En este día 6 de enero de 2015 en el que se conmemora el Día de los Reyes Magos tanto en México como en otros países (estrictamente hablando, y de acuerdo a los Evangelios, ni eran reyes ni eran magos) los precios del crudo de petróleo cayeron por debajo de los 50 dólares por barril (cayeron de hecho hasta los 48 dólares por barril, pero se recuperaron un poco quedando en los 50.14 dólares al final de la jornada), su nivel más bajo en casi seis años. Desde 2009, no se habían visto precios tan bajos para el barril de crudo. Y la caída brusca ocurrió en cuestión de meses, en apenas medio año. En efecto, El 20 de junio de 2014 el barril de crudo se cotizaba en los 107.95 dólares (en ese mismo mes se llegó a cotizar en 115 dólares), mientras que este 6 de enero de 2015 se cotizaba en 50.14 dólares, una caída mayor de la mitad.
Aunque muchos ni siquiera se dieron cuenta de ello, tal caída en los precios de petróleo representa un evento colosal que puede traer repercusiones profundas en el futuro cercano, tomando en cuenta que no se trata de algo de corta duración sino de algo que puede durar al menos dos años, si no es que más. Y en este suceso están involucrados varios factores en el complejo panorama geopolítico mundial cuyas consecuencias ni siquiera los mejores adivinos son capaces de aquilatar.
En un trabajo previo publicado aquí el 14 de diciembre de 2014 se había hablado ya sobre cómo gracias a la avanzada técnica de explotación petrolífera de mantos ubicados a medio kilómetro de profundidad (o más) conocida como fracturación hidráulica o fracking Estados Unidos había logrado elevar enormemente su propia producción de combustóleo, poniéndose en vías no solo de convertirse en un país autosuficiente en lo que a producción de combustóleos se refiere sino también en convertirse en un exportador neto, ajustando cuentas con su rival Arabia Saudita que en la década de los setentas tuvo a Estados Unidos a su merced mediante el embargo petrolero árabe. Para finales de 2014 y principios de 2015, la producción anual de crudo en los Estados Unidos se estimaba en 8.8 millones de barriles diarios, mientras que la producción anual de crudo en Arabia Saudita se estimaba en 9.6 millones de barriles diarios. El hecho más significativo en la transformación de Estados Unidos en un gran productor de energía es que en estos momentos ya es el principal productor mundial de gas natural, y su producción de petróleo crudo ha estado en aumento constante gracias a la tecnología de punta usada en la fracturación hidráulica.
Arabia Saudita es un país cuyo único recurso natural (además de su gente) es el petróleo. No cuenta con yacimientos de minerales, no cuenta con bosques, no cuenta con ríos que valgan la pena mencionar ni cuenta con amplias superficies de terreno cultivable, no cuenta con ingenieros y científicos que sean capaces de desarrollar nuevas tecnologías de punta en todos los campos posibles. Lo único que posee es petróleo, mucho petróleo, en cantidades abundantes, pero no cuenta con ningún otro as bajo la manga.
Enfrentando a los Estados Unidos ya no como un comprador de su crudo sino como un posible competidor, los jeques árabes entraron en pánico y empezaron a tramar una estrategia para responder a lo que ya era considerado por ellos como una amenaza. Una respuesta posible para Arabia Saudita hubiera sido disminuír su producción petrolera a la mitad, poniéndose de acuerdo con otros países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en limitar también la producción de crudo. De acuerdo con las viejas leyes de la oferta y la demanda, al disminuír la oferta y disponibilidad de algo, lo que sea, su precio aumenta al empezar a pelearse entre sí los compradores para obtener lo más posible de un recurso limitado. Con su enorme producción petrolífera, esto habría ocasionado un impacto, amortiguando la caída en los precios del crudo norteamericano extraído por la técnica del fracking, aunque los precios de cualquier modo habrían caído por el hecho interesante de que un barril de crudo extraído por la técnica de fracking cuesta alrededor de unos 50 dólares, de modo tal que cuando el precio mundial del barril de crudo frisaba en los 115 dólares por barril los productores norteamericanos se podían dar el lujo de vender el barril de combustóleo a unos 70 dólares por barril (por ejemplo), o sea a 30 dólares por debajo del precio mundial, y aún así obtener una ganancia de unos 20 dólares por barril de petróleo. Puesto de otra manera, ¿quién quiere comprarle a Arabia Saudita petróleo a 115 dólares por barril, si los norteamericanos gracias al uso del fracking están en condiciones de poder venderlo a 70 dólares por barril, o sea unos 45 dólares menos? El asunto del fracking se convirtió de pronto en una amenaza colosal para un reino cuyos únicos ingresos provienen del petróleo que exporta.
