Puesto que hoy, 17 de marzo de 2017, han transcurrido 56 días desde que Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos, faltan 144 días para que el Presidente Trump decida de manera definitiva e irrevocable si quiere continuar negociando con México un nuevo TLCAN o si opta por sacar a Estados Unidos del acuerdo trilateral Estados Unidos-México-Canadá, de acuerdo con el tiempo límite fijado por él mismo, sin conceder ninguna extensión a dicha fecha fatal.
En una reunión con Senadores en la Casa Blanca efectuada el 2 de febrero de 2017, Donald Trump reiteró que lo que quiere con México es un nuevo TLCAN renegociado que en vez de ser simplemente NAFTA (el TLCAN por sus siglas en inglés) deberá ser un NAFFTA, un North American Free and Fair Trade Agreement (NAFAFTA). Y la cuestión de “lo justo”, al menos para Donald Trump, radica en que México no le arrebate sus empleos a los trabajadores norteamericanos ofreciendo a las empresas norteamericanas hacer lo mismo por la quinta o décima parte de lo que les cuesta hacerlo en Estados Unidos. Esto solo se puede lograr igualando los salarios de los trabajadores mexicanos con los salarios de los trabajadores norteamericanos. Pero es imposible que tal cosa ocurra, al menos no mientras México tenga una gran abundancia de gobernantes corruptos como Javier Duarte que gozan de absoluta impunidad mientras están haciendo de las suyas, lo cual ha impedido que México pueda alcanzar a Estados Unidos en su nivel de prosperidad y abundancia (proporcionalmente hablando). Entonces ya desde ahora demos por muerto el TLCAN.
Dejemos una cosa en claro. Si lo que pretende el presidente Trump es que en México con un TLCAN renegociado suban los salarios de los trabajadores mexicanos ( actualmente rondando los 200 pesos diarios) para estar a la par con los salarios de los trabajadores norteamericanos (35 dólares la hora) en sectores como la industria automotriz y de este modo los trabajadores norteamericanos ya no pierdan sus empleos por la vasta diferencia salarial que motiva a muchas empresas a trasladar sus operaciones de los Estados Unidos a México, esto no va a ocurrir ni ahora ni nunca, pese a que fue una de las promesas hechas a los mexicanos por el entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari para convencerlos de que unirse a la iniciativa de un tratado de libre comercio lanzada inicialmente por el Presidente Ronald Reagan (emanado del Partido Republicano) era lo mejor para subir substancialmente los salarios en México poniéndolos a la par con los salarios ganados por los trabajadores norteamericanos. 23 años después de haber entrado en vigor el 1 de enero de 1994, los salarios en México no solo no subieron como lo había prometido el gobierno federal de México, sino que en el mejor de los casos quedaron estancados tras una serie de devaluaciones del peso como la que tuvo lugar a causa del famoso error de diciembre justo el mismo año en el que entró en vigor el TLCAN. Y el país entero fue convertido en una gigantesca planta maquiladora con salarios de supervivencia explotando la mano de obra mexicana casi como mano de obra esclava. ¡Qué más quisieran los trabajadores mexicanos que sus salarios hubieran ido aumentando gradualmente hasta estar a la par con sus contrapartes en los Estados Unidos! Pero con la experiencia de dos décadas de TLCAN, se puede afirmar categóricamente que tal aumento salarial no se va a dar ni ahora ni nunca, al menos no gracias a un tratado TLCAN. Si eso es lo que quiere Trump como condición obligatoria para que su gobierno mantenga vigente el TLCAN, al ser ésta condición fundamental una condición imposible de cumplir en México entonces podemos dar por muerto al TLCAN, y cuanto antes mejor porque ello nos permitirá empezar a hacer preparativos para desligar a México de una vez por todas y para siempre de la terrible dependencia comercial con Estados Unidos que el TLCAN propició, y empezar a voltear los ojos hacia otras partes del mundo habido el hecho de que Estados Unidos no es el único país en este globalizado planeta además de México. Puesto que como una de sus primeras acciones de gobierno, Trump ya mató el 23 de enero de 2017 el proyecto del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, privándose a sí mismo como Presidente y privándole para siempre a su propio país de una importante pieza de negociación con China (que le hubiera servido hoy a Trump para enfrentar los desafíos y las amenazas lanzadas por Corea del Norte) entregándole de este modo a China en bandeja de plata la iniciativa para tomar el liderazgo de un nuevo Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica pero con la ausencia total de los Estados Unidos reemplazado por la nueva superpotencia económica mundial que es China, no debe quedar duda alguna de que al cumplir Trump sus primeros 200 días de gobierno tomará los pasos necesarios para matar también el TLCAN, y es mejor darlo por muerto ya antes que ceder a los caprichos de un presidente berrinchudo y caprichudo que parece que ha perdido todo contacto con la realidad.
