sábado, 1 de junio de 2019

Faltas a la Moral



¿Se debe meter a la cárcel y aplicarle multas bastante fuertes a todas aquellas mujeres que usen un escote considerado por algún censor demasiado pronunciado y que ante la falta de manuales recurra a su criterio personal para decidir y pregonar lo que es Moral y lo que es inmoral? O peor aún, someter a tal mujer a latigazos públicos para castigarla duramente por exhibir sus "inmundicias" (esto todavía lo  hacen los musulmanes bajo la estricta ley Sharia sin que les importe el hecho de que el fundador del Islam haya sido un terrorista y un pedófilo.) Responder a la pregunta requiere primero el tener a la mano un manual de instrucciones que claramente y en forma precisa indique y defina lo que está dentro de los límites de eso que llamamos "decencia" y aquello que ameritaría ser considerado como una grave falta "a la Moral y las buenas costumbres". Algo así como un manual que diga en un párrafo típico "toda mujer que lleve una falda que esté 5.784 centímetros arriba de la rodilla será considerada culpable de haber infringido las normas aceptables de conducta y decencia de la sociedad", con lo cual una dama que use una falda que le descubra las piernas 5.782 centímetros arriba de la rodilla sería considerada en recatada obediencia a los reglamentos morales mientras que una mujer con una falda cuya orilla esté 5.786 centímetros arriba de la rodilla sería considerada amoral y por lo tanto merecedora de recibir azotes públicos o la cárcel si el látigo está en desuso. Desde luego que un manual de moralidad así no toleraría un juicio riguroso en tribunales imparciales porque se tendría que justificar plenamente con argumentos objetivos de dónde salió esa cifra mágica de 5.784 centímetros para distinguir sin equivocación alguna lo que es moral y lo que es inmoral en la falda femenina.

En los tiempos de la Edad Media, una dama anglosajona de clase alta llamada Lady Godiva, esposa de Leofric (968-1057), conde de Chester y de Mercia y señor de Coventry:




se solidarizó con los sufrimientos y apuros de sus vasallos a los que su marido esquilmaba con tributos abusivo, y se manifestó en contra de lo que ella consideraba incorrecto despojándose de todas sus prendas de vestir y subiendo a un caballo para recorrer la ciudad. Pocos dudan de que si cualquier mujer hiciera hoy en México lo mismo que lo que hizo Lady Godiva en Inglaterra en los tiempos de la Edad Media, las autoridades le echarían de inmediato una cobija para cubrir sus impudicias y se la llevarían a una delegación de policías para ser castigada sin contemplaciones por un juez de barandilla por el "grave" delito de "faltas a la Moral". Y es que, el México en los inicios del Tercer Milenio, es mucho más "moral" que cualquier poblado europeo de la Edad Media. Algunos despitados llamarían a este recrudecimiento moralista como "una muestra de avance, de progreso".

