Aunque el autor de esta bitácora no comparte la creencia musulmana de que un hombre de carne y hueso como Mahoma deba ser sacralizado y considerado_ sagrado a grado tal que ni siquiera se pueda elaborar una imagen en la que se le represente pictóricamente, así sea una imagen de buena calidad artística que lo muestre con dignidad y reverencia, en respeto a este dogma de los musulmanes se ha decidido que en este espacio de imagen en el que debería aparecer puesta alguna imagen alusiva a Mahoma no aparezca absolutamente nada y se mostrará vacío, esperando que esto satisfaga a los islamistas incluyendo a los radicales que están acostumbrados a matar, incendiar, decapitar, aterrorizar e inclusive suicidarse si no se hace todo a su manera. |
Bruselas, marzo de 2016
Los brutales atentados terroristas que ocurrieron en Bélgica y que le han costado la vida a por lo menos 31 civiles inocentes dejando cientos de heridos, varios de ellos graves, no es más que otro episodio dentro de una larga cadena de crímenes demenciales cometidos por unos despiadados fanáticos radicales que dicen \hacerlo todo en el nombre de Dios. La barbarie y la crueldad extrema manifestada por los islamistas radicales que ha llenado de luto y horror muchas partes del mundo es justificada por los fanáticos del Islam como algo inspirado por la religión que dicen profesar con reverencia y respeto. Si no fuera por el Islam, estos criminales no tendrían razón alguna para matar a diestra y siniestra, y mucho menos para suicidarse. Dicen hacerlo todo y estar dispuestos a todo en nombre de su religión.
Pakistán, marzo de 2016
En una demostración sangrienta, contundente y brutal al mundo entero de que el Islam radical es un movimiento internacional, y que además de ser rabiosamente anti-israelita es también anti-cristiano y antibudista y antitodo, apenas transcurrida casi una semana de los atentados musulmanes en Bruselas ocurrió otra carnicería horripilante, esta vez en Pakistán. Las víctimas de los atentados hacia las cuales estaba dirigido esta inmolación masiva eran en su mayoría niños inocentes que celebraban la Pascua en un parque de juegos infantiles, la mayoría de ellos cristianos, aunque también murieron niños musulmanes compañeritos de los niños cristianos. La cobarde masacre en contra de los niños que jugaban y festejaban la Pascua en el parque Gulshan Iqbal, un centro recreativo muy popular en Lahore, una ciudad del suroeste de Pakistán, fue reivindicada por los musulmanes Talibanes que advertieron que van a seguir matando y mutilando y desfigurando más niños, muchos más, en futuros atentados terroristas suicidas, “para la gloria de Alá y su profeta Mahoma”, como si se sintieran los continuadores más entusiastas que pueda haber de la matanza de niños llevada a cabo por el Rey Herodes. Esta es la ralea y la calaña de los herederos de la obra creada por el hombre que fundó el Islam hace mil quinientos años. Y aunque el fundador de la religión que es promovida hoy bajo el auspicio de la intolerancia y las carnicerías inclusive en contra de los propios fue un hombre de carne y hueso como cualquiera de nosotros, muchos de los padres de los niños muertos y heridos en Pakistán por un suicida tan demente como musulmán están convencidos ya de que el hombre que fundó el Islam es un Anticristo en toda la extensión de la palabra tal y como se le menciona en el Libro del Apocalipsis.
Tomando al pie de la letra las aseveraciones emitidas por los terroristas musulmanes en sus textos de indoctrinación así como los sermones impartidos por los clérigos musulmanes que los apoyan invocando los textos considerados sagrados dentro del Islam, debe suponerse que el terrorismo musulán no es la causa sino el efecto de algo que ha precedido toda esta barbarie, y que quienes llevan a cabo esta insania en realidad solo están “siguiendo órdenes”. Si hemos de culpar no al efecto sino a la causa, tenemos que remontarnos tiempo atrás, hasta la persona que fundó el Islam. Y esa persona es Mahoma. No hay nadie más atrás que él en esto, y los mismos musulmanes lo reconocen como el punto de partida.