En el artículo titulado Mexicans Are the Nafta Winners? It’s News to Them, obra constancia de cómo el Tratado de Libre Comercio ha decepcionado a muchos mexicanos. En esa nota se consigna que “Durante 30 años en Whirpool, trabajando en la planta manufacturera que la compañía posee en esta ciudad industrial mexicana, José Luis Rico ha atestiguado varios cambios mayores. La planta laboral ha crecido, fabricando refrigeradores más parecidos a robots que a los modelos sencillos de principios de su carrera. Los cambios los fomentó un acuerdo de libre comercio entre México, Canadá y Estados Unidos que prometía llevar a México hacia el futuro. Sin embargo, lo que no pareció subir fue el sueldo de Rico. Tras varios aumentos, aún sigue ganando muy por debajo de los 10 mil dólares anuales –suma, argumenta, que difícilmente convierte a México en el gran ganador del Tratado de Libre Comercio de América del Norte que dice el presidente electo Donald Trump que es. De hecho, para Rico y muchos trabajadores, políticos y economistas mexicanos, el TLC no parece ninguna victoria. “Más bien es sobrevivencia”, opinó Rico. “Yo pensé que mejoraría mi vida, que este convenio crearía oportunidades para todos”. “Quizá las ha creado”, añadió, señalando el logo de Whirpool situado a la entrada de las instalaciones. “Sólo que no para nosotros”. Trump hizo de cuestionar las virtudes del TLC parte central de su campaña, calificándolo en cierto momento como “el peor acuerdo comercial que probablemente se haya firmado nunca en algún lugar” y no ha bajado el ritmo desde que resultó electo. Tan sólo el martes, criticó a General Motors por enviar a Estados Unidos automóviles hechos en México, se atribuyó la decisión de Ford de cancelar sus planes de una fábrica nueva en México y nombró a un conocido activista de políticas proteccionistas, Robert Lighthizer, su jefe de negociadores comerciales. El argumento de Trump ha impulsado la idea de que cuando el trabajador estadounidense perdió, la economía mexicana ganó. Pero aquí en México, cada vez se cree más que, a pesar de atraer una cantidad enorme de inversiones al país, el TLC ha sido una gran decepción. “A final de cuentas, como estrategia de desarrollo, debió haber conducido a un crecimiento sostenido mayor, generado salarios bien pagados y reducido la brecha entre México y Estados Unidos”, dijo Gerardo Esquivel, economista del Colegio de México. “Se ha mantenido muy por debajo de lo que se esperaba”. La economía nacional ha crecido a un promedio de apenas 2.5 por ciento anual con el TLC, una fracción de lo que se necesitaba a fin de proporcionar los empleos y la prosperidad que sus partidarios prometían. Más del 50 por ciento de los mexicanos siguen viviendo por debajo de la línea de pobreza, proporción sin cambiar desde 1993 –antes de que entrara en vigor el tratado. En México los salarios llevan más de una década estancados, persistiendo la pertinaz brecha entre los ricos y pobres en el país. La mayoría de los trabajadores mexicanos sobreviven laborando duramente en la oscuridad de empleos informales en talleres, mercados y ranchos. Mientras tanto, las tecnologías nuevas han eliminado numerosos empleos al tiempo que elevan la productividad, lo cual es buena noticia para las empresas pero representa un golpe para la mano de obra. “En México está pasando exactamente el mismo fenómeno que en Estados Unidos. A ambos lados de la frontera va a la baja el poder de negociación de los trabajadores”. dijo Timothy A. Wise, investigador en la Universidad Tufts”.
