El caso del niño hondureño, un caso perdido al cual las autoridades en México únicamente han identificado como “Raúl”, ha sido mantenido en forma completamente deliberada como un caso de bajo perfil con la finalidad de que no estalle un escándalo de proporciones internacionales. El gobierno de México ya tiene bastantes problemas con asuntos como la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa y la espectacular fuga de “El Chapo” Guzmán de una prisión de alta seguridad como para querer echarse encima un problema más al que parece ser preferible darle poca importancia.
La única manera en la que el niño hondureño se podría haber vuelto famoso hubiera sido suicidándose como ya ha ocurrido en otros casos o muriendo en caso de haberse enfrentado con los agentes mexicanos que llevaron a cabo su detención; solo así se hubiera trasladado hasta la frontera el Embajador de Honduras en México para reclamar el cadáver del niño a nombre del gobierno de Honduras y exigir una investigación a fondo “hasta sus últimas consecuencias” poniendo una enérgica nota de protesta diplomática detonando la intervención en el caso de todo tipo de organizaciones derechohumanistas que se habrían encargado de que el caso estuviera resonando por varias semanas (o meses) en los noticieros. Pero para buena suerte de las autoridades en México (más que para el niño), “Raúl” fue detenido con vida sin tratar de oponer mayor resistencia. Por ser menor de edad, el niño no podía ser remitido a una prisión de adultos, y fue remitido a un centro de reclusión para menores.
La nota original, perdida entre muchas otras notas de menor relevancia, y a la cual no se le dió la importancia debida, publicada el miércoles 9 de septiembre de 2015 en la página 4B del periódico El Diario, dice lo siguiente:
Arrestan por robo a adolescente originario de Honduras.
El Diario
9/Septiembre/2015
Un adolescente de originario de Honduras y con estancia ilegal en México, fue detenido por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal (SSPM) como probable responsable del delito de robo a vivienda.
El arresto fue reportado el lunes a las 13:00 horas en la colonia Córdova Américas, cuando un hombre denunció que sorprendió al menor de 14 años en el interior de su domicilio en poder de tres relojes que él valuó en 10 mil pesos, informó la corporación policiaca a través de un comunicado de prensa.
“Raúl” fue detenido por los agentes preventivos y junto con la evidencia fue exhibido ante los medios de comunicación y posteriormente consignado ante el Ministerio Público, que determinará la situación legal del adolescente.
Tras la difusión en los medios de comunicación del arresto, la corporación policiaca omitió notificar a las autoridades consulares de Honduras la aprehensión, ya que eso le compete al Ministerio Público, dijo el vocero de la SSPM, Adrián Sánchez Contreras.
“La SSPM lo pone a disposición de la autoridad investigadora y le dan seguimiento al caso”, precisó el portavoz.
El niño “Raúl” no pudo haber caído en una peor situación y entorno para terminar arruinando el resto de su vida a partir de su corta edad. Aunque hay mucha gente honesta y trabajadora en Ciudad Juárez, la ciudad también está reconocida como el principal punto de tránsito de drogas ilegales como cocaína, heroína y metanfetaminas hacia la Unión Americana. En esa ciudad se ha estado librando constantemente una guerra entre cárteles ansiosos por “dominar la plaza”, y estas narco-guerras han dejado en los últimos diez años una estela de más de 10 mil muertos y desaparecidos. Las pandillas como los Artistas Asesinos y los Aztecas son omnipresentes al igual la presencia de “halcones” (ambulantes callejeros que reportan a los cárteles sobre la presencia de patrullas y soldados), sicarios, “puchadores” y contrabandistas trabajando al servicio ya sea del cártel La Línea, el cártel de Sinaloa, u otros ansiosos por desplazar los que ya están establecidos allí. El reclutamiento llevado a cabo por las pandillas no cesa, y los menores de edad son su presa favorita en virtud de que los menores de edad tienen más facilidad para cometer ilícitos sin enfrentar las penas carcelarias que enfrentan los adultos por eso de los derechos humanos de los niños. Es en este caldero del Diablo en donde se induce a los niños a la drogadicción, a la privación de las vidas de otros -inclusive gente inocente- sin el menor remordimiento, a la delincuencia desbordada, a la liberación total de los apetitos carnales y las bajas pasiones, al robo, al secuestro, al crimen. Los niños como Raúl, por su falta de madurez, son los más fáciles de “malear”, son los más fáciles de echar a perder convirtiéndolos desde muy temprana edad en verdaderos criminales dispuestos a lo que sea con tal de obtener dinero fácil sin necesidad de trabajar. Es precisamente en este medio en donde cayó “Raúl”.
