberado de parte de Francisco Barrio para no causarle problemas o disgustos al presidente Carlos Salinas de Gortari en un crimen con un muy posible trasfondo político dada la destacada labor del Doctor Víctor Manuel Oropeza como uno de los más importantes editorialistas políticos del norte de México. Ya que Francisco Barrio nunca hizo nada ni movió un solo dedo para que se abriera el caso Oropeza, un grupo de familiares y amigos del Doctor Oropeza le suplicaron al gobernador Barrio como un favor muy especial que se le pusiera el nombre del Doctor Oropeza a alguna avenida importante del estado, recordándole al gobernador Barrio que el Doctor Oropeza una vez expuso valerosamente su propia vida en una prolongada huelga de hambre en apoyo de Francisco Barrio para exigir respeto a unas elecciones en las que Francisco Barrio reclamaba su triunfo, y ello pese a que el Doctor Oropeza militaba en la izquierda y Francisco Barrio decía ser de derecha. ¿Y cómo respondió el gobernador Barrio a esta petición? En muestra de “agradecimiento” al Doctor Oropeza, les cerró la puerta y ya no quiso saber nada más de esa petición. ¡Claro, porque para el gobernador Francisco Barrio, perfilándose para ocupar la presidencia de México, ni el Doctor Oropeza ni su memoria le eran ya útiles para sus desmedidas ambiciones y propósitos personales!
De que el poder corrmpió a Francisco Barrio absolutamente no hay ya ninguna duda. Basta con ver los artículos titulados “Las cuentas pendientes de Barrio” (publicado el 5 de agosto de 2001 en el número 1292 de la revista PROCESO) y “El doble rasero del contralor Francisco Barrio” (publicado el 21 de julio de 2002 en el número 1342 de la revista PROCESO) para aquilatar el grado de descomposición al que llegó este hombre; y hay mucha información en Internet que describe al ultra-corrupto Francisco Barrio en los peores términos posibles.
El poder y la búsqueda del mismo también enceguece la razón y deja al individuo débil de temple y fortaleza completamente ciego y desconectado de la realidad. En diciembre de 1995, pese a que apenas unos meses atrás en las elecciones para renovar el Congreso del Estado el pueblo de Chihuahua le había enviado un mensaje clarísimo al gobernador Francisco Barrio Terrazas arrebatándole la mayoría absoluta de la que gozaba el PAN en el Congreso del Estado, en un claro voto de castigo y desaprobación a su lamentable actuación como gobernante, el gobernador Francisco Barrio seguía delirando imaginándose a sí mismo con amplias probabilidades de llegar a la presidencia de la República. En efecto, en una nota periodística publicada el lunes 11 de diciembre de 1995 en el periódico DIARIO DE JUAREZ titulada “”Se prepara Barrio para la grande, la nota asienta que “Firme, sin titubear, Francisco Barrio Terrazas, gobernador de Chihuahua, asevera que, sin duda, el Partido Acción Nacional (PAN) está listo para gobernar a México, primero con una mayoría en el Congreso de la Unión, luego, con la Presidencia de la República”. El reportero le pregunta: “Cuando dice "nos estamos preparando", ¿se refiere al partido o a usted?”, y Francisco Barrio responde resuelto: “Las dos cosas”. Después de todo y según lo veía Francisco Barrio en su propia óptica, ¿quién mejor que él para gobernar a todo México? ¿Quien tenía más méritos y era más merecedor de portar la banda presidencial sino él? Entre todos los mexicanos, ¿quién más grande que él? Su miopía le impidió ver que, de no haber ganado el panista Vicente Fox las elecciones presidenciales del año 2000 permitiéndole rescatar a Francisco Barrio de la obscuridad y el ostracismo político instalándolo como Secretario de la SECODAM (en donde hizo un cuestionable desempeño limitándose a aprovechar su puesto en el gabinete presidencial para promoverse a sí mismo para la presidencia de México), la carrera política de Francisco Barrio habría llegado a su fin.
