Se trata de dos primos cercanos el uno al otro. Uno de ellos era un comerciante poseedor de un negocio que cada semana le dejaba ingresos de un millón de pesos constantes y sonantes. El otro primo no era poseedor de ningún negocio, simplemente era un obrero de una fábrica maquiladora extranjera instalada en México en la cual por el producto del duro trabajo de su mano de obra percibía únicamente mil pesos a la semana.
Resulta fácil saltar de inmediato a conclusiones sobre a cuál de los dos le estaba yendo mejor en la vida. Pero antes de brincar a conclusiones precipitadas, hay que enterarse de los detalles de ambos primos.
El primo que poseía el negocio con ganancias netas de un millón de pesos por semana en realidad no recibía en los bolsillos de sus pantalones un millón de pesos cada semana. Para poder mantener el negocio a flote, tenía que volver a invertir en el negocio una buena parte de las ganancias tan solo para reponer el inventario, ya que de no hacerlo así en poco tiempo el inventario quedaría reducido a cero y no tendría nada que vender y por lo tanto el negocio tendría que ser declarado en quiebra. La reposición continua del inventario era algo que requería de mucho tiempo y del trato continuo con muchos proveedores todo lo cual consumía una gran cantidad de tiempo, tanto así que el primo que era propietario del negocio tenía que estar trabajando el equivalente de 16 horas diarias supervisando que todo estuviera en orden y que tanto las ventas como la reposición continua del inventario no detuvieran su marcha, lo cual consumía hasta el tiempo que otros tomarían para vacaciones. No podía tomar vacaciones ni siquiera en fin de año, esto por si no fuera poca la carga pesada de trabajo del estar laborando el equivalente de 16 horas diarias, dejando apenas tiempo para mal comer con rapidez e ir al baño teniendo apenas unos cuantos minutos de tiempo. Pero además de la enorme cantidad de su tiempo personal que le consumía el negocio, la reinversión que tenía que estar haciendo para estar renovando el inventario sumada al pago mensual de los servicios de agua, luz, gas y teléfono del negocio sumado en su totalidad requería 999 mil 500 pesos semanales para el sostenimiento del negocio. De este modo, para poder mantener funcionando el negocio, tenía que trabajar el equivalente de 16 horas diarias siete días a la semana sin poder convivir ni con su esposa ni con sus hijos que nunca lo veían en casa, y solo le quedaban 500 pesos cada semana para su uso personal con los cuales él y su familia apenas podían mal comer y mal vestir. En más de alguna ocasión, cuando tenía tiempo para reflexionar, lo cual no ocurría con frecuencia, solía meditar y pensar que en vez de estar trabajando el negocio para él la cosa era al revés, o sea que él estaba trabajando de sol a sol para el negocio como si fuera un ente con vida propia.
En cambio, el primo suyo que no poseía negocio alguno y que simplemente era un obrero que trabajaba en una fábrica maquiladora solo trabajaba un turno de ocho horas diarias cinco días a la semana, en lugar de la jornada de 16 horas diarias que su primo dueño de un negocio tenía que trabajar los siete dias de la gisemana sin punto de reposo todo para que al final le vinieran quedando únicamente 500 pesos en el bolsillo cada semana, mientras que el primo que era un obrero de una fábrica maquiladora recibía su sueldo semanal de mil pesos sin que tuviera que tener que reinvertir un solo centavo de ese dinero en la fábrica maquiladora para la cual trabajaba, los mil pesos semanales que ganaba como sueldo en la fábrica era suyos para gastarlos en lo que quisiera. Y como el primo obrero trabajaba solo ocho horas diarias en lugar de las 16 horas diarias que trabajaba su primo que poseía el negocio, el primo obrero tenía bastante tiempo para convivir con su familia y para sacar a su esposa y a sus hijos a pasear, además de que disfrutaba de las vacaciones anuales que recibía de la fábrica y gozaba de los bonos extra que le daban en la fábrica por buena asistencia y buen desempeño.
La pregunta ahora es: ¿cuál de los dos era el rico y cuál de los dos era el pobre? ¡Ojo, aquí está precisamente la enseñanza!
Algunos podrían decir que la narrativa está exagerada, que cosas así no podrían suceder en la vida real. Sin embargo, suceden en la vida real, y con mucha mayor frecuencia de la que muchos se imaginan. Abundan los ricos poseedores de grandes negocios que para hacer crecer a sus negocios haciéndolos cada vez más grandes vuelven a invertir en dichos negocios casi todas las ganancias con la resultante de que les queda mucho menos en sus bolsillos que los dinerales que reinvierten en el negocio. En efecto, terminan siendo esclavos del negocio al cual le entregan y le dedican toda su vida como si fuera un ente con vida propia. Y al final de su jornada, cuando están en su lecho de muerte, habiendo perdido tantas oportunidades y habiendo perdido tanto tiempo para poder convivir con sus seres cercanos y poder disfrutar de la corta vida que los humanos poseemos, no se llevan absolutamente nada a la tumba de lo que acumularon en vida haciendo crecer desmesuradamente al negocio. Su negocio(s) negocio(s) sobreviven y continúa(n) funcionando aún después de sus partidas, ya que cual entes con vida propia parece que se buscan y obtienen casi de inmediato reemplazos a sus antiguos dueño para terminar esclavizando a los sucesores en vida al igual que como esclavizaron al fundadore del negocio. En su afán del acumulamiento desemedido de riquezas regresándoselo casi todo al negocio parecen estar ciegos al hecho de que creyendo ser muy ricos en realidad son bastante pobres, al menos desde la óptica como lo verían aquellos obreros y trabajadores para quienes hay cosas más importantes en la vida que simplemente estar acumulando riquezas invirtiéndolas los pseudo-ricos no en sí mismos sino en la acumulación de más riquezas. Y la mayor ironía es que muchos de estos pseudo-ricos terminan aprendiendo la lección solo al final de sus vidas cuando la utilidad de la enseñanza les llega demasiado tarde.
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