Se debe suponer que a las organizaciones de ayuda a los indocumentados que pasan por México en su camino a la Unión Americana como la del albergue Hermanos en el Camino ubicado en Oaxaca y administrado por el Padre Alejandro Solalinde no les cruza jamás por la cabeza la posibilidad de que algunos de los migrantes indocumentados a los cuales están hospedando y alimentando durante su estancia en México, en caso de no poder cruzar en forma ilegal a los Estados Unidos como ocurre en muchos casos, entonces esos indocumentados en vez de regresar hasta Honduras o cualquier otro país centroamericano o sudamericano del que hayan llegado se quedarán varados en el lado mexicano de la frontera con Estados Unidos en alguna ciudad como Tijuana, Mexicali o Ciudad Juárez, y que para poder subsistir recurrirán al robo o alguna otra actividad ilícita con la cual aumentarán las estadísticas delincuenciales en ciudades que ya de por sí tienen bastantes problemas con la delincuencia nativa como para tener que lidiar con otros delincuentes llegados de otros países. Esto es precisamente lo que ha ocurrido con el niño Raúl, y con mucho no es el único caso, hay otros más. Tómese en cuenta que TODOS los migrantes indocumentados que buscan cruzar hacia los Estados Unidos sin un pasaporte con una visa de entrada saben perfectamente que al hacer tal cosa están violando la ley, y pese a ello deciden hacerlo. Si se trata de personas que desde un principio ya han decidido incurrir deliberadamente en la violación socarrona de las leyes de otros países y están predispuestas a violar cualquier ley que sea necesaria para lograr sus fines, ¿qué tiene de extraordinario o asombroso que en un momento dado decidan violar otras leyes para poder obtener dinero para comprar ropa, calzado, alimentos, medio de transporte, etcétera? Las víctimas de esta delincuencia importada del exterior en todo caso vienen siendo los mexicanos que residen en la franja fronteriza colindante con los Estados Unidos y que tienen que pagar por esta criminalidad que les envían estas organizaciones de ayuda a indocumentados.
Si la motivación original del niño hondureño Raúl de tan solo 13 años de edad era buscar una mejor vida o simplemente escapar de las condiciones de miseria extrema de su país natal en donde algunos se ven obligados a comerse hasta las ratas y las cucarachas porque no hay otra cosa para comer, ese objetivo se perdió para siempre. El niño “Raúl” ya graduó a las filas de la criminalidad. Suponiendo que sea deportado a Honduras y se quede en Honduras, lo único que hará será incrementar los índices de criminalidad en Honduras,
Habrá quienes tal vez se pregunten: “¿y por qué la noticia periodística concerniente al niño hondureño ‘Raúl’ debió de haber merecido una importancia mucho mayor que la importancia rayana en lo insignificante que le dieron los medios locales y los medios nacionales?, ¿acaso no hay otros problemas mucho más graves y serios tales como secuestros, violaciones, extorsiones y asesinatos?”. La importancia que se le debió de haber dado a la nota es que, al momento de escribirse y publicarse esto, diariamente están arribando a México por su frontera sur con Guatemala cientos de niños hondureños como “Raúl”. El caso de “Raúl” no es un caso único y aislado, cada día se le siguen sumando más y más niños de Honduras que se quedan atorados en México al darse cuenta de que cruzar de manera ilegal a territorio norteamericano ya no es tan fácil como lo era antes de los ataques terroristas musulmanes a las Torres Gemelas en Nueva York. Careciendo de recursos para emprender el viaje de regreso hasta Honduras, y careciendo de la tutela de un adulto que cuide de ellos, al quedarse varados del lado mexicano de la frontera en vez de meterse a una escuela para terminar al menos con sus estudios