Al empezar 2015, el precio del petróleo mexicano había caído ya por debajo de la barrera psicológica de los 40 dólares por barril. En los tiempos en los que empezó a gobernar a México un populista-socialista llamado José López Portillo, los precios del petróleo comenzaron a elevarse en los mercados internacionales en forma exagerada, fuera de toda proporción, a causa del embargo petrolero árabe que se dió en ese entonces. Y justo al mismo tiempo, en México empezaron a descubrirse enormes yacimientos petrolíferos. Como si el país entero se hubiese sacado la lotería, el frívolo José López Portillo empezó a despilfarrar a manos llenas los ríos de dólares que estaban entrando a las arcas. Pero no solo hizo eso. Actuando irresponsablemente como si los precios del petróleo se fueran a mantener por siempre en esos niveles artificiales, empezó a endeudar al país contratando deuda y créditos por miles y miles de millones de dólares, que al fin y al cabo México tenía mucho petróleo en reservas comprobadas y los grandes caudales de dinero que estaban entrando al país parecían provenir de algún cuerno de la abundancia inagotable. Esta jauja la resumió José López Portillo con su famosa frase “tenemos que aprender a administrar la abundancia”.
Pero la jauja no duró mucho. Al acercarse el final del catastrófico sexenio lópezportillista, los precios del petróleo ya se estaban desplomando hasta el suelo no solo por el descubrimiento de los enormes yacimientos petrolíferos en el Mar del Norte sino por la competencia intensa entre los países productores de petróleo que se peleaban para vender su petróleo a como diera lugar, malbaratándolo incluso. Los acreedores internacionales de México empezaron a darse cuenta de que José López Portillo no tenía casi nada de dólares en las arcas nacionales porque había despilfarrado casi todos los préstamos hechos a México en proyectos faraónicos inútiles, actuando además como un populista irresponsable que estuvo regalando dinero a manos llenas a una burocracia de lujo que cobraba mucho por no hacer nada. Con los recuerdos de la devaluación del peso ocurrida en 1975, y anticipando un “crack” en las finanzas del estado mexicano, muchos mexicanos -sobre todo los que viven en la frontera norte con Estados Unidos- empezaron a deshacerse de sus pesos convirtiéndolos a dólares a un tipo de cambio en el que la supuesta fortaleza del peso era mantenida artificialmente por las políticas populistas de un ya para entonces completamente loco José López Portillo que se jactaba diariamente de que defendería al peso “como un perro”. Y con la fuga de capitales, llegó el momento que muchos anticipaban: se le acabaron los dólares al gobierno, el peso se devaluó perdiendo más de la mitad de su valor en cuestión de unos cuantos días, y el gobierno descubrió que no tenía fondos para pagarle a sus acreedores internacionales los intereses de los empréstitos contratados, ya no se diga regresar el capital principal. Ya loco, en su último informe de gobierno José López Portillo derramó lágrimas por los pobres de México -los pobres que él mismo hizo- a la vez que en una colina le estaban construyendo una lujosísima mansión que hasta la fecha es conocida como “la Colina del Perro”, estatizó a la Banca privada (José López Portillo lo llamó la “nacionalización de la Banca” queriendo pasar en grande a los libros de Historia haciendo una comparación con la nacionalización del petróleo ordenada por el Presidente Lázaro Cárdenas, aunque fue una estatización pura y simple en virtud de que la privada Banca mexicana, a diferencia de lo que ocurre ahora, era propiedad de mexicanos al estar prohibido a los extranjeros ser propietarios de bancos mexicanos), e impuso un control de cambios que de nada sirvió para frenar la caída del peso. Fue así como al final del sexenio lópezportillista México logró el nada envidiable título de haberse convertido en el país más endeudado del mundo entero, esto a la vez que el disoluto y frívolo José López Portillo divorció a su esposa Carmen Romano para poder casarse con la actriz-vedette famosa por sus películas de ficheras Sasha Montenegro para llevársela a vivir consigo a su mansión en la Colina del Perro y dar rienda suelta con ella a sus locas fantasías de emperador romano en los tiempos de la decadencia. En memoria de tan negro sexenio, un economista de nombre Luis Pazos escribió un libro titulado “El Rey Populachero”, un cuento de niños para adultos que convirtió en historieta de fantasía la cruda y trágica realidad de un ex-maestro de la UNAM que terminó sus días tan loco como Nerón, arrastrado en silla de ruedas y divorciado también de su segunda esposa que no le aguantó sus locuras.