La conclusión a la que llegó un prominente evangelista norteamericano
Aunque fue un hombre de carne y hueso como cualquiera de nosotros, propenso a incurrir en los mismos aciertos y las mismas equivocaciones en las que incurre cualquier otro humano, Mahoma es considerado por la mayoría de los musulmanes como algo casi sagrado, o mejor dicho sagrado, y cualquier cosa negativa que se diga en contra suya es tomada casi como una blasfemia, o mejor dicho, como una blasfemia. A Mahoma ni siquiera se le puede dibujar, aunque sea de manera respetuosa, bajo riesgo extremo de incurrir en pena de muerte decretada por los religiosos musulmanes, aunque no faltan quienes se atreven a retar esto con su propio modo de protesta como el Día de Dibujar a Mahoma.
De este modo, tratar de responsabilizar a Mahoma por lo que están haciendo miles de sus seguidores en la actualidad es algo que ciertamente provocará mucha ira e indignación entre sus creyentes que se sentirán ofendidos. Pero esto mismo fue precisamente lo que hizo un prominente tele-evangelista norteamericano llamado Jerry Falwell, cuando en un programa radiado en la serie documental 60 Minutes el 5 de junio de 2003 por la cadena de televisión norteamericana CBS, Jerry Falwell dijo: “Creo que Mahoma era un terrorista. He leído a suficientes autores musulmanes y no musulmanes para saber que era un hombre violento, belicista”. En efecto, Jerry Falwell clasificó a Mahoma como un terrorista, el primer terrorista musulmán.
Como era de esperarse, esta blasfemia en contra del fundador del Islam fue tomada como un verdadero sacrilegio por todos los musulmanes, tanto los devotos como los no tan devotos, y las manifestaciones violentas no se hicieron esperar, produciendo (como ya es costumbre en mucho de lo que tiene que ver con los musulmanes) varios muertos en varias partes.
Cuando Jerry Falwell hizo tal afirmación, la hizo aclarando que había leído y estudiado con sumo cuidado a muchos autores musulmanes y no musulmanes para llegar a la conclusión de que Mahoma había sido un hombre violento, un belicista. La respuesta iracunda de los clérigos musulmanes fue contundente: ¿Cómo un hombre de paz, un profeta entre los profetas, que fue todo amor hacia el prójimo, puede ser acusado de haber sido un terrorista?
Es posible que a estas alturas algún grupo de musulmanes fanáticos en los Estados Unidos ya habría secuestrado al evangelista Jerry Falwell para despellejarlo vivo o asarlo a fuego lento, de no ser por el hecho de que Jerry Falwell murió en mayo de 2007 no a causa de un relámpago cayéndole encima sino a causa de un infarto. Antes de proseguir se debe aclarar que Jerry Falwell fue un fundamentalista que también tuvo sus propios críticos. Sin embargo, el fundamentalismo de Jerry Falwell, usando el discurso y el debate como sus armas principales, no tiene nada que ver con el fundamentalismo musulmán cuyas armas son el terror, la destrucción y la muerte.
¿Fue el fundador del Islam un terrorista, o mintió Jerry Falwell con todo dolo y mala fé cuando hizo tal afirmación?
¿Quién tiene la razón?
Los orígenes del Islam
Lo primero que hay que dejar en claro es que, en oposición a Jesucristo quien jamás instruyó a ninguno de sus seguidores a que tomara las armas para imponer mediante la fuerza las enseñanzas del evangelio, Mahoma lejos de ser un pacifista fue un guerrero que libró varias batallas encarnizadas en vida. Este hecho lo reconocen y lo aceptan incluso notables historiadores musulmanes. Mahoma no actuó solo, tuvo a su lado a guerreros sanguinarios como Jalid ibn al Walid. Pero el asunto toral es que fue Mahoma quien les proporcionó el molde para llevar a cabo la expansión del Islam por la buena “o por la mala”.