de primaria y secundaria terminan siendo presa fácil de los “enganchadores” y reclutadores del crimen organizado que desde muy temprana edad los incorporan a sus filas delincuenciales. Y este es un viaje sin retorno. Carecen de la visión, la experiencia y la madurez para darse cuenta de que para los cárteles ellos son desechables, si mueren en un enfrentamiento con la policía hay muchos otros niños hondureños indocumentados en México listos para tomar su lugar. En este inframundo se nutren y crecen los futuros secuestradores, violadores, extorsionadores y sicarios. Lo peor que le podría suceder a Honduras es que estos niños ya maleados y privados de valores éticos y morales en los barrios bajos del norte de México sean devueltos a Honduras (deportados) para sumarse a las filas de la criminalidad en dicho país. Ya sea que se queden en México como indocumentados para dedicarse a una vida de criminalidad desenfrenada o que sean regresados a Honduras por las autoridades migratorias mexicanas, algún país, o mejor dicho, la sociedad en algún país ya sea la sociedad mexicana o la sociedad hondureña, tendrá que sufrir y pagar las consecuencias de las aspiraciones truncadas de los miles de niños hondureños que encontraron imposible lograr su ingreso ilegal a la Unión Americana.
Con todo, los niños de Honduras como “Raúl” que huyen de la miseria extrema son más afortunados que las niñas, las cuales en caso de no lograr su propósito de cruzar ilegalmente a la Unión Americana (algo casi imposible de lograr si no se cuenta con los cientos o miles de dólares necesarios para contratar los servicios de un “pollero” que conozca muy bien las rutas menos vigiladas por la Patrulla Fronteriza norteamericana) o inclusive habiendo logrado entrar ilegalmente a la Unión Americana, pueden terminar ejerciendo la prostitución infantil satisfaciendo el amplio mercado de pedófilos y degenerados sexuales que siempre están a la búsqueda de estas jovencitas desesperadas a las que no les queda otra opción más que comercializar con sus cuerpos trabajando en un sub-mundo en el que al poco tiempo terminarán convertidas en drogadictas o contagiadas de alguna enfermedad venérea como sífilis, gonorrea, herpes, herpes, hepatitis C y SIDA, o peor aún terminarán embarazadas transmitiéndole sus hijos no-deseados su adicción a las drogas y/o todas las enfermedades venéreas que hayan contraido. Y de hecho, muchas de ellas terminarán muertas y enviadas a la fosa común sin que ningún padre de familia hondureño reclame sus cuerpos.
Muchos padres y madres de estos niños exportados de Honduras como miserias humanas nunca volverán a saber qué fue de sus hijas e hijos, nunca volverán a saber nada de ellos. En casos como el del niño “Raúl” que terminan sus vidas trabajando al servicio de la delincuencia organizada o trabajando en actividades criminales por cuenta propia, tal vez es mejor que sus padres nunca sepan en lo que terminaron sus retoños, tal vez es mejor que se queden imaginando que sus hijos lograron hacer realidad esa falsa ilusión (falsa para la gran mayoría de los indocumentados) llamada “el sueño americano” ganando dinero a manos llenas y poseyendo mansiones fastuosas y carros deportivos de lujo. Hay veces en las que es mejor creer en cuentos de hadas que enterarse de la cruda realidad.
Culpables del destino trágico de miles de niños hondureños que viajan solos como indocumentados sin conocer a nadie en México y sin tener ningún familiar que los ayude estando fuera de su país como sucedió con el niño “Raúl” hay de sobra, y tales culpables se pueden encontrar en todos lados a lo largo de los recorridos efectuados por estos niños migrantes indocumentados desde Centroamérica y Sudamérica hasta la frontera entre México y Estados Unidos que es donde muchos de ellos terminarán varados.
