“I’m not going to pay for that fuckin wall. He (Trump) should pay for it. He’s got the money.”La traducción al Castellano de lo dicho por Fox es la siguiente:
“Yo no voy a pagar por esa pinchi muralla. Él (Trump) debería pagarla. Él tiene el dinero.”Furioso, en un debate llevado a cabo ese mismo día entre los precandidatos republicanos a la presidencia de los Estados Unidos, el soez y grosero Donald Trump haciéndose el ofendido y fingiéndose injuriado acusó a Fox de usar un lenguaje escandaloso y vulgar (!!!). Enfurecido por lo que dijo Fox, Trump arremetió advitiendo que como represalia le iba a agregar tres metros más de altura a la muralla, de modo tal que si la muralla iba a tener siete metros de altura pues ahora va a tener diez metros de altura. “Que al fin y al cabo los mexicanos son los que van a pagar por la construcción del muro”. ¡Yeah! Those dirty, stinking, rotten, sweaty good for nothing Mexican greasers (ovación de pie dentro del Partido Republicano para el pato Donaldo).
Es la primera vez que un personaje históricamente relevante para México, el precandidato Republicano Donald Trump, se pronuncia públicamente en referencia directa a la pretendida muralla de Donald Trump para dejar asentada claramente su posición de que no tiene la menor intención del mundo de pagar lo que a él le toque por la construcción de la muralla.
Sin embargo, no es la primera vez que un mexicano se pronuncia públicamente y en forma abierta dejando en claro que no piensa pagar un solo centavo del dinero que Donald Trump piensa extraer de los mexicanos para la construcción de su muro.
Anteriormente, en esta misma bitácora, el martes 1 de septiembre de 2015 en un trabajo publicado en Inglés titulado “This is for you, Mister Donald Trump”, yo le expresé públicamente y en forma abierta a Donald Trump las varias razones por las cuales su pretendida muralla es una soberana estupidez, dejándole en claro mi oposición a pagar la parte que me toque por la edificación de su muralla.
De este modo ya somos dos, Vicente Fox y yo, los mexicanos que le hemos dejado bien claro al payaso de Donald Trump que no pensamos pagarle la parte que nos toca por la construcción de su muralla divisoria.
Pero México cuenta con una población de 120 millones de habitantes. ¿No habrá entre esos 120 millones alguien más, además de Vicente Fox y yo, que también se atreva a decirle públicamente a Donald Trump que no le pagará un solo centavo de la parte que le toque por la construcción de la muralla? Debe de haberlo, o por lo menos debería de haberlo. Pero si lo(s) hay, ¿por qué no se ha(n) manifestado públicamente y en forma enérgica en contra de Donald Trump y en contra del pretendido cobro por la construcción de esa muralla? ¿En dónde están los llamados “líderes morales” como Eruviel Avila, Cuauhtemoc Cárdenas, Santiago Creel, Alejandro Encinas, Rafael Moreno Valle, Amalia García, Miguel Mancera, Manlio Fabio Beltrones, Andrés Manuel López Obrador, y muchos otros como ellos? ¿Qué esperan para empezar una campaña unificada de recolección de firmas a través de la Web en contra del pretendido cobro por la construcción de esa muralla? Si alguno de ellos hubiera abierto ya una página Web para recolectar firmas, estoy seguro de que en cuestión de días se podría recabar sin problema alguno las firmas de varios millones de mexicanos en contra de Donald Trump. ¿Y qué esperan alcaldes de ciudades como Cancún, Puerto Vallarta, Acapulco, Monterrey, Guadalajara y Querétaro para declarar a Donald Trump como persona non grata por su pretendido cobro a todos los mexicanos por el costo de su muralla? Ya lo deberían de haber hecho, a menos de que le tengan miedo.
Aunque Trump estima que su muralla divisoria tendrá un costo aproximado de 10 mil millones de dólares, tomando en cuenta los tres metros adicionales de altura que le piensa agregar en represalia por los comentarios de Vicente Fox una estimación más realista ronda en los 25 mil millones de dólares. Esto significa que, en un reparto equitativo del costo de la muralla, en un país con 120 millones de habitantes le tocarán $208 dólares a cada uno de los habitantes de México, inclusive cada uno de los recién nacidos en México que aún no tienen una cuenta bancaria a su nombre.