Para fundar su religión y darle desde su creación una credibilidad que posiblemente no habría tenido, Mahoma desde un principio recurrió al plagio, incorporando referencias y personajes y hechos tomados de otra religión que ya tenía cinco siglos de haber estado creciendo a pasos agigantados en el Medio Oriente e incluso en Europa: el Cristianismo. En efecto, en los textos religiosos del Islam encontramos los nombres de profetas como Abraham al cual se le llama Ibrahim, Moisés al cual se le llama Musa, y Noé al cual se le llama Nuh.
Puesto que en el Nuevo Testamento se proclama a Jesús como el Hijo de Dios, y Jesús era conciliador y pacifista, lo cual no iba de acuerdo con el espíritu bélico y agresivo de Mahoma, lo primero que hizo Mahoma al fundar su religión fue reducir a Jesús el Hijo de Dios a la categoría de simple profeta, negándole divinidad alguna (algo parecido a lo que hicieron los sacerdotes del Gran Sanhedrín en Jerusalén al condenar a Jesús a la muerte). Y ya con Jesús minimizado a la calidad de simple profeta, Mahoma se proclama a sí mismo como profeta, pero no cualquier profeta, sino como el profeta más grande de todos los tiempos, superior incluso a Jesús, dejándole Mahoma a sus creyentes y seguidores la tarea de vanagloriarlo a tales alturas que es el nicho sagrado en el actualmente que lo tienen los islamistas. Se aclara que Mahoma no murió crucificado y mucho menos resucitó después de haber fallecido, como tampoco se le conocen milagros de sanación ni que haya resucitado muerto alguno. Y se aclara también que a diferencia de Jesús el cual ascendió al Cielo después de su resurrección, la supuesta ascensión de Mahoma al cielo nada tiene que ver con la que, según relatan Marcos y Lucas, realizó Jesús al final de su estancia en el mundo, después de haber resucitado y como escenificación de su victoria sobre la muerte en el modo en el que profesan los cristianos. La supuesta ascensión de Mahoma es una ascensión al cielo en un momento concreto de su vida, para volver luego de él (de hecho, todo ocurre en el curso de una noche), para terminar muerto once años después y no resucitado sino enterrado como cualquier otro mortal.
En lo que sería la primera de sus numerosas y encarnizadas jornadas militares, en marzo de 624 Mahoma condujo a trescientos guerreros en un asalto a una caravana de mercaderes que se dirigía a La Meca. Los integrantes de la caravana lograron rechazar el ataque y posteriormente decidieron dirigir una represalia contra los seguidores de Mahoma, enviando un pequeño ejército a invadir a Medina. El 15 de marzo de 624, en un lugar llamado Badr, ambos bandos chocaron, y si bien los seguidores de Mahoma eran numéricamente tres veces inferiores a sus enemigos (trescientos contra mil), los musulmanes ganaron la batalla, en una muestra temprana del poder que puede tener el fanatismo extremo para infundir valor a quienes van al campo de batalla con la idea en la mente de que morir peleando es una garantía para ganarse el cielo (este tipo de fanatismo también lo inculcaban los sacerdotes Aztecas a los guerreros del Imperio Azteca, y gracias a ello lograron conquistar y subyugar a muchos pueblos). Éste fue el primero de una serie de logros militares por parte de los musulmanes encabezador por Mahoma.
Los yihadistas de hoy argumentan, sin que les falte razón en ello, que solo están siguiendo el ejemplo del guerrero que fue inspirado por el mismo Mahoma, quien se vuelve a repetir no era ningún pacifista.
El estigma de Ismael
El gran patriarca de los pueblos semíticos en Medio Oriente es Abraham. De él descienden los judíos y los árabes. Sin embargo, la parte árabe siempre ha guardado un resentimiento a lo que sucedió en aquellos tiempos de acuerdo a la Biblia. Lo relata el Libro del Génesis del modo siguiente:
Gén 16:1 Sarai mujer de Abram no le daba hijos; y ella tenía una sierva egipcia, que se llamaba Agar.De este modo, el pueblo judío desciende de Isaac, mientras que los árabes descienden de Ismael. El problema para Ismael es que él es el que fue echado de la casa de Abraham, dándosele preferencia a Isaac por encima de Ismael.