Un gobernante venezolano que no quiso o no supo aprender de experiencias dolorosas como las que vivió México cuando estuvo gobernado por un hombre insano fue el también socialista y populista Hugo Chávez. Al igual que José López Portillo, en vez de tratar de diversificar la economía de Venezuela haciéndola menos dependiente del petróleo, puso en marcha programas sociales solventados en su totalidad con el principal y casi único recurso natural de Venezuela, su petróleo. Cuando esto sucedió, los precios del petróleo andaban en los cien dólares por barril. Pero eventualmente, tal y como ocurrió en el negro sexenio lópezportillista en México, los precios del petróleo empezaron a caer por varias causas como el exceso de oferta de petróleo en los mercados internacionales que ya se han discutido aquí meses atrás. Hugo Chávez tuvo la suerte de no alcanzar a vivir para ver y responder ante su pueblo por las consecuencias nefastas de sus políticas populistas-socialistas y por la irresponsabilidad de haber petrolizado la economía de Venezuela, el peso de la carga lo tiene ahora el sucesor de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, al cual le ha explotado el problema en sus manos al haber caído los precios internacionales del petróleo a un nivel de unos cincuenta dólares por barril, y bajo cuyo mandato la clase media venezolana prácticamente ha desaparecido mientras los venezolanos han tenido que sufrir una inflación galopante y una devaluación brusca de la moneda venezolana. Es por esto que algunos economistas venezolanos han calificado a Nicolás Maduro como “el López Portillo de Venezuela”, aunque para ser justos con el mandatario venezolano hay que aclarar que aún no ha llegado a los extremos de locura a los que llegó José López Portillo; Nicolás Maduro está enceguecido por la óptica de socialismo a rajatabla con la cual quiere seguir manejando a la petrolizada economía de Venezuela, pero aún no está loco. Y hay que subrayar que la economía de Venezuela no es la única que está sufriendo; otros países como Rusia que depende mucho de sus exportaciones petroleras también está pasando momentos duros, aunque no tan duros como los de Venezuela.
En el día en que se elaboró esta entrada, apareció publicada una nota periodística con el encabezado “Se desploma 10% petróleo mexicano”. La nota dice que “El precio de la mezcla mexicana de petróleo se aleja cada vez más del nivel psicológico de 50 dólares por barril; en la sesión de hoy tuvo un desplome de casi 10 por ciento. En línea con el desplome de los petroprecios globales, la cotización de la mezcla mexicana volvió a caer, profundizando más la trayectoria negativa. De acuerdo con la cifra oficial de Pemex, la mezcla mexicana de petróleo tuvo un retroceso de 4.35 dólares, equivalente a 9.53 por ciento, para colocar su precio promedio en 41.28 dólares por barril. Los mercados petroleros mundiales volvieron a reaccionar negativamente, ante un entorno de renovada oferta y las expectativas de que ésta se mantendrá cuando menos lo que resta del año, así como en los primeros meses del año siguiente. En este contexto, el precio del Brent vulneró por primera ocasión en seis meses la barrera de 50 dólares por barril. Las cotizaciones del petróleo se desplomaron alrededor de cinco por ciento en los mercados de ambos lados del Atlántico, con el referencial londinense perforando el soporte de los 50 dólares por primera ocasión en seis meses. Las expectativas de una oferta abundante y una caída en la demanda, debido en gran medida por una desaceleración de la economía de China, han presionado recientemente a las cotizaciones del petróleo. En el mercado de Londres, el contrato del crudo Brent para entrega en septiembre se desplomó 2.69 dólares, es decir, 5.2 por ciento, para cerrar en 49.52 dólares por barril, su menor valor desde el 29 de enero. El precio del crudo londinense, que en julio perdió 18 por ciento, se ha desplomado 27 puntos porcentuales desde su máximo del año de 67.77 dólares -marcado el 6 de mayo-, lo que convierte al mercado energético en 'Bear market' o 'mercado bajista'. En Nueva York, el convenio del crudo WTI para entrega en ese mismo mes descendió 1.95 dólares, ó 4.1 por ciento, a 45.17 dólares el barril, su menor precio desde el 19 de marzo”.
