martes, 22 de mayo de 2018

Donald Trump: “son animales”

En la película al igual que en la novela The Godfather (El Padrino) de Mario Puzzo, resaltan unas palabras pronunciadas por el mafioso Don Giuseppe Zaluchi, un inmigrante de Sicilia, cuando las cinco principales familias del crimen organizado se estaban repartiendo el territorio en un “pacto de civilidad” entre hampones de alto rango. Las palabras textuales pronunciadas por “Joe Z. Zaluchi” manifestándose a su oposición a inmiscuírse en el tráfico de drogas como la heroína y la cocaína son: "I also don't believe in drugs. For years I paid my people extra so they wouldn't do that kind of business. Somebody comes to them and says, «I have powders; if you put up three, four thousand dollar investment - we can make fifty thousand distributing.» So they can't resist. I want to control it as a business, to keep it respectable. I don't want it near schools - I don't want it sold to children! That's an infamia. In my city, we would keep the traffic in the dark people - the colored. They're animals anyway, so let them lose their souls." Estas palabras traducidas al Castellano, significan lo siguiente: “Yo tampoco reco en las drogas. Por años le he pagado a mi gente dinero extra para que no tuvieran que inmiscuírse en ese tipo de negocio. Alguien llega a ellos y les dice «Yo tengo polvos; si pones una inversión de tres, cuatro mil dólares - podemos hacer cincuenta mil con la distribución.» Y no pueden resistir. Yo quiero controlarlo como un negocio, mantenerlo respetable. No lo quiero cerda de las escuelas - ¡No quiero que se le venda a los niños! Esa es una infamia. En mi ciudad, mantendríamos el tráfico para la gente negra, los morenos. De cualquier modo son animales, así que dejemos que pierdan sus almas.”

Seguramente al presidente norteamericano Donald Trump con fama refrendada de racista le habrá llamado mucho la atención el comentario despectivo de Don Zaluchi refiriéndose a los negros como si fueran unos animales, quedando grabadas firmemente esas palabras en su memoria, porque ya como presidente no desperdició la oportunidad para hacer un comentario similar en relación a los migrantes indocumentados. De acuerdo a una nota publicada el jueves 17 de mayo de 2018 por el New York Times, el presidente Donald Trump arremetió el día anterior contra los inmigrantes no autorizados durante una reunión de la Casa Blanca, advirtiendo frente a las cámaras de noticias que personas peligrosas clamaban por violar las fronteras del país, llamando a esas personas “animales”. Los comentarios incendiarios de Trump surgieron durante una mesa redonda con líderes estatales y locales sobre las leyes de santuarios de California, que limitan estrictamente la comunicación entre las autoridades policiales locales y los oficiales de inmigración federales, y que la administración Trump está demandando para invalidar. No fue la primera vez que el presidente ha hablado en términos desagradables y racialmente arriesgados sobre los inmigrantes, pero subrayó su rabia persistente sobre la inmigración –el tema principal de su campaña y su mandato hasta el momento– y su frustración de que no ha sido capaz de hacer más para sellar las fronteras de la nación. Como lo ha hecho en numerosas reuniones privadas con sus asesores en la Casa Blanca, Trump utilizó la sesión para expresar su enojo con las leyes de inmigración de la nación, calificándolas como “las leyes más tontas sobre inmigración en el mundo”. Dijo Trump en la sala del gabinete durante una reunión de una hora que los periodistas pudieron documentar: “Tenemos personas que ingresan al país, o que intentan entrar, estamos deteniendo a muchas de ellas. No creerías lo mal que están estas personas. Estas no son personas, son animales, y los estamos sacando del país a un nivel y a un ritmo nunca antes visto”. Los comentarios de Trump se produjeron cuando los funcionarios locales invitados al evento se turnaban elogiando sus políticas de inmigración y lamentando la ley de California, argumentando que dificultaba que sus comunidades encontraran y deportaran criminales peligrosos.

Donald Trump no es el primero y seguramente no será el último que se refiera a un grupo de personas al cual detesta y aborrece clasificándolos por debajo de lo que es un ser humano, catalogándolos como animales en contra de los cuales está plenamente justificado y se vale cometer cualquier abuso y atrocidad. Esta actitud tiene un amplio historial que data incluso desde los tiempos bíblicos. A Jesucristo lo crucificaron los romanos, no los judíos; la crucifixión nunca ha sido una pena prescrita en el Antiguo Testamento en contra de ningún judío. Sin embargo, los romanos se abstenían de hacer tal cosa con cualquiera que fuera un ciudadano de Roma, mimados y consentidos los ciudadanos romanos como tales por el Imperio Romano en virtud de su preciada ciudadanía romana (debido a esto, el apóstol Pablo, que era ciudadano romano, fue muerto por decapitación y no por crucifixión), una actitud no muy diferente a la que vemos en la actualidad en Estados Unidos en donde hay dos clases de personas: los que son ciudadanos norteamericanos, y los que no lo son como es ciertamente el caso de los migrantes indocumentados y los “dreamers” del DACA a quienes Donald Trump quiere deportar en masa como si fueran una masa desagradable de apestados por su origen latinoamericano, sobre todo los mexicanos.

