El caso de Elvira Arellano es una muestra clara de cómo están torcidos y distorsionados los valores en este mundo. Ella es la indocumentada mexicana que, tras ser sorprendida por las autoridades migratorias en los Estados Unidos, en vez de presentarse a su cita programada de comparecencia tomó asilo dentro de una iglesia a sabiendas de que los agentes federales jamás entrarían allí por ella para arrestarla y deportarla, por temor a una indignada reacción de la opinión pública norteamericana al violarse el santuario que le había sido concedido por esa iglesia.
Elvira Arellano todavía estaría viviendo dentro de los Estados Unidos si no hubiera cometido un error de soberbia. Al volverse famosa se sintió tan fuerte y tan segura que decidió salir fuera de la iglesia dentro de la cual había estado viviendo asilada. Fuera de la iglesia, podía ser arrestada en cualquier momento sin que se violase ningún derecho de asilo por cuestiones religiosas, y eso fue exactamente lo que sucedió. Esto le dá un nuevo sentido a la sabiduría popular de que si hay algo que ofende a Dios que no vacilará en castigar es precisamente el pecado de la soberbia, el mismo pecado que hizo caer al mismísimo Diablo de su privilegiada posición celestial.
Elvira Arellano argumenta que, al ser deportada a México, se le está separando de su hijo, el cual por haber nacido en los Estados Unidos es ciudadano norteamericano. Esta es otra distorsión grosera. Al poco tiempo de haber sido deportada, su hijo se trasladó para estar junto a ella en la ciudad de Tijuana. Su hijo puede estar viviendo junto a ella todo el tiempo que ambos quieran. Pero en México. Nadie los está separando, excepto la terca insistencia de Elvira Arellano de que le abran a ella las puertas de los Estados Unidos para estar viviendo allá con su hijo sólo porque el niño es ciudadano norteamericano.
Esto último nos lleva a otra crítica que se le ha estado formulando a Elvira Arellano, a la cual se le acusa de haberse embarazado deliberadamente y tener a su hijo no en México sino en los Estados Unidos con el fin de forzar a las autoridades norteamericanas a que le otorguen una visa de residencia permanente por el solo hecho de que su hijo nació en los Estados Unidos. Así, el principal argumento esgrimido por ella de que la quieren separar de su hijo en realidad es una situación que ella misma propició deliberadamente, con todo dolo y mala fé, algo que jamás habría sucedido si ella hubiera tenido a su hijo en México nacido como ciudadano mexicano, al igual que ella.
Puesta así la cosa, la única víctima inocente en todo esto es el hijo de Elvira Arellano, ya que fue concebido egoístamente por su madre en un país extranjero con el fin de obligar a las autoridades de dicho país a darle una visa de residencia permanente argumentando la "reunificación familiar". Es importante señalar que en otros tiempos, con el solo hecho de tener un hijo nacido en los Estados Unidos, una familia completa podía obtener su visa de residencia en los Estados Unidos, los cuales tras esto se jalaban a sus hermanos, a sus padres, a sus tíos, a sus sobrinos, e inclusive a sus primos, dando origen a lo que se conoce como "inmigración en cadena". Pero las leyes migratorias norteamericanas han ido cambiando, volviéndose cada vez más duras, y ahora una familia que tenga un hijo nacido en los Estados Unidos se tiene que esperar 18 años, hasta que el niño cumpla la mayoría de edad, para que pueda reclamar a sus padres, y en esto ya no hay categoría de entrada inmediata, hay una lista de espera, además de que la lista de los familiares a los cuales el joven puede reclamar está limitada ya exclusivamente a sus padres y a sus propios hijos, habiendo llegado a su fin la "inmigración en cadena".