En su estado natal, las personas que detestan a Francisco Barrio se cuentan por legiones. De algunas de ellas dá cuenta en analista Raúl Cremoux quien elaboró un editorial titulado “Los grotescos panchos de Barrio” publicado a finales de diciembre de 2012 en donde asienta: “Más de 120 mujeres, madres de otras tantas asesinadas o desaparecidas lo recuerdan bien. Lo maldicen. Apuntan que conoció bien sus problemas, teribles, hondos dolores sin que hiciera nada efectivo por resolverlos; ni siquiera presionar los resortes para que se hiciera justicia. Y cómo no iba a saber de lo que ellas hablan, ya que como pocos conocía el territorio. De 1977 al 78 fue director de sistemas de la alcaldía de Ciudad Juárez; luego de 1981 al 83 ocupó el cargo de presidente del Centro Empresarial de esa ciudad. De ahí, impulsado por el PAN, saltó en 1983 a la presidencia municipal de Ciudad Juárez hasta el año de 1986. Finalmente llegó a ser gobernador de todo Chihuahua de 1992 a 1998. Todas esas mujeres que sin éxito permanentemente protestan arañando y mordiendo las instancias de justicia, y otras más que se han agregado, vociferan que él conoce perfectamente bien las entrañas y la piel de Juárez, donde los asesinatos de mujeres pasaron de ser escándalo internacional a convertirse en un récord Guiness y en amargo expediente de "Aunque usted no lo crea". Las madres de las muertas expresan a gritos su indignación contra Francisco Barrio Terrazas. Todas ellas argumentan que ante sus quejas no las recibía o eran otros funcionarios quienes les daban largas. Algunas han declarado ante reporteros de diarios estadounidenses que las autoridades de entonces, como las de ahora, hasta llegaban a sonreír cuando se enteraban que antes de ser victimadas, sus hijas eran violadas o sometidas a torturas. A las madres de esos cadáveres se suman parientes cercanos, amigos, asociaciones y muchos desconocidos tanto de Chihuahua como de otras partes del país que muestran en documentos cómo Francisco Barrio, siendo gobernador del estado de Chihuahua, utilizó recursos públicos para pagar la energía eléctrica, el teléfono, el gas y otros servicios de su casa. Estas ligerezas y la inoperancia que Barrio mostró en un asunto tan delicado, evidenció la suficiente ineficacia para que otra vez el PRI regresara. No obstante estos yerros, fue invitado por Vicente Fox para formar parte del gabinetazo. De ahí, en sus redes de pescador no han caído los peces gordos prrometidos desde hace más de un año y medio ni el llamado Pemexgatge ha pasado de ser una cascada de rumores y filtraciones incompletas o calumniosas. Cuando en su natal Chihuahua las mujeres asesinadas y desaparecidas se amontonan por decenas y cientos sin que nadie sea capaz de hurgar y encontrar al o los asesinos, ¿cómo se puede aceptar un cargo en el que supuestamente se combatirá a la corrupción, hija legítima de la ineficacia y la complacencia? ¿Hasta donde se ha estimulado con este último y grotesco pancho de Barrio la corrupción en las filas del gobierno reinante si saben que el cometer ilícitos no se sanciona?”
A tal grado estaba convencido Francisco Barrio de que por su enorme grandeza y sus enormes e indiscutibles méritos era plenamente merecedor de ocupar la presidencia de México, que para la campaña presidencial del 2000 se estuvo promocionando a sí mismo con anuncios espectaculares en todo México y sobre todo en Chihuahua, lo cual a la postre resultó una mala inversión porque ni siquiera dentro del mismo PAN llegó a contar con el apoyo para obtener la candidatura para la presidencia de México. Jamás estuvo dispuesto a reconocer ninguno de sus errores, porque los dioses y los semi-dioses nunca se equivocan, y según él las críticas que ha recibido siempre han sido meras invenciones y fantasías de gente envidiosa incapaz de reconocer la enorme grandeza que Francisco Barrio se ve en sí mismo.
De cualquier manera, aunque el poder lo haya enloquecido, no está completamente loco. Muy en su interior, en lo más profundo de su subconsciente, en unos cuantos rescoldos de lucidez que lucha por contener, alcanza a percibir vagamente que si contiende por una diputación o una senaduría por la vía directa sin recurrir a las más altas posiciones disponibles dentro de las cuotas plurinominales, no tiene ninguna posibilidad de ganar. El hombre que en otro tiempo por meras circunstancias del destino podía aspirar a ocupar el cargo que hubiera querido estando seguro de que tendría a su favor el voto mayoritario del pueblo percibe que si contiende directamente por la posición que sea lo único que logrará es que los electores le manden un duro voto de castigo humillándolo, llevando a su conclusión el proceso para terminar de convertirlo en un cadáver político. Y para no exponerse a tal cosa, para no exponerse a la ira de los cientos de miles de electores que aún se acuerdan de él en muy malos términos, para seguir viviendo en un mundo de fantasía, Francisco Barrio ha recurrido a ser postulado por la vía plurinominal, echando mano del recurso que usa el que sabe que no puede ganar “a la buena” con el voto mayoritario del pueblo, limitándose a ser lanzado por la puerta trasera, la candidatura de representación proporcional, que no es más que las cuotas de poder con las que los partidos políticos tienen secuestrado al pueblo al cual dicen servir. ¡No en vano en el PAN se oponen a la desaparición de las candidaturas plurinominales!
