En esta bitácora ya se han revelado con anterioridad los secretos de algunos de los trucos que usan los magos para poder fascinar a su público con efectos de ilusionismo capaces de dejar a muchos con la boca abierta.
Pero sin duda alguna, los mejores trucos son aquellos que puedan tener una utilidad práctica, y tales trucos son los que están basados en la ciencia básica. Aquí se revelará un truco práctico para poder permanecer fresco aunque sea un período breve de tiempo cuando se sale al exterior y la temperatura fuera de la casa está muy alta rondando por encima de los cien grados Farenheit (o bien, por encima de los 40 grados centígrados). El truco está basado en los mismos principios que usan los enfriadores evaporativos.
Tal vez el lector se haya dado cuenta de que si moja con agua la superficie de su mano y sopla sobre el área mojada, se obtiene una sensación de frescura. La sensación de frescura no es una cosa imaginaria, se trata de algo real que incluso se puede medir. Resulta que al soplar hacia la parte mojada, la temperatura en la superficie desciende acercándose a lo que en física se suele llamar el punto de rocío. El punto de rocío es una temperatura, y otra forma de entender el concepto es ver lo que sucede cuando se saca un vaso seco de una hielera. Inmediatamente veremos que se forma una capa húmeda en torno al vaso. Esta humedad es una humedad que se extrae del aire circundante porque el vaso que se acaba de sacar de la hielera está frío y su temperatura de seguro es inferior inclusive que la temperatura del punto de rocío. Si el vaso hubiera estado afuera, a una temperatura de unos 35 grados centígrados, y la temperatura ambiente fuera también de 35 grados centígrados, entonces el vaso permanece seco. Pero si el mismo vaso al ser sacado fuera del refrigerador tiene una temperatura de unos 5 ó 10 grados centígrados (no es necesario que la temperatura esté bajo cero), entonces su temperatura ciertamente estará por debajo de la temperatura del punto de rocío, y la humedad del medio ambiente empezará a condensarse en la superficie del vaso seco dándole una apariencia de “vidrio ahumado”. El mismo efecto lo podemos ver en la condensación de agua en una ventana en un día de invierno cuando adentro de la casa la temperatura está agradable y afuera está haciendo mucho frío:
El cuerpo humano, para poder mantenerse “fresco” en el exterior, recurre al sudor, Si hace mucho calor, entonces sudamos mucho, y ese sudor al evaporarse hace que baje la temperatura corporal al nivel de la superficie de la piel, manteniéndonos frescos. En efecto, en verano nosotros somos unos enfriadores evaporativos andantes cuando andamos en la calle y hace mucho calor.
Lo que puede reducir el efecto de enfriamiento es la humedad exterior, esa humedad de la que hablan los que dan el tiempo en las noticias. En lugares desérticos, la humedad ambiental es baja y por lo tanto el sudor de nuestros cuerpos se puede evaporar con facilidad, logrando con ello que nuestro sudor nos proporcione un alivio. Pero en lugares en donde la humedad ambiental es alta (por ejemplo en lugares cercanos a las playas y a las costas), nuestro sudor no se evapora con tanta facilidad y el efecto de enfriamiento no es tan pronunciado. Esta es la razón del por qué siente más duro el frío en un día caluroso una persona que vive en la playa que una persona que vive en un desierto aunque las temperaturas ambientales sean las mismas. Si la temperatura ambiental es de unos 35 grados centígrados, siente más duro el calor una persona que vive en el puerto de Veracruz o que se encuentra en una playa de Acapulco que una persona que vive en el desierto de Chihuahua. La humedad relativa es lo que hace la diferencia entre ambas sensaciones distintas de calor, y todo ello es consecuencia de la rapidez de la evaporación del sudor corporal.
No entraré en más detalles técnicos ni en fórmulas matemáticas que podrían resultar confusas para el lector. Entraré directamente en los detalles del truco para poder mantenerse fresco aunque sea por un breve período de tiempo al salir afuera de la casa.
En un caluroso día de verano, en la mañana, al salir de la casa, se supone que salimos a la calle con una camisa y una camiseta puestas encima (como en el caso de quienes trabajan en una oficina), o bien con solo una camiseta puesta (como en el caso de quienes van a la escuela). Tanto la camisa como la camiseta se supone que están secas y limpias.