Tomando en cuenta las cantidades enormes de barriles de petróleo de que estamos hablando, las pérdidas para México se contabilizan cada semana en decenas de millones de pesos.
En los días y semanas anteriores, una cosa que ha estado llamado mucho la atención en los noticieros de México ha sido la devaluación diaria continuada del peso mexicano con respecto al dólar, alcanzando el dólar máximos históricos como el que alcanzó el 22 de julio de 2015 de 16.40 pesos por dólar acercándolo a la barrera psicológica de 70 pesos por dólar a la cual se podrá llegar tal vez en cuestión de unas cuantas semanas, lo cual se resiente con mayor dureza en las comunidades de México que viven en la franja fronteriza que colinda con los Estados Unidos. Aunque muchos en México aún no han logrado establecer la “conexión”, ésta devaluación continuada del peso con respecto al dólar está relacionada directamente con la caída en los precios internacionales del petróleo, y le pega a México en forma directa porque en buena medida se sigue cometiendo el yerro de mantener la economía petrolizada. Para los países que no son productores de petróleo y que se ven obligados a importar todo el petróleo que consumen, la caída en los precios internacionales de petróleo lejos de ser una mala noticia resulta ser una muy buena noticia, la mejor de todas, porque tienen que pagar menos por el petróleo y los derivados del petróleo que consumen. El mismo fenómeno económico que es muy malo para los productores (de petróleo) es algo muy bueno para los consumidores. A uno le va mal, y al otro le va bien. Y en el caso de México, le está yendo mal, aunque no tan mal como a Venezuela en virtud de que tiene otros recursos como sus playas naturales, su industria turística, sus minas de oro y plata, sus maquiladoras ensambladoras, ingresos de dólares enviados a familiares en México por mexicanos que viven y trabajan en los Estados Unidos, así como extensas zonas dedicadas a la agricultura y la ganadería. Si no fuera por estos recursos adicionales, si México hubiera dependido al cien por ciento del petróleo tomándolo como su única fuente de ingresos, la economía de México ya habría reventado y México se encontraría al borde de un estallido social.
Los precios del petróleo no pueden seguir cayendo indefinidamente porque eventualmente se llega a un punto en el cual su producción y venta deja de ser un negocio. Esto en virtud de que la extracción y el almacenamiento del crudo no son gratis, hay trabajadores petroleros -los sindicalizados que trabajan para PEMEX se encuentran entre los obreros mejor pagados y con mayor cantidad de prestaciones en todo México- a los cuales también se les tiene que pagar puntualmente su nómina, hay funcionarios y administradores de PEMEX que perciben sueldos generosos, y hay contratistas y proveedores de equipo a los cuales también se les tiene que pagar con prontitud.
Lo que sí puede suceder antes de llegar al punto en el que sale más caro extraer y almacenar el petróleo que lo que se pueda obtener con su venta es que el precio sea tan bajo -digamos unos quince o veinte dólares por barril- que insistir en seguir vendiéndolo aún a esos precios tan reducidos equivale ni más ni menos a malbaratar el petróleo, vendiéndolo a precios de remate, vendiéndolo a precios de verdadera ganga.
¿Malbaratar el petróleo?
Sí señores, malbaratar el petróleo.
¿Malbaratar un recurso que a cada rato se nos recuerda en la propaganda oficial que “el petróleo es nuestro”, “el petróleo es de todos los mexicanos?”. ¿Con qué derecho o con qué prerrogativa puede tomar funcionario alguno, inclusive el mismo Presidente de México, la decisión de malbaratar un recurso que a cada rato se repite que es de todos los mexicanos?