La aplicación de criterios de censura en defensa de lo que se considera como "buenas costumbres morales" no solo tiene que ver con desnudos ya sea totales o parciales. Estas posturas afloran inesperadamente en algunos entornos conservadores, uno de los cuales desde siempre ha sido la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), que recientemente anunciaron que lanzarían una campaña en contra del uniforme escolar neutro que permite a las niñas llevar pantalón. De inmediato los moralistas de la UNPF tergiversaron la propuesta afirmando que no solo se pretendía permtir a las niñas usar pantalones en la escuela sino también permitirle a los niños ponerse faldas para ir a la escuela, lo cual pese a que fue desmentido por el Secretario de Educación Pública sigue siendo tergiversado con una intensa campaña de desinformación patrocinada por los moralistas más moralistas de la UNPF. Algunos voceros de la UNPF han llegado al extremo de denunciar el uniforme neutro como "una perversión cuyo mal ejemplo puede terminar contaminando y corrompiendo a toda nuestra juventud" (incitando a la práctica de la homosexualidad, soslayando el hecho de que de acuerdo con la ciencia médica la homosexualidad no es algo que sea "transmisible por contagio") agregando que "nadie llega a la definición plena de su identidad hasta que no alcanza la madurez... entonces, si después de los 18 años un jovencito se quiere poner falda, pues adelante, pero no en los niveles de educación básica". Estos moralistas de la UNPF adoptando posturas parecidas a las de racistas xenófobos como Donald Trump seguramente se escandalizarían y se rasgarían sus vestiduras (sin mostrar de más, claro está) si fueran transportados a Escocia en donde muchos hombres adultos de cualquier edad están acostumbrados a vestir la falda escocesa, o a Rusia en donde muchos hombres que no son homosexuales se besan en la boca en muestra de amistad (se trata de una muy vieja costumbre rusa sin que implique en dicho país un acto que pueda interpretarse como una incitación a llevar el beso de amistad más lejos de lo que suele ser). En México, independientemente de la cuestión moral, el uso obligatorio de los uniformes escolares siempre ha sido un pingüe negocio para los fabricantes y vendedores de esos uniformes porque usualmente los diseños son monopolizados por unos cuantos que en presumible "arreglo" $$$$$$ con los directores de instituciones educativas acaparan y monopolizan los diseños "debidamente autorizados" y de los cuales no se permite ni se tolera desviación alguna como en el color de los pantalones o el estilo de las blusas, no dejándole a los padres de los alumnos otra opción más que desembolsar el dinero que se requiere para comprar el uniforme escolar (a precio inflado) en el único lugar de la ciudad en donde se venden los uniformes para tal o cual escuela (aquí es en donde está el negocio). Puesto con mayor claridad: un asunto de criterios morales aplicados al modo de vestir se convierte fácilmente en una fuente de corrupción para comerciantes en contubernio con directores de escuelas, lo cual sin lugar a dudas es algo completamente... falto de ética (iba a decir "inmoral", pero ni siquiera esa descripción le cabe.)

¿Por qué no se va a dejar a los alumnos de cualquier grado escolar vestirse como ellos quieran, desde luego de acuerdo a sus posibilidades económicas, y comprar su ropa en donde ellos quieran en vez de resignarse a seguir subsidiando las más de las veces un negocio redondo? ¿Por qué los dictados (y los caprichos) de los que manejan las escuelas se tienen que imponer sobre todos los demás en algo que para las escuelas primarias y secundarias es el equivalente de una militarización de la infancia (por algo se le llama uniforme a la vestimenta escolar)?, para que todos "desaparezcan" confundiéndose en una gran "masa" en donde pierden su identidad y anden con la misma ropa como si fueran soldaditos en ciernes. En el México moral del siglo XXI, estas cosas apenas se están cuestionando y se están sometiendo a una discusión rigurosa que en el pasado nunca se dió.

El asunto sobre qué es moral y qué es inmoral es algo extraordinariamente elástico y depende del lugar así como de la cultura (o ignorancia) de las sociedades en donde estas cosas salen a la luz a causa de conservadurismos extremos de gente que se escandaliza por cualquier cosa y que buscan prohibir modas nuevas o costumbres que a algunos no les parecen "correctas", que diga, morales. Todo empieza al plantearse preguntas como las siguientes:

¿Es inmoral que dos mujeres adultas se besen en la boca en la vía pública? (lo cual puede ser interpretado o malintepretado como un acto de lesbianismo).

¿Es inmoral para las mujeres usar en la playa tangas de hilo dental? (en muchas playas de Europa y de Brasil estas tangas hoy ni siquiera llaman la atención.)

¿Es inmoral tatuarse con símbolos religiosos en el pecho o la espalda?

¿Es inmoral que muchachas jóvencitas adolescentes se hagan piercing arriba del ombligo para poder usar joyería de "arracaditas" adornando el ombligo? (en el capítulo C117 Piercing: Confianza perforada de la conservadora serie de televisión La Rosa de Guadalupe transmitido el 22 de mayo de 2019 por Televisa se sugiere que para una jovencita adolescente el gravisimo atrevimiento de hacerse un piercing en su ombliguito para lucir arracaditas es algo sumamente grave que si es cometido sin pedirle consentimiento a ambos padres que de antemano se sabe que le negarán a la jovencita la autorización, tal cosa es algo equiparable a un pecado sumamente grave con el cual se lesiona de manera extraordinaria la confianza que los padres le puedan tener a la jovencita).

¿Es inmoral que se permita a niños menores de edad usar teléfonos celulares inteligentes con aplicaciones como WhatsApp? (por eso del sexting aunque tal cosa puede ser fácilmente detectada cuando los padres ponen atención a los usos que sus hijos chiquitos le puedan estar dando a los teléfonos celulares que se les permita poseer.)

