Esto podemos verlo como un rompecabezas de dos piezas que tienen que "embonar" en cada uno de sus resquicios de una manera "perfecta". Para empezar, consideremos el ejemplo de un hombre que es abstemio y una mujer que detesta a los borrachos. Al hombre lo podemos representar con la pieza que se muestra a continuación de lado izquierdo, y a la mujer con la pieza que se muestra del lado derecho:
La naturaleza abstemia del hombre es representada aquí arriba como una cuña que apunta hacia la derecha, y la repulsión de la mujer hacia los borrachos es representada como una entrada de cuña que también apunta hacia la derecha, de modo tal que al unir las dos piezas se forma una sola pieza, con una juntura perfecta. Cada pieza es el complemento perfecto de la otra. Sin embargo, si el hombre es un borracho ya sea ocasional o consuetudinario, y su cuña por lo tanto apunta hacia en sentido opuesto, hacia el lado izquierdo, no hay forma posible de unir ambas piezas. Es imposible formar una sola pieza con ellas. Tenemos aquí una relación condenada al fracaso, diga lo que diga la religión, digan lo que digan los psicólogos y los terapistas matrimoniales.
Pero no basta con que el hombre sea un abstemio relacionándose con una mujer que detesta a los borrachos. Si la mujer es una de aquellas que sólo tiene predilección por los hombres "simétricos", los hombres considerados físicamente atractivos, por los hombres "guapos", si considera el físico como algo importante, entonces el que la pretenda tiene que llenar también esta condición para que las dos piezas puedan "embonar". (Quienes se dejan llevar únicamente por el atractivo físico frecuentemente caen en el error fatal de olvidarse por completo del proceso natural de envejecimiento, la persona con la cual deciden formar una pareja el día de hoy no podrá ser físicamente la misma persona treinta o cuarenta años después, y cuando tal cosa ocurra habrá desaparecido tanto en él como en ella lo que tal vez era la única coincidencia que los unía, condenando la relación de ambos en su vejez al fracaso. Esta es la situación de muchas parejas que terminan separándose a una edad madura.) Siete coincidencias entre una pareja podrían representarse embonando en forma "perfecta" de la siguiente manera:
Estas siete coincidencias para poder obtener un "ajuste perfecto" permitiendo unir suavemente las dos piezas del rompecabezas podrían ser cosas tales como las siguientes:
Ella detesta a los borrachos.
Él es abstemio.
A ella le gustan únicamente los hombres "guapos".
Él es considerado como un hombre muy "guapo".
Ella es muy ambiciosa.
Él es muy rico.
Ella detesta el futbol.
Él no es un aficionado al futbol.
A ella le encanta la música de "rap".
A él también le encanta la música de "rap".
Ella pertenece a la Iglesia Católica.
Él también es católico.
Ella detesta a los gatos.
Él es alérgico a los gatos.
Desafortunadamente, hay muchas otras cosas en las que los miembros de una pareja podrían coincidir o discrepar, además de las ya señaladas. En el mundo real, esto podría requerir que ambos estuvieran en completo acuerdo en muchas otras cosas, digamos, diez mil, lo cual aunque parezca exagerado es de hecho una ocurrencia cotidiana. Y aquí es donde comienzan los problemas. Porque ambos pueden estar en perfecto acuerdo en 9,999 cosas, pero si hay otro detalle en el que están en completo desacuerdo, podemos ver extendiendo imaginariamente hacia abajo el dibujo de arriba que si en el último eslabón del rompecabezas, el de más abajo, las partes correspondientes apuntan en sentidos opuestos, no habrá forma alguna de poder "embonar" las dos piezas de todo el rompecabezas, aunque haya 9,999 detalles en los que exista un ajuste "perfecto". Y si por ese "prietito en el arroz" por el que están en desacuerdo, tarde o temprano ambos van a estar de pleito continuo, recriminándose mutuamente todos los días, aunque haya 9,999 otras cosas que tienen en común y que los unen, la relación muy probablemente irá al fracaso. En los Estados Unidos, la mitad de todas las parejas terminan divorciándose precisamente por esto, porque al principio se unieron por esos 9,999 detalles que tenían en común, pretendiendo ignorar el otro detalle en que discrepaban.