Peor hay aún otra cosa de la que inclusive los más entusiastas admiradores de Elvira Arellano no quieren hablar. Se trata del padre del hijo de Elvira Arellano, al cual jamás se le menciona para nada y del cual nadie sabe nada excepto la misma Elvira Arellano. El niño tiene pleno derecho de saber quién es su padre, tiene pleno derecho de poder estar junto a él. Pero este es un derecho que Elvira Arellano le está negando, porque la prioridad de ella por lo visto no es formar una familia completa, apelando al concepto de la "reunificación familiar", sino que le den su tarjeta de residencia para poder quedarse a vivir y trabajar en los Estados Unidos. Esa es la primera prioridad de ella. La segunda prioridad se supone que es su hijo, el hijo que concibió en los Estados Unidos para tratar de burlar las leyes migratorias de dicho país.
De este modo, Elvira Arellano carece de la calidad moral y los atributos necesarios para poder ser considerada como la heroína de los indocumentados en los Estados Unidos. Y pese a ello, casi la levantan en hombros elevándola a la categoría de mártir.
Elvira Arellano tampoco puede ser considerada como heroína de los mexicanos en México, salvo aquellos que estén pensando en hacer exactamente lo mismo que hizo ella. Ciertamente, desde el momento en que decidió abandonar su país de origen, México, haciendo tal cosa con la intención de no volver jamás, le echó un escupitajo en la cara a todos los mexicanos que cuando salen de México lo hacen solo como una medida temporal así como los demás mexicanos que han decidido quedarse para luchar codo con codo para sacar adelante a sus familias en su propio país. Elvira Arellano no es de estos últimos. Al irse a vivir allá con todas las intenciones del mundo de convertirse en una "American citizen", lo hizo a sabiendas de que, en un supuesto caso hipotético de una invasión norteamericana a México por la razón que sea, ella y sus familiares norteamericanos estarían dispuestos a tomar las armas para irse en contra de México y matar mexicanos. (Se recuerda que en el pasado México ya perdió más de la mitad de su territorio a causa de una guerra injusta con dicho país que tuvo lugar entre 1846 y 1848, a lo cual se le puede agregar la invasión del puerto de Veracruz ocurrida en 1914.) ¿Cómo es posible que se pueda considerar como mexicano a alguien así? Históricamente hablando, no se puede ser un mexicano y un norteamericano al mismo tiempo, quien tal cosa pretenda sólo se está convirtiendo a sí mismo en un bufón, en un payaso. Desde esta perspectiva, el haberles dado inmerecidamente en forma automática la ciudadanía mexicana a los hijos de mexicanos nacidos en los Estados Unidos, esa "doble nacionalidad" como se le ha venido llamando, se antoja como una de las peores aberraciones cometidas por el Congreso federal de México, una aberración que ciertamente el Congreso norteamericano no ha cometido ni está dispuesto a cometer ni hoy ni nunca. Esta gente, cuando ha decidido irse a vivir para siempre a los Estados Unidos con la intención de adoptar la ciudadanía norteamericana, se vuelve tan mexicana como pudieran serlo Vladimir Putin, Osama bin Laden, e inclusive el mismo George Bush. Si quieren hacerse norteamericanos, están en su derecho. Pero, por favor, que no anden visitando México como turistas sintiéndose muy mexicanos, porque eso no les queda ya. Pese a ello, Elvira Arellano no tuvo reparo alguno en mandar a su propio hijo ante el Congreso mexicano el 14 de noviembre de 2006 para pedirle ayuda al Congreso del mismo país que Elvira Arellano decidió abandonar para siempre. Manipuladora de su hijo hasta el final en aras de sus propios intereses (los de ella), logró que el Congreso de México emitiera una resolución urgiendo al gobierno norteamericano a suspender la deportación de Elvira Arellano. Y ella misma no tuvo reparos en ir a entrevistarse con el Presidente de México, Felipe Calderón, para pedirle su ayuda para volver a los Estados Unidos:
Para esto sí resultaron "muy mexicanos" tanto Elvira Arellano como los que la apoyan, para pedirle ayuda al Congreso mexicano y al Presidente de México para ayudarla a abandonar a México para siempre y poder tener el orgullo de regresar al país al que realmente adora y así poder estar ondeando la bandera norteamericana, la bandera de su predilección.