¿Son inmorales las representaciones de desnudez humana, como en el caso de la Maja de Goya, las tres Gracias de Rubens, el David de Miguel Ángel o el Nacimiento de Venus de Botticelli? (Si lo son, entonces ¿cuál rayos es el criterio a ser usado para distinguir en el arte lo que es "moral" de lo que es "inmoral"?

¿Es inmoral que se permita a los niños menores de 5 años correr y jugar desnudos en las playas?

¿Es inmoral permitir que se imparta educación sexual en las escuelas secundarias a los adolescentes? (esto es algo muy relevante cuando se tiene un problema de embarazos no deseados entre menores de edad, e irónicamente los mismos que se oponen precisamente a la educación sexual en las aulas escolares que puede ayudar para evitar embarazos no deseados son los que se oponen terminantemente a la interrupción médica de tales embarazos cuando se dan.)

¿Es inmoral que a las niñas de Secundaria se les permita usar pantalones en vez de faldas? (muchas niñas tal vez recuerden que cuando tuvieron su primer bajón estando dentro de un aula de clases hubieran deseado estar cubiertas con pantalones en vez de faldas.)

¿Es inmoral que las mujeres no cubran por completo su cabellera rehusándose a taparse la cabeza con una amplia tela que no permita que muestren su cabellera? (Lo es en los países musulmanes en donde las mujeres son obligadas a vestirse con un chador o con una burqa.)

¿Es inmoral que algunas mujeres usen medias de malla? (Estas medias todavía son consideradas como sinónimo de promoción de la prostitución en varios países occidentales.)

¿Es inmoral permitir que un niño chiquito de la escuela primaria de 10 años de edad tenga como "novia" a una compañerita suya de su misma edad y en la misma escuela en donde estudia?

¿Es inmoral el autoerotismo, a cualquier edad?

Ninguna de estas preguntas puede tener una respuesta objetiva, bien fundamentada sobre bases científicas, las respuestas subjetivas que se puedan dar tradicionalmente las deben dar individuos considerados "moralmente iluminados" para darle respuesta moral a cada una de ellas con un SI o un NO rotundo sin que se les cuestione nunca a los moralistas censores el cómo llegaron a su decisión final. Las respuestas "moralistas"a miles de preguntas como las anteriores no pueden ser cuestionadas o puestas en tela de duda porque se supone como acto de fé que quienes fijan las "reglas morales" son seres privilegiados con una especie de "tercer ojo" que los sitúa por encima de los demás mortales, se les supone que son capaces de ver e intuír lo que puede ser tolerable o permisible en una sociedad moralmente correcta y lo que debe ser prohibido y castigado inclusive con penas extremas cuando haya transgresores de la ley. Dura lex, sed lex. Tal es lo que ocurre con la ley Sharia de las sociedades islamistas.

Ciudad Juárez, por su cercanía a Estados Unidos (la vecina ciudad de El Paso), un país de costumbres bastante liberales, erróneamente fue supuesta por mucho tiempo también como una ciudad gemela con costumbres demasiado relajadas en lo que a libertinaje se refiere, una especie de Sodoma y Gomorra modernas, mito apuntalado por lo que hoy se conoce como la leyenda negra de Ciudad Juárez nacido de los tiempos en los que las calles y avenidas de Ciudad Juárez cercanas al puente internacional Santa Fe (como la calle Mariscal, la calle Noche Triste, y sobre todo la Avenida Juárez que conduce directamente a la puerta de entrada a los EE.UU.) estaban repletas de antros, cantinas, burdeles y congales de todo tipo para satisfacer hasta los gustos más exigentes, con prostitutas (hoy llamadas chicas escort y edecanes en estos tiempos políticamente correctos) ofertando sus servicios carnales en plena calle.

Sin embargo, en la misma Ciudad Juárez siempre hubo dos sociedades completamente diferentes que convivían una al lado de la otra. Una de ellas era la que le daba a Ciudad Juárez su mala fama a nivel mundial, circunscrita principalmente a la avenida Juárez y sus alrededores en lo que era conocido como la zona de tolerancia para servir al turismo (importante fuente de ingresos), la cual vivía de los extranjeros asiduos a visitar los centros nocturnos de Ciudad Juárez para obtener y disfrutar de cosas prohibidas al otro lado en la ciudad de El Paso (en Texas y en muchos estados de la Unión Americana, la prostitución era y sigue siendo un oficio prohibido además del whisky en los tiempos de la prohibición). La otra, mayoritaria, era la sociedad convencional tradicionalista formada por familias mexicanas clásicas chapadas "a la antigüa" y profesionistas mexicanos de todo tipo (dentistas, comerciantes, abogados, etc.) muchos de los cuales vivían a expensas de la clientela norteamericana obtenida gracias a la vida nocturna de Ciudad Juárez.

