viernes, 5 de diciembre de 2014

Como inició el mito negro de la mariguana



Con demasiada frecuencia, se construyen mitos y leyendas basados muchas veces no en la realidad y en hechos factuales sino en suposiciones no comprobadas y percepciones que están distorsionadas por una moralidad extrema que pese a su irracionalidad es capaz de fijar las políticas a seguir por toda una sociedad actuando como nación, inclusive exportarando sus ficciones al exterior como si fuesen verdad absoluta imponiéndolas sobre otros países que siguen obedientemente el compás de la batuta de quienes es han erigido como poseedores absolutos de la verdad suprema. Tal es el caso de la mariguana.

Desde los años treinta del siglo pasado, la mariguana fue acusada duramente como una droga maléfica capaz de llevar a sus consumidores a cometer violaciones, crímenes, y eventualmente caer en la locura. Esto es parte de un mito que es duramente confrontado por las estadísticas de hoy en día, acumuladas al finalizar la primera década del tercer milenio, que arrojan serias dudas sobre tan exagerados asertos de lo que sin lugar a dudas constituyó por mucho tiempo la leyenda negra de la mariguana.

¿Pero cómo y cuándo empezó a construirse la leyenda negra de la mariguana? ¿Es posible encontrar un punto de inicio en los libros de historia?

La respuesta a la pregunta es afirmativa.

Una película de corte netamente propagandístico que tuvo mucho que ver con la construcción de esta mitología forjando una leyenda negra en torno a la mariguana fué la película Reefer madness (Locura de los cigarrillos de los porros), cuyo título original era “Tell your children” (Dígale a sus hijos). El primer personaje de esta película que supuestamente demuestra los efectos enloquecedores de la mariguana es un pianista con una mirada de orate representando a un fumador de reefers (porros, cigarrillos de mariguana) al cual ya se le aflojó más de la mitad de las tuercas de su cerebro:




Pero no es el único en la película que “demuestra” científicamente al estilo de Hollywood que el consumo de la mariguana conduce directamente a la locura. Hay otros personajes como el siguiente:






Aunque los productores de la película afirmaron que para formar la trama se basaron en casos reales y en estudios serios llevados a cabo por profesionales competentes, hoy se sabe que tales estudios nunca existieron. Todo, de principio a fin, fue una burda fabricación en la que los productores apoyados monetariamente por un grupo minúsculo de norteamericanos de conservadurismo extremo inventaron lo que quisieron y metieron lo que quisieron a fin de tratar de darle el mayor impacto sensacionalista a su obra.

Lo más irónico es que la película Reefer madness fue elaborada 16 años después de que se legalizara el consumo en los Estados Unidos de una droga mucho más adictiva que la mariguana, la cual ha desintegrado cientos de miles de familias y ha ocasionado una cantidad exagerada de muertes, de acuerdo a las estadísticas que se han ido acumulando hasta la fecha. Se trata del alcohol. Quienes duden sobre el poderosísimo poder adictivo del alcohol solo tienen que ir a una junta de cualquiera de las organizaciones conocidas como Alcoholicos Anónimos para convencerse de lo contrario.

