martes, 24 de marzo de 2020

Regresión

Allá por los fines de los ochentas, en plena época de las hoy ya casi extintas discoteques, casi nadie sabía lo que significaban los acrónimos VIH y SIDA (HIV, AID en EE.UU.) Nadie se cuidaba de eso pese a que en tales años recibir un diagnóstico de dicha enfermedad era el equivalente de recibir una sentencia de muerte al no existir los antiretrovirales que hoy se tienen para mantener a raya el avance de esa terrible enfermedad. Era una época alegre y despreocupada en la que nadie usaba condón y las moralistas cadenas de televisión de aquél entonces NUNCA transmitían comerciales de condones como los que hoy vemos, ni siquiera promocionados como medio efectivo para evitar embarazos no deseados. Resulta contradictorio que al mismo tiempo que se daba el libertinaje propio de la "época disco" y las "spring breakers" norteamericanas acudían a México a las playas de Acapulco y Cancún para dar rienda suelta a todo tipo de apetitos sexuales en fiestas-orgías sin usar ningún tipo de protección o moderación, en la televisión se ejercía una censura muy estricta en la cual intervenían los gobiernos de varios países (en EE.UU. la Federal Trade Commission y en México la Secretaría de Gobernación) para castigar con multas fuertísimas o inclusive la cancelación de las licencias de transmisión en caso de que cualquier televisora se atreviera a transmitir cualquier tipo de desnudo incluso aquellos en los que solo se mostraran las "pompis" (el pecho desnudo de las mujeres era considerado motivo de censura y solo se podía ver en publicaciones de revistas para caballeros como Playboy y Penthouse.)

Las reglas del juego empezaron a cambiar en EE.UU. cuando se dió publicidad a uno de los primeros casos conocidos de infección de VIH, una joven llamada Kimberly Bergalis, una de seis pacientes infectadas por un dentista de nombre David J. Acer (que también estaba infectado con VIH y murió a causa de ello en 1990), en lo que constituyó el primer caso conocido de transmisión clínica de VIH hacia una persona que siempre se quejó de que de nada le había servido mantenerse virgen (hoy se sabe que muy posiblemente ella no era virgen como lo afirmaba, aunque en cuanto a la probabilidad de una transmisión clínica de VIH sin contacto sexual alguno por procedimiento quirúrgico como el que se lleva a cabo en los consultorios dentales es tan baja que se mantiene la sospecha de que el doctor David J. Acer se aprovechó de su profesión como dentista para infectar deliberadamente a seis de sus pacientes con la finalidad de llamar la atención de los medios hacia lo que estaba creciendo como una epidemia incontrolable entre los homosexuales de EE.UU.

Aunque a finales de los ochentas ya se conocía la naturaleza del VIH/SIDA, no había absolutamente nada para tratar de prolongar la vida de los infectados excepto la abstinencia sexual, lo cual fue aprovechado por las sectas y los grupos religiosos que basan parte de sus mensajes en admonestaciones contra todo lo que tenga que ver con relaciones sexuales fuera de matrimonio (adúlteras).

Hoy se sabe y está ya plenamente comprobado que nadie es inmune al riesgo de contraer VIH/SIDA. Sin embargo, una característica de esta enfermedad es que los primeros que empezaron a caer en grandes números eran homosexuales en su gran mayoría promiscuos que practicaban sexo sin protección alguna, y esto llevó incluso a la comunidad médica a considerar que los únicos que eran susceptibles de caer como víctimas de tal enfermedad eran los homosexuales. De nueva cuenta, esto también fue aprovechado oportunísticamente por sectas y grupos religiosos cuyos textos homofóbicos siempre han condenado las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. ¿No habla acaso la misma Biblia del castigo que fue aplicado a las ciudades de Sodoma y Gomorra por incurrir en prácticas de sodomía (el pecado de Sodoma, sexo anal)? ¿Acaso no fue el mismo San Pablo quien en su Epístola a los Corintios condenó anticipadamente a todos los homosexuales a los infiernos eternos al escribir que "hombres que se acuestan con hombres no entrarán al reino de los cielos"? La inesperada y súbita aparición del virus VIH les cayó como "anillo al dedo" a todas estas sectas y grupos religiosos quienes no perdieron tiempo en afirmar que esta nueva epidemia nunca antes vista en tiempos modernos era un "castigo divino" a la promiscuidad sexual y las relaciones entre personas del mismo sexo.