Fuera de la zona de tolerancia, y seguramente como un legado de los muy puritanos tiempos porfiristas, en la vía pública había códigos de conducta muy rígidos. La tolerancia a la diversidad sexual era cero (en esos tiempos ni siquiera se usaba la palabra diversidad) y a los homosexuales no se les bajaba de "maricas, lilos, jotos, manfloros y p...", y no era inusual que los homosexuales que se atrevieran a darse muestras de afecto en público (abrazos y besitos afectuosos) terminaran apaleados o muertos. En la sociedad tradicionalista de Ciudad Juárez era el equivalente de una verdadera tragedia griega (digna de SófoclesEsquilo) para cualquier muchachita el quedar embarazada sin estar casada (al igual que en el resto de México en donde sigue ocurriendo en muchas partes), se le victimizaba llamándola "la deshonra de la familia", "una perdida que ya no vale absolutamente nada", y otros apelativos por el mismo estilo, a la par con el guión principal de la radionovela El Derecho de Nacer (esta novela empieza con una muchachita de clase media que está embarazada y que evalúa la posibilidad de abortar antes de que los estrictos padres de ella se enteren del "imperdonable pecado" que ella ha cometido desgraciando el apellido familiar, y el doctor Alberto Limonta al que ella acude le empieza a contar una larga historia para convencerla de que la piense dos veces antes de abortar, la historia de una familia de Veracruz, la familia Del Junco cuyo patriarca Don Rafael Del Junco, un hombre severo lleno de prejuicios y moralismos puritanos, decide impedir el nacimiento del bebé que espera su hija María Elena que había quedado embarazada de un vendedor viajero llamado Alfredo Martínez que la había abandonado al enterarse del embarazo de su novia).

En esos tiempos no se acostumbraba para nada el uso de la minifalda entre la sociedad tradicionalista de Ciudad Juárez porque la propuesta de una vestimenta como la minifalda mostrando algo de piel por arriba de la rodilla era considerada como "un atuendo propio de las mujeres más degeneradas y faltas de valores que pueda haber", y las tangas no existían. En esa sociedad tradicionalista y conservadora, eran tiempos estrictamente puritanos, bajo la influencia de un catolicismo contaminado con demasiados prejuicios sociales.

Precisamente en tales tiempos fue cuando en lo que se conoce como el Bando de Policía y Buen Gobierno se instituyó una ofensa elevada a delito penal por las autoridades de entonces, el delito de faltas a la Moral, cuya definición quedaba a criterio de policías que más que guardianes del orden de mentalidad abierta parecían reclutados de entre las sectas más ultraconservadoras que se pueda concebir. Bajo tan arbitrarios modos de pensar, casi en conformidad con los criterios entresacados de la amplia lista de conductas "moralmente aceptables", se podía detener y llevar a la cárcel a una pareja de adultos que fueran sorprendidos besándose en la vía pública aunque fueran una pareja de casados, marido y mujer. Igualmente, si eran sorprendidos por los guardianes del orden haciendo lo mismo pero en su propio carro, también terminaban remitidos por los estrictos y celosos guardianes del orden entronizados como censores de "la buena sociedad". No importaba que la pareja de mayores de edad estuviera besándose de noche en un carro estacionado en un apartado y solitario paraje, los policías desarrollaron la costumbre de llevar consigo linternas para iluminar los interiores de los carros para ver lo que estaba sucediendo.

Si estaba estrictamente prohibido besarse en público ya sea en la calle o en el interior de un auto particular aunque se tratase de una pareja de adultos mayores de edad, peor les iba en el caso de que fueran encontrados sin ropa (los hombres sin su camisa, las mujeres sin una blusa). Aunque no hubiera nadie que los estuviera viendo por estar en un lugar inaccesible, los policías estaban bien adiestrados para buscar a tales transgresores de la ley (en vez de ponerse a buscar malandros y asesinos o ponerse a investigar crímenes) porque tales ofensas a la Moral eran consideradas algo intolerable e imperdonable que no se podía permitir.