Hoy se cumplen exactamente 25 años, un cuarto de siglo, desde que el editorialista Fernando Medina Sáenz del periódico DIARIO DE JUAREZ en su columna titulada “Fuera de libreta” publicada el domingo 7 de febrero de 1993 habló sobre la extraña metamorfosis de un flamante gobernador Francisco Barrio que a los pocos meses de ocupar la gubernatura terminó convirtiéndose en el panista más priista de todos los panistas que haya habido en la historia del México reciente, encabezando la columna con el título “Error histórico de Barrio declararse Salinista”, y que dice así:
“Pancho Barrio cometió un grave error histórico al declararse salinista... la factura le saldrá muy cara... sólo faltará que lo obliguen a apoyar al candidato priista a la Presidencia de la República”.
Así, sin cortapisas y ante numerosos funcionarios y militantes del Partido Acción Nacional que lo escuchaban, el controvertido y agudo político Porfirio Muñoz Ledo, senador de la República, fustigó al segundo gobernador panista que llegó al poder con el voto ciudadano y que, por ello, no necesitaba andar de adulón.
Pero... lo hemos dicho, esas posturas adoptadas por el de Satevó, en lugar de beneficiarlo lo han alejado de quienes confiaron en él y le dieron el voto, esperando que se produjeran cambios substanciales y que realmente los chihuahuenses veríamos el despegue de nuestra entidad y, sobre todo, la demanda más sentida, la seguridad pública.
El ex candidato a gobernador de Guanajuato, sin cortapisas y con la franqueza que lo caracteriza, no tuvo empacho para decir clara y repetidamente, que si bien respeta a Barrio por su permanente lucha por la democracia, incurrió en un error histórico: declararse salinista.
El legislador incluso hizo la comparación del mandatario chihuahuense con el carismático gobernador de
Baja California, Ernesto Ruffo Appel, a quien le brindó un reconocimiento por su entrega, por su afán permanente de que la federación modifique los criterios fiscales y concretamente lo alabó por haber realizado los comicios más limpios y transparentes de que se tenga memoria en el país.
Como conocemos, Ruffo Appel, al acceder al poder, promovió un Padrón Electoral Estatal, credenciales de elector con fotografía, anticipándose incluso a los proyectos del Instituto Federal Electoral (hoy INE) y al mismo gobierno, que le daba largas a este programa de fotocredencialización.
Ruffo no solamente logró consolidar las posiciones ganadas en 1988, sino que las amplió y eso ha motivado el reconocimiento de las demás fuerzas políticas del país, incluyendo el Revolucionario Institucional, que vio dolido cómo no pudo remontar el camino perdido.
Y si bien en su paso por el poder Francisco Barrio no hizo nada por los chihuahuenses, Francisco Barrio sí hizo mucho (y bastante) por Francisco Barrio: se hizo multimillonario. Antes de comenzar su carrera política, tenía su vivienda en la calle México situada a una cuadra del Colegio Latinoamericano, una casa que aún está allí aunque ya no es ocupada por la familia de Francisco Barrio. Ya después, él y su familia vivían en una residencia que ocupa la extensión de una cuadra, cercada y hasta con torre de vigilancia, como corresponde a un rey. Porque, después de todo, y según se sigue viendo Francisco Barrio a sí mismo hasta el día de hoy, ¿acaso no es lo menos que se merece uno de los hombres más grandes que haya tenido la historia de México, más grande incluso que su tocayo Francisco I. Madero, más grande que Benito Juárez, más grande incluso que el mismo padre de la Patria Don Miguel Hidalgo y Costilla? Y hasta la fecha aún cree, en su cerebro que quedó desequilibrado en su paso por el poder, que sigue teniendo amplias posibilidades de llegar a ocupar la presidencia de México y que sigue teniendo el mismo apoyo popular y las simpatías de ante, incluyendo aquellos a quienes traicionó y les dió la espalda una vez que llegó a la gubernatura y gozó de altos puestos en el gabinete presidencial. Hasta el día de hoy, con su visión completamente atrofiada y desconectado por completo de la realidad, Francisco Barrio se sigue creyendo presidenciable, sigue creyendo que él es uno de los hombres más importantes que pueda haber en todo México y que su fuerza política no tiene límites, a grado tal que ha estado promoviendo soterradamente a su ahijado político Javier Corral para encausarlo a ocupar la gubernatura de Chihuahua en las elecciones que se celebrarán en el 20016, lo cual empezó ya con el apoyo personal de Francisco Barrio y Javier Corral a una denuncia interpuesta en contra del Gobernador César Duarte Jáquez, con el objetivo de presionarlo y obligarlo a renunciar haciéndole un escándalo diario en los medios con motivo de dicha denuncia, para así anotarse el “primer gran triunfo” en el encausamiento de Javier Corral hacia la gubernatura de Chihuahua (el Gobernador César Duarte ya dejó en claro que no piensa darle gusto a los escándalos mediáticos promovidos por estos dos personajes).