Hay otra cosa que se le puede objetar a Elvira Arellano para cuestionarle su calidad de presunta heroína y presunta defensora de los derechos humanos en los Estados Unidos. Se trata de lo obvio. En las embajadas y consulados norteamericanos alrededor del mundo, hay decenas de miles de personas que, respetuosas de la ley y habiendo hecho su aplicación para ingresar legalmente a los Estados Unidos, han estado en una lista de espera aguardando pacientemente su turno por varios años, esperando que les toque su lugar dentro de las "cuotas" anuales asignadas para tal efecto. (La palabra "cuota" puede parecer insultante para aquellos dedicados a la ganadería que están autorizados a exportar ciertas cantidades de reses, dentro de sus "cuotas" anuales o mensuales, equiparando semánticamente a los seres humanos con cabezas de ganado. Sin embargo, este es un término empleado por las mismas autoridades consulares norteamericanas así como por las leyes migratorias redactadas por el Congreso en dicho país.) Personas como Elvira Arellano que simple y sencillamente deciden brincarse la barda o vadear lo que queda del ya muy reseco Río Bravo le están diciendo a todos los que quieren ingresar legalmente: "Eres un tarugo. Eres un imbécil. Allá tú si quieres ser respetuoso de las leyes. A mí me vale. Allá tú si quieres estar esperando varios años hasta que te toque tu turno. Yo soy mucho más listo que tú. Yo simplemente me voy a saltar la barda, porque me importan un bledo las leyes del país al que voy a entrar. Y ya estando allá, no me importa comprar documentos de identidad falsos, porque a mí solo me importa ganar los dólares mientras tú estás esperando como un estúpido a que te llamen del Consulado. Respetar las leyes me importa un carajo. Y ya estando allá, ya veré la forma de presionar para forzarlos a que me den mi tarjeta de residencia, mientras que miles de tarugos como tú seguirán esperando muchos años. ¿Quién es más listo? ¿Tú, o yo? En el caso de Elvira Arellano, podemos poner como corolario que "se pasó de lista".
La situación de Elvira Arellano para poder arreglar su entrada legal a los Estados Unidos a futuro, una vez que su hijo haya alcanzado la mayoría de edad, se antoja sombría en grado extremo. Aunque su hijo ya mayor de edad sea ciudadano norteamericano, él sólo podrá reclamar a familiares inmediatos que carezcan de antecedentes penales en los Estados Unidos. Y Elvira Arellano cuenta ya con un expediente en el que aparece como culpable de haber incurrido en varios delitos federales. Ella ingresó ilegalmente a los Estados Unidos en 1997, tras lo cual fue arrestada y deportada hacia México por el gobierno norteamericano. En cuestión de unos cuantos días, reingresó ilegalmente a los Estados Unidos en donde estuvo viviendo en el estado de Oregon. Tras esto, se trasladó a Chicago en donde estuvo trabajando en el departamento de limpieza del aeropuerto Chicago O'Hare, en donde fue arrestada tras una redada posterior a los atentados terroristas cometidos contra las torres gemelas en Nueva York. Fue juzgada por utilizar un número falso de Seguro Social, a raíz de lo cual se le condenó a tres años de lo que llaman allá "probation" (un período de tiempo bajo el cual la persona sin estar en prisión está bajo vigilancia constante de parte de las autoridades). Y cuando se le ordenó comparecer ante las autoridades migratorias el 15 de agosto de 2006, en vez de presentarse a su comparecencia se metió dentro de una iglesia metodista de Chicago para evitar su posible deportación, desafiando las órdenes del juez y de las autoridades migratorias. Bajo un sistema muy limitado de cuotas de inmigración, entre darle un lugar a una persona que cuenta ya con antecedentes penales en los Estados Unidos y darle el mismo lugar a una persona que carece de antecedentes penales, sin pensarlo dos veces le darán preferencia a la persona que carece de antecedentes penales. Porque, a fin de cuentas, ¿qué país puede confiar realmente en una persona afecta a violar las leyes y a estar desafiando a las autoridades?
Lo que sí es un hecho indiscutible es que no todos los mexicanos son como Elvira Arellano. Si lo fueran, México ya habría dejado de existir como nación. Sería tan solo un vasto territorio abandonado por su gente.