Aunque hay quienes atribuyen muchos fracasos matrimoniales a la falta de una armonía plena en las relaciones sexuales de una pareja (y esto ciertamente ha dado al traste con muchos matrimonios al no poder cumplir uno de los cónyuges las expectativas del otro), lo cual hace imposible "embonar" a la perfección las dos piezas del rompecabezas, este no es el único factor. Si lo fuera, los investigadores en materia sexual en los Estados Unidos por excelencia, reconocidos como expertos mundiales en la materia, los Doctores William Masters y Virginia E. Johnson, fundadores del Masters & Johnson Institute de fama mundial:
http://en.wikipedia.org/wiki/Masters_and_Johnson
no habrían terminado divorciándose, reventando una relación de pareja que duró tres décadas.
El simple atractivo físico tampoco es una garantía de que una relación de pareja será una relación estable. Tal es el caso de los matrimonios entre "gente bonita". Como el caso del actor Brad Pitt que se casó con la actriz de la serie de televisión "Friends", Jennifer Aniston. Un romance y matrimonio de "cuentos de hadas". Que duró hasta que Brad Pitt encontró a otra mujer a la que consideró todavía más bonita que a Jennifer Aniston, Angelina Jolie. A la cual, dado el precedente, es muy posible que también Brad Pitt abandonaría en caso de encontrarse y relacionarse con otra mujer a la que considere todavía más bonita que Angelina Jolie. En este caso, puesto que la decisión de terminar la relación con Jennifer fue una decisión unilateral de Brad Pitt, no puede decirse que haya sido a causa de dos piezas del rompecabezas que no "embonaron" en forma adecuada, puesto que aquí no hay nada que Jennifer podría haber hecho para evitar que la abandonara, excepto lo imposible, cambiar su aspecto físico para convertirse en una mujer todavía más bonita de lo que ya es. La "pareja perfecta" para Brad Pitt sería una mujer que, además de que estuviese completamente de acuerdo con él en todo, nunca envejeciera y siempre se viera bonita, lo cual ciertamente no va a ocurrir. Las decisiones tomadas unilateralmente por uno de los miembros de una pareja es algo que solo viene a complicar aún más el problema de tratar de hacer "embonar" las dos piezas del rompecabezas.
El detalle o los detalles que pueden impedir "armar el rompecabezas" en una sola pieza pueden surgir por donde menos se espera. Véase lo que ocurrió en el caso del Príncipe Carlos de Inglaterra y la Princesa Diana. Superficialmente, el Príncipe Carlos parecía tener todo, absolutamente todo lo que una mujer podría pedirle a un hombre: Además de ser un príncipe de carne y hueso, es un universitario, sin vicios, muy formal, con una amplia fortuna familiar, no fuma, no bebe excepto en ocasiones sociales y ello con suma moderación, ciertamente no está feo, en fin, cuando era un hombre soltero había millones de jóvenes inglesas a las cuales si les hubiera propuesto matrimonio le habrían dado el "sí" sin pensarlo dos veces. Y la Princesa Diana también parecía tener todos los atributos que un hombre pudiera esperar de una mujer: bella, centrada, sin vicios, culta, descendiente de la realeza aristocrática de Inglaterra, en fin, lo suficiente para que hubiera tenido cientos de pretendientes de dónde escoger, entre ellos al hombre que finalmente escogió para marido, ni más ni menos que al Príncipe de Gales. Cuando se casaron, la boda de ambos fue clasificada por los medios como "la boda del año". Las dos piezas del rompecabezas parecían "embonar" en todos sus detalles de modo perfecto, formando una sola pieza. Sin embargo, eventualmente no tardaron en aflorar esos pequeños detalles que impedían armar de