Pero lejos de disminuír su producción petrolífera, Arabia Saudita optó por mantener su producción en los mismos niveles de siempre, propiciando una caída continua en los precios de petróleo al haber una abundancia de proveedores de petróleo en el mercado compitiendo todos ellos entre sí por mantener una cartera cada vez más reducida de clientes.
¿Pero qué acaso una caída en los precios de petróleo no es algo que impacte en forma directa la prosperidad del reino musulmán? ¿Por qué decidieron mantener su producción en los mismos niveles de siempre a sabiendas de que sus ingresos, otrora fabulosos, se verían mermados? Antes de la brusca caída que se dió en los precios del crudo desde junio de 2014 hasta enero de 2015, Arabia Saudita tenía una ganancia neta de unos cien dólares por barril de crudo, lo cual representa una entrada considerable de divisas. Y al caer el precio de barril de crudo a los 50 dólares por barril, las ganancias del reino se redujeron considerablemente.
El truco del asunto, la respuesta a lo anterior, es que el petróleo de Arabia Saudita es un petróleo que está casi a flor de tierra, y no cuesta mucho extraerlo, a diferencia del petróleo obtenido obtenido mediante la técnica del fracking, cuyo precio de extracción oscila en un rango que va de los 40 a los 50 dólares. Aunque no es posible hacer una generalización en virtud de que hay muchos factores en juego, hablando en términos generales el precio del barril de crudo obtenido de las arenas bituminosas de Canadá (en la provincia de Alberta) oscila entre los 50 dólares y los 100 dólares, mientras que en los Estados Unidos el precio de producción del barril de crudo oscila entre los 40 dólares y los 80 dólares en el estado de Texas mientras que en el estado de North Dakota oscila entre los 40 y los 70 dólares. En el gran esquema de cosas, 50 dólares por barril es precisamente el punto en el cual el aumento en la producción de combustóleo deja de ser rentable y puede quedar detenido, y esto era precisamente lo que estaba preocupando a los pobladores de la península arábiga, que la producción por fracking en los Estados Unidos continuase aumentando sacándolos fuera del mercado en el único recurso natural que los árabes tienen para venderle al resto del mundo.
En Arabia Saudita, de acuerdo a las declaraciones formuladas por el ministro de energía saudí Ali Naimi, “los costos de producción no superan los 5 dólares por barril, y los costos marginales por desarrollo y aumento en la producción son a lo más 10 dólares por barril”.
En pocas palabras, Arabia Saudita se puede dar el lujo de que los precios del petróleo caigan hasta los 30 dólares por barril manteniendo su producción en los niveles de siempre, y aún así puede seguir obteniendo una ganancia, entanto que los productores norteamericanos no están en condiciones de aguantar tal caída continuada porque ya por debajo de los 45 ó 40 dólares por barril la producción del petróleo por la técnica de fracking deja de ser costeable. Se trata de lo que los economistas llaman el punto del break-even, el punto en el que no se obtiene ganancia alguna. Precisamente en enero de 2015 varios productores en estados como Texas estaban ya trabajando cerca del punto break-even obteniendo ganancias marginales.
No se requiere ser un experto para darse cuenta de que la estrategia de Arabia Saudita y sus aliados como Catar y Kuwait consiste en forzar que los precios de venta del barril de crudo bajen tanto que esto lleve a la quiebra a los productores norteamericanos que compiten con ellos mediante la técnica de fracking. Si todos ellos van a la quiebra, y dejan de ser competidores, ¿no permitiría este solo hecho una recuperación en los precios del barril de crudo a los niveles que tenía en junio de 2014? No necesariamente, porque al subir los precios del barril de crudo por encima de los 50 dólares la obtención del combustóleo mediante la técnica de fracking volvería a ser costeable, y los competidores norteamericanos volverían a hacer su aparición.