Cuentan las crónicas de la Revolución de 1910 que a Emiliano Zapata se le ofreció en bandeja de plata ocupar la silla presidencial de México, pero en una muestra extraordinaria de visión y madurez, el caudillo la rechazó justificando su decisión diciendo que la silla presidencial estaba embrujada, que quien se sentaba en ella siendo un hombre bueno se levantaba de ella siendo un hombre malo. Francisco Barrio no tuvo que llegar a ocupar la presidencia de México para pasar por esa metamorfosis irreversible de la que advirtió Emiliano Zapata. Bastó con la mera creencia de que tarde o temprano llegaría a ocupar la silla presidencial para trastornarlo.
Antes del desmantelamiento del viejo régimen político en el que un solo partido tenía el monopolio del poder, era fácil acusar a dicho partido de todo lo malo que ocurría en México, porque no había nadie más a quien culpar. Todo era pintado en blanco y negro sin matices de gris. Y se creía ingenuamente que si dicho partido salía del poder, entonces se acabaría para siempre con la corrupción en México al ser echados a la cárcel todos los funcionarios corruptos y ladrones. Sin embargo, el PRI dejó de ocupar la presidencia por 12 años, y la transición utópica que muchos creían que se daría con la alternancia hasta la fecha no ha ocurrido. La lección histórica a aprender es que la democracia por sí sola no es suficiente, aunque es una buena alternativa para castigar con el voto a los malos gobernantes ésta tiene sus límites. Igual se creyó hace pocos años cuando dió inicio la “primavera árabe” que terminó derrocando viejas dictaduras en Medio Oriente, se creyó que con la caída de las dictaduras y el advenimiento de la democracia vendría una nueva era de paz y prosperidad para los países árabes. Hoy, a unos cuantos años después, no solo no están mejor, en varios de esos países están mil veces peor que antes, y ya echan de menos sus viejas e irretornables dictaduras, teniéndose que enfrentar nuevas y graves amenazas para la paz mundial como el brutal y sanguinario grupo terrorista Estado Islámico que antes no existía.
Más que un cambio en su forma de gobierno, lo que necesita cualquier país es la guía firme de hombres públicos íntegros preparados para resistir las distorsiones de la realidad y el eventual enloquecimiento que el efecto corruptor del poder trae consigo, hombres probos como el presidente Abraham Lincoln que abolió la esclavitud en los Estados Unidos. El problema es que estos hombres no se dan en maceta, y más bien son sumamente escasos, mientras que los que más abundan son individuos como Calígula, Nicolae Ceausescu, Victoriano Huerta, José López Portillo y Francisco Barrio. La historia mundial está repleta de individuos como ellos, y si no fuera por ellos posiblemente viviríamos... en el paraíso.
1 comentario:
en la gran casota en donde vive pancho barrio ya no vive pancho barrio. ahora vive ahi alguien muy parecido fisicamente a pancho barrio, igualito, pero no se llama pancho barrio, se hace llamar el baron de munchausen, y al despertar lo primeritito que hace es ponerse en el pecho una banda presidencial de Mexico y pararse frente al espejo que tiene en su recamara recibiendo los elogios de su gabinete presidencial imaginario mientras dos enfermeros a cierta distancia le siguen de cerca todos sus movimientos, y ya despues se asoma por la ventana para recibir y agradecer las ovaciones y los aplausos de sus miles de admiradores y seguidores imaginarios que diariamente se congregan para felicitarlo y alabarlo por su grandeza
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