Para empezar, siempre fue falsa la millones de veces repetida premisa de que “el petróleo es de todos los mexicanos”. Esto nunca fue cierto ni siquiera en los tiempos del General Lázaro Cárdenas que ordenó la expropiación petrolera. ¿Alguna vez recuerda el lector que le hayan regalado aunque sea medio litro de gasolina si llega diciendo “el petróleo es nuestro y yo vengo a reclamar la parte que me corresponde”? Cada gota de gasolina que va a dar al tanque del automóvil de cada ciudadano tiene que ser pagada religiosamente en el acto por cada mexicano, y en las distribuidoras de PEMEX no le dan nada a nadie si no paga en efectivo o con tarjeta de débito. Si por la mentada frase “el petróleo es nuestro” el gobierno federal quiere dar a entender que “el petróleo es nuestro” o sea del mismo gobierno sin incluír al resto de los mexicanos a los que falsamente se proclama también como propietarios, entonces la propaganda oficialista podría ser indudablemente cierta.
Pero estábamos con el dilema de seguir malbaratando en el mercado internacional a precios cada vez más irrisorios algo que es un recurso natural no-renovable, esto si continúa la caída en los precios internacionales del petróleo.
¿Que no sería en todo caso más sensato y cuerdo cerrar el grifo y esperar al día en que los precios del petróleo vuelvan a subir a un nivel más sustentable y aceptable, digamos de unos 70 dólares por barril?
Desafortunadamente, en el caso de México los planificadores del gobierno se aferran al concepto de que no hay otra opción más que seguir malbaratando el petróleo inclusive a precios de regalo para seguir obteniendo ingresos aunque en menor cantidad. A estas alturas debe ser un hecho para todos los mexicanos que es falsa la afirmación de que el petróleo es de todos los mexicanos, ya que de lo que el gobierno mexicano obtiene de las ventas del petróleo sale el dinero que se requiere para pagar buena parte del sostenimiento del mismo gobierno. Es su recurso, el gobierno es el verdadero dueño del petróleo y no el mexicano común y ordinario, y con los ingresos que obtiene el gobierno con las ventas del petróleo y sus derivados se mantienen funcionando varios servicios públicos, tales como la Cámara de Diputados en San Lázaro con una cantidad mayor de parlamentarios que los que tiene la Cámara de Representantes en los Estados Unidos y la Cámara de los Comunes en Canadá. Del petróleo sale para pagar sus “dietas”, sus gastos de viaje, sus emolumentos, su privilegiado modo de vida, en fin, todo. Los dineros que se obtienen con la venta de petróleo a precios de remate terminan siendo utilizados en parte para el sostenimiento de un Congreso federal con una Cámara de Diputados integrada por 500 Diputados y una Cámara de Senadores integrada por 128 Senadores. Esta es la mayor carga presupuestaria legislativa en el continente americano, ningún otro país en el continente americano tiene tantos legisladores como México. ¡Ni siquiera los norteamericanos tienen un Congreso tan abultado! Cabe recordar que fue el irresponsable Presidente Miguel de la Madrid el que infló el Congreso elevando por un acto autónomo de decreto imperial (en los tiempos en los que nadie se atrevía a criticar o cuestionar o enfrentarse al Presidente) el número de Diputados de 300 a 500, casi doblándolo en tamaño, y lo hizo no cuando México disfrutara tiempos de jauja y bonanza sino precisamente cuando la economía nacional había sido destruída por el Presidente José López Portillo (un desequilibrado mental) que dejó al país convertido en el país más endeudado del planeta. Por otro lado, los cada vez más magros ingresos derivados del petróleo también son utilizados para dejar intactas las onerosas pensiones presidenciales vitalicias de que gozan ex presidentes como Miguel de la Madrid Hurtado, Luis Echeverría Alvarez, Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox y Felipe Calderón. Para el sostenimiento de toda esta casta política privilegiada son los dineros que se obtienen con la venta al extranjero de “nuestro” petróleo. ¡En los hechos, el petróleo es “de ellos” y no “nuestro”! Si el petróleo se le acabara hoy a México, no habría manera de sostener a tanto parásito holgazán excepto subiendo los impuestos o, lo más lógico y justo, recortar los egresos y los gastos innecesarios dejando intacto solo lo estrictamente indispensable (servicios de salud, servicios educativos, personal castrense).
Si bien es cierto que la caída sucesiva en los precios de petróleo le impone al gobierno mexicano la poco agradable tarea de tener que recortar gastos o subir impuestos o crear impuestos nuevos, el resto del pueblo de México es quien realmente termina pagando la factura final con una continuada devaluación del peso, una inflación constante, y una contracción generalizada de la economía. Las facturas a pagar por el pecado de haber creado una economía petrolizada las tiene que pagar a fin de cuentas un pueblo que puede terminar empobrecido como en el caso de Venezuela.