Hoy hace más de ocho décadas, el 5 de diciembre de 1933 para ser exactos, el Congreso norteamericano derogó de manera catogórica y definitiva la “santa” prohibición de la producción y el consumo de alcohol, que resultó ser uno de los experimentos sociales más calamitosos que se hayan dado a gran escala en la Unión Americana. En un artículo suyo titulado “La abrogación” con motivo del fin de la era prohibicionista en los Estados Unidos, el columnista Sergio Sarmiento asienta esto: “Hoy es el Día de la Abrogación, el Repeal Day como lo llaman en Estados Unidos. Se celebra la ratificación, el 5 de diciembre de 1933, de la 21ª enmienda a la Constitución de la Unión Americana: la que abrogó la 18ª enmienda del 16 de enero de 1919 que prohibía la producción, venta y consumo de bebidas alcohólicas. La prohibición, que algunos de sus impulsores llamaban el “noble experimento”, duró poco menos de 15 años, pero dejó cicatrices duraderas en la sociedad estadounidense. Quizá hubo una reducción inicial en el consumo de alcohol, pero más pronto que temprano se generó un mercado negro que con rapidez se hizo enorme gracias a los altos precios que alcanzaron las bebidas alcohólicas. De la mano de ese mercado surgieron las bandas criminales organizadas y un aumento importante de la violencia. Al Capone fue el más conocido de los gángsters de la prohibición, pero había decenas más en Chicago y otras grandes ciudades de los Estados Unidos. Además surgieron miles de pequeñas destilerías clandestinas que producían licor de mala calidad, cuyo consumo produjo incontables muertes innecesarias. Los homicidios dolosos, que se encontraban en 4.5 por cada 100 mil habitantes en 1910, se duplicaron para llegar a casi 10 en 1933. Algunos argumentan que distintos factores, y no sólo la prohibición, contribuyeron a este aumento de los homicidios. Quizá. Pero lo curioso es que, una vez que se abrogó la prohibición, el número de homicidios empezó a bajar gradualmente hasta llegar a sólo 5 por cada 100 mil a mediados de los años cuarenta (Cato Institute, US Bureau of Census). Otra consecuencia de la prohibición fue elevar de manera muy importante el número de personas en las cárceles. Antes de la prohibición había 4 mil reclusos por delitos federales. En 1932 había ya 32 mil (Cato.org). No se trataba de criminales endurecidos sino de padres de familia que no representaban un peligro para la sociedad. Sus familias se quedaban sin sustento. Una vez que en Estados Unidos se empezaron a manifestar los males de la prohibición, surgieron voces que pidieron la abrogación. Al movimiento se sumaron incluso algunos que habían apoyado originalmente la 18ª enmienda. John D. Rockefeller, abstemio toda la vida y donador original a la causa de la prohibición, cambió de posición y empezó a apoyar la abrogación. Lo mismo hicieron activistas como la feminista Pauline Sabine. La matanza del día de san Valentín de 1929, en la que murieron seis criminales de la banda de Bugs Moran y un mecánico, conmocionó a la sociedad estadounidense de su momento. Esta reacción fue generando una creciente presión política que culminó con la abrogación de 1933. La sociedad estadounidense pudo finalmente respirar tranquila. El noble experimento, con toda su secuela de violencia, había llegado a su fin. Pero parece que las lecciones nunca se aprenden. A más de 80 años de distancia los mexicanos estamos reviviendo el drama de los Estados Unidos, pero multiplicado al mil. La prohibición no ha reducido el consumo de las drogas, como no lo hizo con el alcohol, pero ha generado nuevamente un rentable mercado negro que ha sido dominado por bandas cada vez más violentas del crimen organizado. La gran diferencia es de magnitud. Los seis muertos del día de San Valentín palidecen ante los miles de muertos que la prohibición genera cada año en nuestro país, incluyendo a los 43 de Ayotzinapa. La actitud recalcitrante de quienes mantienen la prohibición, o porque se benefician o porque no quieren aceptar la derrota en la guerra contra las drogas, hace que los mexicanos sigamos condenados a la violencia.”

La guerra santa en contra el alcohol fue reemplazada por otra guerra santa, la guerra santa en contra de la mariguana, al darse por perdida la primera, y en la segunda aún es tiempo de que no se acepta la derrota en parte por respeto a la memoria de los cientos de miles que han terminado muertos o encarcelados no por la mariguana en sí sino a causa de una lucha quijotesca llevada a cabo en contra de inexistentes molinos de viento, prohijando un negocio lucrativo no para quienes respetan la ley sino para los que la rompen, o sea los productores y distribuidores.

La película Reefer madness sirvió como piedra angular para empezar a desatar una cacería de alcances internacionales que aún continúa hasta nuestros días. Increíblemente, detrás de dicha película no habían cientos de organizaciones sociales representando a miles de ciudadanos y profesionistas que hubieran comprobado ya sea en carne propia o mediante experimentos científicos todo lo que la película Reefer madness afirmó acerca del supuesto poder increíblemente destructivo de la mariguana. La película Reefer sirvió directamente como inspiración para la elaboración de otras películas de corte igualmente propagandístico y sensacionalista en contra de la mariguana, como la película Marihuana: el tabaco negro del diablo:




Sobre la irracionalidad de mantener una criminalización perpetua en contra de la mariguana, el editorialista José Antonio Crespo elaboró a principios de mayo de 2010 un trabajo que enfatiza lo siguiente en un momento histórico en el cual la guerra contra las drogas y los cárteles iniciada por el presidente Felipe Calderón estaba acumulando ya decenas de miles de muertos y otros tantos miles de desaparecidos en México: “Es bastante irracional la prohibición de la mariguana si se considera que, en cifras oficiales de Estados Unidos, medio millón muere ahí anualmente a causa del tabaco, 85 mil por alcoholismo y 17 mil debido al conjunto de drogas ilegales. Pero, por los efectos de la mariguana, la droga ilegal más consumida, y principal exportación ilegal mexicana a ese país, mueren exactamente… cero personas. Probablemente por eso va cobrando fuerza el movimiento a favor de su legalización en la Unión Americana. Sin duda alguna, la opinión pública respecto de las drogas está cambiando sensiblemente. Hace años hubiera sido impensable que aspirantes a la presidencia considerasen siquiera la despenalización de la mariguana. Antes, cuando incluso algún funcionario medio o embajador latinoamericano sugiriera explorar esa vía, la presión del gobierno estadunidense para su cese era incontenible. Menos aún imaginar que los políticos en activo, de ese país, declararan públicamente a favor de esa posibilidad (aunque lo creyeran en lo privado). Era arriesgarse a perder el favor de sus correligionarios, de su respectivo electorado y de la opinión pública en general. Hoy vemos cómo un representante por Texas, que fue dos veces precandidato a la presidencia, escribe abiertamente contra la política de prohibición. Se trata de Ron Paul, quien además es médico ginecólogo. En un artículo titulado Terminemos la insalubridad de la guerra contra las drogas (20/IV/10), Paul empieza señalando: “Aunque muchos quisiéramos ver la quiebra de las drogas, debemos preguntarnos: ¿no hemos buscado justo eso por varias décadas, sólo para ver cómo florece el mercado negro y cómo escala la violencia?... La prohibición legal de las drogas es el factor número uno que mantiene altas utilidades para los narcomenudistas y los cárteles y garantiza que el crimen organizado domine el mercado”. Continúa: “Cada vez que la ley da un golpe a algún cártel de las drogas, las utilidades crecen para los demás oferentes. Este tipo de fuerzas económicas son indomables por la aplicación de la ley”. En efecto, la ley de la oferta y la demanda supera a la ley civil y penal cuando las utilidades son tan fabulosas como las que arroja el mercado negro de las drogas. Es como querer aplacar las olas del océano con una tabla de madera. La política de prohibición significa, pues, un gran negocio para los cárteles de la droga, dice Ron Paul, “pero, para el resto de nosotros, en cambio, es un desastre”, dado que se prioriza el combate a las drogas sobre otros delitos que afectan directamente a la ciudadanía, como el secuestro y las violaciones (cuyos reos son soltados en Estados Unidos anticipadamente, para hacer lugar a convictos por consumo o comercio de drogas). “La guerra a las drogas —continúa Paul— distorsiona las prioridades de la ley, en detrimento de los ciudadanos… La legalización del alcohol no le hizo ningún favor al crimen organizado. De igual manera, si hoy queremos mover el piso a los cárteles de la droga… realineemos las prioridades de la aplicación de la ley… y terminemos con la irracionalidad de nuestra guerra contra las drogas”. Ante todo lo cual, termina con una recomendación: “Despenalizar la mariguana a nivel federal sería un buen comienzo”. Declaraciones semejantes, en un legislador estadunidense, hace apenas unos años, eran impensables. Algo está cambiando rápidamente en favor de estrategias y opciones más racionales y eficaces para enfrentar las drogas, y México se está quedando —como en muchos otros temas— rezagado. México le reclama a Estados Unidos esta política de despenalización, que en nada ayuda a nuestra estrategia. Es absurdo perseguir y encarcelar a nuestros cultivadores pobres, mientras que los de allá prosperan a la luz del día. Será absurdo que, allá, el Estado recabe impuestos por la mariguana, mientras el nuestro invierta cada vez más dinero en combatirla inútilmente. Lo racional sería seguir los pasos en pro de la despenalización de, por ejemplo, California. Estados Unidos no tendría por qué reclamarnos semejante decisión. Sería un acto de equidad. Por cierto, algunos de los principales asesores de Felipe Calderón en su estrategia contra los capos consideran que, en efecto, despenalizar la mariguana, si bien no sería la solución total del problema, mucho ayudaría a reducir los ingresos de los cárteles y, en esa medida, su poder corruptor y de desafío armado al Estado.”