Gén 16:2 Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai.
Gén 16:3 Y Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al cabo de diez años que había habitado Abram en la tierra de Canaán, y la dio por mujer a Abram su marido.
Gén 16:4 Y él se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora.
Gén 16:5 Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta sea sobre ti; yo te di mi sierva por mujer, y viéndose encinta, me mira con desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo.
Gén 16:6 Y respondió Abram a Sarai: He aquí, tu sierva está en tu mano; haz con ella lo que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia.
Gén 16:7 Y la halló el ángel de Jehová junto a una fuente de agua en el desierto, junto a la fuente que está en el camino de Shur.
Gén 16:8 Y le dijo: Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes tú, y a dónde vas? Y ella respondió: Huyo de delante de Sarai mi señora.
Gén 16:9 Y le dijo el ángel de Jehová: Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano.
Gén 16:10 Le dijo también el ángel de Jehová: Multiplicaré tanto tu descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud.
Gén 16:11 Además le dijo el ángel de Jehová: He aquí que has concebido, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Ismael, porque Jehová ha oído tu aflicción.
Gén 16:12 Y él será hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él, y delante de todos sus hermanos habitará.
Gén 16:13 Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres Dios que ve; porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve?
Gén 16:14 Por lo cual llamó al pozo: Pozo del Viviente-que-me-ve. He aquí está entre Cades y Bered.
Gén 16:15 Y Agar dio a luz un hijo a Abram, y llamó Abram el nombre del hijo que le dio Agar, Ismael.
Gén 16:16 Era Abram de edad de ochenta y seis años, cuando Agar dio a luz a Ismael.
Gén 21:1 Visitó Jehová a Sara, como había dicho, e hizo Jehová con Sara como había hablado.
Gén 21:2 Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho.
Gén 21:3 Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac.
Gén 21:4 Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac de ocho días, como Dios le había mandado.
Gén 21:5 Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo.
Gén 21:6 Entonces dijo Sara: Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo.
Gén 21:7 Y añadió: ¿Quién dijera a Abraham que Sara habría de dar de mamar a hijos? Pues le he dado un hijo en su vejez.
Gén 21:8 Y creció el niño, y fue destetado; e hizo Abraham gran banquete el día que fue destetado Isaac.
Gén 21:9 Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac.
Gén 21:10 Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.
Gén 21:11 Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo.
Gén 21:12 Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia.
Gén 21:13 Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente.
Gén 21:14 Entonces Abraham se levantó muy de mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo sobre su hombro, y le entregó el muchacho, y la despidió. Y ella salió y anduvo errante por el desierto de Beerseba.
Gén 21:15 Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un arbusto,
Gén 21:16 y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró.
Gén 21:17 Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está.
Gén 21:18 Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación.
Gén 21:19 Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho.
Gén 21:20 Y Dios estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto, y fue tirador de arco.
Gén 21:21 Y habitó en el desierto de Parán; y su madre le tomó mujer de la tierra de Egipto.
Así pues, la animadversión de los árabes hacia sus primos hermanos los judíos está enraizada en la misma Biblia. Esta animadversión siempre estuvo allí latente. Era solo cosa de tiempo para que un árabe tarde o temprano tratara de reemplazar a la Biblia, el texto sagrado de los judíos, con otro texto a ser considerado por los árabes como más sagrado aún que la misma Biblia, en el que se “limpiara” lo que para muchos árabes descendientes de Ismael era considerado como una humillación. Y este texto fue el Corán, sacralizado por los musulmanes inclusive por encima del Antiguo Testamento. Con el Corán, el tiempo de “ajuste de cuentas” con los descendientes de Isaac llegó, haciendo a un lado hasta el mismo Jesús -también judío al fin y al cabo-. La animadversión entre árabes musulmanes y judíos es un asunto que sigue sin resolver, evidenciado por la ausencia de paz en el Medio Oriente en los tiempos del tercer milenio.