Los principales culpables son, desde luego, las parejas de hondureños que viviendo en el desempleo y en condiciones de pobreza extrema deciden traer a este mundo hijos que no podrán mantener ni ayudar a forjarse un camino en la vida, dando rienda suelta a sus pasiones e instintos para engendrar una progenie de la cual saldrán contingentes desesperados de humanidad que ven como única solución a su miseria el salir de Honduras para colarse como indocumentados a la Unión Americana, arriesgando sus vidas en el intento de cruzar en forma ilegal a otro país en donde abundan los patrones negreros ansiosos por explotar a estos pobres individuos como mano de obra esclava. ¿En dónde están los padres del niño Raúl, que solo lo trajeron a este mundo para prácticamente obligarlo por la necesidad a abandonar Honduras emprendiendo lo que puede ser un viaje sin retorno? ¿Qué pueden saber estos padres sobre el tema de la paternidad responsable? Estos padres que en realidad no merecen ser llamados como tales ignoran por completo las enseñanzas de viejos refranes como el que dice “matrimonio de pobres, fábrica de limosneros” (a lo cual se le podría agregar “matrimonio de limosneros...”). Los términos planificación familiar, desarrollo sustentable y paternidad responsable no tienen absolutamente ningún significado para estas fábricas humanas de miles de niños que no pidieron ser traídos bajo condiciones de miseria en entornos sociales en donde se carece de todo.
Culpables son también los gobernantes de Honduras, por no haberle dado al pueblo hondureño la autosuficiencia económica necesaria para garantizarle a todos las condiciones de una vida digna para la mayoría de las familias hondureñas, como culpable es también el gobierno de Honduras de no haber promovido con suficiente energía las campañas de planificación familiar necesarias para concientizar a las familias hondureñas que viven en pobreza extrema convenciéndolas de lo insensato que es traer prole numerosa a un país que no les puede garantizar a todos ni educación ni alimento, ya no se diga servicios de salud o un empleo seguro. En vez de conminar a los hondureños que viven en la pobreza extrema y en la miseria a ejercer una paternidad responsable proporcionando en forma gratuita medios efectivos de control natal, haciendo todo lo que sea posible para evitar traer hijos no-deseados al mundo que de antemano estarán condenados al desempleo y a vivir en la miseria extrema, los gobernantes hondureños parecen repetirse a sí mismos todo el tiempo: “ése no es mi problema, si no pueden sobrevivir aquí en Honduras pues que se larguen cuanto antes a los Estados Unidos para trabajar allá como indocumentados; a lo mejor y hasta terminan enviando remesas de dólares a sus familiares en Honduras con lo cual aumentará el ingreso de divisas extranjeras a Honduras por éste concepto”.
Culpables son también los predicadores religiosos que desde el púlpito condenan métodos anticonceptivos no-abortivos como el condón, la ligadura de trompas y la “píldora del día siguiente”, convenciendo a sus fieles (muchos de los cuales son gente ignorante que carece de estudios) de traer al mundo todos los hijos que puedan engendrar sin ninguna consideración a lo que será de ellos cuando crezcan y sin ejercer ninguna planificación sobre la manera en la cual se les sostendrá a futuro y se les ayudará a salir adelante en la vida. Como estos predicadores religiosos no están obligados a mantener mil, diez mil o cien mil bocas más que vengan a este mundo en condiciones de extrema pobreza, es entendible que se les haga fácil promover creencias reproductivas irresponsables sin hacerse cargo de las consecuencias de sus prédicas. No tiene nada de malo que una pareja decida traer una docena de hijos a este mundo, siempre y cuando posean los recursos económicos mínimos necesarios para darle a cada uno de sus doce hijos no una vida de lujos pero al menos su alimentación diaria y una educación con la cual podrán salir adelante en la vida. El problema ocurre cuando una pareja de cónyuges que se están muriendo de hambre no hace el menor esfuerzo para protegerse de un embarazo no-planificado, en cuyo caso serán tres individuos muriéndose de hambre a menos de que estén atenidos a ayuda asistencialista que no les ayudará a salir de la miseria extrema.