Pero lo más absurdo en esta historia no solo es el hecho de que todas las fantasías y ficciones cocinadas por los sectores más moralistas de la sociedad norteamericana desde los años treinta en torno a la mariguana como destructor de la juventud se caen hasta el suelo al ser confrontadas con las estadísticas y los datos que ya se tienen. Resulta que la mariguana, además de que es una substancia mucho más inocua que el alcohol y el tabaco, está demostrando tener propiedades medicinales que no se encuentran en ningún otro lado. La siguiente fotografía lo comprueba. Es la fotografía de una niña chilena de nombre Javiera Canales que está regando las plantas de mariguana que consumirá ella misma:




Antes de que algunos lectores se escandalicen por lo que muestra la fotografía y saquen conclusiones erróneas, harán bien en leer el artículo elaborado por Eva Vergara para la Associated Press que acompaña a la fotografía de la niña y que bajo el título “Mamás cultivan marihuana para medicar a sus hijos” dice lo siguiente: “Un día Paulina Bobadilla recorría con su hija Javiera un camino de montaña y por un momento pensó en acabar con la vida de ambas. No soportaba ver sufrir a su niña, quien padece de epilepsia refractaria, un mal que no responde a los anticonvulsivos tradicionales. Los anticonvulsivos, de hecho, le causaron a Javiera vista tubular (como caballo con anteojeras), daños en la tiroides e insensibilidad al dolor. ‘No sentía dolor, vivía en un mundo paralelo. Se sacaba sus uñitas y dejaba sangrando sus dedos’, contó Bobadilla. ‘Después de años de desesperación, lo único que quería era morir con ella’. Cerca de una pendiente ‘le dije hasta aquí llegamos’, recuerda. (Pero) La Javi me dice ‘mamá, te amo’ y la miro y (pienso) ‘tengo que seguir’. La vida de Javiera, quien hoy tiene siete años, dio un vuelco cuando comenzaron a experimentar con marihuana, desafiando las leyes chilenas. Desde que ingiere un par de gotas de resina de marihuana diarias, se acabaron las convulsiones y todos los efectos negativos de los anticonvulsivos tradicionales. Bobadilla dijo que una amiga le sugirió usar marihuana y se decidió después de ver el vídeo de Charlotte Figi, de ocho años, que vive en Colorado, quien padece epilepsia refractaria desde los tres meses. Hace pocos años la trataron con cannabis y poco después empezó a caminar y hablar. La madre de Javiera y más de un centenar de padres más cansados de esperar que el Congreso apruebe el uso medicinal de la marihuana formaron ‘Mamá Cultiva’, un grupo de apoyo mutuo cuyos integrantes se exponen a ir a la cárcel al cultivar clandestinamente la marihuana para extraer el aceite que calma e incluso hace desaparecer las convulsiones de sus hijos. En Chile se puede consumir la droga, pero es ilegal cultivarla, venderla y transportarla. Quienes lo hagan, pueden sufrir penas de 541 días a 15 años de prisión. La estricta ley antidroga chilena permite el uso medicinal con autorización de varios ministerios, un trámite burocrático que pocos encaran. Personalidades mundiales han solicitado la despenalización y regulación de la marihuana y el ex presidente socialista Ricardo Lagos reactivó el debate en Chile. ‘Partamos por legalizar la marihuana, con lo cual una gran cantidad de delitos desaparece’, dijo a comienzos de mes a la revista Qué Pasa, pero el tema no está en la agenda del gobierno de Michelle Bachelet, que sólo analiza suavizar un poco las penas relacionadas con la marihuana sacándola de la lista de drogas ‘duras’. El Congreso está estudiando una propuesta de despenalizar el cultivo de cannabis con fines terapéuticos y recreacionales, la cual fue aprobada sin oposición por la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados. La iniciativa debe ser analizada ahora por el pleno de ese cuerpo y luego por el Senado antes de convertirse en ley y, ante la oposición de la derecha, no hay perspectivas de que eso suceda a corto plazo. ‘Mamá Cultiva’ crece a diario pues hay unos 15.000 niños con epilepsia refractaria en Chile, según dijo a The Associated Press Ana María Gazmurri, líder de la Fundación Daya, que promueve desde hace un año terapias alternativas y que impulsó el nacimiento de ‘Mamá Cultiva’. Si bien en Chile no hay estudios clínicos sobre el efecto medicinal de la marihuana, la doctora Lidia Amarales, directora del estatal Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol, dijo en noviembre que ‘existe evidencia científica internacional que avala el uso de esta droga en algunas patologías muy específicas como epilepsia refractaria, cuidado paliativo del dolor’. Destacó, no obstante, que el uso de cualquier droga legal o ilegal, en niños o jóvenes siempre puede generar