Los terroristas musulmanes, ¿consentidos por sus congéneres?
No todos los practicantes del Islam son terroristas, eso hay que reconocerlo y hay que dejarlo en claro desde un principio. Es común ver que cada vez que ocurre una matanza de grandes proporciones como las que llevan a cabo radicalistas tales como los Talibanes o el Ejército Islámico, al aumentar el enojo en los países que sufren o han sufrido atentados terroristas musulmanes y al aumentar la presión popular en contra de las comunidades musulmanas exigiéndose que se le cierren las fronteras a los musulmanes que quieran inmigrar a Europa o al continente americano, las comunidades musulmanas en las que no se pregona abiertamente el terrorismo señalan que a ellas también les causa enojo el ver que por culpa de los terroristas suicidas todo el Islam termina cargando con la mala fama y con el peso de la culpa. Sin embargo, los escépticos se preguntan: ¿y en donde está todo el enojo que dicen sentir los miembros de las comunidades musulmanas en cuyas mezquitas aseguran que no se indoctrina ni se recluta a terroristas? Porque bien es cierto que hasta la fecha nadie en el mundo musulmán ha organizado una “gran cumbre del Islam” desde la cual los representantes de mezquitas tanto en Norteamerica como en Asia y Europa pronuncien una condena mundial unificada en contra de los terroristas, en lo que vendría siendo una especie de “excomunión” catalogando y señalando a todos los terroristas suicidas como “no-musulmanes” o como “enemigos del islam”. Al menos se debería de haber emitido ya desde hace mucho tiempo de parte de la mayoría de las comunidades musulmanas, a nivel mundial, un decreto fetua (conocido también como fatwa) condenando como falsos musulmanes a todos los terroristas suicidas que afirman ser musulmanes al momento de morir cometiendo sus atrocidades y sus actos suicidas, y/o obligando a los musulmanes del mundo entero a denunciar ante las autoridades a los miembros de organizaciones terroristas suicidas en vez de simplemente conformarse con ignorarlos o protegerlos. Estos decretos musulmanes pueden y a veces suelen ser efectivos, y una fetua puede llegar al extremo de ser una orden de aplicar una pena de muerte en contra del alguien considerado enemigo del Islam. Esto fue precisamente lo que ocurrió en el caso del escritor Salman Rushdie sobre el cual pesa una condena a muerte, con la cual tendrá que cargar Rushdie por el resto de su vida si es que algún musulmán no se la hace efectiva. Sin embargo, hasta la fecha en ninguna comunidad musulmana se ha emitido una sola fetua en contra de ningún terrorista musulmán, ni siquiera tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, lo cual hace sospechar a muchos que, pese a sus diferencias, muchas comunidades musulmanas a nivel mundial le muestran respeto e inclusive una admiración silenciosa hacia los terroristas suicidas, lo cual equivale una aprobación tácita a sus actividades aunque en su fanatismo terminen matándose entre sí. La única fetua a escala global que existe en los hechos pero que no ha sido reconocida explícitamente como tal es la que practicó Mahoma desde un principio: la fetua de la intolerancia, decretada en contra de cualquiera que no se quiera convertir al Islam ni por las buenas ni por las malas, en cuyos casos los musulmanes seguidores de Mahoma ya saben lo que tienen que hacer en lo que respecta a tales “infieles” que se rehusan a ser convertidos al Islam.
El Islam, ¿inspirado por Satanás?