En el siglo pasado en Alemania cuando era eminentemente antisemita, los judíos eran considerados no como humanos sino como subhumanos con el apelativo de untermensch, comparando a los judíos con ratas pestilentes portadoras de graves enfermedades tal y como se puede apreciar en el filme de indoctrinación ideológica de una hora de duración en donde se muestra un nido de ratas y a varias ratas saliendo de sus madrigueras a las calles de la ciudad. Mucho antes que esto, y por razones de explotación meramente mercantilista, en los tiempos en los que el esclavismo era practicado en los estados sureños en Norteamérica por individuos que se decían cristianos la práctica del esclavismo era justificada alegando que solo se importaba del continente africano a subhumanos que practicaban el canibalismo y a los cuales por lo tanto no se les podía considerar como seres humanos sino como animales, aunque se puede suponer que muchos de los negros arrancados del continente africano junto con sus familias jamás incurrían en la antropofagia.

En su libro Less Than Human (Menos que Humano), el académico David Livingstone Smith argumenta que es muy difícil psicológicamente -tal y como lo vemos en las películas- matar de cerca a otro ser humano a sangre fría o inflingirle atrocidades. La deshumanización de algún grupo étnico o social hace mucho más llevadero y tolerable (psicológicamente hablando) el matar a otro ser humano o someterlo a tratamientos brutales, porque al concebir a alguien no como un ser humano sino como un parásito o un depredador carente de los verdaderos sentimientos que definen a un ser humano entonces se elimina en gran medida el complejo de culpa al haber deshumanizado a otro u otros, incluso hasta llegando al convencimiento de que se le está haciendo un gran favor a la humanidad con el trato que se le dá a un animal peligroso eliminándolo. Esto es precisamente lo que abre de par en par las puertas a la crueldad y el genocidio.

El profesor David Livingstone Smith afirma que a muchos les resulta demasiado fácil aunque igualmente equivocado imaginar al Tercer Reich de Alemania simplemente como una aberración bizarra, una especie de demencia en masa instigada por un pequeño grupo de ideólogos lunáticos que conspiraron para adueñarse del poder político para torcer a toda una nación a su voluntad; y para los rusos que lucharon en contra de los alemanes durante la Segunda Guerra era igualmente tentador imaginar a los alemanes como gente sanguinaria cruel por naturaleza. Para el profesor Livingstone Smith, ambos tipos de estereotipos están peligrosamente equivocados, y lo que resulta mucho más preocupante del fenómeno Nazi es no que los Nazis fueran lunáticos o monstruos, sino que eran seres humanos ordinarios al igual que cualquiera de nosotros.

Aunque Donald Trump rara vez se retracta de algunas de las afirmaciones tajantes que hace, no tardó mucho tiempo en darse cuenta de que al tachar a los migrantes indocumentados como animales se pasó de la raya, y “aclaró” que se había referido a grupos delincuenciales como la Mara Salvatrucha MS-13 y no a los migrantes. Sin embargo, ya desde la campaña presidencial en 2015 Trump se había referido a los mexicanos como traficantes de drogas, criminales y violadores, así que las explicaciones dadas por Trump en mayo de 2018 de que no se había referido a los migrantes como animales no convencieron a nadie en México. Así es, y tal vez así será hasta el día en que lo sepulten en algún panteón.

Al día siguiente de los comentarios despectivos emitidos por el presidente Trump llamando a los migrantes indocumentados “animales”, ocurrió una terrible masacre en una escuela del poblado de Santa Fe en Texas, en donde un “junior” ávido de fama mundial siguiendo el ejemplo de muchos otros antes que él mató por cuenta propia a diez de sus compañeros en la escuela dejando heridos a otros diez. Sin embargo, a este multihomicida el presidente Trump no lo llamó “animal”. ¿Cómo iba a hacer tal cosa, si cuando el asesino Dimitrios Pagourtzis fue presentado por los oficiales que lo arrestaron ante la autoridad local entre las primeras cosas que le preguntaron estaba la pregunta de si era un ciudadano norteamericano o no, a lo cual respondió afirmativamente el junior multihomicida? Si el criminal hubiera sido un indocumentado mexicano, quedan pocas dudas de que el presidente Trump se habría aprovechado de inmediato del impacto mediático de tal hecho diciendo algo como “¡Se los dije, se los dije; aquí hay una prueba más de que estos apestosos y asquerosos migrantes indocumentados son animales, y este sin lugar a dudas es un animal en toda la extensión de la palabra; por esto mismo urge construír el muro Trump para sellar por completo y de manera definitiva la frontera que tenemos con el país vecino del sur que solo exporta subhumanos indeseables a los Estados Unidos”.

Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, en ningun momento ha llamado animal al multiasesino Stephen Paddock que pertrechado cómodamente desde un cuarto de hotel mató a 58 personas y dejó cientos de heridos. Será tal vez un miserable matón, pero ciertamente no es un animal en virtud de su ciudadanía norteamericana (y por cierto aún no le han aplicado la pena de muerte y tal vez no se la aplicarán jamás, el ser American citizen lo salva de ello). Tampoco ha llamado Trump animales a otros asesinos seriales públicos como Omar Mateen (nacido en los Estados Unidos) que mató a sangre fría a 49 personas e hirió a otras 53, en virtud de su ciudadanía norteamericana. Habrá sido otro miserable matón, pero ciertamente nunca nunca un animal. Ese término despectivo está reservado a los delincuentes indocumentados, ellos sí son animales y en toda la extensión de la palabra.

Estas cosas que han estado ocurriendo son las que siguen dando plena vigencia al viejo dicho mexicano (atribuído erróneamente a Porfirio Díaz): “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.

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