Un buen ejemplo de que la posesión de reservas petrolíferas NO es un sinónimo de riqueza lo podemos ver en Suiza, un país del primer mundo clasificado entre los más ricos del orbe con uno de los mejores niveles de vida. Este país no tiene un solo yacimiento de petróleo, todo su petróleo lo tiene que importar del exterior. En virtud de que Suiza carece de petróleo y por lo tanto no lo produce ni lo puede vender, una caída brusca en los precios de petróleo no le produce dolor alguno a la economía suiza. Por el contrario, si los precios internacionales del petróleo se desploman, para los suizos esto siempre es una buena noticia porque pueden adquirir el producto a precios de ganga comprándoselo a los países con economías petrolizadas que se pelean entre sí por acaparar los francos suizos al venderle petróleo y sus derivados a Suiza. De este modo, lo que es una noticia casi trágica para los países cuyas economías petrolizadas dependen de los ingresos que derivan del petróleo extraído del subsuelo, resulta una noticia magnífica para los países como Suiza que carecen de petróleo.
En un mercado internacional en el que hay una super-abundancia de petróleo y los que lo poseen están compitiendo entre sí peleándose a los compradores que siempre andan en búsqueda de las mejores ofertas a los precios más bajos, podemos imaginar a los productores de petróleo como Irán, México, Venezuela y otros reunidos en un zoco árabe en donde uno de ellos le grita a uno de los marchantes “hoy te vendo mi petróleo baratito, a un cinco por ciento más barato del precio al que te lo estuve ofertando el día de ayer”, y en respuesta y para no perder clientela otro de los productores grita “no te dejes convencer, si él te lo vende a un cinco por ciento más barato del precio al que te lo vendió ayer, pues yo te vendo mi petróleo a un diez por ciento más barato del precio al que hoy te lo vende él con lo cual lo podrás comprar a un quince por ciento más barato del precio al cual él te lo ofertaba ayer”, detonando la respuesta de un tercero en discordia (México) que grita “pues yo te oferto mi petróleo a un veinte por ciento más bajo del precio al que hoy te lo ofertan estos dos, cómpramelo a mí a los precios de regalo a los que yo te lo ofrezco porque a lo mejor estos precios bajos no van a durar mucho tiempo; es más, si te comprometes a comprarme mi petróleo a estos precios de regalo, por cada diez barriles de petróleo te regalo dos más sin costo extra”. Y así, enfrascados en una competencia feroz, los productores se van acercando al punto en el que casi casi están regalando su producto sin obtener ninguna ganancia económica, sin obtener casi nada excepto la satisfacción de no perder a su clientela a la que quieren mantener cautiva a costa de malbaratar su combustóleo. Mientras tanto, en México la propaganda oficialista repite en altavoces y en todos los canales de radio y televisión el lema patriotero “el petróleo es nuestro”. ¿Y para qué demonios es “nuestro”? ¿Para rematarlo y regalarlo al extranjero a precios irrisorios? Al menos Hernán Cortés y sus Conquistadores tuvieron que invadir México y pelear y trabajar duro vendiéndole el alma al Diablo para poder llevarse el oro y la plata a España, pero ahora ya no es necesario invadir a México, el mismo gobierno de México está ofertando al extranjero un recurso natural que se supone no-renovable a cambio de unas cuantas viles monedas de estaño que no se van a poder comer cuando el petróleo se haya acabado. ¿No se suponía que el petróleo “nuestro” era un recurso para uso exclusivo de generaciones futuras de mexicanos, o sea nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros bisnietos y nuestros tataranietos? ¿Y qué demonios se les va a dejar a ellos si lo que se está extrayendo del subsuelo (y de las plataformas marítimas) es para entregárselo a los extranjeros a precios ridículos de regalo? Si tales son las perspectivas, ojalá y hoy mismo se le acabara a México todo su petróleo para que así el país se viera obligado a desarrollar su productividad en otras áreas aprendiendo a no depender ya de algo que ha sido tan “benéfico” como pueda serlo una farmacodependencia a una droga como la heroína o la cocaína. Que al fin y al cabo, ya sea que México produzca su propio petróleo o que lo importe de otros países como Arabia Saudita al habérsele agotado a México todas sus reservas petrolíferas, el automovilista que le pone gasolina a su coche llenando el tanque seguirá pagando por el producto tal y como hoy lo hace, porque para el consumidor final en México no habrá cambio alguno ya que jamás en ningún momento se le ha regalado una sola gota de gasolina.