¿Pero por qué besarse en la vía pública dentro de un coche, en un acto consensuado entre dos adultos de común acuerdo, ameritaba ser castigado con remisión a la cárcel? Pues simple y sencillamente porque una cosa tan natural como hacer el amor es considerada por los ultramoralistas policías como sexo en la vía pública, algo que de acuerdo a las puritanas autoridades ofende la sacrosanta Moral de la sociedad y puede conducir a todo México a la perdición. Y estos criterios moralistas cargados hasta la médula de prejuicios no solo se dan en Ciudad Juárez, también se dan hasta en la Ciudad de México. Lo increíble del caso es que todavía en nuestros tiempos se sigue tipificando el delito de faltas a la Moral. Es como si una parte de México se hubiera quedado atrapada en una máquina del tiempo confinándola a vivir en los tiempos del Porfiriato o de la Colonia cuando la Santa Inquisición era la encargada de preservar "las buenas costumbres morales". Y lejos de ser algo que disminuya los índices de criminalidad, las cruzadas moralistas oficialistas se tratan de algo que se presta a muchos abusos y extorsiones sobre todo en contra de los jóvenes que están en "la edad de la punzada".

Todavía hoy, en Chihuahua, si los policías sorprenden a una pareja de enamorados dentro de un carro encontrándose ambos en traje de baño (tal vez recién salidos de una alberca) y besándose en la boca (¡horror de los horrores!), aunque los enamorados no hayan sido sorprendidos desnudos los policías van a cargar con ambos tórtolos a la delegación más cercana para que los amorales pecaminosos respondan por sus graves delitos de faltas a la Moral ante un juez actuando como Gran Censor con criterios tan arbitrarios como los de los mismos policías que efectúan los arrestos mientras que al mismo tiempo los carteristas se les escapan por otro lado por estar estos policías demasiado ocupados cuidando de las conductas morales de la sociedad y lo que ocurre o pueda estar ocurriendo de noche dentro de todos los carros.

Lo más curioso e interesante es que muchos de los moralistas a ultranza que reclaman y exigen la intromisión de las policías en las vidas privadas de los demás resultan ser caricaturas grotescas y ridículas de lo que dicen defender, resultan ser individuos privados por completo de lo que ellos mismos definen como su estricta moral. Un lamentable ejemplo, de sobra conocido, es el de Jorge Serrano Limón, el Señor de las Tangas, debidamente acusado y encontrado culpable del delito federal de desvío de fondos públicos para la compra de tangas y diversos artículos y juguetes de índole sexual para que el moralista señor pudiera dar rienda suelta en la intimidad de su propia recámara a sus perversiones y degeneradas fantasías sexuales (el castigo que se le aplicó a Jorge Serrano Limón no fue por pervertirse a sí mismo en su propia intimidad, sino por el desvío no autorizado de recursos federales para fines no autorizados, lo cual habla bien de la justicia federal que no suele andarse metiendo en actos de censura.)

Lo que se ha señalado arriba es motivo para que se siga discutiendo el tema en trabajos como el titulado Sexo en la vía pública: ¿debe sancionarse? de la académica Dra. Olivia Aguirre Bonilla, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, publicado el viernes 31 de mayo de 2019, y cuyo texto íntegro se transcribe a continuación:

El Municipio de Juárez se rige, entre muchos otros reglamentos y leyes, por su Reglamento de Policía y Buen Gobierno publicado en el 2008 en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Chihuahua. Dicho instrumento tiene por objeto establecer las conductas que constituyen infracciones de Policía y Buen Gobierno, las sanciones y el procedimiento para su aplicación.

El citado reglamento divide las faltas en cuatro apartados: aquellas que atentan contra el orden, la seguridad y tranquilidad de las personas; aquellas conductas que van en contra de las buenas costumbres y la integridad moral del individuo y de la familia; aquellas faltas contra la propiedad pública o privada y aquellas que atentan contra la salud pública y el medio ambiente.

Centraré mi opinión en aquellas faltas que, de acuerdo con la normatividad, van en contra de las buenas costumbres y la integridad moral.