Embrollando aún más el debate en torno a Mahoma está el argumento manejado en el terreno religioso por algunos analistas de que todo lo que representa y todo aquello por lo cual luchó Mahoma está al servicio no de Dios, sino del arcángel Satanás, el ángel rebelde, el enemigo número uno de Dios y de la Creación, habido el hecho de que las armas utilizadas para lograr el objetivo final (la conversión de la humanidad entera al Islam, por las buenas “o por las malas”) incluyen tácticas excesivamente brutales y despiadadas, o sea justo lo mismo que se supone agradaría sobremanera no a Dios sino a Satanás. El fundamento de este argumento estriba en la suposición de que el ángel que supuestamente tomó a Mahoma para llevar a cabo la redacción del Corán no era el ángel Gabriel sino el mismo Satanás, haciéndose pasar por arcángel Gabriel. Después de todo, se argumenta, ¿no es Satanás el gran engañador? ¿No es Satanás el príncipe de la mentira, el príncipe de los impostores? Y el argumento es reforzado con la observación de que Mahoma vivió cinco siglos después de Cristo, o sea que en los tiempos de Mahoma el Cristianismo ya existía como religión monoteísta fundamentada, y en vez de convertirse en un predicador del mensaje pacifista de Jesucristo, Mahoma optó por renegar del Cristianismo fundando su propia religión con la ayuda del supuesto ángel Gabriel. ¿Qué objetivo podría tener que un ángel de Dios se aliara con un humano para fundar otra religión distinta cuando ya había una religión fundada por alguien que se reveló no como profeta (como pretenden hacerlo pasar Mahoma y sus seguidores) sino como el mismo Hijo de Dios? Si el ángel Gabriel de Mahoma hubiera tenido cualquier relación con el ángel Gabriel de la Biblia, entonces cabría esperar que en vez de haberle pedido a Mahoma fundar una nueva religión que a la postre con sus guerras y sus actos terroristas le terminaría costando a los cristianos y a los judíos muchas vidas y mucha sangre, el ángel Gabriel le habría pedido a Mahoma convertirse en predicador del evangelio de Jesús o en todo caso del Antiguo Testamento o Tora. Pero al no hacer tal cosa el ángel Gabriel de Mahoma, se deduce que el ángel Gabriel de Mahoma no era el ángel Gabriel de la Biblia, sino otro tipo de ángel. Y siendo un ángel que predicaba la guerra, las matanzas, el derramamiento de sangre y hasta el suicido, ¿qué otro ángel podría haber sido sino el mismo Satanás?
Muchos clérigos musulmanes argumentan que los desmanes y barbaries cometidos por los fundamentalistas abusan del hecho de que el Corán es rico en metáforas que pueden ser interpretadas no en un solo sentido sino de varias maneras. Pero tratándose de un texto que se supone sagrado, se supone que desde un principio habría sido redactado con un lenguaje claro que no puede prestarse a varias interpretaciones, esto si ha de tener la importancia y claridad que debe merecer un texto sagrado. La riqueza metafórica es entonces un fallo –y bastante grave- que un redactor inspirado en lo divino jamás habría incurrido; ese tipo de errores es propio de los hombres, no de los ángeles ni de los arcángeles.
La ausencia de claridad que resulta de haber metido tantas metáforas en el Corán permitiéndole que se le puedan dar a un mismo pasaje varias interpretaciones inclusive contradictorias en vez de una sola interpretación (como el mandamiento “No robarás” de la Biblia que no se presta a dobles interpretaciones) es lo que ha producido varios cismas dentro del mismo Islam, y el mayor cisma de todos es que el Islam está fracturado en dos grandes vertientes, los chiitas y los sunitas, muchos de los cuales se odian y se matan entre sí encarnizadamente. ¡Y cada cual, basándose en el mismo Corán, argumenta tener la razón!
Un ejemplo de la falta de contundencia y claridad en el Corán lo encontramos en el asunto del suicidio. Dependiendo de cómo se le interprete en el Corán, el suicidio es un pecado gravísimo e imperdonable, un atentado directo en contra de la voluntad de Dios y el mayor regalo que pudo haberle dado al hombre, una ruta de entrada directa al Infierno. Pero también “bajo ciertas condiciones” el suicidio es justificable y garantiza la entrada directa al Paraíso por la vía rápida. Esta segunda interpretación es la que usan los kamikazes yihadistas para matar sin juicio previo a gente a la que ni siquiera conocen (incluyendo niños, mujeres y ancianos) a la vez que se suicidan, convencidos de que estarán siendo esperados en el Paraíso en donde se les hará entrega de 72 vírgenes para que puedan estarle dando rienda suelta a todos sus apetitos carnales por el resto de la eternidad.