modo perfecto el rompecabezas, y sucedió lo que tenía que suceder. Terminaron separándose en 1996 tras lo que la misma Reina de Inglaterra calificó en 1992 como "un año horrible" (en sus palabras usando Latín, un "annus horribilis"). La cosa empezó mal cuando, al anunciar ambos su compromiso matrimonial en una entrevista por televisión en 1981, el Príncipe Carlos no tuvo las capacidades "adivinatorias" para suponer que su prometida Diana esperaba que en esa entrevista él proclamara ante el mundo entero que la amaba (de haberlo sabido, tal vez el Príncipe Carlos lo hubiera hecho, rompiendo la formalidad del anuncio usada por el heredero de la Corona Británica), pero históricamente hablando, los hombres siempre han sido muy malos para "adivinar" todos los detalles de lo que una mujer espera de ellos, de lo que una mujer espera que hagan sin que ella se los pida. Diana posteriormente reveló (mucho tiempo después, en 2004) que, tras esta "decepción", ella se volvió bulímica. Así, Diana era bulímica; y al Príncipe Carlos le disgustan las mujeres bulímicas. El rompecabezas se empezó a "desarmar" por sí solo, aunque en realidad las dos piezas del rompecabezas nunca habían "embonado" del todo. Este es un error frecuente en muchas parejas que creen que tienen todo en común cuando esto no es así, lo cual el tiempo se encargará de ir revelando. Un "ajuste perfecto" en las dos piezas del rompecabezas siempre será un "ajuste perfecto" suponiendo que las dos piezas sigan siendo las mismas con el paso del tiempo.
El caso del Príncipe de Gales y la Princesa Diana ilustra en forma espectacular algo de enorme importancia: si por el famoso estereotipo del "príncipe azul" una mujer espera poder encontrar un hombre que satisfaga a la perfección sus diez mil requerimientos, que le adivine todos sus pensamientos reaccionando justo en la forma en la cual ella desea que reaccione, que la complazca en todo, y que nunca le lleve la corriente en contra en nada, lo más probable es que tal sujeto no exista, y si existe, lo más probable es que ya esté acaparado por alguna de las otras mil millones de competidoras suyas alrededor del mundo. Puesto de otra manera, esto refleja la sabiduría del dicho "el mundo no está hecho a tu manera". A menos de que se esté dispuesto a tolerar a un candidato o una candidata que no cumpla con todos y cada uno de los diez mil detalles que se requieren para poder llevar una relación armoniosa sin que algún día todo termine con un buen pleito, la búsqueda del ilusorio "Mister Right" puede ser una búsqueda futil en la que la persona se está engañando a sí misma.
¿Qué hacer entonces?
Los frailes y los monjes tenían una solución para ello. Esquivaban por completo los enredos de las relaciones de pareja abrazando una vida de celibato total. Sin embargo, en los tiempos modernos, este puede ser un precio extremadamente alto a pagar para muchos que no se resignan a terminar sus días en la más absoluta soledad. Por otro lado, el impulso para la perpetuación de la especie convierte la búsqueda de una pareja en una necesidad fisiológica biológicamente programada como comer, respirar o hacer pipí. Es posible aguantarse las ganas de buscar una relación de índole sexual allá afuera, pero estarse aguantando las ganas a lo largo de toda una vida es ir "contra natura", es una lucha diaria en la que, afortunadamente, la Naturaleza no castiga la privación con la muerte. De cualquier modo, y esto hay que reconocerlo, si todos los seres humanos hubiesen adoptado el modo de vida monástico, la humanidad se habría extinguido por sí sola desde hace mucho tiempo, el hombre habría desaparecido de la faz del planeta.