En el ámbito jurídico el término ‘costumbre’ es demasiado ambiguo, y si bien puede significar una pauta de comportamiento o norma, ésta se vincula a la conducta reiterada o un comportamiento repetido, en este sentido las conductas descritas en este apartado del reglamento serían contrarias a aquellos comportamientos repetidos, por tanto, las normas basadas en las costumbres podrían variar de un momento a otro, pues la realidad cambia y por ende los comportamientos.

Por otro lado, la expresión ‘integridad moral’ me obliga a citar al jurista y filósofo mexicano García Máynez, quien precisa que las características de las normas morales es que son interiores porque conciernen a la vida interior, subjetiva, relativa a la pureza o rectitud de los pensamientos de las personas.

Por tanto, las conductas descritas en el citado reglamento bajo la expresión ‘moral’ evidentemente no atienden a los elementos antes descritos, pues no hablamos de normas morales. De allí y que considero que no se deben utilizar en el reglamento y bastaría con enumerar las conductas que pueden ser sancionadas.

Ahora bien, en lo que respecta a las conductas descritas en este apartado, éstas se encuentran en el artículo 7 y contempla nueve faltas, citaré dos de ellas a manera de ejemplo: la primera fracción establece que es falta tener relaciones sexuales o realizar actos obscenos en la vía o lugares públicos, terrenos baldíos, vehículos o sitios similares o en lugares con vista al público y la fracción cuarta dispone como falta el permitir a menores de edad, el acceso a lugares prohibidos para ellos, de esta última llama la atención que no se considera tan grave como la primera, pues si el infractor es sorprendido cometiendo dicha falta el agente no tiene la obligación de presentarlo en forma inmediata ante el conocido juez de barandilla y bastará con la entrega de un citatorio al presunto infractor para presentarse ante el citado juez con posterioridad, lo que no es el caso con el primer supuesto toda vez que si la persona es sorprendida teniendo relaciones sexuales dentro de un vehículo, el agente debe ponerlo inmediatamente a disposición del juez, para que éste a su vez califique la infracción y aplique la sanción.

En lo que respecta a la sanción, el reglamento señala en su artículo 32, que son aquellas que pueden consistir en amonestación, arresto o multa. En el caso de las faltas mencionadas, la sanción es una multa que va de 15 a 19 días de salario o en su caso arresto de 19 a 24 horas.

Dejando entonces a discreción del juez según lo dispone el artículo 37 conmutar, la sanción por una de menor cuantía o por amonestación, cuando de las circunstancias se desprenda que el infractor haya actuado por imprudencia y no se haya puesto en peligro la integridad y seguridad de las personas.

En este sentido de las dos infracciones descritas, quien fuera sorprendido en un vehículo en la vía pública teniendo relaciones sexuales, se podría determinar que con la realización de dicho acto no se puso en peligro la integridad y la seguridad de las personas, y en ese sentido podría solicitar al juez la amonestación que consiste en el exhorto a la enmienda y no la multa o el arresto, lo que no se podría solicitar en el supuesto de permitir a menores de edad el acceso a lugares prohibidos como lo sería un bar pues en este caso si se estaría poniendo en peligro la integridad de un menor y por tanto violentando su interés superior.

Por todo lo antes descrito, se observa que definitivamente se debe reformar el reglamento y eliminar las ambigüedades y las multas innecesarias de aquellas conductas que pueden ameritar simplemente una amonestación y que evitarían que se sigan generando arbitrariedades y actos de corrupción.