Es importante dejar en claro que no se trata de protestar como mexicanos en contra de la construcción de la muralla Trump dentro del territorio norteamericano. Lo que quieran hacer los norteamericanos y el hombre que elijan como su presidente (¿Trump?) dentro del territorio norteamericano es asunto interno de ellos, y México no tiene injerencia alguna en andarse metiendo en cualquier cosa que los norteamericanos quieran hacer dentro de su propio territorio. Pero el que los norteamericanos quieran que otro país o el resto del mundo pague por sus pecados es una cosa completamente diferente, porque allí ya estarían lastimando y afectando a muchos otros que no son culpables por las cosas que quieran hacer o no hacer los norteamericanos.
Donald Trump ha encontrado en los mexicanos el chivo expiatorio ideal para culpar a otros por el declive del imperio norteamericano. Ningún mexicano (específicamente, todos los que vivimos y trabajamos en México) tiene la culpa de que el sistema capitalista desbordado al extremo por los presidentes Republicanos que han estado en el poder (el último presidente norteamericano George W. Bush recurriendo a las mentiras de las supuestas armas de destrucción masiva que había en Irak empezó una guerra que desestabilizó al Medio Oriente y detonó en buena medida y a la larga lo que hoy se conoce como la Gran Recesión) se encuentre con la horca al cuello a causa de una deuda pública de varios trillones de dólares que se antoja impagable. Ningún mexicano tiene la culpa de que el sistema político norteamericano haya creado las condiciones para que se acumulen cantidades cada vez mayores de la riqueza nacional en una proporción cada vez menor de gente trayendo consigo una desigualdad cada vez más grotesca de la riqueza nacional. Los mexicanos en general tampoco somos culpables de que en los Estados Unidos, país hedonista por excelencia, se lleve a cabo el mayor consumo de drogas en el planeta acelerando la decadencia moral y espiritual del imperio. Y ultimadamente, ningún mexicano tiene la culpa del declive de los Estados Unidos como potencia imperial mundial como tampoco la tuvo de la decadencia del Imperio Romano. Son fenómenos de la Historia dictados por circunstancias históricas únicas; se dan cuando se dan, con o sin ninguna planeación de por medio.
El mismo día en que Vicente Fox afirmó publicamente que no pensaba pagarle a Trump un solo centavo por la construcción de su #&!@$*#% muralla, el vicepresidente Joe Biden que se encontraba en México ofreció una disculpa por la feroz retórica anti-mexicana de Donald Trump, diciendo que “el discurso de uno de los aspirantes (Donald Trump) en contra de los mexicanos no representa el punto de vista de la gran mayoría de los estadunidenses”. Tal vez no, pero sí representa el punto de vista de la gran mayoría de los estadounidenses que pertenecen al partido Republicano, confirmado por la amplia delantera que el precandidato Donald Trump lleva sobre todos los demás precandidatos de dicho partido a la presidencia de los Estados Unidos. No se trata de unas cuantas docenas de norteamericanos xenófobos, estamos hablando de millones y millones que no se habían atrevido a “salir del closet” como racistas desde los tiempos en los que las luchas por los derechos civiles los obligaron a recular. Siempre estuvieron allí, antes públicamente, después a escondidas, y ahora en 2016 vuelven a salir a flote en grandes números aclamando con vítores a Donald Trump. Y tienen toda la intención del mundo en convertirlo en presidente cuando se lleven a cabo las elecciones el próximo 8 de noviembre de 2016 (en menos de nueve meses).