Las pláticas de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) con México y Canadá iniciarán a finales de 2017 y probablemente durarán un año, señaló ayer el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross.
En entrevista con Bloomberg TV, Ross dijo que la Administración del presidente Donald Trump está aún en etapas tempranas del proceso de Autoridad de Promoción Comercial, el llamado “fast track”, por el cual debe notificar al Capitolio 90 días antes del inicio de la negociación.
“Ese proceso por su propia naturaleza tiene un punto de inicio de varios meses antes de que cualquier cosa seria ocurra. Entonces estamos hablando de finales de este año antes de que negociaciones verdaderas inicien”, explicó Ross en el programa Bloomberg Daybreak.
“Pienso que las negociaciones ojalá no tomaran más de un año. ¿Cuánto tiempo tomará el implementarlas y en obtenerse las reducciones esa es otra cuestión? Estas son cosas muy complicadas”, añadió el secretario sobre el tiempo estimado que puede esperarse un acuerdo final.
En la misma entrevista, aseguró que el Gobierno está abierto sobre si las negociaciones del TLC puedan ser trilaterales o bilaterales pero insistió que tanto México como Canadá, y otros socios, saben ya que con la Administración Trump deberán de hacer concesiones en comercio.
“El presidente ha indicado su preferencia general por bilaterales. Pero tenemos la mente abierta sobre la forma en que ocurrirán las pláticas del TLC. La cosa más importante es el resultado final, no si es un arreglo bilateral o trilateral”, apuntó Ross.
“La realidad es que los mexicanos y los canadienses, todos saben, que los tiempos son diferentes, que vamos a tener nuevas relaciones comerciales con la gente. Y todos ellos saben que tendrán que hacer concesiones. La única cuestión es cuál es la magnitud y cuál es la forma de las concesiones”.
Formalmente, la figura de la Administración estadounidense que debe dirigir las negociaciones es la Oficina del Representante Comercial de EU (USTR, por sus siglas en inglés) cuyo titular, Robert Lighthizer, aún debe ser ratificado por el Senado; su audiencia de confirmación está programada el 14 de marzo.
Y en otra nota de carácter local (en Ciudad Juárez, México) publicada el mismo día bajo con el título “Prevén incertidumbre por aplazamiento a negociación del Tratado” dice: “Analistas económicos e industriales señalaron que habrá incertidumbre en el sector manufacturero en tanto no se presenten las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), programadas oficialmente para diciembre de este año. A pesar de que aseguraron que existe más certeza de los objetivos de Estados Unidos tras las declaraciones del secretario de Comercio, Wilbur Ross, los especialistas prevén que algunas maquiladoras tratarán de acelerar la producción antes de que se modifiquen las reglas actuales del acuerdo comercial. La directora de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra), Viridiana Vázquez Guerrero, aseguró que el hecho de que las negociaciones se postergaran hasta el último mes del año representa incertidumbre y podría generar que las empresas en Ciudad Juárez estén produciendo a escalas mayores y que los trabajadores laboren hasta tres jornadas para prepararse para estos cambios. Dijo que México deberá buscar convertirse en una nación independiente, a partir del acuerdo comercial con naciones asiáticas a las que se les pueda dar incentivos y certificaciones para que entren a un acuerdo comercial. El analista económico y director de Sólo Negocios, Alejandro Sandoval Murillo, comentó que el anuncio realizado por Ross acerca de las renegociaciones del TLCAN generará dudas que quizá permeen más incertidumbre a los mercados. Sin embargo, aseguró que existe un grado de certeza debido a que ya hay una fecha para el establecimiento de mesas de diálogo y las declaraciones difundidas del secretario de Comercio que anuncian “beneficios” para México con la renegociación. Sandoval Murillo explicó que las directrices genéricas del tratado expuestas por Ross son contradictorias a la tesitura del presidente Donald Trump, que había hecho comentarios agresivos con respecto a la relación con México.”