Habiendo tantos feminicidios en Ciudad Juárez (y de hecho, en todo México), habiendo tantas narcoejecuciones, se supondría que unas autoridades con algo de sesos harían mejor papel adjudicando los muy limitados recursos disponibles para combatir al crimen y a la delincuencia con el fin de reducir la enorme impunidad que actualmente se padece, en vez de perder el tiempo dándole sus nalgadas a los adultos que no le están haciendo daño a nadie (excepto, tal vez, a ellos mismos) en cosas en las cuales están de común acuerdo. En el caso más extremo, si una pareja de enamorados es sorprendida con luces de linterna por los celosos guardianes del orden en plena cópula dentro de un carro estacionado de noche en un parque público que a esas horas se encuentra desierto y en plena obscuridad, ¿qué tanto les duele lo que haga esa pareja de enamorados por común acuerdo? ¿No tienen mejores cosas que hacer los muy morales custodios de "las buenas costumbres" y la Gran Moral? ¿Pues para qué creen que se les paga? La consecuencia más temida a largo plazo, y no por la sociedad en general que no está allí presente viendo lo que ocurre dentro del carro sino por la misma pareja de enamorados, es que nueve meses después tengan con ellos a su lado a un lindo y hermoso bebito, y una cosita así de chiquita y linda siempre es y será una bendición, por más que los moralistas lo tilden de ser "un fruto del pecado" (¿qué culpa tiene el niño?), a menos de que queramos ponernos en el nicho moral del estricto y prejuicioso Don Rafael Del Junco de la radionovela El Derecho de Nacer que hoy representa tiempos anacrónicos con gente que se ha quedado atorada en el pasado cada vez más distante y de la cual las nuevas generaciones no se van a poder deshacer sino hasta que las expectivas naturales de vida del ser humano se vayan llevando al otro mundo a esas generaciones moralistas que se escandalizan por cualquier cosa. O como dijera el eminente físico Max Planck fundador de la Mecánica Cuántica: “Un nuevo paradigma no se impone cuando se convence a los oponentes, sino cuando éstos acaban muriendo”.

El inexplicable papel de autoridades entronizadas como defensoras de la Gran Moral pública no se limita a la práctica del sexo en la vía pública (y dependiendo del criterio personal del policía, besarse en la boca puede ser una falta imperdonable dependiendo de qué tanta "lascivia" haya en el intercambio de besos según su arbitrario criterio, aunque se trate de una pareja de adultos casados). En México se ha llegado a extremos tales como la cancelación de eventos importantes "en defensa de la Moral", como ocurrió con la cancelación del concierto que iban a ofrecer en México el 28 de Agosto de 1965 los Beatles, de acuerdo a la censura bajo la cual la sociedad moralina de aquél entonces calificaba el pelo largo en los hombres como "una perversión infame propia de afeminados" estando prohibida dicha práctica por los sacrosantos censores custodios de la Gran Moral tales como el Regente de la Ciudad de México Ernesto Uruchurtu, erigido a sí mismo como gran censor oficial que afirmó que los Beatles eran "un mal ejemplo para la juventud". Puede suponerse que si ese moralista funcionario estuviera hoy todavía vivo se desplomaría a causa de un infarto fulminante al ver a los grupos del Heavy Metal y Metallica y presenciar los conciertos del shock rock ante los cuales los Beatles asemejan un grupo de vocalistas de un coro de iglesia. Se trata de la misma sociedad que por años estuvo satanizando el consumo de la misma mariguana que hoy se confirma tiene propiedades médicas curativas importantes que no poseen ninguno de los otros fármacos disponibles en las boticas. Y es que el censor moralista se distingue por desconocer por completo aquello que se place en satanizar y prohibir.

El asunto de la dureza aplicada en códigos de vestimenta y conducta por moralistas oficiales como Ernesto Uruchurtu en contra de cosas como el pelo largo en los alumnos que atienden las escuelas de México fue tratado por el analista Jesús Antonio Camarillo en su trabajo El amparo de Sansón (alusivo a un juicio de amparo actualmente en manos de la Suprema Corte de Justicia y la referencia casi obligada al pelo largo del personaje bíblico Sansón, al cual le debía su enorme fuerza):

La figura del prefecto (ironizado burlonamente como el "perfecto") es emblemática en una institución educativa. En las secundarias y preparatorias se suele erigir en algo así como la representación del orden y en un guardián aséptico de los “valores y buenas costumbres” consagrados en los reglamentos internos de las escuelas. Todos recordamos, en algún momento de nuestra vida, algún evento con esta célebre figura del trayecto cotidiano de los centros educativos. Quizá el más recurrente es recordarlo como el protector del “natural oscuro”, ese tipo de corte de pelo para caballero, considerado un clásico dentro de los clásicos y que, daba la impresión, era un estilo con que el hombre estudiante de nivel medio estaba ligado ineludiblemente.

Hasta la fecha, los guardianes del “natural oscuro” se apostan en las puertas de las escuelas para prohibir el acceso a quienes se excedan, aunque sea unos milímetros, de los límites impuestos por dicha modalidad estilística. Las autoridades escolares suelen aducir que es parte de una disciplina, defienden la idea de que es una porción de la “formación en valores” y  que se fundamenta en sus reglamentos internos. En realidad se trata de puras falacias históricamente repetidas en el lenguaje de los encargados del “orden escolar”.