Desafortunadamente, estas admoniciones eclesiásticas inspiradas no en evidencias científicas sino en textos religiosos escritos hace miles de años infundieron una falsa sensación de seguridad a los heterosexuales haciéndoles creer que eran en cierto modo "inmunes" a ser infectados por el virus VIH por no incurrir en "el pecado de Sodoma". Y el resultado final fue que, al mismo tiempo que la velocidad de transmisión del VIH/SIDA fue cayendo entre las poblaciones de homosexuales al extremar los homosexuales sus precauciones, la velocidad de transmisión entre los heterosexuales fue subiendo al igualar e incluso superar los contagios que antes se reportaban entre los homosexuales. Llegó de pronto el momento en el que muchos se dieron cuenta de que un virus como el del VIH no es ni moral ni amoral, no distingue entre homosexuales y heterosexuales, ataca ambos por igual independientemente de sus creencias religiosas. Junto con este hecho corroborado por la experiencia cotidiana, empezaron a caer las restricciones moralistas reflejadas en la censura en los comerciales de radio y televisión, y por vez primera en la historia de los medios de comunicación masivos se empezó a ver propaganda comercial que anunciaba las bondades del condón como profiláctico para evitar contraer algo tan serio e incurable como el VIH/SIDA:




Las sectas y los grupos religiosos desde luego que pusieron su "grito en el cielo" (literalemente hablando) denunciando como "amoral y pecaminosa" la difusión de anuncios comerciales por televisión en horarios familiares de algo tan explícito como el condón y sobre todo las "demostraciones" usando modelos sobre cómo se debería utilizar. Por vez primera, el tema del sexo era tratado sin prohibición ni censura alguna, pero como en esta ocasión se trataba de salvar vidas y no solamente almas, los reclamos de corte religioso no encontraron eco para impedir que el tema de una enfermedad de transmisión sexual se convirtiera en tema abierto de discusión no solo en horarios nocturnos sino en horarios diurnos en presencia de todos los miembros de la familia escuchando y viendo. Ya para entonces las sociedades de padres de familia empezaron a perder su característica fuerza del pasado y se les dejó de escuchar, dejándolos solos hablando al aire como loquitos sin hacerles caso. En el caso del VIH/SIDA, se trata de algo que todavía hasta el día de hoy no tiene cura, y cualquier sensato estará de acuerdo en que es mil veces mejor prevenir que lamentar.

Uno supondría que con tal experiencia del pasado, ya no se volvería a incurrir en los mismos errores. Sin embargo, se supone mal, y ahora con motivo de la pandemia mundial del coronavirus Covid-19 que ni siquiera es de transmisión sexual las sectas y los grupos religiosos harían al menos un esfuerzo por tratar de moderar sus comentarios y opiniones fuera de lugar y cuidarse de revolver con cuestiones religiosas un asunto que compete única y exclusivamente a la ciencia médica. Sin embargo, supondríamos mal.

He aquí lo que tiene que decirnos nadie menos que el Obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, en relación a la pandemia global del coronavirus:

COVID-19 es 'un grito de Dios' por culpa del aborto, eutanasia y diversidad sexual: Obispo de Cuernavaca
Dijo que la crisis generada por el coronavirus es un alto que Dios está poniendo a la humanidad, por querer jugar a ser como él.
EL FINANCIERO
22 de Marzo de 2020


Durante la celebración de la homilía en la Catedral capitalina, el Obispo de la Diócesis de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, aseveró que la crisis generada por el coronavirus es un alto que Dios está poniendo a la humanidad, por querer jugar a ser como él, al permitir el aborto, la eutanasia y la diversidad sexual.

“Hijos, Dios no está hablando, está gritando, vamos a escuchar, sepamos escuchar, estemos atentos, la vida es tan corta, de ahí entonces que hayamos decidido medidas drásticas por el bien de todos”, abundó.

Ramón Castro resaltó que tan sólo en 2019 se registraron 50 millones de abortos en el mundo, mientras tanto, dijo, el ser humano actúa “como si nada, a gusto, proclamando su pseudo libertad, cuando son hijos de Dios y los hemos asesinado”.

En tanto, criticó también a quienes han optado por una muerte asistida, así como el permitir que en la actualidad los niños decidan por sí mismos su sexualidad.

“La eutanasia: ya me cansé de sufrir, que me maten; o los niños que están muy graves en Holanda y en Bélgica, los papás pueden decidir que los maten; que se esperen los niños a ver qué género quieren ser, que una niña quiere ser niño, ¡Ah caray! Seguramente Dios dice, oigan hijos a dónde van, momentito, soy su papá y los quiero y soy misericordioso, se están yendo a un abismo, nos está gritando”, expresó.

En su discurso, añadió que así también la corrupción, los robos, la violencia, se han hecho costumbre y ante esto se pone un alto a la humanidad.

“Dios nos está hablando, nos está gritando”, pues aunque alguien le pida a la humanidad, que se detenga a reflexionar, nadie haría caso.

“Con esto (con el COVID-19) queramos o no queramos, nos detenemos. En muchos países ya están obligados a detenerse; en Europa, en Estados Unidos, en China, por ley todo está cerrado, menos las farmacias y los mercados y ahí todo se debe detener, sea quién sea”, expresó.