Hay también culpables fuera de Honduras, empezando por los agentes migratorios mexicanos responsabilizados por proteger la frontera entre México y Guatemala y los cuales se hacen “de la vista gorda” viendo con indiferencia la entrada ilegal de miles de indocumentados provenientes del sur, muchos de ellos niños como “Raúl”, sin ninguna consideración a las graves consecuencias que habrá para la sociedad mexicana cada vez que alguno de ellos vea frustradas sus intenciones de ingresar ilegalmente a la Unión Americana quedándose a sobrevivir de alguna manera el resto de sus días en un país como México en donde no tienen derecho a nada por no ser ciudadanos mexicanos, inclusive ingresando a las filas de la criminalidad como el niño “Raúl”, en vez de regresarse por su propio pie al país que los expulsó y que no tiene absolutamente nada que ofrecerles en caso de volver. Culpables son también las autoridades migratorias mexicanas (específicamente, el Instituto Nacional de Migración) que no hacen esfuerzo alguno para desalentar el flujo migratorio del sur haciéndoles ver a los aspirantes a ingresar sin documentos por México a la Unión Americana lo difícil que es en la actualidad efectuar el cruce hacia los Estados Unidos sin ser detenido del lado americano para ser fichado por los agentes del ICE (Immigration and Customs Enforcement), haciéndoles ver a los migrantes indocumentados que el “sueño americano” para muchos de ellos terminará siendo un espejismo imposible de realizar.
Culpables de dramas como el del niño “Raúl” son también las organizaciones caritativas que ayudan de varias maneras a los indocumentados que aspiran a colarse en la Unión Americana, proporcionándoles en México hospedaje, alimentos, y hasta las instrucciones necesarias para poder continuar con la larga jornada para poder llegar hasta la frontera entre México y los Estados Unidos, sin hacer el menor esfuerzo por tratar de convencerlos de que mejor regresen a sus lugares de origen en vez de arriesgar la vida en los intentos de cruzar en forma ilegal la franja fronteriza que conduce hacia lo que suponen que es “el sueño americano” y que para muchos termina siendo una pesadilla en la cual si bien les va terminan cayendo en manos de la Patrulla Fronteriza para ser fichados como criminales y deportados de regreso hasta sus lugares de origen, y si mal les va terminarán muertos de hambre y sed en sus intentos por cruzar zonas desérticas como el desierto de Arizona en sus intentos por evadir la vigilancia de la Patrulla Fronteriza.
Culpables son también los hondureños ya establecidos ilegalmente dentro de algún lugar de la Unión Americana que les pintan un panorama color de rosa a los familiares y amigos que dejaron atrás presumiéndoles ser dueños de una troca Ford nuevecita que en realidad solo les prestaron para tomarse la foto, o presumiendo llevar en los Estados Unidos una vida principesca en un penthouse de lujo cuando en realidad tienen que compartir con otros un apartamento caro y maloliente en el cual están hacinados al no poder encontrar un trabajo legal con el cual puedan pagar una renta mensual de 400 dólares. Propalar estos mitos y fantasías sobre la ficción de un país de ensueño (el sueño americano) en donde las calles están rebosantes de dólares listos para ser recolectados por quienes superen todas las pruebas para llegar a la mágica tierra de Oz solo sirve para que aquellos que se “quedaron atrás” en Honduras se animen a emprender el largo y peligroso viaje sin considerar que lo más probabler es que terminarán igual que como terminó el niño “Raúl”, máxime que historias verdaderas como la de “Raúl” casi nunca son publicadas en los pocos periódicos que se publican en Honduras.
Y así como hay historias de niños hondureños como “Raúl”, también hay historias de niños salvadoreños, niños guatemaltecos, niños peruanos y niños de otras nacionalidades, varios de los cuales terminaron igual o peor que “Raúl”. ¿Y los padres de estos niños? ¿En dónde demonios están los padres de estos niños? Muy bien, gracias; al menos esa sería la respuesta oficial, lo cual es mucho más cómodo que reconocer que los hijos de estos padres irresponsables están terminando reclutados como carne de cañón por alguno de los cárteles en México, como niñas-prostitutas en algunos de los antros de mala muerte de Chiapas, o convertidos en esqueletos sin identificar por el sol candente del desierto de Yuma bajo temperaturas superiores a los 40 grados centígrados en el país de “ensueño”, el “sueño americano” por el cual no faltan quienes están dispuestos a arriesgar el pellejo y hasta la propia vida.
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