En Estados Unidos jamás ha existido una empresa paraestatal como PEMEX, y el gobierno norteamericano jamás ha sido dueño ni de los recursos petrolíferos que hay en el subsuelo (los cuales a diferencia de lo que ocurre en México son propiedad de los dueños de los terrenos en donde se descubre la presencia de petróleo), ni de los recursos petrolíferos que hay en las plataformas marítimas. Gracias a ello, el gobierno norteamericano no depende de ingresos obtenidos del petróleo y en este respecto se puede afirmar que la economía norteamericana no está petrolizada. La Reserva Federal respalda la riqueza de la nación con los ingresos obtenidos de los impuestos que pagan los ciudadanos, dinero constante y sonante cuyo valor no está sujeto a los altibajos violentos que vemos en los precios del crudo internacional. ¿No será ya hora de que México aprenda de su vecino del norte de las lecciones de creación de prosperidad, dejando atrás ese espejismo engañoso resumido en la frase “el petróleo es nuestro”? Hay que meditar en esto cada día que vemos en las noticias la mala de que el peso ha caído a un nuevo récord histórico.
En el caso de México, esto es lo que recomienda el doctor en su receta:
(1) Despetrolizar la economía, tapar el pozo, e importar petróleo barato de otros países como Venezuela, Irán y Brasil a precios casi de regalo. Volver a producir petróleo únicamente cuando se estén agotando las reservas internacionales en forma notoria y los precios vuelvan a subir, pero esta vez de manera permanente, digamos arriba de los cien dólares por barril.
(2) Recortar el gasto público hasta el mínimo eliminando todo aquello que no sea absolutamente indispensable. Esto requiere reducir la Cámara de Diputados a los 300 Diputados que había antes de que Miguel de la Madrid la inflara a 500 Diputados sin justificación alguna, para lo cual se pueden eliminar de inmediato todos los Diputados plurinominales por los que nadie vota y los cuales nunca han representado a nadie más que a ellos mismos. Asimismo, reducir el número de Senadores a únicamente dos Senadores por Estado. En los Estados Unidos de Norteamérica han podido trabajar con esto desde que se fundó dicho país al proclamar su independencia de Inglaterra.
(3) Obligar a todos los funcionarios públicos a usar vuelos comerciales cuando se tengan que trasladar de una ciudad a otra, al igual que lo hacen los demás ciudadanos que no ostentan cargos públicos, rematando en subasta los aviones y helicópteros usados con el logotipo de las diversas Secretarías y dependencias oficiales. El único avión que será respetado será el avión presidencial, y hasta allí.
(4) Se acaban las comitivas costosas, sobre todo las que acompañan al Presidente en sus giras y visitas a países extranjeros. Si los miembros de la Prensa quieren una reservación para estos fines, que se las paguen las empresas para las que trabajan, o mejor aún, que usen a sus corresponsales para el reportaje de eventos relacionados con visitas del Presidente de México al extranjero.
(5) A menos de que el Presidente de México tenga que estar presente forzosamente en algún evento celebrado fuera del país, se usará a los Embajadores de México para que asistan en representación del Presidente, con carácter plenipotenciario para la firma de acuerdos y tratados. El Presidente se queda en casa para trabajar y desquitar su sueldo.
(6) Y así, sucesivamente. Sobran áreas superfluas de gobierno y zonas de burocracia no indispensable en donde se puede aplicar la tijera para reducir los despilfarros en donde se dilapidan a manos llenas los cada vez más escasos dineros obtenidos por la venta de “nuestro” petróleo al extranjero.
La alternativa es mantenerse en el esquema de la economía petrolizada, hasta que llegue el día en que el petróleo se le acabará a México, y en ese día las próximas generaciones de mexicanos por venir se lamentarán y se quejarán de que la actual generación haya estado vendiendo a los países extranjeros el petróleo nuestro a precios de regalo.
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