Ante un número importante de feligreses que asistieron a la homilía, este domingo, Ramón Castro Castro enfatizó en que a la humanidad se le ha hecho fácil el decidir quién vive y quién debe morir.

“Como un pequeñísimo, microscópico virus, viene a decirle hoy a la humanidad: ey, eres frágil, eres vulnerable, ni tu éxito, ni tu dinero, ni tu poder te van ayudar, date cuenta quién eres, no juegues hacer Dios, la humanidad ha querido jugar a ser Dios”, manifestó.

Por último, Ramón Castro manifestó que la misa de este domingo, sería la ultima con "la presencia del pueblo", ya que las demás, dijo, serán transmitidas vía redes sociales.

Concediéndole a Don Ramón Castro Castro el beneficio de la duda, suponemos que el Obispo de Cuernavaca no está actuando de mala fé, con malas intenciones. Actúa en base a lo que ha sido el pilar de toda su vida, sus convicciones religiosas, tratando de interpretar todo puramente desde la óptica del creyente. Igual ocurrió en el famoso Juicio de Scopes (el Juicio del Mono) en el cual por vez primera y ante un tribunal estadounidense se puso a Charles Darwin y su teoría de la evolución en el banquillo de los acusados, en un esfuerzo por reafirmar la tesis del Creacionismo puro. En la actualidad, la postura de los creacionistas puros es tan insostenible que hasta la misma Iglesia Católica en su postura oficial ha migrado del creacionismo puro (todas las formas de vida fueron creadas desde un principio) hacia la evolución teísta (las formas de vida han ido evolucionando y han estado apareciendo nuevas formas de vida en un contante perfeccionamiento del impulso creativo original). Las nociones descubiertas e hiladas por Darwin son lo único que puede explicar en estos momentos la aparición súbita e inesperada de nuevas formas de "vida" como el VIH y el coronavirus, bichos completamente inexplicables desde una perspectiva puramente religiosa.

En los tiempos en los que se escribió el primer manuscrito del Libro del Génesis en la Torá o Antiguo Testamento no había gente dedicada al avance de ninguna ciencia excepto tal vez las matemáticas. En esos tiempos de ignorancia científica absoluta, nadie tenía en sus manos una tabla periódica de los elementos ni sabía absolutamente nada de química excepto tal vez los "hechiceros" y los alquimistas. De la biología molecular ni se diga. Al no haber antibióticos ni vacunas no existían esperanzas de cura excepto por medio de la fé. Por ende, nadie hubiera tenido la menor idea de lo que significaba una cadena de ADN ni la noción de la doble hélice aunque se le tratara de explicar a gente dedicada a pastorear ovejas. Simple y sencillamente, el hombre antiguo no estaba preparado para recibir y asimilar tales conocimientos que de cualquier modo y desde la perspectiva puramente religiosa salen sobrando porque no encierran conceptos morales ni enseñanzas excepto las procedentes de seres iluminados.

Si le tomamos la palabra tal cual al Obispo de Cuernavaca, y el coronavirus Covid-19 realmente es un "castigo divino", entonces cualquier esfuerzo humano por encontrar una cura o una vacuna para detener la pandemia sería una rebelión humana en contra de la volutad del Ser Supremo, y todos aquellos que colaboren o se hagan partícipes de tal esfuerzo ofenden igualmente la voluntad divina y merecen algún tipo de castigo. ¿O no?

Afortunadamente, ya no rondan por allí los "investigadores" de la Inquisición Española, y los diferendos que puedan tener voceros religiosos actuales como Don Ramón Castro Castro con la ciencia médica se tendrán que resolver no en hogueras o en potros de tormento sino en cónclaves de gente sabia y sensata de mente abierta, los debates decisivos se tendrán que diferir hasta en tanto las partes involucradas no cuenten con mayor información. ¡Y por favor, no mezclar la religión con la ciencia en campos estériles que no conducen a ninguna salida!

En retrospectiva, no hay manera de saber si estamos ya en los últimos días de los últimos tiempos, porque en el libro final de la Biblia no se fija una fecha cronológica (se nos habla de señales, no de tiempos exactos) para ello (el mismo Jesús dijo a sus discípulos que desconocía el día y la hora, San Mateo 24:36) Pero hay pocas dudas, sobre todo a la luz del fenómeno del cambio climático, que de seguir las cosas como están, no tendremos que esperar mucho, y a la siguiente generación tal vez le tocará presenciar y vivir cosas sumamente desagradables de las cuales ya nos están adviriendo inclusive chiquillos y adolescentes como GretaThunberg. Y estas afirmaciones no provienen del fanatismo, son la cruda realidad. Se trata de cosas en las cuales hasta los sabios más eruditos puedan estar equivocados. Yo por mi parte me quedo con Sócrates cuando dijo: "Solo sé que no sé nada".

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