reacciones negativas. Gazmurri precisó que en Fundación Daya y la municipalidad de La Florida adelantan un programa piloto que permitirá ‘la generación de un estudio clínico que nos permita tener toda la evidencia que en otras partes del mundo ya existe’. Tras muchos meses de gestiones, ambas entidades consiguieron los permisos correspondientes y sembraron 850 plantas en un reciento ultra vigilado. Con la cosecha de marzo de 2015 producirán aceite y la resina será entregada a 200 pacientes oncológicos. La Sociedad de Neurología, Pediatría, Anestesiología, facultades de medicina y el Colegio Médico emitieron un comunicado público para decir que la evidencia disponible sobre el uso terapéutico ‘es insuficiente, lo que contrasta con la vasta evidencia científica sobre sus efectos perjudiciales’. En la mayor parte del mundo está prohibida la marihuana, pero hay una fuerte corriente a favor de su legalización. En diciembre pasado Uruguay legalizó y reguló su uso, y Colombia y Argentina despenalizaron el consumo personal. En los estados de Colorado y Washington, en Estados Unidos, también se pueda consumir y Canadá regularizó el uso medicinal. En Europa se puede consumir legalmente en Portugal, Bélgica y Suiza, aunque en Holanda se adquiere en algunos cafés. La mayoría de los miembros de ‘Mamá Cultiva’ tiene plantaciones en sus patios o en habitáculos acondicionados, pero como las plantas crecen lento, a veces acuden a traficantes, que en ocasiones los engañan, como a Susana, a quien le vendieron una marihuana macho, que no sirve para sacar aceite. ‘Le expliqué (al traficante) que era para mi hijo enfermo, que necesitaba marihuana hembra, pero me vendió una planta macho’, cuenta Susana, quien no quiso dar su nombre completo por temor a tener problemas con la justicia. Antes de usar cannabis, hace 18 meses, Bobadilla gastaba sólo en medicamentos 500.000 pesos (unos 840 dólares) mensuales, más del doble de un sueldo mínimo, que es de 215.000 pesos, y una cifra inalcanzable para ella. La madre de Javiera, de 34 años, tenía una peluquería, pero empezó a vender todo para pagar los medicamentos de su hija hasta que perdió su negocio. Su esposo es ingeniero en informática. Ahora cultivar y producir aceite no supera los 100 dólares. Bobadilla enfatizó que ‘Mamá Cultiva’ ‘nace por la desesperación’ de padres que se sentían solos y Daya "fue el impulso, el acompañamiento, porque ‘Los doctores a nosotros nos dejan solos’, dijo Bobadilla al justificar el cultivo de marihuana. El hijo de Gabriela Reyes, Lucas, de siete meses, fue desahuciado por los médicos cuando llegó a tener 300 convulsiones diarias producidas por la epilepsia refractaria. Hoy tiene de 10 a 15 diarias gracias al aceite. ‘Era un bebé que lo único que hacía era llorar todo el día. Paraba solo cuando dormía un rato y seguía llorando’, declaró Reyes. ‘Llegó a estar con ocho anticonvulsionantes juntos y hacía dos crisis diarias’. Para evitar ser timados al comprar marihuana a traficantes, como le sucedió a Susana, el grupo organizó un taller clandestino de cultivo de marihuana para algunos padres. Cultivadores del cannabis les enseñaron a multiplicar las plantas para que no les falte la materia prima, pero en la reunión se dieron cuenta de un nuevo engaño: una droguería les vendió un alcohol que no es apto para extraer la resina que luego beberán sus hijos. Mientras algunos padres extraían aceite, Susana separaba hojas secas y semillas del tallo, con la esperanza de poder obtener algo de aceite. A pocos metros su esposo atendía a su hijo, que emitía gritos mientras sufría convulsiones. Horas después todos tuvieron la oportunidad de sacar un tallo con hojas y prepararlo para dar vida a otra planta, en un proceso conocido como "esqueje". Sus caras se veían felices a medida que dominaban la técnica. Si hubieran sido descubiertos por la policía, con la cantidad de marihuana que había en el lugar, arriesgaban una pena de las más altas. Por ahora se sabe de un solo detenido en relación con estas actividades, ya que son extremadamente cuidadosos para que no los ubiquen ni les decomisen sus plantas. El arrestado es un hermano de Bobadilla. En septiembre Bobadilla se quedó sin plantas para extraer y tuvo que acudir a un traficante, fue acompañada por su hermano y unos amigos. Compraron 23 gramos y al llegar a su casa se bajó del vehículo y el hermano y sus amigos se quedaron en el auto, pues pensaban ir a comprar unos hot dogs. Apareció la policía y les encontró la marihuana. El joven estuvo detenido unas horas y hoy está procesado por microtraficante, arriesgando una condena de hasta cinco años. ‘La cárcel no me asusta’, dijo Bobadilla. ‘Que me quiten la medicina, eso (me asusta)’.”