Lo más preocupante de todo es que Donald Trump ha sido más que nada el psicólogo (y artista) consumado que ha logrado que afloren a la luz los sentimientos anti-mexicanos que muchos norteamericanos siempre habían negado tener pero que estaban escondidos allí en lo más profundo de su subconsciente. Donald Trump ha logrado que muchos norteamericanos dejen salir a flote libremente su odio xenófobo en contra de sus vecinos del sur. En rigor de verdad, este odio racista y xenofóbico no es muy diferente del que tenían los norteamericanos cuando en elecciones libres y democráticas eligieron por mayoría como su presidente a su muy aclamado James Polk que abrazó la doctrina expansionista del Destino Manifiesto para invadir a México arrebatándole más de la mitad de su territorio. Quizá Donald Trump tarde o temprano quiera usar pretextos similares para arrebatarle a México más territorios como Baja California, Yucatán, Chihuahua, en fin, cualquier cosa que se le venga a la mente aprovechándose del hecho de ser (en caso de llegar a la presidencia) el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la primera potencia militar mundial. Después de todo, el lema de campaña de Donald Trump ha sido desde un principio “Hagamos a los Estados Unidos grande otra vez”. ¿Estamos entonces ante una segunda edición del Destino Manifiesto? No es de extrañar que cada vez haya más analistas y editorialistas que, alarmados ante un precandidato que está confirmando que una gran parte del electorado norteamericano tiene la misma mentalidad que los norteamericanos que simpatizaban con el Ku Klux Klan, están proponiendo seriamente que en caso de lograr llegar Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, México vaya preparando de antemano pactos de asistencia militar mutua con otros países como China y Rusia que también deben de sentirse amenazados y preocupados en caso de que Trump se convierta en presidente de los Estados Unidos.
Los millones de norteamericanos que odian al mexicano y que están votando masivamente por Donald Trump, carentes de seso en su gran mayoría, no se han puesto a pensar siquiera en que el Partido Republicano tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso, la Cámara de Representantes y la Cámara de Senadores, y si Trump se convierte en presidente entonces no habrá nadie que lo detenga. Los Demócratas no lo podrán detener, al ser minoría en ambas cámaras del Congreso, y los Republicanos le concederán la aprobación de todas las iniciativas de ley que se le peguen en gana a Donald Trump, habido el hecho de que el Partido Republicano ya se ha comportado irresponsablemente en el pasado reciente en cosas importantes tales como el control de armas. Si Donald Trump quiere invadir a México como lo hizo James Polk, nada lo detendrá y contará con el apoyo incondicional en el Congreso de sus colegas Republicanos. Si quiere construír su muro cobrándoselo a los mexicanos, también contará con el apoyo para eso. Peor aún, con la muerte reciente del Ministro Antonin Scalia y el posible retiro de otros Ministros avejentados, no habrá quien pueda parar judicialmente ninguna de las pretensiones insanas de Donald Trump habido el hecho de que el presidente de los Estados Unidos es quien escoge y nomina a cualquiera que se le pegue en gana para ocupar las vacantes en la Suprema Corte, y un Congreso dominado en ambas cámaras por el Partido Republicano no le negará la confirmación de sus nominados que indudablemente serán aquellos que comulguen al cien por ciento con las posturas radicales de Donald Trump. Y lo más importante, Donald Trump tendrá en sus manos el maletín con el cual tendrá acceso a los códigos nucleares secretos que le dan el poder para iniciar la Tercera Guerra Mundial y acabar con el planeta. ¿Se atreverá Trump ya como presidente a recurrir al poderío del maletín para amenazar a otras naciones del orbe con tal de imponerles sus condiciones y caprichos? Esto está para meditarse y pensarse seriamente, máxime que no lo están haciendo los millones y millones de norteamericanos que están llevando casi en hombros a Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.
Por lo pronto, sería recomendable que otros mexicanos así como organizaciones prominentes de la sociedad mexicana se vayan uniendo al repudio manifestado ya por dos mexicanos (Vicente Fox y yo) en negarse a pagarle al gobierno de los Estados Unidos por la muralla que Donald Trump piensa construír en la línea divisoria con México. Ha llegado la hora de las definiciones, ha llegado el momento en que cada quien debe pronunciar sus lealtades y decidir con quién está, con Donald Trump y los Republicanos racistas y xenofóbicos, o con México. Es ahora, o nunca, porque cuando el próximo presidente de los Estados Unidos sea juramentado como tal el mediodía del 20 de enero de 2017, será ya demasiado tarde.
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