Lo más duro de las argumentaciones en contra del Corán relacionando al ángel Gabriel con el mismo Satanás es que, tomadas como ciertas, ello implicaría que todas las matanzas y actos de terrorismo y crímenes de lesa humanidad en que han incurrido hasta la fecha los islamistas fundamentalistas serían cosas que, lejos de enviarlos al Cielo como premio a sus obras, los estarían enviando al mismo Infierno como castigo perpetuo a tanto mal que han traído. Los suicidos de los terroristas habrían sido en vano, y en vez de 72 vírgenes esperándolos en el más allá habría 72 demonios para cada uno de los suicidas.
Si en verdad el Islam fue inspirado por el mismo Satanás para servirle a Satanás como un obstáculo formidable en contra del avance de los Evangelios y de la Biblia, las consecuencias para los musulmanes que han muerto matando a tanta gente inocente recurriendo a la Yihad y al suicidio serían terriblemente tristes y trágicas. Esto implicaría que:
(1) Los terroristas del Estado Islamico que atacaron recientemente en Bruselas se fueron directamente al Infierno.
(2) Los 19 terroristas de Al Qaeda que destruyeron las Torres Gemelas en Nueva York se fueron directo a los infiernos.
(3) Los terroristas del Estado Islamico que cometieron las recientes carnicerías en Francia se encuentran ya en el Infierno.
(4) Los terroristas de Boko Haram culpables del secuestro de niñas en Nigeria se encuentran ya en manos de Satanás o en vías de llegar a sus manos.
(5) Y así sucesivamente con todos los demás terroristas musulmanes. Todos. Directo al Infierno. Sin piedad ni misericordia, en concordancia con la advertencia bíblica “Con la vara que midas, serás medido” (Mateo 7:2).
Si esto es así, si hay un castigo divino esperando a todos los que matan y se suicidan invocando como un cobarde pretexto de sus crímenes a Dios, las mazmorras del averno han de estar rebosando con millares de almas de individuos que esperaban irse directamente al Cielo y han de haber despertado sorprendidos al encontrarse en un lugar completamente diferente. Sin las 72 vírgenes, desde luego, pero seguramente con la compañía de 72 demonios por el resto de la Eternidad.
Conclusiones
¿Habría sido éste mundo un mundo mejor si Mahoma no hubiera nacido o no hubiera inventado el Islam? Los millares que han muerto o que han quedado mutilados o desfigurados -cosas que complacen mucho a Satanás- a causa de las carnicerías llevadas a cabo por los seguidores de Mahoma como ocurrió recientemente en Bruselas posiblemente estarían de acuerdo, aunque es también posible que los dementes y asesinos seriales que hoy matan en nombre del Islam habrían terminado haciendo lo mismo pero recurriendo a cualquier otro pretexto, que al fin y al cabo los pretextos sobran. Esto nunca se sabrá.
¿Fue Mahoma un terrorista? ¿Tenía razón el evangelista Jerry Falwell al haber llegado a esta conclusión después de haber estudiado el tema a fondo? No se dará aquí respuesta a esta interrogante ni en el sentido positivo ni en el sentido negativo. Cada quien debe formarse su propia opinión consultando la mayor cantidad de obras posibles, inclusive obras elaboradas por académicos del Islam, porque para obtener una respuesta para una pregunta de este calibre es necesario leer y comparar todos los argumentos en pro y en contra que se puedan recabar. De cualquier modo, se han dado aquí suficientes “pistas” que pueden ser usadas como punto de partida. Mientras tanto, los ataques terroristas de los musulmanes seguirán, ya nos estamos acostumbrando a ello; y no anda por aquí Mahoma vivito y coleando para reclamarle o para pedirle que meta en orden a sus seguidores que le están haciendo un flaco favor a su religión ganándose el odio de quienes profesan otra religión o incluso ninguna religión.
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