Recuérdese, y téngase siempre presente, que la oposición de los gobernantes a que chiquillas como Javiera Canales puedan tener acceso legal a lo que para ellas es un bálsamo medicinal, tiene como punto de partida literatura vieja y películas viejas que datan desde hace casi un siglo, elaboradas por gente hoy considerada tan moralina como ignorante y fanática.

De acuerdo al libreto original elaborado por los culpables de la elaboración de la película Reefer madness, la mariguana debería ser prohibidida inclusive para usos medicinales como el que se describe en la nota de arriba. Todavía hasta el día de hoy, esa mentalidad prevalece, sobre todo en donde más daño ocasiona a la sociedad, en las mentes de gobernantes y legisladores que se encargan de elaborar las leyes y las políticas que deciden desde la cima qué es bueno y qué es malo para la sociedad, decisiones tomadas en muchas ocasiones no usando como base estudios científicos serios libres de juicios de valor meramente subjetivos sino materiales propagandísticos como la película Reefer madness carentes de todo criterio científico y basados meramente en suposiciones y mitos que se dan por ciertos sin ponerlos jamás en tela de duda. Ni siquiera habría valido la pena tomar a todos los cruzados contra la mariguana que produjeron Reefer madness dándoles una buena tunda de nalgadas bien puestas como castigo por el inmenso daño que le causaron al mundo entero y no solo a la sociedad norteamericana; pero como se trata de gente de mente cerrada que no entiende ni aprende porque son sordos que no quieren oír, lo mejor que se puede hacer es dejarlos solos hablando como loquitos, y tratar de poner en los puestos públicos no a funcionarios y legisladores que se dejen influenciar por estos loquitos sino a funcionarios y legisladores maduros de mente abierta dispuestos a cambiar lo que haya que cambiar en las leyes y a modernizar lo que haya que modernizar en conformidad con los avances de la Ciencia.

¿Con qué derecho unos moralistas que no representan ni siquiera a la décima parte de la sociedad imponen sus criterios en contra del resto de la población prohibiendo el uso de cualquier substancia así sea con fines terapéuticos y medicinales? ¿Quién se creen que les dió ese derecho? ¿Se lo dieron ellos mismos porque se consideran puros y perfectos, y creen que lo que salga de sus cabezas es realidad sacrosanta? Siendo así, a esta gente no hay que hacerle caso, porque es el tipo de gente irracional que suele llevar a civilizaciones enteras a su auto-destrucción.

Los puritanos detrás de Reefer madness que aún sobreviven hoy en día tal vez podrían tratar de argumentar que "en nuestros tiempos desconocíamos que nuestra odiada mariguana pudiera tener efectos medicinales y terapéuticos que nada tienen que ver con fines recreativos". El problema es que cuando elaboraron su propaganda no la elaboraron para ser tomada como una guía de validez meramente temporal a reserva de estudiar más a fondo la mariguana para modificar criterios según se requiera. Elaboraron su propaganda como una verdad absoluta para todos los tiempos venideros.

En los Estados Unidos, cuna de la gran cruzada moralista en contra de la mariguana, la desmitificación del mito negro de la mariguana se aceleró en virtud de la guerra de Vietnam. Muchos norteamericanos que fueron enviados en la flor de su juventud a morir combatiendo en las selvas de Indochina encontraron que la suerte que les deparaba el destino en Vietnam se volvía mucho más tolerable y menos desagradable si fumaban de vez en cuando su reefer. Y muchos de ellos repudiaron la prohibición de la mariguana arguyendo: ¿con qué derecho una sociedad que nos manda a la muerte al otro lado del mundo nos prohibe uno de los pocos placeres que podemos darnos antes de morir? Las advertencias de Reefer madness indicaban que uno de los riesgos de la mariguana era encontrar la muerte. Sin embargo, esta admonición le importa muy poco al soldado que de cualquier modo está siendo enviado a enfrentar la muerte. Esto recuerda el viejo chiste del prisionero condenado a muerte que estando en la antesala del patíbulo a espera de ser sentado en la silla eléctrica le es ofrecido por uno de los guardias un cigarrillo (de tabaco, desde luego) para fumarlo antes de ser ejecutado, siendo rechazado el cigarrillo por el reo con la respuesta lacónica: “gracias, pero no, porque el fumar cigarrillo produce cáncer”. Para desalentar el consumo de la mariguana entre los jóvenes norteamericanos que eran reclutados a la fuerza y enviados a pelear al otro lado del mundo, se resucitó en los años setenta la película Reefer madness, pero el resultado fue contraproducente (aunque la película estaba clasificada inicialmente en la categoría de películas del tipo drama, hoy en día se le encuentra clasificada frecuentemente en la categoría de películas humorísticas).