Algo interesante en lo que está sucediendo es que el gobierno norteamericano no puede acusar a Arabia Saudita de estar incurriendo en alguna práctica de competencia desleal como el dumping, en virtud de que el gobierno de Arabia Saudita no está subsidiando a su único producto, el petróleo, para que se venda debajo de su costo real, ya que aún vendiéndolo a 20 dólares por barril se sigue obteniendo una ganancia neta. Tampoco puede acusar a Arabia Saudita de estar inundando el mercado mundial con un exceso de producción de petróleo, en virtud de que Arabia Saudita no está aumentando su producción de petróleo, simplemente está manteniendo la producción a los mismos niveles de antes; en todo caso si hay un exceso de producción Arabia Saudita puede argumentar que tal exceso se debe al ingreso de nuevos competidores en el mercado, los productores norteamericanos por fracking, compitiendo (o mejor dicho, peleándose) por los mismos clientes de siempre. Si Arabia Saudita bajara el precio de su barril de petróleo a 20 dólares por barril, sin mediación alguna del mercado en ello, entonces el gobierno norteamericano tendría razón justificada para acusar a Arabia Saudita de querer eliminar por estrangulamiento económico a los productores norteamericanos de combustóleo. Pero tal cosa no está ocurriendo, los árabes saudís están manejando sus barajas en forma inteligente de forma tal que sus intenciones no sean obvias aunque a estas alturas ya sean obvias.
Se trata de un juego de ajedrez de alto nivel en el que intervienen muchos factores, y los participantes en ambos bandos pueden ocasionarse un daño enorme entre sí en virtud de lo poderosos que son, económicamente hablando. Arabia Saudita desde luego no ha afirmado en ningún momento que su intención es llevar a la quiebra a la mayor cantidad posible de productores de combustóleo fracking en los Estados Unidos, porque algo así podría ser malinterpretado como una virtual declaración de guerra en el terreno económico, y lo que menos quiere Arabia Saudita es ser vista como una amenaza de este calibre para la economía norteamericana, aunque una cantidad creciente de inversionistas norteamericanos ya la estén viendo como tal.
No es secreto alguno que una quiebra masiva de productores norteamericanos de combustóleo por fracking sería una verdadera calamidad en los Estados Unidos, tomando en cuenta las enormes inversiones que se han estado haciendo en la implementación de esta nueva tecnología. El cierre de varios pozos de producción por fracking ha traído ya como consecuencias un aumento en los niveles de desempleo en tal rama y el declive económico de zonas petrolíferas en Estados Unidos, con poblados enteros resintiendo el impacto. No todos están siendo perjudicados, desde luego; los consumidores norteamericanos están disfrutando de los precios más bajos de gasolina que habían visto desde hace seis años, lo cual representa una cantidad adicional de dólares en sus bolsillos, y los ahorros se han vuelto importantes justo en una temporada en la que Estados Unidos está enfrentando un duro invierno en el cual los precios del gas natural y aceite de calefacción se han visto reducidos considerablemente. Sin embargo, los inversionistas están preocupados, porque nadie tiene la menor idea de lo que resultará de todo esto. Rusia ha entrado ya en una recesión económica y el creciente descontento popular por la mala economía puede detonar cambios sociales impredecibles (como el ascenso al poder de líderes demagogos sedientos de poder que ofrecen soluciones rápidas recurriendo a un retorno a sistemas dictatoriales). En Venezuela, país que cometió el error de petrolizar su economía, también hay ya una crisis. Los efectos posiblemente apenas han comenzado, nadie lo sabe, y esto puede ser la punta del iceberg. La confirmación de la preocupación de los inversionistas por lo que pueda traer el futuro a corto plazo con estas guerras en los precios del crudo se reflejó en la Bolsa de Valores en Nueva York: el mismo día 6 de junio de 2015 en el que el precio del barril de petróleo cayó por debajo de los 50 dólares por barril el índice de cotizaciones Dow Jones cayó 331.34 puntos, cerrando a 17,501.65, marcando una pausa en lo que había sido un ascenso continuado en las acciones de la Bolsa que había sido tomado como una real recuperación económica en los años recientes de la administración de Barack Obama.