Existe una posibilidad de que alguien le haya hecho ver a Donald Trump que quienes más duramente terminarán pagando el costo por la destrucción del TLCAN, además de los mexicanos, serán los mismos norteamericanos. Trump ha dicho ya que para castigar a las empresas norteamericanas que se vayan o que se hayan ido a México para aprovechar la mano de obra barata, aplicará aranceles a sus productos enviados desde hacia Estados Unidos. Independientemente de las consecuencias de que el gobierno mexicano responda imponiendo sus propios aranceles a los productos fabricados en Estados Unidos y exportados a México, está el hecho de que los productos norteamericanos fabricados en su totalidad en Estados Unidos sin aprovechar la mano de obra mexicana de bajo costo que está justo al sur de la frontera se van a elevar substancialmente en sus costos. En la frontera de Estados Unidos con México, es común ver que muchos norteamericanos que están bajo tratamiento médico acudan a México para comprar sus medicamentos simple y sencillamente porque sus medicinas se pueden comprar a un costo substancialmente menor en México, y muchos de ellos si no hicieran tal cosa tendrían que resignarse a morir por falta de medicamentos al alcance de sus bolsillos. Lo mismo puede suceder con muchos otros productos. Trump ha dicho que quiere imponer un arancel del 35 por ciento a los autos fabricados en México y exportados a los Estados Unidos. ¿Y quién es el que va a terminar pagando a fin de cuentas ese arancel del 35 por ciento? ¡Pues los mismos consumidores norteamericanos!
Para ilustrar lo anterior, veamos la siguiente tabla comparativa entre lo que cuestan varios modelos de carros fabricados en la actualidad con la ayuda de la mano de obra mexicana en México y lo que terminarán costando casi de inmediato en caso de que Donald Trump aplique los aranceles que ha prometido aplicar:
Autos producidos en México modelo 2017 |
Precio en dólares |
Con el 20% | Con el 30% |
Volkswagen Beetle | $19995.00 | $23994.00 | $26993.25 |
Volkswagen GTI | $25595.00 | $30714.00 | $34553.25 |
Nissan Versa | $11990.00 | $14388.00 | $16186.50 |
Honda Fit | $16090.00 | $19308.00 | $21721.50 |
Honda CR-V | $24045.00 | $28854.00 | $32460.75 |
Dodge Journey | $21145.00 | $25374.00 | $28545.75 |
Ford Fusion | $22120.00 | $26544.00 | $29862,00 |
Lincoln MKZ | $35170.00 | $42204.00 | $47479.50 |
Jeep Compass | $19940.00 | $23928.00 | $26919.00 |
Así pues, mientras que a un mexicano su carro Volkwagen Beetle le costaría $19995 dólares, un norteamericano tendría que pagar por el mismo carro $23994 dólares si el arancel aplicado por Trump es del 20 por ciento. Y si el arancel aplicado por Trump es del 30 por ciento, el mismo carro le costaría casi 2 mil 700 dólares en lugar de los 2 mil dólares que vendría pagando el mexicano. El consumidor norteamericano sin duda alguna le reclamaría enfurecido a su presidente Trump:
“¿Y por qué demonios tengo que pagar yo 700 dólares más que los que paga el consumidor mexicano por el mismo carro?”. A lo que el presidente Trump le respondería: “Pues para que la cosa sea más justa, más equitativa con México”. Y el consumidor norteamericano le replicaría a Trump: “¿Estás loco? ¿A eso lo llamas justo? ¿A eso lo llamas parejo? ¿Sacrificando mi propio bolsillo?”.