Eventualmente, y esto solo era cuestión de tiempo, muchos de los jóvenes norteamericanos que regresaron de la guerra de Vietnam con un gusto desarrollado por la mariguana descubrieron que volverse loco no era una consecuencia inevitable de fumar mariguana como lo había advertido Reefer madness, como tampoco era cierto que eran inevitables otras consecuecias tales como el desarrollar instintos criminales o tendencias suicidas. La mariguana, por sí sola y en cantidades moderadas, no produce tales efectos. Generalmente, los fumadores de mariguana que muestran reacciones hostiles y anti-sociales exhiben tales comportamientos cuando “cruzan” la mariguana con otras drogas tales como la heroína, la cocaína, las metanfetaminas y el agua celeste. Pero esto ya no es culpa de la mariguana en sí, es culpa de aquellos que deciden llevar a cabo experimentos de química con sus propios cerebros.

Hay por lo menos dos presidentes norteamericanos que han confesado públicamente haber fumado mariguana cuando eran jóvenes. Uno de ellos es Bill Clinton. El otro es Barack Obama. Y ambos lo admiten con candidez. De hecho la lista del deshonor que incluye a personalidades famosas en la política y el mundo de los espectáculos es larga. Si la propaganda moralista de Reefer madness hubiera sido cierta, basada en estadísticas confiables, estos dos hombres en vez de haber llegado a la presidencia del país más poderoso del mundo habrían llegado a los cuartos acolchonados de un sanatorio psiquiátrico. Ambos han presidentes tenido bajo su mando el famoso maletín con los códigos necesarios para poder dar inicio a una guerra atómica trayendo consigo el fin de la humanidad. Pero ambos han actuado responsablemente sin osar tomar decisiones que puedan lastimar a gente inocente. ¿Qué tendrían que decir de esto los productores de Reefer madness?

La mariguana produce una sensación de euforia, esto es cierto. Pero también el alcohol produce en muchas personas no solo una sensación de euforia sino que las hace comportarse como verdaderos estúpidos. Y si esos estúpidos se suben al volante, las consecuencias suelen ser fatales. No existen casos documentados de personas que se hayan visto involucradas en accidentes de tránsito por haber estado fumando mariguana; en cambio sí existen cientos de miles de casos documentados alrededor del mundo de personas involucradas en accidentes de tránsito por haber ingerido demasiado tequila. Sin embargo, el primero está prohibido mientras que el segundo está permitido. ¿Por qué? Pues, porque sí. Porque así ha sido, y si así ha sido siempre pues así debe seguir siendo sin que nadie se atreva a ponerlo en tela de duda. Esto supone, desde luego, que quienes fijaron tales criterios en un pasado cada vez más distante eran unos verdaderos sabios, mientras que los humanos de hoy debemos considerarnos como unos retrasados mentales ante tanta sabiduría.

De acuerdo a las estadísticas que se tienen hasta la fecha (y ya se tienen bastantes, muchas más de las que se tenían cuando se produjo la película propagandística de fantasía Reefer madness), es completamente falso que el consumo rutinario de la mariguana por sí sola conduzca directamente hacia la psicosis y la locura. En cambio, el consumo rutinario del alcohol que sí está legalizado puede conducir en exceso al delirium tremens, y en esto quedan ya muy pocas dudas.

Falsa es también la aserción de que la mariguana es la puerta de entrada hacia otras drogas más potentes como los opiáceos. No solo los presidentes Bill Clinton y Barack Obama sino también cientos de miles de norteamericanos (a juzgar por las cifras de jóvenes y adultos que han sido encarcelados por ser sorprendidos fumando mariguana) la han probado sin graduar hacia narcóticos más potentes y adictivos como la heroína y la cocaína. Era una ficción que formaba parte de la propaganda oficial en contra de la mariguana.