Es posible que en la búsqueda de una pareja, inclusive aunque no se trate de la "pareja perfecta", alguien simple y sencillamente carezca de opciones, porque como dice el dicho, "matrimonio y mortaja del Cielo bajan". Si Betty está tan fea que ningún hombre en el mundo le hará caso, entonces "ugly Betty" no tendrá otra opción más que quedarse en las gradas viendo desde lejos toda la acción que ocurre en la cancha, a menos de que tenga algo que le permita compensar su carencia de atractivo físico. Si Carlos no sabía bailar, y era un requisito indispensable de su época el saber bailar para poder sacar a alguien a bailar y así poder ir conociendo mujeres, Carlos entonces estuvo condenado a no sacar provecho alguno de los centros sociales de baile para buscar prospectos. Y aún suponiendo que hubiera sido un excelente bailarín, si invitaba a bailar a cien mujeres y las cien le decían que no -haciéndolo sentirse como un gusano- porque ninguna de ellas lo consideraba lo suficientemente atractivo (físicamente hablando), entonces Carlos estaría perdiendo su tiempo yendo a centros nocturnos en donde la única alternativa para conocer mujeres era precisamente sacar a alguien a bailar corriendo el riesgo de la degradante humillación de que su invitación fuese rechazada. En su caso, Carlos estuvo condenado por el género opuesto a quedarse mejor en su casa viendo la televisión (la cual nunca le dirá que no). Irónicamente, es posible que Anna y Carlos podrían haber hecho una "pareja perfecta" embonando suavemente las dos piezas del rompecabezas en una sola, desde arriba hasta abajo. Sin embargo, aún así, para relacionarse con la persona "casi perfecta", ya no se diga "perfecta", intervienen muchos otros factores que tienen que ver con la suerte y con el destino. Si Anna y Carlos nunca se llegan a conocer, si nunca se llegan a tratar, es posible que los dos, por separado, terminen sus días en la más completa soledad.
En última instancia, cada quien debe decidir qué es lo que está buscando y qué es lo que está dispuesto a tolerar así como qué es lo que no está dispuesto a tolerar en otra persona. Y, más importante que el ser honesto con otra persona, es importante ser honesto consigo mismo. Si la otra persona profesa una religión diferente a la de uno, ¿realmente se está dispuesto a llevar una vida en común por toda una vida con dicha persona? Si uno es muy ahorrativo, y la otra persona es una persona "gastalona", ¿realmente habrá forma de conciliar algo que, de inicio, no puede ser conciliado? Es importante no tratar de cambiar a la otra persona, no tratar de utilizar el matrimonio como una vía para moldear a la otra persona al gusto de uno, porque al incurrir en tal ofensa, se está ofendiendo uno a sí mismo al haberse engañado con su "plan" pre-matrimonial secreto con todas las intenciones de endilgárselo al otro llegado el momento. Los secretos entre una pareja eventualmente llegarán el momento en que dejarán de serlo, habrá cosas que se volverán imposibles de ocultar, y cuando llegue ese momento, lo que no perdonará la otra parte será la decepción, el engaño.
La "pareja perfecta" no existe. Desde la caída de Adán del paraíso, la "pareja perfecta" no ha existido, nunca existió. El síndrome de los cuentos de hadas del final feliz con el cual "vivieron felices por siempre" (conocido como "el síndrome de la Cenicienta") nunca fue más que eso, un cuento. La vida es un asunto sumamente complicado. Las relaciones entre pareja lo son aún más, sobre todo cuando las dos piezas del rompecabezas no van a embonar jamás por esos dos o tres detalles que pueden dar al traste con la relación de pareja pese a la presencia de los otros 9,999 detalles en los que haya un común acuerdo. Todo es cuestión de decidir, antes de tomar una decisión, si vale la pena tolerar esa fracción diezmilésima con la que nunca se estará de acuerdo, a cambio de obtener el complemento que se busca con el 99.99 por ciento restante. Suponiendo, claro está, que el destino y la suerte den una opción en ello.
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