Para quienes tienen una buena cantidad de años encima (alrededor de los 100 años), lo que está sucediendo hoy les trae muy malos recuerdos. También en los años veintes, los famosos “Veintes rugientes” (Roaring twenties) en los cuales en Estados Unidos se gozaba de una prosperidad que parecía crecer en forma ilimitada con una abundancia cada vez mayor de bienes materiales, en la Bolsa de Valores era común ver millonarios instantáneos gracias a esquemas piramidales de enriquecimiento rápido y el aumento desproporcionado en acciones chatarra en la Bolsa. En ese entonces, los inversionistas estaban cometiendo muchos errores dejándose llevar por espejismos, errores que no se cometen hoy porque desde hace varias décadas se implementaron en la Bolsa mecanismos de protección para impedir que vuelva a ocurrir nuevamente lo que ocurrió en 1929 con el famoso “crack” que en un día muy específico, el 29 de octubre de 1929, terminó con la juerga dando inicio a lo que sería una de las etapas más duras que ha experimentado la Unión Americana en toda su historia. Le llevó más de una década a Estados Unidos empezar a salir de ese terrible agujero.
El factor incertidumbre muestra hoy un nuevo rostro ante lo que está ocurriendo. Cada vez hay más analistas que están convencidos de que estos enfrentamientos entre Estados Unidos y Arabia Saudita por la supremacía y control de la materia prima en la cual todo país moderno basa su prosperidad, o sea la energía, no pueden conducir a nada bueno, y que tarde o temprano las cosas se pueden salir fuera de control detonando cataclismos parecidos a los que ocurrieron con el advenimiento de la Gran Depresión en los Estados Unidos. El temor es que se sospecha que se están cometiendo graves errores que aún no podemos ver como tales hasta que salgan a flote sus consecuencias. No es posible tratar de regular o imponer controles sobre algo que se desconoce. La Bolsa de Valores en Nueva York está protegida hoy de que puedan darse condiciones como las que condujeron a la Gran Depresión, pero no está protegida en contra de algo que ni siquiera se puede definir porque no hay nadie que pueda poner el dedo en la llaga viendo lo que los demás expertos aún no alcanzan a ver.
Ya en una ocasión, en los años setenta, Arabia Saudita puso a temblar a Estados Unidos de pies a cabeza con el embargo petrolero árabe, a raíz de lo cual Estados Unidos hizo como primera prioridad de todas sus políticas gubernamentales en materia económica el tratar de lograr la independencia del país en cuestión energética, lo cual derivó en el desarrollo de la técnica del fracking. Sin embargo, este nuevo enfrentamiento que se ve cada vez más claramente como tal es diferente. A diferencia del enfrentamiento ocurrido en los años setenta en los cuales el objetivo era “castigar” a los Estados Unidos por su apoyo al estado de Israel en el conflicto árabe-israelí, en esta ocasión Arabia Saudita está luchando por su propia supervivencia económica para no terminar siendo desplazada con la implementación del fracking a nivel mundial (por ejemplo, en Europa y Asia) y no sólo en los Estados Unidos; está luchando por retener a toda costa su porción del mercado mundial en lo único con lo que puede competir, con su petróleo. Arabia Saudita, aunque no lo diga ni lo manifieste claramente, desearía desde luego que todos los productores de combustóleo por fracking se fueran a la quiebra. Pero esto puede traer dislocaciones tales que sus efectos en la geopolítica mundial se vuelven completamente impredecibles. El punto crítico ha ocurrido precisamente en este 6 de junio de 2015, cuando el barril de petróleo se ha aproximado al nivel que empieza a hacer incosteable la exploración y extracción de combustóleo mediante el fracking. Posiblemente y a fin de cuentas a la larga no pasará nada y todo se arreglará por sí solo sin mayores traumatismos sociales, sin que nadie tenga que hacer nada. Sin embargo, estas fueron las mismas esperanzas fallidas que albergaron los europeos que no fueron capaces de anticipar el estallido de la Primera Guerra Mundial y el estallido de la Segunda Guerra Mundial. De haber sabido lo que sucedería, posiblemente los europeos podrían haber tomado algunas previsiones para evitar a tiempo tales guerras, pero el problema es que nadie podía ver con claridad las consecuencias finales del conjunto complejo de factores que se estaban acumulando día tras día. Al igual que nadie puede ver hoy con claridad a qué conducirá el desafío saudita a Estados Unidos. Solo el tiempo lo dirá. Será cuestión de esperar unos cuantos años. O tal vez unos cuantos meses.
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