Hoy en día, si queremos podemos actuar de la misma manera como actuaron los productores de la propaganda Reefer madness. Supongamos que se descubre un medicamento que calma enormemente las tensiones, produce sensaciones placenteras de relajamiento e induce algo comparable a una paz y quietud que nunca antes se habían experimentado. Algo comparable con el soma descrito en el libro Un mundo feliz de Aldous Huxley. Entonces de inmediato, sin tener estadísticas en la mano, afirmaríamos la existencia de estadísticas que comprueban contundentemente que el nuevo medicamento es altamente adictivo, produce tendencias suicidas e impulsos criminales, y es capaz de llevar en forma segura a la locura o al suicidio. ¿Y los efectos terapéticos posibles que se le puedan dar al nuevo medicamento? ¡Ni siquiera mencionarlos, porque tales ideas pueden ser sugerencias venidas del mismo Satanás! De inmediato hay que criminalizar a quienes traten de probar aunque sea una sola vez el nuevo medicamento, enviándolos a prisión por una larga temporada como castigo por probar ese fruto prohibido.

Podemos imaginar la manera en la cual se forja una leyenda negra. Todo comienza con una junta de diez o quince notables que por razones que sólo ellos conocen deciden que algo que consideran malo para ellos también deben ser necesariamente malo para el resto de la sociedad, y han decidido criminalizarlo y proscribirlo usando como intermediario para ello a la fuerza del Estado. Por ejemplo, el chocolate. ¿Produce pecaminosas sensaciones de placer? Entonces debe ser malo, debe ser obra del Diablo, y hay que prohibirlo. Se cocina tras bambalinas una propaganda difamatoria sacando a relucir o inclusive inventar todo lo negativo que pueda ser relacionado con el chocolate. Puesto que es sabroso, delicioso, en virtud de que contiene serotonina que actúa sobre el sistema nervioso central, debe ser adictivo, y puesto que el cacao con el que se elabora el chocolate es de alto contenido calórico, entonces el inicio en su consumo debe conducir inevitablemente a la gula, al sobrepeso, a la obesidad mórbida, a la pérdida de la autoestima, a la presión arterial alta, a la diabetes, a la depresión, y con todo esto, al suicidio. El chocolate es, pues, mortal. Y todo esto lo decide la junta de notables. Los que vendan y produzcan chocolate deben ser encarcelados al igual que los que lo consumen, y se deben erogar grandes sumas de dinero para sostener en contra de viento y marea en la propaganda oficial que el chocolate realmente es tan malo como lo pintan. Estas juntas de notables deciden por el resto de la sociedad y a veces por el resto de la humanidad lo que es bueno y lo que es malo y que debe ser prohibido con duras penas carcelarias.  Sus veredictos son inapelables una vez que se han puesto de acuerdo en satanizar algo. El siguiente paso, más difícil, consiste en convencer a unos cuantos de los que ejercen el poder para que hagan lo que se les pida.

Quizá la mejor prueba que pueda haber para destronar en definitiva la leyenda negra que desde los entretelones de una minoría moralista y ultraconservadora se fue tejiendo en contra de la mariguana sea el experimento social conducido a gran escala en el estado de Colorado en donde el consumo de la mariguana así como su producción fueron legalizados hace ya casi un año, a partir del 1 de enero de 2014. Decenas de miles de habitantes en dicho estado la han usado y otros la usan habitualmente, y de haber sido cierta la trama apocalíptica de Reefer madness, debería de haber ya miles de locos y psicópatas en Colorado, y la criminalidad se debería de haber disparado hasta las nubes. Pero no hay tal. Las admoniciones catastrofistas plasmadas por los productores de Reefer madness hasta la fecha no se han materializado en dicho estado como se habían predicho, al menos no en el estado de Colorado. Y el mismo experimento se está llevando a cabo en otros estados y hasta en otros países, con los mismos resultados (lo cual era de esperarse, desde la perspectiva de las leyes de las estadísticas). Los únicos que realmente se están quejando y están protestando por la legalización de la mariguana en Colorado son aquellos que se dedicaban al tráfico ilegal de mariguana en Colorado, porque no hay producto más caro en el mercado (y más procurado) que aquél cuyo uso se ha proscrito. Y esta es una lección que aún no les ha entrado en la cabeza a los gobernantes y mandatarios de varios países, incluído México.

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