El reciente amparo concedido a un joven estudiante de una secundaria de  Parral alcanzó ya resonancia nacional. Su padre, inconforme porque al muchacho le negaban la entrada al plantel porque no cumplía con los requerimientos mínimos del “natural oscuro”, recurrió a los tribunales y el juez federal que conoció del juicio fue muy puntual en señalar que la medida autoritaria es discriminatoria, conculca elementos básicos que vulneran el interés superior del menor al impedirle el acceso a un derecho fundamental como es la educación;  obstruye además el libre desarrollo de la personalidad pues no le permite elegir su propio plan de vida y las autoridades educativas no justificaron en ningún momento la relación que habría entre un corte de cabello y el impacto eventual que éste tendría con el proceso de enseñanza aprendizaje.

Lo que se observa en el juicio constitucional es la confrontación de dos esquemas que se repelen mutuamente. Uno prácticamente medieval que sigue viendo a la educación como un proceso escrupulosamente vertical, impositivo y monolítico, en el que los valores llegan a identificarse con aspectos meramente externos al sujeto como su vestimenta, maquillaje, pulcritud o si simplemente se observa greñudo o no y otro que adscribe sentido al complejo mundo de la formación y educación de una persona en términos de derechos y respeto a la dignidad humana.

Decenas de generaciones de estudiantes mexicanos que preceden a la del joven de Hidalgo del Parral se han quedado afuera de los planteles por cuestiones de mero ornato, ante los ojos impositivos de los guardianes del “orden y las buenas costumbres” de las escuelas. Se trata de un entorno, no con matices sino con médula medieval. Ni los valores ni el conocimiento están en el cabello de los muchachos, tampoco en el maquillaje o en el tamaño de las faldas de las alumnas. La educación con valores se consigue de otras formas, jamás imponiendo o restringiendo planes de vida que en nada vulneran a terceros y que incluyen los elementos estéticos o antiestéticos que al sujeto le plazcan.

En ese sentido, los reglamentos internos de todas las instituciones educativas tienen que ser revisados. Son reglamentos de manufactura obsoleta, confeccionados la gran mayoría de ellos con la mano muerta del pasado. Un pasado que se regodeaba dándole tablazos a los niños porque no se sabían la lección o pegándoles porque osaban traer las uñas llenas de tierra. O que, como es el caso, parecen elevar un corte de pelo a la categoría de elemento epistémico fuerte.

Esos reglamentos contienen infinidad de directrices anticonstitucionales y se inspiraron  en perspectivas que hoy ameritan revisarse y, en su caso, revocarse. Hoy, afortunadamente, Sansón entra al recinto.

Es posible que los moralismos de antaño se vayan erosionando conforme aquellos que entronizados desde un pedestal muy elevado se complacían y todavía se complacen en señalar con índice de fuego y castigar de alguna manera a todos aquellos miserables pecadores, vayan quedando al descubierto como lo que son, seres humanos imperfectos de carne y hueso, perdiendo credibilidad y postura "moral" porque, ¿con qué cara van a andar pontificando y sermoneando a quienes antes los escuchaban cuando ellos tienen sus propios esqueletos en el armario, cuando tienen sus propias cosas que esconder algunas de ellas inconfesables? Tal vez llegará el día en el que el estado de Chihuahua esté tan evolucionado como los países escandinavos (e.g. Suecia) en donde ya nadie se escandaliza por nada ni se la pasan dándose golpes de pecho a la vez que critican y condenan lo que tanto les "ofende" a su preciosa Moral. El delito de faltas a la Moral tal vez terminará desapareciendo como desapareció el delito de disolución social que fue utilizado ampliamente por el PRI-gobierno en sus tiempos de hegemonía para llevar a cabo represiones brutales y encarcelamientos injustos de mucha gente inocente. Mientras tanto, todos los enamorados de cualquier edad que anden en carro, así sean parejas de casados, aunque estén vestidos así sea con ropa ligera, más vale que se escondan de las linternas y los ojos puritanos de los policías encargados de "preservar la moral y las buenas costumbres" que se esfuerzan y hacen lo mejor de su parte noche y día (preferentemente de noche) por continuar dándole vigencia a la rectitud Moral patrocinada por los Inquisidores del Santo Oficio y sus instrumentos de tortura desde los tiempos de la Colonia.

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