Dejemos lo siguiente en claro. México no será el único país afectado. Estados Unidos también resultará afectado. Cientos de miles de empleos de estadounidenses que trabajan en empresas que exportan hacia México estarán en riesgo de desaparecer, afectando a los mismos trabajadores norteamericanos a los cuales Trump les juró que les cuidaría sus empleos. Veremos qué hace con ellos una vez que Estados Unidos, retirado ya del Tratado de Libre Comercio, enfrente las barreras arancelarias de un mercado mexicano que se volverá más proteccionista. Así como Trump tiene el derecho de velar (o decir que vela) por los intereses de los trabajadores y los propietarios de las empresas norteamericanas, del mismo modo México tiene el derecho de velar por los derechos e intereses de los trabajadores mexicanos.
México no está tan frito como pretende hacernos creer el señor Trump. México sigue siendo el primer productor de plata en el mundo. México es el principal productor de aguacate del planeta, y si Estados Unidos no quiere este producto, hay muchos otros países, sobre todo en Europa y en Asia, interesados en comprárselo a México. México es también el principal exportador de mango en el planeta. México es también el principal productor de tomate en el mundo. Si el ignorante de Trump cree que los mexicanos somos unos limosneros que sin las limosnas de los Estados Unidos nos vamos a morir de hambre, ha llegado la hora de demostrarle lo contrario y darle una lección histórica al imperio. Si muchos norteamericanos, ensoberbecidos por el discurso aislacionista y xenófobo de su nuevo presidente, realmente creen que México es una república bananera de tercera clase, ha llegado el momento de demostrarles lo contrario.
Como lo más probable es que no será posible darle gusto al presidente Trump en todo, lo mejor que puede hacer México es irse preparando desde ya para el fin del Tratado de Libre Comercio a partir del 8 de agosto de 2017. México no se acabará; las cosas se podrán poner malas, pero México no va a desaparecer del mapa, seguirá habiendo en el globo terráqueo un país llamado México. El Tratado de Libre Comercio TLCAN entró en vigor el 1 de enero de 1994, pero México no nació ese día. Antes del 1 de enero de 1994, México ya existía, y si después del 8 de agosto de 2017 desaparece dicho tratado trilateral por decisión personal unilateral de Trump, México no dejará de existir.
Tecnológicamente hablando, México no estaba tan atrasado como lo estaba hace 40 años, y en México se están desarrollando e inventando cada vez más artículos de innovación que hacen de sus contrapartes norteamericanas algo suntuario y superfluo. Ya dí un ejemplo de ello el mes pasado en una entrada titulada Tecnología mexicana, made in Ciudad Juárez.
El error que cometió México fue depender para sus relaciones comerciales con el resto del mundo primordialmente con un país vecino en virtud de su proximidad geográfica. Si bien es cierto que todavía hasta hace poco nadie anticipaba que el gobierno de Estados Unidos pudiera caer en manos de una persona tan impredecible, lo que sí es cierto es que México está más que obligado a diversificar sus relaciones comerciales con otros países del mundo y considerar a Estados Unidos como un socio poco confiable y caprichoso que puede cambiar de parecer en cualquier momento.
Suceda lo que suceda, el 8 de agosto de 2017 puede estar destinado a ser un día que quedará grabado de manera significativa en las efemérides de la historia de México. Tal vez será recordado como el día en el que Donald Trump anunció al mundo el retiro de Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio y con ello la muerte del TLCAN. O será recordado como el día en el que por alguna razón no se cumplió la amenaza de la fecha fatídica dada por Donald Trump. Pero de que la fecha será recordada, de eso no quede la menor duda.
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