Ya estando afuera, si la temperatura exterior es elevada, de inmediato empezamos a sudar, porque el sudor al evaporarse ayudará a bajar la temperatura corporal en la piel. Pero como la camisa y la camiseta están secas, primero se tienen que “empapar” ambas de nuestro sudor antes de que el efecto de enfriamiento por evaporación del sudor se empiece a sentir. Después de unos diez o quince minutos (dependiendo de qué tan húmedo esté afuera) tanto la camisa como la camiseta estarán empapadas de sudor, y se empezará a sentir algún alivio.
Pues bien, el truco consiste en lo siguiente: en vez de ponernos encima una camisa y una camiseta (o bien simplemente una camiseta) limpios que estén perfectamente secos, debemos ponernos encima la camisa y la camiseta empapados de agua limpia. Es importante que las vestimentas no estén tan húmedas que al colgarlas con un gancho de la ropa empiecen a gotear agua hacia el piso. Lo ideal es que las vestimentas remojadas con agua limpia estén húmedas pero no al punto de estar goteando agua excedente hacia el piso. Una media hora antes de salir fuera (el tiempo ideal lo determinaremos por nuestra propia cuenta) la camisa y la camiseta habrán estado en una cubeta casi flotando en el agua, de modo tal que al sacarlas y colgarlas de un gancho de la ropa no estarán arrugadas. Dejamos que la camisa y la camiseta empiecen a gotear hacia abajo. Llegará un momento en el cual el goteo cesará, y la vestimenta estará simplemente empapada pero no en exceso como para estar goteando. En ese momento nos podemos poner la vestimenta, justo unos cuantos minutos antes de salir a la calle.
Al salir a la calle, lo que se empezará a evaporar de inmediato no será nuestro sudor, sino el agua remanente en la camisa y en la camiseta. Esto producirá un enfriamiento inmediato que se podrá sentir y disfrutar casi al instante. El mecanismo de regulación de la temperatura corporal de nuestro cuerpo no entrará en acción de inmediato en virtud de que sentiremos que estamos frescos. Es como si acabáramos de salir de una piscina.
El agua en las vestimentas húmedas se empezará a evaporar con una rapidez que dependerá de la temperatura exterior y de la humedad relativa ambiental. Eventualmente, llegará un punto en el que empezaremos a sudar algo conforme nuestro cuerpo sienta la necesidad de empezar a reemplazar la humedad que había en las vestimentas con la humedad de nuestro propio sudor. La sensación de frescura que nos proporcione el agua limpia con la que teníamos remojadas las vestimentas antes de ponérnoslas podrá durar entre media hora y hora y media, lo cual ya es mucho considerando que el costo de haber remojado la vestimenta previamente con agua limpia no es un costo considerable.
No debe preocuparnos el hecho de que en un día caluroso, al salir de casa, nos vean con la vestimenta empapada, porque si la temperatura está realmente alta entonces los demás en cuestión de unos cuantos minutos también estarán empapados y con las vestimentas empapadas, con la diferencia de que ellos estarán empapados con su propio sudor mientras que nosotros (al principio) estaremos empapados con agua limpia, lo cual dicho sea de paso resulta más higiénico.
El truco deja de funcionar después de una hora, pero la sensación casi gratuita de frescura que podemos obtener a cambio de simplemente ponernos la ropa empapada con agua limpia es algo que ciertamente vale la pena probar y repetir diariamente, sobre todo si el calor está endiabladamente intolerable.
De modo que, si el lector quiere probar el truco, antes de acostarse puede lavar su vestimenta superior y dejarla secándose durante la noche. En la mañana, la vestimenta estará limpia y seca, y todo lo que se tendrá que hacer es ponerla en una cubeta con bastante agua para que la vestimenta flote en el agua y no se arruge, tras lo cual de inmediato se pueden colgar en un gancho para la ropa para dejar que el agua excedente sea goteada hacia abajo, gota por gota. Mientras se desayuna y se limpian los dientes, el tiempo puede ser suficiente para que las vestimentas empapadas dejen de gotear pero manteniendo su humedad. Al ponerse estas vestimentas encima, se sentirá la frescura de inmediato, y al salir afuera la sensación de frescura persisitirá.
Al lector tal vez se le ocurran otras variantes de esta misma idea para ayudarse a sí mismo sobrevivir este verano, sobre todo si en el lugar en donde vive las temperaturas altas están intolerables.
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